Letra 477, 17 de julio de 2016

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PREGUNTAS SIMPLES (PARA DISCRIMINADORES SIMPLES) Roberto Blancarte Milenio, 12 de julio de 2016

C

uando la gente cree algo, es muy difícil convencerla de lo contrario, pues ésta suele atrincherarse en sus convicciones. No solo eso, sino que comúnmente confunde argumentos, mezcla propósitos, tergiversa lógicas. Todo para quedarse en lo que cree, aunque en muchas ocasiones ni siquiera sabe o le importa de dónde extrajo esas seguridades. Así que no voy a pecar de ingenuo, creyendo que voy a convencer a alguien con un argumento contrario a lo que ha oído durante muchos años en su casa, en su Iglesia o en la calle. Pero hago las siguientes preguntas con el ánimo de que, quizá, podría haber menos confusión en nuestras argumentaciones. ¿Qué idea tiene usted del principio histórico de separación entre el Estado y las Iglesias, establecido en nuestra Constitución? ¿Usted cree que la Iglesia católica o las Iglesias evangélicas deberían imponerle al Estado las reglas civiles respecto al matrimonio? ¿Usted cree que el Estado haría bien en inmiscuirse en las reglas que las Iglesias tienen para sus propios matrimonios eclesiásticos o religiosos? ¿Usted cree que una o varias Iglesias tienen el derecho de imponerle a toda la población (comparta ésta o no sus creencias) sus doctrinas y valores particulares? ¿Usted cree que una mayoría, por el simple hecho de serla, puede negarle a una minoría sus derechos? ¿Usted cree que los homosexuales, por el simple

hecho de serlo, deben tener menos derechos que los heterosexuales? ¿Usted cree que ellos no tienen la misma dignidad humana y deben tener por lo tanto una categoría jurídica distinta que valide sus uniones? ¿Por qué cree usted que la palabra matrimonio solo puede ser usada por quienes desean unir sus vidas dentro de la una Iglesia? ¿Por qué cree usted que el matrimonio es solo un sacramento y no puede ser solo un contrato, eventualmente un contrato civil, entre dos personas? ¿Usted cree que su Iglesia o usted mismo tienen el derecho a discriminar, es decir a tratar a alguien de manera diferente únicamente por razones étnicas, color, idioma, religión, opinión política, posición económica o preferencia sexual? ¿Usted cree que una Iglesia o cualquier tipo de organización tiene derecho a negarle el ingreso a una persona por ser homosexual? ¿Si es usted católico, sabe usted que su Iglesia le niega la entrada a sus seminarios a los homosexuales y que eso es una forma de discriminación? ¿Si es usted evangélico, sabe usted que durante muchos años a sus padres y a usted se les ha negado ser iguales y tener los mismos derechos que la mayoría católica y que ahora usted pretende hacer lo mismo con los homosexuales?

LA ORACIÓN Rubem Alves

H

oy voy a escribir sobre el arte de orar. Me dirán que no es un tema para ser tratado por un terapeuta. Los rezos y las oraciones son cosas de curas, pastores y gurúes religiosos, para ser enseñadas en iglesias, monasterios y templos. Pero sucede que yo sé que lo que las personas desean, al entrar a una terapia, es reaprender el olvidado arte de rezar. Claro que ellas no están conscientes de eso. Hablan sobre otras cosas, diez mil cosas. No saben que el alma desea sólo una cosa, cuyo nombre olvidamos. Como dijo T.S. Eliot, tenemos “conocimiento de las palabras, pero ignorancia de la Palabra. Todo nuestro conocimiento nos lleva más lejos de nuestra ignorancia, pero nos acerca a la muerte”. La terapia es la búsqueda de ese nombre olvidado. Y cuando reaparece y es pronunciado con toda la pasión del cuerpo y del alma, a ese acto se le da el nombre de poesía. También se le puede llamar oración. Detrás de nuestros parloteos (hablamos y escuchamos poco) está escondido el deseo de orar. Muchas palabras son pronunciadas porque aún no encontramos la única palabra que importa. […] Muchas oraciones son producto de la insensatez de las personas. Piensan que el universo estaría mejor si Dios escuchase sus consejos. Piden que Dios les dé pájaros enjaulados, muchos pájaros. En esto los protestantes y los católicos son iguales. Hacen escándalo. Y no se toman la molestia de escuchar. No saben que la oración es sólo un gemido. “El suspiro de la criatura oprimida”: ¿habrá una definición más bonita? Son palabras de Marx. Suspiro: gemido sin palabras que espera escuchar la música divina, la música que, si se escucha, nos trae alegría. […]


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