Letra 488, 2 de octubre de 2016

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Ya ha pasado en otras ocasiones. El pronunciamiento sobre la igualdad ante la ley de la minoría negra en Estados Unidos terminó definiendo su Estado Moderno. Quienes quedaron involucrados en su guerra civil (1861-1865) no fueron nada más esclavistas y pintorescos militantes antiesclavistas: fue la población toda. El drama de las minorías obliga tarde o temprano a pronunciamientos mayores entre quienes comparten una nación. Se dice que el Frente Nacional por la Familia (FNF de aquí en adelante) movilizó más de un millón de personas. Es posible que así fuera y también, hay que mencionarlo, haciendo uso del derecho legítimo a manifestarse, ejerciéndolo de manera ordenada y no vandálica. Pero más allá de las formas, al manifestarse no sólo contra la iniciativa de ley sobre matrimonio igualitario promovido desde la presidencia de la república a mediados de este año sino, asimismo, contra una resolución de la suprema corte de justicia de la que parte esta iniciativa (resolución en la que se establece que la Constitución de la República no define al matrimonio exclusivamente en términos de pareja heterosexual y que, tampoco, su fin único y exclusivo sea la procreación) se convierte de facto en un movimiento que se declara en rebeldía, no sólo frente a una ley específica y el gobierno que la sustenta, sino frente al Estado mismo. Son nuestros rebels confederados. No es precipitado pensar de pasada que haya una tercera rebelión en curso orquestada por la jerarquía católica mexicana contra el pontificado de Francisco, quien notoriamente se ha apagado desde que visitó México. Por ello, no está de más

preguntarse si los movilizados están plenamente conscientes de la magnitud de su rebelión. Es posible también que desde la perspectiva de la Iglesia mexicana y otras iglesias cristianas que en esto la acompañan lo que se presenta como una defensa sea, en realidad, una ofensiva cuyo objetivo estratégico es la educación pública, de la que nunca han aceptado su carácter laico. La consigna movilizadora del FNF “no te metas con mis hijos” es tan efectiva como demagógica en la medida en que en ninguna parte de la iniciativa de ley hay tal cosa que sugiera o siquiera insinúe que los alumnos en las escuelas públicas serán inmersos en la subcultura gay, pero tal gancho no deja de confesar la meta que se tiene por delante. Dios salve a las iglesias de salirse con la suya en esta, porque habría que ver que se pongan de acuerdo en qué tanta instrucción católica o evangélica habrá de impartirse o, una vez abierta la caja de pandora, cuántas denominaciones tendrán derecho al pupitre del profesor ¿también, los testigos de Jehová y, por qué no, el Islam? ¿Cómo decidirán las iglesias cuál será la religión natural, ya que insisten que no se puede ir contra natura? Pero el problema no son sólo las confusiones y contrasentidos de un movimiento básicamente visceral. Si la educación puede hacer a un niño o niña gay ¿cómo se explica en primer lugar que aparecieran los gays en este mundo cuando se concede que la educación nunca ha abordado hasta ahora el asunto de las preferencias sexuales?

MÉTODO SENCILLO DE ORACIÓN PARA UN BUEN AMIGO (1535) Martín Lutero

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e esta oración constante habla Dios de hecho (Lc 11): “Hay que orar sin interrupción para protegernos contra el pecado y la injusticia”, algo inasequible si no se teme a Dios y si no se tienen delante sus mandamientos, como dice el Salmo 1: “Dichoso el que día y noche medita la ley del Señor”. Hay que andar con cuidado, no obstante, para no desacostumbrarnos a la verdadera oración y para no juzgar nosotros mismos como definitivamente buenas nuestras propias acciones, cuando en realidad no lo son. Llegaríamos por este camino al abandono, el emperezamiento, la frialdad y el disgusto hacia la oración; y no olvidemos que el demonio no se empereza ni se abandona cuando de nosotros se trata, ni que, por otra parte, nuestra carne anda muy viva y dispuesta al pecado y es tan desafecta al espíritu de oración. Una vez que tu corazón se haya enfervorizado con estas palabras dichas verbalmente y se haya concentrado, arrodíllate o ponte en pie, con las manos juntas y la mirada hacia el cielo, y di o medita de la forma más breve posible: «Padre celestial, Dios mío querido; soy un indigno, pobre pecador, que no merezco elevar mis ojos o mis manos hacia ti ni dirigirte mi oración. Pero tú nos has ordenado a todos que oremos, has prometido escucharnos y nos han enseñado, además, las palabras y la forma de hacerlo por tu amado hijo, nuestro señor Jesucristo. Ateniéndome a este precepto, aquí me tienes para obedecerte, acogido a tu graciosa promesa. En el nombre de mi señor Jesucristo te elevo mi oración en unión de todos los santos cristianos de la tierra, como él me lo ha enseñado: «Padre nuestro, que estás en los cielos, etc.”, y así hasta el final, palabra por palabra. 1. A continuación repite una parte (o lo que mejor te parezca), como, por ejemplo, la primera petición: “Santificado sea tu nombre”, y añade: “Sí, señor, padre amado, santifica tu nombre en nosotros y en el mundo entero. Destruye y aniquila las abominaciones, la idolatría y la herejía del turco, del papa y de todos los falsos maestros y espíritus sectarios; porque llevan tu nombre en falso, abusan de él tan descaradamente y le blasfeman sin ninguna vergüenza; porque andan diciendo por ahí, y vanagloriándose de ello, que esto y esto es tu palabra y precepto de la iglesia, cuando en realidad se trata de un engaño y de mentira del demonio. Seducen miserablemente así y bajo el señuelo de tu santo nombre a tantas pobres almas en todo el mundo; matan, derraman sangre inocente, decretan persecuciones con la excusa de hacerte un servicio. Señor, Dios querido, vuélvete y resiste. Convierte a los que todavía han de convertirse para que ellos con nosotros, y nosotros con ellos, santifiquemos y glorifiquemos tu nombre con la verdadera y pura doctrina, al mismo tiempo que con una vida buena y santa. Pero resiste a los que no quieren convertirse para que cesen de profanar tu santo nombre, que no lo sigan avergonzando y deshonrando y que dejen de seducir a las pobres gentes. Amén.


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Letra 488, 2 de octubre de 2016 by Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday - Issuu