Letra 499, 18 de diciembre de 2016

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ta donde enfrentan la muerte buscando la vida. En Navidad celebramos la vida y alentamos a la esperanza, pero no podemos dejar a un lado la dolorosa memoria migrante de tantas muertes con rostro de jóvenes, de niños y niñas, de madres y padres que buscan pan y futuro al alto costo de sus vidas. Sus historias no fueron tan distintas a la que encarnó Jesús, que a días de nacer migró, esta vez a Egipto, para huir del opresor (Mt. 2:13-14). Migrante desde la cuna Por esto en Adviento necesitamos rescatar la memoria migrante de la navidad, como reserva de sentido e identidad imborrable de un Dios que nace en el reverso de la historia y en la antítesis de los opresores. Para el pueblo de Israel la memoria siempre resultó un elemento crucial. De igual manera, en las comunidades de fe y seguimiento de Jesús, hacemos de la memoria al punto culmine de nuestras celebraciones cada vez que, reunidos, compartimos la copa y el pan en memoria de Él (1a Co. 11: 23-27). Desde la memoria subversiva del que fue crucificado por vivir como Dios quería, comemos y bebemos unidos en el espíritu de Jesús. En Él alimentamos el compromiso y nutrimos las esperanzas de un mundo nuevo por venir (Ap. 21:1-4). Su espíritu nos compromete con su reino de vida plena para la humanidad y para toda la creación (Ro. 8:22-23). En las narrativas de Jesús podemos encontrar muchas evidencias de una memoria de migrantes que sale a relucir en los lugares menos pensados o en los más evidentes. En este sentido quiero invitarles a repasar la genealogía de Jesús y releer algunos aspectos de su historia de migrante, según consignada en Mateo 1: 117. Ya sabemos del interés de Mateo en resaltar la realeza y señorío de Jesús como el Cristo y demostrar ante el pueblo judío que él es el Mesías esperado.

COMUNIDAD COPTA SUFRE FEROZ ATENTADO La Catedral Ortodoxa Copta en el Cairo sufrió un feroz ataque con explosivos el domingo pasado, específicamente en la iglesia de San Pedro, al lado de la Catedral principal. El resultado fue de 25 personas fallecidas y al menos 50 resultaron heridas. Tanto cristianos, como musulmanes expresaron su repudio al criminal ataque. El presidente de Egipto declaró tres días de duelo nacional. Se cree que fueron extremistas islámicos los que realizaron el atentado explosivo. El término copto hace referencia a los egipcios que profesan algún tipo de fe cristiana, ya sea en la Iglesia Ortodoxa Copta, en la Iglesia Católica Copta o en la Iglesia evangélica copta. Los coptos constituyen uno de los grupos etno-religiosos principales en Egipto y la mayor comunidad cristiana en el Medio Oriente, así como de la minoría religiosa más grande de la región, lo que representa alrededor del 10% de la población egipcia. Los coptos son alrededor de nueve millones en Egipto, un diez por ciento de la población, y ocupan todos los estratos de la sociedad civil, desde los más humildes hasta los más brillantes del empresariado nacional. La historia del pueblo copto se remonta a tiempos del antiguo Egipto. Sus antepasados más cercanos se convirtieron al cristianismo en el año 42 d.C.., en el siglo I, y a través de los años conservaron su religión, a pesar de la conquista musulmana de Egipto 600 años más tarde, con la cual, el país se perfiló con una mayoría islámica. Desde entonces, la comunidad copta ha sido objeto de discriminación y diversas persecuciones religiosas, aun en la era moderna, además de ser el blanco de ataques de grupos militantes extremistas islámicos. Desde diversas comunidades de fe en todo el mundo se ruega por la recuperación de los heridos, consuelo para los familiares de las víctimas y fortaleza de espíritu para los cristianos en Egipto. alc-noticias.net, 12 de diciembre de 2016

MÉTODO SENCILLO DE ORACIÓN PARA UN BUEN AMIGO (1535) Martín Lutero 8. El octavo mandamiento: “No levantarás falso testimonio, etc.”. Primero. Nos enseña que tenemos que ser sinceros los unos con los otros, evitar toda suerte de mentiras y calumnias, y decir y escuchar de buen grado lo bueno de los demás. Con esto se nos ha construido una muralla y una protección contra las lenguas falsas y los labios malvados que 19 Rom 8, 19 ss. puedan afectar nuestro buen nombre y nuestra reputación; no dejará Dios impunes a quienes lo quebranten, como queda dicho acerca de los anteriores mandamientos. Segundo. Tenemos que agradecerle tanto la doctrina como la protección que tan graciosamente nos concede. Tercero. Debemos confesar y pedir perdón por haber transcurrido nuestra vida de forma tan ingrata, pecadora y en tratos con los murmuradores falsos que atentaron contra nuestro prójimo. Estamos obligados a asegurar su fama y su inocencia, como desearíamos lo hiciesen con nosotros. Cuarto. Pidamos ayuda para, en adelante, observar este mandamiento, para que nos conceda una lengua bienintencionada, etc. 9. Noveno y décimo mandamientos: “No codiciarás la casa de tu prójimo”, “ni su mujer”, etc. Primero. Se nos enseña con ello que, bajo ningún título colorado, tenemos derecho a sonsacar, enajenar ni arrebatar los bienes y pertenencias de nuestro prójimo. Por el contrario, estamos precisados a ayudarle a que pueda mantenerlos, como nos agradaría sucediese con nosotros. También constituyen estos mandamientos una garantía contra las argucias y estratagemas de las gentes avezadas a estas maniobras mundanas; gentes que, al fin, tendrán que recibir su castigo. Segundo. Debemos dar gracias por todo ello. Tercero. Confesar nuestro pecado con arrepentimiento y contrición. Cuarto. Pedir ayuda y fortaleza para ser piadosos y observar este mandamiento de Dios. He aquí los diez mandamientos desarrollados bajo cuatro aspectos: como libritos de doctrina, de acción de gracias, de confesión y de petición. A base de ellos el corazón podrá concentrarse y enfervorizarse en la oración. Pero cuida de no tomar todo o demasiado de un golpe para no cansar al espíritu. Es más: una oración, para ser buena, no debe ser larga ni demasiado distanciada, sino repetida y ardiente. Bastará con que medites un punto o la mitad, con lo que podrás encender una hoguera en tu interior. Ahora bien, es el Espíritu quien lo otorga y lo seguirá enseñando en el corazón, pero sólo si éste sintoniza con la palabra de Dios y se vacía de ocupaciones y pensamientos ajenos. No diré nada aquí acerca del credo y de la Escritura, porque sería cosa de nunca acabar; el que esté ejercitado puede muy bien tomar un día los diez mandamientos, otro un Salmo o un capítulo de la Escritura, que sea como el pedernal que encienda el fuego en su corazón.


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