DEL CONFLICTO A LA COMUNIÓN, UN DOCUMENTO INELUDIBLE Protestante Digital, 27 de enero La verdadera teología y el conocimiento de Dios se encuentran en Cristo crucificado. M. LUTERO, Disputa de Heidelberg (1518)
Todos los protestantes interesados en su historia, identidad y misión, luteranos o no, deberían conocer en profundidad el documento Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta luteranocatólico romana de la Reforma en el 2017, coeditado por la Federación Luterana Mundial (FLM) y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (PCPUC) (Maliaño, Sal Terrae, 2013), traducción del Dr. José David Rodríguez, prólogo de Karlheinz Diez, obispo Auxiliar de Fulda, y Eero Huovinen, obispo emérito de Helsinki, fruto de una serie de reuniones iniciadas varios años atrás. Hay que subrayar, especialmente para quienes no están muy informados, que este tipo de diálogos inter-confesionales lleva realizándose desde hace varias décadas y tiene un carácter multilateral: católicos, reformados, luteranos, pentecostales, menonitas, anglicanos, ortodoxos y un buen número de iglesias libres se reúnen continuamente para dialogar y establecer, desde sus semejanzas y diferencias, acuerdos que permitan el avance en el testimonio y en el trabajo comunes. Ése es un rostro del ecumenismo que, por no alcanzar las primeras planas de los medios, tampoco consigue impactar, lamentablemente, a las diversas comunidades cristianas alrededor del mundo. Basta con asomarse a la red informática para ponerse un tanto al día acerca de estos diálogos y acuerdos. Sus antecedentes están marcados por fechas significativas, tal como lo explica el propio documento en la introducción: Ya en 1980, la celebración del 450 aniversario de la Confesión de Augsburgo ofreció a luteranos y
católicos la oportunidad de desarrollar un entendimiento común de las verdades fundamentales de la fe, al señalar a Jesucristo como el centro viviente de nuestra fe cristiana. En el 500 aniversario del nacimiento de Martin Lutero en 1983, el diálogo internacional entre católicos y luteranos obtuvo la afirmación conjunta de un número de inquietudes fundamentales de Lutero. El informe de la comisión lo designó como “Testigo de Jesucristo” y declaró que “los cristianos, ya sean protestantes o católicos, no pueden ignorar la persona y el mensaje de este hombre”. (p. 9) Otra etapa muy importante fue la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, firmada el 31 de octubre de 1999 la cual, como se explica también, “se elaboró a partir de dicho trabajo preparatorio [de 1980] y del trabajo producido por el diálogo estadounidense sobre Justificación por la Fe [1985], y ratificó la existencia de un consenso en las verdades básicas de la doctrina de la justificación entre luteranos y católicos” (p. 21). […] El documento recuerda que, a pesar de lo anterior, todavía existen ideas muy contrapuestas, en ambos espacios confesionales, acerca del significado de la reforma de la iglesia, además de la importancia que han adquirido, en años recientes, las iglesias del Sur, las cuales “no ven los conflictos confesionales del siglo XVI necesariamente como sus propios conflictos, aun cuando estén conectadas a las iglesias de Europa y de América del Norte a través de distintas comuniones cristianas mundiales, con las que comparten un fundamento doctrinal común” (p. 14). Esta expansión del cristianismo en otras latitudes puede permitir que el diálogo ecuménico se profundice y alcance nuevas dimensiones espirituales, litúrgicas y teológicas. Pero el documento subraya bien que “el ecumenismo no puede fundamentarse en el olvido de las tradiciones” y plantea preguntas relevantes: “¿cómo podrá ser recordada en 2017 la historia de la Reforma? (LC-O)
THOMAS MÜNTZER (1490-1525) (I) www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_muntzer Prominente entusiasta del tiempo de la Reforma y dirigente en la Guerra del Campesinado, nació en Stolberg, Turingia, antes de 1490 y murió decapitado en Mühlhausen, Sajonia, el 27 de mayo de 1525. Su juventud De su juventud sólo se saben unos pocos hechos aislados. En 1506 ingresó en la universidad de Leipzig y en 1512 era estudiante en la de Francfort. En la primera mitad de 1513 se enroló en una liga contra el arzobispo Ernst de Magdeburgo; en 1515 era preboste en Froshe cerca de Aschersleben, tras lo cual parece que llevó una vida errática durante varios años. A comienzos de 1519 estaba en Leipzig, donde todavía vivía en el tiempo de la disputación. Parece que le causó buena impresión a Lutero, pues le recomendó a Johann Silvanus de Eger (Egranus), como predicador en Zwickau. A finales de 1519 era confesor de las monjas bernardinas en el monasterio de Beutitz cerca de Weissenfels. Pero como no podía quedarse en un lugar durante una cierta cantidad de tiempo, entró pronto en Beutitz en dificultades. Evidentemente no tenía una idea seria de sus deberes, como se desprende de una declaración de Lutero en el sentido de que a veces omitía la fórmula para la transformación de los elementos en la administración de la Cena. Es difícil asumir que alguna vez reconociera la autoridad del círculo de Wittenberg, considerando su naturaleza independiente; pero el nuevo movimiento le había atrapado, como resultado de su estudio de Eusebio, Jerónimo, Agustín y las actas de los concilios de Constanza y Basilea. El estudio de la Teología Germánica, recomendado por Lutero, y de las obras de Tauler y otros místicos no ejercieron una considerable influencia sobre él. Actividades en Zwickau Con la aprobación de Lutero aceptó una invitación de Zwickau donde Egranus había introducido la Reforma, quedando envuelto en disputas con los monjes. Durante una ausencia temporal de Egranus, Müntzer fue su sustituto como predicador de la iglesia principal en Zwickau. Sus primeros sermones delataron sus extremistas tendencias, por sus vehementes ataques sobre la actividad pastoral de los monjes, a quienes acusó de avaricia y engaño, obteniendo el favor de los ciudadanos que tenían aversión a los frailes mendicantes por su riqueza. El consejo de la ciudad no escuchó las quejas de los católicos, pidiendo al duque Juan que prohibiera cualquier molestia a los predicadores del evangelio. Müntzer se volvió más y más agresivo, especialmente tras su traslado de la iglesia a Santa Catalina, al regreso de Egranus. Injurió a todos los que le contradijeron, haciéndoles sospechosos de ser oponentes del evangelio. Desde ese tiempo dos principios movieron sus acciones: primero, la pretensión de una inspiración inmediata del Espíritu guiándole en palabra y obra; segundo, la tendencia a organizar una comunión