MADR ES DE LA BIB LIA. 20 RET RA TOS PA RA NUES TRO TIEMPO (I) Margot Kässmann ltimamente, las imágenes de la madre son
Ú objeto de acalorados debates públicos.
Desde un punto de vista personal lo lamento, porque mi experiencia como madre ha influido decisivamente en mi vida. Por este motivo, me gustaría que se prestara atención a la maternidad, en la variedad de formas de vida que presenta, y que pudiera configurarse con libertad. ¡Se trata, en definitiva, de animar a las mujeres a ser madres! En lugar de eso, lo que nos llega de fuera son apreciaciones toscas y sin matices: si las madres renuncian a una actividad profesional para dedicarse a la educación de sus hijos, rápidamente se las descalifica con expresiones como “grillos domésticos” o “simples amas de casa”. Estas descalificaciones dificultan después la reincorporación al mundo del trabajo y el ejercicio de la actividad profesional. En nuestra comunidad cristiana estaba vacante un puesto que había que cubrir en un breve espacio de tiempo y entre los aspirantes a dicho puesto se encontraba una mujer que había hecho precisamente lo que muchos desearían hacer: había dejado de realizar una actividad profesional durante siete años y se había dedicado por completo a sus dos hijos. Los miembros de la comisión que debía tomar la decisión sobre la contratación no tuvieron dudas sobre la cualificada formación de esta candidata; nadie le puso pegas. Pero pensaron: “Primero deberíamos reintegrarla en el mundo laboral”. ¿Es que acaso las mujeres que trabajan en casa son vistas como si realmente habitaran en otra galaxia? En cambio, si las mujeres con hijos siguen ejerciendo su profesión habitual, en Alemania se las considera “madres desnaturalizadas”, y recientemente incluso se las etiqueta con el término despectivo, aún más fuerte, de “máquinas de parir”. Para quienes así piensan, estas mujeres son unas irresponsables egoístas que quieren deshacerse de
sus hijos lo antes posible y no ocuparse de ellos, porque lo único que buscan es la propia realización personal. Nada tienen que ver estas imágenes con la realidad de las madres trabajadoras, y desde luego no hacen justicia ni al compromiso de estas mujeres para con sus hijos, ni a la calidad de los centros de educación infantil. Pero si las mujeres renuncian a tener hijos, es probable que enseguida sean catalogadas como «chivas obsesionadas por la carrera». En nuestro país, algunas mujeres de cuarenta años tienen que afrontar miradas críticas y preguntas como esta: “¿Es usted demasiado egoísta como para tener un hijo?”. No se tiene en cuenta que tal vez una mujer no disponga de la pareja con quien plantearse esa maternidad, o que existan problemas de salud, o que alguien conceda al trabajo un papel importante en la propia vida, cosa por otra parte totalmente legítima. En nuestro país, una de cada siete parejas no tiene hijos, aunque le gustaría tenerlos, lo que sin duda representa también una carga peculiar. En mi opinión, las preguntas que hoy hemos de plantearnos quienes vivimos en sociedad son: ¿es necesario que toda mujer sea madre para que goce de una vida plena? ¿Qué papel desempeñan realmente los varones en todo esto? La situación de las madres en nuestra sociedad me llevó a pensar: ¡madres desnaturalizadas, máquinas de parir, grillos domésticos!... ¡Pero si todas estas imágenes de la madre aparecen ya en la Biblia! Que a través de personajes arquetípicos de la Biblia se describan constelaciones básicas de relaciones humanas, lo sigo encontrando fascinante. Estas viejas historias resultan tan actuales, que en ellas podemos hallar modelos y una amplia gama de proyectos de vida. Proyectos de vida sobre los cuales Dios no emite juicios, sino que acompaña. Son itinerarios de vida que, planeados o no, tanto entonces como ahora, le marcan a uno el rumbo.
JERÓNIMO SAVONAROLA (1492-1498)
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umanista de tendencia reformista y exegeta francés Dominico italiano nacido en Ferrara y muerto en la hoguera en Florencia. Destinado por sus padres al estudio de la medicina, se sintió inclinado a la vida religiosa en la reclusión de un convento, al percibir la corrupción social y el rechazo de una familia de los Strozzi a darle su hija en matrimonio. En 1475, secretamente, dejó la casa paterna y se fue a Bolonia, ingresando en el monasterio dominico. A la rutina usual de la vida conventual añadió el estudio de San Agustín y el gran Tomás de Aquino, pero también la Biblia, con la cual se familiarizó. En 1481 fue enviado a Ferrara y ese mismo año se trasladó a Florencia, para ingresar en el convento de San Marcos. Su predicación no atrajo la atención en Florencia y sus audiencias durante la Cuaresma en San Lorenzo se redujeron a 28 personas. De pronto, en 1486, mientras predicaba en Brescia, su elocuencia apareció en toda su riqueza. En 1480 regresó al convento en Florencia, al pedir Lorenzo de Médicis, en representación de Pico della Mirandola, su regreso. En 1491 era prior de San Marcos. Durante los siguientes nueve años, Florencia quedó saturada de la personalidad de Savonarola, siendo la figura religiosa más conspicua en Italia. Durante la primera parte de este periodo tuvo conflictos con Lorenzo de Médicis, déspota político de la ciudad, y durante la segunda con Alejandro VI, al pretender la regeneración cívica y moral de la ciudad mediante sus exhortaciones. Primero predicó en San Marcos y luego en la catedral, concentrándose inmensas audiencias para escuchar sus exposiciones sobre los profetas hebreos y Apocalipsis. En el tiempo de su mayor popularidad las muchedumbres esperaban horas a que apareciera y su biógrafo Villari estima su audiencia entre 10 mil y 12 mil personas. “Vuestros pecados me hacen profeta”, clamaba, y de las profundidades de esa perturbadora y brillante vida que los Médicis promovían en Florencia, Savonarola extraía los aguijones para poner en evidencia su vaciedad y desolación. Su figura simboliza la reacción contra las tendencias paganas que se dieron en el Renacimiento. Cursados estudios en su ciudad natal, llegó a ser un virtuoso escolástico. Intervino activamente, como hombre de gobierno, en la política de Florencia. Elaboró una Constitución, reformó la justicia, suprimió la usura y proclamó la amnistía general. El papa Alejandro VI, en septiembre de 1495 prohibió sus predicaciones; pero en febrero del año siguiente Savonarola declaraba desde el púlpito que si el Papa manda contra el bien hay que desobedecerle. En 1497 fue excomulgado, pero se burló públicamente de la censura y continuó celebrando la misa. Fue juzgado, encarcelado y condenado a muerte.