MADR ES DE LA BIB LIA. 20 RET RA TOS PA RA NUES TRO TIEMPO (II) Margot Kässmann sí comencé a seguir el rastro de las Madres de
A la Biblia. Me maravilló lo mucho que había en
ella por descubrir, a pesar de que yo creía conocer la mayoría de estas historias. Finalmente, comprendí que tenía que poner fronteras a mi búsqueda, y escogí las veinte figuras femeninas que me parecieron más representativas y que presento en el libro por orden alfabético. Se ha formado así una serie de lo más variopinta. Sin embargo, hay más figuras maternas sobre las que habría valido la pena reflexionar más a fondo: ¿no podríamos haber presentado a Lidia, la comerciante en púrpura sobre la que nos hablan los Hechos de los Apóstoles (16,14ss), como una madre trabajadora? No se nos habla explícitamente de sus hijos, pero se cuenta cómo ella se hizo bautizar con “toda su familia”. Así que, probablemente, también había hijos de por medio... Y me hubiese encantado dedicar un capítulo a las comadronas de la Biblia. Ellas representan el cuidado que con amor de madre ofrece una mujer a la madre en el momento de dar a luz. En las primeras versiones alemanas de la Biblia, las parteras reciben también el nombre de Wehmütter (Génesis 38,28: literalmente, «madres del dolor»). ¡Un término precioso! Las parteras están al lado de las mujeres al convertirse en madres, están con ellas en su «hora más difícil», las acompañan en el dolor que acarrea todo nacimiento. Son osadas, como Séfora y Fuá (Éxodo 1.15). Son ingeniosas, por ejemplo, cuando, mucho antes de que se inventasen los aparatos de ultrasonido, fueron capaces de pronosticar que nacerían mellizos en un parto, y cuando al primer bebé que sacó la mano desde el seno materno le ataron una cinta roja a la muñeca (Génesis 38.28). Porque para el derecho de sucesión resultaba crucial saber cuál de los mellizos era el primogénito. Mientras trabajaba en este libro, las parteras de la Biblia no han cesado de llamar mi atención. Las madres ponían en ellas su confianza. Y, a su vez, ellas eran depositarias de
una profunda sabiduría tradicional que les decía cómo debían actuar en el momento del parto y cómo había que proteger la vida del recién nacido. Habría otras historias que sin duda interesarían a los lectores actuales. Por ejemplo, la historia de Jefté, el hijo que Galaad tuvo con «una prostituta» y que sin duda creció con los otros hijos que el mismo Galaad había tenido con su legítima esposa (Jueces 11,1). ¡Menuda constelación! ¡Y todavía habrá quien diga que las familias que reúnen hijos procedentes de distintas relaciones sentimentales son un fenómeno de nuestros días! Soy consciente de haberme movido en ocasiones con mucha libertad entre los textos antiguos y la situación actual. El presente libro no pretende constituir una presentación científica. Para mí la prioridad es devolver a la vida las historias bíblicas, en las que descubrimos puntos de encuentro con nosotros mismos y con nuestra situación. Porque esto es justamente lo que distingue a la Biblia: cuenta historias, recoge relatos de los orígenes sobre personajes cuyas vidas y creencias siguen conmoviendo a la humanidad hasta el día de hoy. Esto vale también para las experiencias de las madres. ¡No son siempre historias consoladoras, amistosas, que ayuden a uno desde el primer momento! Tal vez eso irrite a algunos. A mí me ha ayudado a comprender la Biblia el hecho de que esta no pinte siempre un mundo perfecto, sino que es consciente de la dimensión humana del hombre, con todas sus posibilidades y flaquezas. Se trata de una imagen humana realista. Y del convencimiento de fe de que en nuestro propio fracaso podemos confiar en Dios. Se preguntarán algunos si no he ido demasiado lejos al establecer determinadas asociaciones. ¿Fue realmente violada Betsabé? En realidad, ¿qué es lo que le sucede a una mujer que es «conducida» ante un poderoso, el rey del país, simplemente porque a este le ha parecido atractiva al verla bañándose? ¿Realmente se puede calificar a Ana de madre desnaturalizada?
VITTORIA COLONNA (1492-1547) Auténtica mujer del Renacimiento: poeta laureada y fina prosista, cantaba magníficamente y tocaba el laúd. En la casa de la duquesa de Facavilla, Constanza de Ávalos, hermana de su esposo y en la isla de Ischia, se casará con 17 años, el 27 de diciembre de 1509, llegando a ser felices en los primeros años, a pesar de ser un matrimonio concertado. En 1512, Fernando, su esposo, cayó prisionero en la batalla de Rávena, siendo posteriormente liberado y nombrado capitán general de Carlos V. Poco tiempo después, en 1525, murió a causa de las heridas recibidas en la batalla de Pavía. La noticia afectó profundamente a Vittoria y decidió retirarse y pasar sus días en la Isla de Ischia y después en Nápoles. Su obra literaria se ocupó de temas religiosos y espirituales (Pianto sulla passione di Cristo, Orazione sull’Ave Maria) de manera controvertida, por lo que fue investigada por la Inquisición. Formó parte, junto con Juan de Valdés, Bernardino Ochino y Pietro Carnesecchi de un círculo filo-protestante organizado por el primero. Gran amiga de Miguel Ángel Buonarroti, influyó mucho sobre él, al grado de que éste le dedicó varias obras, señaladamente una Crucifixión para sus oraciones privadas (1540). De su obra hay que destacar las Rime spirituali en las que sus sentimientos y energías morales, su coherencia interior se hace versos de perfección estilística a manera de Petrarca y Bembo. A veces se preocupa tanto de la forma de sus versos que da la impresión que sobresale la razón sobre el sentimiento. En las Rime trata la muerte del marido, a quien ella recubre de una luz casi divina. La segunda parte de las Rime, nos descubre su fe, sus ideales y pasión. No faltan sutilezas teológicas y el interés por la Reforma protestante, que está personificado en la figura de Juan de Valdés y también en la de Ochino. “Un ejemplo lo encontramos cuando invoca desde el Cielo un remedio a la corrupción de la Iglesia porque, si ésta se difunde, la fe sincera corre el peligro de desaparecer. Una elevada tensión espiritual caracteriza la sección amorosa del Canzoniere en el deseo de reunirse con el marido que coincide, en la parte espiritual, con el deseo del alma de aislarse del mundo refugiándose en Dios.” (I. Rubín Vázquez de Parga, 2005) La simpatía que sentía por los ambientes protestantes, era muy parecida a los ideales de las órdenes espirituales de los franciscanos, siendo reflejado ese pensamiento revolucionario y espiritual, en toda la producción literaria. Seguirá manteniendo en Roma conversaciones con los reformadores y con un pariente suyo, Bartolomeo Spadáfora, acusado por la Inquisición en 1547 por su relación con Valdés. Moriría antes de que comenzasen las persecuciones contra estos reformadores espirituales. Pasará a la historia esta mujer como pensadora y personaje de primer orden, como la más grande mujer del Renacimiento italiano.