Letra 510, 5 de marzo de 2017

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MADR ES DE LA BIB LIA. 20 RET RA TOS PA RA NUES TRO TIEMPO (III) Margot Kässmann

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onviene que también las figuras bíblicas las miremos de nuevo con ojos frescos, en lugar de seguir siempre las sendas trilladas de la percepción. En el movimiento ecuménico he aprendido muchas cosas al respecto. Por ejemplo, a veces me ha sorprendido cómo determinadas historias bíblicas eran comprendidas de forma distinta por lectores situados en diferentes contextos. Es una experiencia que quiero agradecerle. Por ejemplo, todos podemos aprender cómo el movimiento de la Jornada Mundial de la Oración ha descubierto de un modo maravilloso y completamente innovador muchos personajes femeninos de la Biblia. Y finalmente, la teología hecha por mujeres también ha puesto de relieve el lado femenino y maternal de Dios. Una idea nueva, que resulta provocadora para muchas personas. Pero que, en cualquier caso, es una idea presente en la Biblia, porque en ella Dios nunca queda fijado en nuestras imágenes, sino que se inclina maternal y paternalmente hacia el ser humano. En este sentido, espero que, en el viaje de exploración que representa siempre la lectura de un libro, estas páginas contribuyan a que sus lectores encuentren lo nuevo en la Biblia y se despierten en ellos las ganas de recurrir directamente a la Biblia y de releer personalmente sus textos. Dada la extensión limitada de los capítulos de este libro, algo podría quedar insuficientemente explicado. No deja de ser enormemente sorprendente que todavía hoy nos encontremos en la Biblia con personajes tan conmovedores, podamos informarnos acerca de su vida, ver cómo se desarrollan sus relaciones y cómo transcurre su existencia por cauces aparentemente tan normales. Por todos estos motivos, la búsqueda de madres de la Biblia me ha reportado también a mí un gran

enriquecimiento. Muchos textos que creía conocidos me han resultado sorprendentemente nuevos. Cuando, tras estas figuras arquetípicas de mujer y de madre vislumbramos por una vez a personas individuales, el asombro suscitado en nosotros por algunos pasajes más claros e inequívocos se mezcla con un profundo sentimiento de compasión por las madres de nuestra fe. En cualquier caso, personalmente he descubierto alguna mujer, alguna historia y, sobre todo, una confianza en Dios cada vez mayor. Esta confianza en Dios por encima de cualquier felicidad o sufrimiento de la vida es, sin lugar a dudas, la cinta roja de la Biblia. Y en este Dios del que nos da testimonio la Biblia podemos confiar mis propias hijas y yo misma, aun siendo plenamente consciente de mis errores e insuficiencias como madre. Eso hicieron nuestras madres en la fe, y en ellas confían hoy madres de todo el mundo. En otro sentido, las madres de la Biblia son también una exculpación para nosotras, las madres de hoy: nadie es perfecto, cada uno está inmerso en su propia —y a veces incriminatoria— situación. Tal vez una percepción que abarca desde los tiempos bíblicos hasta nuestros días consiga apaciguar ciertos debates actuales subidos de tono: cada madre es diferente, como son diferentes las circunstancias en las que han tenido hijos; y, por norma general, los hijos también son muy distintos de lo que se espera. A pesar de todo, ser madre y vivir la maternidad es una experiencia maravillosa: ya sea como madre biológica, como madre adoptiva, o con vistas a un papel social o espiritual que exija poner en juego sentimientos maternales. Observación final: las madres y las abuelas son quienes principalmente transmiten la fe, inculcan el amor a Dios y enseñan a confiar en Cristo. Mi libro quiere ser un gesto de gratitud hacia todas ellas.

MARTÍN BUCERO (1491-1551)

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ecibió su primera educación en la excelente escuela latina de su ciudad natal y en 1506 ingresó en los dominicos. En 1517 fue a Heidelberg, donde estudió a los humanistas, la Biblia y también los escritos de Lutero, de quien tuvo conocimiento personal en 1518 y con quien comenzó a escribirse en 1520. Cayó en sospecha de los de su orden de favorecer la causa evangélica, siendo acusado ante Roma, por lo que dejó el monasterio en 1520 para evitar mayores dificultades, convirtiéndose en asociado de Hutten y Sickingen. Este último le llamó para el pastorado en Landstuhl, casándose el mismo año y siendo uno de los primeros sacerdotes en romper su voto de celibato. Cuando Sickingen fue derrotado por el elector de Tréveris, Bucero tuvo que dejar la ciudad y durante un año ejerció como predicador evangélico de Wissenburg, en Alsacia, respaldado por el consejo y los ciudadanos, aunque fue atacado por los franciscanos. En 1523 fue a Estrasburgo, donde la Reforma ya estaba progresando. Junto con Zell, Capito y Hedio, fue el alma de la Reforma en Estrasburgo, ejerciendo una actividad reformadora y organizadora, no sólo en Alsacia sino también en diversos países, por medio de la predicación, cartas, viajes, escritos y relaciones personales con eclesiásticos y hombres de Estado. Fue pastor de Santa Aurelia entre 1524 y 1531 y de Santo Tomás entre 1531 y 1540, siendo en 1540 presidente del recién fundado consejo de iglesia que era la autoridad eclesiástica suprema en Estrasburgo. Como portavoz espiritual de los ciudadanos de Estrasburgo, que eran activos en la Reforma, y como dirigente de los ministros evangélicos compareció ante el consejo, que procedió cautamente. Consumó la abolición de la misa el 20 de febrero de 1529, por un decreto de los asesores laicos, lo que significaba la introducción de la Reforma en la ciudad imperial de Estrasburgo de manera oficial. Pero mucho antes de esto ya había comenzado la reorganización del servicio divino y la vida eclesiástica. El Ordnung und Inhalt deutscher Messe (1524) de Bucero era típico del orden reformado de adoración. Dedicó especial atención a la catequesis y publicó tres catecismos entre 1524 y 1544, a la vez que por la ordenanza de 1534 introducía el presbiterio laico en Estrasburgo, inaugurando la confirmación en esa ciudad en 1539. Junto con su amigo Johannes Sturm puso los fundamentos del sistema educativo protestante en Estrasburgo, fundando el gymnasium en 1538 y el seminario en 1544. A causa de la disciplina eclesiástica se opuso rotundamente a los anabaptistas y radicales tales como Carlstadt, Hetzer, Denk, Sebastian Franck, Schwenckfeld, Melchior Hoffmann y Clemens Ziegler. Aparte de Estrasburgo, Bucero introdujo la Reforma en Hanau-Lichtenberg (1544), mientras que Württemberg, Baden, y especialmente Halle, le deben mucho a él. Para el elector de Colonia, el arzobispo Hermann de Wied, Bucero junto con Melanchthon, compuso un orden de reforma (1543). Su influencia incluso llegó tan lejos como Bélgica, Italia y Francia.


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