“Porque es ya el tiempo de salir de Egipto, atravesar el Mar Rojo, y rescatar a la Iglesia de Cristo de en medio de las ruinas del trono de toda soberbia, la inmoral Babilonia”. [Con su marido todavía vivo] “Afirmo el poder que Dios me ha dado sobre mis súbditos, que en un tiempo cedí a mi marido, en consideración de la obediencia que Dios manda que la esposa tenga al esposo. Pero cuando percibí que por esta concesión la gloria de Dios y el bien de mi pueblo eran atropellados, entonces, sin pérdida de tiempo, sin dudar, ejercí mis derechos reales”. _______________________________________ LOIDA, ABUELA (II)
Margot Kässmann
L
avar, limpiar, cuidar a los niños, pasar por varios embarazos seguidos, ser esposa, todo eso puede suponer una carga enorme. En sociología se habla de “estancamiento vital” cuando la actividad profesional y la carrera exigen tiempo en la que no se puede dejar nada al azar. Por eso muchas madres de niños en edad de crecer parecen agotadas, y apenas les queda tiempo para contar historias a sus hijos o para orar con ellos. La mayoría de las abuelas suelen disponer de tiempo. Y si deciden emplearlo nada puede sustituirlas: cuentan historias como la del arca de Noé, y la de José, que tras ser engañado y vendido de forma cruel, sobrevivió en el extranjero e hizo posible la reconciliación. Luego narran el relato de las mujeres en el sepulcro vacío. Las abuelas cantan y oran con sus nietos. Recuerdo perfectamente, por ejemplo, lo que mi abuela me repetía en la cocina: “¡Canta, alma mía!”. Se me grabó en la memoria. Para mí fue un modelo de fe. Posiblemente, el hecho de que las abuelas se muestren más firmes y convencidas en el terreno de la fe se deba a que han vivido más experiencias de vida. Ellas pueden explicar cómo les ayudó su fe en los buenos y en los malos momentos de su propia vida. Oír esto es muy importante para los niños. Si la fe le ha brindado apoyo y orientación a mi abuela
durante toda su vida, ¿por qué no va a ser buena para mí? Un día, los niños deberán decidir por sí mismos si esa religión es también la suya, si la fe es su camino. Pero escuchando lo que les cuentan sus mayores, los pequeños pueden llegar a sentirse más arraigados en una determinada religión. Quien desde niño ha vivido en una atmósfera saludable, ha experimentado lo que es la “patria” del ser humano. Además, en general, las abuelas son más indulgentes que las madres. Algunos nietos cuentan a sus abuelas lo que ocultan a sus madres. Naturalmente, eso puede ser gravoso para la madre, que pertenece a la generación intermedia. ¿Cómo le sentaría a Eunice que, al hablar de su hijo, no se le mencionara sólo a ella como madre, sino también a la abuela? Lo más interesante es que no se menciona ni al padre ni al abuelo de Timoteo. Las mujeres parecen haber sido entonces, como ahora, las más influyentes en la transmisión de la fe a las generaciones siguientes. Las mujeres se plantean conscientemente la propia finitud a más tardar cuando tienen nietos, es decir, cuando se convierten en abuelas. Quien integra su muerte en la reflexión sobre la vida puede hablar, y de hecho, hablará con más claridad acerca de la fe, porque ya ve en perspectiva lo vivido anteriormente. Quien tiene las “postrimerías” ante los ojos alcanza también una mayor libertad interior frente a las cosas “penúltimas”. Seguramente hay también abuelas que observan la vida con amargura. No obstante, muchas aportan al diálogo sobre Dios y el mundo una especial claridad de fe y paz interior. Debido a su experiencia y actitud ante la vida, las abuelas tienen también mucho menos miedo de que los miembros de la generación más joven se rían de ellas a causa de su fe. Y sólo raramente se ven intimidadas por los “poderes y potestades”, por el espíritu de la época, por las múltiples influencias, por las ideas de los demás que pretenden hacer que la fe retroceda.
JEANNE D’ALBRET, JUANA DE ALBRET, JUANA III DE NAVARRA (1528-1572) 100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA; 2017. Hija de Enrique II de Navarra y de Margarita de Angulema, hermana del rey de Francia Francisco I. Nació en el castillo de Pau. Heredó de sus padres los territorios de Navarra situados al norte de los Pirineos y, junto con el ducado de Albret, heredó también el vizcondado de Tartas y de Maremne en los alrededores de Dax, Casteljaloux y el vizcondado de Aillas en el territorio de Bazás, Nérac en el territorio de Condom y algunas otras tierras por las que fue feudataria del rey de Francia. Estuvo bajo la tutela de su tío, Francisco I. Su madre se preocupó de que recibiese formación y fue educada por el poeta y pedagogo Nicolás Bourbon. Según algunos autores, las enseñanzas de este preceptor influirían en la distancia que tomó Juana respecto al catolicismo dogmático. Dada la relevancia del matrimonio de Juana para la monarquía de Navarra, conquistada el año 1512 por las tropas enviadas por Fernando “el Católico”, el rey francés la retuvo en este castillo recluida prácticamente como una prisionera. Al morir Enrique II de Navarra (1555), heredó diversos territorios navarros. Pasó a gobernar como Juana III. Empleó todas sus fuerzas para conservar el reino ante la ambición de Francia y España. Abjuró de la religión católica en 1560 para convertirse al calvinismo, al que estableció como religión oficial. La fractura religiosa de sus súbditos acentuó la división provocada por las disputas existentes entre las varias facciones nobiliarias. La reina se mantuvo en sus creencias calvinistas y, con intención de divulgar la nueva doctrina a sus súbditos, promovió que Joannes de Leizarraga tradujese el Nuevo Testamento al euskera (1571), publicada en La Rochelle, bastión calvinista. Murió envenenada en París en el verano de 1572. De ella se dice que la persecución, en lugar de rendirla, le daba ocasión de ser más fuerte en la defensa de la fe que había adoptado y confesado por su propia decisión. “Para lograr libertad de conciencia para todos, estoy dispuesta a la buena batalla y a no regatear esfuerzos. La causa es tan santa y sagrada que yo creo que Dios me fortalecerá con su poder”. “Porque es ya el tiempo de salir de Egipto, atravesar el Mar Rojo, y rescatar a la Iglesia de Cristo de en medio de las ruinas del trono de toda soberbia, la inmoral Babilonia”. Con su esposo todavía vivo dijo: “Afirmo el poder que Dios me ha dado sobre mis súbditos, que en un tiempo cedí a mi marido, en consideración de la obediencia que Dios manda que la esposa tenga al esposo. Pero cuando percibí que por esta concesión la gloria de Dios y el bien de mi pueblo eran atropellados, entonces, sin pérdida de tiempo, sin dudar, ejercí mis derechos reales”. En Orthez existe un museo que lleva su nombre (www.museejeannedalbret.com).