LA MUJER CANANEA: MADRE DE UNA HIJA ENFERM A (I I )
Margot Kässmann DE MODO QUE LAS MADRES DE HIJOS ENFERMOS SE encuentran a menudo muy solas, consigo mismas y con su hijo enfermo. Además de compasión, esto puede producir agresiones: “Me has arruinado la vida”. Una madre descarta todo el tiempo este tipo de pensamientos interiormente, y nunca los pronuncia, lo que hace que su situación resulte más difícil de sobrellevar. Lo mismo ocurre con los progenitores que, tanto individualmente como juntos, tienen que afrontar la frustración de que su hijo no sea como los demás niños. Pero, sobre todo, la mayoría de los progenitores comprueba una y otra vez que el amor por un hijo enfermo y más frágil es especialmente profundo y que ese niño ya ocupa una parte muy importante de sus corazones. Finalmente, está la experiencia de verse rechazada y expuesta a las miradas de los demás: “¡Mira ese niño minusválido!”. “pobre mujer, ¡qué horror!”. Una humillación suplementaria, que cada vez agota más el esfuerzo físico y acrecienta la carga. Que anima a retirarse de la vida pública con el hijo enfermo. Evidentemente, muchas personas tienen miedo al contacto cuando se trata de un niño enfermo, se sienten inseguras y no saben cómo acercarse al niño y a la madre. En este sentido, la situación actual no ha cambiado apenas. Además, hoy muchos conocen la carga económica que supone: se necesita fisioterapia, aparatos especiales, tal vez una silla de ruedas. Quien quiera ofrecer unos cuidados óptimos a su hijo tendrá que renunciar a muchas más cosas. Cuando una madre se ocupa sola de su hijo enfermo, resulta mucho más difícil desarrollar una actividad profesional; normalmente queda excluida. […] La fe desempeña un papel crucial cuando las personas tienen que convivir con una enfermedad. Dios nos garantiza que la vida
tiene un sentido, independientemente de la eficacia práctica de cada persona. En este sentido, los creyentes sabemos y experimentamos que ninguna vida vale menos que otra. La vida de una persona discapacitada no es, a los ojos de Dios, menos valiosa que la de otra persona que rebosa de salud. La enfermedad no es un castigo de Dios, ni una culpa, sino una carga vital que Dios quiere soportar con nosotros. Quien nunca ha estado confrontado con la enfermedad habla de la vida como un hombre que da clases magistrales sobre el inmenso mundo, pero que nunca ha salido de su país. En último término, a la mujer cananea la ayudó su fe. Una fe que no estaba nada clara, que Jesús no valoró tal vez adecuadamente en un primer momento, pero que finalmente le mereció plena confianza. La esperanza de esta mujer fue más fuerte que los obstáculos que encontró en el camino. La escritora estadunidense Pearl S. Buck narra en su autobiografía una vivencia muy parecida como madre de un niño con discapacidad mental. Cuenta cómo ella, poco a poco, se va dando cuenta de que su hijo no es como los demás. Ella no quiere aceptar esa realidad, hasta que no tiene más remedio: algo no va bien. Buck escribe: “Empezó entonces el largo viaje que los padres de estos niños conocen muy bien. Desde aquel momento he hablado con muchas personas y siempre ha sido lo mismo. Firmemente convencidos de que tenía que haber alguien que pudiese curarlo, viajamos con nuestros hijos por toda la Tierra buscando a alguien que nos ayudase”. Esa mujer desconocida de la Biblia encontró a ese alguien en Jesús. Tuvo que sentirse inmensamente feliz al ver que su hija se había curado. Su alegría y alivio serían difíciles de disimular. Seguro que celebró una fiesta, que no dejó de alegrarse ni de reírse, que se mostró orgullosa y satisfecha de no haber cedido en su empeño, y de haberse mantenido firme y haber encontrado una respuesta en el momento oportuno. La superación de una enfermedad es una fiesta de liberación.
AGUSTÍN DE CAZALLA (1510(1510-1559) 100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017. PROTESTANTE ESPAÑOL NACIDO EN VALLADOLID Y EJECUTADO POR LA INQUISICIÓN EN esa misma ciudad el 21 de mayo de 1559. Fue alumno de Bartolomé de Carranza y estudió en Valladolid y Alcalá. La influencia de su padre, oficial de las finanzas reales, le abrió una brillante carrera eclesiástica, obteniendo gran reputación como uno de los principales predicadores en España. En 1545 fue capellán de Carlos V, a quien acompañó a Alemania al estallido de la guerra de Esmalcalda. Allí se preocupó de refutar a los luteranos, pero acabó aceptando sus doctrinas. Vuelto a España en 1552, al principio fue cauto para expresar sus ideas, pero finalmente la casa de su madre se convirtió en lugar de reunión en Valladolid, siendo él la cabeza de esa congregación. En 1558 fue encarcelado con sus hermanos y otras 75 personas. El 4 de marzo de 1559, bajo tortura, reconoció que había aceptado las enseñanzas de Lutero, pero negó que las hubiera enseñado a otros. Se negó a hacer otras confesiones. El auto de fe en el que pereció fue el primero en su tipo: 16 personas, incluyendo un hermano y una hermana suyos, fueron juzgadas al mismo tiempo y condenadas a cadena perpetua. Dos más, incluyendo a su hermano Francisco, fueron quemados vivos y otros 12, incluyéndolo a él, fueron estrangulados antes de ser quemados. Juan Cristóbal Calvete de Estrella lo calificó como “excelentísimo teólogo y hombre de gran doctrina y elocuencia”, y Gonzalo de Illescas dice de él que era “predicador del emperador, de los más elocuentes en el púlpito, de cuantos predicaban en España”. Menéndez y Pelayo menosprecia su criterio y se expresa de él como alguien que fue fácil de convencer por alguien como Carlos de Seso. Es considerado como un mártir en el ámbito religioso protestante, y especialmente como un precursor por los protestantes españoles. En Valladolid, el terreno que ocupó su casa y el rótulo infamatorio se conservaron dos siglos, hasta 1776, cuando fue cambiado por una lápida con forma de rectángulo rematado en su lado superior por un triángulo o semicírculo con una inscripción explicativa. Tras volver a construirse en el terrenó que ocupó su casa, se nombró Calle del Rótulo de Cazalla, y en 1820, con la llegada del régimen liberal, Calle del Doctor Cazalla. Bibliografía “Agustín de Cazalla”, en www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_cazalla; Miguel Delibes, El hereje. Barcelona, Ediciones Destino, 1998 (Áncora y Delfín, 827); Manuel Gutiérrez Marín, ed., “Los protestantes de Valladolid”, en Historia de la Reforma en España. Barcelona, Publicaciones Editoriales del Nordeste, 1973, pp. 93-97; Maximiliaan Frederik van Lennep, La historia de la Reforma en España en el siglo XVI. Grand Rapids, Subcomisión de Literatura Cristiana, 1984, pp. 101-119; José C. Nieto, “El Dr. Agustín Cazalla, leyenda y enigma”, en El Renacimiento y la otra España: visión cultural socio-espiritual. Ginebra, Droz, 1997, pp. 415-419.