NOEMÍ: SUEGR A Marg ot Kässmann
TODO SACERDOTE, TODA PASTORA, SE encuentra en algún momento, celebrando una boda, con el siguiente versículo: “Adonde tú vayas, iré yo; donde tú te quedes, me quedaré yo”. Preciosas palabras. De hecho, un testimonio de amor y confianza. Sin embargo, estas palabras no se pronunciaron para expresar la relación entre un varón y una mujer, sino entre una nuera y una suegra. […] Esta es una historia que todavía hoy nos conmueve. Demuestra la unión de dos mujeres que, en principio, no tienen por qué vivir juntas. Las suegras tienen mala reputación, también en nuestro tiempo: al que más quieren es al hijo; solo desean lo mejor para él; ninguna mujer está a su altura; una nuera molesta... También la madre de la hija está en una posición difícil: se recuerda de buena gana lo «arpía» que es, y cómo le gusta controlar a su yerno. También pueden surgir conflictos en relación con los nietos: ella les permite comer chocolate, aunque los padres no estén de acuerdo. Los padres les permiten irse más tarde a la cama, pero a la suegra no le parece bien. A la suegra le parece que no puede decir nada; los padres creen que su intervención les resta autoridad... Rut, Booz y Noemí supieron convivir en estrecha unión, a pesar de todas las tensiones posibles. Esa convivencia es una prueba de comprensión y amor mutuos. Cuando nació mi cuarta hija, el médico dijo, medio alarmado: “¡Es otra niña!”. ¿Es que él pensaba que mi única intención al volver a quedarme embarazada era tener un hijo? Una conocida dijo entonces: “No se preocupe, ¡los chicos ya llegan solos!”. Y es cierto. Todavía no soy suegra, pero los amigos de mis hijas ya se han ganado mi cariño, porque veo, y han demostrado, que ellos apoyan a mis hijas, y estas los quieren. Pero, ¿qué pasaría si no me gustaran esos chicos? Se notaría una cierta distancia, un sentimiento de rechazo. Tras haber seguido de cerca la primera etapa de la vida de su hija, una madre es crítica con la persona con
la que esta decide compartir el resto de su vida. Tal vez sea esto lo que tan fácilmente nos lleva a caricaturizar a una suegra: quieren a su propio hijo, les gusta protegerlo y solo desean lo mejor para él. Cuando luego el amor del hijo va destinado a otra persona, que no acaba de convencer a las suegras, estas pueden llegar a ser muy críticas. Nadie puede hacernos tanto daño como alguien a quien conocemos bien, alguien a quien queremos. Y seguramente muchas veces las madres tienen razón al decir: el nuevo novio, o novia, no es bueno para mi hijo. Tales ideas pueden basarse en esta convicción: “¡Nadie sabe cuidar de mi hijo tan bien como yo!”. O pueden causarlas los celos: “¡Mi hijo quiere a otra persona más que a mí!”. O bien la incapacidad de aflojar las riendas: “Pasada la fase de crianza de mis hijos, puedo dedicarme a conocerme mejor a mí misma. Mi vida no puede estar ya totalmente supeditada a la de mis hijos. Ellos viven la suya, y necesitan libertad para hacerlo, y yo, como madre, también tengo que dejarlos libres”. A la vez, hay muchas suegras que hacen todo lo posible por apoyar a sus hijos, biológicos y políticos. Muy frecuentemente desarrollan un amor especial por sus yernos y nueras. Noemí es un ejemplo magnífico que nos brinda la Biblia. Demuestra que aprecia sinceramente a Orfá y a Rut. Desea lo mejor para ellas, sobre todo tras la difícil pérdida de sus hijos. Tiene que ser duro para Noemí perder primero al esposo y después a sus hijos. No va a tener nietos, así que regresa a su tierra natal. Es comprensible. Busca, al menos, sentirse protegida por estar rodeada de personas conocidas, que hablan una lengua que le es familiar. La voluntad de las dos nueras de acompañarla a un país extranjero es una profunda muestra del cariño mutuo que unía a estas mujeres. Un amor así crece generación tras generación. A menudo se cuentan historias sobre este tema, por ejemplo, sobre abuelas y nueras que han huido juntas. En cualquier caso, sé por experiencia que también hay muchas abuelas que ayudan a sus hijas y nueras a cuidar de los nietos en la rutina diaria.
ISABEL I DE INGLATERRA (1533-1603) 100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017. REINA DE INGLATERRA, NACIDA EN GREENWICH Y FALLECIDA EN RICHMOND, HIJA DEL rey Enrique VIII y de Ana Bolena. Su derecho a la sucesión del trono se basó en el testamento de su padre de 1543. Después de ascender al trono, disolvió el Parlamento y estableció las bases de la Iglesia de Inglaterra. No se nombró “Cabeza” de la iglesia sino Suprema Gobernadora, es decir, fiduciaria. El Acta de Uniformidad exigió de los ministros eclesiásticos un juramento, pero permitió la conformidad meramente externa (presencia en las acciones litúrgicas). Mediante diversos documentos de culto exigió el juramento de los ministros y siguió una política pragmática propicia para el acuerdo. En 1555, la joven Isabel, aún princesa, dedicó a su hermano Eduardo VI su traducción al latín de una obra de Bernardino Ochino subrayando la importancia de la misma a causa del exilio de su autor por causa de su fe en Cristo. También tradujo al inglés El espejo del alma pecadora, de Margarita de Navarra, y leyó las obras de Philipp Schwarzerd. Cuando se convirtió en reina de Inglaterra, sus relaciones con Ochino siguieron siendo estrechas, aunque su política religiosa se hizo más prudente y atenta a los equilibrios políticos ingleses, hasta el punto de que algunos historiadores la definieron como una “católica anglicana”. Incluso corrigió la edición de 1552 del Libro de Oración a fin de atenuar las diferencias entre católicos y protestantes. Contra los Estuardo, aliados de los franceses, apoyó el Covenant de los lores escoceses, lo que impuso en Escocia la iglesia presbiteriana (1560). En el Tratado de Berwick (1586) llegó a reconocer las religiones protestantes de Escocia y Alemania como ramas con idénticos derechos en el árbol de la iglesia cristiana. El regreso de la reina viuda María Estuardo de Francia al trono escocés (1561) terminó, después de algunas dificultades, con la huida de María a Inglaterra (1568), donde fue tomada prisionera como rival al trono. Ningún católico murió en la hoguera como hereje, pero unos 250 fueron ejecutados por traición. Reinó por poco más de 44 años. Bibliografía “Isabel I de Inglaterra”, en www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_isabeli; Kurt Kluxen, “Isabel I de Inglaterra”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, pp. 294-295; Federico Mare, “Los orígenes del Estado laico (II): la Inglaterra protestante y las persecuciones religiosas”, en www.mdzol.com/nota/578090-los-origenes-del-estadolaico-ii-la-inglaterra-protestante-y-las-persecuciones-religiosas/