RAQUEL: MADRE MUERTA EN SU JUVENTUD (II)
Margot Kässmann Raquel muere en el parto de su segundo hijo. Sabe que tiene que morir. “Estando a la muerte, para expirar” llama a su hijo Benoní, “hijo de mi dolor”. ¡Qué terrible tuvo que ser para ella! Había esperado tanto a ese hijo, lo deseaba tanto... Y en su última hora lo sabe: no verá crecer a ese niño. No podrá darle el pecho ni una sola vez, no podrá darle nada más en toda su vida. Para las madres es horroroso dejar atrás a sus hijos. Quieren proteger a la criatura, ampararla, introducirla en la vida cuidadosamente. Si una madre queda huérfana con la muerte prematura de un hijo, aquí el que queda huérfano es el hijo. Puede ser que otros cuiden de él, y hay esperanza de que el padre ayude al niño. Tal vez, en ese momento, Raquel se encomienda a su hermana Lía, con quien durante tantos años ha convivido como una rival, objeto de sus celos. Sin embargo, el dolor de dejar solos a los hijos, tanto al bebé recién nacido como al hijo mayor, José, era y es un dolor tremendo. No hay manera de aplacarlo. Sabemos que los dos hijos echarán de menos a su madre de por vida, siempre los acompañará esa tristeza. El hecho de que antes de morir dé un nombre a su hijo es una muestra de que Raquel era una mujer cautelosa. Quiere hacer lo que pueda por él, quizá incluso dejar una huella en su vida mediante ese nombre. También hoy es importante que las madres no olviden que pueden morir; nadie es inmortal, la muerte puede cruzarse en cualquier momento en nuestro camino. Por eso es bueno no reprimir la propia muerte, sino arreglar las cosas que habría que arreglar si esta llegara. ¿Quién tendría la custodia? ¿Cómo quedarían mis hijos asegurados económicamente? ¿Les he dicho cuánto los quiero? Es una buena idea esconder algo y confiarle a otra persona dónde
se encuentra, algo que dar a los hijos si ocurre un accidente; que sirva de despedida, agradecimiento o recuerdo. Y también es importante preparar cuestiones sobre las que unos niños no deberían decidir, como la donación de órganos o las medidas para mantener a alguien con vida en estado vegetativo. No, a nadie le gusta hablar de la muerte. Menos todavía a una madre con sus hijos. Pero hay cuestiones que puede anticipar, por si se diera el caso -que nadie quiere que se dé- de que la madre muriera prematuramente, antes de que sus hijos sean adultos. En la película Quédate a mi lado ocurre algo parecido. Se trata de un producto de Hollywood que a menudo se ha criticado. Sin embargo, narra de un modo conmovedor cómo Jackie, madre de Anna y Ben, intenta dejarlo todo controlado, a pesar del dolor que siente, porque su marido la ha abandonado por una mujer más joven, Isabel. Pero cuando Jackie se da cuenta de que va a morir, porque padece una enfermedad incurable, procura que sus hijos encuentren en Isabel una madre sustituta, o al menos una persona de referencia en quien puedan confiar además de en su padre. […] Jacob siente la pérdida de Raquel, la mujer a la que tanto amó. De entre sus muchos hijos, a los dos que tuvo con Raquel les mostró siempre un amor especial. Entierra a Raquel en un sepulcro que nunca se olvidará. Y le cambia el nombre a su hijo, cuyo cumpleaños coincide con el día de la muerte de su madre: no se llamará Benoní, sino Benjamín, «hijo de mi derecha», es decir, hijo de buen augurio o buena suerte. Desde luego, Benjamín no fue la suerte de Raquel, pero el nombre es muy adecuado: ¿cómo iba a vivir un niño recordando a diario que había sido el causante de la muerte de su madre? Benjamín hallará su camino, amparado por el cariño de su padre y de sus hermanos mayores. Sin embargo, sentirá la ausencia de su madre durante toda la vida.
THOMAS CRANMER (1489-1556) 100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017. ARZOBISPO DE CANTERBURY, NACIDO EN ASLACTON Y MUERTO EN OXFORD. Estudió en Cambridge donde obtuvo en 1515 el Magister artium e integró el Jesus College. Antes de 1520 fue ordenado sacerdote. Por aprobar el divorcio de Enrique VIII se ganó en 1529 el favor del rey, quien lo nombró arzobispo en 1532. Apoyó activamente los demás divorcios del rey y, junto con Thomas Cromwell, introdujo reformas en la vida religiosa. A medida que avanzó el reinado de Enrique VIII simpatizó más con el protestantismo, además de que participó en los cambios realizados por Eduardo VI. Su mayor legado es el Libro de Oración Común, que refleja un profundo conocimiento de la tradición litúrgica. Bajo María I fue condenado por traición y herejía, y murió en la hoguera. De su obra Prefacio a la Biblia es el siguiente pasaje: Si algo es necesario saber, lo aprenderemos de la Sagrada Escritura. Si se ha de rechazar la falsedad, es de ella que obtendremos los modos para hacerlo. Si algo ha de corregirse y enmendarse, si hay necesidad de exhortación o de consolación, en las Escrituras aprenderemos lo necesario. En ellas se encuentran los pastos verdes del alma; en ella no hay carne venenosa ni nada insalubre; ella es el alimento puro y delicioso. El ignorante encontrará en ella lo que ha de aprender. El pecador perverso encontrará allí su condenación, que le hará temblar de temor. Quien se esfuerce por servir a Dios encontrará allí su gloria y las promesas de vida eterna, que le exhortan a continuar más diligentemente en su labor. Bibliografía D. Loades, The Oxford martyrs. Londres, 1970; D. MacCulloch, Thomas Cranmer. New Haven, Universidad de Yale, 1996; Susan Hardman Moore, “Thomas Cranmer”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, pp. 147-148; “Thomas Cranmer”, en www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_cranmer.