Letra 536, 17 de septiembre de 2017

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LA MADRE DE LOS HIJOS DE ZEBEDEO

Margot Kässmann LOS HIJOS DE ZEBEDEO FUERON DE LOS PRIMEROS apóstoles de Jesús. Sus nombres, Santiago y Juan, aparecen en los cuatro Evangelios. Según cuenta Marcos, eran pescadores que estaban sentados reparando las redes en la barca y dejaron a su padre en la barca con los jornaleros cuando Jesús los llamó (1,20ss). Por tanto, podríamos pensar en ellos como hijos de un pequeño empresario. Está claro que Santiago y Juan se sentían muy cercanos a Jesús. Mateo cuenta que, la noche antes de su arresto, Jesús los lleva a ellos y a Pedro para que oren con él en el huerto de Getsemaní (Mateo 26,37). Ellos lo acompañan desde el principio. Salomé, su madre, defiende abiertamente el movimiento de Jesús. Tal vez estuviera orgullosa de esos dos hijos suyos que abandonaron las redes para seguir a Jesús. También puede ser que sufriera al ver que, sin ingresos fijos, su vida dependía completamente de su nuevo maestro. Así que fue a ver a Jesús. No se quedó en casa mirando lo que sucedía como una espectadora desinteresada. Tomó cartas en el asunto. ¿Lo hizo todo por el amor que sentía hacia esos hijos que no quería perder? En cualquier caso, según este relato resulta evidente que Jesús conoce a Salomé. Ella se le acerca y se postra ante él para hacerle una petición: “Manda que, cuando reines, estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (Mateo 20,21). Según el Evangelio de Marcos (10,35), son los mismos hijos quienes formulan la petición. ¿Qué pretende la mujer? Es obvio que quiere que sus hijos ocupen un puesto importante. Probablemente, piensa que el reino de Dios es como un reino político, terrenal. Como muchos, espera que Jesús

expulse a los romanos, la potencia ocupante, para que Israel vuelva a pasar a manos de los judíos, con Jesús a la cabeza como el mayor soberano del mundo. A su izquierda y a su derecha, Santiago y Juan serían hombres poderosos. ¿Pondría la mujer en un apuro a sus hijos al ir a hablar personalmente con Jesús? ¿O tal vez estaba convencida de que ella aclararía más eficazmente las cosas con aquel joven carismático, y le haría darse cuenta del papel crucial que habían desempeñado sus hijos para él y su causa, apoyándole desde el principio? ¿Reconocería Jesús que, al fin y al cabo, los hermanos habían abandonado la seguridad que les otorgaba la pesca para seguirlo y que, por tanto, ahora él debía recompensarlos? La respuesta de Jesús es bastante descorazonadora; suena como una negativa. Por un lado, dice: «¿Sois capaces de beber la copa que yo he de beber?». Con ello les pregunta si están dispuestos a morir por la fe. ¡Seguro que ese no era el objetivo que se planteaba su madre! En ese caso, ¡renunciaría a un «ascenso» sin dudarlo! Por otro lado, Jesús aclara que a él no le corresponde otorgar posiciones en el reino de Dios, que eso es tarea exclusiva de Dios. Por supuesto, dice esto para reprender a Salomé por su petición. Pero el mensaje está perfectamente claro: aunque nos comportemos de una determinada manera o mostremos una notable lealtad hacia Jesús, no podemos asegurarnos un lugar en el reino de Dios. Lo único que cuenta para alcanzar esa meta es la gracia de Dios.

REGINALD POLE (1500-1558) 100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017. CARDENAL NACIDO EN STOURTON CASTLE Y FALLECIDO EN LAMBETH. FUE pariente de Enrique VIII. Durante sus estudios en Oxford, entró en contacto con Tomás Moro y otros humanistas, posteriormente con italianos como Marco Antonio Flaminio y Pietro Bembo. Mantuvo correspondencia con Erasmo. Entre 1529 y 1530 negoció el divorcio de Enrique VIII en París. Rechazó los obispados de York y Winchester que le hizo el rey. En 1532 viajó a Padua y Venecia, donde fue influido por algunos representantes del humanismo eclesiástico reformador (entre ellos, Giampietro Carafa, futuro papa Paulo IV), y se dedicó a estudiar las Escrituras y los Padres. Tras el cisma en Inglaterra, se negó a volver a su país y en 1536 redactó un documento de apoyo a los derechos de Roma. Paulo III lo llamó para colaborar en la comisión de la reforma de la iglesia y lo envió varias veces como legado pontificio. Entre 1537 y 1539 medió infructuosamente entre Francisco I y Carlos V. En 1541 fue legado en Viterbo, donde participó en un grupo de amigos de la reforma eclesiástica y más tarde fungió como legado en el Concilio de Trento (1542 y 1545), aunque no quedó satisfecho con el debate sobre la justificación, por lo que se desvinculó del cargo. Su candidatura al papado se frustró por sospechas de herejía. Al subir María I al trono inglés, fue legado papal. En 1555 fue nombrado arzobispo de Canterbury y concretó la reunificación con Roma. En un sínodo provincial estableció un nuevo ordenamiento de las circunscripciones eclesiásticas. Trató de impedir el matrimonio de María con Felipe II. Paulo IV lo degradó en 1557 y lo llamó para iniciar un proceso por herejía, pero murió antes del mismo. Se caracterizó por una vasta formación y una piedad marcada por el movimiento humanista de reforma eclesiástica. Fue uno de los mejores representantes del movimiento evangélico italiano, amigo de Contarini, de Giovanni Morone y de otros. Supo asociar a su piedad un carácter noble y una rica experiencia política. Bibliografía Klaus Ganzer, “Reginald Pole”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, pp. 452-454; W. Schenk, Reginald Pole, cardinal of England. Londres, 1950; J.I. Tellechea Ydígoras, “El retorno de Inglaterra al catolicismo. Tres cartas del Cardenal Reginald Pole a Carlos V (1553)”, en Diálogo Ecuménico, núm. 32, 1997, pp. 183-193.


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