mismo que dice “Hágase tu voluntad”, luego grita desesperado: “¿Por qué me has abandonado?”. La fe engendra una humanidad confiada que solo por eso es valerosa. Una humanidad libre. La fe no quiere ni busca el sacrificio, pero lo acepta si es necesario. Por eso Cristo llama, desde la tempestad de la vida, a abandonar la barca de nuestras seguridades y a seguirlo sin temor. Tendríamos que ver cuáles son las barcas de nuestras seguridades personales en el mundo donde Jesús nos llama constantemente a seguirlo. Dios nos dice ahora, igual que le dijo a Josué: “Levántate y sé valiente”. La fe conduce inexorablemente a la práctica del amor. Adorar a Dios es amarle, y la única manera de amar a Dios es sirviendo al prójimo. Dios llama a servir. Lo importante es actuar según la fe y tomar las decisiones inspiradas en la fe. “No quiero culto ni sacrificio”, dice el profeta, “quiero misericordia”. Esto no es más que un llamado a la práctica concreta y definitiva del amor. Al sacar el cristianismo de las paredes de los monasterios, la Reforma protestante del siglo XVI, de la que somos herederos, no solo hizo llegar la palabra de Dios a todo el mundo, sino que también sacó a los cristianos de fe para vivir y trabajar en medio de la humanidad —una humanidad que solo pertenece a Dios— para la construcción de su Reinado: un reinado de justicia y paz para todos los seres humanos y para toda la creación. A manera de conclusión Un protestante, una protestante debe ser un ser humano que tenga como principio fundamental su fe en Dios, en el Dios que es Dios, que es soberano de la vida y de la muerte; y en la historia como campo de acción de Dios. Pero, además, tiene que ser honesto, optimista, luchador incansable por la justicia y la paz: confiado y seguro en Dios y respetuoso de la verdad.
Y termino con la idea inicial: un verdadero y convencido protestante tiene que sentir, pensar y hacer todo, absolutamente todo, para la gloria de Dios. ¡Porque sólo de Dios es la gloria! _______________________________________ JOCABED, MADRE PRIVADA DE SU HIJO Margot Kässmann LA MADRE DEL PEQUEÑO MOISÉS VIVE EN UNA situación de extremo desamparo. El faraón había ordenado matar a todos los hijos varones que diesen a luz las mujeres de los hebreos, que vivían como extranjeros y esclavos en Egipto. Sí, debió de sentir angustia, auténtico pánico, ya durante su embarazo: “¿Qué pasará si mi hijo es varón?”. Su nombre nos lo da a conocer una breve nota que encontramos en Éxodo 6,20. Y podemos comprender sus temores. No aceptó abortar. Y cuando nació su hijo, no obedeció la orden de matarlo. A ello pueden aludir las palabras que también leemos en el Éxodo: “Viendo lo hermoso que era...”. Era su hijo, aunque seguramente ella había esperado que no fuese varón. ¿Qué hacer? Se arriesgó y lo tuvo escondido tres meses. Tres meses durante los cuales no le quedó más remedio que disimular y tranquilizar al bebé para que no llorase, tres meses vividos bajo el temor de ser descubiertos. Pero también un tiempo de amor, de dedicación, de sentimientos maternales centrados en el pequeño recién nacido. ¡Qué tres meses de desasosegada felicidad! La única confidente de Jocabed es su hija Miriam, la única que comparte con ella todos los miedos y las preocupaciones, que disfruta cuidando del bebé y que, juntamente con la madre, trata de asegurar la supervivencia del hermano. En la Biblia, Miriam y su madre nos ofrecen un hermoso ejemplo de relación madre-hija sana y exitosa.
JULIÁN HERNÁNDEZ (¿?-1560) 100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017. “DISEMINADOR DE LITERATURA PROTESTANTE, […] TAMBIÉN LLAMADO Julianillo, por su débil aspecto físico, muy delgado y de baja estatura. Originario de Tierra de Campos, en Castilla, emigró a los Países Bajos y más tarde a Alemania. Llegó a ser diácono de una congregación luterana en Frankfurt. Aprendiz de impresor, [ese] oficio le permitió leer lo que se preparaba en las imprentas. Posiblemente hayan pasado por sus manos […] escritos de algunos reformadores españoles […]. Lo cierto es que ya converso […] retornó a España y se asentó en Sevilla, donde fue uno de los integrantes del círculo protestante en esa ciudad. […] decidió ir en búsqueda de literatura que ayudara a educar a sus correligionarios en la fe evangélica. Se dirigió a Alemania [y a] Ginebra, Suiza, donde [pudo] obtener los volúmenes anhelados. Allí conoció a Juan Pérez de Pineda, quien contrató sus servicios. […] Pérez de Pineda trabajaba en su traducción del Nuevo Testamento (1556), la cual se propuso introducir a España de contrabando y con grandes riesgos. […] Entregó su valiosa carga en Sevilla, a los monjes de San Isidro del Campo y en casa de Juan Ponce de León. […] En octubre de 1557 cayó en las garras de la Inquisición; fue torturado bárbaramente, pero guardó silencio y no delató a sus hermanos. […] En el Auto de Fe del 22 de diciembre de 1560 fue quemado. En un mismo día, el autor de la traducción del Nuevo Testamento (Pérez de Pineda, en efigie) y su distribuidor fueron llevados a la hoguera” (C. Martínez G.). Escribe Monjo Bellido, quien advierte sobre la mitificación del personaje: “El anónimo autor de Artes de la Santa Inquisición Española (Sevilla, Mad, 2008) lo presenta como uno de los ejemplos de trabajo y motivación en la difusión del Evangelio en España. ‘Con razón nos admiraríamos de que en un cuerpo tan pequeñito y además tan flaco, que parecía estar compuesto sólo de piel y huesos, se encerrase un espíritu tan grande … Ardiendo en deseos de propagar en su patria la luz evangélica, transportó a España dos toneles enormes de Biblias en español … A pesar de que los ministros inquisitoriales estaban vigilando por todas partes, se introdujo dentro de los muros de la ciudad hispalense. El Paraíso del Señor recibió con suma alegría aquella lluvia oportuna e irrigación saludable”. Bibliografía John E. Longhurst, “Julián Hernández, protestant martyr”, en Bibliothèque d’Humanisme et Renaissance, núm. XXII, 1960, pp. 90-118; Carlos Martínez García, “450 años del martirio de Julián Hernández”, en La Jornada, 29 de diciembre de 2010, www.jornada.unam.mx/2010/12/29/opinion/015a1pol. Emilio Monjo Bellido, “Julián Hernández, Julianillo: realidad y mito”, en Magacín, de Protestante Digital, 26 de diciembre de 2010, http://protestantedigital.com/magacin/10159/ Julian_Hernandez_Julianillo_realidad_y_mito.