benevolencia de Dios: sólo su gracia nos salva. Ningún dogma, ninguna predicación, ninguna confesión de fe pueden hacernos conocer a Dios: sólo su Palabra nos lo revela. Dios no está sujeto a ninguna transacción posible, su gracia excede cualquier posibilidad de intercambio y reciprocidad. En el protestantismo, Dios es precisamente Dios precisamente en la medida en que nos precede y permanece libre ante cualquier forma de sumisión. Durante mucho tiempo el protestantismo se definió distinto al catolicismo y en ruptura con él. Llevados a “transformar una respuesta manejada al interior de la Iglesia católica hacia una protesta que en adelante va a actuar afuera de ella” (Jean Baubérot), los reformadores dieron nacimiento a un movimiento teológico y religioso que se emancipó poco a poco de su contexto polémico original. He ahí por qué no podemos comprender el protestantismo sin tomar la justa medida del sistema católico romano al que se refiere, pero he aquí también el protestantismo merece ser pensado por él mismo, en sus características propias, sin ser comparado con aquello de lo que antes se desmarcó. Las Iglesias protestantes, así como sus teologías, sus prácticas religiosas, sus tomas de posición pueden, en efecto, tomar sentido y adquirir legitimidad independientemente del catolicísimo. Si no fuera ese el caso, el protestantismo permanecería tributario de las evoluciones de la Iglesia católica romana. Recibiría de ella, así fuera bajo la forma de un cincel, su verdadera identidad o esperaría que finalmente se disolviera en un catolicismo cercano a las tesis de la Reforma. Esta singularidad del protestantismo es tanto más tangible como las oposiciones iniciales que casi no se atenuaron. Desde la Reforma, los puntos de ruptura entre el protestantismo y el catolicismo romano se acentuaron. Pensemos en los diferentes
dogmas promulgados por el catolicismo que no existían en la época de la Reforma y que están en las antípodas de sus convicciones como la Inmaculada Concepción (1854), la infalibilidad pontifical (1870) o la Asunción (1950). Aquí se trata de un tema histórico y a la vez doctrinal que no se debería descuidar. Dicho lo anterior, los encuentros ecuménicos nos permiten hoy en día evocar esas divergencias en un espíritu de apertura y de confianza recíproca. Esas relaciones no obliteran en nada los términos de un debate que exige tanto claridad como honestidad. Vale más una oposición francamente reconocida y asumida, que un diálogo de apariencia engañosa que ponga sombras y permita la confusión y el relativismo. El protestantismo es una protesta teológica. Para convencerse, bastaría con acordarse del origen histórico de la apelación “protestante”. […] 19 estados, conducidos por Felipe de Hesse y Jean de Saxe, rechazaron someterse al decreto imperial y redactaron una declaración de protesta. “Nosotros protestamos frente a Dios, así como frente a todos los hombres, que nosotros no consentimos ni nos adherimos al decreto propuesto, en las cosas que son contrarias a Dios, a su santa Palabra, a nuestra buena conciencia, a la salvación de nuestras almas”. […] El protestantismo no es solamente una doctrina, una práctica religiosa o una expresión teológica particular. Tampoco es exclusivamente un movimiento, una actitud o una manera de ser. Es los dos a la vez. En efecto, predicar un Dios libre e inatrapable, anima la protesta en el encuentro de todo lo que quisiera apropiarse de Dios y poner, en su nombre, a la humanidad bajo su tutela y recusar toda forma de alienación religiosa e ideológica; ello conduce a dar testimonio de un Dios insumiso para siempre frente a todo lo que, precisamente, quisiera sujetarlo. Traducción: F.J. Domínguez Solano
MENNO SIMONS (1496-1561) 100 Personajes de la Reforma Protestante. México, CUPSA, 2017. SACERDOTE NEERLANDÉS NACIDO EN WITMARSUM Y FALLECIDO EN Wustenfelde. “Tuvo una importante educación intelectual en el monasterio de Pingjum. De los veinte a los veintiocho años […] fue aleccionado en “lecturas académicas y disputas sobre teología y filosofía […] los candidatos sacerdotales de la comunidad de los premonstratenses recibieron un entrenamiento académico riguroso. Entre otros, pertenecía a este ámbito la lectura de los padres latinos de la Iglesia como también de otros autores latinos, por ejemplo, Cicerón” (H. Siemens). En 1524, a los 28 años de edad, fue ordenado al sacerdocio católico y nombrado vicario en la parroquia de Pingjum en la Frisia Occidental, cerca de su pueblo natal. Ocupó ese puesto durante siete años y —de acuerdo con su propio testimonio— lo hizo de forma bastante rutinaria. “Pasábamos vanamente el tiempo jugando juntos a los naipes, bebiendo y divirtiéndonos, ay, como es costumbre y hábito de tales gentes inútiles”. Desde su primer año en el sacerdocio empezó a tener dudas en cuanto a la doctrina católica de la transustanciación y más tarde también comenzó a cuestionar el bautismo de infantes. En 1536, después de leer los escritos de Lutero, se acercó a los anabautistas. Cuando el ala moderada del movimiento se separó del anabautismo revolucionario (Múnster, Ámsterdam), se hizo bautizar de nuevo y fue su “anciano” a partir de 1537. Actuó especialmente en los Países Bajos y el norte de Alemania. Como maestro, pastor y organizador de los sufridos miembros del anabautismo redactó escritos polémicos y de edificación espiritual, entre ellos su obra principal El fundamento de la doctrina cristiana. Los menonitas lo consideran su inspirador. “En el pensamiento teológico de Menno es indiscutible la centralidad de Cristo. Por tal centralidad, entonces, la historia de la Revelación contenida en la Biblia llega a su máximo esplendor en la persona y obra de Cristo. La premisa que se desprende de tal conclusión es que si la Revelación de Dios es progresiva (de luz a más luz), por lo tanto, las creencias y conductas de los creyentes deben cimentarse en la máxima luz, es decir en lo normado por Jesús el Cristo” (C. Martínez García). Bibliografía Juan Driver, “Menno Simons y el anabautismo evangélico en los Países Bajos”, en La fe en la periferia de la historia. Guatemala, Semilla, 1997, www.menonitas.org/n3/feph/14.html; Carlos Martínez García, “Un apunte sobre la teología de Menno Simons”, en Magacín, de Protestante Digital, 16 de marzo de 2014, http://protestantedigital.com/magacin/14318/Un_apunte_sobre_la_teologia_de_Menno_Simons; Helmut Siemens, Menno Simons: su concepto de la Biblia, una evaluación. Asunción, CETAP, 2012; Menno Simons, Un fundamento de fe. Asunción, CETAP, 2013; Hans Jörg Urban, “Menno Simons”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, pp. 384.