Letra núm. 552, 7 de enero de 2018

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hecho siervo de todos”. Asimismo: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros” [Ro 13.8]. El amor empero es servicial y se supedita a aquello en que está puesto; y a los gálatas donde se dice de Cristo mismo: “Dios envió a su hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” [Gál 4.4]. 2. Para poder entender ambas afirmaciones, de por sí contradictorias, sobre la libertad y la servidumbre, pensemos que todo cristiano posee una naturaleza espiritual y otra corporal. Por el alma se llama al hombre espiritual, nuevo e interior; por la carne y la sangre, se lo llama corporal, viejo y externo. A causa de esta diferencia, también la Sagrada Escritura contiene aseveraciones directamente contradicto-rias acerca de la libertad y la servidumbre del cristiano. 3. Si examinamos al hombre interior, espiritual, a fin de ver qué necesita para ser y poder llamarse cristiano bueno y libre, hallaremos que ninguna cosa externa, sea cual fuere, lo hará libre, ni bueno, puesto que ni su bondad, ni la libertad ni, por otra parte, su maldad ni servidumbre son corporales o externas. ¿De qué aprovecha al alma si el cuerpo es libre, vigoroso y sano, si come, bebe y vive a su antojo? O ¿Qué daño puede causar al alma si el cuerpo anda sujeto, enfermo y débil, padeciendo hambre, sed y sufrimientos, aunque no lo quiera? Ninguna de estas cosas se allega tanto al alma como para poder libertarla o esclavizarla, hacerla buena o perversa. 4. De nada sirve al alma, asimismo, si el cuerpo se recubre de vestiduras sagradas,

como lo hacen los sacerdotes y demás religiosos, ni tampoco si permanecen en iglesias y otros lugares santificados, ni si sólo se ocupa en cosas sagradas: ni si hace oraciones de labios, ayuda, va en peregrinación y realiza, en fin, tantas buenas obras que eternamente puedan llevarse a cabo en el cuerpo y por medio de él. Algo completamente distinto ha de ser lo que aporte y dé al alma bondad y libertad, porque todo lo indicado, obras y actos, puede conocerlo y ponerlo en práctica también un hombre malo, impostor e hipócrita. Además, con ello no se engendra realmente, sino gente impostora. Por otro lado, en nada perjudica al alma que el cuerpo se cubra con vestiduras profanas y more en lugar no santificado, coma, beba, no peregrine, ni ore, ni haga las obras que los hipócritas mencionados ejecutan. 5. Ni en el cielo ni en la tierra existe para el alma otra cosa en que vivir ser buena, libre y cristiana que el Santo Evangelio, la Palabra de Dios predicada por Cristo, como él mismo dice: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, vivirá eternamente” [Jn 11.25]. Asimismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Además: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Por consiguiente, no hay duda de que el alma puede prescindir de todo, menos de la Palabra de Dios: fuera de esta, nada existe con que auxiliar al alma. Una vez que ésta posea la Palabra de Dios, nada más precisará; en ella encontrará suficiente alimento, alegría, paz, luz, arte, justicia, verdad, sabiduría, libertad, y toda suerte de bienes en superabundancia.

VIVAMOS EL AÑO AGRADABLE DEL SEÑOR Óscar Margenet Protestante Digital, 6 de enero de 2018 DE AMIGOS Y COLEGAS distribuidos en todos los continentes nos siguen llegando deseos de un buen año 2018. El efecto del ‘año nuevo’ del calendario occidental caló hondo en cristianos, judíos, musulmanes, budistas, sintoístas, hindúes, ateos y agnósticos. Internet contribuye para que saludemos a los que también celebran su año nuevo según sus calendarios; i.e. el hebreo, el musulmán o el chino. Resultará de interés para algunos lectores recordar que el nuestro es el calendario gregoriano, y que tuvo su origen en España. En efecto, el papa Gregorio XIII fue su promotor y promulgó su uso por medio de la bula Inter Gravissimas en 1582, para sustituir al calendario juliano instaurado por el emperador Julio César en el año 46 antes de Cristo. Gregorio se basó en dos estudios realizados por científicos de la Universidad de Salamanca en 1515 y 1578. De allí surgió el actual calendario que fue inicialmente usado en España, Italia y Portugal, se extendió por toda Europa y fue adoptado por Gran Bretaña y sus colonias americanas, recién en 1752. El calendario que ilustra este primer artículo del presente año, aparte de numerar las cincuenta y dos semanas que lo componen, y de solo marcar el 1 de enero y el 25 de diciembre como festivos, está organizado de modo de comenzar cada semana con el ‘domingo’ y terminar con el ‘sábado’. Contar así los días me ayuda a entender mejor los términos bíblicos del séptimo día o día de reposo judío (sabath), y lo del primer día tan ligado a la primitiva iglesia cristiana por ser el de la resurrección del Señor Jesucristo. El nombre domingo no figura en el NT pues recién se adoptó al crearse la iglesia imperial romana en el siglo IV (06). El título del artículo es consecuencia del último del año 2017 ‘¡Feliz Vida Nueva!’. La intención es comenzar este año reflexionando si estamos, o no, viviendo ‘el año agradable del Señor’. Esta frase profética no se limita a los 12 meses, o 52 semanas, o 365 días que comenzamos a vivir cada 1 de enero. Mucho mejor que eso, señala que esta era que vivimos es ‘una era de gracia’; que comenzó con Jesucristo y terminará cuando Él regrese, en el año, mes, semana, día y hora que nadie – sólo Dios Padre – conoce (08). Y nos insta a saber aprovecharla y disfrutarla; a estar dispuestos a ayudar a otros para que la disfruten.


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