Letra núm. 571, 3 de junio de 2018

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LA POLÍTICA (II) Roger Mehl I. Naturaleza y fines de lo político ara elaborar una ética cristiana de lo político es importante definir con precisión su naturaleza y reconocer los valores específicos que gobiernan el mundo político. No podemos establecer el apriorismo de que la política es sólo un apéndice de la ética, aun cuando ambas disciplinas mantengan entre sí inevitables relaciones. En el sentido más amplio de la palabra, la política es la organización de la ciudad, el establecimiento de una legislación que regule las relaciones entre los individuos y entre los grupos sociales. La ciudad no es, en su esencia, un conglomerado de individuos aislados, sino una red de grupos sociales más o menos conjuntados, pero cuyos intereses no se armonizan espontáneamente. Ninguna ciudad se encuentra en estado de equilibrio; por el contrario, suelen predominar las tensiones entre las diversas capas sociales (clases, profesiones, a veces etnias, religiones). El objetivo primero de la política es, por tanto, hacer que de ese tejido social complejo surja una “voluntad general” (J. J. Rousseau) o, utilizando una expresión más actual, cierto consenso. Éste no es nunca total, no suprime todos los conflictos y además sería de lamentar que lo lograra, pues los conflictos provocan una dinámica social, gracias a la cual pueden realizarse ciertos progresos. Pero este consenso, variable según las épocas, puede alcanzar cierta amplitud, puede darse un acuerdo casi general sobre la forma del régimen político. De hecho, en gran

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parte de nuestras sociedades occidentales no existe un problema de legitimidad. Dejando de lado algunos grupos totalmente minoritarios, todos los partidos políticos están de acuerdo en apoyar un régimen democrático, de tipo parlamentario, en que se impongan las decisiones de la mayoría a todos. El objetivo de la política es, ante todo, tratar de conservar o, si es posible, ampliar ese consenso. Pero se advierte en seguida que esta actividad política implica dos riesgos éticos importantes: el de obtener dicho consenso con medios puramente pasionales, lo que supone generalmente bloquear la opinión pública recurriendo a un enemigo real o imaginario que desempeña el papel de cabeza de turco y sirve para provocar una historia colectiva (como sucedió en la desastrosa aventura hitleriana), y el de ahogar con la violencia la voz de los contrarios. La ética no puede condenar la búsqueda del consenso (la idea del pueblo ocupa un lugar fundamental en la historia de la salvación). Sin embargo, no puede aprobar todos los métodos utilizados para lograr ese consenso. Pero conviene tener en cuenta que la ética debe ejercer una función crítica frente a la política. La política invoca principalmente dos valores: el de orden y el de justicia. Entre ellos se establece una dialéctica que presenta sus dificultades y que muchas veces lleva a graves crisis.

LOS HOMBRES DEL MAESTRO (XV) MATÍAS Mitrut Popoiu “MATÍAS EN HEBREO SIGNIFICA “DADO A NUESTRO SEÑOR” O “UN regalo de nuestro Señor”, o incluso, humilde, pequeño. Fue elegido por nuestro Señor cuando entró en el grupo de los setenta y dos discípulos y cuando, por sorteo, fue elegido para entrar en el grupo de los apóstoles. Se consideraba pequeño, porque era manso y humilde. Como dice San Ambrosio hay tres formas de ser humilde: la primera es hacerse humilde por aflicción, la segunda es ser humilde por la consideración de sí mismo y la tercera es serlo por devoción a nuestro Creador. San Matías tuvo la primera por sufrir el martirio, tuvo la segunda por despreciarse a sí mismo y tuvo la tercera por maravillarse de la majestad de nuestro Señor. Por San Matías como cambiar el bien por el mal, porque por ser bueno, ocupó el lugar de Judas, el traidor. Su vida es leída en la Santa Iglesia y San Beda escribió sobre él como de un hombre santo que da testimonio” (Leyenda áurea, siglo XIII). Sobre San Matías se dicen pocas cosas en la Biblia. Sólo es mencionado una vez en el Nuevo Testamento, o sea, cuando es elegido para reemplazar a Judas a fin de que se cumpla el que hubiera doce apóstoles de Cristo (Hechos 1.15-26). Después de la Ascensión del Señor, se reunieron los discípulos, con María la Madre de Jesús y los once apóstoles. Estaban esperando la prometida venida del Espíritu Santo, perseverando en la oración. Como el puesto ocupado por Judas había quedado vacante, el número de los doce no estaba completo y este es el texto sobre la divina elección del nuevo apóstol, el número doce. Por Hechos 1.15-26 se conoce cómo fue elegido el nuevo discípulo (apóstol), o sea, por sorteo. Hoy en día, esta elección podría ser considerada de alguna manera como anticristiana, ya que podría asociarse con el juego. Sin embargo, la tradición judía conocía lo sagrado de las probabilidades llamadas Urim y Tummim, que eran utilizadas por el sumo sacerdote del Templo. Y aun hoy en día, este sorteo es utilizado por la Iglesia; por ejemplo, los ortodoxos serbios eligen a su Patriarca por sorteo contando con dos o tres candidatos propuestos por el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Serbia. Pero, de todos modos, de acuerdo con la “Leyenda áurea”, la elección de Matías no fue


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Letra núm. 571, 3 de junio de 2018 by Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday - Issuu