GRACIA, MISTERIO, BELLEZA Y L IBERT AD: CUATRO AF IRM AC IONES DE LA TEOLOGÍA REFORMADA (II) Cynthia Rigby Siguiendo las Escrituras, la teología reformada no enseña que Dios nos da más de lo que merecemos o algo que no merecemos en absoluto, sino que Dios nos ha reclamado como suyos completamente aparte de nuestro valor o indignidad. En un mundo económicamente precario en el que a menudo se nos recuerda que nadie es insustituible, la realidad de la gracia de Dios puede tranquilizarnos y transformarnos. El reto es, sin embargo, vivir con una percepción de ello. Para vivir cada día con el conocimiento de que uno se salva por la gracia y la gracia sólo se requiere atención y práctica. También se necesita el apoyo de una comunidad. Orar y adorar, estudiar y discutir en comunión con otros miembros de una congregación reformada nos ayuda para ser cada vez más conscientes de nuestra identidad inalterable como hijos de Dios. Cuando sabemos que somos hijos amados e irremplazables de Dios, no sólo podemos sobrevivir a un mundo que mide sin descanso nuestro valor, sino que también podemos trabajar para convertir este mundo en un lugar que manifieste más claramente el Reino de Dios. Podemos, cada vez más, llegar a ver a los demás también como insustituibles, tratándolos en consecuencia, viviendo de manera diferente juntos como miembros de la comunidad de amor.
Mente y corazón unidos En un momento político, social y ambiental en el que nos estamos volviendo cada vez más escépticos acerca de la religión organizada y, al mismo tiempo, estamos desesperados por extraer de la sabiduría creativa que se encuentra más allá de nosotros mismos, la teología reformada insiste en unir la palabra y el sacramento, la interpretación y el misterio. Lo metafísico y lo místico. En La muerte de Adán, la novelista y académica calvinista Marilynne Robinson destaca este enfoque, argumentando que “para Calvino... la metafísica ... [es] un vuelo apasionado del alma” y “el misticismo [es] un método de investigación rigurosa”. En esta línea, los miembros de las congregaciones que participan en la adoración reformada están practicando la integración de la mente y el corazón. Escuchamos el sermón, y nuestro conocimiento de Dios viene no sólo a través de los conocimientos que recibimos, sino también a través de la conexión de la Palabra proclamada con lo que vendrá después: nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Jesucristo en la mesa. Y participamos del pan y la copa no como aquellos que hemos puesto nuestro intelecto, análisis y escepticismo a un lado, sino como quienes todavía están escuchando la Palabra por medio de palabras ordinarias y extraordinarias. Y, entonces, estamos invitados a seguir usando nuestro cerebro y nuestro corazón mientras comemos y bebemos, considerando lo que Dios está haciendo y cómo podemos participar en la obra.
The Presbyterian Outlook,
7 de enero de 2019
¿RETORNO DEL EXILIO O EVOCACIÓN DEL ÉXODO? (II) Ph il i pp e A bad ie y P ierr e de Mar tin d e V ivi è s
ASÍ PUES, EL RETORNO SE PERFILA A IMAGEN DEL éxodo, como lo confirma, el uso del verbo “subir”. La alusión es totalmente directa en el inciso «en todos los lugares donde él resida», que evoca el nombre que Moisés pone a su primer hijo, “Gersón, pues dijo, he sido un residente [hebreo: ger] en una tierra extranjera” (Ex 2,22). Este mismo verbo gûr, “residir”, es el que se usa para designar la estancia de los hebreos en Egipto, una tierra extranjera (Ex 23,9; Dt 26,5; Is 52,4). Como muestran estos datos, el edicto de los vv. 2-4 no podría emanar de la cancillería persa. Tampoco podemos ver en él un texto “oficial” redactado por un judeo —habría sido censurado—. Se trata más bien de una relectura teológica de un fenómeno cierto de retorno a la tierra ancestral, pero sin necesidad para ello de una aprobación real. Siempre y cuando estuvieran sometidos a la autoridad persa que reinaba desde Irán hasta las puertas de Egipto, eran posibles los movimientos de población.