GRACIA, MISTERIO, BELLEZA Y L IBERT AD: CUATRO AF IRM AC IONES DE LA TEOLOGÍA REFORMADA (III) Cynthia Rigby ESTA INTEGRACIÓN ES IMPORTANTE EN NUESTRO mundo actual, en parte, porque tiene en cuenta nuestras capacidades y responsabilidades intelectuales y espirituales, al mismo tiempo que respeta el hecho de que Dios puede hacer más de lo que podemos pedir o imaginar (Efesios 3.20). Al igual que los religiosos de nuestra cultura que no están afiliados a la religión (nones and dones), no queremos una fe que contribuya a los problemas del mundo al dejar de criticar, analizar y reinterpretar. Queremos una fe que piense y siga pensando. Al mismo tiempo, también sabemos que necesitamos una ayuda que esté más allá de nosotros mismos. Como un amigo mío, preocupado por el clima político actual y el acto de violencia más reciente, comentó el otro día: “Creo que todos estamos buscando algo de magia en este momento”. La teología reformada tiene esa magia. La llamamos “misterio”. Podemos masticarlo, tragarlo y hablar sobre él y, al hacerlo, recuperar el carácter sacramental de cada elemento de la vida, incluidas nuestras preguntas y dudas. Celebración de la belleza Las congregaciones que estudian teología reformada saben que pueden celebrar la belleza incluso en medio de la fealdad que nos rodea. Lamentamos la fealdad de los actos violentos y los crímenes de intolerancia, de acusaciones y de pecado no confesado, del calentamiento global y otras formas de destrucción ambiental. Nos arrepentimos de nuestros horribles pecados, incluida nuestra complicidad para alimentar el consumismo desenfrenado.
En medio de toda esta fealdad, la tradición reformada insiste en que —¡no obstante!— las obras maravillosas de Dios son evidentes y que, como Calvino afirmó, este mundo es “el escenario de la gloria de Dios” compartido para nuestro goce. En uno de sus sermones, en esta línea, Calvino fue más lejos e insistió: “No hay una sola brizna de hierba, no hay un color en este mundo que no tenga la intención de alegrarnos”. Podríamos preguntarnos en estos tiempos desagradables: ¿por qué es tan importante que veamos lo bello? ¿No es más crítico que nos mantengamos enfocados en los problemas que nos rodean, para que podamos abordarlos y resolverlos? La teología reformada enseña que ser capaz de percibir los hermosos dones de Dios es en sí mismo un don transformador de la gracia y un beneficio de la fe. Vivir con la percepción de la belleza es algo que Dios desea para que podamos disfrutar de vidas plenas y abundantes que se desborden al servicio de los demás. Esto significa que nuestra percepción de lo bello nunca es sólo por nuestro propio bien, sino también por el bien de los demás. Las congregaciones que tienen el hábito de disfrutar los hermosos dones de Dios tienen “rostros brillantes” para el mundo, señala Karl Barth, que representan a la iglesia para el mundo como una “parábola y una promesa del Reino de Dios”. Lejos de servir como un escape de las dificultades, entonces, nuestra percepción de la belleza sólo debe profundizar nuestra aversión a toda la fealdad, incitándonos a trabajar con energías renovadas para la venida del hermoso Reino de Dios a la tierra como lo es en el cielo. The Presbyterian Outlook, 7 de enero de 2019
¿ R E TO R N O D EL E XI LI O O E VO C A CI Ó N D EL É XO D O ? (I I I ) Ph il i pp e A bad ie y P ierr e de Mar tin d e V ivi è s SE BUSCA CON ESTA DESCRIPCIÓN EL EFECTO DE MASA Y DE UNANIMIDAD ANTES DE comenzar la rehabilitación del altar en el cap. 3. Veremos que las cifras serán más realistas en Esd 8, al no exceder de un total global —ya enorme— de 5000 personas, es decir, diez veces menos. El detalle de la lista muestra igualmente su carácter compuesto, es decir, la fusión de materiales de procedencias diversas. Entre las 17 fratrías enumeradas en los vv. 2-19, 14 son mencionadas entre los firmantes de compromisos comunitarios asumidos en Neh 10.11 son mencionadas en la caravana de Esd 8, y 6 en la lista de las personas que habían contraído un matrimonio mixto (Esd 10). La mayoría tienen nombres yahvistas (Nehemías, Serayas, etcétera), pero ciertos nombres suenan extranjeros (Elam, Azgad, Bigvay, Ater), lo que deja entrever una población mucho más mestiza de lo que da a entender el relato de Esdras.