de culto sean votados y así ocupen cargos públicos, algo que le propondrá al presidente López Obrador. —¡Pues yo le creo! —exclama el hombre que en febrero pasado detonó un debate a escala nacional sobre las amenazas al Estado laico, al plantearle al jefe del Ejecutivo la necesidad de reformar la ley para que las asociaciones religiosas accedan a concesiones de radio y televisión. “Me honra que un hombre de la estatura de Andrés Manuel López Obrador diga que soy su ‘amigo de siempre’, o sea, ¡no soy su amigo de los últimos siete meses!”, vuelve a exclamar Farela, pastor de 65 años, de complexión gruesa y voz de tenor. Él es el “general” de los soldados que han salido a las calles a repartir la Cartilla Moral, el marco ideológico con el que se pretende dejar los valores sobre los que se finca la Cuarta Transformación. Y lanza: “¿Estarías dispuesto a ir a la cárcel por alguien que no es de tu familia? Pues yo sí, por Andrés Manuel López Obrador (…) se me hace muy digno”. La conversión Nacido en 1953 en Ciudad Frontera, Coahuila, Arturo Farela Gutiérrez fue un “pecador católico” —como él
mismo lo ha dicho— durante toda su juventud, hasta que conoció a Genoveva Pacheco, la mujer que lo encausó hacia el cristianismo y, posteriormente, se convirtió en su esposa. La primera congregación a la que acudió Farela tras dejar el catolicismo fue la Iglesia Bautista, luego se adhirió a la Iglesia Cristiana Interdenominacional (ICIAR), cuyo templo principal se localiza en la colonia Portales de la Ciudad de México. Antes de las reformas de 1992, que dieron origen al reconocimiento jurídico a iglesias, Farela era pastor de un pequeño templo al oriente de la Ciudad de México. Entonces ya se había licenciado como teólogo en el Instituto Bíblico San Pablo y había cursado la carrera de Derecho en la UNAM, aunque no hay constancia de que se haya titulado. El vehículo para que Farela se diera a conocer entre la élite cristiana fue Alberto Montalvo, entonces pastor de las Asambleas de Dios y fundador del Foro Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Fonice), creado a principios de los años 90, luego de que el presidente Carlos Salinas invitara a todos los grupos religiosos a organizarse y presentar propuestas para reformar la Constitución y redactar la primera Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.
L A R E CO N S T RU C C I Ó N I N TE G R AL D E L P UE B L O D E D I O S L OS P R OF ET A S D E LA ÉP O C A D EL SE GU ND O TEM PL O François Castel
Historia de Israel y de Judá desde los orígenes hasta el siglo II D.C. Estella, Verbo Divino, 1983. Hageo
En Jerusalén, el profeta Hageo invita al pueblo a reemprender la reconstrucción del templo (1.2); no es lícito apelar a la pobreza, a las malas cosechas; lo primero es levantar el templo de Dios, abrir de nuevo su casa para que entre en ella el Señor. Entonces volverá la riqueza y todas las naciones traerán sus dones a Jerusalén. El templo fue reconstruido bajo el impulso del sumo sacerdote Josué y del gobernador Zorobabel, que no es otro sino el nieto de Jeconías, es decir un descendiente de David. Hageo anuncia que Zorobabel será el mesías esperado: “Aquel día —oráculo del Señor de los ejércitos—, te tomaré, Zorobabel, hijo de Sebatiel, siervo mío; te haré mi sello, porque te he elegido” (2.23). Zacarías La profecía de Zacarías va en este mismo sentido, aunque se interesa del mismo modo por los dos personajes de Judea: el sumo sacerdote Josué y el príncipe Zorobabel. Ellos son los dos olivos, los dos ungidos que se mantienen delante del Señor de toda la tierra. Así, pues, la función mesiánica se atribuye también al sacerdocio ya aquel que por primera vez lleva el título de «sumo sacerdote». En unas circunstancias que desconocemos, desapareció Zorobabel, sin que se cumpliera en él la profecía mesiánica, de modo que quedó solamente un ungido, Josué; fue él quien recibió la corona (Zac 6.11-13). Desde entonces, las esperanzas mesiánicas quedaron vinculadas a la persona del sumo sacerdote. […]