vv. 15b-20: ¿Cuál será la reacción del Señor, a cuyos ojos nada se escapa? Lo que él no puede tolerar por más tiempo es que no haya nadie para poner el mundo en orden. Se decide por tanto a intervenir personalmente, sin contar con la ayuda de nadie, sino con sus propias fuerzas y según su sentido de la justicia. El profeta evoca esta resolución C0n la imagen del soldado que se equipa para la batalla: hay cuatro piezas del equipo del combatiente que ilustran las características de la obra de Dios: la justicia que viene en ayuda de los oprimidos le sirve de coraza; la salvación, que consiste en dar la libertad a los oprimidos, le sirve de casco; la venganza, que no deja el crimen impune, le sirve de túnica; y la indignación, que excluye cualquier otro poder que no sea el suyo, le sirve de manto. Ya sabemos los ecos que esta metáfora militar recibiría ulteriormente en la tradición bíblica (1 Tes 5,8; Ef 6,1417). El juicio del Señor va a ejercerse sobre la base de los actos de cada uno, primero para condenar a los que se oponen a su proyecto. Pero para Sión y para todos los
descendientes de Jacob que se hayan arrepentido, se mostrará como su goel, es decir, como el que interviene para librarlos de la esclavitud (cf. ls 41.14; 44.22s). Su venida será tan repentina como un torrente encajonado que inunda de pronto el fondo de un valle estrecho, y tan irresistible como el viento (“el soplo”) que lo arranca todo a su paso. Porque su proyecto es hacer que lo reconozcan desde un extremo al otro del universo. v. 21: Enmarcado por fórmulas de introducción y de conclusión que lo aíslan del contexto, este breve oráculo se añadió para prolongar la promesa de salvación hecha a Jacob en el v. 20. El Señor se dirige expresamente a su pueblo para renovarle solemnemente su compromiso de dirigirlo, asegurándole la presencia de su Espíritu, que garantizará la perennidad de la enseñanza de sus palabras. Éste era el privilegio de los profetas (cf. Jr 1.9), que ahora se concederá a todos los miembros del pueblo de la alianza, convertido de este modo en un pueblo profético en medio del mundo (cf. Nm 11.29).
C O M P A ÑE RO D E N UE S T R A S E S P E R A S Dietrich Bonhoeffer VELAS, COMPAÑERO DE NUESTRAS ESPERAS, tú, visitador escondido por nuestra vida. Haznos oír tu voz que endereza cuando cedemos bajo el peso de la desgracia y abre el horizonte de la ternura si el temor y el miedo amedrentan nuestros corazones. Que tu Palabra levante la aurora de nuestra humanidad transfigurada, y haga nacer, en todas nuestras opacidades, un soplo nuevo que cante la alegría de amar. Bajo nuestros pasos florecerán en nuestra tierra justicia y paz, amor y verdad, y de nuestras manos, perlas de luz.