Fin del exclusivismo (56.1-8) En consonancia con el mensaje final del Libro de la Consolación –la escucha de la Palabra–, esta parte se abre con la llamada a poner en práctica esa Palabra; esto es, velando porque se practique la equidad y la justicia (cf. 58.5-7). Criaturas que se resisten y se oponen, armonizan y unen fuerzas, no domesticadas por los poderosos sino guiadas por una criatura pequeño. Es difícil no asimilar la visión profética de Isaías cuando vemos los múltiples estragos de la opresión, del sufrimiento y de la destrucción y, a la vez, desde lugares muy inesperados, percibimos que las fuerzas opositoras están siendo dirigidas por niños y niñas. Jesús, pero en nuestro propio tiempo y contexto, desde sitios con poca esperanza aparecen brotes de nueva vida. Encontramos una bienaventuranza: dichoso, feliz, bienaventurado el que practica la justicia (cf. Mt 5,10). Aquí no se refiere exclusivamente a los hijos de Israel, el texto original dice “Bienaventurado el ben-Adam”: el hijo de Adán que haga estas cosas... Esto es importante porque se comienza a registrar la evolución del pensamiento religioso judío hacia la paternidad universal de Dios, que tendrá su culmen en el Nuevo
Testamento con Jesús, y luego con la comunidad primitiva (Hch 10.34). Dios es Padre de todos porque Él es justo; y lo que nos hace a todos hermanos es la práctica de la justicia. El judaísmo, que comienza a configurarse como tal sólo después del exilio, enfrenta la duda de quiénes pueden o no pertenecer al pueblo judío. Los versículos 3-8 son la posición del profeta, muy clara. Sin embargo, el ala más “ortodoxa” del judaísmo se ha encargado de cerrar cada vez más esta apertura del amor de Dios. Jesús retomará la línea profética (cf. Jn 4; 20.23), y en Él desaparecerá cualquier forma de acepción de personas (Hch 10.34; Gál 3.28). Perros mudos (56.9-57.2) Si este oráculo no es anterior al destierro, sus motivos sí parecen serlo. El profeta ataca fuertemente la ineptitud de los que han guiado a Israel, comparándolos con los perros guardianes que se dejan llevar por la molicie y la pereza. Este tema de los malos guías es muy común en los profetas (cf. Jr 2.8, 26s; 5.4-5, 31; 10.21-23; 23.1s; Ez 8.11-13); Jesús los llamará también guías ciegos (Mt 23.16-24), y salteadores y bandidos (Jn 10.1s). Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino
“ QUE TU FE NO FA LTE”: LA ORAC IÓN M OD ELO EN LA P RUEBA P ablo M artínez Vila MUCHAS SON LAS PREGUNTAS DE LA persona que sufre, pero hay una de capital importancia: ¿dónde está Dios ahora? De su respuesta va a depender que salgamos del horno de fuego fortalecidos o destruidos. Nuestra fe puede ser “purificada” por la prueba (1 P 1.7), pero también “chamuscada” (Mt 13.21). Empezamos el Año Nuevo con ilusión, pero también con enigmas e incertidumbres. La presencia de Dios en nuestra vida no garantiza que todo va a ser “verdes prados y delicados pastos”. La promesa de Dios en Isaías 43, uno de los textos más apreciados de toda la Biblia, es muy realista: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán…” (Is 43.2). Muchos quisiéramos pasar por las aguas de la prueba sin mojarnos, pero esto no es lo que Dios nos promete ni garantiza. Lo más importante es no ahogarte, que tu fe no naufrague en el río de las pruebas. Especial relevancia tienen en este sentido las palabras del Señor Jesús a Pedro, poco antes de Getsemaní, avisándole de horas difíciles: “Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti que tu fe no falte” (Lc 22.31-32). ¡Formidable oración! Ante la inminencia del sufrimiento, el Señor podía haber pedido muchas cosas para sus apóstoles, por ejemplo, que el Padre les evitara la prueba, que proveyera una salida adecuada, o que fuera lo más breve posible; todo ello entraría