Letra, núm. 660, 1 de marzo de 2020

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cuyo cuerpo fue fragmentado y repartido como una especie de sacramento brutal para testimonio de un pueblo que fue llamado a hacerle justicia. Por lo tanto: • Pedimos perdón a las mujeres de este país por el grado de complicidad (activa o pasiva) con que hemos asumido este tipo de sucesos en los últimos años y que sigue poniendo en riesgo su sobrevivencia y vida digna. • Pedimos perdón a la Divinidad por tanta indiferencia y la nula acción ante estos hechos que han propiciado una auténtica crisis humanitaria en nuestro país. • Hacemos un llamado a nuestras comunidades a prestar atención a estos hechos para evitar su invisibilización, a clamar a Dios por su justicia, a anunciar las buenas nuevas de amor, paz y armonía ante hechos similares, a denunciar cualquier brote de violencia de género y a prevenir cualquier situación que atente contra la vida y estabilidad de las mujeres y menores de edad. • Invitamos a las demás comunidades que reivindican el nombre de Jesucristo a sumarse a las tareas de denuncia de este mal que amenaza con convertirse en endémico, a proclamar las bondades transformadoras del

Evangelio y a participar activamente en la reconstrucción de la mentalidad social para superar este problema. • Exhortamos a la sociedad mexicana en su conjunto a asumir la tarea de mejorar la situación de las mujeres y así poder atender los riesgos y la enorme vulnerabilidad con que ellas viven en los tiempos presentes. • Solicitamos a los diferentes niveles de gobierno, especialmente a la Presidencia de la República, que escuche con atención el clamor de las mujeres que reclaman justicia por estos feminicidios, así como una mayor sensibilidad que permita abordar y solucionar el problema mediante medidas concretas. Finalmente, afirmamos enfáticamente la esperanza en la resurrección experimentada por Jesús de Nazaret y que comparte con todo aquel o aquella que padece la injusticia criminal. Ella es la que no nos permitirá olvidar a Fátima, a Ingrid, y a todas las demás mujeres que han perdido la vida en esta espiral de violencia que sacude a nuestra nación. Al lado de ellas y de todas las mujeres afirmamos también:

¡Ni una más! ¡Ni una menos!

EL ANUNCIO PROFÉTI CO DE LA ESPERANZA L. Alonso Schökel y J.L. Sicre EL AUTOR ESTÁ HABLANDO DE UNA RESTAURACIÓN que ha de suceder en la patria y que se abre hacia el futuro. Comprende dos elementos paralelos y complementarios: dentro tiene que triunfar la justicia en las relaciones ciudadanas, fuera han de cesar las injusticias y opresiones contra los judíos. La correlación se puede esquematizar: opresores judíos oprimidos judíos

opresores extranjeros oprimidos judíos

Eliminar la primera opresión interna es condición para que cese la segunda externa; en ambos casos el resultado es una reconstrucción de la ciudad, un germinar del jardín. En el cap. 58 el profeta trompeteaba denunciando un pecado e invitando a la conversión con grandes promesas; en el cap. 61 el evangelista anuncia el cumplimiento de las promesas a nueva escala. 1. Como en 42,1-4 y 49,1-6, se presenta aquí en primera persona el profeta. No usa el término técnico “profeta”, pero menciona sus dos condiciones principales: el envío o misión y el servicio de la palabra. Como en 40.9, su actividad es dar una buena noticia o “evangelizar” y proclamar como heraldo o pregonero. Para esta tarea está equipado con el don del Espíritu, que es unción o consagración carismática (48.16). Con su palabra comienza curando por dentro a los que sufren, porque pregona y promulga un año jubilar de parte del Señor. Año jubilar al estilo de Lv 25,10 y


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