Letra núm. 694, 1 de noviembre de 2020

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CARTA AL HERMANO JOB (1982) Elsa Tamez ermano Job:

Tus gritos de dolor y protesta nos han calado hasta los huesos, nos han quitado el sueño: sangre sale de nuestros oídos. Tus manos se mueven en todas direcciones: nos señalan, nos golpean, nos piden, nos jalan, nos acarician, nos empujan, ¿a dónde nos llevas amigo Job? Tu olor a muerto ha penetrado a nuestras narices, te olemos por todas partes. Tu cuerpo huesudo nos aguijonea. Cuelgan de nuestra carne pedazos de tu carne corroída: nos has contagia do hermano Job, nos has contagiado a nosotros, nuestra familia, nuestro pueblo. Y tu mirada de sed de justicia y tu aliento saturado de furia nos ha llenado de coraje, ternura y esperanza. ¡Qué valiente eres, hermano! ¡Qué poder de resistencia el tuyo! Eres un espectro, como nosotros, enfermo, abandonado, despreciado, oprimido. Das asco (¿daremos asco nosotros?). Tus amigos, Elifaz, Bildad y zofar no cesan de torturarte y mal aconsejarte. Dicen que es pecado que protestes y defiendas tu inocencia, que Dios te ha castigado y que necesitas arrepentirte. Y tú, amigo, a pesar de todo, no te rindes, gritas con más fuerza. No les crees y los combates. Es más, te atreves a pleitear contra Dios Todopoderoso, lo culpas de tus desgracias, de guardar silencio ante tu sufrimiento. Luchas contra él, contra el que fue tu amigo y te ha abandonado, y no entiendes por qué. Afirmas que has sido justo e inocente; tienes todo el derecho de defenderte porque eres humano. Es derecho del hombre y la mujer protestar por el sufrimiento injusto. Tus amigos han dejado de ser amigos porque has protestado y te has atrevido a tocar lo intocable: a Dios. El Dios perfecto, el totalmente otro que ordena el mundo sin error, el que castiga al malo y bendice al bueno. El Dios que reparte justicia a diestra y siniestra pero que tú no la ves. Y lo que ves es el sufrimiento de muchos justos e inocentes, y el gozo y placer de los injustos que amontonan riquezas. Tus amigos, con hermosos discursos, afirman lo contrario, pero ante ti deben callar porque tú sufres la injusticia y la vives en carne propia.

¡Que hable Dios! ¡Que rinda cuenta de sus silencios; de esos silencios insoportables! Qué insoportables son los silencios de Dios. Su ausencia invoca la muerte. ¿Dios nuestro, Dios nuestro, por qué nos has abandonado? Que hable ahora Dios y callen los amigos, porque esta gritería no deja oír hablar a Dios. ¿Por qué no se callan esos sabios? Su sabiduría no encaja con la vida. Dolor y miseria tienen enfrente y lo niegan con sus palabras. Teología vacía, cerrada, que pretende defender a Dios con mentiras increíbles (Job 13.7). Son abogados de Dios a costa del hombre, en lugar de ser defensores del hombre por mandato de Dios. ¡Que se callen!, mejor es que vuelvan a sentarse en el basurero con Job, lloren y se rasguen el manto por otros siete días y siete noches, sin decirle una palabra, solidarizándose con él en el dolor. Tal vez así se contagien y comprendan por qué el inocente tiene derecho a la protesta, a la rebeldía. Tal vez así se conviertan. Pero guardemos silencio también nosotros, compañero Job. No nos quejemos más. Ya nos lamentamos suficiente. Tu sabio discurso tapó la boca de los sabios. Ya no tienen argumentos, no hay un dios que los respalde. Cerremos la boca y escuchemos. Dejemos que Dios comparezca ante nosotros y rinda cuenta de sus silencios. “¿Por qué no se callan esos sabios?”. Su sabiduría no encaja con la vida. Dolor y miseria tienen enfrente y lo niegan con sus palabras. Teología vacía, cerrada, que pretende defender a Dios con mentiras increíbles (Job. 13. 7). Son abogados de Dios a costa del hombre, en lugar de ser defensores del hombre por mandato de Dios” Los silencios de Dios son misteriosos, a veces nos llenan de terror, nos paralizan frente a la legión de diablos que exprimen la vida de los hombres. Pero sin esos silencios misteriosos de Dios no podemos ser hombres. . Cuando Dios habla mucho el hombre se vuelve sordo. No oye el clamor del pobre, del que sufre. Se embrutece, no camina, no espera, nada puede, nada soporta. Dios calla para que el hombre hable, proteste, luche. Dios guarda silencio porque quiere que el hombre sea hombre. Cuando Dios calla y el hombre llora, Dios llora solidario con él, pero no interviene,


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Letra núm. 694, 1 de noviembre de 2020 by Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday - Issuu