Letra núm. 702, 24 de enero de 2021

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GENTE RENACIDA PARA UNA ESPERANZA VIVA (I Pedro 1.1-12) Pbro. Dr. Salatiel Palomino López Introducción l apóstol Pedro afirma que ha aparecido una nueva clase de seres humanos en el mundo. Son seres que constituyen una especie diferente porque desafía los estilos, los valores, las posibilidades, el destino y las expectativas del común de los seres humanos. Se trata de la comunidad creyente, esparcida por todo el mundo, en la que ha acontecido un prodigioso y significativo cambio que determina su existencia en la historia. Se puede afirmar que la fuerza secreta que opera en los cristianos y cristianas, que explica su notable transformación y que dinamiza su comportamiento, es la “esperanza”. Tal vez algunas décadas después de que la carta de Pedro circulara ampliamente por las comunidades cristianas del Asia Menor, otro gran creyente, cuyo nombre nos es desconocido, describía, en una bella carta, lo que esta clase de seres humanos había llegado a ser en el Imperio Romano. Cito un párrafo de ella extensamente:

E

V. […] los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en alguna parte en ciudades suyas propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida extraordinaria. Ni tampoco poseen ninguna invención descubierta por la inteligencia o estudio de hombres ingeniosos, ni son maestros de algún dogma humano como son algunos. Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la suerte de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes extranjeros; contribuyen con lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, pero soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (abortos). Celebran las comidas en común, pero no comparten el lecho matrimonial, cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las

leyes en sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se habla mal de ellos, y aun así, son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen; son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores; siendo castigados se regocijan, como si con ello se les reavivara. Los judíos hacen guerra contra ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que los aborrecen no pueden dar la razón de su hostilidad. VI. En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el mundo (Carta a Diogneto, en www.origenescristianos.es, consultado el 11 de enero de 2021).

1. Nacidas de la esperanza y para la esperanza Si las personas cristianas han de ser para el mundo lo que el alma es para el cuerpo, es decir, el asiento y corazón de su verdadera y más pura vitalidad, conciencia, identidad, belleza y trascendencia, debemos tener muy en alto el asombroso milagro que lo hace posible. La Palabra de Dios lo llama “el nuevo nacimiento”, “la regeneración”, “la nueva criatura”, “el lavacro de la regeneración”, “nacer otra vez”, “nacer de lo alto” o “nacer del Espíritu”, que, como dijo el apóstol Juan, es la condición para “ver el reino de Dios” o para “entrar en el reino de Dios”. Es el acceso a esta dimensión del reino celestial lo que se hace factible por medio del formidable portento de la regeneración. Y nuestro texto de hoy asegura que la totalidad de la obra del Dios Trino, desde


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