Y se resolverían sus problemas misioneros. Avanzaría todo el programa de la iglesia entera. Sería el gran evento que haría fuertes a las iglesias. El gran evento de que depende la solución de los problemas que confronta el protestantismo.
EL HÁBITO DE ASISTIR A LA IGLESIA CADA DOMINGO POR LA MAÑANA COMO ACTO DE ADORACIÓN A DIOS.
Si todas las iglesias protestantes se empeñaran en ser fieles en este gran deber fundamental cristiano, esto fomentaría la influencia de la Iglesia y del Cristo a quien la Iglesia representa, más que todas las demás cosas juntas que las iglesias están haciendo.
Todo cristiano debiera asistir a la iglesia cada domingo por la mañana salvo impedimento de enfermedad o de trabajo indispensable o alguna otra necesidad. Debiera ser asunto de conciencia y un acto de adoración. Las iglesias son las instituciones más importantes en cualquier comunidad. El servicio matutino dominical es el medio principal de hacerse la obra de la iglesia. Es el evento magno de la vida de la comunidad. Nada sucede jamás en ninguna comunidad, tan importante para la vida de la misma, como el servicio regular del domingo por la mañana. Toda comunidad debiera amar a sus iglesias y a esta hora señalada, asistir en masa para honrar a Aquél en cuyo nombre la iglesia existe. Siendo fiel el predicador, los servicios lo que debieran ser; Y si las iglesias se llenaran cada domingo por la mañana. La comunidad se daría cuenta de ello; La obra evangelizadoras de la iglesia se llevaría a cabo; Se resolverían sus problemas económicos,
PARA QUÉ ES LA IGLESIA.
Para presentar a Cristo al pueblo. La Iglesia no fue inventada por los hombres. Los hombres la han usado y han abusado de ella. Pero la Iglesia fue fundada por Cristo. Cristo es el corazón de la Iglesia, y Señor de ella. La Iglesia existe para dar testimonio de Cristo. Cristo mismo, no la Iglesia, es el poder transformador en las vidas de los hombres. La misión de la Iglesia es exaltar a Cristo, de manera que Él mismo pueda hacer Su propia obra bendita en los corazones de los hombres.
EL MÉTODO DE LA IGLESIA.
Reunirse en el nombre de Cristo. La palabra “Iglesia” significa una “asamblea convocada” o llamada fuera de algo; una “congregación”, los que se reúnen. Para que pueda hacer Su obra en los corazones de los hombres, Cristo ha de estar a menudo en sus mentes. Así, pues, las reuniones de la iglesia deben ser frecuentes.
¿CUÁN A MENUDO?
Semanalmente; en el primer día de la semana; el día del Señor, el domingo. El Señor mismo así lo ordenó. Parece de Hechos 20.6 y 7, que aun Pablo tuvo que esperar en Troas hasta el “primer día de la semana” para que se reunieran los discípulos. Dios instituyó la Iglesia, y Dios señaló el primer día de la semana como el día de la Iglesia. El cristianismo entero así lo ha reconocido, y ha hecho de este día un día de suspensión de las actividades ordinarias de la vida.
LA MAÑANA DEL DOMINGO.
Al comienzo, durante los tiempos de persecución, y antes de que el domingo se constituyera en día de descanso secular, los cristianos se reunían antes del amanecer, o después del oscurecer, o cuando podían. Pero ahora, que el cristianismo ha llegado a ser la religión establecida del mundo civilizado, una vez cada semana el mundo cristiano depone sus negocios ordinarios, y por costumbre universal se reconoce la mañana del domingo como el tiempo de la Iglesia; la hora magna de toda la semana, que se dedica específicamente a Cristo para la promoción regular y ordenada de Su obra.
OTRAS REUNIONES.
Una iglesia bien organizada celebra muchas reuniones para diferentes grupos y propósitos. La Escuela Dominical es su auxiliar más valioso. El servicio de la noche del domingo tiene su lugar bien definido en la vida de la iglesia. Pero lo que aquí decimos, es que el cristianismo entero concuerda en reconocer la mañana del domingo como el tiempo de la Iglesia; la gran reunión central de todos, única en su género y con una preeminencia suya propia, para el pueblo cristiano entero; el centro alrededor del cual debiera girar todo el mecanismo de la Iglesia; y no importa a cuántas otras reuniones uno asista o deje de asistir, la asistencia habitual, fiel, consciente, durante toda la vida, a éste, el más importante de todos los servicios religiosos, es un deber cristiano universal, exceptuándose solamente a quienes impida alguna enfermedad o necesidad.
ESTE MÉTODO JAMÁS CAMBIARÁ.
El invento de la imprenta, que hizo baratas y abundantes las Biblias y la literatura cristiana, para que todos puedan leer de Cristo por sí mismos; la venida de la radio, de manera que podamos sentarnos en nuestros hogares y oír sermones y servicios de las iglesias; todo esto jamás abolirá la necesidad de la Iglesia. Es el plan de Dios que Su pueblo, en toda comunidad y por todo el mundo, a esta hora señalada se reúna de esta manera pública, para así honrar a Cristo.
LA LAMENTABLE SITUACIÓN ACTUAL.
Normalmente, la asistencia de la mañana del domingo debiera ser de casi ciento por ciento de la membresía de la iglesia. Pero en términos generales y tomando a las iglesias unas con otras, si la congregación de la mañana del domingo se contara y se promediara cada domingo del año, verano e invierno, tanto en el buen tiempo como en el malo, probablemente se hallaría que la asistencia media de la iglesia protestante corriente de nuestro país variaría entre la tercera y la sexta parte de lo que la iglesia llama su membresía. Esta es la debilidad fundamental del protestantismo. La indiferencia hacia la institución representativa de Cristo, en su modo principal de funcionar, es sin duda el más grande impedimento al progreso de la obra de Cristo.
LA ASISTENCIA MATUTINA DOMINICAL.
Es una buena medida del interés de la membresía en su Iglesia. Su interés en la Iglesia es una buena medida de su interés en Cristo. Sea que así lo queramos o no, nuestra actitud hacia el servicio matutino del domingo indica nuestra actitud hacia la influencia de Cristo en nuestra comunidad. Si somos fieles, le estamos ayudando. Si somos indiferentes, le estamos perjudicando. (Continuará)
Agradecemos la colaboración de la temática al ministerio de Crecimiento Espiritual de nuestra Iglesia.