16 Sermones sobre el libro de Job

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© Leopoldo Cervantes-Ortiz, 2020

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Contenido JULIO SUFRIMIENTO Y ESPERANZA: EL JOB COLECTIVO DE ESTOS TIEMPOS 1. Sufrimiento y esperanza: el Dios de Job (Job 1.13-22) 2. Los amigos de Job: pasado y presente (Job 2.11-13) AGOSTO PALABRA DIVINA Y PALABRA HUMANA EN EL CONFLICTO DE JOB 3. Palabra divina y palabra humana en el conflicto de Job (Job 4.1-10) 4. La palabra justa de Dios y la efímera vida humana (Job 4.12-21) 5. Providencia, amor y cuidado divino (Job 5.5-11) 6. “¡Cuán eficaces son las palabras rectas!” (Job 6.18-30) SEPTIEMBRE DIÁLOGO EXISTENCIAL Y TEOLÓGICO ENTRE JOB Y SUS AMIGOS 7. Diálogo existencial y teológico: Bildad y la justicia divina (Job 8.1-13) 8. “¿Cómo se justificará el ser humano ante Dios?” (Job 9.1-13) 9. Zofar acusa a Job de arrogancia (Job 11.1-15) OCTUBRE DESAFÍO Y PROMESA: LA REFORMA PROTESTANTE FRENTE AL LIBRO DE JOB 10. Desafío y promesa: la Reforma Protestante frente al libro de Job (Job 8.1-13) 11. Lutero lee a Job: “Lenguaje vigoroso y magnífico” (Job 13.1-16) 12. Reprobación y elección: Calvino explica las desventuras de Job (Job 14.1-15) NOVIEMBRE “EN MI CARNE HE DE VER A DIOS”: LA AFIRMACIÓN DE LA VIDA EN JOB 13. “En mi carne he de ver a Dios”: La afirmación de la vida en el libro de Job (Job 15.1-20) 14. “Dios me defenderá / como quien defiende a un amigo” (Job 16.9-22) 15. “Debes defender mi inocencia, oh, Dios” (Job 17) 16. “Yo sé que mi Redentor vive” (Job 19.11-25)

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Julio SUFRIMIENTO Y ESPERANZA: EL JOB COLECTIVO DE ESTOS TIEMPOS 1. SUFRIMIENTO Y ESPERANZA: EL JOB COLECTIVO DE ESTOS TIEMPOS (Job 1.13-22) 5 de julio

Y dijo: “Nada he traído a este mundo, y nada me voy a llevar. ¡Bendigo a Dios cuando da! ¡Bendigo a Dios cuando quita!”. JOB 1.21, Traducción en Lenguaje Actual

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stamos delante una vez más de este monumento literario, religioso y espiritual que es el libro de Job. Es inevitable acercarse en estas condiciones a este libro para releerlo, para volver a profundizar en él y para plantear nuevamente las preguntas que hace tantos siglos se planteó ese creyente, ese hombre inocente y justo que sentía que sufría de manera inexplicable y que buscó en su Dios, el mismo Dios en el cual creemos ahora, una respuesta para su sufrimiento, su indigencia, su precariedad absoluta. Las palabras de 1.21 (“¡Bendigo a Dios cuando da! / ¡Bendigo a Dios cuando quita!”) son las que servirán de punto de partida para exponer ese viejo conflicto y que viene hasta nosotros a recordarnos nuevamente la dificultad para entrelazar la existencia humana con todas sus situaciones, con los planes y acciones divinas, soberanas, también con todas sus consecuencias para la existencia humana. Hace algunos años, la importante revista teológica Concilium dedicó un número completo al tema que comenzamos a revisar: el Dios de Job. Allí, David J.A. Clines expone la forma en que una nueva lectura creyente en estos tiempos recientes puede y debe abordar todo lo que este libro representa después de tantos siglos de lecturas, relecturas, interpretaciones y visiones acumuladas para tratar de seguir penetrando en este mensaje que continúa reproduciéndose, planteando incógnitas y mostrando las dificultades del trato en la vida humana con el Dios eterno, el Dios justo, el dios que castiga, que premia y que está en una relación íntima con la humanidad a pesar de sus defectos. Así se expresa Clines: “El libro de Job es un himno a la condición inescrutable de Dios. A diferencia de algunas religiones en las cuales la deidad es de suyo incognoscible o casi, en el libro de Job no es que no se pueda saber nada sobre Dios; es más bien que de Dios se sabe —o al menos se puede decir— demasiado para que estemos seguros de que cualquier afirmación que hagamos acerca de él es correcta o errónea”.1 El relato básico, que conocemos bien, es directo, que abarca diferentes niveles, profundo de por sí, complejo y difícil, para darnos cuenta de cómo en las alturas celestiales Dios parece comportarse de una manera y en el trato con Job parece que se comporta de otra. Dios le presume al satán que tiene un creyente justo en el mundo, a diferencia de la época de Abraham en la que no fue posible ni siquiera una persona justa en Sodoma y Gomorra. En este caso es el propio Yahvé quien le dice al satán (“el acusador”) en esa reunión de servidores suyos: “¿Ya te fijaste en que tengo un siervo que me obedece verdaderamente y que es completamente fiel a lo que yo exijo y espero?” (1.8). El satán responde burlándose, diciendo: “No tiene mucho chiste ni mucha profundidad que te obedezca y te respete como tú piensas porque le has dado todo en la vida: familia, posesiones, riqueza, prestigio. Teniendo todo, esa persona no puede ser confiable ni un buen ejemplo de piedad” (1.9-11). Entonces Dios le va a “prestar” a este personaje a Job, advirtiéndole que le quite todo, pero que no lo mate, que lo deje desnudo, literal y simbólicamente, y que después volverían a hablar (1.12). 1

D.J.A. Clines, “El Dios de Job”, en Concilium, núm. 307, septiembre de 2004, p. 47. 5


Después de esta negociación que acontece en las esferas celestiales, algo acerca de lo que Job jamás se enteraría, sobrevienen las famosas pruebas para este personaje y se van sucediendo las pérdidas trágicas: los hijos, los bienes, el ganado, las posesiones, todo va desapareciendo en una vorágine interminable (vv. 13-19). En el v. 20 se muestra la reacción inmediata de Job, propia de su época: “En cuanto Job oyó esto, se puso de pie y rompió su ropa en señal de dolor; luego se rasuró la cabeza y se inclinó hasta el suelo para adorar a Dios”. la desnudez originaria es aludida por este hombre, la pobreza total, sustituida únicamente por los dones de Dios y, también, cuando Dios decide quitar esos dones. En medio de todo, dice Job, hay que seguir bendiciendo a Dios. Justamente ese horizonte es el que deberá presidir todas estas reflexiones que haremos porque las preguntas que surgen, preguntas milenarias, antiguas, repetidas continuamente en cada generación de creyentes, reaparecen y vienen hasta nosotros con la misma fuerza, con la misma intensidad, sólo que con una gran diferencia: ahora nosotros mismos estamos encarnando a ese Job colectivo que es la humanidad de esta época y a la cual pertenecemos. Las preguntas ahí están: “¿Quién es Dios?”. “¿Es una deidad cósmica, tremendamente alejada de las inquietudes humanas, o está íntimamente implicado en la vida y destino de cada ser humano? ¿Es un dios compasivo o un monstruo cruel? ¿Gobierna el mundo según los dictados de la justicia, o le tienen sin cuidado los asuntos humanos?”.2 Todas estas posturas van a aparecer y a reaparecer, en los diálogos que entablaría Job con cada uno de sus amigos, quienes se van a presentar “como teólogos representativos de la piedad hebrea tradicional y ortodoxa”. Algo así como muchas iglesias que hoy anuncian destrucción, castigo, apocalipsis irremediable y toda la carga de la ira de Dios por el pecado humano. Los amigos encarnan y simbolizan la respuesta fácil, inmediata, que toma de la fe tradicional lo más elemental para resolver todo problema que tenga que ver con el sufrimiento humano desde la perspectiva de Dios. “Dios tiene el control”, “Dios es bueno”, “Dios está al tanto de todo lo que hace el ser humano y reacciona”. Todo ello es verdad, pero Dios no disfruta el dolor humano, no envía el sufrimiento como una carga a partir de la cual Él se va a solazar y a disfrutar, y a aplaudir por ver cómo fallecen miles de personas en este mundo. Al entrar al cuerpo del libro, tantas voces se contradicen en una polifonía, en un conjunto de expresiones, de discursos, de debates, en los que los amigos se van a contradecir a sí mismos. Incluso aparecerá un amigo más joven que dirá palabras más sabias. El propio Job lanzará acusaciones, no contra Dios propiamente, pero sí reclamando y esperando una respuesta que le sirva porque se encuentra, igual que nuestra humanidad de hoy, “en el interior de un terrible sufrimiento” y, por supuesto, alguien que “quizá no esté en sus cabales”, agrega Clines, porque estaba enfermo, deprimido, solo, aislado, empobrecido, deteriorado. Todo eso se sumó en su vida y, desde ese “lugar”, como se plantea la teología contemporánea (“¿Desde qué lugar se habla sobre Dios?”). Aquí se habla desde el sufrimiento y es muy difícil pedir, en esas condiciones, racionalidad, precisión y ser 100 por ciento razonables. La importancia de este libro para la cultura, el mundo y la literatura no ha pasado desapercibida en México. En 2011 se publicó la traducción del poeta Francisco Serrano (1949) a partir de la cual es posible escuchar a Job hablando como un poeta mexicano contemporáneo. En su introducción, Serrano recuerda la cercanía del libro de Job con algunas aportaciones de las tragedias y el pensamiento griegos y resume de una manera admirable el argumento del libro: “Enfrentado a la pérdida de sus bienes materiales, de su familia y de su salud, Job se niega, no obstante, a maldecir a Dios. Tres amigos […] llegan para consolarlo y tratan de que Job reconozca que su estado se debe a alguna falta que ha 2

Ibid., pp. 47-48. 6


cometido. Él se niega a aceptarlo y entonces sus amigos lo recriminan, cada vez con mayor acritud, por lo que consideran su piedad y su orgullo intolerables”.3 En algunos momentos, hoy quisiéramos ser positivistas u optimistas y responder de una manera inmediata con las palabras con que concluye el libro, que incluso tiene un final feliz. Pero al hacer eso nos ahorraríamos todo el camino, todo el diálogo profundo y fecundo que tuvo Job con esas tres personas. La pregunta, entonces, para nosotros hoy es la que da título a la reflexión: ¿quién es el Dios de Job? Es el Dios creador, el sustentador de todas las cosas, pero también es un Dios que en el trato con los seres humanos va a enviar señales complejas, difíciles de recibir. Ellen van Wolde afirma, acerca de esas dificultades: “El libro de Job es conocido por su valeroso héroe, que no deja de hablar de Dios debido a los muchos desastres con que éste le ha afligido. ¿Qué clase de Dios es ése, que permite que los buenos sufran tanto y deja que los malvados vivan una vida confortable? Más aún, ¿qué clase de mundo es éste en el que es imposible hallar equilibrio y justicia? ¿Por qué Dios no ha elaborado un plan y una estrategia para poder cuidar mejor de sus criaturas y de la conducta de éstas?”.4 Dios está delante de nosotros hoy en medio de la crisis y el sufrimiento. Está entreverado, atravesado por esas dificultades que hoy llenan nuestros labios y que esperan también como ese Job de la antigüedad una respuesta que venga incluso de donde sea. Esta afirmación es con la que debemos enfrentarnos: la respuesta que Job quiere escuchar para aliviar su vida y toda la tragedia que está viviendo, la espera únicamente de Dios. Job está abrumado por el sufrimiento y en esas condiciones no era capaz de mantener la doctrina sana, el dogma correcto, la manera impecable de expresar la fe. Se trataría de un imposible. Job está abrumado por el sufrimiento, por las exhortaciones y regaños de sus amigos, por la soledad, el dolor y la enfermedad. ¿A un mundo así cómo se le puede hablar, cómo se le puede expresar algo sobre Dios? Desde América Latina, Gustavo Gutiérrez, uno de los iniciadores de la teología de la liberación, lo ha expresado muy bien, desde un continente como el nuestro, a partir del título de su libro dedicado a la historia de Job: Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente.5 Por su parte, Ellen van Wolde concluye de este modo sobre el problema planteado: Enfrentado a este vasto cuadro, Job queda abrumado. Pero ¿recibe además una respuesta a sus preguntas? ¿Se insinúa que los seres humanos, que como Job no pueden tener una visión de conjunto como la que tiene Dios, deben dejar de hacer preguntas? ¿O se da a entender que deben decidirse por una separación estricta entre los cielos y la tierra? ¿No podríamos ellos y nosotros unirnos en afirmar con el Sal 115.16: “Los cielos son del Señor, la tierra se la dio a los hombres”? ¿Es ésta la solución que ofrece el libro de Job? […] Si nos vemos abocados a concluir que el dominio de Dios es de un orden completamente diferente del dominio humano, los seres humanos como tales son entonces los únicos responsables de sus actos y de cuanto acontece en la tierra. Por consiguiente, no podemos culpar a Dios por lo que va mal en la tierra. Además, si la variedad y diversidad en la tierra es tan inmensa, no podemos disponerla según nuestras simples reglas de justicia.6

No está prohibido hacer este tipo de preguntas, como las hizo Job, pues desde esta situación de sufrimiento podemos unir nuestra voz y nuestra palabra de fe para seguir buscando el rostro del Creador y redentor, que tal vez se nubla por momentos, pero que definitivamente sigue muy presente y al lado nuestro, atento al curso de lo que nos sucede como sus criaturas amadas que somos.

Libro de Job. Trad. de F. Serrano. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2011 (Cien del mundo), p. 11. E. van Wolde, “Preguntas acerca de un mundo sin justicia”, en Concilium, núm. 307, p. 7. 5 G. Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Una reflexión sobre el libro de Job. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1986 (Pedal, 183). 6 E. van Wolde, op.cit., p. 8, énfasis agregado. 7 3 4


2. LOS AMIGOS DE JOB: PASADO Y PRESENTE (Job 2.7-13) 19 de julio

Durante siete días y siete noches estuvieron sentados en el suelo, haciéndole compañía. Era tan grande el sufrimiento de Job que ninguno de ellos se atrevía a decirle nada. JOB 2.13, Traducción en Lenguaje Actual

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bordamos Job 2.7-13, a fin de concentrarnos con este tema que es fundamental en el libro de Job, es decir, la presencia y actuación de sus amigos. Dice el texto que, apenas el acusador se marchó, y con el cuerpo lleno de llagas, se rascó con una piedra, su esposa lo recriminó y él dijo su famosa frase: “Si aceptamos todo lo bueno que Dios nos da, también debemos aceptar lo malo”. Los versículos que siguen (11-13) nos muestran en 5 secciones bien definidas mucho de lo que ahora vamos a exponer como parte de la dinámica propia que tiene este texto, y sobre todo al momento de explicar por qué decimos: los amigos de Job, pasado y presente. El pasado evidentemente está representado por estos tres amigos: Elifaz, nativo de la región de Temán, Bildad, de Súah y Zofar, de Naamat. Es una presentación lacónica breve sumamente limitada que únicamente da a conocer el nombre de los amigos y también su procedencia: Se supone que eran jeques de la región de don y no se dice más sobre ese origen es la primera cosa que hay que decir. Lo segundo es que cuando ellos supieron todo lo malo que le había sucedido a Job se pusieron de acuerdo para ir a consolarlo y decirle cuán tristes estaban por la muerte de sus hijos. El plan inicial estos amigos de Job es sumamente loable, pues muestra la simpatía que ellos tenían hacia su amigo y se pusieron, dice el texto, de acuerdo para tratar de consolarlo expresar la tristeza solidariamente por la muerte de sus hijos. Esta acumulación de males que había vivido Job venía a ser el motivo explícito y concreto para que tus amigos se pusieron en marcha, dialogaran entre sí y acordaran tratar de consolarlo. Es una gran situación está el hecho de que ellos 3 proviniendo de diferentes lugares, aunque una misma región tomaran ese acuerdo para estar con él, expresarle su tristeza y su apoyo. Yéndonos al pasado como hacemos al revisar el texto pues podemos ver a estos amigos como amigos del que sufre como gente cercana a alguien más que está padeciendo desolación, angustia, enfermedad. Esta segunda parte del texto es importantísima porque exhibe un movimiento humano, una voluntad profunda simpática, empática también, qué acerca a estos hombres a aquel que está sufriendo. Iban a compartir su sufrimiento y a tratar de apoyarlo para superar ese dolor. La tercera cosa que nos presenta el texto es cómo, al llegar donde vivía Job, lo vislumbraron de lejos y no lo reconocieron, pero cuando estuvieron frente a él comenzaron como ya se había hecho antes en la propia vida de Job, a llorar y a gritar: Las dos partes del versículo se muestran a los amigos de Job simpatizando y actuando de una manera muy similar a la que Job lo había hecho. Aquí lo que llama la atención en primer lugar es que ellos al verlo de lejos no lo reconocieron (2.12). Si damos ya el salto y empezamos a trazar los puentes que hay entre el pasado y el futuro de estos amigos de Job, tenemos que decir que esta situación que aquí es tan literal, simbólica y metafóricamente acontece cuando la humanidad entre sí, sectores de ella, no se reconocen, no encuentran la afinidad o la cercanía. En este caso, Job estaba desfigurado por el dolor, por la tragedia, por la muerte, por la pobreza, por la precariedad. Esa palabra es importante, precariedad, un estado precario La segunda parte del versículo 12 subraya la actitud simbólica de la época ante una 8


circunstancia extrema: rompieron su ropa los tres, y echaron ceniza sobre su cabeza para mostrar su tristeza también. Se pusieron lado a lado, ellos que no sufrían, que no experimentaban lo que él vivía como tal, ellos se pusieron lado a lado con ese sufrimiento. Eso es la empatía, tratar de sentir lo que otro siente aun cuando no se experimente la misma realidad. El acompañamiento en el dolor, como bien subraya en muchas partes la Escritura, es una condición esencial para mostrar en los hechos que se tiene la fe en el Dios del pacto, de la alianza con ese pueblo antiguo. Es una condición básica para poder seguir viendo el rostro de ese Dios en la figura transfigurada, adolorida, atormentada, de aquellos que padecen. En este caso, Job, que había perdido su riqueza, su familia y su patrimonio, ahora mismo está padeciendo y sus amigos van a simpatizar con él. El v. 13 muestra a estos amigos que, durante siete días y siete noches, como es el estilo narrativo de tantas partes de la Escritura, estuvieron sentados en el suelo haciéndole compañía. Es una presentación horizontal, respetuosa y solidaria de los amigos de Job. Aún no hablan, son solamente presentados con sus nombres y sus lugares de origen, y hacen lo que se debe hacer inicialmente cuando se busca el acompañamiento del sufriente, sea éste una persona, una comunidad o una nación: se colocan en el suelo, están a ras de suelo junto a él, no lo rechazan por la condición en la que está y le hacen compañía. El final de este versículo subraya y comenta la actitud que ellos toman, la disposición corporal, simbólica y directa de acompañamiento y dice que “era tan grande el sufrimiento de Job que ninguno de ellos se atrevía a decirle nada” (13b). El golpe visual, moral y también espiritual de ver a esta persona sufriendo, una persona conocida por ellos, cercana, con la que seguramente en otros tiempos habían compartido cosas alegres, positivas: fiestas, comidas, diálogos, banquetes, ahora el contexto los obligó a vivir de una manera distinta la cercanía con él. No podemos dejar de recordar lo que dice otro lugar la Escritura: “En todo tiempo ama el amigo” y en muchas ocasiones es mejor, es más cercano, es más fiel, es más entrañable, que un hermano (Proverbios 17.17). Las amistades se forjan el tiempo, pueden o no sobrevivir a él, a las pruebas, a las dificultades, a las situaciones imprevistas de la vida. Hay que recordar, inevitablemente, cómo el gran filósofo Platón escribió profundamente sobre el tema de la amistad, y en las Escrituras antiguas aparece también la amistad, y en el propio Jesús de Nazaret aparece y se subraya el hecho de que él se presenta como amigo y que “da su vida por sus amigos” (Juan 15.13). El sufrimiento de Job es enorme, es muy grande, y ninguno de sus amigos se atreve a decirle nada. Un comentario importante este libro destaca aquí: La primera intención de los amigos es consolar, no discutir; hará falta algo que provoque y alimente el debate. El movimiento del consuelo al debate, de éste a la condena, será la poquísima acción del cuerpo del libro. De momento parecen contraponerse tres amigos compasivos a un Dios [aparentemente] despiadado, como si hiciera falta ser hombre para sufrir con el hombre. Esta sensación, que nos desasosiega, sazonará y hará más sugestiva la representación: ¿quién está realmente de parte de Job?, ¿y dónde se coloca el público? 7

El contenido dramático de esta obra monumental, profunda, honda, existencial, que es el libro de Job, está ciertamente aderezado con esta búsqueda de expresión, de claridad poética, para poder desglosar y desplegar, poco a poco, lo que los amigos, finalmente, van a hacer. Otro estudioso, Julio Trebolle, anuncia, desde la presentación, lo que harán los amigos y que será nuestra consigna para revisar lo que vendrá posteriormente: “Los amigos hablan desde una doctrina convencional; Job desde la experiencia”.8 En esta anticipación, porque la sección que estamos viendo termina con el silencio de 7 8

L. Alonso Schökel y J, Mateos, Job. Comentario teológico y literario. Madrid, Cristiandad, 1983, p. 111. J. Trebolle y S. Pottecher, Job. Madrid, Trotta, 2011, p. 107. 9


los amigos, no necesariamente hay silencio por parte de Job. La sensación es de algo estático, fijo, hay una suspensión del tiempo: el sufrimiento de Job obliga a callar. El sufrimiento, en general, obliga a guardar silencio, a suspender la estridencia, la verborrea, sentir que conocemos en plenitud el significado de todas las cosas que ocurren, cuando sabemos, en el fondo, que a veces no es así. 9 El sufrimiento obliga a callar. El sufrimiento enorme obliga a que el silencio sea más hondo, más pesado, más significativo también. Y allí están los amigos de Job, en el pasado, y ahora en el presente, nosotros como iglesia, como pueblo de Dios, como creyentes y personas de fe, podemos también encarnar esa realidad de la amistad con el que sufre. Amistad, simpatía, empatía, cercanía. Es tan grande el sufrimiento que vemos hoy, que ninguno de nosotros podría atreverse a decir nada. El texto lo hace, va a salir de ese silencio y va a mostrar las posibilidades discursivas, expresivas, proclamadoras, de algo que sí se puede decir en medio del sufrimiento. Los amigos llegaron a consolar, pero antes de hacerlo, callan, y después como veremos más adelante, salieron del silencio y reclamaron, exigieron, exhortaron, regañaron, agredieron, incluso, en varios momentos a su amigo, con tal de demostrar lo que pensaban de su sufrimiento, pero aquí aún no dicen nada. Estuvieron en una actitud, casi podríamos decir, mística, de guardar silencio, de escuchar, de sentir, de oír respirar, incluso, al sufriente Job, para tratar de comenzar a entender, así fuera mínimamente, lo que él sufría y vivía. Dios quiera que esa actitud nos ayude hoy también a acercarnos al sufrimiento inexplicable. Que esa actitud hoy forme parte de nuestra manera de pensar y de actuar ante el sufrimiento humano que nos rodea. Que Dios nos ayude y nos bendiga.

En una conferencia transmitida el 14 de julio, se dijo lo siguiente: “Lo que nos dice la Palabra de Dios es que, a medida que transcurre el tiempo, vamos a ir viendo más de la ira y del juicio de Dios que de su gracia y de su misericordia. A medida que se vaya terminando la historia, vamos dirigiéndonos no a más prosperidad, a más riqueza, sino a mayor infortunio, y eso es lo que vamos a encontrar en las palabras de Jesús en la Biblia” (www.facebook.com/watch/?v=301411391004672). 10 9


Agosto PALABRA DIVINA Y PALABRA HUMANA EN EL CONFLICTO DE JOB 3. PALABRA DIVINA Y PALABRA HUMANA EN EL CONFLICTO DE JOB (Job 4.1-10) 2 de agosto

Cuando Dios se enoja, con un soplo destruye al malvado, y aunque ruja o gruña como león, Dios le romperá los dientes. Como no podrá comer, se morirá de hambre, y sus hijos tendrán que huir. JOB 4.9-11, Traducción en Lenguaje Actual

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na de las múltiples maneras de abordar el libro de Job es observar la forma en que se expresan los personajes y cómo los discursos de ellos/as se entretejen para producir un conjunto de argumentaciones e ideas. Cada personaje implicado en la textura del drama aporta su visión y estilo particular para vehicular en sus palabras lo característico de su comprensión de la vida y del conflicto del libro en su totalidad. El orden de aparición de cada uno y su forma de expresión va dotando al texto de una densidad y de una profundidad que exige al lector/a (sobre todo al actual, dominado por el peso del prestigio y la canonicidad del libro, pero sobre todo por la acumulación de interpretaciones) una enorme concentración a fin de que los diversos discursos aparezcan con nitidez para distinguirlos y valorarlos en su justa dimensión. “La escritura sapiencial”, escribió el gran crítico Harold Bloom, “posee sus propios criterios implícitos de fuerza estética y cognitiva”.10 Por ello, su lectura reclama una atención poco común a fin de no dejar de lado ninguna de sus implicaciones si es que se desea participar de su “mensaje”, el cual se ubicó perfectamente en el contexto desde el cual surgió. Pero Bloom dice más, por si todavía alguien se siente muy seguro en relación con ese monumento literario: “El libro de Job es una estructura en la que alguien se va conociendo cada vez más a sí mismo, en la que el protagonista llega a reconocerse en relación con un Yahvé que estará ausente cuando él esté ausente. Y esta obra, la más sabia de toda la Biblia hebrea, no nos concede solaz si aceptamos dicha sabiduría”.11 Y en otro momento, agrega: “El poeta de Job emula a un fuerte precursor, ese asombroso profeta, Jeremías. Aunque el Libro de Job es menos impactante, retórica y dialécticamente, que el libro de Jeremías, sigue siendo profundamente problemático”.12 Este nuevo acercamiento obedece a la celebración anual de la Biblia como palabra divina establecida en el corazón de la iglesia como su razón de ser y está dominado por el interés de subrayar, una vez más, su importancia para la fe y la esperanza de las comunidades. Hacerlo hoy, desde este libro y desde la situación que se vive, resulta extremadamente paradójico, pues la ansiedad con que Job espera la respuesta de su Dios se asemeja mucho a la que hoy se presenta en la búsqueda de razones o explicaciones sobre lo que está aconteciendo. La inflación de las palabras humanas y la supuesta escasez de palabra divina para el momento vivido demandan una nueva reflexión que asuma el contenido de este libro con honradez, seriedad y profundo respeto por su estilo y contenido. Debe destacarse el hecho de que las tres zonas discursivas dominantes que surgen en el texto (Job, la divinidad y los cuatro H. Bloom, ¿Dónde se encuentra la sabiduría? Madrid, Taurus, 2005, p. 8. Ibid., p. 9. 12 H. Bloom, Essayists and prophets. Filadelfia, Chelsea, 2005, p. 1. 10 11

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amigos: Elifaz, Bildad, Sofar, Elihú) se combinan admirablemente los elementos que entran en juego para detonar la fuerza literaria, moral, religiosa y existencial de la obra: poesía, drama y teología. En ellos, semejante mezcla produjo algunos de los mejores momentos dialógicos de todo el Antiguo Testamento puesto que ninguno de ellos se pierde o disminuye, sino que, por el contrario, da más potencia a lo que se expresa. Los demás hablantes, con todo y la importancia que manifiestan en el transcurso de la narración, el satán, su esposa y los cuatro amigos (con lo cual son en total ocho hablantes). La palabra divina no anula ni borra la capacidad expresiva de los demás que hablan en la historia, además de Job, puesto que asumir la presencia impactante de esa palabra no limita la expresividad de quienes hablen sino que los coloca en otro horizonte espiritual y existencial: “…obedecer realmente a Dios no consiste en aceptar una situación como la que dice el proverbio holandés: ‘Tras la palabra de Dios, al cerebro se le encierra con llave’, sino que se trata de la respuesta que dan los seres humanos a la invitación por comprender la dinámica ética como aquello que constituye un orden moral en consonancia con la gratuidad divina”.13 Evidentemente, la palabra divina es la que se aguarda con mayor expectación, sobre todo por la exigencia de Job en ese sentido, aun cuando la forma en que se difiere el discurso divino de “respuesta” transita por una línea completamente distinta a la expuesta en la mayor parte del texto. En la primera sección del libro en prosa, las palabras divinas tienen una tensión diferente a la que aparecerá cuando responda a Job “desde la tormenta” (38.1). Porque ése es el factor determinante de todos quienes hablan en el libro: el satán, desde la postura del fiscal; la esposa, desde la comodidad de la vida; Job, desde el sufrimiento; y sus amigos, desde la exterioridad, la superioridad doctrinaria e incluso la indiferencia moral. Allí radica la fuerza de la distinción entre la palabra divina y la humana, desde donde quiera que ésta proceda. Job tuvo que prevenirse para recibir la palabra divina desde su origen (todo lo contrario del “silbo apacible” que conoció Elías). Su amigo Elihú lo advirtió notablemente (cap. 37.1-4), pues la vio venir: “Tiemblo ante la tormenta, / y siento que el corazón / se me sale del pecho. / ¡Escuchen la voz de Dios! / ¡Escuchen su voz de trueno! / ¡Dios deja oír su voz / de un lado a otro del cielo, / y hasta el fin del mundo! / Mientras se oye su voz poderosa, / ¡rayos luminosos cruzan el cielo!”. Pero Job no calló y su palabra ha quedado registrada minuciosamente: “Pero voy a decirles algo: / es Dios quien me hizo daño, / ¡es Dios quien me tendió una trampa! / A gritos pido ayuda, / pero nadie me responde, / ni conoce la justicia. / Dios no me deja pasar, / me tiene cerrado el camino. / Me quitó mis riquezas; / me dejó como a un árbol / destrozado y sin raíces”.14 De ahí que el reproche no tan velado de si amigo Bildad en el cap. 4.1-5 aparezca como una serie de advertencias retóricas para lo que estaba por brotar de sus labios: “Puede ser que no te guste / lo que tengo que decirte, / pero no puedo quedarme callado. / Si bien recuerdo, / tú fuiste maestro de muchos / y animabas a los desanimados; / palabras no te faltaban / para alentar a los tristes / y apoyar a los débiles. / Pero ahora que sufres, / no lo soportas / y te das por vencido”. El uso de la palabra con toda su fuerza estaba en juego en este ajedrez imposible que se despliega en el resto del libro. Cada palabra es atendible por igual, la divina y la humana, con el propósito de articular la enseñanza divina de la mejor manera. Atenderlas en su justa dimensión es el desafío que tenemos por delante.

Jan Jans, “Ni castigo ni recompensa. Gratuidad divina y orden moral”, en Concilium, núm. 307, septiembre de 2004, p. 104. Cf. Juan Ignacio Jiménez A., “El justo acusa a Dios. A propósito del libro de Job”, en www.meditacionessociologicas.cl/2016/02/el-justo-acusa-a-dios-a-proposito-del-libro-de-job/ 12 13 14


4. LA PALABRA JUSTA DE DIOS Y LA EFÍMERA VIDA DIVINA (Job 4.12-21) 9 de agosto

En esta vida estamos de paso; un día nacemos y otro día morimos. ¡Desaparecemos para siempre, sin que a nadie le importe! ¡Morimos sin llegar a ser sabios! JOB 4.20-21, Traducción en Lenguaje Actual

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n una mirada de conjunto al Libro de Job se puede constatar, abundantemente, la forma en que el personaje principal asume la condición efímera de la vida humana ante la inconmensurable eternidad de Dios. Este contraste ontológico y existencial marca a todo el texto, de principio a fin, con la huella inconfundible de una profunda reflexión sapiencial. A cada paso, los hablantes del libro, principalmente Job y sus amigos, y más tarde, el propio Dios, se encargan de desarrollar las implicaciones del abismo vital que existe entre Él y sus criaturas. Octavio Paz lo dijo muy bien en su “Discurso en Jerusalén”: “Job no niega su miseria ontológica —Dios es el ser y el hombre está roído por la nada— pero desde su misma insignificancia afirma el carácter irreductible y singular de su persona. Job es Job y reclama el reconocimiento de su particularidad.”.15 Y Jorge Luis Borges también abundó sobre el tema en una conferencia de 1965: Dios declara, por medio de esas descripciones, que Él es inescrutable, es decir, que la naturaleza de Dios no tiene por qué ser comprendida por el hombre. Hablar de la justicia o de la bondad de Dios ya es una suerte de atrevimiento: es aplicar una medida humana a la divinidad. […] …ese libro vendría a ser un libro escéptico, no en el sentido de que se niegue la existencia de Dios, sino en el de que no podemos comprender o medir a Dios; el universo existe, nuestras desdichas y a veces, felicidades, raras veces felicidades, existen, no sabemos por qué, salvo que hay un sentido moral que nos dice que debemos obrar de un modo y no de otro.16

Esta conciencia, en ocasiones amarga y en otras sólidamente situada en las coordenadas de la realidad, aparece bien definida en las relaciones entre la palabra humana y la palabra divina en todo el texto porque, por un lado, se exhiben las limitaciones cronológicas, psicológicas y morales de la humanidad (sufriente o no), y por el otro, la extremada forma en que Yahvé manifiesta su superioridad sobre la creación, no en un alarde de fuerza o poder sino mediante la exhibición de las bondades y minucias de los seres creados. La palabra divina procede de la más honda raíz que supera el espacio y el tiempo y es capaz de fundar mundos allí donde había nada. La palabra humana, por el contrario, y a pesar de su extraordinaria plasticidad, arrastra en sí misma la fugacidad de la vida y los condicionamientos que surgen del hecho de ser mortales. En 9.1-4, 12-15, 20 Job hará un recuento de la incapacidad humana para tener un alegato con Dios, de igual a igual: ¡Ese cuento ya lo conozco! Yo sé bien que ante Dios nadie puede alegar inocencia, ni puede tampoco discutir con él. O. Paz, “Discurso en Jerusalén”, en Vuelta, núm. 8, julio de 1977, p. 46. J.L. Borges, “El libro de Job”, en Conferencias. Buenos Aires, Instituto de Intercambio Cultural Argentino Israelí, 1967, p. 101, https://borgestodoelanio.blogspot.com/. 13 15 16


Dios puede hacer mil preguntas, y nadie puede responderle. ¿Quién puede desafiar a Dios y esperar salir victorioso? Su sabiduría es muy profunda, y su poder es muy grande. […] Si quisiera tomar algo, ¿quién podría ordenarle no hacerlo? Cuando Dios se enoja, hasta el mar y sus olas se rinden ante él.Si esto es así, ¿cómo voy a poder responderle? A pesar de que soy inocente, ante Dios no me puedo defender; sólo puedo suplicarle que me tenga compasión. […] ¡Aunque no he hecho nada malo, mi boca me condena y resulto culpable!

En el cap. 4, Elifaz avanzó en su argumentación apelando a una visión (4.12-16) en la que alguien le susurra algunas verdades irrefutables y que le servirían para confrontar a Job: “Nadie es mejor que su creador. / ¡Ante él, no hay inocentes!” (17). Esa primera constatación, completamente ortodoxa y teológicamente correcta, lo lleva a la segunda, en la que bordea la comprensión de lo que acontece alrededor del creador, y que le servirá para atraer la reflexión a la relación humana con Él, marcada por la efimeridad de la existencia histórica: “Dios ni en sus ángeles confía, / pues hasta ellos le fallan; / ¡mucho menos va a confiar / en nosotros los humanos! / Estamos hechos de barro, / y somos frágiles como polillas” (18-19). Esta revelación, anclada en la afirmación de la abismal distancia que hay entre Yahvé y sus criaturas humanas, tiene ya un fuerte sabor moral, pues la fragilidad existencial de la humanidad va a limitar a su palabra y va a conseguir únicamente evidenciarla en toda su precariedad: “En esta vida estamos de paso; / un día nacemos / y otro día morimos. / ¡Desaparecemos para siempre, / sin que a nadie le importe! / ¡Morimos sin llegar a ser sabios!” (20-21). Luis Alonso Schökel comenta, sobre el enfoque doctrinal elegido por Elifaz para debatir con Job: Su doctrina es fundamentalmente la de la retribución: como consecuencia inmanente de la conducta humana o como acción positiva de Dios. […] Lo malo es que Elifaz, arrastrado por el fervor oratorio, pierde el tacto con el amigo que sufre y no aprecia sus errores de lógica. […] Pero la retribución de Elifaz deja espacio para un elemento intermedio, que es el escarmiento o castigo saludable […] Más interesantes que la doctrina son los consejos. […]. …el escarmiento sirve para curarlo y enseñarlo. Enviar un escarmiento es dar una lección, es herir para curar (5.17-18). Es una retribución limitada y ambigua, con más de favor que de castigo. Bien llevado, restablece las buenas relaciones con Dios y abre paso a sus favores (5.19-26).17

La distancia entre Dios y su criatura humana se salva discursivamente y Job, sin renunciar al diálogo muestra un extraordinario aprendizaje cuando, más tarde, lo expresará sin cortapisas, pero con una clara comprensión de que en algunos resquicios que esa distancia insuperable puede decir su verdad sin limitaciones: ¿Cómo puedo atreverme a citar a Dios ante un tribunal, L. Alonso Schökel y J.L. Sicre Días, Job. Comentario teológico y literario. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1983, pp. 134, 135. Énfasis agregado. 14 17


si soy un simple mortal? ¿Qué juez en este mundo podría dictar sentencia entre nosotros? Si alguien pudiera quitarme el miedo de sufrir el castigo divino, podría hablar sin temor; pero en verdad, tengo miedo. (9.32-35)

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5. PROVIDENCIA, AMOR Y CUIDADO DIVINO (Job 5.10-23) 7 de junio

Dios hiere, pero cura la herida; Dios golpea, pero alivia el dolor. Una y otra vez vendrá a ayudarte, y aunque estés en graves peligros no dejará que nada te dañe. JOB 5.18-19, Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino

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a literatura bíblica sapiencial, expresada en forma poética, viene en nuestro auxilio en estos días de incertidumbre, temor y ansiedad. El libro de Job, con su sabiduría milenaria y la fuerza existencial de sus palabras trae hasta nuestra época el sabor de una profunda intuición espiritual que aparece desde el planteamiento mismo del problema: lo primero, Yahvé y Satán se ponen de acuerdo acerca de la prueba que recibirá Job; luego, este hombre sufre inexplicablemente la perdida de toda su riqueza y solicita que la divinidad, en la que cree sinceramente, intervenga para sacarlo del conflicto o para darle una explicación; enseguida, sus amigos acuden a verlo, pero sólo para recriminarle su actuación y la posible existencia de un pecado oculto que le ha ocasionado tantas tragedias; cada uno se explaya y discute con él su visión del asunto, a lo que él responde apasionadamente, defendiendo su causa; la divinidad se dirige a él y, sin responder directamente sobre la causa del sufrimiento vivido, le hace sentir ampliamente su magnificencia creadora y providente (“Yo soy el Dios todopoderoso; / tú me criticaste y desafiaste, / ahora respóndeme”, 40.1-2), atenta a todo lo que acontece en el cosmos; finalmente, Job es (re)compensado con nuevos bienes y una nueva familia, asegurando que no conocía bien a la divinidad y que ahora “mis ojos te han visto / y he llegado a conocerte” (42.5, TLA). Muchos niveles de lectura e interpretación se han acumulado sobre esta historia extraordinaria e incluso desde el México contemporáneo se ha escrito sobre ella, formulando otras hipótesis sobre las razones del sufrimiento, cuyo carácter inexplicable cuesta tanto trabajo resolver, exactamente como ahora mismo se discuten, en todos los tonos, las causas y los eventuales propósitos de lo que estamos viviendo. Octavio Paz escribió en 1977: “Los sufrimientos de Job pueden verse como una ilustración del poder de Dios y de la obediencia del justo. Ése es el punto de vista divino pero el de Job es otro; aunque está ‘vestido de llagas’ —como dice, admirablemente, la versión castellana de Cipriano de Valera— persiste en sostener su inocencia. Cierto, se inclina ante la voluntad divina y admite su miseria; al mismo tiempo, confiesa que encuentra incomprensible el castigo que padece”.18 Isabel Cabrera, por su parte, afirma: “…el Dios de Job no es tan remoto; Job lo padece y lo tiene encima, lo reconoce en sus males, Yahveh es quien lo ‘hiere’, lo ‘atormenta’ y lo ‘aplasta’. Y, al final es Yahveh también quien, desde la tormenta, le señala una dirección en la cual mirar. El Dios de Job calla, pero no por eso está ausente, es un dios de silencios elocuentes”.19 Hoy podríamos intentar una visión un tanto alegórica de la historia de Job y trazar algunos puentes de comprensión que podrían servirnos para alimentar nuestra fe y reflexión personal sobre lo sucedido con él y lo que ahora nos acontece. El propio protagonista puede representar a la humanidad sufriente (aunque no toda creyente) que trata de entender los orígenes profundos del sufrimiento; los amigos, a su vez, en su afán de defender a Yahvé, serían hoy los creyentes o las iglesias que pretenden conocer las O. Paz, “Discurso de Jerusalén”, en El ogro filantrópico. Historia y política 1971-1978. México, Joaquín Mortiz, 1979 (Confrontaciones. Los críticos), p. 279. 19 I. Cabrera, El lado oscuro de Dios. México, UNAM-Paidós, 1998 (Biblioteca iberoamericana de ensayo, 2), p. 87. 16 18


causas profundas del suceso e instan a Job a confesar su pecado. Y la divinidad está allí, escuchando callada el debate e interviniendo al final para zanjar el asunto muy a su estilo, con una manifestación de grandeza y de magnanimidad para venir a compensar su sufrimiento y enfermedad. Desde el cap. 4 hay afirmaciones sugerentes de Elifaz que ayudan a iluminar el camino: “En esta vida estamos de paso; / un día nacemos / y otro día morimos. / ¡Desaparecemos para siempre, / sin que a nadie le importe! / ¡Morimos sin llegar a ser sabios!” (4.21). En el cap. 5, este amigo de Job despliega su argumento, después de amonestarlo con dureza (vv. 1-5): “¡Siempre hay una razón / para el mal y la desgracia! / Así como el fuego es la causa / de que salten chispas, / nosotros somos responsables / de nuestra propia desgracia” (5.6-7). Ésta es la sólida base para lo que dirá después y en cuya reflexión combinará acusaciones con consejos, aderezado todo con observaciones sobre el comportamiento divino con los seres humanos. Si “Dios hace que la lluvia / caiga sobre los campos”, también “da poder a los humildes / y ayuda a los afligidos” (10-11). Él desbarata planes impíos y destruye las malas acciones (13), además de que salva a la gente pobre (15) y se opone a los malvados (16), algo que citó María en su cántico. Ésta es la línea providencial de la “acción natural” de Dios, sobre la que no es necesario influir y ante la que la conducta tampoco puede tener nada que objetar. La exhortación que sigue reorienta la reflexión para orientar a Job, pues cuando Yahvé específicamente corrige a sus seguidores lo hace para su bien y eso no debe despreciarse (17). Lo que continúa parece atender más a la situación de su amigo, aunque de manera bastante general: “Dios hiere, pero cura la herida; / Dios golpea, pero alivia el dolor. / Una y otra vez vendrá a ayudarte, / y aunque estés en graves peligros / no dejará que nada te dañe” (18-19). El cuidado divino, siempre dentro del marco providencial, es indiscutible, en tiempos de hambre o de guerra (20), de maldición, la cual no tendrá ningún efecto (21). El creyente afligido podrá superar el hambre, las calamidades y el acecho de los animales salvajes (22-23). Todo eso está previsto en el cuidado amoroso de Dios. pero Elifaz no aborda de lleno el sufrimiento inexplicable, pues lo único que ha dicho al respecto es que hay causas para todo, incluso para eso. Las grandes preguntas, todas complejas, subraya Cabrera, siguen allí: “¿hasta qué punto Dios es responsable de lo que sucede a los hombres?, ¿por qué sufren quienes no merecen sufrir?, ¿qué sentido tiene la vida cuando es sólo sufrimiento?; de cara a la muerte, ¿no es la vida un afán inútil?”.20 En este punto de la historia, Elifaz no alcanzará a agotar el tema, pero consigue esbozar una buena comprensión de la actuación providencial de Dios, necesaria para mantener la estabilidad psicológica, moral y espiritual. La imagen de Dios es lo que está en juego: “Pues se trata de un Dios benéfico, protector de oprimidos contra opresores. Es un Dios que desde el cielo riega la tierra sin discriminación […]. Un Dios que se interesa y ocupa de los asuntos humanos”.21 El peso de la reflexión está en consonancia con la afirmación del propio Job en 2.10b: “Si aceptamos todo lo bueno que Dios nos da, también debemos aceptar lo malo”. Ésta es una experiencia sumamente paradójica, pues Dios es capaz de utilizar las cosas malas para expresarse, para hablar (a veces, incluso, desde el silencio) y para hacerse presente en la vida humana. La pregunta obligada para hoy es clara: ¿qué quiere decir Dios con todo esto, con toda la combinación de sucesos que se han precipitado en cascada? Y la respuesta no es fácil, pues se requiere una buena dosis de discernimiento teológico y espiritual. Como decía Karl Barth: si todo el tiempo estamos 20 21

Ibid., p. 83. L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, Job. Comentario teológico y literario. Madrid, Cristiandad, 1983, p. 144. 17


bajo el juicio divino, ahora es tiempo de atender la forma en que Él se manifiesta y atender su palabra con seriedad y disposición para ser reprendidos y levantados, lastimados y sanados, atormentados, pero con la certeza de que Dios actuará, quizá en el último momento, como lo hizo Jesús en la barca, luego de haber estado dormido (Marcos 4.35-41). La respuesta, en ambos casos, vino en medio (Job 37.1-13; 38.1; 40.6-7) y después de una tormenta (Marcos 4.39), de un momento de crisis. En eso debemos confiar plenamente. Elifaz, a fin de cuentas, predijo, lo que ocurriría con Job al final por tratar con este Dios: “vivió para experimentar prosperidad, descendencia abundante y una muerte apacible a edad avanzada (5.19-27)”.22 En tu casa vivirás tranquilo, y cuando cuentes tu ganado no te faltará un solo animal. Tendrás muchos hijos y muchos nietos; ¡nacerán como la hierba del campo! Serás como el trigo que madura en la espiga: no morirás antes de tiempo, sino cuando llegue el momento. Esto es un hecho comprobado. Si nos prestas atención, tú mismo podrás comprobarlo (vv. 24-27).

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Carol Ann Newsom, The Book of Job. A Contest of Moral Imaginations. Universidad de Oxford, 2003, p. 21. 18


6. “¡CUÁN EFICACES SON LAS PALABRAS RECTAS!” (Job 6.18-30) 23 de agosto

¡Cuán eficaces son las palabras rectas! Pero ¿qué reprende la censura vuestra? JOB 6.25, Traducción en Lenguaje Actual

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a segunda parte de la respuesta de Job a Elifaz (6.18-30) está formada por un reproche ampliado a sus amigos que parte de los vv. 14-15 como afirmación central de su argumentación por causa de la falta de comprensión y apoyo: “Si en verdad fueran mis amigos, / no me abandonarían, / aunque yo no obedeciera a Dios. / Pero ustedes, mis amigos, / cambian tanto como los ríos: / unas veces están secos, / y otras veces se desbordan”. Jorge Pixley propone un proverbio para traducir la idea expresada aquí: “Un hombre desesperado necesita la lealtad de un amigo cuando pierde la fe en el Todopoderoso”.23 Lo que Job esperaba de sus amigos era lo mismo que Yahvé de su pueblo: jesed, lealtad, en ese caso al pacto humano-humano de la amistad (Prov 14.20-21): Cuando uno está en un trance tan agudo como el de Job necesita la lealtad de sus amigos, pero ellos se han mostrado traicioneros. Esta traición es elaborada por Job con la imagen de un arroyo que abunda en agua cuando no hace falta, pero que se seca cuando en el tiempo de sequía los viajeros más necesidad tiene de sus aguas [6.16b-17]. Así los amigos se han asustado ante el tormento a que Dios ha sometido a Job [6.21], y se han apresurado a defender —¡a su enemigo! Y Job no ha pedido auxilio material frente a su enemigo. Sólo lealtad. 24

“Lo terrible que ven [los amigos]”, agregan L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, “es el sufrimiento atroz del amigo, como un golpe numinoso, como amenaza de contagio”.25 La siguiente comparación los muestra como mercaderes que se apartan del camino y al no hallar los ríos, quedan “confundidos y frustrados”: “vieron algo espantoso y se asustaron” (21). Ellos llegaron por voluntad propia y tampoco fue requerido su apoyo económico (22-23). Pixley comenta que en los vv. 24-30 Job les pide que no se pongan tan rápido del lado de Dios sin primero haber examinado su justicia. Incluso pide que le demuestren en qué ha fallado y aceptará sin chistar (24). Allí resuena el grito del v. 25: “¡Cuán eficaces son las palabras rectas! / Pero ¿qué reprende la censura vuestra?”. Si no conocen su error, ¿por qué lo fustigan de esa manera? La única razón por la que lo juzgan son sus palabras (26), el peso de las cuales estaba creando un universo nuevo de interpretación de lo su cedido, moviéndose peligrosamente más allá de lo que tradicionalmente se aceptaba. Él debía callar y aceptar su culpabilidad. El valor de las palabras entra en juego en esta triple mención de ellas: a) son útiles para evidenciar; b) se han utilizado para demandar justicia; y c) al usarlas irresponsablemente, se vuelven vanas e inútiles (26b). La siguiente acusación es profundamente ética y sumamente puntillosa: “¡Ustedes son capaces de todo, / hasta de vender a un huérfano / y abandonar a un amigo!” (27). La segunda parte de este versículo, que puede leerse así: “Y caváis un hoyo para vuestro amigo”, según explica Pixley, utiliza un verbo que también se refiere a la especulación o el regateo en una compra. Por eso, la Biblia de Jerusalén traduce: “especuláis con vuestro propio amigo”. “Job acusa a sus ‘amigos’ de abandonarlo por su poderoso enemigo, como quien abandona un huérfano o vende barato lo que ya no le conviene”.26 Lo adecuado es ver si él miente al quejarse así (28). Les exige que dejen de juzgarlo y que acepten su inocencia (29). El J. Pixley, El libro de Job. Comentario bíblico latinoamericano. San José, Seminario Bíblico Latinoamericano, 1982, p. 52. Ídem. 25 L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, Job. Comentario teológico y literario. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1983, p. 158. Énfasis agregado. 26 J. Pixley, op. cit. 19 23 24


v. 30 plantea la necesidad de distinguir entre la verdad y la mentira, nuevamente el uso de la palabra para vehicular significados verdaderos o falsos. Al final, el asunto se coloca en el ámbito de lo jurídico, pues “el juramento de decir la verdad nos traslada al proceso en el que se aborda la justicia o la injusticia, la inocencia o la culpabilidad. Es decir, Job comienza a considerar el diálogo con los amigos como pleito en el que se debate su propia inocencia; ya no le importa el consuelo, que los amigos no saben dar. Ya no está en juego su vida o su bienestar; está en juego su inocencia”.27 Pero lo más extraordinario es que Job conserva lucidez para manejar el sentido y el peso de su argumentación. De ahí que el peso d sus palabras como expresión humana decantada, sublimada, purificada, sea capaz de verbalizar algo que pocas veces la experiencia humana consigue: hacer del dolor y la tragedia inexplicables algo inteligible y discutible, más allá de las doctrinas y de la sabiduría acumulada. Por eso se trata de una palabra humana en busca de la divina, de esa palabra que pueda sintetizar dialécticamente, bueno y lo malo, la vida y la muerte, la tristeza y la felicidad, algo que solamente puede esperarse de las palabras divinas, auténticas palabras rectas y eficaces. A eso aluden las palabras de los autores del Nuevo Testamento (Hebreos, Pedro, Santiago, Timoteo) cuando apreciaron en ellas su enorme poder profundizador, restaurador y renovador. Ahonda en la experiencia humana más esencial, es la palabra profética (es decir, actual y pertinente) más firme y reclama un ejercicio de obediencia por la manera en que enseña el designio divino.

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L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, op. cit. 20


Septiembre DIÁLOGO EXISTENCIAL Y TEOLÓGICO ENTRE JOB Y SUS AMIGOS 7. DIÁLOGO EXISTENCIAL Y TEOLÓGICO: BILDAD Y LA JUSTICIA DIVINA (Job 8.1-13) 6 de septiembre

¿Acaso torcerá Dios el derecho, O pervertirá el Todopoderoso la justicia? JOB 8.3, RVR 1960

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in menoscabo de otras porciones de las Sagradas Escrituras en cuyas palabras es posible hallar el tratamiento más profundo y realista de las realidades humanas para colocarlas delante de Dios y, mediante ese encuentro tan desigual entre lo eterno y lo transitorio, presentar las bondades de la salvación, la justicia y la misericordia divinas, es en los libros sapienciales adonde aparecen algunas de las propuestas más complejas y enriquecedoras. No pueden olvidarse las enérgicas admoniciones dirigidas a controlar o someter los instintos humanos que se encuentran en los libros de la Ley, ni mucho menos el realismo brutal de tantos episodios referidos en los libros históricos, ni mucho menos las profundidades en las que hurgaron los profetas al tratar de actualizar la palabra divina para las circunstancias que vivieron. Cuando varios de ellos, como Jeremías o Isaías, debieron experimentar en su propia vida la intensidad apasionada con que Yahvé buscaba una y otra vez a su pueblo para reavivar las cenizas del pacto que en tantas ocasiones estuvo al borde del colapso, los lectores/as de hoy podemos ser testigos de la enorme capacidad expresiva de cada bloque de las Escrituras antiguas. Pero si nos referimos a los libros sapienciales, concentrados como estuvieron desde su surgimiento mismo en la necesidad de aplicar la sabiduría divina y humana a las situaciones existenciales más complejas, hallaremos que, en los Proverbios, el Eclesiastés y el libro de Job, es adonde resplandece la búsqueda que en Occidente se impondría como reflexión filosófica. Por llo se puede afirmar, sin ningún temor, que estos documentos constituyen una auténtica filosofía primigenia que debe atenderse así, con gran seriedad y una sólida disposición de aprender acerca de la condición humana confrontada por Dios desde las matrices más hondas del pensamiento hebreo antiguo. Algo similar puede decirse sobre el pensamiento prehispánico rescatado en la tesis doctoral de Miguel León-Portilla, La filosofía náhuatl (1956), redactada cuando no predominaba la aceptación de que las ideas anteriores a la conquista tuvieran ese valor o esa altura. Pues, como lo reconoce la filósofa mexicana Isabel Cabrera, en su libro memorable, acercarse al libro de Job en particular es como tocar tímidamente las aguas de un océano inabarcable, pero cuyo contacto no deja igual a quien lo lee, con todo y sus peculiaridades: “Los religiosos, que convierten el contorno en manifestación de lo sagrado, viven lo que para otros es azar indiferente, como muestra de la voluntad de Dios. Job es uno más en el interminable coro de voces que buscan en Dios el sentido de la vida y el sentimiento del sufrimiento; es una voz bellísima que convierte en poesía estas preguntas y envuelve en misterio sus respuestas”.28 A cada paso que se da en el interior de esta portentosa obra poética y dramática, es posible hacer un alto y observar cómo, en medio de los diálogos y monólogos de Job y sus amigos, y finalmente, entre Dios y Job, se deslizan y se desdoblan continuamente los argumentos procedentes de la experiencia de la sabiduría que el antiguo Israel fue capaz de dejar como un legado que aún consume nuestro tiempo y nuestras energías. Harold Bloom, el crítico judío estadounidense que exploró como pocos las 28

I. Cabrera, El lado oscuro de Dios. México, UNAM/FFL-Paidós, 1999, pp. 83-84. 21


características de la literatura sapiencial haciendo la pregunta obligada desde el título de una de sus obras, ¿Dónde se encuentra la sabiduría?, afirma desde un punto de vista muy personal, muestra de la asimilación de sus análisis: Durante más de medio siglo he estudiado y enseñado la literatura que emergió del monoteísmo y sus secularizaciones posteriores. ¿Dónde se encuentra la sabiduría? surge de una necesidad personal, que refleja la búsqueda de una sagacidad que pudiera consolarme y mitigar los traumas causados por el envejecimiento, por el hecho de recuperarme de una grave enfermedad y por el dolor de la pérdida de amigos queridos. A lo que leo y enseño sólo le aplico tres criterios: esplendor estético, fuerza intelectual y sabiduría. Las presiones sociales y las modas periodísticas pueden llegar a oscurecer estos criterios durante un tiempo, pero las obras con fecha de caducidad no perduran. La mente siempre retorna a su necesidad de belleza, verdad, discernimiento. La mortalidad acecha, y todos aprendemos que el tiempo siempre triunfa. «Disponemos de un intervalo y luego nuestro lugar ya no nos conoce”. […] Seamos devotos o no, todos aprendemos a anhelar la sabiduría allí donde pueda encontrarse.29

Bildad (“hijo de contienda”), el suhita, segundo amigo de Job, y quizá descendiente de Súa, el hijo de Abraham y Cetura (Gn 25.2), aparece en el escenario para presentar una fuerte diatriba en contra de las afirmaciones de inocencia que había escuchado hasta ese momento. En primer lugar, fustiga a Job por la supuesta violencia verbal con que se había expresado (8.2). la base de su argumentación está en el v. 3: “¿Acaso torcerá Dios el derecho, / O pervertirá el Todopoderoso la justicia?”, lo que se complementa con una observación concisa (“Si tus hijos pecaron contra Dios, / él les ha dado su merecido”, 4) y conclusión dura y directa: “” (Pero si tú eres inocente, / habla con él y pídele perdón; / él te protegerá y te recompensará / devolviéndote todo lo que tenías”, 5-6). Su razonamiento es simple: “…como Dios es justo, indujo el castigo final de tus hijos; a ti te ha castigado dejándote tiempo para pedir perdón y enmendarte”.30 Dios no tuerce el derecho es su consigna máxima e irrefutable y, a partir de ella, desdobla el principio de la retribución para malos y buenos: Mientras los malos son árbol que se seca, como los hijos, el bueno puede disfrutar de nuevo del favor de Dios. es decir, está metiendo a su amigo en el camino de la religiosidad interesada, y así está colaborando inocentemente con el satán y con la mujer de Job. Si ésta decía, “maldice a Dios y muérete”, Bildad viene a decir: “suplica a Dios y alégrate”; ambos proceden por sendas paralelas en la misma dirección. […] va a resultar que la venerable doctrina tradicional sobre la justicia de Dios en forma de retribución está más cerca del satán que del verdadero Dios.31

En ello, no se aparta de Elifaz, aunque razonando así, “para defender la justicia de Dios, pronuncia un juicio injusto contra los hijos y contra Job. Este simplismo dialéctico ya ha sido rechazado por Job en 6.25-29”.32 Bildad apela a la sabiduría de los ancestros, pues después de todo se consideraba una persona imberbe (vv. 8-10). Los malvados, agrega, necesitan la sabiduría divina, como las plantas acuáticas el agua (11-13). Esta imagen funciona para cerrar la argumentación deseada, pero que lleva hacia un complejo laberinto humano: ¿cómo defender la justicia divina sin incurrir en insensibilidad y desapego hacia el sufrimiento verdadero de los inocentes? He ahí el gran dilema de Bildad, de Job y de todo lector, ahora y siempre.

H. Bloom, ¿Dónde se encuentra la sabiduría? México, Taurus, 2005, pp. 13-14. L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, Job: comentario teológico y literario. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1983, p. 167. 31 Ibid., segundo énfasis agregado. 32 Ídem. 29 30

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8. “¿CÓMO SE JUSTIFICARÁ EL SER HUMANO ANTE DIOS?” (Job 9.1-13) 13 de septiembre

Ciertamente yo sé que es así; ¿Y cómo se justificará el hombre con Dios? JOB 9.2, RVR 1960

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uego de la apasionada defensa de la justicia de Dios por parte de su amigo Bildad, Job no se quedó atrás y respondió con una cada vez mayor intensidad en su argumentación, en esta ocasión aceptando sin ningún margen de duda la superioridad divina y su grandeza inconmensurable, algo que no dejó de hacer incluso cuando la amargura estaba a punto de someterlo. Ante la realidad incontrovertible de la justicia del Creador nada puede sostenerse en pie en el ámbito de lo humano. Ésa es la premisa básica de sus palabras en el cap. 9, pues la pregunta retórica que lanzó: “¿Cómo se justificará el ser humano ante Dios?” (v. 2), que puede sondearse en diversas traducciones para valorar los alcances de semejante propuesta [“ante Dios / nadie puede alegar inocencia” (TLA); ¿cómo puede una persona ser declarada inocente a los ojos de Dios? (NTV); ¿cómo puede un mortal justificarse ante Dios? (NVI)], abrió el debate acerca de las consecuencias de esa realidad absoluta en el terreno cenagoso de lo humano. La consecuencia más inmediata consiste en que, ante este hecho irrefutable, es imposible “litigar” o “contender con él” por la abundancia de razones que salen al paso (3). Su sabiduría absoluta es incontestable (4a) y “endurecerse” con él no conduce a nada bueno (4b; “¿Quién puede desafiar a Dios / y esperar salir victorioso?”). Su poder genuinamente cósmico va más allá de cualquier delirio de la imaginación: “arranca los montes con su furor” (5), “remueve la tierra de su lugar” (6), “extendió los cielos” (8) e hizo las grandes constelaciones (9). Sus obras son “grandes, incomprensibles, maravillosas y sin número” (10). Adondequiera que se voltee, la magnificencia divina lo llena todo. Avanzando luego de enumerar esta grandiosidad abrumadora, Job retoma el tono existencial y metafísico en la diferenciación abismal con Dios, en el contraste brutal del Creador y la criatura, pero con un sabor personal ineludible: “He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré; / Pasará, y no lo entenderé” (11). Ni siquiera antes de desear entablar un diálogo con Él es posible que la conciencia humana se sostenga ante esas dimensiones de lo divino. Cuando la mano de Dios arrebata, ¿quién podría reponer o sustituir lo que él ha hecho? (12a). Nadie, en su sano juicio, puede exigirle cuentas o interrogarlo sobre las causas de sus acciones (12b). Su furia sostenida es capaz de dominar a los soberbios (13). Ante todo ello, la pequeñez que sume Job es proverbial y pretender alternar con él es una gran insensatez. Los vv. 14-20 se extienden en este punto, al grado de que cualquier cosa que saliera de su boca, incluso “palabras escogidas” (14), resultarían ociosas. Incluso “siendo justo”, él no respondería (15). Y, en el caso de que lo hiciera, costaría trabajo creer que haya escuchado esta voz tan ínfima (16). El quebranto de que ha sido objeto de su parte ha sido escandaloso (17) y ha reducido su aliento al mínimo (18a) por lo que está lleno de amargura (18b). hablar otra vez de su poder es ya reiterativo (19) y afirmar su justicia sería completamente superfluo, inútil y perjudicial (20). La TLA es particularmente precisa: “Si de comparar fuerzas se trata, / ¡Dios es más poderoso! / Y si le abriera un juicio, / ¿quién podría obligarlo a presentarse? / ¡Aunque no he hecho nada malo, / mi boca me condena y resulto culpable!”. Toda esta cadena de reconocimientos condujo a Job a un callejón sin salida en la que sus quejas interminables (vv. 21-31) desembocaron en una conclusión no por diáfana, menos terrible y exacta: 23


“¿Cómo puedo atreverme / a citar a Dios ante un tribunal, / si soy un simple mortal? / ¿Qué juez en este mundo / podría dictar sentencia entre nosotros?” (32-33). Ante eso, únicamente se imponía el silencio dominado por el temor por causa de todo lo experimentado en carne propia: “Quite de sobre mí su vara, / Y su terror no me espante. / Entonces hablaré, y no le temeré; / Porque en este estado no estoy en mí” (34-35). Sólo así podría restaurarse el diálogo.

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9. ZOFAR ACUSA A JOB DE ARROGANCIA (Job 11) 27 de septiembre

¿Crees que puedes llegar a conocer los secretos del Dios todopoderoso? JOB 11.72, RVR 1960

D

espués de Elifaz y Bildad, el tercer amigo de Job, Zofar (“gorrión”, originario probablemente de una región del noroeste de Arabia) se presenta ante él para exponer sus razones. Job ha reprobado el comportamiento de sus amigos (“consoladores inoportunos”, los llama el teólogo católico peruano Gustavo Gutiérrez: “Se trata de teólogos competentes, aunque equivocados; convencidos de su doctrina, pero inconscientes de que ella no tiene nada que decir al sufrimiento humano” 33) y sus planteamientos teológicos y morales. Está desilusionado de esa amistad: “No siguen a Job en la desesperación, no aceptan su punto de partida […], sino que pretenden obligarlo a renegar de su propia existencia. Las respuestas que dan están por eso mismo fuera de lugar. Son las respuestas que dan los ricos a los pobres, los sanos a los enfermos: posiblemente verdaderas, mas para otra situación”.34 Ahora debe escuchar las palabras de alguien que, nuevamente, lo recrimina, primero, por su exceso de palabras (v. 2) y encima calificadas de vanas o falaces (3). Al asegurar estar en lo correcto Job (4), éste se expone a que Dios mismo lo acuse (5) y le enseñe sabiduría (6). Lo experimentado por él es parte de un justo castigo del Señor (6b) y no otra cosa, argumentó Zofar. Cuestionar la doctrina y la realidad de la retribución es cuestionar a Dios mismo y, más aún, pretender “conocer sus secretos” (7), algo completamente imposible para un ser humano. Nadie podrá alcanzar semejante conocimiento (8-9). Los vv. 10-11 subrayan que la conducta divina justa al administrar su voluntad pues distingue a la perfección quiénes son los tontos y los malvados, así como quién no merece su perdón. Si Dios llama a alguien a cuentas, nada podrá impedir que aplique su justicia. La sabiduría no se obtiene tan fácilmente (12), es difícil de lograr. De modo que Job debe aceptar que, si es piadoso, y se encuentra en una sana dinámica espiritual, debe dejar de hacer el mal y pedir perdón a Dios a fin de vivir sin ningún temor (1315). Finalmente, para Zofar, ésa es la ruta para salir de su situación de sufrimiento y recuperar la felicidad (16-19). Pero mientras eso no suceda, prácticamente Job se encuentra en el camino de los malvados, que “no podrán escapar: / sus ojos se irán apagando, / hasta que les llegue la muerte” (20). Todo lo expuesto por Zofar se mueve en el terreno de la retribución: la segunda parte del capítulo contiene una serie de diez bendiciones prometidas a la persona honrada y fiel a Dios. las bendiciones están condicionadas.35 “Al recoger la idea de Elifaz (5.21s), acusa implícitamente a Job”. La distancia infranqueable entre Dios y la humanidad hace que la supuesta arrogancia de Job sea insostenible, pues el ser humano, tal como sugiere Zofar “ni comprende a Dios ni se conoce a sí mismo”. 36 Al ser imposible pleitear con Dios, el único camino que resta es la conversión, pero el problema planteado es, por así, decirlo, la “envoltura” o el “ambiente” de esa conversión. Rodeada del hálito de la retribución, la conversión puede ser profundamente interesada, por lo que esa doctrina tiene que ser revisada para adecuarla a quienes sufren sin motivo (como fue el caso del ciego de nacimiento en Juan 9).

G. Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Una reflexión sobre el libro de Job. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1986, p. 71. 34 Bruno Maggioni, Job y Cohélet. La contestación sapiencial en la Biblia. Bilbao, Desclée de Brouwer, 1993, p. 31 35 L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, Job: comentario teológico y literario. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1983, p. 198. 36 Ídem. 25 33


Gutiérrez (Perú, 1928), quien hace dialogar magníficamente al personaje bíblico con la poesía de César Vallejo, encontró algunas preguntas esenciales a propósito de Job: …¿cómo en esa situación hablará Job de Dios?, ¿lo rechazará?, ¿su piedad y justicia estaban acaso basadas en el bienestar material? […] El asunto supera, evidentemente, el caso de una persona. La cuestión es ancha y radical: ¿cómo encontrar un lenguaje sobre Dios desde el sufrimiento del inocente? Éste es, con todas sus consecuencias sobre la comprensión de la justicia y la gratuidad de Dios, el gran tema de la obra. […] La cuestión que preocupa al autor es la posibilidad de una religión desinteresada, de un creer por nada; para él sólo una fe y un comportamiento de esta naturaleza puede dirigirse a un Dios que ama libre y gratuitamente. 37

Con este amigo de Job en el escenario termina la primera sección del libro. Ante tantas personas que experimentan esto en nuestro contexto, las palabras de Zofar sobre la aparente arrogancia de Job nos deben hacer reflexionar sobre los Jobs anónimos que nos rodean y están ahí, elevando éstas y otras preguntas más al Creador y Sustentador de la vida.

37

G. Gutiérrez, op. cit., p. 49. 26


Octubre DESAFÍO Y PROMESA: LA REFORMA PROTESTANTE FRENTE AL LIBRO DE JOB 10. DESAFÍO Y PROMESA: LA REFORMA PROTESTANTE FRENTE AL LIBRO DE JOB 4 de octubre

Antes, cuando yo llamaba a Dios, él siempre me respondía; en cambio, ahora, hasta mis amigos se burlan de mí; no soy culpable de nada, pero todos se burlan de mí. JOB 12.4, TLA

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n cada conmemoración por el surgimiento y consolidación de la Reforma Protestante (en todas sus expresiones geográficas e históricas) no debería quedar lugar a dudas sobre los tipos de escuela que ella ha representado para los/as creyentes adscritos a su influencia. En primer lugar, la Reforma es una escuela de lectura de la Biblia, tenaz y renovada, con el fin de encontrar la voluntad divina en sus páginas y plasmarla en la realidad transformada por la divinidad. En segundo, es una gran escuela de fe y espiritualidad que nos enseña quién es Dios, qué es el mundo creado por él y cómo se relaciona la humanidad con él como parte de un gran pacto de salvación. Y finalmente, es también una sólida escuela teológica que ha sido capaz, con todo y sus altibajos, de mantener la presencia cristiana en las sociedades como un bastión espiritual y cultural siempre dispuesto al diálogo transformador. Atacada y malinterpretada por igual, incluso por muchos de quienes deberían exponerla con claridad y suficiencia, se mantiene no como un monumento del pasado sino, más bien, como un espacio de acogida para todo aquél que desee beber de los inmensos manantiales de la fe en Jesucristo para otorgar sentido a la existencia y adquirir una vocación para la misión de extender el evangelio. Sin ánimo de homenajearla acríticamente, este nuevo acercamiento a la Reforma está permeado por los acontecimientos que estamos viviendo y que obligan a interrogarla acerca de cómo reaccionar ante la presencia global de una enfermedad que sigue amenazando a la humanidad. En el siglo XVI, el contexto social estaba dominado por el enorme temor apocalíptico que ocasionaba la cercanía de la peste que arrasaba con poblaciones enteras y que no dejó de diezmar a algunas ciudades que abrazaron el cambio religioso. Incluso, algunos dirigentes y miles de fieles murieron por causa de ella, como fue el caso del español Francisco de Enzinas (1518-1552), traductor del Nuevo Testamento (que entregó en sus manos al emperador Carlos V en Bruselas) quien sucumbió en a los 34 años en Estrasburgo.38 Muy al principio de esta pandemia, muchos recordaron las palabras de Lutero sobre la peste en una carta de agosto de 1527 en respuesta a Johan Hess, líder de la Reforma en Silesia. Allí afirmó: “Debo evitar lugares y personas para quienes mi presencia no es necesaria para no contaminarme, y posiblemente infectar y contaminar a otros para causar su muerte como resultado de mi negligencia. Si Dios quiere llevarme, definitivamente me encontrará, hice lo que espera de mí, así que no soy responsable de mi muerte misma o la de los demás. Mira, esta es una fe temerosa de Dios, porque no es impetuosa ni tonta, y no tienta a Dios”.39 38 Cf. Michael Becht, “Francisco de Enzinas”, en Walter Kasper

et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, p. 183. 39 M. Lutero, “Sobre si se debe huir de una plaga mortal”, disponible en inglés, en el sitio: https://rockrohr.net/wpcontent/uploads/2014/03/Luther-WHETHER-ONE-MAY-FLEE-FROM-A-DEADLY-PLAGUE.pdf. 27


En la historia de la iglesia hay una multitud de ejemplos acerca de cómo se ha leído el libro de Job, lo que constituye también una sólida enseñanza para todos los tiempos. En su lectura e interpretación del libro, los reformadores no dejaron de considerar a Job como un modelo de fe y afrontaron los problemas derivados de la reacción a su sufrimiento y su incesante búsqueda de diálogo con Dios. En ello no se apartaron mucho del modelo dominante de interpretación. Para Lutero y Calvino, “Job es un héroe solitario de la fe, luchando valientemente contra la duda, el diablo y la incertidumbre. Es fácil ver cómo sus propias inclinaciones psicológicas contribuyeron a la formación de esa imagen, pero tal vez sea más difícil admitir que fue su tradición, sus personalidades y el espíritu de su época, más que el texto del libro de Job, lo que determinó su configuración”.40 En el cap. 12, como parte de su respuesta a Zofar, Job reconoce que previamente a su crisis, Dios le respondía siempre (v. 4), pero que ahora lo que encuentra es sólo silencio. La facilidad de sus amigos para criticarlo sin compartir ese sufrimiento era una fuente más de dolor para él (v. 5). Las afirmaciones de los vv. 13-14 muestran a Job en pleno dominio de una sana conciencia sobre las acciones de Dios y de su dominio sobre los acontecimientos: “Dios tiene sabiduría y poder; / hace planes y éstos se cumplen. / Si Dios derriba algo, / nadie puede volver a levantarlo. / Si Dios apresa a alguien, / nadie puede ponerlo en libertad.”, algo que los reformadores reconocieron y aceptaron puntualmente. Y todavía en los vv. 1723, Job se da tiempo para observar el comportamiento divino en relación con los políticos, algo sumamente extraordinario, dada su condición. Lutero comentó sobre las características del libro: Cuando la muerte se aproxima y Dios se aparta, sus palabras muestran qué tipo de pensamientos en contra de Dios tiene un hombre, por más santo que sea, cuando le parece que Dios no es Dios, sino más bien un juez y un tirano enfurecido que ataca con fuerza brutal, sin interesarse por el vivir correcto de nadie. Éste es el punto álgido del libro. Sólo lo comprenden aquellos que ya experimentaron y sintieron lo que es sufrir la furia y el juicio de Dios, mientras su gracia permanece oculta.41

David A.J. Clines, “Job and the spirituality of Reformation”, en W. Peter Stpehens, ed., The Bible, the Reformation and the Church. Essays in Honour of James Atkinson. Sheffield Academic Press, 1995, p. 58. Versión: LC-O. 41 M. Lutero, “Prefacio al libro de Job”, en Obras, tomo 6, Buenos Aires, La Aurora, 1979, p. 62. 28 40


11. LUTERO LEE A JOB: “LENGUAJE VIGOROSO Y MAGNÍFICO” (Job 13.1-16) 11 de octubre

Voy a defenderme ante Dios, aunque él quiera matarme; voy a jugarme la vida, pues no tengo nada que perder. JOB 13.14-15, TLA

L

os reformadores del siglo XVI no solamente propugnaron por un vigoroso retorno a la primacía de las Sagradas Escrituras en la vida de fe de la iglesia sino que además practicaron intensamente la interpretación bíblica para ponerla al servicio de la predicación y el estudio cotidiano. Con esa orientación expresa, Martín Lutero quiso hacer un servicio a la iglesia y, para tal fin, redactó una serie de prefacios a cada sección y libro de la Biblia que se pueden leer hasta la fecha con mucho provecho. En el caso del libro de Job, su abordaje y apropiación se debió, sobre todo, a la manera en que se identificó con el personaje hasta el punto de que es difícil distinguir cuándo se refiere a sí mismo y cuándo a Job. En el prefacio en cuestión, escrito en 1524, se refiere al libro como un texto difícil por su lenguaje. Dice, yendo de frente hacia lo esencial de su contenido: “…el que lo compuso trata la cuestión de si también en el caso de los piadosos la desgracia procede de Dios. En esto Job se mantiene firme, sosteniendo que Dios somete a tormento también a los piadosos sin causa alguna, solamente para su alabanza, como atestigua también Cristo respecto del ciego de nacimiento, Juan 9”.42 Al hablar de los amigos de Job, afirma que ellos buscaban “defender a Dios en el sentido de que no castiga a ningún piadoso. Si castiga a alguien, es porque éste ha pecado. Tienen de Dios y de su justicia un concepto propio del mundo y de los hombres, como si Dios fuera igual a los hombres, y su derecho igual al derecho del mundo”. A pesar de su brevedad (cinco párrafos), el prefacio apunta hacia los aspectos controversiales del libro con solvencia y profundidad. Así califica el proceder de Job: “Es cierto que también Job, al caer en la angustia de muerte, habla demasiado contra Dios por la debilidad humana y peca en el sufrimiento, insistiendo no obstante en que no ha merecido tal sufrimiento más que otras personas, lo cual es cierto”. Para Lutero, el autor de la historia dramática llega a la conclusión de que sólo Dios es justo, y que, sin embargo, un hombre puede estar en lo justo ante el otro, incluso delante de Dios. Pero el hecho de que Dios hace tropezar a sus grandes santos ha sido escrito para nuestro consuelo, especialmente en la adversidad. Pues, antes de caer en angustia de muerte, Job alaba a Dios por el robo de sus bienes y por la muerte de sus hijos. Pero, cuando se acerca al umbral de la muerte y Dios se retira, sus palabras evidencian los pensamientos que abriga contra Dios un hombre —por muy santo que sea— en la angustia de muerte, cómo le parece que Dios no es Dios, sino un juez y un tirano colérico que procede con violencia y no pregunta por la vida proba de nadie.43

Lutero destaca que el lenguaje del libro “es tan vigoroso y magnífico como el de ningún otro en toda la Escritura” para luego abundar en algunas dificultades de traducción con ejemplos puntuales y sobre los propósitos de su labor en ese campo. Lo cierto es que, como subraya el notable estudioso australiano David J.A. Clines en un magnífico análisis sobre el impacto de la espiritualidad que brota de este libro en la Reforma Protestante: “Lutero nunca escribió ni dio conferencias sistemáticamente sobre Job, por lo que su construcción del carácter de Job debe extraerse poco a poco del corpus de sus escritos. Pero no es difícil discernir las líneas generales de su visión de Job, porque hay algunos temas distintivos 42 43

M. Lutero, “Prefacio al libro de Job”, en Obras de Martín Lutero. Vol. 6. Buenos Aires, La Aurora, 1976, p. 62. Ídem. 29


que se repiten constantemente”.44 De ese modo, este autor demuestra cómo en diversos lugares de sus comentarios bíblicos Lutero habla de Job como un modelo de fe y como un personaje crucial para la definición de una fe individualizada, justamente en la línea de los postulados de la Reforma eclesial y teológica que él condujo. Por ejemplo, en su comentario sobre Gálatas 2.18 (“Si yo digo que la ley no sirve, pero luego vuelvo a obedecerla, demuestro que estoy totalmente equivocado”), dice: “Dios, que no puede mentir, declara a Job un hombre justo e inocente en el primer capítulo (Job 1.8). Sin embargo, más tarde Job confiesa en varios pasajes que es un pecador, especialmente en los capítulos noveno y séptimo... (9.20; 7.21). Pero Job debe estar diciendo la verdad, porque si estuviera yaciendo en la presencia de Dios, Dios no lo declararía justo. En consecuencia, Job es justo y pecador (simul justus, simul peccator)”.45 Lutero se identificó hondamente con el conflicto que Job debió sentir, atrapado como estuvo en la paradoja entre piedad y culpa. ¿Cómo manejó Job ese problema?, se preguntó Lutero. Así lo expresa al comentar el Salmo 34: “Nadie bendice al Señor, excepto el que está enojado consigo mismo y se maldice a sí mismo y a quien solo Dios agrada. Entonces Job maldijo el día de su nacimiento (Job 3.1). El que se considera a sí mismo como cualquier cosa que no sea completamente detestable, claramente se alaba a sí mismo en su boca... [Nosotros] nunca alabamos a Dios correctamente a menos que primero nos menospreciemos a nosotros mismos”.46 Pero quizá sean las palabras de Job 9.28 (“…pero me asusto de tanto sufrimiento, / pues sé bien que, ante Dios, / no resulto inocente”), las que más llamaron la atención del reformador, puesto que él no experimentaba confianza en sus propios méritos, muy en consonancia con sus avances teológicos sobre la doctrina de la gracia: “[Nuestra] preocupación total debe ser magnificar y agravar nuestros pecados y así siempre acusarlos más y más... Cuanto más profundamente una persona se ha condenado a sí misma y magnificado sus pecados, es más apta para la misericordia y gracia de Dios... [Nosotros] sobre todo y en todas las cosas deberíamos estar disgustados [con nosotros mismos] y así con Job temer todas nuestras obras (Job 9.28)”.47 este texto fue especialmente impactante para él, pues lo citó una y otra vez para hablar del riesgo de confiar en sus propias obras (“Temí todas mis obras”, en contraste con la versión de la Vulgata, referida a los “dolores”): “Lutero se deleitó [en él] como una expresión de los peligros de la justicia por las obras”,48 de ahí su constante referencia a él. Para Lutero, “Job refleja una profunda tensión en Lutero de autonegación: ‘No me permitas considerar nada carnal como agradable para Ti....’ Así sucede en Job 3. Sí, la carne está maldita, y Job ora para que no sea contado con sus sentidos, para que el espíritu sea salvo” (Sobre el Salmo 69.27).49 Su valoración general del conflicto expuesto en el libro es sumamente edificante, pues sugiere que “la misma adversidad puede entonces funcionar como un ejemplo de tentación satánica a la desesperación y pérdida de la fe, y como un ejemplo de prueba divina”: “A veces Dios envía castigos, no porque encuentre en el hombre un pecado que merezca tal castigo, sino porque quiere poner a prueba su fe y paciencia. Job no merecía tales castigos... Tiende a instruirnos y

Ídem. David A.J. Clines, “Job and the spirituality of Reformation”, en W. Peter Stephens, ed., The Bible, the Reformation and the Church. Essays in Honour of James Atkinson. Sheffield Academic Press, 1995, p. 59. Versión: LC-O. 46 Ibid., p. 60. 47 Ídem. 48 Ídem. 49 Ídem. 30 44 45


consolarnos cuando aprendemos que Dios a menudo hace que incluso los inocentes experimenten las desgracias y los castigos más graves, simplemente para ponerlos a prueba” (Sobre Gén 12.18-19).50 Ecos de toda esta percepción del reformador son claramente identificables en el Job 13, adonde, una vez más, el personaje reivindica su calidad moral (v. 2) y vuelve a solicitar el diálogo directo con Dios (v. 3), dado que sus amigos no aportan gran cosa (4-5, 12) al querer defender a Dios con engaños (7-8). Dios acabaría con ellos (9-11) y él defenderá su causa pues ya no tiene nada que perder (13-15). Sus palabras son finales son dignas de su fe persistente y bien situada: “Ningún malvado se atrevería / a presentarse ante él, / así que él mismo me salvará” (16).

50

Ibid., p. 62. 31


12. REPROBACIÓN Y ELECCIÓN: CALVINO EXPLICA LAS DESVENTURAS DE JOB (Job 14.1-16) 18 de octubre

¡Ojalá me llevaras al sepulcro y que allí me ocultaras mientras pasa tu cólera, y una tregua me dieras para acordarte de mí luego! JOB 14.13, versión de Francisco Serrano

A

diferencia de Lutero, que se ocupó sólo de manera fragmentaria del libro de Job y su contenido, Juan Calvino le dedicó cerca de 160 sermones predicados entre 1554 y 1555, lo que constituye un auténtico océano dentro de su producción interpretativa y homilética. El impacto de ese libro en su espiritualidad, desplegado en tan abundante cantidad de reflexiones, muestra cómo afrontó el análisis religioso, espiritual y teológico de su complejo entramado. Para él, básicamente “Job representó el reconocimiento de la incapacidad para comprender lo divino”.51 En el sermón sobre Job 1, afirma, como parte de una introducción a las dificultades de su historia: Para sacar verdadero provecho al contenido de este libro, debemos conocer en primer lugar su designio. La historia que encontramos escrita aquí nos muestra de qué manera estamos en las manos de Dios, y que es cosa suya ordenar nuestras vidas y disponer de ellas conforme a su buena voluntad, y que es nuestro deber someternos a él con toda humildad y obediencia; es totalmente razonable que seamos completamente suyos, tanto para vivir como para morir; incluso, si él quisiera levantar su mano contra nosotros, aunque no percibiéramos su motivo, de todos modos habríamos de glorificarle siempre, reconociendo que él es justo y equitativo, absteniéndonos de murmurar contra él, a efectos de no discutir con él, sabiendo que si luchamos contra él seremos derrotados.52

Y agrega: “…esto es lo que hemos de recordar de esta historia, es decir: Dios tiene tal dominio sobre sus criaturas que está en su derecho de disponer de ellas según le plazca; y si muestra una severidad que al principio nos resulta extraña, aun así, hemos de guardar silencio para no murmurar; hemos de reconocer, en cambio, que él es justo, esperando que nos declare el porqué de su castigo”.53 Como se puede apreciar, la perspectiva del reformador puede sonar muy dogmática, pero eso se atenúa al observar la forma tan minuciosa con que se ocupó del personaje y de sus implicaciones para la fe cristiana de su tiempo. Porque, tal y como ha observado Harold Bloom, Calvino es uno de los comentaristas más convincentes. Observa: “Maimónides negaba la sabiduría de Job, su paciencia sin límites ante la faz de la calamidad. No obstante, ¿quién puede ser sabio en un poema en el que Dios sólo conoce la sabiduría de la fuerza? Los Consoladores de Job gozan de la sabiduría de Dios, pero en la práctica son más satánicos que el acusador. Su apologista es Calvino, que refuerza sus argumentos con una especie de demencial elocuencia”.54 Y para demostrarlo, cita su segundo sermón: Pues la mejor prueba que podía dar Job de su paciencia era decidir permanecer completamente desnudo, en la medida en que eso era lo que complacía a Dios. Seguramente los hombres resisten en vano; puede que tengan que apretar los dientes, pero sin duda regresan totalmente desnudos a la fosa. Incluso los paganos han dicho que sólo la muerte muestra la pequeñez del hombre. ¿Por qué? Porque poseemos un abismo de codicia, y nos gustaría engullir toda la

David J.A. Clines, “Job and the spirituality of Reformation”, en W. Peter Stephens, ed., The Bible, the Reformation and the Church. Essays in honour of James Atkinson. Sheffield Academic Press, 1995, p. 66. Versión: LC-O. 52 J. Calvino, Sermones sobre el libro de Job. Trad. de Guillermo Krätzig. Jenison, TELL, 1988, p. 27. 53 Ídem. 54 H. Bloom, ¿Dónde se encuentra la sabiduría? México, Taurus, 2005 (Pensamiento), p. 20. 32 51


tierra; si un hombre posee muchas riquezas, viñas, prados y posesiones, no es bastante; Dios tendría que crear nuevos mundos si pretendiera satisfacernos.55

El método calviniano para abordar la problemática planteada por este libro bíblico es sencillo, aun cuando requiere que se abandonen las fórmulas fáciles para tratar el dilema del sufrimiento de un inocente. En el primer sermón lo explica suficientemente: …hemos de notar que a lo largo de toda la disputa Job defiende un buen caso, en tanto sus adversarios defienden un caso pobre. Pero es más, Job, teniendo un buen caso hace una defensa pobre, mientras que los otros, teniendo un caso pobre hacen una defensa pobre, mientras que los otros, teniendo un caso pobre hacen una buena defensa. Cuando hayamos entendido esto, nos será como una llave para abrirnos todo el libro ¿Cómo es que Job presenta un buen caso? Él sabe que Dios no siempre aflige a los hombres conforme a la medida de sus pecados, sino que tiene sus juicios ocultos, de los cuales no nos rinde cuentas; Job sabe que nosotros tenemos que esperar hasta que él nos revele la razón de hacer esto o aquello.56

Esto quiere decir que, aunque no lo parezca, Calvino simpatiza con Job y con su causa, pero sobre todo con la manera en que la defendió delante de todos/as (esposa, amigos, Job, la posteridad…). Lo que le permitió detenerse en cada momento expuesto en el libro con singular agudeza y profundidad. Así, se permite criticarlo y, al mismo tiempo, reconocer cómo intentó no oponerse al designio divino sino más bien explicarlo desde su condición sufriente: “Éste es un caso auténtico y bueno, aunque su presentación es pobre; porque ahora Job se sale de las casillas y hace proposiciones exageradas, demostrando de diferente manera que en muchos sentidos está desesperado. Job está tan acalorado que aparentemente quisiera oponerse a Dios. En consecuencia, tenemos aquí un buen caso mal presentado”.57 Sirve de mucho observar los títulos de los sermones y las porciones específicas de las cuales se ocupa para apreciar en todo su valor la destreza interpretativa del reformador francés. David J.A. Clines sondea en esas honduras y explica: Job representa la tensión entre las convicciones piadosas y la debilidad humana. Para Calvino, el Antiguo Testamento en general sirve como un espejo de la vida y la experiencia cristianas, y Job en particular refleja “cómo los hombres [buenos] a menudo actúan bajo pruebas severas. Él desea obedecer a Dios, pero sus emociones y sufrimientos lo superan... Job, bajo la mano de Calvino, se convierte en un espejo de nuestra propia debilidad”. Cuando maldice el día de su nacimiento, Calvino escribe: “Aquí hay un conflicto, en el que por un lado se revela la debilidad del hombre, y por el otro vemos que todavía tiene alguna fuerza para resistir la tentación... Job ya no tiene la misma perfección completa que antes... ha querido obedecer a Dios; pero sin embargo no ha logrado el bien que deseaba” [Sobre Job 3.1-10].58

En el sermón sobre el cap. 14, de título estremecedor (“Si Dios fuera nuestro adversario”), se concentra en los vv. 13-16 y encuentra que lo más sobrecogedor del instante descrito ni siquiera es el sufrimiento o la enfermedad sino el hecho mismo de experimentar a Dios o intuirlo “como adversario”: …cada vez que oímos que quienes fueron afligidos por la mano de Dios desearon la muerte y desearon ser ocultados en el sepulcro, sepamos que esto es lo que debemos tener por sobre todas las cosas, es decir, que Dios se declare en nuestro adversario. Cuando estemos persuadidos de que este es el mayor peligro que le puede ocurrir al hombre, trataremos por todos los medios de volver a él. Cuando nuestros pecados nos vengan a la memoria, diremos, “Ay ¡qué situación es la nuestra! Porque si Dios se declara enemigo nuestro ¿qué nos queda por hacer? ¿Cuál será nuestra condición?”. Entonces, estemos prevenidos, notemos cuan solícitos debemos ser en buscar a Dios para obtener su

Ídem. J. Calvino, op. cit., p. 28. Énfasis agregado. 57 Ídem. 58 D.J.A. Clines, op. cit., pp. 67-68. 55 56

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gracia, de manera de no descansar hasta que esté reconciliado con nosotros. Ya ven ustedes a qué uso debemos aplicar esta doctrina.59

El remate de las palabras de Job toma un horizonte alentador (vv. 14b-15) y Calvino lo reconoce sin mezquindad: “Job quiere mostrar cuál es el cambio que ha estado esperando. Es que Dios tenga gracia de la obra de sus propias manos. Es cierto que algunos exponen este pasaje como que Dios aplastaría la obra de sus manos. Es una interpretación forzada. Entonces, solamente quiere indicar que soportará en quietud la demora de Dios hasta que, efectivamente, muestre que lo aceptará como criatura suya. Y es por eso que dice aquí: ‘Te responderé cuando me llames’. Porque Job afirma que ya no huirá de Dios, ni retrocederá cuando él le llame, sino que estará dispuesto a venir, en efecto, con su disposición pronta. ¿Y por qué? Porque sabe que Dios se revelará con piedad hacia él”.60

59 60

J. Calvino, op. cit., pp. 78-79. Ibid., pp. 87-88. 34


Noviembre “EN MI CARNE HE DE VER A DIOS”: LA AFIRMACIÓN DE LA VIDA EN EL LIBRO DE JOB 13. “EN MI CARNE HE DE VER A DIOS”: LA AFIRMACIÓN DE LA VIDA EN EL LIBRO DE JOB (Job 15.1-20) 1 de noviembre

¿Has escuchado acaso los secretos de Dios? ¿Quizá acaparas la sabiduría? ¿Qué sabes que nosotros no sepamos?, ¿o qué comprendes que se nos escape? JOB 15.8-9a, versión de Francisco Serrano

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a versión del libro de Job del poeta mexicano Francisco Serrano (1949) está precedida por una introducción que recoge algunas apreciaciones importantes, especialmente las relacionadas con los diversos enfoques acerca de su contenido: “Existen muchas lecturas de El libro de Job. […] Otra se plantea como una indagación del problema del mal: ¿a qué se debe el sufrimiento injustificado del inocente?, ¿por qué existe el mal en el mundo?”.61 Una más “señala que Dios es inexplicable e inescrutable y que su naturaleza no puede ser comprendida por el hombre. […] El universo existe y en él existen nuestra desdicha y nuestra felicidad, no sabemos por qué”. Más adelante, agrega: “El personaje que describe el poema es todo lo contrario de la imagen que la iglesia ha querido popularizar. No es el resignado y paciente siervo de Dios, sino un ser humano angustiado e indignado que padece lo que a su juicio es un castigo injusto y que protesta con violencia por el modo como Dios lo trata”. Y concluye, retratando la personalidad de los amigos del personaje: “Elifaz aparece como un místico versado en la tradición profética. Bildad, como un sabio que se apoya en la autoridad irrefutable de la tradición. Zofar es un dogmático impaciente y suelto de lengua que expone lo que él considera son las vías incomprensibles de Dios”. A medida que avanza el libro, según muestra su estructura, en los monólogos y diálogos de Job (él habla en el cap. 3, un monólogo; 6-7, 9-10 y 12-14, en la primera roda de diálogos; 16-17, 19 y 21, en la segunda; 23-24, 26-27, en la tercera; 29-31, otro monólogo; y finalmente su respuesta a Dios: 42.1-6, casi 20 caps. en total) se van deslizando algunas afirmaciones que, como parte de la mezcla de sentimientos y exigencias que brotan de sus labios incluso de forma desmesurada, apuntan hacia la expresión positiva (y renovada, por causa del sufrimiento que las produjo) de la fe, de la vida y de la justicia divina. Los capítulos se suceden y, sobre todo cuando Job toma la palabra, es posible advertir cómo evoluciona su pensamiento hacia esas derivaciones no dogmáticas que constatan lo que ciertamente se daba por sentado, pero que mediante la construcción poética proyecta las ideas y creencias de un modo notable. Así es como van a ir surgiendo algunas de las frases más reveladoras que resumen bien esa afirmación de la vida, el bien y la justicia, además de una sana espiritualidad, en medio de la angustia y el dolor que experimentaba. Esos énfasis particulares aparecen de manera relampagueante e inesperada en el cap. 19, en donde Job llega a conclusiones que anticipan su respuesta final a Dios y que aquí funcionarán como la base temática de la reflexión en el sentido de la afirmación de la vida en el contexto de enfermedad, desolación e incomprensión. y “Yo sé que mi Redentor vive, / y al fin se levantará sobre el polvo;” (19.25, F. Serrano, “Introducción”, en El libro de Job. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2011 (Cien del mundo), p. 11. 35 61


RVR1960), “Y después de deshecha esta mi piel, / en mi carne he de ver a Dios” (19.26) más socorrida la primera en la memoria de los/as lectores por causa de su aparente reconocimiento dogmático de la realidad divina, aunque en realidad los versos finales desarrollan más lo que se ha dicho capítulos atrás como resultado de la ansiedad y la desesperación ante el riesgo de ser visto como alguien que ha ocultado sus pecados para evadir el castigo de Dios, después de haber sido premiado abundantemente según el esquema clásico de la doctrina de la retribución, que es cuestionada radicalmente en el proyecto global del libro. Previamente, en el cap. 15, Elifaz no dejó de fustigar a Job con una bien trabajada ronda de acusaciones y cuestionamientos sobre su actitud calificada como soberbia. Una vez más le reprocha a Job sus “palabras de aire” (v. 2), sus “vanos argumentos” y “sus discursos inútiles” (v. 3). La dura argumentación señala que su amigo “desestima la piedad” y “menosprecia la oración” (4), algo que debió calar muy hondo en su conciencia, dado que el retrato de Job no coincide con ella. Al apuntar hacia la posible culpabilidad que inspiraría sus palabras, el sufriente corrió el riesgo de “adoptar el lenguaje del malvado” (5), una insinuación directamente proveniente de las observaciones de la literatura sapiencial. Tal como señala Fray Luis de León: “…entiende por mal sabidos, unos presumidos que confían en su juicio, y en lo que llamamos prudencia humana, que mide las cosas todas por su razón, y en todo quiere saber un punto más, y hacer sentencia y juicio: a los cuales lo que la religión enseña, y toda la doctrina de la otra vida, les parece cosa de burlería y de risa”.62 “¿Puede dárselas Job de sabio? […] Habla arrastrado por la pasión, con argumentos capciosos y frases hinchadas. En el terreno de la sabiduría está ya derrotado”.63 Elifaz acusa a Job de padecer el “síndrome de Adán”, de sentir que es el primero en advertir las honduras de la realidad (7) y de sentirse con una escondida sabiduría superior (8-9), mejor que la de los ancianos (10). “Dios mismo te consuela / y te habla con cariño, / pero eso no te importa” (11): eso le añade un énfasis más duro al reproche. “Revolverse contra Dios con furia” (12-13) lo muestra caprichoso en el trato con Dios: en sus relaciones con Él tampoco tiene de qué gloriarse. “Con su empeño en pleitear con Dios elimina el acceso humilde y normal de la súplica”. 64 Y es que ante Dios nadie puede ser puro (14) y la desconfianza divina ante sus criaturas es máxima (15-16). Por ello, Job debía atender estas palabras exhortativas procedentes de la sabiduría ancestral (17-18), aun cuando el estilo es agresivo y desproporcionado. La vigencia de la retribución hacia los malos es una acción constante de Dios y él debería percibirlo y así evitar el castigo, del cual no escapan ni los tiranos (20). Lo que sigue es una enumeración, sentenciosa y reiterativa, sobre el camino y destino final de los malvados (21-35), típica del enfoque sapiencial. Acaso habría que ver, en toda la acumulación de críticas que recibió, el caldo de cultivo para su nuevo acercamiento a la magnificencia de la vida. Quizá la cercanía continua de la muerte contribuyó a modificar progresivamente su visión y a incubar en su corazón una luz que le haría ver la existencia desde el prisma del sufrimiento asimilado. Job respondería este nuevo ataque y seguiría en su ruta hacia la recuperación de la luz y en la búsqueda de los chispazos de esperanza, que, como relámpagos en la noche más oscura, llegarían hasta él para alumbrar su camino. Afirmaría la vida, entonces, con singular claridad. Fray Luis de León, Exposición del libro de Job. Buenos Aires-Madrid, Hyspamérica, 1985 (Biblioteca personal Jorge Luis Borges, 25), p. 264. 63 L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, Job. Comentario teológico y literario. Madrid, Ediciones Cristiandad, p. 241. 64 Ídem. 36 62


14. “DIOS ME DEFENDERÁ / COMO QUIEN DEFIENDE A UN AMIGO” (Job 16.9-22) 8 de noviembre

A la memoria de Jesús Gallegos Blanco Ante Dios lloro amargamente, porque mis amigos se burlan de mí. Dios me defenderá como quien defiende a un amigo. JOB 16.21-22, TLA

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o fue extraño para la antigua sabiduría de Israel el tema de la amistad. La posibilidad real de que, sin ninguna relación familiar o consanguínea, una persona encuentre en otra un completo espacio de simpatía, cariño y complicidad profunda, fue observada muy de cerca por el pensamiento bíblico ancestral. Y no se trata, como muchos suponen de idealizar la relación entre las personas sino de afirmar lo que con tanta claridad señalan Proverbios 17.17 (“El amigo siempre es amigo, / y en los tiempos difíciles / es más que un hermano”), 18.24 (“Con ciertos amigos, / no hacen falta enemigos, / pero hay otros amigos / que valen más que un hermano”) y Eclesiastés 4.9-10: (“’Más valen dos que uno’, porque sacan más provecho de lo que hacen. Además, si uno de ellos se tropieza, el otro puede levantarlo. Pero ¡pobre del que cae y no tiene quien lo ayude a levantarse!”). En el libro de Job, los amigos del protagonista plantean una enorme ambigüedad con su intención, primero, de acompañarlo solidariamente, y segundo, de aconsejarlo sobre lo que debía hacer delante de Dios. Más tarde, comenzaron a recriminar sus palabras y actitudes, convirtiéndose en celosos defensores de Dios y de la doctrina de la retribución. Job entabló, entonces, contra ellos un juicio moral y reafirmó la primera parte de Prov 18.24: “Con amigos así…”. Pero lo cierto es que, cuando respondió acremente sus juicios de valor y su crítica acerca de su relación con Dios, hurgó dentro de sí mismo y se asomó a la posibilidad de que Dios mismo estuviera más allá de esa amistad extraña que le mostraron Elifaz, Bildad y Zofar. La traducción de Job 16.21 sigue en discusión por sus diversos matices (“que mi amigo [Dios] se deje encontrar por mí”, Duhm, 1897; “Y ahora, si está en el cielo mi testigo / y en la altura mi defensor […] / que juzgue entre un varón y Dios, / entre un hombre y su amigo”, Schökel y Sicre [19, 21]; “¡Cómo quisiera yo discutir con Dios, como lo hacemos con nuestros semejantes!”, RVC; “Necesito un mediador entre Dios y yo, como una persona que intercede entre amigos”, NTV…) expone precisamente esa posibilidad que Job sugirió como un ansioso deseo para que le ayudara en penosa situación, puesto que, al dirigirse nuevamente a Elifaz y referir cómo se ha comportado Dios con él, esperaría un cambio profundo en su actitud. Si la divinidad lo había “entregado a injustos” y lo había dejado “en manos de malvados” (16.10-11) me dejó. Estaba agobiado por las flechas divinas (12-14), y su rostro “enlodado con el llanto” y sus “párpados amortecidos” (16), además de que Dios lo había quebrantado “con pena sobre pena” (recuerda el poema “Umbrío por la pena”, de Miguel Hernández). A pesar de no haber injusticia en sus manos “y de haber sido pura mi oración” (17). Lo que necesitaba urgentemente era un respiro, un oasis de paz y de tranquilidad, en pocas palabras la cercanía y acción de un verdadero amigo que lo ayudara a salir de esa prisión de dolor. Por ello gimió: “¡Tierra, no sepultes mi sangre, / que no quede en secreto mi clamor!” (18). Los vv. 19-21 centran el asunto en la posibilidad de que Dios muestre su condescendencia y, además de testigo y defensor, sea también su amigo. Los amigos humanos han fallado, solamente quedaba entonces el 37


anhelo de que Dios actuara amistosamente hacia él, lo que el resto del capítulo niega rotundamente: “Ni amigos ni Dios se muestran comprensivos; pero el testigo establecerá la justicia entre las diversas partes” (Schökel-Sicre). Ese espacio de gracia tan añorado por Job aparece como una opción en la persona del propio Dios, como anticipo lejano de la amistad ofrecida por Jesús a sus seguidores/as y que, inevitablemente, aflora en la conciencia creyente de hoy. Job soñaba con lo que ahora todos los creyentes disfrutamos a fin de salir de su situación extrema y encontrar una luz para sus hondas sombras.

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15. “DEBES DEFENDER MI INOCENCIA, OH DIOS…” (Job 17) 15 de noviembre

Debes defender mi inocencia, oh Dios, ya que nadie más se levantará en mi favor. JOB 17.3, Nueva Traducción Viviente El libro de Job me devolvía siempre al dolor de los hombres, con la experiencia de un mundo de tormentas y animales extraños (onagro, avestruz, cabra montés…) y otros más imaginarios como Behemot y Leviatán, con la certeza de que Dios no se demuestra, ni se impone, sino que está (se revela) en cada instante, en el silencio atronador de la tormenta y el estallido brutal de Leviatán, diciendo que vivamos. XABIER PIKAZA, Los caminos adversos de Dios. Lectura de Job

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a gran oración ampliada de Job 16 que se extiende hasta el cap. 17 sigue siendo una cadena de afirmaciones acerca de su situación moral y anímica dominada por una agonía que parece interminable: “Mi espíritu está destrozado, / y mi vida está casi extinguida. / La tumba está lista para recibirme” (v. 1). “Lo explico en una paráfrasis: no me queda nada y he tenido que empeñar el aliento, el plazo es breve y está por vencer, el sepulcro va a reclamar mi vida (o el sepulcro es mi única propiedad); para salir del empeño, sal tú fiador por mí”.65 Expone su situación trágica frente a su enemigo, describe las acciones de quienes lo afrentan (2) y únicamente en Dios ve la posibilidad de un apoyo remoto definido con una enérgica solicitud de tipo imprecatorio que resuena en todo el pasaje: “Debes defender mi inocencia, oh Dios, / ya que nadie más se levantará en mi favor” (3). A su vez, Gustavo Gutiérrez resume lo que acontece al interior de Job: Se trata de un dolor profundo que hiere su espíritu y su carne. Con lo que le queda de vida mantiene firmemente su inocencia (“vivía yo tranquilo”; “en mis manos no hay violencia y es sincera mi oración”). ¿Por qué le hace Dios esto? No obstante, en medio de su confusión y contra los amigos que lo acusan de blasfemo, en medio de su pobreza y desdicha y a pesar de sentirse perseguido y herido por “la mano de Dios”, Job vislumbra la presencia de un testigo y un defensor. El punto es importante para él porque se sitúa en la consideración de su disputa con Dios como un pleito judicial.66

En esa variante de traducción del v. 3 (“Sal fiador por mí ante mí mismo, / ¿quién si no será mi garante?”) aflora la posibilidad de que exista una fianza: “Job transpone audazmente la figura comercial a su causa criminal: si Job es deudor de la vida a Dios, que Dios salga fiador ante el acreedor…, que es Dios. […] Ésta es la paradoja de Job invocando a Dios, confiando en Dios contra Dios. La alternativa del prólogo, maldecir y bendecir, no funciona a estas alturas”.67 Job solicita a Dios “que tome una fianza por él para que no tenga que sufrir el castigo mientras espera su juicio. En 14.13-17 había propuesto que Dios lo escondiera en el Seol hasta que pasara su ira. Aquí propone otra solución interina. Si se va a seguir tardando su juicio, al menos acepte el Juez una fianza”.68 Tendrá que ser Dios mismo quien la pague, pues sus amigos no son dignos de confianza, como sugiere agriamente el v. 5. Se trataría de una especie de libertad condicional. Dios cierra la mente de los malvados para no comprender (4a), por lo que no podrán triunfar (4b). La acción divina ha sido ignominiosa para Job, pues lo ha puesto en evidencia delante de los demás (6: “En hazmerreír de la gente me ha convertido / tofet me hizo desde antiguo”. L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, Job: comentario teológico y literario. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1983, p. 265. G. Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Una reflexión sobre el libro de Job. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1986 (Pedal, 183), p. 119. Énfasis agregado. 67 L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, op. cit., p. 266. 68 Jorge Pixley, Job; comentario bíblico latinoamericano. San José, Seminario Bíblico Latinoamericano, 1982, p. .96. 39 65 66


“Tofet: Horno crematorio, donde se inmolaban a los dioses víctimas vivas animales y humanas” (Julio Trebolle), razón por la que sus ojos están hinchados por tanto llorar (7a) y es una sombra de lo que fue (7b). Los íntegros consideran que es culpable y “se horrorizan” al verlo (8a) y “los inocentes se levantan contra los que no tienen a Dios” (8) en medio de un auténtico debate moral. “Maldecir a Job todos juntos es realizar una obra divina, puesto que equivale a reforzar la armonía del grupo, aplicar un bálsamo soberano a las llagas de la comunidad. Esto es lo que hacen los tres amigos. Así, el pasaje anterior debe entenderse como comentario sobre el comportamiento de las ‘gentes de bien’”.69 En ese debate, los justos y los de manos limpias tienen el camino allanado y se fortalecen (9). Pero los amigos de Job no logran alcanzar la sabiduría (10). Sus días terminan y sus esperanzas se desvanecen (11) mientras se invierten las afirmaciones humanas para ver la realidad como es (12). El tiempo se acaba y la cercanía de la tumba complica las cosas (13-14). ¿Dónde se ubicará ahora la esperanza de Job? (15a). ¿Podrá desaparecer? (15b). El toque final afirma que su esperanza lo acompañará al sepulcro. ¡Ambos descansarán en el polvo! Al asomarse a la posibilidad de que la vida concluya abruptamente, Job como ser humano consciente de su finitud, encontró la dualidad de posibilidades en Dios mismo. Si lo veía como juez absoluto, también adivinaba en él la veta profunda de la compasión para que, desde ahí pudiera comenzar a remontarse para mejorar su situación. Dios es finalmente el único amigo ante el que un desventurado puede llorar sin avergonzarse (6.20), y Job comienza a albergar esperanza en el momento mismo en que acepta mirar “hacia Eloah”, Incluso antes de que su sufrimiento haya recibido la más pequeña explicación. Sin embargo, la paradoja sigue en pie: Eloah es a la vez para Job el testigo y el Juez, y Job tiene que ir a Dios a pesar de Dios. […] Seguramente la llamada que aquí se lanza supone todavía en Job un desdoblamiento de la imagen de Dios, Eloah será a la vez el que da y el que recibe la fianza, el Dios que libera y el Dios que podría encerrar, pero Job vislumbra que estas dos imágenes podrían muy bien coincidir. En ausencia de todo fiador humano, se le pide a Dios que haga de mediador entre Job y él mismo.70

Ante esta experiencia dialéctica de la vida y el sufrimiento, resuenan las voces de Elifaz en 5.18: “Dios hiere, pero cura la herida; / Dios golpea, pero alivia el dolor” y de Deuteronomio 32.39b: “Yo doy la vida, y yo la quito; / yo hiero de muerte, y yo devuelvo la vida, / y no hay nadie que pueda evitarlo”. Dios sería su Go’El (“rescatador”) absoluto, pues no podría mirar hacia otra parte. Así, Job se encontraba ya en el camino de la lenta recuperación de la esperanza y de la maduración de su fe, a pesar de los signos ominosos de su alrededor. Por ello afirmaría la vida por encima de todas las cosas y seguiría viendo en Dios la razón de ser de todo, con sus constantes claroscuros.

René Girard, “El tophet público”, en La ruta antigua de los hombres perversos. Barcelona, Anagrama, 1989 (Argumentos, 104), p. 89. 70 Jean Lévêque, Job: el libro y su mensaje. 2ª ed. Estella, Verbo Divino, 1987 (Cuadernos bíblicos, 53), pp. 30, 31. 40 69


16. “YO SÉ QUE MI REDENTOR VIVE / Y AL FIN SE LEVANTARÁ DEL POLVO” (Job 19.15-21) 22 de noviembre

Yo sé que mi Redentor (go’el) vive y al fin se levantará del polvo. JOB 17.3, TLA Sólo recientemente, después de Auschwitz y Hiroshima y una vez que se puso en marcha el proceso de liberación de los pueblos colonizados, la teología amplió las consideraciones del libro de Job: en ellas problematiza la relación del hombre con Dios y muestra, como en la historia de Job, la alianza de Dios y de Satanás y el escándalo del “silencio” de Dios ante el sufrimiento del hombre.71 ANTONIO NEGRI, Job: la fuerza del esclavo

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n el mismo lugar que Karl Marx dijo que la religión el “opio del pueblo” afirmó que es también “el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo descorazonado, y el alma de condiciones desalmadas”.72 No por nada esas palabras fueron retomadas por Rubem Alves, una y otra vez, para mostrar las alturas y la miseria de lo religioso. Y nada más exacto para definir las enormes ambigüedades que depara a la humanidad el trato con la religión en sus diferentes formas ni para acercarse, así sea por un momento, a exponer y revisar una vez más las que son las palabras más famosas de todo el libro de Job, cuando, en camino hacia su afirmación de la vida experimentando sus márgenes más trágicos desde el sufrimiento, fue capaz de afirmar como pocas veces se ha hecho, que su Redentor, su go’el, su Rescatador, su Vengador, estaba/está vivo y sería capaz de levantarlo del polvo, de las heces, de la cercanía de los gusanos. Si, como afirmó Elsa Tamez en su desgarradora carta a Job desde América Latina, los habitantes de este continente están/estamos esperando a Job en el basurero, el grito de este hombre que aprendió la grandeza de la existencia desde su pérdida casi absoluta reclama que se valore su capacidad de asimilación y de recuperación de la magnificencia de lo vivido y lo esperado por parte del Dios que, en vez de abandonarlo, lo entregó a la reflexión más exigente y poderosa. ¿Valle de lágrimas, viacrucis, purificación, calvario…? De cuántas maneras más (con su correspondiente “acento pre-cristológico”) podría expresarse lo vivido/padecido por Job para que podamos calibrar bien el grito mayúsculo que atraviesa su libro y, como consecuencia, buena parte de la historia de la humanidad sufriente. Antonio Negri, el autor comunista italiano ya citado, no resistió la tentación de acercarse a este personaje para extraer de él consecuencias que a veces desde la fe cuesta trabajo y produce hasta un temor recalcitrante dominado por el rubor y el riesgo de incurrir en los excesos a los que el propio libro nos conduce. De ahí el énfasis que procede desde su título, al aludir a la fuerza (oculta, casi siempre) del esclavo condenado a no salir de su situación sino únicamente merced a una “revolución íntima” o interior que le permita participar de la realidad de una manera completamente opuesta. Luego de citar a San Pablo y aplicar a Job sus grandiosas palabras de: “Puesto que el mundo no conocía a Dios a través de la sabiduría, Dios quiso salvar a quienes creen con las sinrazones de la predicación” (I Co 1.21), señala: “Pero se la repite en una perspectiva que no se contradice con la idea A. Negri, Job: la fuerza del esclavo. Buenos Aires, Paidós, 2003 (Espacios del saber, 39), p. 42. K. Marx, Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Buenos Aires, Ediciones del Signo, 2005, p. 50. La cita completa dice: La miseria religiosa es, al mismo tiempo, la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura atormentada, el alma de un mundo desalmado, y también es el espíritu de situaciones carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo. Renunciar a la religión en tanto dicha ilusoria del pueblo es exigir para este una dicha verdadera. Exigir la renuncia a las ilusiones correspondientes a su estado presente es exigir la renuncia a una situación que necesita de ilusiones. Por lo tanto, la crítica de la religión es, en germen, la crítica de este valle de lágrimas, rodeado de una aureola de religiosidad. Énfasis de esta edición. 41 71 72


de un reino de Dios desapegado, contemplativo e irónico y que reivindica, por el contrario, la capacidad de la lucha para desafiar la misericordia divina y obtener así su gracia”.73 Algo así como la lucha de Job con el ángel que le reclama la bendición como resultado de ella. Afortunadamente, las coordenadas socio-religiosas del texto son las que nos guían hacia el atajo liberador, el resquicio mínimo, la grieta minúscula que se abrió en medio de la situación de Job para asomarse a sus posibilidades de liberación desde la condición más distante de la misma. El camino hacia la recuperación de la vida digna y la afirmación de la esperanza transitó en ese instante por la lucidez de un hombre agonizante que, en el diferido último minuto de su paso por la tierra, fue capaz de vislumbrar los horizontes luminosos hacia los que Dios, si duda alguna, quería llevarlo (en otro inquietante paralelo con su compañero galileo crucificado varios siglos después en las afueras de Jerusalén). Incluso las enormes dificultades que plantea la traducción de éste y tantos segmentos del libro obligan a “rellenar” con los elementos del contexto de toda la obra el “faltante” de sentido que requerimos hoy para comprenderlo mejor. Así lo han hecho, por ejemplo, las versiones Dios habla hoy (“Yo sé que mi defensor vive, / y que él será mi abogado aquí en la tierra”), la Palabra de Dios para Todos (“Pero yo conozco a mi Defensor; / él vive y al final saldrá victorioso sobre los que son polvo”) y La Palabra (“Yo sé que vive mi Vengador, / que se alzará el último sobre el polvo,”), entre tantas más. La realidad histórica y cultural del go’el, ese rescatador tan anhelado por los sectores más desfavorecidos del antiguo Israel (como bien lo muestra Rut, la moabita viuda). “El go’el o rescatador es una institución jurídica antigua. Un miembro de la familia, del clan, de la tribu, por orden de parentesco, está obligado a reivindicar a su prójimo. En caso de esclavitud, pagando la suma del rescate” (Lv 25.47, 48, 54).74 En caso de pobreza, para que no salga de la propiedad familiar o del clan (Lv 25.23). En caso de asesinato, el rescatador debía vengar la sangre matando al culpable, pues la legislación antigua no admitía compensación o indemnización. Las remotas instituciones antiguas mostraban así su aspecto igualador y liberador, a contracorriente de las tendencias explotadoras y abusivas. “Yhwh es el go’el de los que ni siquiera tienen “pariente cercano”, ni ‘rescatador’. Yhwh es el ‘pariente cercano’ de los empobrecidos y marginados” (Nm 5.8).75 Todo ese trasfondo está detrás de la forma en que Job califica a su Dios: el elemento central es la solidaridad. “La institución jurídica se usa como símbolo aplicado a Dios en diversos contextos y con diversas especificaciones”.76 Se le reclama, en pocas palabras, a Dios su solidaridad mediante una reivindicación absoluta.77 Por eso la historia de la iglesia (Jerónimo, Gregorio Magno, Fray Luis de León) está plagada de la cristificación de estas palabras resonantes. Por todo ello, hoy podemos retomar las palabras de Negri para asumir el destino, la experiencia y la esperanza lentamente recuperada de Job, con la certeza de que el cielo no está vacío y de que ese Redentor/Rescatador/Vengador/Defensor está más vivo que nunca y escucha todo el tiempo nuestras palabras: La realidad de nuestra miseria es la de Job, las preguntas y las respuestas que le hacemos y le damos al mundo son las mismas que hacía y que daba Job. Nos expresamos con la misma desesperación, pronunciando las mismas blasfemias. Conocimos la riqueza y la esperanza, tentamos a Dios con la razón, ahora sólo nos quedan el polvo y el desatino. ¿Podremos también nosotros guiar nuestra miseria a través de una analítica del Ser y del dolor y desde el A, Negri, op. cit., pp. 42-43. Énfasis agregado. L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, Job, comentario teológico y literario. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1983, p. 293. 75 Rolando López, “Redención de la tierra y del pueblo”, en RIBLA, núm. 18, 1994, p. 36. 76 Ídem. 77 Cf. RIBLA, núm. 18, 1994, íntegramente dedicado al tema del go’el, especialmente los textos de Alicia Winters (“El goel en el antiguo Israel”, pp. 19-29) y Florencio Mezzacasa (“Jesús, el go’el”, pp. 65-86). 42 73 74


fondo de esta profundidad ontológica, remontar hacia una teoría de la acción o, más precisamente, hacia una práctica de reconstrucción del mundo? ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo? Hasta poder decir —mediante esta práctica— “te he visto con mis ojos” […] Ésta es la hipótesis, la hipótesis muy humana de Job.78

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A. Negri, op. cit., p. 45. 43


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