IGLESIA DE LA CIUDAD, Un estilo de vida!

Page 1

Lectura Semanal - Semana 19

Día 127- Lunes 01.06.15: / Jueces 7-8 / Job 37 Día 128 - Martes 02.06.15: Hechos 18 / Jueces 9 / Job 38 Día 129 - Miércoles 03.06.15: Hechos 19:1-22 / Jueces 10-11 / Job 39 Día 130 - Jueves 04.06.15: Hechos 19:23-41 / Jueces 12 / Job 40 Día 131 - Viernes 05.06.15: Hechos 20:1-12 / Jueces 13 / Job 41 Día 132 - Sábado 06.06.15: Hechos 20:13-38 / Jueces 14-15 / Job 42 Día 133 - Domingo 07.06.15: Hechos 21:1-36 / Jueces 16 / Salmos 42


Día 127 - Lunes 01.06.15:

Hechos 17:16-34 (NVI) 16Mientras Pablo los esperaba en Atenas, le dolió en el alma ver que la ciudad estaba llena de ídolos. 17Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los griegos que adoraban a Dios, y a diario hablaba en la plaza con los que se encontraban por allí. 18Algunos filósofos epicúreos y estoicos entablaron conversación con él. Unos decían: «¿Qué querrá decir este charlatán?» Otros comentaban: «Parece que es predicador de dioses extranjeros.» Decían esto porque Pablo les anunciaba las buenas nuevas de Jesús y de la resurrección. 19Entonces se lo llevaron a una reunión del Areópago. —¿Se puede saber qué nueva enseñanza es esta que usted presenta? —le preguntaron—. 20Porque nos viene usted con ideas que nos suenan extrañas, y queremos saber qué significan. 21Es que todos los atenienses y los extranjeros que vivían allí se pasaban el tiempo sin hacer otra cosa más que escuchar y comentar las últimas novedades. 22Pablo se puso en medio del Areópago y tomó la palabra: —¡Ciudadanos atenienses! Observo que ustedes son sumamente religiosos en todo lo que hacen. 23Al pasar y fijarme en sus lugares sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: A un dios desconocido. Pues bien, eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que yo les anuncio. 24»El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, 25ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. 26De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra;

y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios. 27Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros, 28“puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos”. Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: “De él somos descendientes.” 29»Por tanto, siendo descendientes de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea como el oro, la plata o la piedra: escultura hecha como resultado del ingenio y de la destreza del ser humano. 30Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan. 31Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos. 32Cuando oyeron de la resurrección, unos se burlaron; pero otros le dijeron: —Queremos que usted nos hable en otra ocasión sobre este tema. 33En ese momento Pablo salió de la reunión. 34Algunas personas se unieron a Pablo y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, miembro del Areópago, también una mujer llamada Dámaris, y otros más.

________________________

Jueces 7-8 (NVI) Gedeón derrota a los madianitas 7Yerubaal —es decir, Gedeón— y todos sus hombres se levantaron de madrugada y acamparon en el manantial de Jarod. El campamento de los madianitas estaba al norte de ellos, en el valle que está al pie del monte de Moré. 2El Señor le dijo a Gedeón: «Tienes demasiada gente para que yo entregue a Madián en sus manos. A fin de que Israel no vaya a jactarse contra mí y diga que su propia fortaleza lo ha librado, 3anún-


ciale ahora al pueblo: “¡Cualquiera que esté temblando de miedo, que se vuelva y se retire del monte de Galaad!” » Así que se volvieron veintidós mil hombres, y se quedaron diez mil. 4Pero el Señor le dijo a Gedeón: «Todavía hay demasiada gente. Hazlos bajar al agua, y allí los seleccionaré por ti. Si digo: “Éste irá contigo”, ése irá; pero si digo: “Éste no irá contigo”, ése no irá.» 5Gedeón hizo que los hombres bajaran al agua. Allí el Señor le dijo: «A los que laman el agua con la lengua, como los perros, sepáralos de los que se arrodillen a beber.» 6Trescientos hombres lamieron el agua llevándola de la mano a la boca. Todos los demás se arrodillaron para beber. 7El Señor le dijo a Gedeón: «Con los trescientos hombres que lamieron el agua, yo los salvaré; y entregaré a los madianitas en tus manos. El resto, que se vaya a su casa.» 8Entonces Gedeón mandó a los demás israelitas a sus carpas, pero retuvo a los trescientos, los cuales se hicieron cargo de las provisiones y de las trompetas de los otros. El campamento de Madián estaba situado en el valle, más abajo del de Gedeón. 9Aquella noche el Señor le dijo a Gedeón: «Levántate y baja al campamento, porque voy a entregar en tus manos a los madianitas. 10Si temes atacar, baja primero al campamento, con tu criado Furá, 11y escucha lo que digan. Después de eso cobrarás valor para atacar el campamento.» Así que él y Furá, su criado, bajaron hasta los puestos de los centinelas, en las afueras del campamento. 12Los madianitas, los amalecitas y todos los otros pueblos del oriente que se habían establecido en el valle eran numerosos como langostas. Sus camellos eran incontables, como la arena a la orilla del mar. 13Gedeón llegó precisamente en el

momento en que un hombre le contaba su sueño a un amigo. —Tuve un sueño —decía—, en el que un pan de cebada llegaba rodando al campamento madianita, y con tal fuerza golpeaba una carpa que ésta se volteaba y se venía abajo. 14Su amigo le respondió: —Esto no significa otra cosa que la espada del israelita Gedeón hijo de Joás. ¡Dios ha entregado en sus manos a los madianitas y a todo el campamento! 15Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se inclinó y adoró. Luego volvió al campamento de Israel y ordenó: «¡Levántense! El Señor ha entregado en manos de ustedes el campamento madianita.» 16Gedeón dividió a los trescientos hombres en tres compañías y distribuyó entre todos ellos trompetas y cántaros vacíos, con antorchas dentro de los cántaros. 17«Mírenme —les dijo—. Sigan mi ejemplo. Cuando llegue a las afueras del campamento, hagan exactamente lo mismo que me vean hacer. 18Cuando yo y todos los que están conmigo toquemos nuestras trompetas, ustedes también toquen las suyas alrededor del campamento, y digan: “Por el Señor y por Gedeón.” » 19Gedeón y los cien hombres que iban con él llegaron a las afueras del campamento durante el cambio de guardia, cuando estaba por comenzar el relevo de medianoche. Tocaron las trompetas y estrellaron contra el suelo los cántaros que llevaban en sus manos. 20Las tres compañías tocaron las trompetas e hicieron pedazos los cántaros. Tomaron las antorchas en la mano izquierda y, sosteniendo en la mano derecha las trompetas que iban a tocar, gritaron: «¡Desenvainen sus espadas, por el Señor y por Gedeón!» 21Como cada hombre se mantuvo en su puesto alrededor del campamento, todos los madianitas salieron corriendo


y dando alaridos mientras huían. 22Al sonar las trescientas trompetas, el Señor hizo que los hombres de todo el campamento se atacaran entre sí con sus espadas. El ejército huyó hasta Bet Sitá, en dirección a Zererá, hasta la frontera de Abel Mejolá, cerca de Tabat. 23Entonces se convocó a los israelitas de Neftalí y Aser, y a toda la tribu de Manasés, y éstos persiguieron a los madianitas. 24Por toda la región montañosa de Efraín, Gedeón envió mensajeros que decían: «Desciendan contra los madianitas, y apodérense antes que ellos de los vados del Jordán, hasta Bet Bará.» Se convocó entonces a todos los hombres de Efraín, y éstos se apoderaron de los vados del Jordán, hasta Bet Bará. 25También capturaron a Oreb y Zeb, los dos jefes madianitas. A Oreb lo mataron en la roca de Oreb, y a Zeb en el lagar de Zeb. Luego de perseguir a los madianitas, llevaron la cabeza de Oreb y de Zeb a Gedeón, que estaba al otro lado del Jordán. Zeba y Zalmuna 1Los de la tribu de Efraín le dijeron a Gedeón: —¿Por qué nos has tratado así? ¿Por qué no nos llamaste cuando fuiste a luchar contra los madianitas? Y se lo reprocharon severamente. 2—¿Qué hice yo, comparado con lo que hicieron ustedes? —replicó él—. ¿No valen más los rebuscos de las uvas de Efraín que toda la vendimia de Abiezer? 3Dios entregó en manos de ustedes a Oreb y a Zeb, los jefes madianitas. Comparado con lo que hicieron ustedes, ¡lo que yo hice no fue nada! Al oír la respuesta de Gedeón, se calmó el resentimiento de ellos contra él. 4Gedeón y sus trescientos hombres, agotados pero persistiendo en la persecución, llegaron al Jordán y lo cruzaron. 5Allí Gedeón dijo a la gente de Sucot: —Denles pan a mis solda-

dos; están agotados y todavía estoy persiguiendo a Zeba y a Zalmuna, los reyes de Madián. 6Pero los jefes de Sucot le respondieron: —¿Acaso tienes ya en tu poder las manos de Zeba y Zalmuna? ¿Por qué tendríamos que darle pan a tu ejército? 7Gedeón contestó: —¡Está bien! Cuando el Señor haya entregado en mis manos a Zeba y a Zalmuna, les desgarraré a ustedes la carne con espinas y zarzas del desierto. 8Desde allí subió a Peniel y les pidió lo mismo. Pero los de Peniel le dieron la misma respuesta que los hombres de Sucot. 9Por eso les advirtió a los hombres de Peniel: «Cuando yo vuelva victorioso, derribaré esta torre.» 10Zeba y Zalmuna estaban en Carcor con una fuerza de quince mil guerreros, que era todo lo que quedaba de los ejércitos del oriente, pues habían caído en batalla ciento veinte mil soldados. 11Gedeón subió por la ruta de los nómadas, al este de Noba y Yogbea, y atacó al ejército cuando éste se creía seguro. 12Huyeron Zeba y Zalmuna, los dos reyes de Madián, pero él los persiguió y los capturó, aterrorizando a todo el ejército. 13Cuando Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla por el paso de Jeres, 14capturó a un joven de Sucot y lo interrogó. Entonces el joven le anotó los nombres de los setenta y siete jefes y ancianos de Sucot. 15Luego Gedeón fue y les dijo a los hombres de Sucot: «Aquí están Zeba y Zalmuna, por causa de quienes se burlaron de mí al decir: “¿Acaso tienes ya en tu poder las manos de Zeba y Zalmuna? ¿Por qué tendríamos que darles pan a tus hombres que están agotados?” » 16Se apoderó de los ancianos de la ciudad, tomó espinos y zarzas del desierto, y castigando con ellos a los hombres de Sucot les enseñó quién era él. 17También derribó la torre de Peniel y mató a los hombres de la ciu-


dad. 18Entonces les preguntó a Zeba y a Zalmuna: —¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en Tabor? —Parecidos a ti —respondieron ellos—; cada uno de ellos tenía el aspecto de un príncipe. 19—¡Eran mis hermanos —replicó Gedeón—, los hijos de mi propia madre! Tan cierto como que vive el Señor, si les hubieran perdonado la vida, yo no los mataría a ustedes. 20Volviéndose a Jéter, su hijo mayor, le dijo: —¡Vamos, mátalos! Pero Jéter no sacó su espada, porque era apenas un muchacho y tenía miedo. 21Zeba y Zalmuna dijeron: — Vamos, mátanos tú mismo. “¡Al hombre se le conoce por su valentía!” Gedeón se levantó y mató a Zeba y Zalmuna, y les quitó a sus camellos los adornos que llevaban en el cuello. El efod de Gedeón 22Entonces los israelitas le dijeron a Gedeón: —Gobierna sobre nosotros, y después de ti, tu hijo y tu nieto; porque nos has librado del poder de los madianitas. 23Pero Gedeón les dijo: —Yo no los gobernaré, ni tampoco mi hijo. Sólo el Señor los gobernará. 24Pero tengo una petición —añadió—: que cada uno de ustedes me dé un anillo, de lo que les tocó del botín. Era costumbre de los ismaelitas usar anillos de oro. 25—Con mucho gusto te los daremos —le contestaron Así que tendieron una manta, y cada hombre echó en ella un anillo de su botín. 26El peso de los anillos de oro que él les pidió llegó a diecinueve kilos, sin contar los adornos, los aros y los vestidos de púrpura que usaban los reyes madianitas, ni los collares que llevaban sus camellos. 27Con el oro Gedeón hizo un efod, que puso en Ofra, su ciudad. Todo Israel se prostituyó al adorar allí el efod, el cual se convirtió en una trampa para Gedeón y su familia. Muerte de Gedeón 28Los madianitas

fueron sometidos delante de los israelitas, y no volvieron a levantar cabeza. Y durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón, el país tuvo paz. 29Yerubaal hijo de Joás regresó a vivir a su casa. 30Tuvo setenta hijos, pues eran muchas sus esposas. 31Su concubina que vivía en Siquén también le dio un hijo, a quien Gedeón llamó Abimélec. 32Gedeón hijo de Joás murió a una edad avanzada y fue sepultado en la tumba de Joás, su padre, en Ofra, pueblo del clan de Abiezer. 33En cuanto murió Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse ante los ídolos de Baal. Erigieron a Baal Berit como su dios 34y se olvidaron del Señor su Dios, que los había rescatado del poder de todos los enemigos que los rodeaban. 35También dejaron de mostrarse bondadosos con la familia de Yerubaal, es decir, Gedeón, no obstante todo lo bueno que él había hecho por Israel.

________________________

Job 37 (NVI) 1»Al llegar a este punto, me palpita el corazón como si fuera a salírseme del pecho. 2¡Escucha, escucha el estruendo de su voz, el ruido estrepitoso que sale de su boca! 3Lanza sus rayos bajo el cielo entero; su resplandor, hasta los confines de la tierra. 4Sigue luego el rugido majestuoso de su voz; ¡resuena su voz, y no retiene sus rayos! 5Dios hace tronar su voz y se producen maravillas: ¡Dios hace grandes cosas que rebasan nuestra comprensión! 6A la nieve le ordena: “¡Cae sobre la tierra!”, y a la lluvia: “¡Muestra tu poder!” 7Hace que todo el mundo se encierre, para que todos reconozcan sus obras. 8Los animales buscan abrigo y se quedan en sus cuevas. 9De las cámaras del sur viene la tempestad; de los vientos del norte, el frío. 10Por el aliento de Dios se forma el


hielo y se congelan las masas de agua. 11Con agua de lluvia carga las nubes, y lanza sus relámpagos desde ellas; 12y éstas van de un lado a otro, por toda la faz de la tierra, dispuestas a cumplir sus mandatos. 13Por su bondad, hace que vengan las nubes, ya sea para castigar o para bendecir. 14»Espera un poco, Job, y escucha; ponte a pensar en las maravillas de Dios. 15¿Sabes cómo controla Dios las nubes, y cómo hace que su relámpago deslumbre? 16¿Sabes cómo las nubes maravillas del conocimiento perfecto, se mantienen suspendidas? 17Tú, que te sofocas de calor entre tus ropas cuando la tierra dormita bajo el viento del sur, 18¿puedes ayudarle a extender los cielos, sólidos como espejo de bronce bruñido? 19»Haznos saber qué debemos responderle, pues debido a nuestra ignorancia no tenemos argumentos. 20¿Le haré saber que estoy pidiendo la palabra? ¿Quién se atreve a hablar y ser destruido? 21No hay quien pueda mirar al sol brillante después de que el viento ha despejado los cielos. 22Un dorado resplandor viene del norte; ¡viene Dios, envuelto en terrible majestad! 23El Todopoderoso no está a nuestro alcance; excelso es su poder. Grandes son su justicia y rectitud; ¡a nadie oprime! 24Él no toma en cuenta a los que se creen sabios; por eso le temen los mortales.»

Día 128 - Martes 02.06.15:

Hechos 18 (NVI) En Corinto 1Después de esto, Pablo se marchó de Atenas y se fue a Corinto. 2Allí se encontró con un judío llamado Aquila, natural del Ponto, y con su esposa Priscila. Hacía poco habían llegado de Italia, porque Claudio había mandado que todos los judíos fueran expulsados

de Roma. Pablo fue a verlos 3y, como hacía tiendas de campaña al igual que ellos, se quedó para que trabajaran juntos. 4Todos los sábados discutía en la sinagoga, tratando de persuadir a judíos y a griegos. 5Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó exclusivamente a la predicación, testificándoles a los judíos que Jesús era el Mesías. 6Pero cuando los judíos se opusieron a Pablo y lo insultaron, éste se sacudió la ropa en señal de protesta y les dijo: «¡Caiga la sangre de ustedes sobre su propia cabeza! Estoy libre de responsabilidad. De ahora en adelante me dirigiré a los gentiles.» 7Entonces Pablo salió de la sinagoga y se fue a la casa de un tal Ticio Justo, que adoraba a Dios y que vivía al lado de la sinagoga. 8Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia. También creyeron y fueron bautizados muchos de los corintios que oyeron a Pablo. 9Una noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: «No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, 10pues estoy contigo. Aunque te ataquen, no voy a dejar que nadie te haga daño, porque tengo mucha gente en esta ciudad.» 11Así que Pablo se quedó allí un año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios. 12Mientras Galión era gobernador de Acaya, los judíos a una atacaron a Pablo y lo condujeron al tribunal. 13—Este hombre —denunciaron ellos— anda persuadiendo a la gente a adorar a Dios de una manera que va en contra de nuestra ley. 14Pablo ya iba a hablar cuando Galión les dijo: —Si ustedes los judíos estuvieran entablando una demanda sobre algún delito o algún crimen grave, sería razonable que los escuchara. 15Pero como se trata de cuestiones de palabras, de nombres y de su propia ley, arréglen-


se entre ustedes. No quiero ser juez de tales cosas. 16Así que mandó que los expulsaran del tribunal. 17Entonces se abalanzaron todos sobre Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon delante del tribunal. Pero Galión no le dio ninguna importancia al asunto. Priscila, Aquila y Apolos 18Pablo permaneció en Corinto algún tiempo más. Después se despidió de los hermanos y emprendió el viaje rumbo a Siria, acompañado de Priscila y Aquila. En Cencreas, antes de embarcarse, se hizo rapar la cabeza a causa de un voto que había hecho. 19Al llegar a Éfeso, Pablo se separó de sus acompañantes y entró en la sinagoga, donde se puso a discutir con los judíos. 20Éstos le pidieron que se quedara más tiempo con ellos. Él no accedió, 21pero al despedirse les prometió: «Ya volveré, si Dios quiere.» Y zarpó de Éfeso. 22Cuando desembarcó en Cesarea, subió a Jerusalén a saludar a la iglesia y luego bajó a Antioquía. 23Después de pasar algún tiempo allí, Pablo se fue a visitar una por una las congregaciones de Galacia y Frigia, animando a todos los discípulos. 24Por aquel entonces llegó a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría. Era un hombre ilustrado y convincente en el uso de las Escrituras. 25Había sido instruido en el camino del Señor, y con gran fervor hablaba y enseñaba con la mayor exactitud acerca de Jesús, aunque conocía sólo el bautismo de Juan. 26Comenzó a hablar valientemente en la sinagoga. Al oírlo Priscila y Aquila, lo tomaron a su cargo y le explicaron con mayor precisión el camino de Dios. 27Como Apolos quería pasar a Acaya, los hermanos lo animaron y les escribieron a los discípulos de allá para que lo recibieran. Cuando llegó, ayudó mucho a quienes por la gracia habían

creído, 28pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús es el Mesías.

________________________

Jueces 9 (NVI) Abimélec 1Abimélec hijo de Yerubaal fue a Siquén a ver a los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de su madre: 2«Pregúntenles a todos los señores de Siquén: “¿Qué les conviene más: que todos los setenta hijos de Yerubaal los gobiernen, o que los gobierne un solo hombre?” Acuérdense de que yo soy de la misma sangre que ustedes.» 3Cuando los hermanos de su madre comunicaron todo esto a los señores de Siquén, éstos se inclinaron a favor de Abimélec, porque dijeron: «Él es nuestro hermano.» 4Y le dieron setenta monedas de plata del templo de Baal Berit, con el cual Abimélec contrató a unos maleantes sin escrúpulos para que lo siguieran. 5Fue a Ofra, a la casa de su padre, y sobre una misma piedra asesinó a sus setenta hermanos, hijos de Yerubaal. Pero Jotán, el hijo menor de Yerubaal, se escondió y logró escaparse. 6Todos los señores de Siquén y Bet Miló se reunieron junto a la encina y la piedra sagrada que están en Siquén, para coronar como rey a Abimélec. 7Cuando Jotán se enteró, subió a la cima del monte Guerizín y les gritó bien fuerte: «¡Escúchenme, señores de Siquén, y que Dios los escuche a ustedes! 8»Un día los árboles salieron a ungir un rey para sí mismos. Y le dijeron al olivo: “Reina sobre nosotros.” 9Pero el olivo les respondió: “¿He de renunciar a dar mi aceite, con el cual se honra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?” 10»Después los árboles le dijeron a la higuera: “Reina sobre nosotros.” 11Pero la higuera les


respondió: “¿He de renunciar a mi fruto, tan bueno y dulce, para ir a mecerme sobre los árboles?” 12»Luego los árboles le dijeron a la vid: “Reina sobre nosotros.” 13Pero la vid les respondió: “¿He de renunciar a mi vino, que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?” 14»Por último, todos los árboles le dijeron al espino: “Reina sobre nosotros.” 15Pero el espino respondió a los árboles: “Si de veras quieren ungirme como su rey, vengan y refúgiense bajo mi sombra; pero si no, ¡que salga fuego del espino, y que consuma los cedros del Líbano!” 16»Ahora bien, ¿han actuado ustedes con honradez y buena fe al coronar rey a Abimélec? ¿Han sido justos con Yerubaal y su familia, y lo han tratado como se merecía? 17Mi padre luchó por ustedes, y arriesgando su vida los libró del poder de los madianitas. 18Pero hoy ustedes se han rebelado contra la familia de mi padre; han matado a sus setenta hijos sobre una misma piedra, y han hecho de Abimélec, hijo de su esclava, el rey de los señores de Siquén sólo porque él es pariente de ustedes. 19Si hoy han actuado con honradez y buena fe hacia Yerubaal y su familia, ¡que sean felices con Abimélec, y que también él lo sea con ustedes! 20Pero si no, señores de Siquén y Bet Miló, ¡que salga fuego de Abimélec y los consuma, y que salga fuego de ustedes y consuma a Abimélec!» 21Luego Jotán escapó, huyendo hasta Ber. Allí se quedó a vivir porque le tenía miedo a su hermano Abimélec. 22Abimélec había ya gobernado a Israel tres años 23cuando Dios interpuso un espíritu maligno entre Abimélec y los señores de Siquén, quienes lo traicionaron. 24Esto sucedió a fin de que la violencia contra los setenta hijos de Yerubaal, y el derramamiento de su sangre, recayera

sobre su hermano Abimélec, que los había matado, y sobre los señores de Siquén, que habían sido sus cómplices en ese crimen. 25Los señores de Siquén le tendían emboscadas en las cumbres de las colinas, y asaltaban a todos los que pasaban por allí. Pero Abimélec se enteró de todo esto. 26Aconteció que Gaal hijo de Ébed llegó a Siquén, junto con sus hermanos, y los señores de aquella ciudad confiaron en él. 27Después de haber salido a los campos y recogido y pisado las uvas, celebraron un festival en el templo de su dios. Mientras comían y bebían, maldijeron a Abimélec. 28Gaal hijo de Ébed dijo: «¿Quién se cree Abimélec, y qué es Siquén, para que tengamos que estar sometidos a él? ¿No es acaso el hijo de Yerubaal, y no es Zebul su delegado? ¡Que sirvan a los hombres de Jamor, el padre de Siquén! ¿Por qué habremos de servir a Abimélec? 29¡Si este pueblo estuviera bajo mis órdenes, yo echaría a Abimélec! Le diría: “¡Reúne a todo tu ejército y sal a pelear!” » 30Zebul, el gobernador de la ciudad, se enfureció cuando oyó lo que decía Gaal hijo de Ébed. 31Entonces envió en secreto mensajeros a Abimélec, diciéndole: «Gaal hijo de Ébed y sus hermanos han llegado a Siquén y están instigando a la ciudad contra ti. 32Ahora bien, levántense tú y tus hombres durante la noche, y pónganse al acecho en los campos. 33Por la mañana, a la salida del sol, lánzate contra la ciudad. Cuando Gaal y sus hombres salgan contra ti, haz lo que más te convenga.» 34Así que Abimélec y todo su ejército se levantaron de noche y se pusieron al acecho cerca de Siquén, divididos en cuatro compañías. 35Gaal hijo de Ébed había salido, y estaba de pie a la entrada de la puerta de la ciudad, precisamente cuando Abimélec y sus soldados salían


de donde estaban al acecho. 36Cuando Gaal los vio, le dijo a Zebul: —¡Mira, viene bajando gente desde las cumbres de las colinas! —Confundes con gente las sombras de las colinas —replicó Zebul. 37Pero Gaal insistió, diciendo: —Mira, viene bajando gente por la colina Ombligo de la Tierra, y otra compañía viene por el camino de la Encina de los Adivinos. 38Zebul le dijo entonces: —¿Dónde están ahora tus fanfarronerías, tú que decías: “¿Quién es Abimélec para que nos sometamos a él?” ¿No son ésos los hombres de los que tú te burlabas? ¡Sal y lucha contra ellos! 39Gaal salió al frente de los señores de Siquén y peleó contra Abimélec; 40pero éste los persiguió y, en la huida, muchos cayeron muertos por todo el camino, hasta la entrada de la puerta. 41Abimélec se quedó en Arumá, y Zebul expulsó de Siquén a Gaal y a sus hermanos. 42Al día siguiente el pueblo de Siquén salió a los campos, y fueron a contárselo a Abimélec. 43Entonces Abimélec tomó a sus hombres, los dividió en tres compañías, y se puso al acecho en los campos. Cuando vio que el ejército salía de la ciudad, se levantó para atacarlo. 44Abimélec y las compañías que estaban con él se apresuraron a ocupar posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad. Luego dos de las compañías arremetieron contra los que estaban en los campos y los derrotaron. 45Abimélec combatió contra la ciudad durante todo aquel día, hasta que la conquistó matando a sus habitantes; arrasó la ciudad y esparció sal sobre ella. 46Al saber esto, los señores que ocupaban la torre de Siquén entraron en la fortaleza del templo de El Berit. 47Cuando Abimélec se enteró de que ellos se habían reunido allí, 48él y todos sus hombres subieron al monte Zalmón. Tomó un ha-

cha, cortó algunas ramas, y se las puso sobre los hombros. A los hombres que estaban con él les ordenó: «¡Rápido! ¡Hagan lo mismo que me han visto hacer!» 49Todos los hombres cortaron ramas y siguieron a Abimélec hasta la fortaleza, donde amontonaron las ramas y les prendieron fuego. Así murió toda la gente que estaba dentro de la torre de Siquén, que eran como mil hombres y mujeres. 50Después Abimélec fue a Tebes, la sitió y la capturó. 51Dentro de la ciudad había una torre fortificada, a la cual huyeron todos sus habitantes, hombres y mujeres. Se encerraron en la torre y subieron al techo. 52Abimélec se dirigió a la torre y la atacó. Pero cuando se acercaba a la entrada para prenderle fuego, 53una mujer le arrojó sobre la cabeza una piedra de moler y le partió el cráneo. 54De inmediato llamó Abimélec a su escudero y le ordenó: «Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: “¡Lo mató una mujer!” » Entonces su escudero le clavó la espada, y así murió. 55Cuando los israelitas vieron que Abimélec estaba muerto, regresaron a sus casas. 56Fue así como Dios le pagó a Abimélec con la misma moneda, por el crimen que había cometido contra su padre al matar a sus setenta hermanos. 57Además, Dios hizo que los hombres de Siquén pagaran por toda su maldad. Así cayó sobre ellos la maldición de Jotán hijo de Yerubaal.

________________________

Job 38 (NVI) Respuesta de Dios 1El Señor le respondió a Job desde la tempestad. Le dijo: 2«¿Quién es éste, que oscurece mi consejo con palabras carentes de sentido? 3Prepárate a hacerme frente; yo te cuestionaré, y tú me responderás. 4»¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra? ¡Dímelo,


si de veras sabes tanto! 5¡Seguramente sabes quién estableció sus dimensiones y quién tendió sobre ella la cinta de medir! 6¿Sobre qué están puestos sus cimientos, o quién puso su piedra angular 7mientras cantaban a coro las estrellas matutinas y todos los ángeles gritaban de alegría? 8»¿Quién encerró el mar tras sus compuertas cuando éste brotó del vientre de la tierra? 9¿O cuando lo arropé con las nubes y lo envolví en densas tinieblas? 10¿O cuando establecí sus límites y en sus compuertas coloqué cerrojos? 11¿O cuando le dije: “Sólo hasta aquí puedes llegar; de aquí no pasarán tus orgullosas olas”? 12»¿Alguna vez en tu vida le has dado órdenes a la mañana, o le has hecho saber a la aurora su lugar, 13para que tomen la tierra por sus extremos y sacudan de ella a los malvados? 14La tierra adquiere forma, como arcilla bajo un sello; resaltan sus rasgos como los de un vestido. 15Los malvados son privados de su luz, y es quebrantado su altanero brazo. 16»¿Has viajado hasta las fuentes del océano, o recorrido los rincones del abismo? 17¿Te han mostrado los umbrales de la muerte? ¿Has visto las puertas de la región tenebrosa? 18¿Tienes idea de cuán ancha es la tierra? Si de veras sabes todo esto, ¡dalo a conocer! 19»¿Qué camino lleva a la morada de la luz? ¿En qué lugar se encuentran las tinieblas? 20¿Puedes acaso llevarlas a sus linderos? ¿Conoces el camino a sus moradas? 21¡Con toda seguridad lo sabes, pues para entonces ya habrías nacido! ¡Son tantos los años que has vivido! 22»¿Has llegado a visitar los depósitos de nieve de granizo, 23que guardo para tiempos azarosos, cuando se libran guerras y batallas? 24¿Qué camino lleva adonde la luz se dispersa, o adonde los vientos del este se des-

atan sobre la tierra? 25¿Quién abre el canal para las lluvias torrenciales, y le da paso a la tormenta, 26para regar regiones despobladas, desiertos donde nadie vive, 27para saciar la sed del yermo desolado y hacer que en él brote la hierba? 28¿Acaso la lluvia tiene padre? ¿Ha engendrado alguien las gotas de rocío? 29¿De qué vientre nace el hielo? ¿Quién da a luz la escarcha de los cielos? 30¡Las aguas se endurecen como rocas, y la faz del mar profundo se congela! 31»¿Acaso puedes atar los lazos de las Pléyades, o desatar las cuerdas que sujetan al Orión? 32¿Puedes hacer que las constelaciones salgan a tiempo? ¿Puedes guiar a la Osa Mayor y a la Menor? 33¿Conoces las leyes que rigen los cielos? ¿Puedes establecer mi dominio sobre la tierra? 34»¿Puedes elevar tu voz hasta las nubes para que te cubran aguas torrenciales? 35¿Eres tú quien señala el curso de los rayos? ¿Acaso te responden: “Estamos a tus órdenes”? 36¿Quién infundió sabiduría en el ibis, o dio al gallo entendimiento? 37¿Quién tiene sabiduría para contar las nubes? ¿Quién puede vaciar los cántaros del cielo 38cuando el polvo se endurece y los terrones se pegan entre sí? 39»¿Cazas tú la presa para las leonas y sacias el hambre de sus cachorros 40cuando yacen escondidas en sus cuevas o se tienden al acecho en sus guaridas? 41¿Eres tú quien alimenta a los cuervos cuando sus crías claman a mí y andan sin rumbo y sin comida?

Día 129 - Miércoles 03.06.15:

Hechos 19:1-22 (NVI) Pablo en Éfeso 1Mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo recorrió las regiones del interior y llegó a Éfeso. Allí encontró a algunos discípulos. 2—¿Recibieron ustedes el


Espíritu Santo cuando creyeron? —les preguntó. —No, ni siquiera hemos oído hablar del Espíritu Santo —respondieron. 3—Entonces, ¿qué bautismo recibieron? —El bautismo de Juan. 4Pablo les explicó: —El bautismo de Juan no era más que un bautismo de arrepentimiento. Él le decía al pueblo que creyera en el que venía después de él, es decir, en Jesús. 5Al oír esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. 6Cuando Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. 7Eran en total unos doce hombres. 8Pablo entró en la sinagoga y habló allí con toda valentía durante tres meses. Discutía acerca del reino de Dios, tratando de convencerlos, 9pero algunos se negaron obstinadamente a creer, y ante la congregación hablaban mal del Camino. Así que Pablo se alejó de ellos y formó un grupo aparte con los discípulos; y a diario debatía en la escuela de Tirano. 10Esto continuó por espacio de dos años, de modo que todos los judíos y los griegos que vivían en la provincia de Asia llegaron a escuchar la palabra del Señor. 11Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo, 12a tal grado que a los enfermos les llevaban pañuelos y delantales que habían tocado el cuerpo de Pablo, y quedaban sanos de sus enfermedades, y los espíritus malignos salían de ellos. 13Algunos judíos que andaban expulsando espíritus malignos intentaron invocar sobre los endemoniados el nombre del Señor Jesús. Decían: «¡En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, les ordeno que salgan!» 14Esto lo hacían siete hijos de un tal Esceva, que era uno de los jefes de los sacerdotes judíos. 15Un día el espíritu maligno les replicó: «Conozco a Jesús, y sé quién es Pablo,

pero ustedes ¿quiénes son?» 16Y abalanzándose sobre ellos, el hombre que tenía el espíritu maligno los dominó a todos. Los maltrató con tanta violencia que huyeron de la casa desnudos y heridos. 17Cuando se enteraron los judíos y los griegos que vivían en Éfeso, el temor se apoderó de todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era glorificado. 18Muchos de los que habían creído llegaban ahora y confesaban públicamente sus prácticas malvadas. 19Un buen número de los que practicaban la hechicería juntaron sus libros en un montón y los quemaron delante de todos. Cuando calcularon el precio de aquellos libros, resultó un total de cincuenta mil monedas de plata. 20Así la palabra del Señor crecía y se difundía con poder arrollador. 21Después de todos estos sucesos, Pablo tomó la determinación de ir a Jerusalén, pasando por Macedonia y Acaya. Decía: «Después de estar allí, tengo que visitar Roma.» 22Entonces envió a Macedonia a dos de sus ayudantes, Timoteo y Erasto, mientras él se quedaba por algún tiempo en la provincia de Asia.

________________________

Jueces 10-11 (NVI) Tola 1Después de Abimélec surgió un hombre de Isacar para salvar a Israel. Se llamaba Tola, y era hijo de Fuvá y nieto de Dodó. Vivía en Samir, en la región montañosa de Efraín, 2y gobernó a Israel durante veintitrés años; entonces murió, y fue sepultado en Samir. Yaír 3A Tola lo sucedió Yaír de Galaad, que gobernó a Israel durante veintidós años. 4Tuvo treinta hijos, cada uno de los cuales montaba su propio asno y gobernaba su propia ciudad en Galaad. Hasta el día de hoy estas ciudades se conocen como «los poblados de Yaír». 5Cuando


murió Yaír, fue sepultado en Camón. Jefté 6Una vez más los israelitas hicieron lo que ofende al Señor. Adoraron a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté; a los dioses de Aram, Sidón y Moab, y a los de los amonitas y los filisteos. Y como los israelitas abandonaron al Señor y no le sirvieron más, 7él se enfureció contra ellos. Los vendió a los filisteos y a los amonitas, 8los cuales desde entonces y durante dieciocho años destrozaron y agobiaron a todos los israelitas que vivían en Galaad, un territorio amorreo, al otro lado del Jordán. 9También los amonitas cruzaron el Jordán para luchar contra las tribus de Judá, Benjamín y Efraín, por lo que Israel se encontró en una situación de extrema angustia. 10Entonces los israelitas clamaron al Señor: —¡Hemos pecado contra ti, al abandonar a nuestro Dios y adorar a los ídolos de Baal! 11El Señor respondió: —Cuando los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos, 12los sidonios, los amalecitas y los madianitas los oprimían y ustedes clamaron a mí para que los ayudara, ¿acaso no los libré de su dominio? 13Pero ustedes me han abandonado y han servido a otros dioses; por lo tanto, no los volveré a salvar. 14Vayan y clamen a los dioses que han escogido. ¡Que ellos los libren en tiempo de angustia! 15Pero los israelitas le contestaron al Señor: —Hemos pecado. Haz con nosotros lo que mejor te parezca, pero te rogamos que nos salves en este día. 16Entonces se deshicieron de los dioses extranjeros que había entre ellos y sirvieron al Señor. Y el Señor no pudo soportar más el sufrimiento de Israel. 17Cuando los amonitas fueron convocados y acamparon en Galaad, los israelitas se reunieron y acamparon en Mizpa. 18Los jefes y el pueblo

de Galaad se dijeron el uno al otro: «El que inicie el ataque contra los amonitas será el caudillo de todos los que viven en Galaad.»

10Jefté

el galaadita era un guerrero valiente, hijo de Galaad y de una prostituta. 2Galaad también tuvo hijos con su esposa, quienes cuando crecieron echaron a Jefté. «No tendrás parte en la herencia de nuestra familia —le dijeron—, porque eres hijo de otra mujer.» 3Entonces Jefté huyó de sus hermanos y se fue a vivir en la región de Tob, donde se le juntaron unos hombres sin escrúpulos, que salían con él a cometer fechorías. 4Después de algún tiempo, cuando los amonitas hicieron la guerra contra Israel, 5los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob. 6—Ven —le dijeron—, sé nuestro jefe, para que podamos luchar contra los amonitas. 7Jefté les contestó: —¿No eran ustedes los que me odiaban y me echaron de la casa de mi padre? ¿Por qué vienen a verme ahora, cuando están en apuros? 8Los ancianos de Galaad le dijeron: —Por eso ahora venimos a verte. Ven con nosotros a luchar contra los amonitas, y serás el caudillo de todos los que vivimos en Galaad. 9Jefté respondió: —Si me llevan con ustedes para luchar contra los amonitas y el Señor me los entrega, entonces de veras seré el caudillo de ustedes. 10Los ancianos de Galaad le aseguraron: —El Señor es nuestro testigo: haremos lo que tú digas. 11Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo puso como su caudillo y jefe. Y reiteró en Mizpa todas sus palabras en presencia del Señor. 12Entonces Jefté envió unos mensajeros al rey de los amonitas, para que le preguntaran: —¿Qué tienes contra mí, que has venido a hacerle la guerra a mi país? 13El rey de los amonitas respon-


dió a los mensajeros de Jefté: —Cuando Israel salió de Egipto, se apoderó de mi tierra desde el Arnón hasta el Jaboc, e incluso hasta el Jordán. Ahora devuélvemela por las buenas. 14Jefté volvió a enviar mensajeros al rey amonita, 15diciéndole: «Así dice Jefté: “Israel no se apoderó de la tierra de los moabitas ni de los amonitas. 16Cuando los israelitas salieron de Egipto, caminaron por el desierto hasta el Mar Rojo y siguieron hasta Cades. 17Entonces enviaron mensajeros al rey de Edom, diciéndole: ‘Danos permiso para pasar por tu país.’ Pero el rey de Edom no les hizo caso. Le enviaron el mismo mensaje al rey de Moab, pero él tampoco aceptó. Así que Israel se quedó a vivir en Cades. 18» ”Después anduvieron por el desierto, y bordeando los territorios de Edom y Moab, entraron en territorio moabita por la parte oriental, y acamparon al otro lado del río Arnón. No entraron en el territorio moabita, pues el Arnón era la frontera. 19» ”Entonces Israel mandó mensajeros a Sijón, rey de los amorreos, que gobernaba en Hesbón, y le dijo: ‘Permítenos pasar por tu país hasta nuestro territorio.’ 20Pero Sijón desconfió de Israel en cuanto a dejarlo pasar por su territorio, por lo que reunió a todo su ejército y acampó en Yahaza y luchó contra Israel. 21» ”El Señor, Dios de Israel, entregó a Sijón y a todo su ejército en manos de Israel, y los derrotó. Así tomó Israel posesión de toda la tierra de los amorreos que vivían en aquel país, 22ocupándolo todo, desde el Arnón hasta el Jaboc y desde el desierto hasta el Jordán. 23» ”El Señor, Dios de Israel, les quitó esta tierra a los amorreos para dársela a su pueblo Israel, ¿y tú nos la vas a quitar? 24¿Acaso no consideras tuyo lo que tu dios Quemós te da? Pues también nosotros consideramos nues-

tro lo que el Señor nuestro Dios nos ha dado. 25¿Acaso te crees mejor que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Acaso alguna vez entró él en litigio con Israel, o luchó contra ellos? 26Hace ya trescientos años que Israel ocupó a Hesbón y Aroer, con sus poblados y todas las ciudades en la ribera del Arnón. ¿Por qué no las recuperaron durante ese tiempo? 27Yo no te he hecho ningún mal. Tú, en cambio, obras mal conmigo al librar una guerra contra mí. Que el Señor, el gran Juez, dicte hoy su sentencia en esta contienda entre israelitas y amonitas.” » 28Sin embargo, el rey de los amonitas no prestó atención al mensaje que le envió Jefté. 29Entonces Jefté, poseído por el Espíritu del Señor, recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mizpa de Galaad, y desde allí avanzó contra los amonitas. 30Y Jefté le hizo un juramento solemne al Señor: «Si verdaderamente entregas a los amonitas en mis manos, 31quien salga primero de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva de haber vencido a los amonitas, será del Señor y lo ofreceré en holocausto.» 32Jefté cruzó el río para luchar contra los amonitas, y el Señor los entregó en sus manos. 33Derrotó veinte ciudades, desde Aroer hasta las inmediaciones de Minit, y hasta Abel Queramín. La derrota fue muy grande; así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas. 34Cuando Jefté volvió a su hogar en Mizpa, salió a recibirlo su hija, bailando al son de las panderetas. Ella era hija única, pues Jefté no tenía otros hijos. 35Cuando Jefté la vio, se rasgó las vestiduras y exclamó: —¡Ay, hija mía, me has destrozado por completo! ¡Eres la causa de mi desgracia! Le juré algo al Señor, y no puedo retractarme. 36—Padre mío —replicó ella—, le has dado tu palabra al Señor. Haz conmigo conforme a tu juramento,


ya que el Señor te ha vengado de tus enemigos, los amonitas. 37Pero concédeme esta sola petición —añadió—. Ya que nunca me casaré, dame un plazo de dos meses para retirarme a las montañas y llorar allí con mis amigas. 38— Está bien, puedes ir —le respondió él. Y le permitió irse por dos meses. Ella y sus amigas se fueron a las montañas, y lloró porque nunca se casaría. 39Cumplidos los dos meses volvió a su padre, y él hizo con ella conforme a su juramento. Ella era virgen. De allí se originó la costumbre israelita 40de que todos los años, durante cuatro días, las muchachas de Israel fueran a conmemorar la muerte de la hija de Jefté de Galaad.

________________________

Job 39 (NVI) 1»¿Sabes cuándo los íbices tienen sus crías? ¿Has visto el parto de las gacelas? 2¿Has contado los meses de su gestación? ¿Sabes cuándo dan a luz? 3Al tener sus crías se encorvan, y allí terminan sus dolores de parto. 4Crecen sus crías, y en el bosque se hacen fuertes; luego se van y ya no vuelven. 5»¿Quién deja sueltos a los asnos salvajes? ¿Quién les desata las cuerdas? 6Yo les di el páramo por morada, el yermo por hábitat. 7Se burlan del ajetreo de la ciudad; no prestan atención a los gritos del arriero. 8Recorren los cerros en busca de pastos, en busca de verdes prados. 9»¿Crees tú que el toro salvaje se prestará a servirte? ¿Pasará la noche en tus establos? 10¿Puedes mantenerlo en el surco con el arnés? ¿Irá en pos de ti labrando los valles? 11¿Pondrás tu confianza en su tremenda fuerza? ¿Echarás sobre sus lomos tu pesado trabajo? 12¿Puedes confiar en él para que acarree tu grano y lo junte en el lugar donde lo trillas? 13»El avestruz bate alegremente sus alas, pero su plumaje

no es como el de la cigüeña. 14Pone sus huevos en la tierra, los deja empollar en la arena, 15sin que le importe aplastarlos con sus patas, o que las bestias salvajes los pisoteen. 16Maltrata a sus polluelos como si no fueran suyos, y no le importa haber trabajado en vano, 17pues Dios no le dio sabiduría ni le impartió su porción de buen juicio. 18Pero cuando extiende sus alas y corre, se ríe de jinetes y caballos. 19»¿Le has dado al caballo su fuerza? ¿Has cubierto su cuello con largas crines? 20¿Eres tú quien lo hace saltar como langosta, con su orgulloso resoplido que infunde terror? 21Patalea con furia, regocijándose en su fuerza, y se lanza al galope hacia la llanura. 22Se burla del miedo; a nada le teme; no rehuye hacerle frente a la espada. 23En torno suyo silban las flechas, brillan las lanzas y las jabalinas. 24En frenética carrera devora las distancias; al toque de trompeta no es posible refrenarlo. 25En cuanto suena la trompeta, resopla desafiante; percibe desde lejos el fragor de la batalla, los gritos de combate y las órdenes de ataque. 26»¿Es tu sabiduría la que hace que el halcón vuele y que hacia el sur extienda sus alas? 27¿Acaso por tus órdenes remonta el vuelo el águila y construye su nido en las alturas? 28Habita en los riscos; allí pasa la noche; en escarpadas grietas tiene su baluarte. 29Desde allí acecha la presa; sus ojos la detectan desde lejos. 30Sus polluelos se regodean en la sangre; donde hay un cadáver, allí está el halcón.»

Día 130 - Jueves 04.06.15:

Hechos 19:23-41 (NVI) El disturbio en Éfeso 23Por aquellos días se produjo un gran disturbio a propósito del Camino. 24Un platero llamado Demetrio, que hacía fi-


guras en plata del templo de Artemisa, proporcionaba a los artesanos no poca ganancia. 25Los reunió con otros obreros del ramo, y les dijo: —Compañeros, ustedes saben que obtenemos buenos ingresos de este oficio. 26Les consta además que el tal Pablo ha logrado persuadir a mucha gente, no sólo en Éfeso sino en casi toda la provincia de Asia. Él sostiene que no son dioses los que se hacen con las manos. 27Ahora bien, no sólo hay el peligro de que se desprestigie nuestro oficio, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea menospreciado, y que la diosa misma, a quien adoran toda la provincia de Asia y el mundo entero, sea despojada de su divina majestad. 28Al oír esto, se enfurecieron y comenzaron a gritar: —¡Grande es Artemisa de los efesios! 29En seguida toda la ciudad se alborotó. La turba en masa se precipitó en el teatro, arrastrando a Gayo y a Aristarco, compañeros de viaje de Pablo, que eran de Macedonia. 30Pablo quiso presentarse ante la multitud, pero los discípulos no se lo permitieron. 31Incluso algunas autoridades de la provincia, que eran amigos de Pablo, le enviaron un recado, rogándole que no se arriesgara a entrar en el teatro. 32Había confusión en la asamblea. Cada uno gritaba una cosa distinta, y la mayoría ni siquiera sabía para qué se habían reunido. 33Los judíos empujaron a un tal Alejandro hacia adelante, y algunos de entre la multitud lo sacaron para que tomara la palabra. Él agitó la mano para pedir silencio y presentar su defensa ante el pueblo. 34Pero cuando se dieron cuenta de que era judío, todos se pusieron a gritar al unísono como por dos horas: —¡Grande es Artemisa de los efesios! 35El secretario del concejo municipal logró calmar a la multitud y dijo: —Ciu-

dadanos de Éfeso, ¿acaso no sabe todo el mundo que la ciudad de Éfeso es guardiana del templo de la gran Artemisa y de su estatua bajada del cielo? 36Ya que estos hechos son innegables, es preciso que ustedes se calmen y no hagan nada precipitadamente. 37Ustedes han traído a estos hombres, aunque ellos no han cometido ningún sacrilegio ni han blasfemado contra nuestra diosa. 38Así que si Demetrio y sus compañeros de oficio tienen alguna queja contra alguien, para eso hay tribunales y gobernadores. Vayan y presenten allí sus acusaciones unos contra otros. 39Si tienen alguna otra demanda, que se resuelva en legítima asamblea. 40Tal y como están las cosas, con los sucesos de hoy corremos el riesgo de que nos acusen de causar disturbios. ¿Qué razón podríamos dar de este alboroto, si no hay ninguna? 41Dicho esto, despidió la asamblea.

________________________

Jueces 12 (NVI) Jefté y Efraín 1Los hombres de Efraín se alistaron, y cruzaron el río hacia Zafón y le dijeron a Jefté: —¿Por qué fuiste a luchar contra los amonitas sin llamarnos para ir contigo? ¡Ahora prenderemos fuego a tu casa, contigo adentro! 2Jefté respondió: —Mi pueblo y yo estábamos librando una gran contienda con los amonitas y, aunque yo los llamé, ustedes no me libraron de su poder. 3Cuando vi que ustedes no me ayudarían, arriesgué mi vida, marché contra los amonitas, y el Señor los entregó en mis manos. ¿Por qué, pues, han subido hoy a luchar contra mí? 4Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y lucharon contra los de la tribu de Efraín. Los de Galaad derrotaron a los de Efraín porque éstos les habían dicho: «Ustedes los


galaaditas son renegados de Efraín y Manasés.» 5Los galaaditas ocuparon los vados del Jordán que conducen a Efraín, y cada vez que algún sobreviviente de Efraín decía: «Déjenme cruzar», los hombres de Galaad le preguntaban: «¿Eres de la tribu de Efraín?» Si él contestaba: «No», 6ellos decían: «Muy bien, di “Shibolet”.» Si decía: «Sibolet», porque no podía pronunciar la palabra correctamente, lo agarraban y allí mismo, en los vados del Jordán, lo degollaban. En aquella ocasión murieron cuarenta y dos mil hombres de la tribu de Efraín. 7Jefté gobernó a Israel durante seis años. Cuando murió Jefté el galaadita, fue sepultado en su pueblo de Galaad. Ibsán, Elón y Abdón 8Después de Jefté, gobernó a Israel Ibsán de Belén. 9Tuvo treinta hijos y treinta hijas. A sus hijas las dio en matrimonio a gente que no pertenecía a su clan, y para sus hijos trajo como esposas a treinta muchachas que no eran de su tribu. Ibsán gobernó a Israel por siete años. 10Cuando murió, fue sepultado en Belén. 11Después de Ibsán gobernó a Israel Elón, de la tribu de Zabulón, durante diez años. 12Cuando murió Elón el zabulonita, fue sepultado en Ayalón, en el territorio de Zabulón. 13Después de Elón gobernó a Israel Abdón hijo de Hilel, de Piratón. 14Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, cada uno de los cuales montaba su propio asno. Gobernó a Israel durante ocho años. 15Cuando murió Abdón hijo de Hilel, fue sepultado en Piratón, que está en el territorio de Efraín, en la región montañosa de los amalecitas.

________________________

Job 40 (NVI) 1El Señor dijo también a Job: 2«¿Corregirá al Todopoderoso quien contra él contiende? ¡Que le respon-

da a Dios quien se atreve a acusarlo!» 3Entonces Job le respondió: 4«¿Qué puedo responderte, si soy tan indigno? ¡Me tapo la boca con la mano! 5Hablé una vez, y no voy a responder; hablé otra vez, y no voy a insistir.» 6El Señor le respondió a Job desde la tempestad. Le dijo: 7«Prepárate a hacerme frente. Yo te cuestionaré, y tú me responderás. 8»¿Vas acaso a invalidar mi justicia? ¿Me harás quedar mal para que tú quedes bien? 9¿Tienes acaso un brazo como el mío? ¿Puede tu voz tronar como la mía? 10Si es así, cúbrete de gloria y esplendor; revístete de honra y majestad. 11Da rienda suelta a la furia de tu ira; mira a los orgullosos, y humíllalos; 12mira a los soberbios, y somételos; aplasta a los malvados donde se hallen. 13Entiérralos a todos en el polvo; amortaja sus rostros en la fosa. 14Yo, por mi parte, reconoceré que en tu mano derecha está la salvación. 15»Mira a Behemot, criatura mía igual que tú, que se alimenta de hierba, como los bueyes. 16¡Cuánta fuerza hay en sus lomos! ¡Su poder está en los músculos de su vientre! 17Su rabo se mece como un cedro; los tendones de sus muslos se entrelazan. 18Sus huesos son como barras de bronce; sus piernas parecen barrotes de hierro. 19Entre mis obras ocupa el primer lugar, sólo yo, su Hacedor, puedo acercármele con la espada. 20Los montes le brindan sus frutos; allí juguetean todos los animales salvajes. 21Debajo de los lotos se tiende a descansar; se oculta entre los juncos del pantano. 22Los lotos le brindan su sombra; los álamos junto al río lo envuelven. 23Vacía un río entero sin apresurarse; con toda calma se traga el Jordán. 24¿Quién ante sus ojos se atreve a capturarlo? ¿Quién puede atraparlo y perforarle la nariz?


Día 131 - Viernes 05.06.15:

Hechos 20:1-12 (NVI) Recorrido por Macedonia y Grecia 1Cuando cesó el alboroto, Pablo mandó llamar a los discípulos y, después de animarlos, se despidió y salió rumbo a Macedonia. 2Recorrió aquellas regiones, alentando a los creyentes en muchas ocasiones, y por fin llegó a Grecia, 3donde se quedó tres meses. Como los judíos tramaban un atentado contra él cuando estaba a punto de embarcarse para Siria, decidió regresar por Macedonia. 4Lo acompañaron Sópater hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe; Timoteo; y por último, Tíquico y Trófimo, de la provincia de Asia. 5Éstos se adelantaron y nos esperaron en Troas. 6Pero nosotros zarpamos de Filipos después de la fiesta de los Panes sin levadura, y a los cinco días nos reunimos con los otros en Troas, donde pasamos siete días. Visita de Pablo a Troas 7El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan. Como iba a salir al día siguiente, Pablo estuvo hablando a los creyentes, y prolongó su discurso hasta la medianoche. 8En el cuarto del piso superior donde estábamos reunidos había muchas lámparas. 9Un joven llamado Eutico, que estaba sentado en una ventana, comenzó a dormirse mientras Pablo alargaba su discurso. Cuando se quedó profundamente dormido, se cayó desde el tercer piso y lo recogieron muerto. 10Pablo bajó, se echó sobre el joven y lo abrazó. «¡No se alarmen! — les dijo—. ¡Está vivo!» 11Luego volvió a subir, partió el pan y comió. Siguió hablando hasta el amanecer, y entonces se fue. 12Al joven se lo llevaron vivo a su casa, para gran consuelo de todos. Pablo se despide de los ancianos de Éfeso

13Nosotros, por nuestra parte, nos embarcamos anticipadamente y zarpamos para Asón, donde íbamos a recoger a Pablo. Así se había planeado, ya que él iba a hacer esa parte del viaje por tierra. 14Cuando se encontró con nosotros en Asón, lo tomamos a bordo y fuimos a Mitilene. 15Desde allí zarpamos al día siguiente y llegamos frente a Quío. Al otro día cruzamos en dirección a Samos, y un día después llegamos a Mileto. 16Pablo había decidido pasar de largo a Éfeso para no demorarse en la provincia de Asia, porque tenía prisa por llegar a Jerusalén para el día de Pentecostés, si fuera posible.

________________________

Jueces 13 (NVI) Nacimiento de Sansón 1Una vez más los israelitas hicieron lo que ofende al Señor. Por eso él los entregó en manos de los filisteos durante cuarenta años. 2Cierto hombre de Zora, llamado Manoa, de la tribu de Dan, tenía una esposa que no le había dado hijos porque era estéril. 3Pero el ángel del Señor se le apareció a ella y le dijo: «Eres estéril y no tienes hijos, pero vas a concebir y tendrás un hijo. 4Cuídate de no beber vino ni ninguna otra bebida fuerte, ni tampoco comas nada impuro, 5porque concebirás y darás a luz un hijo. No pasará la navaja sobre su cabeza, porque el niño va a ser nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Él comenzará a librar a Israel del poder de los filisteos.» 6La mujer fue adonde estaba su esposo y le dijo: «Un hombre de Dios vino adonde yo estaba. Por su aspecto imponente, parecía un ángel de Dios. Ni yo le pregunté de dónde venía, ni él me dijo cómo se llamaba. 7Pero me dijo: “Concebirás y darás a luz un hijo. Ahora bien, cuídate de no beber vino ni ninguna otra bebida fuer-


te, ni de comer nada impuro, porque el niño será nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer hasta el día de su muerte.” » 8Entonces Manoa oró al Señor: «Oh Señor, te ruego que permitas que vuelva el hombre de Dios que nos enviaste, para que nos enseñe cómo criar al niño que va a nacer.» 9Dios escuchó a Manoa, y el ángel de Dios volvió a aparecerse a la mujer mientras ésta se hallaba en el campo; pero Manoa su esposo no estaba con ella. 10La mujer corrió de inmediato a avisarle a su esposo: «¡Está aquí! ¡El hombre que se me apareció el otro día!» 11Manoa se levantó y siguió a su esposa. Cuando llegó adonde estaba el hombre, le dijo: —¿Eres tú el que habló con mi esposa? —Sí, soy yo —respondió él. 12Así que Manoa le preguntó: —Cuando se cumplan tus palabras, ¿cómo debemos criar al niño? ¿Cómo deberá portarse? 13El ángel del Señor contestó: —Tu esposa debe cumplir con todo lo que le he dicho. 14Ella no debe probar nada que proceda de la vid, ni beber ningún vino ni ninguna otra bebida fuerte; tampoco debe comer nada impuro. En definitiva, debe cumplir con todo lo que le he ordenado. 15Manoa le dijo al ángel del Señor: —Nos gustaría que te quedaras hasta que te preparemos un cabrito. 16Pero el ángel del Señor respondió: — Aunque me detengan, no probaré nada de tu comida. Pero si preparas un holocausto, ofréceselo al Señor. Manoa no se había dado cuenta de que aquél era el ángel del Señor. 17Así que le preguntó: —¿Cómo te llamas, para que podamos honrarte cuando se cumpla tu palabra? 18—¿Por qué me preguntas mi nombre? —replicó él—. Es un misterio maravilloso. 19Entonces Manoa tomó un cabrito, junto con la ofrenda de cereales, y lo sacrificó sobre una roca al

Señor. Y mientras Manoa y su esposa observaban, el Señor hizo algo maravilloso: 20Mientras la llama subía desde el altar hacia el cielo, el ángel del Señor ascendía en la llama. Al ver eso, Manoa y su esposa se postraron en tierra sobre sus rostros. 21Y el ángel del Señor no se volvió a aparecer a Manoa y a su esposa. Entonces Manoa se dio cuenta de que aquél era el ángel del Señor. 22—¡Estamos condenados a morir! —le dijo a su esposa—. ¡Hemos visto a Dios! 23Pero su esposa respondió: —Si el Señor hubiera querido matarnos, no nos habría aceptado el holocausto ni la ofrenda de cereales de nuestras manos; tampoco nos habría mostrado todas esas cosas ni anunciado todo esto. 24La mujer dio a luz un niño y lo llamó Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo. 25Y el Espíritu del Señor comenzó a manifestarse en él mientras estaba en Majané Dan, entre Zora y Estaol.

________________________

Job 41 (NVI) 1»¿Puedes pescar a Leviatán con un anzuelo, o atarle la lengua con una cuerda? 2¿Puedes ponerle un cordel en la nariz, o perforarle la quijada con un gancho? 3¿Acaso amablemente va a pedirte o suplicarte que le tengas compasión? 4¿Acaso va a comprometerse a ser tu esclavo de por vida? 5¿Podrás jugar con él como juegas con los pájaros, o atarlo para que tus niñas se entretengan? 6¿Podrán los mercaderes ofrecerlo como mercancía, o cortarlo en pedazos para venderlo? 7¿Puedes atravesarle la piel con lanzas, o la cabeza con arpones? 8Si llegas a ponerle la mano encima, ¡jamás te olvidarás de esa batalla, y no querrás repetir la experiencia! 9Vana es la pretensión de llegar a someterlo; basta con verlo para desmayarse. 10No hay quien se atre-


va siquiera a provocarlo; ¿quién, pues, podría hacerle frente? 11¿Y quién tiene alguna cuenta que cobrarme? ¡Mío es todo cuanto hay bajo los cielos! 12»No puedo dejar de mencionar sus extremidades, su fuerza y su elegante apariencia. 13¿Quién puede despojarlo de su coraza? ¿Quién puede acercarse a él y ponerle un freno? 14¿Quién se atreve a abrir el abismo de sus fauces, coronadas de terribles colmillos? 15Tiene el lomo recubierto de hileras de escudos, todos ellos unidos en cerrado tejido; 16tan juntos están uno al otro que no dejan pasar ni el aire; 17tan prendidos están uno del otro, tan unidos entre sí, que no pueden separarse. 18Resopla y lanza deslumbrantes relámpagos; sus ojos se parecen a los rayos de la aurora. 19Ascuas de fuego brotan de su hocico; chispas de lumbre salen disparadas. 20Lanza humo por la nariz, como olla hirviendo sobre un fuego de juncos. 21Con su aliento enciende los carbones, y lanza fuego por la boca. 22En su cuello radica su fuerza; ante él, todo el mundo pierde el ánimo. 23Los pliegues de su piel son un tejido apretado; firmes son, e inconmovibles. 24Duro es su pecho, como una roca; sólido, cual piedra de molino. 25Cuando se yergue, los poderosos tiemblan; cuando se sacude, emprenden la huida. 26La espada, aunque lo alcance, no lo hiere, ni lo hieren tampoco los dardos, ni las lanzas y las jabalinas. 27Al hierro lo trata como a paja, y al bronce como a madera podrida. 28No lo hacen huir las flechas; ve como paja las piedras de las hondas. 29Los golpes del mazo apenas le hacen cosquillas; se burla del silbido de la lanza. 30Sus costados son dentados tiestos que en el fango van dejando huellas de rastrillos. 31Hace hervir las profundidades como un caldero; agita

los mares como un frasco de ungüento. 32Una estela brillante va dejando tras de sí, cual si fuera la blanca cabellera del abismo. 33Es un monstruo que a nada teme; nada hay en el mundo que se le parezca. 34Mira con desdén a todos los poderosos; ¡él es rey de todos los soberbios!»

Día 132 - Sábado 06.06.15:

Hechos 20:13-38 (NVI) Pablo se despide de los ancianos de Éfeso 13Nosotros, por nuestra parte, nos embarcamos anticipadamente y zarpamos para Asón, donde íbamos a recoger a Pablo. Así se había planeado, ya que él iba a hacer esa parte del viaje por tierra. 14Cuando se encontró con nosotros en Asón, lo tomamos a bordo y fuimos a Mitilene. 15Desde allí zarpamos al día siguiente y llegamos frente a Quío. Al otro día cruzamos en dirección a Samos, y un día después llegamos a Mileto. 16Pablo había decidido pasar de largo a Éfeso para no demorarse en la provincia de Asia, porque tenía prisa por llegar a Jerusalén para el día de Pentecostés, si fuera posible. 17Desde Mileto, Pablo mandó llamar a los ancianos de la iglesia de Éfeso. 18Cuando llegaron, les dijo: «Ustedes saben cómo me porté todo el tiempo que estuve con ustedes, desde el primer día que vine a la provincia de Asia. 19He servido al Señor con toda humildad y con lágrimas, a pesar de haber sido sometido a duras pruebas por las maquinaciones de los judíos. 20Ustedes saben que no he vacilado en predicarles nada que les fuera de provecho, sino que les he enseñado públicamente y en las casas. 21A judíos y a griegos les he instado a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús. 22»Y ahora tengan en cuenta que voy


a Jerusalén obligado por el Espíritu, sin saber lo que allí me espera. 23Lo único que sé es que en todas las ciudades el Espíritu Santo me asegura que me esperan prisiones y sufrimientos. 24Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. 25»Escuchen, yo sé que ninguno de ustedes, entre quienes he andado predicando el reino de Dios, volverá a verme. 26Por tanto, hoy les declaro que soy inocente de la sangre de todos, 27porque sin vacilar les he proclamado todo el propósito de Dios. 28Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. 29Sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos feroces que procurarán acabar con el rebaño. 30Aun de entre ustedes mismos se levantarán algunos que enseñarán falsedades para arrastrar a los discípulos que los sigan. 31Así que estén alerta. Recuerden que día y noche, durante tres años, no he dejado de amonestar con lágrimas a cada uno en particular. 32»Ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su gracia, mensaje que tiene poder para edificarlos y darles herencia entre todos los santificados. 33No he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie. 34Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. 35Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que

en recibir.” » 36Después de decir esto, Pablo se puso de rodillas con todos ellos y oró. 37Todos lloraban inconsolablemente mientras lo abrazaban y lo besaban. 38Lo que más los entristecía era su declaración de que ellos no volverían a verlo. Luego lo acompañaron hasta el barco.

________________________

Jueces 14-15 (NVI) Matrimonio de Sansón 1Sansón descendió a Timnat y vio allí a una joven filistea. 2Cuando él volvió, les dijo a sus padres: —He visto en Timnat a una joven filistea; pídanla para que sea mi esposa. 3Pero sus padres le dijeron: —¿Acaso no hay ninguna mujer aceptable entre tus parientes, o en todo nuestro pueblo, que tienes que ir a buscar una esposa entre esos filisteos incircuncisos? Sansón le respondió a su padre: —¡Pídeme a ésa, que es la que a mí me gusta! 4Sus padres no sabían que esto era de parte del Señor, que buscaba la ocasión de confrontar a los filisteos; porque en aquel tiempo los filisteos dominaban a Israel. 5Así que Sansón descendió a Timnat junto con sus padres. De repente, al llegar a los viñedos de Timnat, un rugiente cachorro de león le salió al encuentro. 6Pero el Espíritu del Señor vino con poder sobre Sansón, quien a mano limpia despedazó al león como quien despedaza a un cabrito. Pero no les contó a sus padres lo que había hecho. 7Luego fue y habló con la mujer que le gustaba. 8Pasado algún tiempo, cuando regresó para casarse con ella, se apartó del camino para mirar el león muerto, y vio que había en su cadáver un enjambre de abejas y un panal de miel. 9Tomó con las manos un poco de miel y comió, mientras proseguía su camino. Cuando se reunió con sus padres, les ofreció miel, y también


ellos comieron, pero no les dijo que la había sacado del cadáver del león. 10Después de eso su padre fue a ver a la mujer. Allí Sansón ofreció un banquete, como era la costumbre entre los jóvenes. 11Cuando los filisteos lo vieron, le dieron treinta compañeros para que estuvieran con él. 12—Permítanme proponerles una adivinanza —les dijo Sansón—. Si me dan la solución dentro de los siete días que dura el banquete, yo les daré treinta vestidos de lino y treinta mudas de ropa de fiesta. 13Pero si no me la dan, serán ustedes quienes me darán los treinta vestidos de lino y treinta mudas de ropa de fiesta. —Dinos tu adivinanza —le respondieron—, que te estamos escuchando. 14Entonces les dijo: «Del que come salió comida; y del fuerte salió dulzura.» Pasaron tres días y no lograron resolver la adivinanza. 15Al cuarto día le dijeron a la esposa de Sansón: «Seduce a tu esposo para que nos revele la adivinanza; de lo contrario, te quemaremos a ti y a la familia de tu padre. ¿Acaso nos invitaron aquí para robarnos?» 16Entonces la esposa de Sansón se tiró sobre él llorando, y le dijo: —¡Me odias! ¡En realidad no me amas! Le propusiste a mi pueblo una adivinanza, pero no me has dicho la solución. —Ni siquiera se la he dado a mis padres —replicó él—; ¿por qué habría de dártela a ti? 17Pero ella le lloró los siete días que duró el banquete, hasta que al fin, el séptimo día, Sansón le dio la solución, porque ella seguía insistiéndole. A su vez ella fue y les reveló la solución a los de su pueblo. 18Antes de la puesta del sol del séptimo día los hombres de la ciudad le dijeron: «¿Qué es más dulce que la miel? ¿Qué es más fuerte que un león?» Sansón les respondió: «Si no hubieran arado con mi ternera, no habrían resuelto mi adivinanza.»

19Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Sansón con poder, y éste descendió a Ascalón y derrotó a treinta de sus hombres, les quitó sus pertenencias y les dio sus ropas a los que habían resuelto la adivinanza. Luego, enfurecido, regresó a la casa de su padre. 20Entonces la esposa de Sansón fue entregada a uno de los que lo habían acompañado en su boda. Sansón se venga de los filisteos 1Pasado algún tiempo, durante la cosecha de trigo, Sansón tomó un cabrito y fue a visitar a su esposa. —Voy a la habitación de mi esposa —dijo él. Pero el padre de ella no le permitió entrar, 2sino que le dijo: —Yo estaba tan seguro de que la odiabas, que se la di a tu amigo. ¿Pero acaso no es más atractiva su hermana menor? Tómala para ti, en lugar de la mayor. 3Sansón replicó: —¡Esta vez sí que no respondo por el daño que les cause a los filisteos! 4Así que fue y cazó trescientas zorras, y las ató cola con cola en parejas, y a cada pareja le amarró una antorcha; 5luego les prendió fuego a las antorchas y soltó a las zorras por los sembrados de los filisteos. Así incendió el trigo que ya estaba en gavillas y el que todavía estaba en pie, junto con los viñedos y olivares. 6Cuando los filisteos preguntaron: «¿Quién hizo esto?», les dijeron: «Sansón, el yerno del timnateo, porque éste le quitó a su esposa y se la dio a su amigo.» Por eso los filisteos fueron y la quemaron a ella y a su padre. 7Pero Sansón les dijo: «Puesto que actuaron de esa manera, ¡no pararé hasta que me haya vengado de ustedes!» 8Y los atacó tan furiosamente que causó entre ellos una tremenda masacre. Luego se fue a vivir a una cueva, que está en la peña de Etam. 9Los filisteos subieron y acamparon en Judá, incursionando


cerca de Lehí. 10Los hombres de Judá preguntaron: —¿Por qué han venido a luchar contra nosotros? —Hemos venido a tomar prisionero a Sansón —les respondieron—, para hacerle lo mismo que nos hizo a nosotros. 11Entonces tres mil hombres de Judá descendieron a la cueva en la peña de Etam y le dijeron a Sansón: —¿No te das cuenta de que los filisteos nos gobiernan? ¿Por qué nos haces esto? —Simplemente les he hecho lo que ellos me hicieron a mí —contestó él. 12Ellos le dijeron: — Hemos venido a atarte, para entregarte en manos de los filisteos. —Júrenme que no me matarán ustedes mismos —dijo Sansón. 13—De acuerdo —respondieron ellos—. Sólo te ataremos y te entregaremos en sus manos. No te mataremos. Entonces lo ataron con dos sogas nuevas y lo sacaron de la peña. 14Cuando se acercaba a Lehí, los filisteos salieron a su encuentro con gritos de victoria. En ese momento el Espíritu del Señor vino sobre él con poder, y las sogas que ataban sus brazos se volvieron como fibra de lino quemada, y las ataduras de sus manos se deshicieron. 15Al encontrar una quijada de burro que todavía estaba fresca, la agarró y con ella mató a mil hombres. 16Entonces dijo Sansón: «Con la quijada de un asno los he amontonado. Con una quijada de asno he matado a mil hombres.» 17Cuando terminó de hablar, arrojó la quijada y llamó a aquel lugar Ramat Lehí. 18Como tenía mucha sed, clamó al Señor: «Tú le has dado a tu siervo esta gran victoria. ¿Acaso voy ahora a morir de sed, y a caer en manos de los incircuncisos?» 19Entonces Dios abrió la hondonada que hay en Lehí, y de allí brotó agua. Cuando Sansón la bebió, recobró sus fuerzas y se reanimó. Por eso al manantial que todavía hoy

está en Lehí se le llamó Enacoré. 20Y Sansón gobernó a Israel durante veinte años en tiempos de los filisteos.

________________________

Job 42 (NVI) Respuesta de Job 1Job respondió entonces al Señor. Le dijo: 2«Yo sé bien que tú lo puedes todo, que no es posible frustrar ninguno de tus planes. 3“¿Quién es éste —has preguntado—, que sin conocimiento oscurece mi consejo?” Reconozco que he hablado de cosas que no alcanzo a comprender, de cosas demasiado maravillosas que me son desconocidas. 4»“Ahora escúchame, que voy a hablar —dijiste—; yo te cuestionaré, y tú me responderás.” 5De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos. 6Por tanto, me retracto de lo que he dicho, y me arrepiento en polvo y ceniza.» Epílogo 7Después de haberle dicho todo esto a Job, el Señor se dirigió a Elifaz de Temán y le dijo: «Estoy muy irritado contigo y con tus dos amigos porque, a diferencia de mi siervo Job, lo que ustedes han dicho de mí no es verdad. 8Tomen ahora siete toros y siete carneros, y vayan con mi siervo Job y ofrezcan un holocausto por ustedes mismos. Mi siervo Job orará por ustedes, y yo atenderé a su oración y no los haré quedar en vergüenza. Y conste que, a diferencia de mi siervo Job, lo que ustedes han dicho de mí no es verdad.» 9Elifaz de Temán, Bildad de Súah y Zofar de Namat fueron y cumplieron con lo que el Señor les había ordenado, y el Señor atendió a la oración de Job. 10Después de haber orado Job por sus amigos, el Señor lo hizo prosperar de nuevo y le dio dos veces más de lo que antes tenía. 11Todos sus hermanos y hermanas, y todos los que antes lo habían conocido, fueron a


su casa y celebraron con él un banquete. Lo animaron y lo consolaron por todas las calamidades que el Señor le había enviado, y cada uno de ellos le dio una moneda de plata y un anillo de oro. 12El Señor bendijo más los últimos años de Job que los primeros, pues llegó a tener catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. 13Tuvo también catorce hijos y tres hijas. 14A la primera de ellas le puso por nombre Paloma, a la segunda la llamó Canela, y a la tercera, Linda. 15No había en todo el país mujeres tan bellas como las hijas de Job. Su padre les dejó una herencia, lo mismo que a sus hermanos. 16Después de estos sucesos Job vivió ciento cuarenta años. Llegó a ver a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. 17Disfrutó de una larga vida y murió en plena ancianidad.

Día 133 - Domingo 07.06.15:

Hechos 21:1-36 (NVI) Rumbo a Jerusalén 1Después de separarnos de ellos, zarpamos y navegamos directamente a Cos. Al día siguiente fuimos a Rodas, y de allí a Pátara. 2Como encontramos un barco que iba para Fenicia, subimos a bordo y zarpamos. 3Después de avistar Chipre y de pasar al sur de la isla, navegamos hacia Siria y llegamos a Tiro, donde el barco tenía que descargar. 4Allí encontramos a los discípulos y nos quedamos con ellos siete días. Ellos, por medio del Espíritu, exhortaron a Pablo a que no subiera a Jerusalén. 5Pero al cabo de algunos días, partimos y continuamos nuestro viaje. Todos los discípulos, incluso las mujeres y los niños, nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad, y allí en la playa nos arrodi-

llamos y oramos. 6Luego de despedirnos, subimos a bordo y ellos regresaron a sus hogares. 7Nosotros continuamos nuestro viaje en barco desde Tiro y arribamos a Tolemaida, donde saludamos a los hermanos y nos quedamos con ellos un día. 8Al día siguiente salimos y llegamos a Cesarea, y nos hospedamos en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete; 9éste tenía cuatro hijas solteras que profetizaban. 10Llevábamos allí varios días, cuando bajó de Judea un profeta llamado Ágabo. 11Éste vino a vernos y, tomando el cinturón de Pablo, se ató con él de pies y manos, y dijo: gentiles” 12Al oír esto, nosotros y los de aquel lugar le rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén. 13—¿Por qué lloran? ¡Me parten el alma! —respondió Pablo—. Por el nombre del Señor Jesús estoy dispuesto no sólo a ser atado sino también a morir en Jerusalén. 14Como no se dejaba convencer, desistimos exclamando: —¡Que se haga la voluntad del Señor! 15Después de esto, acabamos los preparativos y subimos a Jerusalén. 16Algunos de los discípulos de Cesarea nos acompañaron y nos llevaron a la casa de Mnasón, donde íbamos a alojarnos. Éste era de Chipre, y uno de los primeros discípulos. Llegada de Pablo a Jerusalén 17Cuando llegamos a Jerusalén, los creyentes nos recibieron calurosamente. 18Al día siguiente Pablo fue con nosotros a ver a Jacobo, y todos los ancianos estaban presentes. 19Después de saludarlos, Pablo les relató detalladamente lo que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio. 20Al oírlo, alabaron a Dios. Luego le dijeron a Pablo: «Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos han creído, y todos ellos siguen aferrados a la ley. 21Ahora bien, han oído decir que tú enseñas que


se aparten de Moisés todos los judíos que viven entre los gentiles. Les recomiendas que no circunciden a sus hijos ni vivan según nuestras costumbres. 22¿Qué vamos a hacer? Sin duda se van a enterar de que has llegado. 23Por eso, será mejor que sigas nuestro consejo. Hay aquí entre nosotros cuatro hombres que tienen que cumplir un voto. 24Llévatelos, toma parte en sus ritos de purificación y paga los gastos que corresponden al voto de rasurarse la cabeza. Así todos sabrán que no son ciertos esos informes acerca de ti, sino que tú también vives en obediencia a la ley. 25En cuanto a los creyentes gentiles, ya les hemos comunicado por escrito nuestra decisión de que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual.» 26Al día siguiente Pablo se llevó a los hombres y se purificó con ellos. Luego entró en el templo para dar aviso de la fecha en que vencería el plazo de la purificación y se haría la ofrenda por cada uno de ellos. Arresto de Pablo 27Cuando estaban a punto de cumplirse los siete días, unos judíos de la provincia de Asia vieron a Pablo en el templo. Alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, 28gritando: «¡Israelitas! ¡Ayúdennos! Éste es el individuo que anda por todas partes enseñando a toda la gente contra nuestro pueblo, nuestra ley y este lugar. Además, hasta ha metido a unos griegos en el templo, y ha profanado este lugar santo.» 29Ya antes habían visto en la ciudad a Trófimo el efesio en compañía de Pablo, y suponían que Pablo lo había metido en el templo. 30Toda la ciudad se alborotó. La gente se precipitó en masa, agarró a Pablo y lo sacó del templo a rastras, e inmediatamente se cerraron las puertas. 31Estaban por

matarlo, cuando se le informó al comandante del batallón romano que toda la ciudad de Jerusalén estaba amotinada. 32En seguida tomó algunos centuriones con sus tropas, y bajó corriendo hacia la multitud. Al ver al comandante y a sus soldados, los amotinados dejaron de golpear a Pablo. 33El comandante se abrió paso, lo arrestó y ordenó que lo sujetaran con dos cadenas. Luego preguntó quién era y qué había hecho. 34Entre la multitud cada uno gritaba una cosa distinta. Como el comandante no pudo averiguar la verdad a causa del alboroto, mandó que condujeran a Pablo al cuartel. 35Cuando Pablo llegó a las gradas, los soldados tuvieron que llevárselo en vilo debido a la violencia de la turba. 36El pueblo en masa iba detrás gritando: «¡Que lo maten!»

________________________

Jueces 16 (NVI) Sansón y Dalila 1Un día Sansón fue a Gaza, donde vio a una prostituta. Entonces entró para pasar la noche con ella. 2Al pueblo de Gaza se le anunció: «¡Sansón ha venido aquí!» Así que rodearon el lugar y toda la noche estuvieron al acecho junto a la puerta de la ciudad. Se quedaron quietos durante toda la noche diciéndose: «Lo mataremos al amanecer.» 3Pero Sansón estuvo acostado allí hasta la medianoche; luego se levantó y arrancó las puertas de la entrada de la ciudad, junto con sus dos postes, con cerrojo y todo. Se las echó al hombro y las llevó hasta la cima del monte que está frente a Hebrón. 4Pasado algún tiempo, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila. 5Los jefes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo, para que te revele el secreto de su tremenda fuerza y cómo podemos vencerlo, de modo que lo ate-


mos y lo tengamos sometido. Cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata.» 6Dalila le dijo a Sansón: — Dime el secreto de tu tremenda fuerza, y cómo se te puede atar y dominar. 7Sansón le respondió: —Si se me ata con siete cuerdas de arco que todavía no estén secas, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre. 8Los jefes de los filisteos le trajeron a ella siete cuerdas de arco que aún no se habían secado, y Dalila lo ató con ellas. 9Estando unos hombres al acecho en el cuarto, ella le gritó: —¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti! Pero él rompió las cuerdas como quien rompe un pedazo de cuerda chamuscada. De modo que no se descubrió el secreto de su fuerza. 10Dalila le dijo a Sansón: —¡Te burlaste de mí! ¡Me dijiste mentiras! Vamos, dime cómo se te puede atar. 11—Si se me ata firmemente con sogas nuevas, sin usar —le dijo él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre. 12Mientras algunos filisteos estaban al acecho en el cuarto, Dalila tomó sogas nuevas y lo ató, y luego le gritó: —¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti! Pero él rompió las sogas que ataban sus brazos, como quien rompe un hilo. 13Entonces Dalila le dijo a Sansón: —¡Hasta ahora te has burlado de mí, y me has dicho mentiras! Dime cómo se te puede atar. —Si entretejes las siete trenzas de mi cabello con la tela del telar, y aseguras ésta con la clavija —respondió él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre. Entonces, mientras él dormía, Dalila tomó las siete trenzas de Sansón, las entretejió con la tela 14y las aseguró con la clavija. Una vez más ella le gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!» Sansón despertó de su sueño y arrancó la clavija y el telar, junto con la tela. 15Entonces ella le dijo:

«¿Cómo puedes decir que me amas, si no confías en mí? Ya van tres veces que te burlas de mí, y aún no me has dicho el secreto de tu tremenda fuerza.» 16Como todos los días lo presionaba con sus palabras, y lo acosaba hasta hacerlo sentirse harto de la vida, 17al fin se lo dijo todo. «Nunca ha pasado navaja sobre mi cabeza —le explicó—, porque soy nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Si se me afeitara la cabeza, perdería mi fuerza, y llegaría a ser tan débil como cualquier otro hombre.» 18Cuando Dalila se dio cuenta de que esta vez le había confiado todo, mandó llamar a los jefes de los filisteos, y les dijo: «Vuelvan una vez más, que él me lo ha confiado todo.» Entonces los gobernantes de los filisteos regresaron a ella con la plata que le habían ofrecido. 19Después de hacerlo dormir sobre sus rodillas, ella llamó a un hombre para que le cortara las siete trenzas de su cabello. Así comenzó a dominarlo. Y su fuerza lo abandonó. 20Luego ella gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!» Sansón despertó de su sueño y pensó: «Me escaparé como las otras veces, y me los quitaré de encima.» Pero no sabía que el Señor lo había abandonado. 21Entonces los filisteos lo capturaron, le arrancaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Lo sujetaron con cadenas de bronce, y lo pusieron a moler en la cárcel. 22Pero en cuanto le cortaron el cabello, le comenzó a crecer de nuevo. Muerte de Sansón 23Los jefes de los filisteos se reunieron para festejar y ofrecerle un gran sacrificio a Dagón, su dios, diciendo: «Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo.» 24Cuando el pueblo lo vio, todos alabaron a su dios diciendo: «Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a nuestro enemigo,


al que asolaba nuestra tierra y multiplicaba nuestras víctimas.» 25Cuando ya estaban muy alegres, gritaron: «¡Saquen a Sansón para que nos divierta!» Así que sacaron a Sansón de la cárcel, y él les sirvió de diversión. Cuando lo pusieron de pie entre las columnas, 26Sansón le dijo al muchacho que lo llevaba de la mano: «Ponme donde pueda tocar las columnas que sostienen el templo, para que me pueda apoyar en ellas.» 27En ese momento el templo estaba lleno de hombres y mujeres; todos los jefes de los filisteos estaban allí, y en la parte alta había unos tres mil hombres y mujeres que se divertían a costa de Sansón. 28Entonces Sansón oró al Señor: «Oh soberano Señor, acuérdate de mí. Oh Dios, te ruego que me fortalezcas sólo una vez más, y déjame de una vez por todas vengarme de los filisteos por haberme sacado los ojos.» 29Luego Sansón palpó las dos columnas centrales que sostenían el templo y se apoyó contra ellas, la mano derecha sobre una y la izquierda sobre la otra. 30Y gritó: «¡Muera yo junto con los filisteos!» Luego empujó con toda su fuerza, y el templo se vino abajo sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba allí. Fueron muchos más los que Sansón mató al morir, que los que había matado mientras vivía. 31Sus hermanos y toda la familia de su padre descendieron para recogerlo. Lo llevaron de regreso y lo sepultaron entre Zora y Estaol, en la tumba de su padre Manoa. Sansón había gobernado a Israel durante veinte años.

________________________

Salmos 42 (NVI) Al director musical. Masquil de los hijos de Coré. 1Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser.

2Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios? 3Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas: «¿Dónde está tu Dios?» 4Recuerdo esto y me deshago en llanto: yo solía ir con la multitud, y la conducía a la casa de Dios. Entre voces de alegría y acciones de gracias hacíamos gran celebración. 5¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanz y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios! 6Me siento sumamente angustiado; por eso, mi Dios, pienso en ti desde la tierra del Jordán, desde las alturas del Hermón, desde el monte Mizar. 7Un abismo llama a otro abismo en el rugir de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas se han precipitado sobre mí. 8Ésta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor mande su amor, y de noche su canto me acompañe. 9Y le digo a Dios, a mi Roca: «¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué debo andar de luto y oprimido por el enemigo?» 10Mortal agonía me penetra hasta los hueso ante la burla de mis adversarios, mientras me echan en cara a todas horas: «¿Dónde está tu Dios?» 11¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!

________________________


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.