IGLESIA DE LA CIUDAD, Un estilo de vida!

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Lectura Semanal - Semana 24

Día 162 - Lunes 06.07.15: Romanos 15:14-33 / 1 Samuel 29-31 / Salmos 71 Día 163 - Martes 07.07.15: Romanos 16 / 2 Samuel 1 / Salmos 72 Día 164 - Miércoles 08.07.15: Marcos 1:1-20 / 2 Samuel 2 / Daniel 1 Día 165 - Jueves 09.07.15: Marcos 1:21-45 / 2 Samuel 3 / Daniel 2:1-23 Día 166 - Viernes 10.07.15: Marcos 2 / 2 Samuel 4-5 / Daniel 2:24-49 Día 167 - Sábado 11.07.15: Marcos 3:1-19 / 2 Samuel 6 / Daniel 3 Día 168 - Domingo 12.07.15: Marcos 3:20-35 / 2 Samuel 7-8 / Daniel 4


Día 162 - Lunes 06.07.15:

Romanos 15:14-33 (NVI) Pablo, ministro de los gentiles 14Por mi parte, hermanos míos, estoy seguro de que ustedes mismos rebosan de bondad, abundan en conocimiento y están capacitados para instruirse unos a otros. 15Sin embargo, les he escrito con mucha franqueza sobre algunos asuntos, como para refrescarles la memoria. Me he atrevido a hacerlo por causa de la gracia que Dios me dio 16para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles. Yo tengo el deber sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada por el Espíritu Santo. 17Por tanto, mi servicio a Dios es para mí motivo de orgullo en Cristo Jesús. 18No me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para que los gentiles lleguen a obedecer a Dios. Lo ha hecho con palabras y obras, 19mediante poderosas señales y milagros, por el poder del Espíritu de Dios. Así que, habiendo comenzado en Jerusalén, he completado la proclamación del evangelio de Cristo por todas partes, hasta la región de Iliria. 20En efecto, mi propósito ha sido predicar el evangelio donde Cristo no sea conocido, para no edificar sobre fundamento ajeno. 21Más bien, como está escrito: «Los que nunca habían recibido noticia de él, lo verán; y entenderán los que no habían oído hablar de él.» 22Este trabajo es lo que muchas veces me ha impedido ir a visitarlos. Pablo piensa visitar Roma 23Pero ahora que ya no me queda un lugar dónde trabajar en estas regiones, y como desde hace muchos años anhelo verlos, 24tengo planes de visitarlos cuando vaya rumbo a España. Espero que, después de que haya disfrutado

de la compañía de ustedes por algún tiempo, me ayuden a continuar el viaje. 25Por ahora, voy a Jerusalén para llevar ayuda a los hermanos, 26ya que Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta para los hermanos pobres de Jerusalén. 27Lo hicieron de buena voluntad, aunque en realidad era su obligación hacerlo. Porque si los gentiles han participado de las bendiciones espirituales de los judíos, están en deuda con ellos para servirles con las bendiciones materiales. 28Así que, una vez que yo haya cumplido esta tarea y entregado en sus manos este fruto, saldré para España y de paso los visitaré a ustedes. 29Sé que, cuando los visite, iré con la abundante bendición de Cristo. 30Les ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que se unan conmigo en esta lucha y que oren a Dios por mí. 31Pídanle que me libre de caer en manos de los incrédulos que están en Judea, y que los hermanos de Jerusalén reciban bien la ayuda que les llevo. 32De este modo, por la voluntad de Dios, llegaré a ustedes con alegría y podré descansar entre ustedes por algún tiempo. 33El Dios de paz sea con todos ustedes. Amén.

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1 Samuel 29-31 (NVI) Los filisteos desconfían de David 1Los filisteos reunieron a todas sus tropas en Afec. Los israelitas, por su parte, acamparon junto al manantial que está en Jezrel. 2Los jefes filisteos avanzaban en compañías de cien y de mil soldados, seguidos de Aquis y de David y sus hombres. 3—Y estos hebreos, ¿qué hacen aquí? —preguntaron los generales filisteos. Aquis les respondió: —¿No se dan cuenta de que éste es David, quien antes estuvo al servicio de Saúl, rey de Israel? Hace ya más de un año


que está conmigo, y desde el primer día que se unió a nosotros no he visto nada que me haga desconfiar de él. 4Pero los generales filisteos, enojados con Aquis, le ordenaron: —Despídelo; que regrese al lugar que le diste. No dejes que nos acompañe en la batalla, no sea que en medio del combate se vuelva contra nosotros. ¿Qué mejor manera tendría de reconciliarse con su señor, que llevándole las cabezas de estos soldados? 5¿Acaso no es éste el David por quien danzaban, y en sus cantos decían: «Saúl mató a sus miles; pero David, a sus diez miles»? 6Ante esto, Aquis llamó a David y le dijo: —Tan cierto como que el Señor vive, que tú eres un hombre honrado y me gustaría que me acompañaras en esta campaña. Desde el día en que llegaste, no he visto nada que me haga desconfiar de ti. Pero los jefes filisteos te miran con recelo. 7Así que, con mis mejores deseos, vuélvete a tu casa y no hagas nada que les desagrade. 8— Pero, ¿qué es lo que he hecho? —reclamó David—. ¿Qué falla ha visto Su Majestad en este servidor suyo desde el día en que entré a su servicio hasta hoy? ¿Por qué no me permiten luchar contra los enemigos de mi señor y rey? 9—Ya lo sé —respondió Aquis—. Para mí tú eres como un ángel de Dios. Sin embargo, los generales filisteos han decidido que no vayas con nosotros a la batalla. 10Por lo tanto, levántense mañana temprano, tú y los siervos de tu señor que vinieron contigo, y váyanse con la primera luz del día. 11Así que al día siguiente David y sus hombres se levantaron temprano para regresar al país filisteo. Por su parte, los filisteos avanzaron hacia Jezrel. David derrota a los amalecitas 1Al tercer día David y sus hombres llegaron a Siclag, pero se encontraron con

que los amalecitas habían invadido la región del Néguev y con que, luego de atacar e incendiar a Siclag, 2habían tomado cautivos a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el más grande hasta el más pequeño. Sin embargo, no habían matado a nadie. 3Cuando David y sus hombres llegaron, encontraron que la ciudad había sido quemada, y que sus esposas, hijos e hijas habían sido llevados cautivos. 4David y los que estaban con él se pusieron a llorar y a gritar hasta quedarse sin fuerzas. 5También habían caído prisioneras dos esposas de David, la jezrelita Ajinoán y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel. 6David se alarmó, pues la tropa hablaba de apedrearlo; y es que todos se sentían amargados por la pérdida de sus hijos e hijas. Pero cobró ánimo y puso su confianza en el Señor su Dios. 7Entonces le dijo al sacerdote Abiatar hijo de Ajimélec: —Tráeme el efod. Tan pronto como Abiatar se lo trajo, 8David consultó al Señor: —¿Debo perseguir a esa banda? ¿Los voy a alcanzar? —Persíguelos —le respondió el Señor —. Vas a alcanzarlos, y rescatarás a los cautivos. 9David partió con sus seiscientos hombres hasta llegar al arroyo de Besor. Allí se quedaron rezagados 10doscientos hombres que estaban demasiado cansados para cruzar el arroyo. Así que David continuó la persecución con los cuatrocientos hombres restantes. 11Los hombres de David se encontraron en el campo con un egipcio, y se lo llevaron a David. Le dieron de comer y de beber, 12y le ofrecieron una torta de higo y dos tortas de uvas pasas, pues hacía tres días y tres noches que no había comido nada. En cuanto el egipcio comió, recobró las fuerzas. 13—¿A quién perteneces? —le preguntó David—. ¿De dónde vienes? —Soy egipcio —le respondió—,


esclavo de un amalecita. Hace tres días caí enfermo, y mi amo me abandonó. 14Habíamos invadido la región sur de los quereteos, de Judá y de Caleb; también incendiamos Siclag. 15—Guíanos adonde están esos bandidos —le dijo David. —Júreme usted por Dios —suplicó el egipcio— que no me matará ni me entregará a mi amo. Con esa condición, lo llevo adonde está la banda. 16El egipcio los guió hasta los amalecitas, los cuales estaban dispersos por todo el campo, comiendo, bebiendo y festejando el gran botín que habían conseguido en el territorio filisteo y en el de Judá. 17David los atacó al amanecer y los combatió hasta la tarde del día siguiente. Los únicos que lograron escapar fueron cuatrocientos muchachos que huyeron en sus camellos. 18David pudo recobrar todo lo que los amalecitas se habían robado, y también rescató a sus dos esposas. 19Nada les faltó del botín, ni grande ni pequeño, ni hijos ni hijas, ni ninguna otra cosa de lo que les habían quitado. 20David también se apoderó de todas las ovejas y del ganado. La gente llevaba todo al frente y pregonaba: «¡Éste es el botín de David!» 21Luego David regresó al arroyo de Besor, donde se habían quedado los doscientos hombres que estaban demasiado cansados para seguirlo. Ellos salieron al encuentro de David y su gente, y David, por su parte, se acercó para saludarlos. 22Pero entre los que acompañaban a David había gente mala y perversa que reclamó: —Éstos no vinieron con nosotros, así que no vamos a darles nada del botín que recobramos. Que tome cada uno a su esposa y a sus hijos, y que se vaya. 23—No hagan eso, mis hermanos —les respondió David—. Fue el Señor quien nos lo dio todo, y quien nos protegió y puso en nuestras

manos a esa banda de maleantes que nos había atacado. 24¿Quién va a estar de acuerdo con ustedes? Del botín participan tanto los que se quedan cuidando el bagaje como los que van a la batalla. 25Aquel día David estableció esa norma como ley en Israel, la cual sigue vigente hasta el día de hoy. 26Después de llegar a Siclag, David envió parte del botín a sus amigos que eran ancianos de Judá, con este mensaje: «Aquí tienen un regalo del botín que rescatamos de los enemigos del Señor.» 27Recibieron ese regalo los ancianos de Betel, Ramot del Néguev, Jatir, 28Aroer, Sifmot, Estemoa, 29Racal, las ciudades de Jeramel, las ciudades quenitas 30de Jormá, Corasán, Atac, 31y Hebrón, y los ancianos de todos los lugares donde David y sus hombres habían vivido

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Salmos 71 (NVI) 1En ti, Señor, me he refugiado; jamás me dejes quedar en vergüenza. 2Por tu justicia, rescátame y líbrame; dígnate escucharme, y sálvame. 3Sé tú mi roca de refugio adonde pueda yo siempre acudir; da la orden de salvarme, porque tú eres mi roca, mi fortaleza. 4Líbrame, Dios mío, de manos de los impíos, del poder de los malvados y violentos. 5Tú, Soberano Señor, has sido mi esperanza; en ti he confiado desde mi juventud. 6De ti he dependido desde que nací; del vientre materno me hiciste nacer. ¡Por siempre te alabaré! 7Para muchos, soy motivo de asombro, pero tú eres mi refugio inconmovible. 8Mi boca rebosa de alabanzas a tu nombre, y todo el día proclama tu grandeza. 9No me rechaces cuando llegue a viejo; no me abandones cuando me falten las fuerzas. 10Porque mis enemigos murmuran contra mí; los que me acechan se confabulan. 11Y dicen: «¡Dios lo ha abandona-


do! ¡Persíganlo y agárrenlo, que nadie lo rescatará!» 12Dios mío, no te alejes de mí; Dios mío, ven pronto a ayudarme. 13Que perezcan humillados mis acusadores; que se cubran de oprobio y de ignominia los que buscan mi ruina. 14Pero yo siempre tendré esperanza, y más y más te alabaré. 15Todo el día proclamará mi boca tu justicia y tu salvación, aunque es algo que no alcanzo a descifrar. 16Soberano Señor, relataré tus obras poderosas, y haré memoria de tu justicia, de tu justicia solamente. 17Tú, oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y aún hoy anuncio todos tus prodigios. 18Aun cuando sea yo anciano y peine canas, no me abandones, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a la generación venidera, y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido. 19Oh Dios, tú has hecho grandes cosas; tu justicia llega a las alturas. ¿Quién como tú, oh Dios? 20Me has hecho pasar por muchos infortunios, pero volverás a darme vida; de las profundidades de la tierra volverás a levantarme. 21Acrecentarás mi honor y volverás a consolarme. 22Por tu fidelidad, Dios mío, te alabaré con instrumentos de cuerda; te cantaré, oh Santo de Israel, salmos con la lira. 23Gritarán de júbilo mis labios cuando yo te cante salmos, pues me has salvado la vida. 24Todo el día repetirá mi lengua la historia de tus justas acciones, pues quienes buscaban mi mal han quedado confundidos y avergonzados.

Día 163 - Martes 07.07.15:

Romanos 16 (NVI) Saludos personales 1Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas. 2Les pido que la reciban dignamente en el Señor, como conviene ha-

cerlo entre hermanos en la fe; préstenle toda la ayuda que necesite, porque ella ha ayudado a muchas personas, entre las que me cuento yo. 3Saluden a Priscila y a Aquila, mis compañeros de trabajo en Cristo Jesús. 4Por salvarme la vida, ellos arriesgaron la suya. Tanto yo como todas las iglesias de los gentiles les estamos agradecidos. 5Saluden igualmente a la iglesia que se reúne en la casa de ellos. Saluden a mi querido hermano Epeneto, el primer convertido a Cristo en la provincia de Asia. 6Saluden a María, que tanto ha trabajado por ustedes. 7Saluden a Andrónico y a Junías, mis parientes y compañeros de cárcel, destacados entre los apóstoles y convertidos a Cristo antes que yo. 8Saluden a Amplias, mi querido hermano en el Señor. 9Saluden a Urbano, nuestro compañero de trabajo en Cristo, y a mi querido hermano Estaquis. 10Saluden a Apeles, que ha dado tantas pruebas de su fe en Cristo. Saluden a los de la familia de Aristóbulo. 11Saluden a Herodión, mi pariente. Saluden a los de la familia de Narciso, fieles en el Señor. 12Saluden a Trifena y a Trifosa, las cuales se esfuerzan trabajando por el Señor. Saluden a mi querida hermana Pérsida, que ha trabajado muchísimo en el Señor. 13Saluden a Rufo, distinguido creyente, y a su madre, que ha sido también como una madre para mí. 14Saluden a Asíncrito, a Flegonte, a Hermes, a Patrobas, a Hermas y a los hermanos que están con ellos. 15Saluden a Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana, a Olimpas y a todos los hermanos que están con ellos. 16Salúdense unos a otros con un beso santo. Todas las iglesias de Cristo les mandan saludos. 17Les ruego, hermanos, que se cuiden de los que causan divisiones y dificultades, y van en contra de lo que a ustedes se les ha enseñado.


Apártense de ellos. 18Tales individuos no sirven a Cristo nuestro Señor, sino a sus propios deseos. Con palabras suaves y lisonjeras engañan a los ingenuos. 19Es cierto que ustedes viven en obediencia, lo que es bien conocido de todos y me alegra mucho; pero quiero que sean sagaces para el bien e inocentes para el mal. 20Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con ustedes. 21Saludos de parte de Timoteo, mi compañero de trabajo, como también de Lucio, Jasón y Sosípater, mis parientes. 22Yo, Tercio, que escribo esta carta, los saludo en el Señor. 23Saludos de parte de Gayo, de cuya hospitalidad disfrutamos yo y toda la iglesia de este lugar. También les mandan saludos Erasto, que es el tesorero de la ciudad, y nuestro hermano Cuarto. 25-26El Dios eterno ocultó su misterio durante largos siglos, pero ahora lo ha revelado por medio de los escritos proféticos, según su propio mandato, para que todas las naciones obedezcan a la fe. ¡Al que puede fortalecerlos a ustedes conforme a mi evangelio y a la predicación acerca de Jesucristo, 27al único sabio Dios, sea la gloria para siempre por medio de Jesucristo! Amén.

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2 Samuel 1 (NVI) Noticia de la muerte de Saúl 1Después de la muerte de Saúl, David se detuvo dos días en Siclag, luego de haber derrotado a los amalecitas. 2Al tercer día, llegó a Siclag un hombre que venía del campamento de Saúl. En señal de duelo se presentó ante David con la ropa rasgada y la cabeza cubierta de ceniza, y se postró rostro en tierra. 3—¿De dónde vienes? —le preguntó David. —Vengo huyendo del campamento israelita —respondió. 4—Pero,

¿qué ha pasado? —exclamó David—. ¡Cuéntamelo todo! —Pues resulta que nuestro ejército ha huido de la batalla, y muchos han caído muertos —contestó el mensajero—. Entre los caídos en combate se cuentan Saúl y su hijo Jonatán. 5—¿Y cómo sabes tú que Saúl y su hijo Jonatán han muerto? —le preguntó David al criado que le había traído la noticia. 6—Por casualidad me encontraba yo en el monte Guilboa. De pronto, vi a Saúl apoyado en su lanza y asediado por los carros y la caballería —respondió el criado—. 7Saúl se volvió y, al verme, me llamó. Yo me puse a sus órdenes. 8Me preguntó quién era yo, y le respondí que era amalecita. 9Entonces me pidió que me acercara y me ordenó: “¡Mátame de una vez, pues estoy agonizando y no acabo de morir!” 10Yo me acerqué y lo maté, pues me di cuenta de que no iba a sobrevivir al desastre. Luego le quité la diadema de la cabeza y el brazalete que llevaba en el brazo, para traérselos a usted, mi señor. 11Al oírlo, David y los que estaban con él se rasgaron las vestiduras. 12Lloraron y ayunaron hasta el anochecer porque Saúl y su hijo Jonatán habían caído a filo de espada, y también por el ejército del Señor y por la nación de Israel. 13Entonces David le preguntó al joven que le había traído la noticia: —¿De dónde eres? —Soy un extranjero amalecita — respondió. 14—¿Y cómo te atreviste a alzar la mano para matar al ungido del Señor? —le reclamó David. 15Y en seguida llamó a uno de sus hombres y le ordenó: —¡Anda, mátalo! Aquél cumplió la orden y lo mató. 16David, por su parte, dijo: —¡Que tu sangre caiga sobre tu cabeza! Tu boca misma te condena al admitir que mataste al ungido del Señor. Lamento de David por Saúl y Jonatán 17David compuso este lamento en ho-


nor de Saúl y de su hijo Jonatán. 18Lo llamó el «Cántico del Arco» y ordenó que lo enseñaran a los habitantes de Judá. Así consta en el libro de Jaser: 19«¡Ay, Israel! Tu gloria yace herida en las alturas de los montes. ¡Cómo han caído los valientes! 20»No lo anuncien en Gat ni lo pregonen en las calles de Ascalón, para que no se alegren las filisteas ni lo celebren esas paganas. 21»¡Ay, montes de Guilboa, que no caiga sobre ustedes lluvia ni rocío! ¡Que no crezca el trigo para las ofrendas! Porque allí deshonraron el escudo de Saúl: ¡allí quedó manchado el escudo de los valientes! 22¡Jamás volvía el arco de Jonatán sin haberse saciado con la sangre de los heridos, ni regresaba la espada de Saúl sin haberse hartado con la grasa de sus oponentes! 23»¡Saúl! ¡Jonatán! ¡Nobles personas! Fueron amados en la vida, e inseparables en la muerte. Más veloces eran que las águilas, y más fuertes que los leones. 24»¡Ay, mujeres de Israel! Lloren por Saúl, que las vestía con lujosa seda carmesí y las adornaba con joyas de oro. 25»¡Cómo han caído los valientes en batalla! Jonatán yace muerto en tus alturas. 26¡Cuánto sufro por ti, Jonatán, pues te quería como a un hermano! Más preciosa fue para mí tu amistad que el amor de las mujeres. 27»¡Cómo han caído los valientes! ¡Las armas de guerra han perecido!»

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Salmos 72 (NVI) De Salomón. 1Oh Dios, otorga tu justicia al rey, tu rectitud al príncipe heredero. 2Así juzgará con rectitud a tu pueblo y hará justicia a tus pobres. 3Brindarán los montes bienestar al pueblo, y fruto de justicia las colinas. 4El rey hará justicia a los pobres del pueblo y salvará a los necesitados; ¡él aplastará a los opresores! 5Que viva

el rey por mil generaciones, lo mismo que el sol y que la luna. 6Que sea como la lluvia sobre un campo sembrado, como las lluvias que empapan la tierra. 7Que en sus días florezca la justicia, y que haya gran prosperidad, hasta que la luna deje de existir. 8Que domine el rey de mar a mar, desde el río Éufrates hasta los confines de la tierra. 9Que se postren ante él las tribus del desierto; ¡que muerdan el polvo sus enemigos! 10Que le paguen tributo los reyes de Tarsis y de las costas remotas; que los reyes de Sabá y de Seba le traigan presentes. 11Que ante él se inclinen todos los reyes; ¡que le sirvan todas las naciones! 12Él librará al indigente que pide auxilio, y al pobre que no tiene quien lo ayude. 13Se compadecerá del desvalido y del necesitado, y a los menesterosos les salvará la vida. 14Los librará de la opresión y la violencia, porque considera valiosa su vida. 15¡Que viva el rey! ¡Que se le entregue el oro de Sabá! Que se ore por él sin cesar; que todos los días se le bendiga. 16Que abunde el trigo en toda la tierra; que ondeen los trigales en la cumbre de los montes. Que el grano se dé como en el Líbano; que abunden las gavillas como la hierba del campo. 17Que su nombre perdure para siempre; que su fama permanezca como el sol. Que en su nombre las naciones se bendigan unas a otras; que todas ellas lo proclamen dichoso. 18Bendito sea Dios el Señor, el Dios de Israel, el único que hace obras portentosas. 19Bendito sea por siempre su glorioso nombre; ¡que toda la tierra se llene de su gloria! Amén y amén. 20Aquí terminan las oraciones de David hijo de Isaí.

Día 164 - Miércoles 08.07.15: Marcos 1:1-20 (NVI) Juan el Bautista prepara el camino


1Comienzo del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios. 2Sucedió como está escrito en el profeta Isaías: «Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino.» 3«Voz de uno que grita en el desierto: “Preparen el camino del Señor, háganle sendas derechas.”» 4Así se presentó Juan, bautizando en el desierto y predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. 5Toda la gente de la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén acudía a él. Cuando confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán. 6La ropa de Juan estaba hecha de pelo de camello. Llevaba puesto un cinturón de cuero, y comía langostas y miel silvestre. 7Predicaba de esta manera: «Después de mí viene uno más poderoso que yo; ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias. 8Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.» Bautismo y tentación de Jesús 9En esos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10En seguida, al subir del agua, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. 11También se oyó una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo.» 12En seguida el Espíritu lo impulsó a ir al desierto, 13y allí fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Estaba entre las fieras, y los ángeles le servían. Llamamiento de los primeros discípulos 14Después de que encarcelaron a Juan, Jesús se fue a Galilea a anunciar las buenas nuevas de Dios. 15«Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!» 16Pasando por la orilla del mar de Galilea, Jesús

vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red al lago, pues eran pescadores. 17«Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres.» 18Al momento dejaron las redes y lo siguieron. 19Un poco más adelante vio a Jacobo y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en su barca remendando las redes. 20En seguida los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con Jesús.

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2 Samuel 2 (NVI) David es ungido rey de Judá 1Pasado algún tiempo, David consultó al Señor: —¿Debo ir a alguna de las ciudades de Judá? —Sí, debes ir —le respondió el Señor. —¿Y a qué ciudad quieres que vaya? —A Hebrón. 2Así que David fue allá con sus dos esposas, Ajinoán la jezrelita y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel. 3Se llevó además a sus hombres, cada cual acompañado de su familia, y todos se establecieron en Hebrón y sus aldeas. 4Entonces los habitantes de Judá fueron a Hebrón, y allí ungieron a David como rey de su tribu. Además, le comunicaron que los habitantes de Jabés de Galaad habían sepultado a Saúl. 5Entonces David envió a los de Jabés el siguiente mensaje: «Que el Señor los bendiga por haberle sido fieles a su señor Saúl, y por darle sepultura. 6Y ahora, que el Señor les muestre a ustedes su amor y fidelidad, aunque yo también quiero recompensarlos por esto que han hecho. 7Cobren ánimo y sean valientes, pues aunque su señor Saúl ha muerto, la tribu de Judá me ha ungido como su rey.» Guerra entre las tribus 8Entretanto, Abner hijo de Ner, general del ejército de Saúl, llevó a Isboset hijo de Saúl a la ciudad de Majanayin, 9y allí


lo instauró rey de Galaad, de Guesurí, de Jezrel, de Efraín, de Benjamín y de todo Israel. 10Isboset hijo de Saúl tenía cuarenta años cuando fue instaurado rey de Israel, y reinó dos años. La tribu de Judá, por su parte, reconoció a David, 11quien desde Hebrón reinó sobre la tribu de Judá durante siete años y seis meses. 12Abner hijo de Ner salió de Majanayin con las tropas de Isboset hijo de Saúl, y llegó a Gabaón. 13Joab hijo de Sarvia, por su parte, salió al frente de las tropas de David. Los dos ejércitos se encontraron en el estanque de Gabaón y tomaron posiciones en lados opuestos. 14Entonces Abner le dijo a Joab: — Propongo que salgan unos cuantos jóvenes y midan sus armas en presencia de nosotros. —De acuerdo —respondió Joab. 15Así que pasaron al frente doce jóvenes del ejército benjaminita de Isboset hijo de Saúl, y doce de los siervos de David. 16Cada soldado agarró a su rival por la cabeza y le clavó la espada en el costado, de modo que ambos combatientes murieron al mismo tiempo. Por eso a aquel lugar, que queda cerca de Gabaón, se le llama Jelcat Hazurín. 17Aquel día la batalla fue muy dura, y los siervos de David derrotaron a Abner y a los soldados de Israel. 18Allí se encontraban Joab, Abisay y Asael, los tres hijos de Sarvia. Asael, que corría tan ligero como una gacela en campo abierto, 19se lanzó tras Abner y lo persiguió sin vacilar. 20Al mirar hacia atrás, Abner preguntó: —¿Acaso no eres tú, Asael? —¡Claro que sí! —respondió. 21—¡Déjame tranquilo! —exclamó Abner—. Más te vale que agarres a algún otro y que te quedes con sus armas. Pero Asael no le hizo caso, 22así que Abner le advirtió una vez más: —¡Deja ya de perseguirme, o me veré obligado a matarte! Y entonces, ¿cómo podría darle la cara

a tu hermano Joab? 23Como Asael no dejaba de perseguirlo, Abner le dio un golpe con la punta trasera de su lanza y le atravesó el vientre. La lanza le salió por la espalda, y ahí mismo Asael cayó muerto. Todos los que pasaban por ahí se detenían a ver el cuerpo de Asael, 24pero Joab y Abisay se lanzaron tras Abner. Ya se ponía el sol cuando llegaron al collado de Amá, frente a Guiaj, en el camino que lleva al desierto de Gabaón. 25Entonces los soldados benjaminitas se reunieron para apoyar a Abner, y formando un grupo cerrado tomaron posiciones en lo alto de una colina. 26Abner le gritó a Joab: —¿Vamos a dejar que siga esta matanza? ¿No te das cuenta de que, al fin de cuentas, la victoria es amarga? ¿Qué esperas para ordenarles a tus soldados que dejen de perseguir a sus hermanos? 27Joab respondió: —Tan cierto como que Dios vive, que si no hubieras hablado, mis soldados habrían perseguido a sus hermanos hasta el amanecer. 28En seguida Joab hizo tocar la trompeta, y todos los soldados, dejando de perseguir a los israelitas, se detuvieron y ya no pelearon más. 29Toda esa noche Abner y sus hombres atravesaron el Arabá. Después de cruzar el Jordán, siguieron por todo el territorio de Bitrón hasta llegar a Majanayin. 30Una vez que Joab dejó de perseguir a Abner, regresó y reunió a todo su ejército para contarlo. Además de Asael, faltaban diecinueve de los soldados de David. 31Sin embargo, los soldados de David habían matado a trescientos sesenta de los soldados benjaminitas de Abner. 32Tomaron luego el cuerpo de Asael y lo sepultaron en Belén, en la tumba de su padre. Toda esa noche Joab y sus hombres marcharon, y llegaron a Hebrón al amanecer.


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Daniel 1 (NVI) Daniel en Babilonia 1En el año tercero del reinado del rey Joacim de Judá, el rey Nabucodonosor de Babilonia vino a Jerusalén y la sitió. 2El Señor permitió que Joacim cayera en manos de Nabucodonosor. Junto con él, cayeron en sus manos algunos de los utensilios del templo de Dios, los cuales Nabucodonosor se llevó a Babilonia y puso en el tesoro del templo de sus dioses. 3Además, el rey le ordenó a Aspenaz, jefe de los oficiales de su corte, que llevara a su presencia a algunos de los israelitas pertenecientes a la familia real y a la nobleza. 4Debían ser jóvenes apuestos y sin ningún defecto físico, que tuvieran aptitudes para aprender de todo y que actuaran con sensatez; jóvenes sabios y aptos para el servicio en el palacio real, a los cuales Aspenaz debía enseñarles la lengua y la literatura de los babilonios. 5El rey les asignó raciones diarias de la comida y del vino que se servía en la mesa real. Su preparación habría de durar tres años, después de lo cual entrarían al servicio del rey. 6Entre estos jóvenes se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, que eran de Judá, 7y a los cuales el jefe de oficiales les cambió el nombre: a Daniel lo llamó Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abednego. 8Pero Daniel se propuso no contaminarse con la comida y el vino del rey, así que le pidió al jefe de oficiales que no lo obligara a contaminarse. 9Y aunque Dios había hecho que Daniel se ganara el afecto y la simpatía del jefe de oficiales, 10éste se vio obligado a responderle a Daniel: «Tengo miedo de mi señor el rey, pues fue él quien te asignó la comida y el vino. Si el rey llega a verte más flaco y demacrado que los otros

jóvenes de tu edad, por culpa tuya me cortará la cabeza.» 11El jefe de oficiales le ordenó a un guardia atender a Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Por su parte, Daniel habló con ese guardia y le dijo: 12«Por favor, haz con tus siervos una prueba de diez días. Danos de comer sólo verduras, y de beber sólo agua. 13Pasado ese tiempo, compara nuestro semblante con el de los jóvenes que se alimentan con la comida real, y procede de acuerdo con lo que veas en nosotros.» 14El guardia aceptó la propuesta, y los sometió a una prueba de diez días. 15Al cumplirse el plazo, estos jóvenes se veían más sanos y mejor alimentados que cualquiera de los que participaban de la comida real. 16Así que el guardia les retiró la comida y el vino del rey, y en su lugar siguió alimentándolos con verduras. 17A estos cuatro jóvenes Dios los dotó de sabiduría e inteligencia para entender toda clase de literatura y ciencia. Además, Daniel podía entender toda visión y todo sueño. 18Cumplido el plazo fijado por el rey Nabucodonosor, y conforme a sus instrucciones, el jefe de oficiales los llevó ante su presencia. 19Luego de hablar el rey con Daniel, Ananías, Misael y Azarías, no encontró a nadie que los igualara, de modo que los cuatro entraron a su servicio. 20El rey los interrogó, y en todos los temas que requerían de sabiduría y discernimiento los halló diez veces más inteligentes que todos los magos y hechiceros de su reino. 21Fue así como Daniel se quedó en Babilonia hasta el primer año del rey Ciro.

Día 165 - Jueves 09.07.15:

Marcos 1:21-45 (NVI) Jesús expulsa a un espíritu maligno 21Entraron en Capernaúm, y tan pronto como llegó el sábado, Jesús fue a


la sinagoga y se puso a enseñar. 22La gente se asombraba de su enseñanza, porque la impartía como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley. 23De repente, en la sinagoga, un hombre que estaba poseído por un espíritu maligno gritó: 24—¿Por qué te entrometes, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios! 25—¡Cállate! —lo reprendió Jesús—. ¡Sal de ese hombre! 26Entonces el espíritu maligno sacudió al hombre violentamente y salió de él dando un alarido. 27Todos se quedaron tan asustados que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva, pues lo hace con autoridad! Les da órdenes incluso a los espíritus malignos, y le obedecen.» 28Como resultado, su fama se extendió rápidamente por toda la región de Galilea. Jesús sana a muchos enfermos 29Tan pronto como salieron de la sinagoga, Jesús fue con Jacobo y Juan a casa de Simón y Andrés. 30La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y en seguida se lo dijeron a Jesús. 31Él se le acercó, la tomó de la mano y la ayudó a levantarse. Entonces se le quitó la fiebre y se puso a servirles. 32Al atardecer, cuando ya se ponía el sol, la gente le llevó a Jesús todos los enfermos y endemoniados, 33de manera que la población entera se estaba congregando a la puerta. 34Jesús sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades. También expulsó a muchos demonios, pero no los dejaba hablar porque sabían quién era él. Jesús ora en un lugar solitario 35Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. 36Simón y sus compañeros salieron a buscarlo. 37Por

fin lo encontraron y le dijeron: —Todo el mundo te busca. 38Jesús respondió: —Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas donde también pueda predicar; para esto he venido. 39Así que recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios. Jesús sana a un leproso 40Un hombre que tenía lepra se le acercó, y de rodillas le suplicó: —Si quieres, puedes limpiarme. 41Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole: —Sí quiero. ¡Queda limpio! 42Al instante se le quitó la lepra y quedó sano. 43Jesús lo despidió en seguida con una fuerte advertencia: 44—Mira, no se lo digas a nadie; sólo ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación lo que ordenó Moisés, para que sirva de testimonio. 45Pero él salió y comenzó a hablar sin reserva, divulgando lo sucedido. Como resultado, Jesús ya no podía entrar en ningún pueblo abiertamente, sino que se quedaba afuera, en lugares solitarios. Aun así, gente de todas partes seguía acudiendo a él.

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2 Samuel 3 (NVI) 1La guerra entre las familias de Saúl y David se prolongó durante mucho tiempo. David consolidaba más y más su reino, en tanto que el de Saúl se iba debilitando. Hijos de David nacidos en Hebrón 2Mientras estuvo en Hebrón, David tuvo los siguientes hijos: Su primogénito fue Amnón hijo de Ajinoán la jezrelita; 3el segundo, Quileab hijo de Abigaíl, viuda de Nabal de Carmel; el tercero, Absalón hijo de Macá, la hija del rey Talmay de Guesur; 4el cuarto, Adonías hijo de Jaguit; el quinto, Sefatías hijo de Abital; 5el sexto, Itreán hijo de Eglá, que era otra esposa de David. Éstos son los hi-


jos que le nacieron a David mientras estuvo en Hebrón. Abner hace un pacto con David 6Durante la guerra entre las familias de Saúl y David, Abner fue consolidando su posición en el reino de Saúl, 7aunque Isboset le reclamó a Abner el haberse acostado con Rizpa hija de Ayá, que había sido concubina de Saúl. 8A Abner le molestó mucho el reclamo, así que replicó: —¿Acaso soy un perro de Judá? Hasta el día de hoy me he mantenido fiel a la familia de tu padre Saúl, incluso a sus parientes y amigos, y conste que no te he entregado en manos de David. ¡Y ahora me sales con que he cometido una falta con esa mujer! 9Que Dios me castigue sin piedad si ahora yo no procedo con David conforme a lo que el Señor le juró: 10Voy a quitarle el reino a la familia de Saúl y a establecer el trono de David sobre Israel y Judá, desde Dan hasta Berseba. 11Isboset no se atrevió a responderle a Abner ni una sola palabra, pues le tenía miedo. 12Entonces Abner envió unos mensajeros a decirle a David: «¿A quién le pertenece la tierra, si no a usted? Haga un pacto conmigo, y yo lo apoyaré para hacer que todo Israel se ponga de su parte.» 13«Muy bien —respondió David—. Haré un pacto contigo, pero con esta condición: Cuando vengas a verme, trae contigo a Mical hija de Saúl. De lo contrario, no te recibiré.» 14Además, David envió unos mensajeros a decirle a Isboset hijo de Saúl: «Devuélveme a mi esposa Mical, por la que di a cambio cien prepucios de filisteos.» 15Por tanto, Isboset mandó que se la quitaran a Paltiel hijo de Lais, que era su esposo, 16pero Paltiel se fue tras ella, llorando por todo el camino hasta llegar a Bajurín. Allí Abner le ordenó que regresara, y Paltiel obedeció. 17Luego Abner ha-

bló con los ancianos de Israel. «Hace tiempo que ustedes quieren hacer rey a David —les dijo—. 18Ya pueden hacerlo, pues el Señor le ha prometido: “Por medio de ti, que eres mi siervo, libraré a mi pueblo Israel del poder de los filisteos y de todos sus enemigos.” » 19Abner habló también con los de Benjamín, y más tarde fue a Hebrón para contarle a David todo lo que Israel y la tribu de Benjamín deseaban hacer. 20Cuando Abner llegó a Hebrón, David preparó un banquete para él y los veinte hombres que lo acompañaban. 21Allí Abner le propuso a David: «Permítame Su Majestad convocar a todo Israel para que hagan un pacto con usted, y así su reino se extenderá a su gusto.» Con esto, David despidió a Abner, y éste se fue tranquilo. Joab asesina a Abner 22Ahora bien, los soldados de David regresaban con Joab de una de sus campañas, y traían un gran botín. Abner ya no estaba con David en Hebrón, pues David lo había despedido, y él se había ido tranquilo. 23Cuando llegó Joab con la tropa que lo acompañaba, le notificaron que Abner hijo de Ner había visitado al rey, y que el rey lo había dejado ir en paz. 24Por tanto, Joab fue a ver al rey y le dijo: «¡Así que Abner vino a ver a Su Majestad! ¿Y cómo se le ocurre dejar que se vaya tal como vino? 25¡Ya Su Majestad lo conoce! Lo más seguro es que haya venido con engaño para averiguar qué planes tiene usted, y para enterarse de todo lo que usted está haciendo.» 26En cuanto Joab salió de hablar con David, envió mensajeros tras Abner, los cuales lo hicieron volver del pozo de Sira. Pero de esto Joab no le dijo nada a David. 27Cuando Abner regresó a Hebrón, Joab lo llevó aparte a la entrada de la ciudad, como para


hablar con él en privado. Allí lo apuñaló en el vientre, y Abner murió. Así Joab se vengó de la muerte de su hermano Asael. 28Algún tiempo después, David se enteró de esto y declaró: «Hago constar ante el Señor, que mi reino y yo somos totalmente inocentes de la muerte de Abner hijo de Ner. 29¡Los responsables de su muerte son Joab y toda su familia! ¡Que nunca falte en la familia de Joab alguien que sufra de hemorragia o de lepra, o que sea cojo, o que muera violentamente, o que pase hambre!» 30Joab y su hermano Abisay asesinaron a Abner porque en la batalla de Gabaón él había matado a Asael, hermano de ellos. 31David ordenó a Joab y a todos los que estaban con él: «Rásguense las vestiduras, vístanse de luto, y hagan duelo por Abner.» El rey David en persona marchó detrás del féretro, 32y Abner fue enterrado en Hebrón. Junto a la tumba, el rey lloró a gritos, y todo el pueblo lloró con él. 33Entonces el rey compuso este lamento por Abner: «¿Por qué tenía que morir Abner como mueren los canallas? 34¡No tenías atadas las manos ni te habían encadenado los pies! ¡Caíste como el que cae en manos de criminales!» Y el pueblo lloró aún más. 35Todos se acercaron a David y le rogaron que comiera algo mientras todavía era de día, pero él hizo este juramento: «¡Que Dios me castigue sin piedad si pruebo pan o algún otro alimento antes de que se ponga el sol!» 36La gente prestó atención, y a todos les pareció bien. En realidad, todo lo que hacía el rey les agradaba. 37Aquel día todo el pueblo y todo Israel reconocieron que el rey no había sido responsable de la muerte de Abner hijo de Ner. 38El rey también le dijo a su gente: «¿No se dan cuenta de que hoy ha muerto en Israel un hombre extraordinario? 39En

cuanto a mí, aunque me han ungido rey, soy todavía débil; no puedo hacerles frente a estos hijos de Sarvia. ¡Que el Señor le pague al malhechor según sus malas obras!»

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Daniel 2:1-23 (NVI) El sueño del rey Nabucodonosor 1En el segundo año de su reinado, Nabucodonosor tuvo varios sueños que lo perturbaron y no lo dejaban dormir. 2Mandó entonces que se reunieran los magos, hechiceros, adivinos y astrólogos de su reino, para que le dijeran lo que había soñado. Una vez reunidos, y ya en presencia del rey, 3éste les dijo: — Tuve un sueño que me tiene preocupado, y quiero saber lo que significa. 4Los astrólogos le respondieron: —¡Que viva Su Majestad por siempre! Estamos a su servicio. Cuéntenos el sueño, y nosotros le diremos lo que significa. 5Pero el rey les advirtió: —Mi decisión ya está tomada: Si no me dicen lo que soñé, ni me dan su interpretación, ordenaré que los corten en pedazos y que sus casas sean reducidas a cenizas. 6Pero si me dicen lo que soñé y me explican su significado, yo les daré regalos, recompensas y grandes honores. Así que comiencen por decirme lo que soñé, y luego explíquenme su significado. 7Los astrólogos insistieron: —Si Su Majestad les cuenta a estos siervos suyos lo que soñó, nosotros le diremos lo que significa. 8Pero el rey les contestó: —Mi decisión ya está tomada. Eso ustedes bien lo saben, y por eso quieren ganar tiempo. 9Si no me dicen lo que soñé, ya saben lo que les espera. Ustedes se han puesto de acuerdo para salirme con cuestiones engañosas y mal intencionadas, esperando que cambie yo de parecer. Díganme lo que soñé, y así sabré que son capaces de darme su inter-


pretación. 10Entonces los astrólogos le respondieron: —¡No hay nadie en la tierra capaz de hacer lo que Su Majestad nos pide! ¡Jamás a ningún rey se le ha ocurrido pedirle tal cosa a ningún mago, hechicero o astrólogo! 11Lo que Su Majestad nos pide raya en lo imposible, y nadie podrá revelárselo, a no ser los dioses. ¡Pero ellos no viven entre nosotros! 12Tanto enfureció al rey la respuesta de los astrólogos, que mandó ejecutar a todos los sabios de Babilonia. 13Se publicó entonces un edicto que decretaba la muerte de todos los sabios, de modo que se ordenó la búsqueda de Daniel y de sus compañeros para que fueran ejecutados. 14Cuando el comandante de la guardia real, que se llamaba Arioc, salió para ejecutar a los sabios babilonios, Daniel le habló con mucho tacto e inteligencia. 15Le dijo: «¿Por qué ha emitido el rey un edicto tan violento?» Y una vez que Arioc le explicó cuál era el problema, 16Daniel fue a ver al rey y le pidió tiempo para poder interpretarle su sueño. 17Después volvió a su casa y les contó a sus amigos Ananías, Misael y Azarías cómo se presentaba la situación. 18Al mismo tiempo, les pidió que imploraran la misericordia del Dios del cielo en cuanto a ese sueño misterioso, para que ni él ni sus amigos fueran ejecutados con el resto de los sabios babilonios. 19Durante la noche, Daniel recibió en una visión la respuesta al misterio. Entonces alabó al Dios del cielo 20y dijo: «¡Alabado sea por siempre el nombre de Dios! Suyos son la sabiduría y el poder. 21Él cambia los tiempos y las épocas, pone y depone reyes. A los sabios da sabiduría, y a los inteligentes, discernimiento. 22Él revela lo profundo y lo escondido, y sabe lo que se oculta en las sombras. ¡En él habita la luz! 23A ti, Dios de mis padres, te alabo y te doy

gracias. Me has dado sabiduría y poder, me has dado a conocer lo que te pedimos, ¡me has dado a conocer el sueño del rey!»

Día 166 - Viernes 10.07.15:

Marcos 2 (NVI) Jesús sana a un paralítico 1Unos días después, cuando Jesús entró de nuevo en Capernaúm, corrió la voz de que estaba en casa. 2Se aglomeraron tantos que ya no quedaba sitio ni siquiera frente a la puerta mientras él les predicaba la palabra. 3Entonces llegaron cuatro hombres que le llevaban un paralítico. 4Como no podían acercarlo a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo encima de donde estaba Jesús y, luego de hacer una abertura, bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico. 5Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: —Hijo, tus pecados quedan perdonados. 6Estaban sentados allí algunos maestros de la ley, que pensaban: 7«¿Por qué habla éste así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?» 8En ese mismo instante supo Jesús en su espíritu que esto era lo que estaban pensando. —¿Por qué razonan así? — les dijo—. 9¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pecados son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? 10Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados — se dirigió entonces al paralítico—: 11A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. 12Él se levantó, tomó su camilla en seguida y salió caminando a la vista de todos. Ellos se quedaron asombrados y comenzaron a alabar a Dios. —Jamás habíamos visto cosa igual —decían. Llamamiento de Leví 13De nuevo salió Jesús a la orilla del


lago. Toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. 14Al pasar vio a Leví hijo de Alfeo, donde éste cobraba impuestos. —Sígueme —le dijo Jesús. Y Leví se levantó y lo siguió. 15Sucedió que, estando Jesús a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y pecadores se sentaron con él y sus discípulos, pues ya eran muchos los que lo seguían. 16Cuando los maestros de la ley, que eran fariseos, vieron con quién comía, les preguntaron a sus discípulos: —¿Y éste come con recaudadores de impuestos y con pecadores? 17Al oírlos, Jesús les contestó: —No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos sino a pecadores. Le preguntan a Jesús sobre el ayuno 18Al ver que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, algunos se acercaron a Jesús y le preguntaron: —¿Cómo es que los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan, pero los tuyos no? 19Jesús les contestó: —¿Acaso pueden ayunar los invitados del novio mientras él está con ellos? No pueden hacerlo mientras lo tienen con ellos. 20Pero llegará el día en que se les quitará el novio, y ese día sí ayunarán. 21Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva. De hacerlo así, el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. 22Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se arruinarán tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos. Señor del sábado 23Un sábado, al cruzar Jesús los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar a su paso unas espigas de trigo. 24—Mira —le preguntaron los fariseos—, ¿por qué hacen ellos lo que está prohibido hacer en sábado? 25Él les contestó: —¿Nunca

han leído lo que hizo David en aquella ocasión, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre y pasaron necesidad? 26Entró en la casa de Dios cuando Abiatar era el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados a Dios, que sólo a los sacerdotes les es permitido comer. Y dio también a sus compañeros. 27»El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado —añadió—. 28Así que el Hijo del hombre es Señor incluso del sábado.

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2 Samuel 4-5 (NVI) Asesinato de Isboset 1Cuando Isboset hijo de Saúl se enteró de que Abner había muerto en Hebrón, se acobardó, y con él todos los israelitas. 2Isboset contaba con dos sujetos que comandaban bandas armadas. Uno de ellos se llamaba Baná, y el otro Recab, y ambos eran hijos de Rimón el berotita y pertenecían a la tribu de Benjamín. Berot se consideraba parte de Benjamín, 3pues los habitantes de Berot se habían refugiado en Guitayin, donde hasta la fecha residen. 4Por otra parte, Jonatán hijo de Saúl tenía un hijo de cinco años, llamado Mefiboset, que estaba tullido. Resulta que cuando de Jezrel llegó la noticia de la muerte de Saúl y Jonatán, su nodriza lo cargó para huir pero, con el apuro, se le cayó y por eso quedó cojo. 5Ahora bien, Recab y Baná, los hijos de Rimón el berotita, partieron para la casa de Isboset y llegaron a la hora más calurosa del día, cuando él dormía la siesta. 6Con el pretexto de sacar un poco de trigo, Recab y su hermano Baná entraron al interior de la casa, y allí mismo lo apuñalaron en el vientre. Después de eso, escaparon. 7Se habían metido en la casa mientras Isboset estaba en la alcoba, acostado en su cama. Lo mataron a puñaladas, y luego le cortaron


la cabeza y se la llevaron. Caminaron toda la noche por el Arabá 8y, al llegar a Hebrón, le entregaron a David la cabeza de Isboset, diciendo: —Mire, Su Majestad: aquí le traemos la cabeza de Isboset, hijo de su enemigo Saúl, que intentó matarlo a usted. El Señor ha vengado hoy a Su Majestad por lo que Saúl y su descendencia le hicieron. 9Pero David les respondió a Recab y a Baná, los hijos de Rimón el berotita:—Tan cierto como que vive el Señor, quien me ha librado de todas mis angustias, 10les juro que quien me anunció la muerte de Saúl se imaginaba que me traía buenas noticias, ¡pero la recompensa que le di por tan “buenas noticias” fue apresarlo y matarlo en Siclag! 11¡Y con mayor razón castigaré a los malvados que han dado muerte a un inocente mientras éste dormía en su propia cama! ¿Acaso no voy a vengar su muerte exterminándolos a ustedes de la tierra? 12Entonces David les ordenó a sus soldados que los mataran, y que además les cortaran las manos y los pies, y colgaran sus cuerpos junto al estanque de Hebrón. En cambio, la cabeza de Isboset la enterraron en Hebrón, en el sepulcro de Abner. David es ungido rey de Israel 1Todas las tribus de Israel fueron a Hebrón para hablar con David. Le dijeron: «Su Majestad y nosotros somos de la misma sangre. 2Ya desde antes, cuando Saúl era nuestro rey, usted dirigía a Israel en sus campañas. El Señor le dijo a Su Majestad: “Tú guiarás a mi pueblo Israel y lo gobernarás.” » 3Así pues, todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón para hablar con el rey David, y allí el rey hizo un pacto con ellos en presencia del Señor. Después de eso, ungieron a David para que fuera rey sobre Israel. 4David tenía treinta años cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años.

5Durante siete años y seis meses fue rey de Judá en Hebrón; luego reinó en Jerusalén sobre todo Israel y Judá durante treinta y tres años. David conquista Jerusalén 6El rey y sus soldados marcharon sobre Jerusalén para atacar a los jebuseos, que vivían allí. Los jebuseos, pensando que David no podría entrar en la ciudad, le dijeron a David: «Aquí no entrarás; para ponerte en retirada, nos bastan los ciegos y los cojos.» 7Pero David logró capturar la fortaleza de Sión, que ahora se llama la Ciudad de David. 8Aquel día David dijo: «Todo el que vaya a matar a los jebuseos, que suba por el acueducto, para alcanzar a los cojos y a los ciegos. ¡Los aborrezco!» De ahí viene el dicho: «Los ciegos y los cojos no entrarán en el palacio.» 9David se instaló en la fortaleza y la llamó Ciudad de David. También construyó una muralla alrededor, desde el terraplén hasta el palacio, 10y se fortaleció más y más, porque el Señor Dios Todopoderoso estaba con él. 11Hiram, rey de Tiro, envió una embajada a David, y también le envió madera de cedro, carpinteros y canteros, para construirle un palacio. 12Con esto David se dio cuenta de que el Señor, por amor a su pueblo, lo había establecido a él como rey sobre Israel y había engrandecido su reino. 13Cuando David se trasladó de Hebrón a Jerusalén, tomó más concubinas y esposas, con las cuales tuvo otros hijos y otras hijas. 14Los hijos que allí tuvo fueron Samúa, Sobab, Natán, Salomón, 15Ibjar, Elisúa, Néfeg, Jafía, 16Elisama, Eliadá y Elifelet. David derrota a los filisteos 17Al enterarse los filisteos de que David había sido ungido rey de Israel, subieron todos ellos contra él; pero David lo supo de antemano y bajó a la fortaleza. 18Los filisteos habían avanzado, desplegando


sus fuerzas en el valle de Refayin, 19así que David consultó al Señor: —¿Debo atacar a los filisteos? ¿Los entregarás en mi poder? —Atácalos —respondió el Señor —; te aseguro que te los entregaré. 20Entonces David fue a Baal Perasín, y allí los derrotó. Por eso aquel lugar se llama Baal Perasín, pues David dijo: «El Señor ha abierto brechas a mi paso entre mis enemigos, así como se abren brechas en el agua.» 21Allí los filisteos dejaron abandonados sus ídolos, y David y sus soldados se los llevaron. 22Pero los filisteos volvieron a avanzar contra David, y desplegaron sus fuerzas en el valle de Refayin, 23así que David volvió a consultar al Señor. —No los ataques todavía —le respondió el Señor —; rodéalos hasta llegar a los árboles de bálsamo, y entonces atácalos por la retaguardia. 24Tan pronto como oigas un ruido como de pasos sobre las copas de los árboles, lánzate al ataque, pues eso quiere decir que el Señor va al frente de ti para derrotar al ejército filisteo. 25Así lo hizo David, tal como el Señor se lo había ordenado, y derrotó a los filisteos desde Gabaón hasta Guézer.

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Daniel 2:24-49 (NVI) Daniel interpreta el sueño del rey 24Entonces Daniel fue a ver a Arioc, a quien el rey le había dado la orden de ejecutar a los sabios de Babilonia, y le dijo: —No mates a los sabios babilonios. Llévame ante el rey, y le interpretaré el sueño que tuvo. 25Inmediatamente Arioc condujo a Daniel a la presencia del rey, y le dijo: —Entre los exiliados de Judá he hallado a alguien que puede interpretar el sueño de Su Majestad. 26El rey le preguntó a Daniel, a quien los babilonios le habían puesto por nombre Beltsasar: —¿Puedes decirme lo que vi en mi sueño, y darme su interpretación?

27A esto Daniel respondió: —No hay ningún sabio ni hechicero, ni mago o adivino, que pueda explicarle a Su Majestad el misterio que le preocupa. 28Pero hay un Dios en el cielo que revela los misterios. Ese Dios le ha mostrado a usted lo que tendrá lugar en los días venideros. Éstos son el sueño y las visiones que pasaron por la mente de Su Majestad mientras dormía: 29Allí, en su cama, Su Majestad dirigió sus pensamientos a las cosas por venir, y el que revela los misterios le mostró lo que está por suceder. 30Por lo que a mí toca, este misterio me ha sido revelado, no porque yo sea más sabio que el resto de la humanidad, sino para que Su Majestad llegue a conocer su interpretación y entienda lo que pasaba por su mente. 31»En su sueño Su Majestad veía una estatua enorme, de tamaño impresionante y de aspecto horrible. 32La cabeza de la estatua era de oro puro, el pecho y los brazos eran de plata, el vientre y los muslos eran de bronce, 33y las piernas eran de hierro, lo mismo que la mitad de los pies, en tanto que la otra mitad era de barro cocido. 34De pronto, y mientras Su Majestad contemplaba la estatua, una roca que nadie desprendió vino y golpeó los pies de hierro y barro de la estatua, y los hizo pedazos. 35Con ellos se hicieron añicos el hierro y el barro, junto con el bronce, la plata y el oro. La estatua se hizo polvo, como el que vuela en el verano cuando se trilla el trigo. El viento barrió con la estatua, y no quedó ni rastro de ella. En cambio, la roca que dio contra la estatua se convirtió en una montaña enorme que llenó toda la tierra. 36»Éste fue el sueño que tuvo Su Majestad, y éste es su significado: 37Su Majestad es rey entre los reyes; el Dios del cielo le ha dado el reino, el poder, la majestad y la gloria. 38Además, ha


puesto en manos de Su Majestad a la humanidad entera, a las bestias del campo y a las aves del cielo. No importa dónde vivan, Dios ha hecho de Su Majestad el gobernante de todos ellos. ¡Su Majestad es la cabeza de oro! 39»Después de Su Majestad surgirá otro reino de menor importancia. Luego vendrá un tercer reino, que será de bronce, y dominará sobre toda la tierra. 40Finalmente, vendrá un cuarto reino, sólido como el hierro. Y así como el hierro todo lo rompe, destroza y pulveriza, este cuarto reino hará polvo a los otros reinos. 41»Su Majestad veía que los pies y los dedos de la estatua eran mitad hierro y mitad barro cocido. El hierro y el barro, que Su Majestad vio mezclados, significan que éste será un reino dividido, aunque tendrá la fuerza del hierro. 42Y como los dedos eran también mitad hierro y mitad barro, este reino será medianamente fuerte y medianamente débil. 43Su Majestad vio mezclados el hierro y el barro, dos elementos que no pueden fundirse entre sí. De igual manera, el pueblo será una mezcla que no podrá mantenerse unida. 44»En los días de estos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que jamás será destruido ni entregado a otro pueblo, sino que permanecerá para siempre y hará pedazos a todos estos reinos. 45Tal es el sentido del sueño donde la roca se desprendía de una montaña; roca que, sin la intervención de nadie, hizo añicos al hierro, al bronce, al barro, a la plata y al oro. El gran Dios le ha mostrado a Su Majestad lo que tendrá lugar en el futuro. El sueño es verdadero, y esta interpretación, digna de confianza. 46Al oír esto, el rey Nabucodonosor se postró ante Daniel y le rindió pleitesía, ordenó que se le presentara una ofrenda e incienso, 47y le dijo: —¡Tu Dios es el Dios de dio-

ses y el soberano de los reyes! ¡Tu Dios revela todos los misterios, pues fuiste capaz de revelarme este sueño misterioso! 48Luego el rey puso a Daniel en un puesto prominente y lo colmó de regalos, lo nombró gobernador de toda la provincia de Babilonia y jefe de todos sus sabios. 49Además, a solicitud de Daniel, el rey nombró a Sadrac, Mesac y Abednego administradores de la provincia de Babilonia. Daniel, por su parte, permaneció en la corte real.

Día 167 - Sábado 11.07.15:

Marcos 3:1-19 (NVI) 1En otra ocasión entró en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. 2Algunos que buscaban un motivo para acusar a Jesús no le quitaban la vista de encima para ver si sanaba al enfermo en sábado. 3Entonces Jesús le dijo al hombre de la mano paralizada: —Ponte de pie frente a todos. 4Luego dijo a los otros: —¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar? Pero ellos permanecieron callados. 5Jesús se les quedó mirando, enojado y entristecido por la dureza de su corazón, y le dijo al hombre: —Extiende la mano. La extendió, y la mano le quedó restablecida. 6Tan pronto como salieron los fariseos, comenzaron a tramar con los herodianos cómo matar a Jesús. La multitud sigue a Jesús 7Jesús se retiró al lago con sus discípulos, y mucha gente de Galilea lo siguió. 8Cuando se enteraron de todo lo que hacía, acudieron también a él muchos de Judea y Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de las regiones de Tiro y Sidón. 9Entonces, para evitar que la gente lo atropellara, encargó a sus discípulos que le tuvieran preparada una pequeña barca; 10pues como


había sanado a muchos, todos los que sufrían dolencias se abalanzaban sobre él para tocarlo. 11Además, los espíritus malignos, al verlo, se postraban ante él, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» 12Pero él les ordenó terminantemente que no dijeran quién era él. Nombramiento de los doce apóstoles 13Subió Jesús a una montaña y llamó a los que quiso, los cuales se reunieron con él. 14Designó a doce, a quienes nombró apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar 15y ejercer autoridad para expulsar demonios. 16Éstos son los doce que él nombró: Simón (a quien llamó Pedro); 17Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo (a quienes llamó Boanerges, que significa: Hijos del trueno); 18Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el Zelote 19y Judas Iscariote, el que lo traicionó.

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2 Samuel 6 (NVI) David lleva el arca a Jerusalén 1Una vez más, David reunió los treinta batallones de soldados escogidos de Israel, 2y con todo su ejército partió hacia Balá de Judá para trasladar de allí el arca de Dios, sobre la que se invoca su nombre, el nombre del SeñorTodopoderoso que reina entre los querubines. 3Colocaron el arca de Dios en una carreta nueva y se la llevaron de la casa de Abinadab, que estaba situada en una colina. Uza y Ajío, hijos de Abinadab, guiaban la carreta nueva 4que llevaba el arca de Dios. Ajío iba delante del arca, 5mientras David y todo el pueblo de Israel danzaban ante el Señor con gran entusiasmo y cantaban al son de arpas, liras, panderetas, sistros y címbalos. 6Al llegar a la parcela de Nacón, los bueyes tropezaron; pero Uza, extendiendo las manos, sostuvo el arca de Dios. 7Con

todo, la ira del Señor se encendió contra Uza por su atrevimiento y lo hirió de muerte ahí mismo, de modo que Uza cayó fulminado junto al arca. 8David se enojó porque el Señor había matado a Uza, así que llamó a aquel lugar Peres Uza, nombre que conserva hasta el día de hoy. 9Aquel día David se sintió temeroso del Señor y exclamó: «¡Es mejor que no me lleve el arca del Señor!» 10Y como ya no quería llevarse el arca del Señor a la Ciudad de David, ordenó que la trasladaran a la casa de Obed Edom, oriundo de Gat. 11Fue así como el arca del Señor permaneció tres meses en la casa de Obed Edom de Gat, y el Señor lo bendijo a él y a toda su familia. 12En cuanto le contaron al rey David que por causa del arca el Señor había bendecido a la familia de Obed Edom y toda su hacienda, David fue a la casa de Obed Edom y, en medio de gran algarabía, trasladó el arca de Dios a la Ciudad de David. 13Apenas habían avanzado seis pasos los que llevaban el arca cuando David sacrificó un toro y un ternero engordado. 14Vestido tan sólo con un efod de lino, se puso a bailar ante el Señor con gran entusiasmo. 15Así que entre vítores y al son de cuernos de carnero, David y todo el pueblo de Israel llevaban el arca del Señor. 16Sucedió que, al entrar el arca del Señor a la Ciudad de David, Mical hija de Saúl se asomó a la ventana; y cuando vio que el rey David estaba saltando y bailando delante del Señor, sintió por él un profundo desprecio. 17El arca del Señor fue llevada a la tienda de campaña que David le había preparado. La instalaron en su sitio, y David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión en presencia del Señor. 18Después de ofrecer los holocaustos y los sacrificios de comunión, David bendijo al pueblo en el nombre del Señor


Todopoderoso, 19y a cada uno de los israelitas que estaban allí congregados, que eran toda una multitud de hombres y mujeres, les repartió pan, una torta de dátiles y una torta de uvas pasas. Después de eso, todos regresaron a sus casas. 20Cuando David volvió para bendecir a su familia, Mical, la hija de Saúl, le salió al encuentro y le reprochó: —¡Qué distinguido se ha visto hoy el rey de Israel, desnudándose como un cualquiera en presencia de las esclavas de sus oficiales! 21David le respondió: — Lo hice en presencia del Señor, quien en vez de escoger a tu padre o a cualquier otro de su familia, me escogió a mí y me hizo gobernante de Israel, que es el pueblo del Señor. De modo que seguiré bailando en presencia del Señor, 22y me rebajaré más todavía, hasta humillarme completamente. Sin embargo, esas mismas esclavas de quienes hablas me rendirán honores. 23Y Mical hija de Saúl murió sin haber tenido hijos.

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Daniel 3 (NVI) El horno en llamas 1El rey Nabucodonosor mandó hacer una estatua de oro, de veintisiete metros de alto por dos metros y medio de ancho, y mandó que la colocaran en los llanos de Dura, en la provincia de Babilonia. 2Luego les ordenó a los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y demás oficiales de las provincias, que asistieran a la dedicación de la estatua que había mandado erigir. 3Para celebrar tal dedicación, los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y demás oficiales de las provincias se reunieron ante la estatua. 4Entonces los heraldos proclamaron a voz en cuello: «A ustedes, pueblos, naciones y gente de toda lengua, se les or-

dena lo siguiente: 5Tan pronto como escuchen la música de trompetas, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y otros instrumentos musicales, deberán inclinarse y adorar la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha mandado erigir. 6Todo el que no se incline ante ella ni la adore será arrojado de inmediato a un horno en llamas.» 7Ante tal amenaza, tan pronto como se escuchó la música de todos esos instrumentos musicales, todos los pueblos y naciones, y gente de toda lengua, se inclinaron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había mandado erigir. 8Pero algunos astrólogos se presentaron ante el rey y acusaron a los judíos: 9—¡Que viva Su Majestad por siempre! —exclamaron—. 10Usted ha emitido un decreto ordenando que todo el que oiga la música de trompetas, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y otros instrumentos musicales, se incline ante la estatua de oro y la adore. 11También ha ordenado que todo el que no se incline ante la estatua ni la adore será arrojado a un horno en llamas. 12Pero hay algunos judíos, a quienes Su Majestad ha puesto al frente de la provincia de Babilonia, que no acatan sus órdenes. No adoran a los dioses de Su Majestad ni a la estatua de oro que mandó erigir. Se trata de Sadrac, Mesac y Abednego. 13Lleno de ira, Nabucodonosor los mandó llamar. Cuando los jóvenes se presentaron ante el rey, 14Nabucodonosor les dijo: —Ustedes tres, ¿es verdad que no honran a mis dioses ni adoran a la estatua de oro que he mandado erigir? 15Ahora que escuchen la música de los instrumentos musicales, más les vale que se inclinen ante la estatua que he mandado hacer, y que la adoren. De lo contrario, serán lanzados de inmediato a un horno en llamas, ¡y no habrá dios capaz de


librarlos de mis manos! 16Sadrac, Mesac y Abednego le respondieron a Nabucodonosor: —¡No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad! 17Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. 18Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua. 19Ante la respuesta de Sadrac, Mesac y Abednego, Nabucodonosor se puso muy furioso y cambió su actitud hacia ellos. Mandó entonces que se calentara el horno siete veces más de lo normal, 20y que algunos de los soldados más fuertes de su ejército ataran a los tres jóvenes y los arrojaran al horno en llamas. 21Fue así como los arrojaron al horno con sus mantos, sandalias, turbantes y todo, es decir, tal y como estaban vestidos. 22Tan inmediata fue la orden del rey, y tan caliente estaba el horno, que las llamas alcanzaron y mataron a los soldados que arrojaron a Sadrac, Mesac y Abednego, 23los cuales, atados de pies y manos, cayeron dentro del horno en llamas. 24En ese momento Nabucodonosor se puso de pie, y sorprendido les preguntó a sus consejeros: —¿Acaso no eran tres los hombres que atamos y arrojamos al fuego? —Así es, Su Majestad —le respondieron. 25—¡Pues miren! —exclamó—. Allí en el fuego veo a cuatro hombres, sin ataduras y sin daño alguno, ¡y el cuarto tiene la apariencia de un dios! 26Dicho esto, Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno en llamas y gritó: —Sadrac, Mesac y Abednego, siervos del Dios Altísimo, ¡salgan de allí, y vengan acá! Cuando los tres jóvenes salieron del horno, 27los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros reales se arremolinaron en torno a ellos y vieron que el fuego no les había

causado ningún daño, y que ni uno solo de sus cabellos se había chamuscado; es más, su ropa no estaba quemada ¡y ni siquiera olía a humo! 28Entonces exclamó Nabucodonosor: «¡Alabado sea el Dios de estos jóvenes, que envió a su ángel y los salvó! Ellos confiaron en él y, desafiando la orden real, optaron por la muerte antes que honrar o adorar a otro dios que no fuera el suyo. 29Por tanto, yo decreto que se descuartice a cualquiera que hable en contra del Dios de Sadrac, Mesac y Abednego, y que su casa sea reducida a cenizas, sin importar la nación a que pertenezca o la lengua que hable. ¡No hay otro dios que pueda salvar de esta manera!» 30Después de eso el rey promovió a Sadrac, Mesac y Abednego a un alto puesto en la provincia de Babilonia.

Día 168 - Domingo 12.07.15:

Marcos 3:20-35 (NVI) Jesús y Beelzebú 20Luego entró en una casa, y de nuevo se aglomeró tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. 21Cuando se enteraron sus parientes, salieron a hacerse cargo de él, porque decían: «Está fuera de sí.» 22Los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: «¡Está poseído por Beelzebú! Expulsa a los demonios por medio del príncipe de los demonios.» 23Entonces Jesús los llamó y les habló en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede mantenerse en pie. 25Y si una familia está dividida contra sí misma, esa familia no puede mantenerse en pie. 26Igualmente, si Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede mantenerse en pie, sino que ha llegado


su fin. 27Ahora bien, nadie puede entrar en la casa de alguien fuerte y arrebatarle sus bienes a menos que primero lo ate. Sólo entonces podrá robar su casa. 28Les aseguro que todos los pecados y blasfemias se les perdonarán a todos por igual, 29excepto a quien blasfeme contra el Espíritu Santo. Éste no tendrá perdón jamás; es culpable de un pecado eterno.» 30Es que ellos habían dicho: «Tiene un espíritu maligno.» La madre y los hermanos de Jesús 31En eso llegaron la madre y los hermanos de Jesús. Se quedaron afuera y enviaron a alguien a llamarlo, 32pues había mucha gente sentada alrededor de él. —Mira, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan —le dijeron. 33—¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? —replicó Jesús. 34Luego echó una mirada a los que estaban sentados alrededor de él y añadió: —Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos. 35Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.

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2 Samuel 7-8 (NVI) Promesa de Dios a David 1Una vez que el rey David se hubo establecido en su palacio, el Señor le dio descanso de todos los enemigos que lo rodeaban. 2Entonces el rey le dijo al profeta Natán: —Como puedes ver, yo habito en un palacio de cedro, mientras que el arca de Dios se encuentra bajo el toldo de una tienda de campaña. 3— Bien —respondió Natán—. Haga Su Majestad lo que su corazón le dicte, pues el Señor está con usted. 4Pero aquella misma noche la palabra del Señor vino a Natán y le dijo: 5«Ve y dile a mi siervo David que así dice el Señor: “¿Serás tú acaso quien me construya una casa para que yo la habite? 6Desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto, y

hasta el día de hoy, no he habitado en casa alguna, sino que he andado de acá para allá, en una tienda de campaña a manera de santuario. 7Todo el tiempo que anduve con los israelitas, cuando mandé a sus gobernantes que pastorearan a mi pueblo Israel, ¿acaso le reclamé a alguno de ellos el no haberme construido una casa de cedro?” 8»Pues bien, dile a mi siervo David que así dice el SeñorTodopoderoso: “Yo te saqué del redil para que, en vez de cuidar ovejas, gobernaras a mi pueblo Israel. 9Yo he estado contigo por dondequiera que has ido, y por ti he aniquilado a todos tus enemigos. Y ahora voy a hacerte tan famoso como los más grandes de la tierra. 10También voy a designar un lugar para mi pueblo Israel, y allí los plantaré para que puedan vivir sin sobresaltos. Sus malvados enemigos no volverán a humillarlos como lo han hecho desde el principio, 11desde el día en que nombré gobernantes sobre mi pueblo Israel. Y a ti te daré descanso de todos tus enemigos.” »Pero ahora el Señor te hace saber que será él quien te construya una casa. 12“Cuando tu vida llegue a su fin y vayas a descansar entre tus antepasados, yo pondré en el trono a uno de tus propios descendientes, y afirmaré su reino. 13Será él quien construya una casa en mi honor, y yo afirmaré su trono real para siempre. 14Yo seré su padre, y él será mi hijo. Así que, cuando haga lo malo, lo castigaré con varas y azotes, como lo haría un padre. 15Sin embargo, no le negaré mi amor, como se lo negué a Saúl, a quien abandoné para abrirte paso. 16Tu casa y tu reino durarán para siempre delante de mí; tu trono quedará establecido para siempre.”» 17Natán le comunicó todo esto a David, tal como lo había recibido por revelación. Oración de David


18Luego el rey David se presentó ante el Señor y le dijo: «Señor y Dios, ¿quién soy yo, y qué es mi familia, para que me hayas hecho llegar tan lejos? 19Como si esto fuera poco, Señorhombres Señor y Dios! 20»¿Qué más te puede decir tu siervo David que tú no sepas, Señor mi Dios? 21Has hecho estas maravillas en cumplimiento de tu palabra, según tu voluntad, y las has revelado a tu siervo. 22»¡Qué grande eres, Señor omnipotente! Nosotros mismos hemos aprendido que no hay nadie como tú, y que aparte de ti no hay Dios. 23¿Y qué nación se puede comparar con tu pueblo Israel? Es la única nación en la tierra que tú has redimido, para hacerla tu propio pueblo y para dar a conocer tu nombre. Hiciste prodigios y maravillas cuando al paso de tu pueblo, al cual redimiste de Egipto, expulsaste a las naciones y a sus dioses. 24Estableciste a Israel para que fuera tu pueblo para siempre, y para que tú, Señor, fueras su Dios. 25»Y ahora, Señor y Dios, reafirma para siempre la promesa que les has hecho a tu siervo y a su dinastía. Cumple tu palabra 26para que tu nombre sea siempre exaltado, y para que todos digan: “¡El SeñorTodopoderoso es Dios de Israel!” Entonces la dinastía de tu siervo David quedará establecida en tu presencia. 27»Señor Todopoderoso, Dios de Israel, tú le has revelado a tu siervo el propósito de establecerle una dinastía, y por eso tu siervo se ha atrevido a hacerte esta súplica. 28Señor mi Dios, tú que le has prometido tanta bondad a tu siervo, ¡tú eres Dios, y tus promesas son fieles! 29Dígnate entonces bendecir a la familia de tu siervo, de modo que bajo tu protección exista para siempre, pues tú mismo, Señor omnipotente, lo has prometido. Si tú bendices a la dinastía de tu siervo, quedará bendita

para siempre.» Victorias de David 1Pasado algún tiempo, David derrotó a los filisteos y los subyugó, quitándoles el control de Méteg Amá. 2También derrotó a los moabitas, a quienes obligó a tenderse en el suelo y midió con un cordel; a los que cabían a lo largo de dos medidas los condenó a muerte, pero dejó con vida a los que quedaban dentro de la medida siguiente. Fue así como los moabitas pasaron a ser vasallos tributarios de David. 3Además, David derrotó a Hadad Ezer, hijo del rey Rejob de Sobá, cuando Hadad Ezer trató de restablecer su dominio sobre la región del río Éufrates. 4David le capturó mil carros, siete mil jinetes y veinte mil soldados de infantería; también desjarretó los caballos de tiro, aunque dejó los caballos suficientes para cien carros. 5Luego, cuando los sirios de Damasco acudieron en auxilio de Hadad Ezer, rey de Sobá, David aniquiló a veintidós mil de ellos. 6También puso guarniciones en Damasco, de modo que los sirios pasaron a ser vasallos tributarios de David. En todas las campañas de David, el Señor le daba la victoria. 7En cuanto a los escudos de oro que llevaban los oficiales de Hadad Ezer, David se apropió de ellos y los trasladó a Jerusalén. 8Así mismo se apoderó de una gran cantidad de bronce que había en Tébaj y Berotay, poblaciones de Hadad Ezer. 9Tou, rey de Jamat, se enteró de que David había derrotado por completo al ejército de Hadad Ezer. 10Como Tou también era enemigo de Hadad Ezer, envió a su hijo Jorán a desearle bienestar al rey David, y a felicitarlo por haber derrotado a Hadad Ezer en batalla. Jorán llevó consigo objetos de plata, de oro y de bronce, 11los cuales el rey David consagró al Señor, tal como lo había hecho


con la plata y el oro de las otras naciones que él había subyugado: 12Edom, Moab, los amonitas, los filisteos y los amalecitas. También consagró el botín que le había quitado a Hadad Ezer, hijo del rey Rejob de Sobá. 13La fama de David creció aún más cuando regresó victorioso del valle de la Sal, donde aniquiló a dieciocho mil edomitas. 14También puso guarniciones en Edom; las estableció por todo el país, de modo que los edomitas pasaron a ser vasallos tributarios de David. En todas sus campañas, el Señor le daba la victoria. Los oficiales de David 15David reinó sobre todo Israel, gobernando al pueblo entero con justicia y rectitud. 16Joab hijo de Sarvia era general del ejército; Josafat hijo de Ajilud era el secretario; 17Sadoc hijo de Ajitob y Ajimélec hijo de Abiatar eran sacerdotes; Seraías era el cronista; 18Benaías hijo de Joyadá estaba al mando de los soldados quereteos y peleteos, y los hijos de David eran ministros.

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Daniel 4 (NVI) Nabucodonosor, árbol caído 1El rey Nabucodonosor, a todos los pueblos y naciones que habitan en este mundo, y a toda lengua: y prosperidad para todos! es grato darles a conocer las señales y maravillas que el Dios Altísimo ha realizado en mi favor. 3¡Cuán grandes son sus señales! ¡Cuán portentosas son sus maravillas! ¡Su reino es un reino eterno! ¡Su soberanía permanece de generación en generación! 4Yo, Nabucodonosor, estaba en mi palacio, feliz y lleno de prosperidad, 5cuando tuve un sueño que me infundió miedo. Recostado en mi lecho, las imágenes y visiones que pasaron por mi mente me llenaron de terror. 6Ordené entonces que vinieran a mi presencia todos los sabios de

Babilonia para que me interpretaran el sueño. 7Cuando llegaron los magos, hechiceros, astrólogos y adivinos, les conté mi sueño pero no me lo pudieron interpretar. 8Finalmente Daniel, que en honor a mi Dios también se llama Beltsasar, se presentó ante mí y le conté mi sueño, pues en él reposa el espíritu de los santos dioses. 9Yo le dije: «Beltsasar, jefe de los magos, yo sé que en ti reposa el espíritu de los santos dioses, y que no hay para ti ningún misterio demasiado difícil de resolver. Te voy a contar mi sueño, y quiero que me digas lo que significa. 10Y ésta es la tremenda visión que tuve mientras reposaba en mi lecho: Veía ante mí un árbol de altura impresionante, plantado en medio de la tierra. 11El árbol creció y se hizo fuerte, y su copa tocaba el cielo, ¡hasta podía verse desde cualquier punto de la tierra! 12Tenía un hermoso follaje y abundantes frutos; ¡todo el mundo hallaba en él su alimento! Hasta las bestias salvajes venían a refugiarse bajo su sombra, y en sus ramas anidaban las aves del cielo. ¡Ese árbol alimentaba a todos los animales! 13»En la visión que tuve mientras reposaba en mi lecho, vi ante mí a un mensajero santo que descendía del cielo 14y que a voz en cuello me gritaba: “¡Derriba el árbol y córtale las ramas; arráncale las hojas y esparce los frutos! ¡Haz que las bestias huyan de su sombra, y que las aves abandonen sus nidos! 15Pero deja enterrados el tocón y las raíces; sujétalos con hierro y bronce entre la hierba del campo. Deja que se empape con el rocío del cielo, y que habite con los animales y entre las plantas de la tierra. 16Deja que su mentehumana se trastorne y se vuelva como la de un animal, hasta que hayan transcurrido siete años.” 17»Los santos mensajeros han anunciado la decisión,


es decir, el veredicto, para que todos los vivientes reconozcan que el Dios Altísimo es el soberano de todos los reinos humanos, y que se los entrega a quien él quiere, y hasta pone sobre ellos al más humilde de los hombres. 18»Yo, Nabucodonosor, tuve este sueño. Ahora tú, Beltsasar, dime qué es lo que significa, ya que ninguno de los sabios de mi reino me lo pudo interpretar. ¡Pero tú sí puedes hacerlo, porque en ti reposa el espíritu de los santos dioses!» Daniel interpreta el sueño del rey 19Daniel, conocido también como Beltsasar, se quedó desconcertado por algún tiempo y aterrorizado por sus propios pensamientos; por eso el rey le dijo: —Beltsasar, no te dejes alarmar por este sueño y su significado. A esto Daniel respondió: —¡Ojalá que el sueño y su significado tengan que ver con los acérrimos enemigos de Su Majestad! 20La copa del árbol que Su Majestad veía crecer y fortalecerse, tocaba el cielo; ¡hasta podía verse desde cualquier punto de la tierra! 21Ese árbol tenía un hermoso follaje y daba abundantes frutos, y alimentaba a todo el mundo; bajo su sombra se refugiaban las bestias salvajes, y en sus ramas anidaban las aves del cielo. 22Ese árbol es Su Majestad, que se ha hecho fuerte y poderoso, y con su grandeza ha alcanzado el cielo. ¡Su dominio se extiende a los lugares más remotos de la tierra! 23»Su Majestad veía que del cielo bajaba un mensajero santo, el cual le ordenaba derribar el árbol y destruirlo, y dejarlo enterrado para que se empapara con el rocío del cielo, aunque tenía que sujetar con hierro y bronce el tocón y las raíces. De este modo viviría como los animales salvajes hasta que transcurrieran siete años. 24»La interpretación del sueño, y el decreto que el Altísimo

ha emitido contra Su Majestad, es como sigue: 25Usted será apartado de la gente y habitará con los animales salvajes; comerá pasto como el ganado, y se empapará con el rocío del cielo. Siete años pasarán hasta que Su Majestad reconozca que el Altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere. 26La orden de dejar el tocón y las raíces del árbol quiere decir que Su Majestad recibirá nuevamente el reino, cuando haya reconocido que el verdadero reino es el del cielo. 27Por lo tanto, yo le ruego a Su Majestad aceptar el consejo que le voy a dar: Renuncie usted a sus pecados y actúe con justicia; renuncie a su maldad y sea bondadoso con los oprimidos. Tal vez entonces su prosperidad vuelva a ser la de antes. 28En efecto, todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor. 29Doce meses después, mientras daba un paseo por la terraza del palacio real de Babilonia, 30exclamó: «¡Miren la gran Babilonia que he construido como capital del reino! ¡La he construido con mi gran poder, para mi propia honra!» 31No había terminado de hablar cuando, desde el cielo, se escuchó una voz que decía: «Éste es el decreto en cuanto a ti, rey Nabucodonosor. Tu autoridad real se te ha quitado. 32Serás apartado de la gente y vivirás entre los animales salvajes; comerás pasto como el ganado, y siete años transcurrirán hasta que reconozcas que el Altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere.» 33Y al instante se cumplió lo anunciado a Nabucodonosor. Lo separaron de la gente, y comió pasto como el ganado. Su cuerpo se empapó con el rocío del cielo, y hasta el pelo y las uñas le crecieron como plumas y garras de águila. 34Pasado ese tiempo yo, Nabucodono-


sor, elevé los ojos al cielo, y recobré el juicio. Entonces alabé al Altísimo; honré y glorifiqué al que vive para siempre: Su dominio es eterno; su reino permanece para siempre. 35Ninguno de los pueblos de la tierra merece ser tomado en cuenta. Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos. 36Recobré el juicio, y al momento me fueron devueltos la honra, el esplendor y la gloria de mi reino. Mis consejeros y cortesanos vinieron a buscarme, y me fue devuelto el trono. ¡Llegué a ser más poderoso que antes! 37Por eso yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey del cielo, porque siempre procede con rectitud y justicia, y es capaz de humillar a los soberbios.

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