Lectura Semanal - Semana 22
Día 148- Lunes 22.06.15: Romanos 3 / 1 Samuel 12 / Salmos 57 Día 149 - Martes 23.06.15: Romanos 4 / 1 Samuel 13 / Salmos 58 Día 150 - Miércoles 24.06.15: Romanos 5 / 1 Samuel 14 / Salmos 59 Día 151 - Jueves 25.06.15: Romanos 6 / 1 Samuel 15 / Salmos 60 Día 152 - Viernes 26.06.15: Romanos 7 / 1 Samuel 16 / Salmos 61 Día 153 - Sábado 27.06.15: Romanos 8 / 1 Samuel 17 / Salmos 62 Día 154 - Domingo 28.06.15: Romanos 9 / 1 Samuel 18 / Salmos 63
Día 148 - Lunes 22.06.15:
Romanos 3 (NVI) Fidelidad de Dios 1Entonces, ¿qué se gana con ser judío, o qué valor tiene la circuncisión? 2Mucho, desde cualquier punto de vista. En primer lugar, a los judíos se les confiaron las palabras mismas de Dios. 3Pero entonces, si a algunos les faltó la fe, ¿acaso su falta de fe anula la fidelidad de Dios? 4¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz, aunque el hombre sea mentiroso. Así está escrito: «Por eso, eres justo en tu sentencia, y triunfarás cuando te juzguen.» 5Pero si nuestra injusticia pone de relieve la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Que Dios es injusto al descargar sobre nosotros su ira? (Hablo en términos humanos.) 6¡De ninguna manera! Si así fuera, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo? 7Alguien podría objetar: «Si mi mentira destaca la verdad de Dios y así aumenta su gloria, ¿por qué todavía se me juzga como pecador? B¿Por qué no decir: Hagamos lo malo para que venga lo bueno?» Así nos calumnian algunos, asegurando que eso es lo que enseñamos. ¡Pero bien merecida se tienen la condenación! No hay un solo justo 9¿A qué conclusión llegamos? ¿Acaso los judíos somos mejores? ¡De ninguna manera! Ya hemos demostrado que tanto los judíos como los gentiles están bajo el pecado. 10Así está escrito: «No hay un solo justo, ni siquiera uno; 11no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios. 12Todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!» 13«Su garganta es un sepulcro abierto; con su lengua profieren engaños.» «¡Veneno de víbora hay en sus labios!» 14«Llena está su boca de maldiciones y de amargura.» 15«Veloces son sus
pies para ir a derramar sangre; 16dejan ruina y miseria en sus caminos, 17y no conocen la senda de la paz.» 18«No hay temor de Dios delante de sus ojos.» 19Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a quienes están sujetos a ella, para que todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios. 20Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado. La justicia mediante la fe 21Pero ahora, sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley y los profetas. 22Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, 23pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, 24pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. 25Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia. Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados; 26pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús. 27¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál principio? ¿Por el de la observancia de la ley? No, sino por el de la fe. 28Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige. 29¿Es acaso Dios sólo Dios de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Sí, también es Dios de los gentiles, 30pues no hay más que un solo Dios. Él justificará por la fe a los que están circuncidados y, mediante esa misma fe, a
los que no lo están. 31¿Quiere decir que anulamos la ley con la fe? ¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la ley.
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1 Samuel 12 (NVI) Discurso de despedida de Samuel 1Samuel le habló a todo Israel: —¡Préstenme atención! Yo les he hecho caso en todo lo que me han pedido, y les he dado un rey que los gobierne. 2Ya tienen al rey que va a dirigirlos. En cuanto a mí, ya estoy viejo y lleno de canas, y mis hijos son parte del pueblo. Yo los he guiado a ustedes desde mi juventud hasta la fecha. 3Aquí me tienen. Pueden acusarme en la presencia del Señor y de su ungido. ¿A quién le he robado un buey o un asno? ¿A quién he defraudado? ¿A quién he oprimido? ¿Por quién me he dejado sobornar? Acúsenme, y pagaré lo que corresponda. 4—No nos has defraudado —respondieron—; tampoco nos has oprimido ni le has robado nada a nadie. 5Samuel insistió: —¡Que el Señor y su ungido sean hoy testigos de que ustedes no me han hallado culpable de nada! —¡Que lo sean! —fue la respuesta del pueblo. 6Además Samuel les dijo: —Testigo es el Señor, que escogió a Moisés y a Aarón para sacar de Egipto a los antepasados de ustedes. 7Y ahora, préstenme atención. El Señor los ha colmado de beneficios a ustedes y a sus antepasados, pero yo tengo una querella contra ustedes ante el Señor. 8»Después de que Jacob entró en Egipto, sus descendientes clamaron al Señor. Entonces el Señor envió a Moisés y a Aarón para sacarlos de Egipto y establecerlos en este lugar. 9Pero como se olvidaron de su Señor y Dios, él los entregó al poder de Sísara, comandante del ejército de Jazor, y al poder de los filisteos y del rey de Moab, y ellos les hicieron la guerra. 10Por eso ustedes
clamaron al Señor: “Hemos pecado al abandonar al Señor y adorar a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté. Pero ahora, si nos libras del poder de nuestros enemigos, sólo a ti te serviremos.” 11Entonces el Señor envió a Yerubaal, Barac, Jefté y Samuel, y los libró a ustedes del poder de los enemigos que los rodeaban, para que vivieran seguros. 12»No obstante, cuando ustedes vieron que Najás, rey de los amonitas, los amenazaba, me dijeron: “¡No! ¡Queremos que nos gobierne un rey!” Y esto, a pesar de que el Señor su Dios es el rey de ustedes. 13Pues bien, aquí tienen al rey que pidieron y que han escogido. Pero tengan en cuenta que es el Señor quien les ha dado ese rey. 14Si ustedes y el rey que los gobierne temen al Señor su Dios, y le sirven y le obedecen, acatando sus mandatos y manteniéndose fieles a él, ¡magnífico! 15En cambio, si lo desobedecen y no acatan sus mandatos, él descargará su mano sobre ustedes como la descargó contra sus antepasados. 16»Y ahora, préstenme atención y observen con sus propios ojos algo grandioso que el Señor va a hacer. 17Ahora no es tiempo de lluvias sino de cosecha. Sin embargo, voy a invocar al Señor, y él enviará truenos y lluvia; así se darán cuenta de la gran maldad que han cometido ante el Señor al pedir un rey. 18Samuel invocó al Señor, y ese mismo día el Señor mandó truenos y lluvia. Todo el pueblo sintió un gran temor ante el Señor y ante Samuel, 19y le dijeron a Samuel: —Ora al Señor tu Dios por nosotros, tus siervos, para que no nos quite la vida. A todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirle un rey. 20—No teman —replicó Samuel—. Aunque ustedes han cometido una gran maldad, no se aparten del Señor; más bien, sírvanle de todo
corazón. 21No se alejen de él por seguir a ídolos inútiles, que no los pueden ayudar ni rescatar, pues no sirven para nada. 22Por amor a su gran nombre, el Señor no rechazará a su pueblo; de hecho él se ha dignado hacerlos a ustedes su propio pueblo. 23En cuanto a mí, que el Señor me libre de pecar contra él dejando de orar por ustedes. Yo seguiré enseñándoles el camino bueno y recto. 24Pero los exhorto a temer al Señor y a servirle fielmente y de todo corazón, recordando los grandes beneficios que él ha hecho en favor de ustedes. 25Si persisten en la maldad, tanto ustedes como su rey serán destruidos.
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Salmos 57 (NVI) Al director musical. Sígase la tonada de «No destruyas». Mictam de David, cuando David había huido de Saúl y estaba en una cueva. 1Ten compasión de mí, oh Dios; ten compasión de mí, que en ti confío. A la sombra de tus alas me refugiaré, hasta que haya pasado el peligro. 2Clamo al Dios Altísimo, al Dios que me brinda su apoyo. 3Desde el cielo me tiende la mano y me salva; reprende a mis perseguidores. ¡Dios me envía su amor y su verdad! 4Me encuentro en medio de leones, rodeado de gente rapaz. Sus dientes son lanzas y flechas; su lengua, una espada afilada. 5Pero tú, oh Dios, estás sobre los cielos, ¡tu gloria cubre toda la tierra! 6Tendieron una red en mi camino, y mi ánimo quedó por los suelos. En mi senda cavaron una fosa, pero ellos mismos cayeron en ella. 7Firme está, oh Dios, mi corazón; firme está mi corazón. Voy a cantarte salmos. 8¡Despierta, alma mía! ¡Despierten, arpa y lira! ¡Haré despertar al nuevo día! 9Te alabaré, Señor, entre los pueblos, te cantaré salmos entre las naciones. 10Pues
tu amor es tan grande que llega a los cielos; ¡tu verdad llega hasta el firmamento! 11¡Tú, oh Dios, estás sobre los cielos; tu gloria cubre toda la tierra!
Día 149 - Martes 23.06.15:
Romanos 4 (NVI) Abraham, justificado por la fe 1Entonces, ¿qué diremos en el caso de nuestro antepasado Abraham? 2En realidad, si Abraham hubiera sido justificado por las obras, habría tenido de qué jactarse, pero no delante de Dios. 3Pues ¿qué dice la Escritura? «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia.» 4Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un favor sino como una deuda. 5Sin embargo, al que no trabaja, sino que cree en el que justifica al malvado, se le toma en cuenta la fe como justicia. 6David dice lo mismo cuando habla de la dicha de aquel a quien Dios le atribuye justicia sin la mediación de las obras: 7«¡Dichosos aquellos a quienes se les perdonan las transgresiones y se les cubren los pecados! 8¡Dichoso aquel cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta!» 9¿Acaso se ha reservado esta dicha sólo para los que están circuncidados? ¿Acaso no es también para los gentiles? Hemos dicho que a Abraham se le tomó en cuenta la fe como justicia. 10¿Bajo qué circunstancias sucedió esto? ¿Fue antes o después de ser circuncidado? ¡Antes, y no después! 11Es más, cuando todavía no estaba circuncidado, recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia que se le había tomado en cuenta por la fe. Por tanto, Abraham es padre de todos los que creen, aunque no hayan sido circuncidados, y a éstos se les toma en cuenta su fe como justicia. 12Y también es padre de aquellos que, ade-
más de haber sido circuncidados, siguen las huellas de nuestro padre Abraham, quien creyó cuando todavía era incircunciso. 13En efecto, no fue mediante la ley como Abraham y su descendencia recibieron la promesa de que él sería heredero del mundo, sino mediante la fe, la cual se le tomó en cuenta como justicia. 14Porque si los que viven por la ley fueran los herederos, entonces la fe no tendría ya ningún valor y la promesa no serviría de nada. 15La ley, en efecto, acarrea castigo. Pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. 16Por eso la promesa viene por la fe, a fin de que por la gracia quede garantizada para toda la descendencia de Abraham; esta promesa no es sólo para los que son de la ley sino para los que son también de la fe de Abraham, quien es el padre que tenemos en común 17delante de Dios, tal como está escrito: «Te he confirmado como padre de muchas naciones.» Así que Abraham creyó en el Dios que da vida a los muertos y que llama las cosas que no son como si ya existieran. 18Contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó, y de este modo llegó a ser padre de muchas naciones, tal como se le había dicho: «¡Así de numerosa será tu descendencia!» 19Su fe no flaqueó, aunque reconocía que su cuerpo estaba como muerto, pues ya tenía unos cien años, y que también estaba muerta la matriz de Sara. 20Ante la promesa de Dios no vaciló como un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios, 21plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido. 22Por eso se le tomó en cuenta su fe como justicia. 23Y esto de que «se le tomó en cuenta» no se escribió sólo para Abraham, 24sino también para nosotros. Dios tomará en cuenta nuestra fe como justicia, pues cree-
mos en aquel que levantó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor. 25Él fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación.
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1 Samuel 13 (NVI) Samuel reprende a Saúl 1Saúl tenía treinta años cuando comenzó a reinar sobre Israel, y su reinado duró cuarenta y dos años. 2De entre los israelitas, Saúl escogió tres mil soldados; dos mil estaban con él en Micmás y en los montes de Betel, y mil estaban con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto del ejército Saúl lo mandó a sus hogares. 3Jonatán atacó la guarnición filistea apostada en Gueba, y esto llegó a oídos de los filisteos. Entonces Saúl mandó que se tocara la trompeta por todo el país, pues dijo: «¡Que se enteren todos los hebreos!» 4Todo Israel se enteró de esta noticia: «Saúl ha atacado la guarnición filistea, así que los israelitas se han hecho odiosos a los filisteos.» Por tanto el pueblo se puso a las órdenes de Saúl en Guilgal. 5Los filisteos también se juntaron para hacerle la guerra a Israel. Contaban con tres mil carros, seis mil jinetes, y un ejército tan numeroso como la arena a la orilla del mar. Avanzaron hacia Micmás, al este de Bet Avén, y allí acamparon. 6Los israelitas se dieron cuenta de que estaban en aprietos, pues todo el ejército se veía amenazado. Por eso tuvieron que esconderse en las cuevas, en los matorrales, entre las rocas, en las zanjas y en los pozos. 7Algunos hebreos incluso cruzaron el Jordán para huir al territorio de Gad, en Galaad. Saúl se había quedado en Guilgal, y todo el ejército que lo acompañaba temblaba de miedo. 8Allí estuvo esperando siete días, según el plazo indicado por Samuel, pero éste no
llegaba. Como los soldados comenzaban a desbandarse, 9Saúl ordenó: «Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión»; y él mismo ofreció el holocausto. 10En el momento en que Saúl terminaba de celebrar el sacrificio, llegó Samuel. Saúl salió a recibirlo, y lo saludó. 11Pero Samuel le reclamó: —¿Qué has hecho? Y Saúl le respondió: —Pues como vi que la gente se desbandaba, que tú no llegabas en el plazo indicado, y que los filisteos se habían juntado en Micmás, 12pensé: “Los filisteos ya están por atacarme en Guilgal, y ni siquiera he implorado la ayuda del Señor.” Por eso me atreví a ofrecer el holocausto. 13— ¡Eres un necio! —le replicó Samuel—. No has cumplido el mandato que te dio el Señor tu Dios. El Señor habría establecido tu reino sobre Israel para siempre, 14pero ahora te digo que tu reino no permanecerá. El Señor ya está buscando un hombre más de su agrado, pues tú no has cumplido su mandato. 15Dicho esto, Samuel se fue de Guilgal hacia Guibeá de Benjamín. Jonatán ataca a los filisteos Saúl pasó revista de los soldados que estaban con él, y eran unos seiscientos hombres. 16Él y su hijo Jonatán, junto con sus soldados, se quedaron en Gueba de Benjamín, mientras que los filisteos seguían acampados en Micmás. 17Del campamento filisteo salió una tropa de asalto dividida en tres grupos: uno de ellos avanzó por el camino de Ofra, hacia el territorio de Súal; 18otro, por Bet Jorón; y el tercero, por la frontera del valle de Zeboyín, en dirección al desierto. 19En todo el territorio de Israel no había un solo herrero, pues los filisteos no permitían que los hebreos se forjaran espadas y lanzas. 20Por tanto, todo Israel dependía de los filisteos para que les afilaran los arados, los azado-
nes, las hachas y las hoces. 21Por un arado o un azadón cobraban ocho gramos de plata, y cuatro gramos por una horqueta o un hacha, o por arreglar las aguijadas. 22Así que ninguno de los soldados israelitas tenía espada o lanza, excepto Saúl y Jonatán. 23Un destacamento de filisteos avanzó hasta el paso de Micmás.
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Salmos 58 (NVI) Al director musical. Sígase la tonada de «No destruyas». Mictam de David. 1¿Acaso ustedes, gobernantes, actúan con justicia, y juzgan con rectitud a los seres humanos? 2Al contrario, con la mente traman injusticia, y la violencia de sus manos se desata en el país. 3Los malvados se pervierten desde que nacen; desde el vientre materno se desvían los mentirosos. 4Su veneno es como el de las serpientes, como el de una cobra que se hace la sorda 5para no escuchar la música del mago, del diestro en encantamientos. 6Rómpeles, oh Dios, los dientes; ¡arráncales, Señor, los colmillos a esos leones! 7Que se escurran, como el agua entre los dedos; que se rompan sus flechas al tensar el arco. 8Que se disuelvan, como babosa rastrera; que no vean la luz, cual si fueran abortivos. 9Que sin darse cuenta, ardan como espinos; que el viento los arrastre, estén verdes o secos. 10Se alegrará el justo al ver la venganza, al empapar sus pies en la sangre del impío. 11Dirá entonces la gente: «Ciertamente los justos son recompensados; ciertamente hay un Dios que juzga en la tierra.»
Día 150 - Miércoles 24.06.15: Romanos 5 (NVI) Paz y alegría
1En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. 2También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. 3Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; 4la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. 5Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado. 6A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados. 7Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. 8Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. 9Y ahora que hemos sido justificados por su sangre, ¡con cuánta más razón, por medio de él, seremos salvados del castigo de Dios! 10Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida! 11Y no sólo esto, sino que también nos regocijamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, pues gracias a él ya hemos recibido la reconciliación. De Adán, la muerte; de Cristo, la vida 12Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron. 13Antes de promulgarse la ley, ya existía el pecado
en el mundo. Es cierto que el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley; 14sin embargo, desde Adán hasta Moisés la muerte reinó, incluso sobre los que no pecaron quebrantando un mandato, como lo hizo Adán, quien es figura de aquel que había de venir. 15Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos! 16Tampoco se puede comparar la dádiva de Dios con las consecuencias del pecado de Adán. El juicio que lleva a la condenación fue resultado de un solo pecado, pero la dádiva que lleva a la justificación tiene que ver con una multitud de transgresiones. 17Pues si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo. 18Por tanto, así como una sola transgresión causó la condenación de todos, también un solo acto de justicia produjo la justificación que da vida a todos. 19Porque así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos. 20En lo que atañe a la ley, ésta intervino para que aumentara la transgresión. Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, 21a fin de que, así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.
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1 Samuel 14 (NVI) 1Cierto día, Jonatán hijo de Saúl, sin decirle nada a su padre, le ordenó a su
escudero: «Ven acá. Vamos a cruzar al otro lado, donde está el destacamento de los filisteos.» 2Y es que Saúl estaba en las afueras de Guibeá, bajo un granado en Migrón, y tenía con él unos seiscientos hombres. 3El efod lo llevaba Abías hijo de Ajitob, que era hermano de Icabod, el hijo de Finés y nieto de Elí, sacerdote del Señor en Siló. Nadie sabía que Jonatán había salido, 4y para llegar a la guarnición filistea Jonatán tenía que cruzar un paso entre dos peñascos, llamados Bosés y Sene. 5El primero estaba al norte, frente a Micmás; el otro, al sur, frente a Gueba. 6Así que Jonatán le dijo a su escudero: —Vamos a cruzar hacia la guarnición de esos paganos. Espero que el Señor nos ayude, pues para él no es difícil salvarnos, ya sea con muchos o con pocos. 7—¡Adelante! —respondió el escudero—. Haga usted todo lo que tenga pensado hacer, que cuenta con todo mi apoyo. 8—Bien —dijo Jonatán—; vamos a cruzar hasta donde están ellos, para que nos vean. 9Si nos dicen: “¡Esperen a que los alcancemos!”, ahí nos quedaremos, en vez de avanzar. 10Pero si nos dicen: “¡Vengan acá!”, avanzaremos, pues será señal de que el Señor nos va a dar la victoria. 11Así pues, los dos se dejaron ver por la guarnición filistea. —¡Miren — exclamaron los filisteos—, los hebreos empiezan a salir de las cuevas donde estaban escondidos! 12Entonces los soldados de la guarnición les gritaron a Jonatán y a su escudero: —¡Vengan acá! Tenemos algo que decirles. —Ven conmigo —le dijo Jonatán a su escudero—, porque el Señor le ha dado la victoria a Israel. 13Jonatán trepó con pies y manos, seguido por su escudero. A los filisteos que eran derribados por Jonatán, el escudero los remataba. 14En ese primer encuentro, que tuvo lugar en
un espacio reducido, Jonatán y su escudero mataron a unos veinte hombres. Israel derrota a los filisteos 15Cundió entonces el pánico en el campamento filisteo y entre el ejército que estaba en el campo abierto. Todos ellos se acobardaron, incluso los soldados de la guarnición y las tropas de asalto. Hasta la tierra tembló, y hubo un pánico extraordinario. 16Desde Guibeá de Benjamín, los centinelas de Saúl podían ver que el campamento huía en desbandada. 17Saúl dijo entonces a sus soldados: «Pasen revista, a ver quién de los nuestros falta.» Así lo hicieron, y resultó que faltaban Jonatán y su escudero. 18Entonces Saúl le pidió a Ahías que trajera el arca de Dios. (En aquel tiempo el arca estaba con los israelitas.) 19Pero mientras hablaban, el desconcierto en el campo filisteo se hizo peor, así que Saúl le dijo al sacerdote: «¡No lo hagas!» 20En seguida Saúl reunió a su ejército, y todos juntos se lanzaron a la batalla. Era tal la confusión entre los filisteos, que se mataban unos a otros. 21Además, los hebreos que hacía tiempo se habían unido a los filisteos, y que estaban con ellos en el campamento, se pasaron a las filas de los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán. 22Y los israelitas que se habían escondido en los montes de Efraín, al oír que los filisteos huían, se unieron a la batalla para perseguirlos. 23Así libró el Señor a Israel aquel día, y la batalla se extendió más allá de Bet Avén. El juramento de Saúl 24Los israelitas desfallecían de hambre, pues Saúl había puesto al ejército bajo este juramento: «¡Maldito el que coma algo antes del anochecer, antes de que pueda vengarme de mis enemigos!» Así que aquel día ninguno de los soldados había probado bocado. 25Al llegar a un
bosque, notaron que había miel en el suelo. 26Cuando el ejército entró en el bosque, vieron que la miel corría como agua, pero por miedo al juramento nadie se atrevió a probarla. 27Sin embargo, Jonatán, que no había oído a su padre poner al ejército bajo juramento, alargó la vara que llevaba en la mano, hundió la punta en un panal de miel, y se la llevó a la boca. En seguida se le iluminó el rostro. 28Pero uno de los soldados le advirtió: —Tu padre puso al ejército bajo un juramento solemne, diciendo: “¡Maldito el que coma algo hoy!” Y por eso los soldados desfallecen. 29—Mi padre le ha causado un gran daño al país — respondió Jonatán—. Miren cómo me volvió el color al rostro cuando probé un poco de esta miel. 30¡Imagínense si todo el ejército hubiera comido del botín que se le arrebató al enemigo! ¡Cuánto mayor habría sido el estrago causado a los filisteos! 31Aquel día los israelitas mataron filisteos desde Micmás hasta Ayalón. Y como los soldados estaban exhaustos, 32echaron mano del botín. Agarraron ovejas, vacas y terneros, los degollaron sobre el suelo, y se comieron la carne con todo y sangre. 33Entonces le contaron a Saúl: —Los soldados están pecando contra el Señor, pues están comiendo carne junto con la sangre. —¡Son unos traidores! —replicó Saúl—. Hagan rodar una piedra grande, y tráiganmela ahora mismo. 34También les dijo: —Vayan y díganle a la gente que cada uno me traiga su toro o su oveja para degollarlos y comerlos aquí; y que no coman ya carne junto con la sangre, para que no pequen contra el Señor. Esa misma noche cada uno llevó su toro, y lo degollaron allí. 35Luego Saúl construyó un altar al Señor. Éste fue el primer altar que levantó. 36Y dijo: —Vayamos esta noche tras los filisteos.
Antes de que amanezca, quitémosles todo lo que tienen y no dejemos a nadie con vida. —Haz lo que te parezca mejor —le respondieron. —Primero debemos consultar a Dios —intervino el sacerdote. 37Saúl entonces le preguntó a Dios: «¿Debo perseguir a los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?» Pero Dios no le respondió aquel día. 38Así que Saúl dijo: —Todos ustedes, jefes del ejército, acérquense y averigüen cuál es el pecado que se ha cometido hoy. 39¡El Señor y Salvador de Israel me es testigo de que, aun si el culpable es mi hijo Jonatán, morirá sin remedio! Nadie se atrevió a decirle nada. 40Les dijo entonces a todos los israelitas: — Pónganse ustedes de un lado, y yo y mi hijo Jonatán nos pondremos del otro. — Haz lo que te parezca mejor —respondieron ellos. 41Luego le rogó Saúl al Señor, Dios de Israel, que le diera una respuesta clara. La suerte cayó sobre Jonatán y Saúl, de modo que los demás quedaron libres. 42Entonces dijo Saúl: —Echen suertes entre mi hijo Jonatán y yo. Y la suerte cayó sobre Jonatán, 43así que Saúl le dijo: —Cuéntame lo que has hecho. —Es verdad que probé un poco de miel con la punta de mi vara —respondió Jonatán—. ¿Y por eso tengo que morir? 44—Jonatán, si tú no mueres, ¡que Dios me castigue sin piedad! —exclamó Saúl. 45Los soldados le replicaron: —¡Cómo va a morir Jonatán, siendo que le ha dado esta gran victoria a Israel! ¡Jamás! Tan cierto como que el Señor vive, que ni un pelo de su cabeza caerá al suelo, pues con la ayuda de Dios hizo esta proeza. Así libraron a Jonatán de la muerte. 46Saúl, a su vez, dejó de perseguir a los filisteos, los cuales regresaron a su tierra. 47Después de consolidar su reinado sobre Israel, Saúl luchó contra todos los enemigos que lo
rodeaban, incluso contra los moabitas, los amonitas, los edomitas, los reyes de Sobá y los filisteos; y a todos los vencía 48haciendo gala de valor. También derrotó a los amalecitas y libró a Israel de quienes lo saqueaban. La familia de Saúl 49Saúl tuvo tres hijos: Jonatán, Isví y Malquisúa. También tuvo dos hijas: la mayor se llamaba Merab, y la menor, Mical. 50Su esposa era Ajinoán hija de Ajimaz. El general de su ejército era Abner hijo de Ner, tío de Saúl. 51Ner y Quis, el padre de Saúl, eran hermanos, y ambos eran hijos de Abiel. 52Durante todo el reinado de Saúl se luchó sin cuartel contra los filisteos. Por eso, siempre que Saúl veía a alguien fuerte y valiente, lo alistaba en su ejército.
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Salmos 59 (NVI) Al director musical. Sígase la tonada de «No destruyas». Mictam de David, cuando Saúl había ordenado que vigilaran la casa de David con el propósito de matarlo. 1Líbrame de mis enemigos, oh Dios; protégeme de los que me atacan. 2Líbrame de los malhechores; sálvame de los asesinos. 3¡Mira cómo me acechan! Hombres crueles conspiran contra mí sin que yo, Señor, haya delinquido ni pecado. 4Presurosos se disponen a atacarme sin que yo haya cometido mal alguno. ¡Levántate y ven en mi ayuda! ¡Mira mi condición! 5Tú, Señor, eres el Dios Todopoderoso, ¡eres el Dios de Israel! ¡Despiértate y castiga a todas las naciones; no tengas compasión de esos viles traidores! 6Ellos vuelven por la noche, gruñendo como perros y acechando alrededor de la ciudad. 7Echan espuma por la boca, lanzan espadas por sus fauces, y dicen: «¿Quién va a oírnos?» 8Pero tú, Señor, te burlas de
ellos; te ríes de todas las naciones. 9A ti, fortaleza mía, vuelvo los ojos, pues tú, oh Dios, eres mi protector. 10Tú eres el Dios que me ama, e irás delante de mí para hacerme ver la derrota de mis enemigos. 11Pero no los mates, para que mi pueblo no lo olvide. Zarandéalos con tu poder; ¡humíllalos! ¡Tú, Señor, eres nuestro escudo! 12Por los pecados de su boca, por las palabras de sus labios, que caigan en la trampa de su orgullo. Por las maldiciones y mentiras que profieren, 13consúmelos en tu enojo; ¡consúmelos hasta que dejen de existir! Así todos sabrán que Dios gobierna en Jacob, y hasta los confines de la tierra. 14Porque ellos vuelven por la noche, gruñendo como perros y acechando alrededor de la ciudad. 15Van de un lado a otro buscando comida, y aúllan si no quedan satisfechos. 16Pero yo le cantaré a tu poder, y por la mañana alabaré tu amor; porque tú eres mi protector, mi refugio en momentos de angustia 17A ti, fortaleza mía, te cantaré salmos, pues tú, oh Dios, eres mi protector. ¡Tú eres el Dios que me ama!
Día 151 - Jueves 25.06.15:
Romanos 6 (NVI) Muertos al pecado, vivos en Cristo 1¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado, para que la gracia abunde? 2¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? 3¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? 4Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. 5En efecto, si hemos esta-
do unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. 6Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; 7porque el que muere queda liberado del pecado. 8Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que también viviremos con él. 9Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él. 10En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios. 11De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. 12Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. 13No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. 14Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia. Esclavos de la justicia 15Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! 16¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. 17Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza que les
fue transmitida. 18En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia. 19Hablo en términos humanos, por las limitaciones de su naturaleza humana. Antes ofrecían ustedes los miembros de su cuerpo para servir a la impureza, que lleva más y más a la maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad. 20Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del dominio de la justicia. 21¿Qué fruto cosechaban entonces? ¡Cosas que ahora los avergüenzan y que conducen a la muerte! 22Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna. 23Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.
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1 Samuel 15 (NVI) El Señor rechaza a Saúl 1Un día Samuel le dijo a Saúl: «El Señor me envió a ungirte como rey sobre su pueblo Israel. Así que pon atención al mensaje del Señor. 2Así dice el SeñorTodopoderoso: “He decidido castigar a los amalecitas por lo que le hicieron a Israel, pues no lo dejaron pasar cuando salía de Egipto. 3Así que ve y ataca a los amalecitas ahora mismo. Destruye por completo todo lo que les pertenezca; no les tengas compasión. Mátalos a todos, hombres y mujeres, niños y recién nacidos, toros y ovejas, camellos y asnos.” » 4Saúl reunió al ejército y le pasó revista en Telayin: eran doscientos mil soldados de infantería más diez mil soldados de Judá. 5Luego se dirigió a la ciudad de Amalec y tendió una emboscada en el barranco. 6Los quenitas se apartaron de los amalecitas, pues Saúl les dijo: «¡Váyanse de aquí!
Salgan y apártense de los amalecitas. Ustedes fueron bondadosos con todos los israelitas cuando ellos salieron de Egipto. Así que no quiero destruirlos a ustedes junto con ellos.» 7Saúl atacó a los amalecitas desde Javilá hasta Sur, que está cerca de la frontera de Egipto. 8A Agag, rey de Amalec, lo capturó vivo, pero a todos los habitantes los mató a filo de espada. 9Además de perdonarle la vida al rey Agag, Saúl y su ejército preservaron las mejores ovejas y vacas, los terneros más gordos y, en fin, todo lo que era de valor. Nada de esto quisieron destruir; sólo destruyeron lo que era inútil y lo que no servía. 10La palabra del Señor vino a Samuel: 11«Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl, pues se ha apartado de mí y no ha llevado a cabo mis instrucciones.» Tanto se alteró Samuel que pasó la noche clamando al Señor. 12Por la mañana, muy temprano, se levantó y fue a encontrarse con Saúl, pero le dijeron: «Saúl se fue a Carmel, y allí se erigió un monumento. Luego dio una vuelta y continuó hacia Guilgal.» 13Cuando Samuel llegó, Saúl le dijo: —¡Que el Señor te bendiga! He cumplido las instrucciones del Señor. 14—Y entonces, ¿qué significan esos balidos de oveja que me parece oír? —le reclamó Samuel—. ¿Y cómo es que oigo mugidos de vaca? 15—Son las que nuestras tropas trajeron del país de Amalec —respondió Saúl—. Dejaron con vida a las mejores ovejas y vacas para ofrecerlas al Señor tu Dios, pero todo lo demás lo destruimos. 16¡Basta! —lo interrumpió Samuel—. Voy a comunicarte lo que el Señor me dijo anoche. —Te escucho —respondió Saúl. 17Entonces Samuel le dijo: —¿No es cierto que, aunque te creías poca cosa, has llegado a ser jefe de las tribus de Israel? ¿No fue el Señor quien te ungió como rey de Israel, 18y
te envió a cumplir una misión? Él te dijo: “Ve y destruye a esos pecadores, los amalecitas. Atácalos hasta acabar con ellos.” 19¿Por qué, entonces, no obedeciste al Señor? ¿Por qué echaste mano del botín e hiciste lo que ofende al Señor? 20—¡Yo sí he obedecido al Señor! —insistió Saúl—. He cumplido la misión que él me encomendó. Traje prisionero a Agag, rey de Amalec, pero destruí a los amalecitas. 21Y del botín, los soldados tomaron ovejas y vacas con el propósito de ofrecerlas en Guilgal al Señor tu Dios. 22Samuel respondió: «¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. 23La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey.» 24—¡He pecado! —admitió Saúl—. He quebrantado el mandato del Señor y tus instrucciones. Los soldados me intimidaron y les hice caso. 25Pero te ruego que perdones mi pecado, y que regreses conmigo para adorar al Señor. 26—No voy a regresar contigo —le respondió Samuel—. Tú has rechazado la palabra del Señor, y él te ha rechazado como rey de Israel. 27Cuando Samuel se dio vuelta para irse, Saúl le agarró el borde del manto, y se lo arrancó. 28Entonces Samuel le dijo: —Hoy mismo el Señor ha arrancado de tus manos el reino de Israel, y se lo ha entregado a otro más digno que tú. 29En verdad, el que es la Gloria de Israel no miente ni cambia de parecer, pues no es hombre para que se arrepienta. 30—¡He pecado! —respondió Saúl—. Pero te pido que por ahora me sigas reconociendo ante los ancianos de mi pueblo y ante
todo Israel. Regresa conmigo para adorar al Señor tu Dios. 31Samuel regresó con él, y Saúl adoró al Señor. 32Luego dijo Samuel: —Tráiganme a Agag, rey de Amalec. Agag se le acercó muy confiado, pues pensaba: «Sin duda que el trago amargo de la muerte ya pasó.» 33Pero Samuel le dijo: —Ya que tu espada dejó a tantas mujeres sin hijos, también sin su hijo se quedará tu madre. Y allí en Guilgal, en presencia del Señor, Samuel descuartizó a Agag. 34Luego regresó a Ramá, mientras que Saúl se fue a su casa en Guibeá de Saúl. 35Y como el Señor se había arrepentido de haber hecho a Saúl rey de Israel, nunca más volvió Samuel a ver a Saúl, sino que hizo duelo por él.
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Salmos 60 (NVI) Al director musical. Sígase la tonada de «El lirio del pacto». Mictam didáctico de David, cuando luchó contra los arameos del noroeste de Mesopotamia y de Siria central, y cuando Joab volvió y abatió a doce mil edomitas en el valle de la Sal. 1Oh Dios, tú nos has rechazado y has abierto brecha en nuestras filas; te has enojado con nosotros: ¡restáuranos ahora! 2Has sacudido la tierra, la has resquebrajado; repara sus grietas, porque se desmorona. 3Has sometido a tu pueblo a duras pruebas; nos diste a beber un vino embriagador. 4Da a tus fieles la señal de retirada, para que puedan escapar de los arqueros. 5Líbranos con tu diestra, respóndenos para que tu pueblo amado quede a salvo. 6Dios ha dicho en su santuario: «Triunfante repartiré a Siquén, y dividiré el valle de Sucot. 7Mío es Galaad, mío es Manasés; Efraín es mi yelmo y Judá mi cetro. 8En Moab me lavo las manos, sobre Edom arrojo mi sandalia; sobre Filistea lanzo gritos de
triunfo.» 9¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me mostrará el camino a Edom? 10¿No eres tú, oh Dios, quien nos ha rechazado? ¡Ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos! 11Bríndanos tu ayuda contra el enemigo, pues de nada sirve la ayuda humana. 12Con Dios obtendremos la victoria; ¡él pisoteará a nuestros enemigos!
Día 152 - Viernes 26.06.15:
Romanos 7 (NVI) Analogía tomada del matrimonio 1Hermanos, les hablo como a quienes conocen la ley. ¿Acaso no saben que uno está sujeto a la ley solamente en vida? 2Por ejemplo, la casada está ligada por ley a su esposo sólo mientras éste vive; pero si su esposo muere, ella queda libre de la ley que la unía a su esposo. 3Por eso, si se casa con otro hombre mientras su esposo vive, se le considera adúltera. Pero si muere su esposo, ella queda libre de esa ley, y no es adúltera aunque se case con otro hombre. 4Así mismo, hermanos míos, ustedes murieron a la ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo, a fin de pertenecer al que fue levantado de entre los muertos. De este modo daremos fruto para Dios. 5Porque cuando nuestra naturaleza pecaminosa aún nos dominaba, las malas pasiones que la ley nos despertaba actuaban en los miembros de nuestro cuerpo, y dábamos fruto para muerte. 6Pero ahora, al morir a lo que nos tenía subyugados, hemos quedado libres de la ley, a fin de servir a Dios con el nuevo poder que nos da el Espíritu, y no por medio del antiguo mandamiento escrito. Conflicto con el pecado 7¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me ha-
bría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: «No codicies.» 8Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está muerto. 9En otro tiempo yo tenía vida aparte de la ley; pero cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí. 10Se me hizo evidente que el mismo mandamiento que debía haberme dado vida me llevó a la muerte; 11porque el pecado se aprovechó del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató. 12Concluimos, pues, que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno. 13Pero entonces, ¿lo que es bueno se convirtió en muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien fue el pecado lo que, valiéndose de lo bueno, me produjo la muerte; ocurrió así para que el pecado se manifestara claramente, o sea, para que mediante el mandamiento se demostrara lo extremadamente malo que es el pecado. 14Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al pecado. 15No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. 16Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; 17pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí. 18Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. 19De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 20Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí. 21Así que descubro esta ley: que cuan-
do quiero hacer el bien, me acompaña el mal. 22Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; 23pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo. 24¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? 25¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! En conclusión, con la mente yo mismo me someto a la ley de Dios, pero mi naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley del pecado.
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1 Samuel 16 (NVI) Samuel unge a David 1El Señor le dijo a Samuel: —¿Cuánto tiempo vas a quedarte llorando por Saúl, si ya lo he rechazado como rey de Israel? Mejor llena de aceite tu cuerno, y ponte en camino. Voy a enviarte a Belén, a la casa de Isaí, pues he escogido como rey a uno de sus hijos. 2—¿Y cómo voy a ir? —respondió Samuel—. Si Saúl llega a enterarse, me matará. —Lleva una ternera —dijo el Señor —, y diles que vas a ofrecerle al Señor un sacrificio. 3Invita a Isaí al sacrificio, y entonces te explicaré lo que debes hacer, pues ungirás para mi servicio a quien yo te diga. 4Samuel hizo lo que le mandó el Señor. Pero cuando llegó a Belén, los ancianos del pueblo lo recibieron con mucho temor. —¿Vienes en son de paz? —le preguntaron. 5—Claro que sí. He venido a ofrecerle al Señor un sacrificio. Purifíquense y vengan conmigo para tomar parte en él. Entonces Samuel purificó a Isaí y a sus hijos, y los invitó al sacrificio. 6Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab y pensó: «Sin duda que éste es el ungido del Señor.» 7Pero el Señor le dijo a Samuel: —No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura,
pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón. 8Entonces Isaí llamó a Abinadab para presentárselo a Samuel, pero Samuel dijo: —A éste no lo ha escogido el Señor. 9Luego le presentó a Sama, y Samuel repitió: —Tampoco a éste lo ha escogido. 10Isaí le presentó a siete de sus hijos, pero Samuel le dijo: —El Señor no ha escogido a ninguno de ellos. 11¿Son éstos todos tus hijos? —Queda el más pequeño —respondió Isaí—, pero está cuidando el rebaño. — Manda a buscarlo —insistió Samuel—, que no podemos continuar hasta que él llegue. 12Isaí mandó a buscarlo, y se lo trajeron. Era buen mozo, trigueño y de buena presencia. El Señor le dijo a Samuel: —Éste es; levántate y úngelo. 13Samuel tomó el cuerno de aceite y ungió al joven en presencia de sus hermanos. Entonces el Espíritu del Señor vino con poder sobre David, y desde ese día estuvo con él. Luego Samuel regresó a Ramá. David al servicio de Saúl 14El Espíritu del Señor se apartó de Saúl, y en su lugar el Señor le envió un espíritu maligno para que lo atormentara. 15Sus servidores le dijeron: —Como usted se dará cuenta, un espíritu maligno de parte de Dios lo está atormentando. 16Así que ordene Su Majestad a estos siervos suyos que busquen a alguien que sepa tocar el arpa. Así, cuando lo ataque el espíritu maligno de parte de Dios, el músico tocará, y Su Majestad se sentirá mejor. 17—Bien — les respondió Saúl—, consíganme un buen músico y tráiganlo. 18Uno de los cortesanos sugirió: —Conozco a un muchacho que sabe tocar el arpa. Es valiente, hábil guerrero, sabe expresarse y es de buena presencia. Además, el Señor está con él. Su padre es Isaí, el
de Belén. 19Entonces Saúl envió unos mensajeros a Isaí para decirle: «Mándame a tu hijo David, el que cuida del rebaño.» 20Isaí tomó un asno, alimento, un odre de vino y un cabrito, y se los envió a Saúl por medio de su hijo David. 21Cuando David llegó, quedó al servicio de Saúl, quien lo llegó a apreciar mucho y lo hizo su escudero. 22Luego Saúl le mandó este mensaje a Isaí: «Permite que David se quede a mi servicio, pues me ha causado muy buena impresión.» 23Cada vez que el espíritu de parte de Dios atormentaba a Saúl, David tomaba su arpa y tocaba. La música calmaba a Saúl y lo hacía sentirse mejor, y el espíritu maligno se apartaba de él.
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Salmos 61 (NVI) Al director musical. Acompáñese con instrumentos de cuerda. De David. 1Oh Dios, escucha mi clamor y atiende a mi oración. 2Desde los confines de la tierra te invoco, pues mi corazón desfallece; llévame a una roca donde esté yo a salvo. 3Porque tú eres mi refugio, mi baluarte contra el enemigo. 4Anhelo habitar en tu casa para siempre y refugiarme debajo de tus alas. 5Tú, oh Dios, has aceptado mis votos y me has dado la heredad de quienes te honran. 6Concédele al rey más años de vida; que sean sus días una eternidad. 7Que reine siempre en tu presencia, y que tu amor y tu verdad lo protejan. 8Así cantaré siempre salmos a tu nombre y cumpliré mis votos día tras día.
Día 153 - Sábado 27.06.15:
Romanos 8 (NVI) Vida mediante el Espíritu 1Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, 2pues por medio de él la ley del
Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. 3En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, 4a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. 5Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. 6La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. 7La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. 8Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. 9Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. 10Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. 11Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. 12Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. 13Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los ma-
los hábitos del cuerpo, vivirán. 14Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» 16El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. 17Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. La gloria futura 18De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros. 19La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, 20porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza 21de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. 23Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. 24Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? 25Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia. 26Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. 27Y Dios, que examina
los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Más que vencedores 28Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. 29Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. 31¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? 32El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? 33¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. 34¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. 35¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? 36Así está escrito: «Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!» 37Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, 39ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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1 Samuel 17 (NVI) David y Goliat 1Los filisteos reunieron sus ejércitos para la guerra, concentrando sus fuerzas en Soco, pueblo de Judá. Acamparon en Efesdamín, situado entre Soco y Azeca. 2Por su parte, Saúl y los israelitas se reunieron también y, acampando en el valle de Elá, ordenaron sus filas para la batalla contra los filisteos. 3Con el valle de por medio, los filisteos y los israelitas tomaron posiciones en montes opuestos. 4Un famoso guerrero, oriundo de Gat, salió del campamento filisteo. Su nombre era Goliat, y tenía una estatura de casi tres metros. 5Llevaba en la cabeza un casco de bronce, y su coraza, que pesaba cincuenta y cinco kilos, también era de bronce, 6como lo eran las polainas que le protegían las piernas y la jabalina que llevaba al hombro. 7El asta de su lanza se parecía al rodillo de un telar, y tenía una punta de hierro que pesaba casi siete kilos. Delante de él marchaba un escudero. 8Goliat se detuvo ante los soldados israelitas, y los desafió: «¿Para qué están ordenando sus filas para la batalla? ¿No soy yo un filisteo? ¿Y no están ustedes al servicio de Saúl? ¿Por qué no escogen a alguien que se me enfrente? 9Si es capaz de hacerme frente y matarme, nosotros les serviremos a ustedes; pero si yo lo venzo y lo mato, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán.» 10Dijo además el filisteo: «¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Elijan a un hombre que pelee conmigo!» 11Al oír lo que decía el filisteo, Saúl y todos los israelitas se consternaron y tuvieron mucho miedo. 12David era hijo de Isaí, un efrateo que vivía en Belén de Judá. En tiempos de Saúl, Isaí era ya de edad muy avanzada, y tenía ocho hijos. 13Sus tres hijos ma-
yores habían marchado a la guerra con Saúl. El primogénito se llamaba Eliab; el segundo, Abinadab; el tercero, Sama. 14Estos tres habían seguido a Saúl por ser los mayores. David, que era el menor, 15solía ir adonde estaba Saúl, pero regresaba a Belén para cuidar las ovejas de su padre. 16El filisteo salía mañana y tarde a desafiar a los israelitas, y así lo estuvo haciendo durante cuarenta días. 17Un día, Isaí le dijo a su hijo David: «Toma esta bolsa de trigo tostado y estos diez panes, y vete pronto al campamento para dárselos a tus hermanos. 18Lleva también estos tres quesos para el jefe del batallón. Averigua cómo les va a tus hermanos, y tráeme una prueba de que ellos están bien. 19Los encontrarás en el valle de Elá, con Saúl y todos los soldados israelitas, peleando contra los filisteos.» 20David cumplió con las instrucciones de Isaí. Se levantó muy de mañana y, después de encargarle el rebaño a un pastor, tomó las provisiones y se puso en camino. Llegó al campamento en el momento en que los soldados, lanzando gritos de guerra, salían a tomar sus posiciones. 21Los israelitas y los filisteos se alinearon frente a frente. 22David, por su parte, dejó su carga al cuidado del encargado de las provisiones, y corrió a las filas para saludar a sus hermanos. 23Mientras conversaban, Goliat, el gran guerrero filisteo de Gat, salió de entre las filas para repetir su desafío, y David lo oyó. 24Cuando los israelitas vieron a Goliat, huyeron despavoridos. 25Algunos decían: «¿Ven a ese hombre que sale a desafiar a Israel? A quien lo venza y lo mate, el rey lo colmará de riquezas. Además, le dará su hija como esposa, y su familia quedará exenta de impuestos aquí en Israel.» 26David preguntó a los que estaban con él: —¿Qué dicen que
le darán a quien mate a ese filisteo y salve así el honor de Israel? ¿Quién se cree este filisteo pagano, que se atreve a desafiar al ejército del Dios viviente? 27—Al que lo mate —repitieron— se le dará la recompensa anunciada. 28Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres y se puso furioso con él. Le reclamó: —¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Yo te conozco. Eres un atrevido y mal intencionado. ¡Seguro que has venido para ver la batalla! 29—¿Y ahora qué hice? —protestó David—. ¡Si apenas he abierto la boca! 30Apartándose de su hermano, les preguntó a otros, quienes le dijeron lo mismo. 31Algunos que oyeron lo que había dicho David, se lo contaron a Saúl, y éste mandó a llamarlo. 32Entonces David le dijo a Saúl: —¡Nadie tiene por qué desanimarse a causa de este filisteo! Yo mismo iré a pelear contra él. 33—¡Cómo vas a pelear tú solo contra este filisteo! —replicó Saúl—. No eres más que un muchacho, mientras que él ha sido un guerrero toda la vida. 34David le respondió: —A mí me toca cuidar el rebaño de mi padre. Cuando un león o un oso viene y se lleva una oveja del rebaño, 35yo lo persigo y lo golpeo hasta que suelta la presa. Y si el animal me ataca, lo sigo golpeando hasta matarlo. 36Si este siervo de Su Majestad ha matado leones y osos, lo mismo puede hacer con ese filisteo pagano, porque está desafiando al ejército del Dios viviente. 37El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo. —Anda, pues —dijo Saúl—, y que el Señor te acompañe. 38Luego Saúl vistió a David con su uniforme de campaña. Le entregó también un casco de bronce y le puso una coraza. 39David se ciñó la espada sobre
la armadura e intentó caminar, pero no pudo porque no estaba acostumbrado. —No puedo andar con todo esto —le dijo a Saúl—; no estoy entrenado para ello. De modo que se quitó todo aquello, 40tomó su bastón, fue al río a escoger cinco piedras lisas, y las metió en su bolsa de pastor. Luego, honda en mano, se acercó al filisteo. 41Éste, por su parte, también avanzaba hacia David detrás de su escudero. 42Le echó una mirada a David y, al darse cuenta de que era apenas un muchacho, trigueño y buen mozo, con desprecio 43le dijo: —¿Soy acaso un perro para que vengas a atacarme con palos? Y maldiciendo a David en nombre de sus dioses, 44añadió: —¡Ven acá, que les voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo! 45David le contestó: —Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del SeñorTodopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado. 46Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; y yo te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo echaré los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo, y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel. 47Todos los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor, y él los entregará a ustedes en nuestras manos. 48En cuanto el filisteo avanzó para acercarse a David y enfrentarse con él, también éste corrió rápidamente hacia la línea de batalla para hacerle frente. 49Metiendo la mano en su bolsa sacó una piedra, y con la honda se la lanzó al filisteo, hiriéndolo en la frente. Con la piedra incrustada entre ceja y ceja, el filisteo cayó de bruces al suelo. 50Así fue como David triunfó sobre el filisteo: lo hirió de muerte con una
honda y una piedra, y sin empuñar la espada. 51Luego corrió adonde estaba el filisteo, le quitó la espada y, desenvainándola, lo remató con ella y le cortó la cabeza. Cuando los filisteos vieron que su héroe había muerto, salieron corriendo. 52Entonces los soldados de Israel y de Judá, dando gritos de guerra, se lanzaron contra ellos y los persiguieron hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Todo el camino, desde Sajarayin hasta Gat y Ecrón, quedó regado de cadáveres de filisteos. 53Cuando los israelitas dejaron de perseguir a los filisteos, regresaron para saquearles el campamento. 54Luego David tomó la cabeza de Goliat y la llevó a Jerusalén, pero las armas las guardó en su tienda de campaña. 55Anteriormente Saúl, al ver a David enfrentarse con el filisteo, le había preguntado a Abner, general de su ejército: —Abner, ¿quién es el padre de ese muchacho? —Le aseguro, Su Majestad, que no lo sé. 56—Averíguame quién es —le había dicho el rey. 57Tan pronto como David regresó, después de haber matado a Goliat, y con la cabeza del filisteo todavía en la mano, Abner lo llevó ante Saúl. 58—¿De quién eres hijo, muchacho? —le preguntó Saúl. — De Isaí de Belén, servidor de Su Majestad —respondió David.
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Salmos 62 (NVI) Al director musical. Para Jedutún. Salmo de David. 1Sólo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi salvación. 2Sólo él es mi roca y mi salvación; él es mi protector. ¡Jamás habré de caer! 3¿Hasta cuándo atacarán todos ustedes a un hombre para derribarlo? Es como un muro inclinado, ¡como una cerca a punto de derrumbarse! 4Sólo quieren derribarlo de su lugar de preeminencia. Se compla-
cen en la mentira: bendicen con la boca, pero maldicen con el corazón. 5Sólo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi esperanza. 6Sólo él es mi roca y mi salvación; él es mi protector y no habré de caer. 7Dios es mi salvación y mi gloria; es la roca que me fortalece; ¡mi refugio está en Dios! 8Confía siempre en él, pueblo mío; ábrele tu corazón cuando estés ante él. ¡Dios es nuestro refugio! 9Una quimera es la gente de humilde cuna, y una mentira la gente de alta alcurnia; si se les pone juntos en la balanza, todos ellos no pesan nada. 10No confíen en la extorsión ni se hagan ilusiones con sus rapiñas; y aunque se multipliquen sus riquezas, no pongan el corazón en ellas. 11Una cosa ha dicho Dios, y dos veces lo he escuchado: Que tú, oh Dios, eres poderoso; 12que tú, Señor, eres todo amor; que tú pagarás a cada uno según lo que merezcan sus obras.
Día 154 - Domingo 28.06.15:
Romanos 9 (NVI) La elección soberana de Dios 1Digo la verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia me lo confirma en el Espíritu Santo. 2Me invade una gran tristeza y me embarga un continuo dolor. 3Desearía yo mismo ser maldecido y separado de Cristo por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza, 4el pueblo de Israel. De ellos son la adopción como hijos, la gloria divina, los pactos, la ley, y el privilegio de adorar a Dios y contar con sus promesas. 5De ellos son los patriarcas, y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre! Amén. 6Ahora bien, no digamos que la Palabra de Dios ha fracasado. Lo que sucede es que no
todos los que descienden de Israel son Israel. 7Tampoco por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos. Al contrario: «Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac.» 8En otras palabras, los hijos de Dios no son los descendientes naturales; más bien, se considera descendencia de Abraham a los hijos de la promesa. 9Y la promesa es ésta: «Dentro de un año vendré, y para entonces Sara tendrá un hijo.» 10No sólo eso. También sucedió que los hijos de Rebeca tuvieron un mismo padre, que fue nuestro antepasado Isaac. 11Sin embargo, antes de que los mellizos nacieran, o hicieran algo bueno o malo, y para confirmar el propósito de la elección divina, 12no en base a las obras sino al llamado de Dios, se le dijo a ella: «El mayor servirá al menor.» 13Y así está escrito: «Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú.» 14¿Qué concluiremos? ¿Acaso es Dios injusto? ¡De ninguna manera! 15Es un hecho que a Moisés le dice: «Tendré clemencia de quien yo quiera tenerla, y seré compasivo con quien yo quiera serlo.» 16Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano sino de la misericordia de Dios. 17Porque la Escritura le dice al faraón: «Te he levantado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra.» 18Así que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla, y endurece a quien él quiere endurecer. 19Pero tú me dirás: «Entonces, ¿por qué todavía nos echa la culpa Dios? ¿Quién puede oponerse a su voluntad?» 20Respondo: ¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? «¿Acaso le dirá la olla de barro al que la modeló: “¿Por qué me hiciste así?” » 21¿No tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro unas vasijas para usos especia-
les y otras para fines ordinarios? 22¿Y qué si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los que eran objeto de su castigo y estaban destinados a la destrucción? 23¿Qué si lo hizo para dar a conocer sus gloriosas riquezas a los que eran objeto de su misericordia, y a quienes de antemano preparó para esa gloria? 24Ésos somos nosotros, a quienes Dios llamó no sólo de entre los judíos sino también de entre los gentiles. 25Así lo dice Dios en el libro de Oseas: «Llamaré “mi pueblo” a los que no son mi pueblo; y llamaré “mi amada” a la que no es mi amada», 26«Y sucederá que en el mismo lugar donde se les dijo: “Ustedes no son mi pueblo”, serán llamados “hijos del Dios viviente”.» 27Isaías, por su parte, proclama respecto de Israel: «Aunque los israelitas sean tan numerosos como la arena del mar, sólo el remanente será salvo; 28porque plenamente y sin demora el Señor cumplirá su sentencia en la tierra.» 29Así había dicho Isaías: «Si el Señor Todopoderoso no nos hubiera dejado descendientes, seríamos ya como Sodoma, nos pareceríamos a Gomorra.» Incredulidad de Israel 30¿Qué concluiremos? Pues que los gentiles, que no buscaban la justicia, la han alcanzado. Me refiero a la justicia que es por la fe. 31En cambio Israel, que iba en busca de una ley que le diera justicia, no ha alcanzado esa justicia. 32¿Por qué no? Porque no la buscaron mediante la fe sino mediante las obras, como si fuera posible alcanzarla así. Por eso tropezaron con la «piedra de tropiezo», 33como está escrito: «Miren que pongo en Sión una piedra de tropiezo y una roca que hace caer; pero el que confíe en él no será defraudado.»
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1 Samuel 18 (NVI) Envidia de Saúl 1-2Una vez que David y Saúl terminaron de hablar, Saúl tomó a David a su servicio y, desde ese día, no lo dejó volver a la casa de su padre. Jonatán, por su parte, entabló con David una amistad entrañable y llegó a quererlo como a sí mismo. 3Tanto lo quería, que hizo un pacto con él: 4Se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David; también le dio su túnica, y aun su espada, su arco y su cinturón. 5Cualquier encargo que David recibía de Saúl, lo cumplía con éxito, de modo que Saúl lo puso al mando de todo su ejército, con la aprobación de los soldados de Saúl y hasta de sus oficiales. 6Ahora bien, cuando el ejército regresó, después de haber matado David al filisteo, de todos los pueblos de Israel salían mujeres a recibir al rey Saúl. Al son de liras y panderetas, cantaban y bailaban, 7y exclamaban con gran regocijo: «Saúl destruyó a un ejército, ¡pero David aniquiló a diez!» 8Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: «A David le dan crédito por diez ejércitos, pero a mí por uno solo. ¡Lo único que falta es que le den el reino!» 9Y a partir de esa ocasión, Saúl empezó a mirar a David con recelo. 10Al día siguiente, el espíritu maligno de parte de Dios se apoderó de Saúl, quien cayó en trance en su propio palacio. Andaba con una lanza en la mano y, mientras David tocaba el arpa, como era su costumbre, 11Saúl se la arrojó, pensando: «¡A éste lo clavo en la pared!» Dos veces lo intentó, pero David logró esquivar la lanza. 12Saúl sabía que el Señor lo había abandonado, y que ahora estaba con David. Por eso tuvo temor de David 13y lo alejó de su presencia, nombrándolo jefe de mil soldados para que dirigiera al ejército en
campaña. 14David tuvo éxito en todas sus expediciones, porque el Señor estaba con él. 15Al ver el éxito de David, Saúl se llenó de temor. 16Pero todos en Israel y Judá sentían gran aprecio por David, porque él los dirigía en campaña. 17Un día Saúl le dijo a David: —Aquí tienes a Merab, mi hija mayor. Te la entrego por esposa, con la condición de que me sirvas con valentía, peleando las batallas del Señor. Saúl pensaba: «Será mejor que no muera por mi mano, sino a mano de los filisteos.» 18Pero David le respondió: —¿Quién soy yo? ¿Y quiénes son en Israel mis parientes, o la familia de mi padre, para que yo me convierta en yerno del rey? 19Sin embargo, cuando llegó la fecha en que Saúl había de casar a su hija Merab con David, Saúl se la entregó por esposa a Adriel de Mejolá. 20Mical, la otra hija de Saúl, se enamoró de David. Cuando se lo dijeron a Saúl, le agradó la noticia 21y pensó: «Se la entregaré a él, como una trampa para que caiga en manos de los filisteos.» Así que volvió a decirle a David: —Ahora sí vas a ser mi yerno. 22Entonces Saúl ordenó a sus funcionarios: —Hablen con David en privado y díganle: “Oye, el rey te aprecia, y todos sus funcionarios te quieren. Acepta ser su yerno.” 23Esto se lo repitieron a David, pero él respondió: —¿Creen que es cosa fácil ser yerno del rey? ¡Yo no soy más que un plebeyo insignificante! 24Los funcionarios le comunicaron a Saúl la reacción de David. 25Pero Saúl insistió: —Díganle a David: “Lo único que el rey quiere es vengarse de sus enemigos, y como dote por su hija pide cien prepucios de filisteos.” En realidad, lo que Saúl quería era que David cayera en manos de los filisteos. 26Cuando los funcionarios de Saúl le dieron el mensaje a David, no le pareció mala la idea de
convertirse en yerno del rey. Aún no se había cumplido el plazo 27cuando David fue con sus soldados y mató a doscientos filisteos, cuyos prepucios entregó al rey para convertirse en su yerno. Así fue como Saúl le dio la mano de su hija Mical. 28Saúl se dio cuenta de que, en efecto, el Señor estaba con David, y de que su hija Mical lo amaba. 29Por eso aumentó el temor que Saúl sentía por David, y se convirtió en su enemigo por el resto de su vida. 30Además, cada vez que los jefes filisteos salían a campaña, David los enfrentaba con más éxito que los otros oficiales de Saúl. Por eso llegó a ser muy famoso.
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Salmos 63 (NVI) Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá. 1Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta. 2Te he visto en el santuario y he contemplado tu poder y tu gloria. 3Tu amor es mejor que la vida; por eso mis labios te alabarán. 4Te bendeciré mientras viva, y alzando mis manos te invocaré 5Mi alma quedará satisfecha como de un suculento banquete, y con labios jubilosos te alabará mi boca. 6En mi lecho me acuerdo de ti; pienso en ti toda la noche. 7A la sombra de tus alas cantaré, porque tú eres mi ayuda. 8Mi alma se aferra a ti; tu mano derecha me sostiene. 9Los que buscan mi muerte serán destruidos; bajarán a las profundidades de la tierra. 10Serán entregados a la espada y acabarán devorados por los chacales 11El rey se regocijará en Dios; todos los que invocan a Dios lo alabarán, pero los mentirosos serán silenciados.
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