efímer
Miradas contemporáneas al Centro Histórico
permanente
callegrafía FOTOgrafías de Keith Dannemiller
1
Instantánea múltiple
E
l Centro Histórico de la Ciudad de México siempre ha sido muy fotogénico. Su desbordante riqueza visual le viene de sus edificios, en los que la piedra tallada tiene rostros y músculos, vegetación y geometría, símbolos republicanos o íconos santos. Le viene también de sus costumbres, desde el jolgorio —cívico, pagano o religioso—, hasta la ancestral práctica de la compra-venta —¿necesita usted un alfiler? ¿o un piano de cola? Le viene de su gentío, que en las calles y plazas flirtea y besa, come y charla, riñe y llora, echa un coyotito, lee, juega ajedrez o vuela un papalote, mantiene una postura impávida a cambio de una moneda o recita un poema, canta o protesta. Lo fotogénico le viene al Centro asimismo de sus esplendores y de sus tragedias, de sus museos repletos de arte y de sus indigentes. Eso, sin reparar en la naturaleza, que allí también se manifiesta —¿un charco en el Zócalo recién llovido, donde se replica exacta la bandera? ¿una ardilla en la fronda de un árbol del Hospital de Jesús? ¿un rayo inyectando luz temblorosa a la torre de una iglesia? Y qué decir de los millones de incidentes diarios que no sirven para nada, que no dejan nada salvo eso, una imagen sorprendente, simpática, poética
—una mesa vacía en una cantina, mientras a través de la ventana se adivina una pareja sedienta—, chusca o irónica —un querubín con las alas ahogadas en una esquina churrigueresca, como con ganas de volar, cuando el semáforo de enfrente, de todos modos, está en rojo. Ese mundo de imágenes en perpetua creación y recreación fascina a lectores y fotógrafos, y ha sido uno de los hilos con los que Km. cero ha querido bordar durante sus casi cuatro años de existencia. Sin embargo, ese mundo de posibles encuentros entre una lente y un Centro Histórico tan jugoso visualmente, no cabe en una publicación mensual de 16 planas y con numerosas informaciones que cubrir, así que decidimos dar un espacio fuera del periódico a las muchas propuestas que recibimos y seguimos recibiendo. Ése es el origen de la serie Efímero permanente: miradas contemporáneas al Centro Histórico, que presentará en forma de fascículos diez ensayos fotográficos. Asumimos que Efímero permanente… tampoco podrá abarcar al Centro Histórico, pero tal vez sí para lograr una instantánea múltiple: la mirada de un grupo de fotógrafos contemporáneos posada un momento sobre este fabuloso vertedero de imágenes.
callegrafía TEXTO: Armando Cristeto
D
esde el siglo xix y hasta hoy el Centro Histórico de la Ciudad de México es el espacio más fotografiado del país.
Fotógrafos aficionados o profesionales, con cámaras de gran y medio formato, de 35 mm, compactas, Polaroid y desde hace unos años las digitales y las integradas a los teléfonos celulares han recorrido este perímetro devolviéndonos imágenes demostrativas de los lugares, informativas de los acontecimientos sucedidos o parte de millones de anecdotarios personales. Keith Dannemiller presenta una treintena de imágenes en las que las actividades cotidianas son el eje, evita celebraciones específicas, le interesa lo que el habitante del Centro Histórico hace, ya sea porque es residente o porque ahí efectúa alguna de sus actividades. Así, en Callegrafía pasan lista una gran cantidad de personajes o personas “comunes” en un periplo emocional y de atmósferas. El universo femenino es foco de su interés: una mujer que intenta vender algo en medio de una multitud pero su atención está puesta en su hijos, uno en brazos y otra a un lado jugando como si estuviera sola; las varias tomas de adolescentes que van de la espera a la búsqueda, de la tristeza al sueño de la belleza en una estética al aire libre; el trío de mujeres de la “vida real” que tienen frente a ellas un maniquí de proporciones corporales casi imposibles; la mujer madura de rostro atribulado que se vuelve la figura de un marco vacío y señorial aun, la mujer que avanza con premura indiferente mientras el dedo de Dios da vida al hombre en una réplica de La Creación de Miguel Ángel. Como contraparte tenemos a los amorosos, los que se interrogan con los ojos, los que se aferran en un beso y también la madre y el hijo en un abrazo íntimo en medio del ajetreo de Avenida Juárez. Poderosa es la imagen de un hombre solitario que aparece sentado en una banca de la Alameda Central, con la dignidad que da la juventud pero con aire de fracaso (acentuado por ese horizonte oblicuo) acompañado de una águila de metal que se alza victoriosa. Recuerda las
fotografías de la posguerra, acaso alguna reminiscencia biográfica o familiar de Keith Dannemiller, de aquella primera vida suya en los Estados Unidos de América, pero sin duda muestra palpable de la capacidad ontológica de la fotografía que a partir de la mínima narrativa nos ofrece variadas preguntas y divagaciones. También hay recorridos por los rituales religiosos y paganos, un hombre de avanzada edad observa con resignación a esos ángeles prístinos que se encuentra fuera de la iglesia, mientras atestiguamos la coquetería de esa pareja de danzoneros que muestran el compás del baile y la gracia de sus manos. En cambio muy reposados están ese trío de bastones, que sostienen a sus poseedores de zapatos lustrosos. Y hay labores que son ritos también. ¿Qué es si no eso de abrazar androides femeninos y masculinos o meterse un picahielos en la nariz para convencer de sus prédicas a los creyentes que juntan sus manos o lo que hace el fotógrafo que captura y nos devuelve y nos comparte este hecho y todos los de este libro? Estas obras reúnen algunos de los complejos elementos del acto fotográfico: contienen escenas circunstanciales, con anécdotas mínimas, sin una historia lineal, pero que convierten los instantes en hechos universales productos de la condición humana, que el autor ha desarrollado en un juego de encuentros y acechanzas. Y todo lo dicho se condensa de manera metafórica —como casi toda obra— en la fotografía donde un caminante carga uno de esos letreros que sirven para hacer examen de agudeza visual; leemos las letras, pero en sí mismo tiene una utilidad limitada, lo que alimenta la vida es la concatenación de una letra con otra, lo que nos da una palabra y así sucesivamente. Así son estas imágenes, todas y cada una nos dan elementos, pero es la amalgama la que nos da una lectura completa y muy variadas conclusiones; una inequívoca es que las ciudades son vitales por las personas que las habitan, si no, se convierten en arqueología. La fotografía cuando es observada encuentra su plenitud, hagamos las múltiples lecturas de las imágenes de esta Callegrafía.
Créditos
Callegrafía Es una edición del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México Gobierno del Distrito Federal Marcelo Ebrard Casaubón Jefe de Gobierno del Distrito Federal Alejandra Moreno Toscano Autoridad del Centro Histórico Inti Muñoz Santini Director General del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México Ricardo Bautista García Director de Promoción y Difusión del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México Sandra Ortega Tamés Directora de Km. cero
Callegrafía Serie Efímero permanente: Miradas Contemporáneas al Centro Histórico 1 Keith Dannemiller Fotografías Sandra Ortega Tamés y Patricia Ruvalcaba Gama Editoras Igloo Diseño gráfico Patricia Ruvalcaba Corrección de estilo Sandra Ortega Cuidado de la edición Omar Aguilar y Ernesto León Apoyo a la edición ISBN: 978-607-95827-1-5
Keith Dannemiller nació en Ohio, Estados Unidos, en 1949. Se licenció en química orgánica y matemáticas y después estudió fotografía en la Universidad Estatal de San Francisco, California. Publicó sus primeras fotografías en el periódico San Francisco Chronicle en 1975. En 1985 viajó por el estado de Texas retratando a personas de todas las clases sociales para el proyecto “Trabajando en Texas”. Esas imágenes se publicaron en la revista Third Coast y se expusieron en Austin. Durante su estancia en ese estado realizó el primero de varios viajes fotográficos al norte de México, donde documentó, entre otras cosas, el festival del Niño Fidencio, un curandero que se convirtió en santo popular de la zona desde los años veinte del siglo XX. En 1987 decidió vivir y trabajar en México. Como colaborador de varias agencias fotográficas cubrió, a finales de los ochenta, la Intifada, el conflicto de “la contra” en Nicaragua, así como temas de vida cotidiana: la vida en la frontera entre México y Estados Unidos, los problemas
de los niños que viven en la calle en la Ciudad de México y el impacto de los procesos de modernización del país en las tradiciones. Ha expuesto sus imágenes en numerosas galerías mexicanas. Actualmente se dedica a la fotografía independiente y publica en revistas de Europa y de Estados Unidos como Time, Newsweek, National Geographic, Marie Claire, Stern y Der Spiegel. Además, trabaja en temas como la vida cotidiana en las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, el danzón en los parques y las plazas del país, y más recientemente, el culto a San Judas Tadeo. “No llego al Centro”, dice Keith Dannemiller, “con una agenda preconcebida, más bien permito que las calles me muestren la suya. La diferencia reside en la habilidad de no ver los escenarios urbanos como algo estático, sino como algo en proceso, que empieza y termina todos los días; en atestiguar cómo la gente se relaciona entre sí y, más importante, cómo encaja en su entorno: las calles, los edificios, los innumerables espacios públicos”.