La Gaceta 03

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SEPTIEMBRE/OCTUBRE IMACP • Nueva época

INSTITUTO MUNICIPAL DE ARTE Y CULTURA DE PUEBLA


Directorio H. Ayuntamiento de Puebla

Claudia Rivera Vivanco presidenta municipal

Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla Reforma 1519, Barrio de San Sebastián

Miguel Ángel Andrade director general

Donají Tejeda subdirectora de difusión artística

José Luis Prado edición

César Susano diseño y maquetación

Imágenes y fotografías cortesía del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos. IMACP

imacp_

@IMACP

www.imacp.gob.mx

Presentación Oda a los trenes del sur Pablo Neruda

La inauguración

Ignacio Manuel Altamirano

Un sueño realizado Aleysus

La estación Puebla

Isabel Bonilla Galindo

1869

Periódico Iberia

El guardagujas

Juan José Arreola EJEMPLAR GRATUITO


Presentación La ciudad de Puebla y el ferrocarril son protagonistas de una larga y compleja historia que comenzó hace siglo y medio, cuando el presidente Benito Juárez, el 16 de septiembre de 1869, inauguró la estación del Ferrocarril Mexicano, un elegante edificio de estilo neoclásico que modificó, junto con las líneas del Ferrocarril Mexicano del Sur y del Ferrocarril Interoceánico, el área norponiente de la ciudad y con ello la vida cotidiana de los poblanos. Actualmente, la estación del Ferrocarril Mexicano conserva sus características originales y es sede del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos, responsable de resguardar tesoros de inestimable valor en sus variadas colecciones. En esta entrega, La Gaceta del imacp da cuenta de los 150 años de la llegada del ferrocarril al municipio de Puebla.

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Oda a los

Oh tren explorador de soledades, cuando vuelves al hangar de Santiago, a las colmenas del hombre y su cruzado poderío, duermes tal vez por una noche triste un sueño sin perfume, sin nieves, sin raíces, sin islas que te esperan en la lluvia, inmóvil entre anónimos vagones.

trenes del sur Pablo Neruda*

Pero yo, entre un océano de trenes, en el cielo de las locomotoras, te reconocería por cierto aire de lejos, por tus ruedas mojadas allá lejos, y por tu traspasado corazón que conoce la indecible, salvaje, lluviosa, azul fragancia!

(Fragmento)

* Poeta chileno, considerado entre los más destacados e influyentes artistas de su siglo.

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La inauguración Ignacio Manuel Altamirano*

poca distancia de Santa Ana Chiahutempan […] comenzamos a contemplar un paisaje más risueño y más animado. Estábamos caminando por el nuevo tramo del ferrocarril y entrábamos en el hermoso valle de Puebla, capaz de alegrar por su belleza al más cansado viajero: ricas y soberbias casas de campo se elevaban en la llanura, brotando entre los verdes sembrados a cada curva del camino […] iba desarrollándose ante nuestros ojos. Ya veíamos a la hermosa ciudad extendida a corta distancia […] oíamos primero un inmenso zumbido, y como el tren caminaba a todo vapor, a pocos pasos, pero todavía como a una milla de la ciudad, nos encontramos un inmenso gentío que nos esperaba en

masa, en pie sobre los dos costados del camino. Entonces la locomotora, cual si quisiera saludar por primera vez con el acento de la civilización a la asombrada Puebla, lanzó un rugido poderoso que hizo estremecer los ecos del valle, agitó soberbia su regia corona de vapor y humo, y rápida como el rayo, rodando sobre aquellos rieles vírgenes todavía, llegó hasta las puertas de Puebla en medio de los gritos inmensos del himno nacional y del estallido del cañón. En tales momentos, estamos seguros, no había un corazón verdaderamente mexicano, que no latiese con violencia a impulsos de una emoción poderosa: pocos ojos permanecieron secos, porque estas solemnidades del progreso y de la industria sólo dejan de conmover a los egoístas y a los mentecatos.

* Poeta, novelista, orador, periodista e historiador. El fragmento corresponde a la crónica que publicó en la revista El Renacimiento en 1869 con motivo de la inauguración del tramo de la Ciudad de México a Puebla. Se respeta la ortografía del original.

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* El fragmento corresponde a la crónica de “Aleysus” que apareció en el libro de Casimiro Castro, G. Rodríguez y J. Campillo, México y sus alrededores, colección de vistas monumentales, paisajes y trajes del país dibujados al natural y litografiados por artistas mexicanos, nueva edición aumentada. México, Imprenta Litográfica de V. Debray editor, 1869, pp. I-VI. Se respeta la ortografía del original.

s muy frecuente en la vida que las que se creen realidades resulten convertidas en sueños e ilusiones; pero es muy raro que los sueños, las ilusiones, se conviertan en realidades. Una rareza de esta me ha sucedido con el ferrocarril de México a Puebla. Diez años van cumplidos desde que se inauguró el pequeño tramo de México a Guadalupe […]. Yo fui de los primeros pasajeros que se aventuraron en las “casas arrastradas por el caballo de fuego”, y confieso que sentí emoción cuando rugió el vapor y sonó la campana anunciando que la poderosa fuerza, hasta entonces desusada en México, nos llevaba al santuario en breves momentos. No tenía yo idea de aquel modo de viajar. El fatigoso caballo, la adormecedora litera, la sacudidora

Un sueño 4


fícil; pero no que es irrealizable. Antes de que acabe el siglo, habrá muchos telégrafos y muchos ferrocarriles en México; pero costará dinero y tiempo. A la sazón llegaba el tren a Guadalupe. Nos apeamos y nos despedimos los tres. Dormí y soñé. […] Soñé que eran pasados doce años y que el vapor me arrastraba, no de Guadalupe a México, sino de México a Puebla. A la sazón, siempre en sueños, oí sonar el pito y la campana.

diligencia, el perezoso coche, eran los recursos de un visitante que yo conocía; pero caminar con más velocidad que el caballo desbocado, y con tanto sosiego que se puede llevar en la mano un vaso lleno de agua sin que ésta llegue a derramarse, no lo había visto antes. El breve tiempo que tardamos en llegar a la Villa, lo gastamos los pasajeros en discurrir sobre ferrocarriles. Con el entusiasmo del hombre que comprende y ama lo grande, refería uno de los pasajeros educado en Paris, cuantos beneficios habían traído a Francia los ferrocarriles, […].

realizado

(Fragmento)

Otro pasajero terció en la conversación y riéndose dijo: ¡Ay señores!, ¡ni de aquí a cien años se verá eso! Yo me despido de todo ferrocarril fuera de este tramo. Ustedes saben que estas empresas son costosas y largas. Piden mucho dinero, muchos brazos, mucho tiempo y mucha seguridad. —De manera, dije, ¿que usted cree irrealizable la empresa? —Sí, señor, respondió él con ademán significativo; irrealizable. El primer pasajero replicó: —Yo creo, señor, que es larga y di-

—El tren paró. Abrí los ojos, busqué a mis compañeros de viaje; pero sólo vi a las familias que conmigo llegaban a la Villa. Doce años después vino, en efecto, a ser una realidad aquel sueño de mi viaje a Puebla […]. Las campanas se echaron a vuelo, todos los labios rompieron en vivas entusiastas […] ¡Ea, lector, amigo, ya estáis en Puebla! En Puebla os dejo lector, ya asistáis o no a las fiestas, nunca olivadaréis, como no lo olvidaré yo, la unión de México y Puebla consumada el 16 de septiembre de 1869.

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La estaciรณn

Puebla: punto de encuentro de la Angelรณpolis Isabel Bonilla Galindo*



a estación Puebla del Ferrocarril Mexicano desde su inauguración en 1869, fue por doce años, la única que prestó servicio de pasajeros y de carga a toda la ciudad, y por lo mismo se convirtió en el punto de encuentro, de llegada, un lugar de bienvenida, ceremonia y discurso. De esa manera, era común encontrar anuncios en los que la empresa del Ferrocarril Mexicano informaba sobre sus corridas especiales para visitar la Villa de Guadalupe o ir en peregrinación a Ocotlán, Tlaxcala. Por ejemplo, el 27 de febrero de 1887, el periódico El Amigo de la Verdad informó sobre sus nuevos servicios, “El tren saldrá el día 11 de febrero a las 12:30 horas del día. Regresará el día 13 a la una de la tarde y tanto a la ida como a la vuelta, el tren se detendrá en la Villa media hora. Los boletos se expenderán en la Estación del Ferrocarril Mexicano desde el día 1 de febrero de 8 a 11 de la mañana y de 2 a 5 de la tarde”. Del mismo modo, sus patios sirvieron, en muy variadas ocasiones, como preámbulo para las ceremonias cívicas y religiosas que se realizaron en la ciudad. Por ellos desfilaron multitud de personas que llegaron a la estación a dar la bienvenida a políticos, obispos y militares; por ejemplo, cuando el 15 de febrero de 1885, el obispo José María Mora y Daza fue recibido en los patios de la estación por obreros y gremios de

artesanos, así como por vecinos de los barrios aledaños que se colocaron en la puerta de la estación: los de albañilería y fontanería que se pusieron en la calle del costado del señor de los trabajos. Hacia finales del siglo xix, a los alrededores de la estación del Mexicano se construyeron otras estaciones,

Itinerio ramal Apizaco-Puebla, 1872.

tal es el caso del Ferrocarril Interoceánico el cual inauguró en 1892, la línea México −Puebla− Veracruz con un recorrido menor; edificando la estación a sólo dos cuadras de la del Mexicano y poniendo precios más accesibles para el transporte de mercancías. Mientras que la empresa del Ferrocarril Mexicano del Sur, que iba de Puebla a Oaxaca, construyó su estación y talleres cerca de los patios

Página 6-7: Tren de pasajeros en la estación de Muñoz, Tlaxcala, circa 1960.

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de la del Mexicano, además, la de los ferrocarriles industrial de Puebla y del Urbano de la ciudad, éste último estableció su oficina de administración en la calle de San Pablito, inmediata a la estación del Ferrocarril Mexicano, a la cual podían dirigirse las personas que tenían negocios con ella.

urbano de la ciudad en la zona Noreste se modificó, pues el arribo de personas de otros lados cambió el ritmo habitual de esta área provocando que en los alrededores de las estaciones se instalaran hoteles, fondas, restaurantes, balnearios, pulquerías, cantinas, sitios para coches y comercios.

Estación del Ferrocarril Mexicano en la década de 1950, acceso al tren por el lado sur.

Sin embargo, pese a la competencia, la empresa del Ferrocarril Mexicano se distinguió siempre por estar a la vanguardia, ya que en todo momento ofertó nuevos y variados servicios, como el relacionado con el traslado mortuorio, tal y como quedó consignado en 1895, en el periódico El Amigo de la Verdad, cuando este medio informó que el presidente Porfirio Díaz concedió a los familiares del general Miguel Miramón el permiso para que sus restos fueran exhumados y pudieran trasladarse a la capital poblana. De esta manera el cuerpo del finado

Fue entonces que toda la zona Norponiente se convirtió en la puerta de entrada a la ciudad, situación que dio como resultado durante la última década del siglo xix un aumento importante en el registro de habitantes que llegaron para ofrecer sus servicios a los usuarios del ferrocarril, “parecía un hormiguero: por un lado, el constante tránsito de vehículos; por otro, subían y bajaban viajeros, pasajeros locales, turistas, gente que venía de poblaciones cercanas y trabajadores de extracción urbana”. De esta manera, el paisaje

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llegó en un coche especial a la Estación del Ferrocarril Mexicano en Puebla el sábado 29 de junio de ese año, y de ahí fue acompañado por familiares y amigos a la catedral poblana. Con el tiempo, se convirtió en un hecho habitual, tanto para los ferrocarrileros que trabajaron en la estación como para los obreros que vivían en los alrededores, encontrarse en medio de un acto de bienvenida promovido por funcionarios de gobierno, la clase política, eclesiástica o empresarial. Por ejemplo, el 21 de noviembre de 1896 el presidente Porfirio Díaz visitó la ciudad y por ese motivo se embanquetaron las calles aledañas por donde pasaría: “Las calles eran un maremágnum de obreros… Todos los funcionarios fueron a la estación

a recibir al presidente, quien llegó en el Ferrocarril Mexicano; las comisiones de las colonias extranjeras estuvieron presentes, la iluminación eléctrica se difundió por primera vez”, o cuando en 1909, en plena campaña política para la presidencia, el candidato Francisco I. Madero arribó a la entidad poblana en el atardecer del 14 de mayo, las crónicas afirman que desde el momento en que el tren abandonó Apizaco, Tlaxcala, hasta que llegó a la estación del Mexicano, la multitud se alineó a lo largo de la ruta siguiendo los llamamientos del Comité Electoral y de los estudiantes. En la ciudad de Puebla, la masa que lo recibió se calculó entre veinticinco y treinta mil personas, incluyendo a un gran número de empleados de gobierno y ferrocarrileros.

* Jefa de Departamento de Biblioteca Especializada, Centro de Documentación e Investigación Ferroviarias, Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural Ferrocarrilero.

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Hasta media legua salió la gente a saludar el tren deseado tantos años, y era un cordón de tres o cuatro hileras. En las casas y templos inmediatos a la estación se veían personas de todas clases y condiciones […]. Señoras bien puestas estaban enteramente empapadas; pero nadie hacía caso más que de ver el tren que producía latidos en su corazón., […] Puebla parecía una ciudad de quinientas mil almas en aquel día, […]. De todas las poblaciones cercanas y aún de Orizaba, Xalapa y otros puntos lejanos han acudido. La carestía es tal, que un cuarto que apenas valdría cuatro reales por noche, se han hecho pagar a seis y ocho pesos y todos los víveres y mercancías han subido de precio: toda la ciudad se ha pintado, por toda la ciudad se han erigido arcos triunfales […].”

Estación de Puebla, circa 1891. La cita corresponde a la crónica que publicó en el Periódico Iberia, con motivo de la inauguración del tramo de la Ciudad de México a Puebla. Periódico Oficial del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Puebla, jueves 23 de septiembre de 1869, núm. 14, t. III

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El guard a gujas Juan José Arreola*

(Fragmento)

Locomotora de vapor número 133 del Ferrocarril Mexicano en la estación Muñoz en Tlaxcala, circa 1960.

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l forastero llegó sin aliento. Su gran valija le había fatigado en extremo. Alguien, salido de quién sabe dónde, le dio una palmada muy suave. Se halló ante un viejecillo de vago aspecto ferrocarrilero, que le preguntó con ansiedad: —¿Lleva usted poco tiempo en este país? —Necesito salir inmediatamente. Debo hallarme en T. mañana mismo. —Lo que debe hacer ahora mismo es buscar alojamiento. —Pero yo no quiero alojarme, sino salir en el tren. —Alquile usted un cuarto inmediatamente, contrátelo por mes, le resultará más barato y recibirá mejor atención. —¿Está usted loco? Yo debo llegar a T. mañana mismo. —¿Y por qué se empeña usted en que ha de ser precisamente a T.? Una vez en el tren, su vida tomará efectivamente un rumbo. —Es que yo tengo un boleto en regla para ir a T. Lógicamente, debo ser conducido a ese lugar, ¿no es así? —Cualquiera diría que usted tiene razón. Por regla general, las gentes previsoras compran pasajes para todos los puntos del país. —Yo creí que para ir a T. me bastaba un boleto. —Relativamente. Sólo le recomiendo que se fije muy bien en las estaciones. Podría darse el caso de que creyera haber llegado a T., y sólo fuese una ilusión.

—¿Qué está usted diciendo? —Ciertos aparatos, operados desde la locomotora, hacen creer, por el ruido y los movimientos, que el tren está en marcha. Sin embargo, el tren permanece detenido semanas enteras, mientras los viajeros ven pasar cautivadores paisajes. —¿Y eso qué objeto tiene? —Todo esto lo hace la empresa con el sano propósito de disminuir la ansiedad de los viajeros y de anular en todo lo posible las sensaciones de traslado. —Y usted, ¿ha viajado mucho en los trenes? —Yo, señor, sólo soy un guardagujas jubilado, y sólo aparezco aquí de vez en cuando para recordar los buenos tiempos. No he viajado nunca, ni tengo ganas de hacerlo. Pero los viajeros me cuentan historias. En ese momento se oyó un silbido lejano. El guardagujas dio un brinco, y se puso a hacer señales ridículas y desordenadas con su linterna. —¿Es el tren? —preguntó el forastero. —¡Tiene usted suerte! Mañana llegará a su famosa estación. ¿Cómo dice que se llama? —¡X!—contestó el viajero. En ese momento el viejecillo se disolvió en la clara mañana. Pero el punto rojo de la linterna siguió corriendo y saltando entre los rieles, imprudente, al encuentro del tren. Al fondo del paisaje, la locomotora se acercaba como un ruidoso advenimiento.

* Vendedor ambulante, cargador, periodista, impresor, cobrador, editor, panadero, maestro, actor, burócrata, traductor, escritor. Su cultura fue amplia. La obra de Arreola se inscribe en el llamado realismo mágico y se caracteriza por una inteligencia profunda y lúdica.

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