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Lanzarote

LA ISLA DE LA CALMA LANZAROTE

Texto y Fotos: María Rosselló

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Una característica peculiar del archipiélago canario es que cada isla tiene su carácter, meteorología y estética propia, por muy próximas que estén. Y Lanzarote es la isla de la calma y la naturaleza.

Al llegar a ella el tiempo se detiene y el paisaje te envuelve. A excepción de algunas localidades más turísticas, sus pueblos son pequeños y sencillos y sus colores son básicamente dos: El marrón oscuro casi negro de la tierra, y el blanco de sus casitas encaladas, una combinación con mucho encanto. Esta isla ha entendido que sostenibilidad y turismo no son contradictorios, por ello fue declarada reserva de la Biosfera en 1993. La gran aportación a ese logro fueron los proyectos que el artista César Manrique realizó

LOS JAMEOS DEL AGUA SE LOCALIZAN EN UN TÚNEL VOLCÁNICO CREADO POR LAS ERUPCIONES DEL VOLCÁN DE LA CORONA

en su isla natal. El pintor elaboró un nuevo ideario estético que denominó arte-naturaleza/naturaleza-arte. Sus rasgos característicos eran el diálogo respetuoso con el medio natural y el respeto por la tradición local entre sus valores arquitectónicos. Gracias a ello, en Lanzarote, naturaleza y arte van de la mano.

Los lugares que visitas no desentonan nunca con el paisaje; ves la mano del hombre en su creación pero totalmente incrustados en el entorno de un modo natural y fluido.

Los Jameos del Agua, por ejemplo, se localizan en un túnel volcánico creado por las erupciones del volcán de la Corona. Manrique supo aprovechar el derrumbe del techo de este túnel para crear un lugar lleno de armonía y calma, cuyo auditorio es único en el mundo por sus cualidades geológicas y acústicas.

Adentrarte en el Jardín de Cactus es entrar en un paisaje casi lunar de rojos y verdes, un micromundo. Antiguamente era una cantera abandonada y actualmente un jardín especial para cactus de todas partes del mundo.

La obra más conocida de Lanzarote quizás sea el Parque Nacional Timanfaya, también conocido como las Montañas de Fuego. Un lugar mágico, un paraje desolador de ocres y marrones impresionantes. Una muy buena opción es recorrer en autobús la ruta de los volcanes, no apto para miedosos al pasar por determinados caminos y acantilados, pero el viaje vale mucho la pena. Y el restaurante del parque, llamado El Diablo, usa el calor de la tierra para cocinar; todo un espectáculo ver asar la carne con el calor volcánico. ¡Y es que a tan sólo 10 metros de profundidad la tierra supera los 300 grados de temperatura! Una parada obligatoria al salir del parque es el Echadero de los Camellos, una ruta de 2 km de paseo en camello inolvidable. Aunque sea algo turístico es, como todo en Lanzarote, respetuoso con el lugar y su esencia (antiguamente la nobleza de la isla se desplazaba en camello y estos animales eran vitales para realizar las actividades agrícolas de la zona).

Y el sitio que me enamoró fue sin duda El Mirador del Río, situado a más de 400 metros de altura. Es un mirador precioso desde el cual puedes ver la isla de La Graciosa y El Río –la estrecha franja de mar- que la separa de Lanzarote.

DESDE EL MIRADOR DEL RÍO PUEDES VER LA ISLA DE LA GRACIOSA Y EL RÍO –LA ESTRECHA FRANJA DE MAR- QUE LA SEPARA DE LANZAROTE

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