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HÉROE DE LA FE
En el siglo XVIII el siervo David Zeisberger recorrió a caballo, canoa y a pie diferentes territorios inhóspitos para compartir el Evangelio con varios pueblos indígenas del Nuevo Mundo. Humilde predicador, bregó sin tregua alguna contra el mal en el inmenso territorio de Estados Unidos.
EARL OLMSTED
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UNA VOZ EN LA OSCURIDAD
De todos los pastores que predicaron la Palabra de Dios a los indios norteamericanos en el siglo XVIII, el reverendo David Zeisberger merece un lugar especial. Su entrega a su causa evangelizadora nunca fue superada y su influencia sobre los nativos de los Estados Unidos no terminó con su muerte. Intérprete y embajador entre dos sociedades opuestas, recorrió a caballo, canoa y a pie diferentes territorios inhóspitos para transmitir la sana doctrina a varios pueblos indígenas del Nuevo Mundo.
Hijo de los creyentes David y Rosina Zeisberger, quienes formaron parte del rebaño de Jesucristo, nació el 11 de abril de 1721 en el pueblo de Zauchenthal, ubicado en la parte oriental de Moravia, donde conoció y aprendió el Evangelio. En julio de 1726, huyó con su familia a la comunidad de Herrnhut, asentamiento cristiano fundado en 1722, en la región de Sajonia, por el reformador alemán Nicolaus Zinzendorf, para escapar de la persecución religiosa desatada en su pueblo natal.
Una década después de marcharse de Zauchenthal, vivió uno de los momentos más difíciles de su existencia cuando sus padres tuvieron que volver a evadir el hostigamiento en contra de los fieles del Señor emigrando a América a la colonia de Georgia. Él no fue con ellos y se quedó en Herrnhut para completar su educación. En la escuela, se distinguió como un alumno talentoso y diligente y de gran coraje y determinación. Además, sobresalió por su disposición para aprender latín.
Luego de la partida de sus progenitores al Nuevo Mundo, con el apoyo del siervo Zinzendorf, se trasladó a la localidad de Herrendyk, emplazada en los Países Bajos, donde consiguió trabajo como mensajero. Activo, puntual y con dominio del holandés, se transformó en un joven respetado y querido. Sin embargo, el rígido régimen que imperaba en el lugar y los maltratos físicos que padeció lo motivaron a salir de allí. A los diecisiete años, decidió viajar a Inglaterra en busca de un futuro mejor.
EL AMOR DE CRISTO Tras arribar al Reino Unido, se entrevistó con el general y filántropo inglés James Edward Oglethorpe, considerado el fundador de Georgia, quien lo ayudó a reunirse con sus padres. Preservado del mal, al llegar a Norteamérica, apoyó al misionero Peter Boehler, reconocido reverendo alemán, quien llevó el Evangelio a los esclavos negros, los
El 24 agosto de 1752, alcanzó un acuerdo con los jefes de las seis naciones de la Confederación Iroquesa para predicar la Palabra en sus pueblos. A partir de ese día, llevó con más gozo el poder del Espíritu Santo a los idólatras. La guerra franco-indígena, iniciada el 28 de mayo de 1754, lo condenó a un tiempo de tribulación en el que fue testigo, el 24 de noviembre de 1755, de la matanza de once misioneros en el asentamiento de Gnadenhütten, levantado en Pensilvania.
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nativos americanos y a los colonos blancos. Entonces, empezó a servir al Creador y a hablar del amor de Dios a aquellos que no lo conocían.
En 1742, con el consentimiento de su familia, se mudó al pueblo de Bethlehem, erigido en el este de Pensilvania, en que el terminó de definir su porvenir junto al Salvador como predicador de su Palabra. Un día, mientras entonaba un viejo himno sobre el amor de Cristo en una cena junto a otros hermanos, su corazón fue traspasado con la espada de dos filos y empezó a llorar y abandonó la reunión. En aquel momento, resolvió dedicar su vida a la difusión de las buenas nuevas entre los aborígenes de su país de adopción.
A inicios de 1745, partió hacia la región del valle Mo-
hawk del estado de Nueva York, donde habitaban las seis naciones de la Confederación Iroquesa, para perfeccionar sus conocimientos de los idiomas mohawk, oneida, onondaga, cayuga, seneca y tuscarora. En febrero del mismo año, en el arranque de su trabajo misionero, fue encarcelado durante siete semanas por representantes de la corona británica al ser considerado espía de Francia. Dispuesto a dar su sangre por Dios, fortaleció su fe con esta amarga experiencia.
Tras regresar a su hogar, se dedicó a consolidar su aprendizaje de las lenguas indias. Luego, en abril de 1748, fue nombrado asistente del pastor Johann Martin Mack, misionero germano, con quien sembró la doctrina del Salvador en el pueblo de Shamokin, el asentamiento más grande de Pensilvania de indígenas de diversas tribus. Después, el 16 de febrero de 1749, fue ordenado ministró del Altísimo. De inmediato, prosiguió sus labores y enfrentó el paganismo con el amor de Jesús.
MISIONERO PERPETUO El 28 de mayo de 1750, junto al predicador John Frederick Cammerhoff, inició una intrépida expedición evangelística a la villa de Onondaga, capital de la Confederación Iroquesa, en la que debió soportar una serie de dificultades y de contingencias con la valentía de un apóstol. Esta gira, que duró ochenta y un días, abarcó una distancia de más de dos mil quinientos kilómetros y estuvo llena de incidentes con indios feroces y escapes increíbles en los que corrió riesgo de muerte.
En medio de la pugna por el comercio de las colonias de Norteamérica desencadenada entre franceses y británicos, el 2 de setiembre de 1750, emprendió una travesía de ciento ocho jornadas que tuvo como destino final la comunidad de Herrnhut. En Sajonia, donde habló sobre el avance del Evangelio en América y se entrevistó con el siervo Zinzendorf, quien lo nombró misionero perpetuo de los indios norteamericanos, permaneció hasta el 5 de junio de 1751. Ciento quince días después, retomó su trabajo cristianizador.
El 24 agosto de 1752, alcanzó un acuerdo con los jefes de las seis naciones de la Confederación Iroquesa para predicar la Palabra en sus pueblos. A partir de ese día, llevó con más gozo el poder del Espíritu Santo a los idólatras. La guerra franco-indígena, iniciada el 28 de mayo de 1754, lo condenó a un tiempo de tribulación en el que fue testigo, el 24 de noviembre de 1755, de la matanza de once de misioneros en el asentamiento de Gnadenhütten, levantado en Pensilvania.
En 1762, cuando la firma de un tratado de paz entre el Reino Unido y Francia era inminente, comenzó de nuevo a predicar las buenas nuevas entre los aborígenes estadounidenses. Renovado por el Redentor, estableció una serie de asentamientos cristianos en los que no se permitió las bebidas alcohólicas y se promovió la armonía. Sus enclaves de fe fueron como diamantes brillantes en medio de la oscuridad. En esos sitios, en lugar de maldad, hubo bondad y la voz de Jehová resonó.
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MENSAJERO DE LA VERDAD Un decenio después, en el estado de Ohio, desarrolló una de sus obras más rele-
El hermano Zeisberger habló con fluidez varios idiomas nativos americanos y escribió un conjunto de textos que lo ayudaron a vigorizar su quehacer evangelístico. Su producción incluyó traducciones bíblicas, himnos, materiales teológicos y educativos. También comprendió estudios gramaticales y diccionarios que presentaban la gran mayoría de las palabras de las lenguas aborígenes de los Estados Unidos con sus equivalentes en inglés y alemán.
vantes en beneficio de la implantación de los principios del Mesías y de la divulgación de las Escrituras. El 3 de mayo de 1772, fundó la villa evangélica de Schoenbrunn, ubicada cerca de la ciudad de Nueva Filadelfia, donde aproximadamente medio millar de indígenas, convertidos al cristianismo, moraron por espacio de cinco años en un ambiente espiritual regido por el orden, la esperanza y las verdades del Señor.
Con el estallido de la guerra de la Independencia de los Estados Unidos, iniciada el 19 de abril de 1775, atravesó nuevamente una época de turbulencia que lo golpeó con ferocidad. Su mayor aflicción se produjo el 8 de marzo de 1782, a menos de un año y medio del final de la contienda, cuando observó la masacre acaecida en la aldea misionera de Gnadenhütten, que fundó en Ohio el 9 de octubre de 1772, donde perecieron noventa y seis indios a manos de milicianos norteamericanos.
Mientras existió en la Tierra, el hermano Zeisberger habló con fluidez varios idiomas nativos americanos y escribió un conjunto de textos que lo ayudaron a vigorizar su quehacer evangelístico. Su producción incluyó traducciones bíblicas, himnos, materiales teológicos y educativos. También comprendió estudios gramaticales y diccionarios que presentaban la gran mayoría de las palabras de las lenguas aborígenes de los Estados Unidos con sus equivalentes en inglés y alemán. El 17 de noviembre de 1808, en la loca - lidad de Goshen de Ohio, el pastor David Zeisberger expiró tras más de seis décadas de servir a Dios entre los pueblos originarios de Norteamérica. Seguro de su recompensa celestial, a la cabeza de los indios cristianos y con la Biblia abierta en sus manos, fue un leal mensajero de la verdad de Dios que luchó sin tregua alguna contra principados y potestades del mal. Humilde misionero, pasó a la historia del cristianismo como un fiel portavoz del Evangelio.
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