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HISTORIA DE VIDA
En medio del desenfreno, drogas y alcohol, decidió acabar con el ser que llevaba en sus entrañas, una mala decisión que por años la atormentó día y noche, hasta sumergirla en el abandono completo. Una conversación por chat le cambió la vida.
STEVEN LÓPEZ FOTOS: ARCHIVO FAMILIAR
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UNCHAT LE CAMBIÓ LA VIDA
Ana Rita Rodríguez inició una vida desenfrenada y llena de vicios desde muy joven. Buscaba aliviar el sufrimiento y las humillaciones que padeció en los primeros años de su vida. Probó todo tipo de drogas, asistió a innumerables antros nocturnos que encontraba.
Los padres ignoraban el mal camino que ella llevaba. La responsabilidad por traer un pan al hogar, le quitaban tiempo para compartir momentos y cuidar a los hijos. No midieron la grave consecuencia que eso traería muy pronto.
Rita nació en la ciudad de Lisboa, Portugal. Sus padres trabajaban y desde muy niña; por eso, ella y un hermano menor quedaron a cargo de empleadas que se encargaban de la alimentación y el cuidado persona. Sin embargo, en vez de recibir buen trato, sufrían maltratos.
Cierto día, una de las trabajadoras trajo a casa un sobrino mucho mayor que Rita. El adolescente comenzó a jugar inadecuadamente con la niña, intentándola abrazar y besar a la fuerza, lastimándola física y psicológicamente.
Las agresiones se volvieron repetitivas por muchos meses. Ella callaba y no tenía el valor de contar a sus padres los martirios que pasaba. Y en su corazón se fue originando odio y rencor.
En la adolescencia, ingresó a la preparatoria para estudiar una profesión y poder despejar su mente de tantos malos recuerdos. Pero, encontró una serie de humillaciones e insultos por su alta estatura. Se convirtió en el centro de burlas de sus compañeros que no median la bromas contra ella.
Al verse vejada, humillada y sobre todo sola, quiso buscar una válvula de escape a sus sufrimientos. Probó todo tipo de drogas, alcohol y tabaco, y cambió radicalmente su manera de vestir.
Junto a malas amistades comenzó a recorrer los peores antros de la ciudad para satisfacer sus ansiedades. No media sus actos, solo quería escapar. Usó drogas para olvidar sus traumas infantiles, pero cuando pasaban los efectos volvía a lo mismo.
LA PEOR DECISIÓN A los 22 años de edad, Rita quedó embarazada como producto de una noche de libertinaje. En un primer momento tomó la noticia sin darle mayor importancia, pero conforme transcurrían los días, los síntomas de la gestación comenzaron a hacer estragos en ella. Quería seguir con la vida disipada, pero supo que ya no podría con el próximo hijo. Entonces tomó una decisión fatal: terminar con el ser que llevaba en sus entrañas.
A su entonces pareja poco o nada le importó la determinación de acabar con el hijo que se anunciaba; por el contrario, pareció aliviado porque veía como un obstáculo al nuevo ser para continuar con la vida de pecado que ambos llevaban.
Lograron juntar dinero para realizar una intervención clandestina. Un día antes del aborto, ambos se embutieron de droga. La intervención no demoró mucho. Ese mismo día, ella salió a divertirse y enfrascarse en el vicio.
Cuando llegó la noche y fue a dormir, comenzó a tener pesadillas en su cuarto; pensó que era producto del suceso, pero esos sueños sangrientos se repitieron durante muchos años. Ella no imaginaba que la mala decisión
le acarrearía profundos remordimientos en los años posteriores.
A los pocos meses del aborto, su pareja la abandonó sin razón alguna. Entonces, comenzó a deprimirse más. Las angustias la empujaron a consumir más drogas. Sentía un enorme vacío interior y se consideraba la peor mujer del mundo por sus actos.
Sentía el deseo de ser feliz y dar la vuelta a los penosos pasajes de su vida, superar sus miedos, dejar los vicios y, sobre todo, borrar las terribles pesadillas. Pero no tenía a nadie que le hablaba de Dios.
CAMINO EQUIVOCADO Ana Rita Rodríguez buscó la meditación, el yoga y las terapias alternativas para hallar la paz interior que tanto anhelaba. Practicaba con denuedo cada nueva supuesta
“terapia” que encontraba. Así fue con las sesiones de Reiki, práctica espiritual japonesa que supuestamente alivia de gran cantidad de enfermedades transmitiendo energía a través de las manos. Sin embargo, los resultados siempre eran los mismos: no tenía paz.
Luego de muchos intentos sintió decepción porque no encontraba el camino correcto; permanecía en un mundo donde diariamente perdía dinero y tiempo. Quienes ofrecían las terapias le ofrecieron de todo para darle paz, estabilidad emocional, entre otras cosas, pero no tenía esperanzas.
Cierto día, de regreso a casa, angustiada y con el estado de ánimo por los suelos, comenzó a entablar diálogo con un amigo a través de las redes sociales. Y se sorprendió por el giro que comenzó a tomar el chateo.
Ella nunca había escuchado de la existencia de un Dios que podía cambiarle su vida por completo y perdonarla de sus malas decisiones. Daniel, su amigo, iba a la iglesia del Movimiento Misionero Mundial de Lisboa y le estaba enseñando el camino.
Después de otros días de conversación por las redes sociales, él la invitó a uno de los cultos. Ella en un primer momento se rehusó, pero luego aceptó, pese a estaba llena de prejuicios porque sabía todo lo malo que había hecho.
Al llegar a la casa de Dios, y escuchar la Palabra verdadera y fiel las vendas de sus ojos cayeron al instante. En el primer momento no quiso entregar su vida a Jesucristo, pero el deseo de congregarse quedó en su corazón.
Se dio cuenta que conocer a Dios y su bendita obra le daban un sentido diferente a su vida; es ahí donde toma la decisión de postrarse ante el Creador. Luego de muchos años de malas decisiones, sabía que estaba en el camino correcto.
Cierto día llegó a la iglesia y lo primero que hizo fue pedirle perdón a Dios por todo lo malo que hizo, las malas decisiones que tomó y sobre todo rogarle al Todopoderoso que le diera paz por haber abortado. Dios limpió su corazón al instante, dejó el maquillaje, los pendientes, las vanidades del mundo y le dio una nueva razón de existir.
- Pasé de las malas decisiones a las buenas- recuerda.
En el año 2018, contrajo nupcias con Daniel, el hombre que le predicó de Dios y la sacó del mal camino. Luego de algunos meses, Jesucristo le dio la bendición al concebir a su hijo Gabriel. Ella consideró un milagro el nacimiento de su bebe, ya que pensó que había quedado estéril por los errores del pasado.
Luego de adoctrinarse por un buen tiempo, la misericordia de Dios le permitió bajar a las aguas del bautismo y ser una fiel servidora de la Obra del Movimiento Misionero Mundial en la ciudad de Lisboa.