4 minute read
DEVOCIONAL
“He puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar… aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”. Apocalipsis 3:8
Rev. Luis M. Ortiz
Advertisement
PUERTA QUE NADIE PUEDE CERRAR
En las estepas de Siberia, en el cabo de Hornos, en las selvas tropicales, al pretenso moralista y al abyecto drogadicto, dondequiera y a quien quiera se esté predicando este Evangelio, y sigue llegando hasta lo último de la Tierra, siendo impulsado por esa “manada pequeña” con poca fuerza, para quien Dios ha abierto una puerta grande y eficaz, que nadie puede cerrar.
Mientras este pequeño grupo avanza por esa puerta abierta por el Señor para la evangelización del mundo, los reposados, los indiferentes, los tibios, “los que dicen ser, pero no son”, se quedan estáticos, inmóviles. Para los tales hay una reprimenda en el libro de Números 32:6: “¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí?”
Mientras esta manada pequeña se da en cuerpo y alma a la obra misionera, los indolentes y negligentes tendrán que sufrir la maldición que aparece en Jeremías 48:10, que dice: “Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová”.
Mientras este pequeño grupo es obediente a la voz de Dios, ofrendando con generosidad y sacrificio para la evangelización del mundo, los reposados no prestan atención a la voz de Dios, ni se interesan por la salvación de los perdidos, sino que malgastan su dinero en ídolos y francachelas (2 Cr. 24:5-7).
Mientras esta “pequeña manada” trabaja y edifica el templo espiritual, restaura vidas; los indiferentes, como dice Nehemías, “no se prestaron para ayudar a la obra de su Señor [su Dios]” (Neh. 3:5).
Para estos reposados y negligentes hay una terrible maldición en la Biblia, y dice: “¡Ay de los reposados… Duermen en camas de marfil, y reposan sobre sus lechos; y comen los corderos del rebaño, y los novillos de en medio del engordadero; gorjean al son de la flauta… beben vino en tazones, y se ungen con los ungüentos más preciosos; y no se afligen por el quebrantamiento de José [del pueblo]…” (Am. 6:1, 4-6, 8).
Es con esta “manada pequeña”, que “tiene poca fuerza”, pero que guarda la Palabra de Dios y no niega el Nombre de Cristo, es con quienes Dios cuenta para la realización y consumación de la gran tarea de la evangelización del mundo.
A los reposados, a los grandes, a los jerarcas, a los tibios, a los indiferentes, que dicen: “Soy rico… de ninguna cosa tengo necesidad” (Ap. 3:17), pero no ayudan ni cooperen con la obra misionera y le salvación de las almas, a los tales Dios les dice: “Eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo... arrepiéntete” (Ap. 3:17, 19). Y en el juicio les dirá: “En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno” (Mt. 25:45-46).
En los capítulos 2 y 3 del libro de Apocalipsis, aparecen siete mensajes para siete iglesias existentes en ese tiempo en siete ciudades en el Asia Menor.
Esta iglesia en esta ciudad, Filadelfia, era une iglesia humilde y hermanable. El nombre “Filadelfia” significa “amor fraternal”. Era una iglesia fiel; sin pretensiones y sin ansias de dominio y de grandeza. Se contentaba con manifestar en sí misma la vida de Cristo en medio de una sociedad pagana y corrompida. Era una iglesia amante da la Palabra de Dios y dispuesta a obedecerla.
En el mensaje a esta iglesia Cristo se presenta como “el que tiene la llave... el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” (Ap. 3:7). A esta iglesia le es puesta delante “una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar” (Ap. 3:8). Esta es la puerta de la evangelización mundial. Aunque esta era una iglesia “con poca fuerza”, refiriéndose a la fuerza humana, nadie, por más que lo intentare podría cerrar esa puerta que le fue abierta, pues esta iglesia guardó la Palabra de Dios, comprobando así que la obra de Dios no depende de poder y fuerza humana, ni de influencia mundana, sino del poder de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo. “No con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu…” (Zac. 4:6).
Hoy día, dentro de lo iglesia militante, dentro de la iglesia visible, hay una iglesia, cuyas características son como las de la iglesia de Filadelfia. Esta iglesia está compuesta por todos los verdaderos cristianos lavados con la sangre de Cristo, que viven vidas santas, que no han negado el nombre de Cristo, aunque tienen poca fuerza humana, pero tienen la fuerza, el poder, la unción, la potencia, el ministerio, los frutos y los dones del Espíritu Santo.
A esta iglesia también le ha sido abierta una puerta: la puerta de la evangelización del mundo. Es esta iglesia humilde, pequeña, ignorada en el mundo, la que precisa-
mente cumplirá las palabras de Cristo, cuando dijo: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mt. 24:14).
Esta puerta de evangelización mundial la quisieran cerrar el ateísmo, el comunismo, el escepticismo, el clericalismo, el sectarismo, el egoísmo, pero nadie ha podido ni podrá cerrarla. En Rusia no la han podido cerrar; ni en el Tíbet, ni en España, ni en Cuba, sencillamente, no podrá ser cerrada, hasta que la labor de evangelización sea completada.
Pero a esta “manada pequeña”, que solo le interesa entrar por lo puerta abierta de la evangelización y avanzar por doquier dando testimonio del Evangelio, el Señor le dirá: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mt. 25:34).
* Tomado de la Revista IMPACTO EVANGELÍSTICO, NOVIEMBRE 1989, Edición 347