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DEVOCIONAL

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“Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera… y no tuvo misericordia. Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre”. 2 Samuel 12:5-7

Rev. Humberto Henao

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LA AMONESTACIÓN MUTUA (III)

Con qué autoridad va uno a corregir a otro si uno está, incluso, en el mismo delito. A veces los creyentes pretenden corregir a otros cuando ellos no andan bien. Así que para uno tener autoridad de como corregir a otro y ayudarlo a moderar su conducta tiene uno que mirar dentro de uno.

No sé si alguna vez han leído la fábula “Los Cangrejos”, de Félix María Samaniego, que nos habla sobre una madre cangreja y sus cangrejitos. El cangrejo anda para allá, para acá, para atrás, pero de frente no camina; y la cangreja tuvo una cantidad de cangrejitos y cuando los vio caminando, que caminaban para acá y para atrás; pues, se molestó, y puso en fila a todos esos cangrejitos y con una orden perentoria, les dijo: anden derecho hijos míos. Y los cangrejitos no pueden andar derecho, por una razón lógica, porque son hijos de una madre que anda torcida. ¿Quién sabe cómo es usted? No soy yo, ni su pastor. ¿Sabe quién está autorizado para saber quién es uno? La respuesta es: la esposa o los hijos, los que viven con uno en casa. Si yo tuviese una empresa que tuviera que alquilar o contratar personal, yo no le pediría referencia a un pastor, se lo pediría a la esposa y a los hijos de ese futuro trabajador, ellos saben quién es él, porque están cerca.

Ustedes han leído la historia de David cuando pecó con Betzabé, le quitó la mujer a Urías, y luego vino toda una situación terrible. En 2 Samuel 11:1-27, leemos:

“Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se

estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa. Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta… escribió David a Joab una carta, la cual envió por mano de Urías. Y escribió en la carta, diciendo: Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y retiraos de él, para que sea herido y muera… Oyendo la mujer de Urías que su marido Urías era muerto, hizo duelo por su marido. Y pasado el luto, envió David y la trajo a su casa; y fue ella su mujer, y le dio a luz un hijo. Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová”. Dios conociendo al ser humano, le habla a David a través del profeta Natán (2 Samuel 12:1-7), le dice: “Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas; pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y criado, y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija. Y vino uno de camino al hombre rico; y éste no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas, para guisar para el caminante que había venido a él, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para aquel que había venido a él. Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia”. ¡Cómo somos nosotros de severos! ¡Qué terrible! “Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre”.

Cuántas veces un creyente cae en un error, en un pecado; y nosotros le caemos encima al infractor, y hasta le decimos que “es un sinvergüenza, es un impío, y un tal por cual…” ¡Qué terrible!

(Continuará próxima edición)

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