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Libro de introducción a la doctrina bíblica, escrito por el teólogo estadounidense Wayne Grudem. Tiene como objetivo demostrar que la fe evangélica tiene raíces en verdades históricas y las acredita en el desarrollo de la publicación. TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

¿QUÉ ES TEOLOGÍA SISTEMÁTICA? Se han dado muchas definiciones diferentes, pero para los propósitos de este libro se usará la siguiente definición: Teología sistemática es cualquier estudio que responde a la pregunta “¿Qué nos enseña toda la Biblia hoy?” respecto a algún tema dado. Esta definición indica que la teología sistemática incluye la recolección y comprensión de todos los pasajes relevantes de la Biblia sobre varios temas y luego un resumen claro de sus enseñanzas de modo que sepamos qué creer en cuanto a cada tema. El énfasis de este libro no estará, por consiguiente, en la teología histórica (el estudio histórico de cómo los cristianos en diferentes perlados han entendido los varios temas teológicos) ni en la teología filosófica (el estudio de temas teológicos principalmente sin el uso de la Biblia, sino usando las herramientas y métodos del razonamiento filosófico y lo que se puede saber en cuanto a Dios al observar el universo) ni apologética (la provisión de una defensa de la veracidad de la fe cristiana con el propósito de convencer a los que no creen). Redactado por el teólogo estadounidense Way - ne Grudem, el libro “Teología sistemática” es una obra de introducción a la doctrina bíblica que tiene como objetivo demostrar que la fe evangélica está sustentada en verdades históricas. Editado en 1994, es también una publicación versátil y de fácil uso que guía a los creyentes a través de las cuestiones más contro-

Nuestro propósito debe ser cumplir la razón por la que Dios no creó: Glorificarle a Él. Cuando hablamos con respecto a Dios mismo, ese es un buen resumen de nuestro propósito. Pero cuando pensamos en nuestros propios intereses, nos encontramos con el feliz descubrimiento de que estamos para gozar a Dios y deleitamos en Él y en nuestra relación con Él.

versiales y difíciles de la teología De todas las formas de la palabra de Dios, el enfoque de nuestro estudio en la teología sistemática es la Palabra de Dios en forma escrita, es decir, la Biblia. Esta es la forma de la Palabra de Dios que está disponible para estudio, para inspección pública, para examen repetido y como base de diálogo mutuo. Nos habla acerca del Verbo de Dios y nos lo señala como persona, es decir Jesucristo, a quien no tenemos al presente en forma corporal en la tierra. Por eso ya no podemos observar de primera mano e imitar su vida y enseñanzas. Las otras formas de la palabra de Dios no son apropiadas como base primaria para el estudio de teología. Nosotros no oímos palabras de Dios de decreto, y por consiguiente no podemos estudiarlas directamente sino solo mediante observación de sus efectos. Las palabras de Dios de comunicación personal son raras, incluso en la Biblia.

Fuente de exhortación

Destacado por su profundidad exegética, su claridad de expresión y su relevancia para los seguidores de Jesucristo de hoy en día, el texto del predicador Grudem es capaz de conducir a un inexperto en cuestiones doctrinales a un proceso profundo de meditación teológica y a la vez ser una fuente de exhortación y deleite para los fieles con pleno conocimiento del mensaje revelador y restaurador del Creador para la humanidad. Toda persona, en todas partes, tiene un sentido hondo e interno de que Dios existe, que es su criatura, y que Él es su Creador. Pablo dice que incluso los gentiles que no creen han “conocido a Dios” pero no le honraron como Dios ni le dieron gracias (Romanos 1:21). Dice que los perversos incrédulos “cambiaron la verdad de Dios por la mentira” (Romanos 1:25), implicando que activamente o a propósito ellos han rechazado algo de la verdad en cuanto a lo que sabían respecto a la existencia y carácter de Dios. Pablo dice que “porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto”, y añade que esto es así “pues Dios se lo manifestó” (Romanos 1:19). Sin embargo, la Biblia también reconoce que algunos niegan este sentido interno de Dios e incluso niegan que Dios exista. En el prefacio de su manual, el hermano Wayne

aclaró para quien está dirigido su trabajo. En ese sentido, apuntó que: “No he escrito este libro para otros profesores de teología (aunque espero que muchos de ellos lo lean). Lo he escrito para estudiantes; y no solo para estudiantes, sino también para todo creyente que tiene hambre de saber las doctrinas centrales de la Biblia con mayor profundidad. He tratado de hacerlo comprensible incluso para creyentes que nunca antes han estudiado teología”. El hecho de que Dios nos creó para su gloria determina la respuesta correcta a la pregunta: “¿Cuál es nuestro propósito en la vida?”. Nuestro propósito debe ser cumplir la razón por la que Dios no creó: Glorificarle a Él. Cuando hablamos con respecto a Dios mismo, ese es un buen resumen de nuestro propósito. Pero cuando pensamos en nuestros propios intereses, nos encontramos con el feliz descubrimiento de que estamos para gozar a Dios y deleitamos en él y en nuestra relación con él. Jesús dice: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). David le dice a Dios: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Salmos 16:11). Él anhela morar en la casa del Señor para siempre, “para contemplar la hermosura de Jehová” (Salmos 27:4).

Rasgos distintivos

De acuerdo a las convicciones de su autor en cuanto a lo que es la doctrina de Dios sistemática y cómo se debe enseñar, el libro “Teología sistemática” cuenta con seis rasgos distintivos: una base bíblica clara para las doctrinas, claridad en la explicación de las doctrinas, apli-

Ha sido común, al menos en generaciones anteriores, para los que no aceptan la completa veracidad de las Escrituras negar la doctrina del nacimiento virginal de Cristo. Pero si nuestras creencias van a ser gobernadas por las declaraciones de las Escrituras, no negaremos ciertamente esta enseñanza… Debiéramos creerla primero que nada porque las Escrituras la afirman.

cación a la vida, enfoque en el mundo evangélico, esperanza de progreso en la unidad doctrinal en la iglesia y un sentido de la urgente necesidad de una mayor comprensión doctrinal en toda la iglesia. Ha sido común, al menos en generaciones anteriores, para los que no aceptan la completa veracidad de las Escrituras negar la doctrina del nacimiento virginal de Cristo. Pero si nuestras creencias van a ser gobernadas por las declaraciones de las Escrituras, no negaremos ciertamente esta enseñanza. Ya sea que podamos o no discernir algunos aspectos de importancia doctrinal de esta enseñanza, debiéramos creerla primero que nada porque las Escrituras la afirman. Por supuesto, un milagro así no es demasiado difícil para el Dios que creó el universo y todo lo que hay en él, todo el que afirme que un nacimiento virginal es “imposible” está confesando su propia incredulidad en el Dios de la Biblia. No obstante, además del hecho de que las Escrituras enseñan el nacimiento virginal, podemos ver que es doctrinalmente importante, y si vamos a entender la enseñanza bíblica sobre la persona de Cristo correctamente, es importante que empecemos con una afirmación de esta doctrina. Nacido el 11 de febrero de 1948, en los Estados Unidos, el erudito bíblico Grudem enseñó durante dos décadas en la institución teológica “Trinity Evangelical Divinity School” del estado de Illinois. Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Harvard, magíster en Divinidades por el Seminario Teológico Westminster y doctor en Estudios del Nuevo Testamento por la Universidad de Cambridge, defiende la infalibilidad de la Biblia.

Cuando Adán y Eva pecaron, se hicieron dignos de castigo eterno y de separación de Dios (Génesis 2: 17). De la misma manera, cuando los seres humanos pecan hoy se hacen merecedores de la ira de Dios y del castigo eterno: “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Esto quiere decir que una vez que las personas pecan, la justicia de Dios requiere solo una cosa: Que queden eternamente separados de Dios, alejados de la posibilidad de experimentar sus cosas buenas y que vivan para siempre en el infierno, recibiendo solo la ira divina para siempre. De hecho, esto es lo que les sucedió a los ángeles que pecaron, y nos podría haber sucedido a nosotros también: “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 Pedro 2:4).

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