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Historia de vida

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LITERATURA

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BUSCADO VIVO O MUERTO

Acorralado por peligrosos delincuentes vinculados al narcotráfico que tenían la orden de acabar con su vida, Enoc rogó a Dios una oportunidad para escapar. Al final, el milagro se produjo y él encontró el camino de Cristo.

EL TIEMPO DE ENOC GRADIZ AGUILERA parecía haber llegado a su fin. Todo indicaba que esta vez no tendría la misma fortuna que en las anteriores oportunidades, cuando era avisado por un amigo o vecino y tenía tiempo para escapar. En esta ocasión, la cosa era diferente y no podía huir. Decenas de mercenarios rodeaban su escondite con la disposición de “acabar con su vida”. Por eso, por su mente comenzó a rondar la idea de acabar con su vida para no caer en las manos de sus enemigos. Sin embargo, algo en su interior le impedía dar el paso final. Desde su último escondite, entre sacos y baldes, escuchaba los balazos que intentaban amedrentarlo.

- Sal de tu escondite, Enoc; te tenemos rodeado; no hay quien te pueda salvar- le gritaban.

Enoc sintió miedo. Se arrodilló e imploró a Dios y le pidió una oportunidad para librarse de la muerte; sus ojos se llenaron de lágrimas cuando recordó a su madre, que siempre oraba por él y le imploraba que dejara su mal camino. Antes, en sus múltiples anteriores huidas, le reclamaba a Dios por su destino y reprochaba que, pese a conocerlo desde pequeño, no lo ayudara. Aunque, también, reconocía que su mala vida, las drogas y las peligrosas amistades, le habían llevado hasta esa situación.

Oración materna

Enoc Gradiz Aguilera estuvo rodeado de una pobreza extrema desde que nació, en la comunidad de Los Laureles, en Patuca, departamento de Olancho, en Honduras. Los padres se esforzaban por llevar un pan diario para sus hijos, trabajaban de lo que se podía. Sin embargo, una grave asma postraba a la madre en la cama por largos periodos. Por medio de su abuelo, conocieron la iglesia del Movimiento Misionero Mundial en Nueva Apacilagua. Participar en las cosas de Dios, le calmaba su alma frente a la difícil situación que vivían. Cada vez que iba al templo, su única plegaria era por mejorar la situación económica de sus padres y tener un lugar cómodo donde vivir. Cuando él tenía ocho años, su padre cayó enfermo producto de una hepatitis y la situación se agravó para la familia. Dejó la escuela y tuvo que vender verduras. Continuó participando en los servicios de la iglesia, pero su corazón se sentía enfadado, porque no veía respuesta en sus oraciones. Pensaba que Dios se había olvidado de su familia. A duras penas terminó la primaria, para luego dedicarse al trabajo duro. Probó suerte con algunos amigos que, con engaños, le llevaron a trabajar a otros pueblos para luego dejarlo en la calle, sin nada de dinero.

Todo indicaba que esta vez no tendría la misma fortuna que en las anteriores oportunidades, cuando era avisado por un amigo o vecino y tenía tiempo para escapar. En esta ocasión, la cosa era diferente y no podía huir.

A los 14 años, Enoc renegaba ya de Dios. Creía que no existía por todo lo malo que le había pasado. Consiguió ingresar a trabajar en una fábrica, donde se perdió por completo. Comenzó a consumir alcohol y drogas al punto de que, en una ocasión, fue acusado por uno de sus compañeros de obligarlo a probar drogas. El problema se agravó cuando le encontraron hojas de marihuana en su habitación y tuvo que salir huyendo a la isla Roatán. En ese lugar encontró trabajo en una construcción, pero los problemas continuaban por su mala cabeza. Tenía continuos conflictos con

los amigos a causa de su adicción a la droga. A los pocos meses tuvo que ser evacuado a su lugar natal, afectado de una enfermedad rara. Su madre nunca había dejado de orar por él, pero a los pocos meses de su retorno, falleció cuando era conducida a un centro médico. El corazón de Enoc se llenó de rencor contra Dios, no quería saber nada del Evangelio y se perdió en el camino. Se involucró en el vicio de las apuestas, además de alcohol y las drogas. Cuando no tenía dinero se vio en la necesidad de robar. Los hermanos de la iglesia hablaban frecuentemente a Enoc para que deje su mala vida, advirtiéndole que algo malo le sucedería si no se acercaba a Dios de verdad. Poco o nada le importaba las recomendaciones y seguía en su mala vida. En las montañas de Patuca, cerca de su pueblo natal, conoció a una joven y se emparejaron. La decisión parecía haberle hecho cambiar de cierta manera su comportamiento, pero recaía en los vicios. Sin imaginar, la gran prueba que vendría a su vida. A los 22 años consiguió un trabajo en una empre-

sa textil; el dueño tenía amistades vinculadas al narcotráfico. Cierto día, uno de los jefes de la droga fue atacado y el dueño de la textilería y el propio Enoc fueron involucrados sin razón alguna. El capo de la droga puso precio por su cabeza y comenzó la cacería para acabar con su vida.

El verdadero Dios

Al enterarse del peligro que corría, Enoc Gradiz Aguilera huyó del lugar, dejando a su familia abandonada. Sus amigos fueron encontrados muertos paulatinamente. Huyó por largos meses, de pueblo en pueblo; cada vez que era hallado, algún amigo o vecino lo ayudaba a escapar. Pero, cierto día, no tuvo la misma suerte y fue rodeado por los mercenarios. A punto caer en las manos de los sicarios, rogó a Dios para ser librado de la muerte, y cuando parecía que iba a morir, gracias a la ayuda de un vecino, se escabulló entre la maleza y huyó hasta el departamento de Santa Bárbara. Logró encontrar refugio en una finca cafetera.

Aunque el miedo seguía latente, podía sentirse aliviado por unos momentos. Una noche mientras dormía, tuvo un sueño, en el que un amigo que fue asesinado por los narcotraficantes le hablaba.

- Yo me encuentro en el infierno, pero tú puedes salvarte, busca a Dios, tienes una oportunidad- le dijo.

Al despertar, se encontraba bañado en un mar de lágrimas. Reflexionó sobre su vida, el mal camino y las oraciones de su madre. Decidió ir a la iglesia y volver su mirada a los caminos del Señor. Se acordó de que un amigo le invitaba siempre a una iglesia de la ciudad y se alistó para poder congregarse. En el servicio, Dios comenzó a hablar a su vida y al término de la Palabra pasó al altar a rendirse ante Cristo. Dios extendió su misericordia y le perdonó sus pecados. El 12 de febrero del 2012, Enoc Gradiz Aguilera era un hijo de Dios.

Cierto día, uno de los jefes de los capos de la droga fue atacado y el dueño de la textilería y el propio Enoc fueron involucrados sin razón alguna. El capo de la droga puso precio por su cabeza y comenzó la cacería (…)

Nueva vida

Enoc se bautizó a los pocos meses. La persecución que había tenido por parte de los narcotraficantes cesó milagrosamente. En sus oraciones, le pedía a Dios que lo protegiera siempre y que restaurará su hogar, que a causa de las huidas y la mala vida, se deterioró. A los pocos meses y tras largas jornadas de oración, Dios le dio un próspero negocio; la difícil situación económica se había acabado. Dios trató con la vida de la esposa para que ella también conociera la Palabra de Dios y juntos puedan servir en el Evangelio. Ahora, ambos y sus siete hijos sirven a Dios en la iglesia del Movimiento Misionero Mundial de Palestina Olancho.

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