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EL ORDEN DE LAS TRANSFORMACIONES (III)

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”. Filipenses 3:20-21

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Rev. Luis M. Ortiz

SAN PABLO dice que “estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1), es decir, uno que no ha aceptado a Cristo como su Salvador, uno que vive en pecado; y su espíritu permanentemente está muerto para los efectos de tener comunión con Dios. La Biblia dice que el espíritu del hombre está muerto en delitos y pecados. Pero también dice que cuando venimos a Cristo y le recibimos como nuestro Salvador, entonces, el Espíritu Santo vivifica ese espíritu muerto. Y ahora hablamos con Dios, ahora Dios habla con nosotros, ahora somos conscientes de la presencia del Señor. Dios nos hace nacer de nuevo, Dios vivifica nuestro espíritu (Ro. 8:11).

La Biblia dice que “nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:16). Antes estábamos en tinieblas, ahora estamos en la luz de Jesucristo. Jesús dijo:

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12). Tanta gente sin Dios que, al cobrar su sueldo, luego se van a las mesas de juego, o al bar, o al prostíbulo, y gastan su sueldo en esas inmundicias; y cuando llegan al hogar, llegan con las manos vacías, desatendiendo su familia, su señora esposa y sus hijos no tienen zapatos, no tienen que llevarse algo a la boca. Esta gente es esclava del diablo, porque Satanás lo que quiere es la ruina y la perdición de las personas. Pero el verdadero cristiano, el que tiene a Cristo en su corazón, caminando hacia su casa, no se detiene ni a pensar en lo que el diablo le sugiere. Porque el diablo es muy hábil, y la persona cree que es él el que está pensando de ir al bar, pero es el diablo el que le está poniendo aquel pensamiento. Nosotros somos soldados de Cristo, tenemos una armadura que la Biblia le llama la justicia de Cristo, hemos sido justificados por Cristo; y tenemos un cinto que ajusta esa vestidura, que la Biblia le llama el cinto de verdad, el cinto para decir verdades y no hablar mentiras; y cuando Satanás nos tira pensamientos, estos son rechazados por el escudo de la fe; y también tenemos una espada de dos filos, que es la Palabra de Dios, y nosotros cogemos esa espada de dos filos, y le caemos a espadazos al diablo, y el diablo saldrá huyendo. ¡Qué bendición tan grande es nacer de nuevo! Por eso el apóstol Pablo escribió el que “está en Cristo…” (2 Co. 5:17). Note que no dice “el que está con Cristo”; tampoco dice “el que está a favor de Cristo”; tampoco dice “el que está cerca de Cristo”. ¡No! Dice: “si alguno está en Cristo”, y nosotros tenemos que estar en Cristo, injertados en Cristo, y Su Palabra dice que nuestra gloria está en Cristo (2 Co. 1:12).

También Cristo dijo “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida…” (Jn. 14:6). El camino al Cielo; la verdad de la Palabra de Dios; y la vida, que es la vida eterna allá en el Cielo. ¡Qué cosa tan grande y tan importante, nacer de nuevo! Ya no hay amor al pecado, ahora el amor es a Dios y a la obra de Dios; y realizar la obra de Dios es nuestro gozo, es nuestra felicidad. ¡Qué precioso ser transformado de una vida pecaminosa, a una vida de santidad! ¡Qué cambio tan grande, y tan beneficioso! Porque el Señor sí quiere que estemos en el Cielo, pero que los preparativos para llegar allá son acá, acá hay que arreglar las co-

sas, acá hay que aceptar a Cristo como su Salvador. Es ahora, porque mañana puede ser tarde, tenemos que preparar nuestra vida futura allá en el Cielo, porque allí no entrará si no acepta a Cristo como su gran Salvador. ¡Qué transformación tan preciosa, de pecador condenado al infierno a pecador perdonado! Uno deja de ser un pecador, ahora es perdonado, y es ciudadano del Cielo, y su nombre está escrito en el Cielo. ¡Aleluya! Y esa transformación la puede hacer únicamente nuestro Señor Jesucristo. “De modo

que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17).

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