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HÉROE DE LA FE
El pastor Thomas Coke fue un ejemplo de fidelidad al Creador que transmitió las buenas nuevas en Europa, América del Norte y África. Aferrado a su misión apostólica, proclamó la Palabra de Dios con convicción, entrega y misericordia.
EL MISIONERO
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COKE
JOHN W. ETHERIDGE
SIERVO distinguido de Dios, quien mostró a millones de personas el camino de la salvación y la justicia divina, el reverendo Thomas Coke se destacó como un portavoz del Evangelio, notable por su trayectoria personal, cuyo ministerio fue un sublime ejemplo de lealtad al Señor que impactó a la comunidad evangélica internacional de los siglos XVIII y XIX. Héroe de la fe y de la misericordia, luchó contra la ignorancia, el error, el pecado, la depravación y la opresión. Nacido el 9 de octubre de 1747 en la ciudad de Brecon, situada en el sur de Gales, fue hijo de Bartholomew Coke y Anne Phillips, seguidores del Altísimo, quienes le transmitieron las enseñanzas de Cristo. Provisto de una inteligencia extraordinaria, en su niñez se formó en una escuela de su localidad fundada por el rey Enrique VIII de Inglaterra en 1541. En este lugar, recibió no solo una sólida educación, sino también la sana doctrina del Redentor. A los dieciséis años, sus progenitores lo inscribieron en el “Jesus College”, una de las instituciones educativas de la Universidad de Oxford, donde, por aquellos días, se impartía una instrucción que promovía el anglicanismo, el amor y el servicio a Dios. Sin embargo, bajo la mala influencia de algunos compañeros de estudios, que carecían de principios y valores cristianos, cedió frente las tentaciones terrenales y se alejó del camino del bien. Antes de culminar su preparación en Oxford, el Espíritu Santo le habló acerca de sus faltas y lo llevó a la reflexión sobre su descarriada existencia y logró que se arrepintiera. Entonces, su
mente se avivó con el deseo de una vida junto al Salvador y empezó a leer con voracidad las obras de grandes teólogos para fortalecer su alma. Sus jornadas, además, estuvieron marcadas por una serie de actividades espirituales que consolidaron su sometimiento al Evangelio.
Poder de Cristo
Después de obtener su licenciatura, el 4 de febrero de 1768, regresó a Brecon y trabajó en el municipio de su urbe alrededor de veintiocho meses. Asimismo, en el tramo final de este período de tiempo, fue ayudante de pastor en un templo de la localidad inglesa de Rode. Posteriormente, el 10 de junio de 1770, fue ordenado diácono en Oxford. Más adelante, el 23 de julio de 1772, fue reconocido como reverendo en el pueblo gales de Abergwili y empezó su ministerio. En el ejercicio de sus funciones en una iglesia del condado de Somerset, luego de estudiar los trabajos de los teólogos John Witherspoon y Joseph Alleine para preparar las prédicas que compartiría con su congregación, descubrió la verdadera naturaleza de la redención ofrecida por el Rey de Reyes. A partir de allí, predicó la Palabra y habló sobre la segunda venida de Cristo en todos los lugares que le fue posible y despertó la atención de las ovejas que pastoreaba. En agosto de 1775, tras obtener su doctorado en Derecho Civil, conoció al exégeta John Wesley, impulsor del movimiento metodista, y selló con él una amistad que perduró por más de quince años. Su cercanía con el mencionado reverendo, su quehacer ministerial, que tenía
muchas características del metodismo, y su sujeción a las verdades contenidas en las Sagradas Escrituras motivaron que fuera retirado de la conducción del templo que lideraba en Somerset en agosto de 1777. Consciente del poder de Cristo, se unió al movimiento metodista cuando cumplió treinta años. Al instante, desplegó una sucesión de labores evangelísticas en Inglaterra e Irlanda se extendió cerca de siete años. Sencillo en sus enseñanzas desde el púlpito, compartió mensajes en los que abordó temas como el amor del Se-
ñor, la salvación personal, la divinidad suprema del Mesías y la revelación divina, entre otros, que actuaron como un efecto eléctrico en los corazones de quienes lo escucharon.
Predicador itinerante
Con la protección de Dios, y el respaldo del pastor John Wesley, viajó a América del Norte como misionero el 18 de setiembre de 1784. Predicador itinerante, arribó a la metrópoli de Nueva York cincuenta y dos días después. En el territorio norteamericano, desplegó un intenso trabajo a favor de la consolidación del cristianismo y contribuyó, junto al reverendo Francis Asbury, en el establecimiento, en la organización y en el progreso de la Iglesia Episcopal Metodista. Nombrado superintendente del cuerpo ministerial metodista en Norteamérica por el siervo Wesley, en el desarrollo de sus tareas evangelísticas cotidianas se encontró cara a cara con un mal que se destacó como una contradicción fatal a los derechos proclamados en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos: la esclavitud de nuestros semejantes. Entonces, no dudo ni un solo instante y se opuso con valentía a la explotación que sufrían los esclavos africanos. El 2 de junio de 1785, regresó al Reino Unido. Empero, su estadía en la nación insular del noroeste de Europa solo fue de aproximadamente dieciséis meses. El 21 de setiembre de 1786, retornó a América del Norte. En su periplo, de manera inesperada, arribó a las Indias Occidentales Británicas, territorios situados en el Caribe, donde encontró un pueblo preparado por Jesús. Al llegar a suelo estadounidense, volvió a pelear la buena batalla de la fe hasta el 27 de mayo de 1787. Comprometido con el crecimiento del metodismo norteamericano, realizó nueve giras de fe por el más poderoso del planeta hasta 1803. En estas expediciones espirituales, una de sus acciones más llamativas fue la redacción, en coordinación con el pastor Asbury, de un discurso dirigido al presidente George Washington, que fue leído el 23 de mayo de 1789, en el que depositó su plena confianza en la sabiduría e integridad del mandatario para la preservación de las libertades civiles y religiosas en su nación. Asimismo, irradió la Palabra en el Capitolio.
Misión apostólica
Hombre piadoso, vituperado por sus opositores debido a su confianza en las Escrituras y considerado como una herramienta útil de Jehová, concretó actos relevantes en beneficio de la difusión del Evangelio en Francia, Países Bajos, Escocia, Gibraltar, las islas del canal de la Mancha y África. En ese sentido, es preciso comentar que en setiembre de 1792, tras el estallido de la Revolución francesa, se desplazó hasta la urbe de París donde intentó fundar una congregación evangélica. Aferrado a su misión apostólica, predicó la sana doctrina por todo el Reino Unido, de pueblo en pueblo, y solicitó a los creyentes británicos, de puerta en puerta, su apoyo financiero para llevar el Evangelio a todas las naciones del mundo. Fiel a la Biblia, promovió el establecimiento de misiones en diferentes lugares de la Tierra. Ministro visionario, construyó los cimientos del trabajo misionero del movimiento metodista en Sierra Leona donde estuvo en 1795. Dedicado al servicio de Jesucristo, destinó una parte de sus días a la producción de textos de corte cristiano. Impulsado por la necesidad de divulgar la doctrina del Redentor de una manera sencilla, escribió abundante material doctrinal, estudios bíblicos, prédicas, discursos y tratados sobre asuntos relacionados con la Iglesia metodista. Su obra magna fue, sin dudas, un libro de comentarios acerca de las Sagradas Escrituras que culminó de redactar en 1807. Preocupado por la evangelización del sur de Asia, en el cenit de su existencia, el reverendo Thomas Coke zarpó hacia la India, junto a un grupo de misioneros cristianos, el 30 de diciembre de 1813. Por desgracia, el 2 de mayo de 1814, en altamar, falleció víctima de una mortal apoplejía y partió a la presencia del Padre celestial. Pese a su muerte, el recuerdo de su gran apostalado persiste hasta el día de hoy.