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SALUD

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Cómo ascender puestos sin despertar rencillas

Por Estrella FloresCarretero

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Las empresas deben tener fexibilidad, formar a sus empleados constantemente y facilitar la promoción a cargos superiores. Nombrar jefes entre su personal, sin recurrir necesa riamente a contrataciones exteriores, evita el temido “bored out”, aburrimiento causado por hacer siempre lo mismo, sin albergar la esperanza de un cambio.

Cuando el trabajador puede as pirar a un ascenso, se incrementa su creatividad, el afán de supera ción y la sana competitividad entre los miembros del equipo.

Sin embargo, convertirse en je fe de los que hasta ayer eran compañeros, no suele resultar sencillo. El promovido se sentirá feliz por el reconocimiento y las nuevas perspectivas profesionales, pero tras esa satisfacción, puede expe rimentar emociones complicadas. Hay quien tiene miedo, no se ve a la altura o cree incluso no mere cerlo, por más que haya deseado el puesto. También puede que más de uno desee correr con lamisma suerte o que el ascendido no se vea capaz de liderar a sus colegas. Pa ra afrontar con éxito un ascenso es necesario:

Ser humildes. Tanto si el nom bramiento ocurre por ser el más preparado de la empresa como si no, nadie lo sabe todo y conviene permanecer en constante forma ción para desempeñar el cargo asignado, trabajar más que nadie, estar abiertos a las críticas y tener presente que se es buen líder solo si se tiene un equipo al cual liderar.

Trabajo en equipo producto de un buen liderazgo (Foto cortesía de Freepik)

Hablar con cada persona, no

en grupo. Hay que dejar claro a los compañeros que un nuevo cargo no signifca ser alguien dis tinto. Somos los mismos pero con nuevas responsabilidades y aun que el desempeño profesional será diferente, los lazos personales no cambiarán.

Garantizar la igualdad. Pue de que tuviéramos amigos inseparables con los que tomábamos café cada día, pero eso no tiene que suponer prerrogativas labora les ni agravios comparativos. Es importantísimo ser imparciales, tanto con los que se alegran sin ceramente del ascenso como con quienes están en desacuerdo e in cluso con los que hayan intentado boicotearlo.

Ejercer la autoridad sin auto

ritarismo. Un líder no es un jefe, es alguien que se pone a la cabeza de un equipo para conseguir un fn. Hasta ayer caminaba al lado de sus compañeros y hoy los guía. La mi sión y los valores son los mismos; tan solo la visión ha pasado a ser diferente. La unidad solo se con sigue con confanza, buena comunicación, y sentido de la equidad, jamás con imposiciones.

Sin prisa, pero sin pausa. No es necesario hacer cambios brucos el primer día, porque pueden pro vocar oposición, miedo y rechazo. En palabras de Confucio, “los cambios pueden tener lugar despacio. Lo importante es que tengan lugar”.

Manejar las emociones. Un líder tiene momentos de difícil so ledad, debe tomar decisiones impopulares, superar el miedo a equivocarse, asumir responsabilidades, escuchar tanto a los que les hala guen como a quienes le critiquen, pedir valoraciones constantes y es tar dispuesto a reconocer los errores. Surgirán roces y asperezas que es necesario saber manejar y debe constituir una formación más en la labor de liderar con éxito.

Por último, convertirse en líder no debe ser un cargo de por vida. Hay que estar dispuestos a ceder el sitio, a cambiar de puesto, a ascen der o a descender… Lo importante es que nunca nos marchemos igual de cómo llegamos, tendremos el saber acumulado de una nueva ex periencia.

Educar, la herramienta más poderosa

Por Dra. Rosalba

Esquivel-Cote

Norristown, PA – La educación es un proceso mediante el cual el maestro, profesor o instructor imparte los conocimientos necesarios al estudiante, alumno o aprendiz para desarrollar habilidades, creencias y valores que le permitan respetar y convivir consigo mismo y con su entorno. Sin embargo, la educación no siempre es el profesor frente al pizarrón y el alumno sentado en su pupitre.

Desde el momento mismo en que nacemos comenzamos a ser educados, primero por nuestra madre y luego por nuestro padre; aprendemos a amarrarnos las cintas de los zapatos, a sentarnos correctamente a la mesa, a no decir malas palabras, a respetar a nuestros hermanos y a nosotros mismos, a decir “por favor” y “gracias”.

En casa recibimos esa primera educación, aquella donde aprendemos hábitos buenos y malos, la que nos prepara para ser seres seguros e independientes. Luego en la escuela, es donde interactuamos con otros por primera vez y donde comenzamos a tomar decisiones por nosotros mismos como: “¿quiénes serán nuestros amigos?”.

Donde nos enseñan a leer y escribir, a sumar y restar, a conocer historias de gente de otros países del mundo, y a saber también cómo surgió ese lugar y el barrio donde nacimos.

Si salimos a “la calle”, que también nos educa, es el lugar donde está “la vida real”; donde ponemos en práctica lo aprendido en casa y en la escuela, aquella que nos da las lecciones más dolorosas y que, incluso para muchos, resulta ser su única escuela.

Así, la educación determina el tipo de adulto que llegaremos a ser y el tipo de sociedad que construiremos.

Una educación defciente no sólo provoca no saber leer o escribir una carta, sino también que la gente tire basura en la calle y maltrate a los animales.

Que no coma saludablemente, que no termine el tratamiento médico porque dice que ya se siente mejor, o peor aún, que se auto medique. Que no genere el hábito de ahorrar para un imprevisto, una inversión o para unas vacaciones, y que crea más en lo que se dice en las redes sociales, que lo escrito en los periódicos o en los libros.

También genera que no reaccione de la mejor forma ante el enojo, el conficto, y la desilusión; que no respete la ley y las reglas para conducir, ni las costumbres, las opiniones, las preferencias, y las necesidades de los demás. Por lo tanto, creo indiscutible considerar la educación como la herramienta más valiosa, poderosa e indispensable para hacer de este mundo un mundo mejor para todos.

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