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VIDA LATINA

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ENTRETENIMIENTO

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“Las penas con pan son menos” Celebrando a los feles difuntos

Por Dra. Rosalba Esquivel-Cote

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Norristown, PA – Una de las festividades más celebradas por la comunidad hispana que vive en EE. UU. y en todo el mundo es el Día de Muertos; una mezcla de celebraciones prehispánicas y católicas, donde se recuerda y se honra a los seres queridos que ya no están entre nosotros.

Los cementerios se visten de fiesta cuando llegan los visitantes a honrar la última morada de sus familiares. En un acto solemne, los sepulcros se adornan con veladoras cuya luz brillante ilumina las fores de cempasúchil.

Las lápidas parecieran los mástiles de barcos, en medio de un mar amarillo anaranjado, que trajeran las almas de los difuntos. En esta espera nocturna se vela y se reza bajo el aroma y el humo quienes hemos amado y queremos recordar.

En la Fundación Cesar Chávez, invitábamos a muchos de todas partes de California a estar con nosotros, personas de todas las religiones y estilos de vida.

Comenzábamos con una bendición indígena, una “limpieza” con humo de salvia y tal vez oraciones, y la lectura de la oración del campesino. Había un espacio para las personas que quisieran hablar sobre las fotos, los artículos y las fores de cempasúchil (caléndula) que habían traído. Lo llevábamos fragante del incienso, creando un ambiente entre mítico y sagrado.

En los hogares, las ofrendas a los muertos se colocan bajo el mismo rito. Se suele poner un altar simulando una pirámide, el puente entre el mundo de los vivos y el de los muertos que se decora con “papel picado” de colores, donde se posan las ollas de barro con los guisos favoritos de los festejados, y cuyas fotografías se colocan como si estuvieran sentados a la mesa, en espera de degustar el banquete. Un evento mágico que hace recordar a los abuelos, con quienes solíamos compartir estas fechas con una taza de café o de chocolate caliente y un buen pedazo de pan de muerto, un manjar típico de la tradición mexicana, cuyo origen se remonta a la época prehispánica.

Se dice que, durante los sacrifcios humanos, el corazón de las doncellas se colocaba en una vasija con amaranto, para después ser a cabo a primera hora de la noche y las velas nos daban la atmósfera adecuada para conectarnos con los fallecidos y los presentes.

Luego íbamos al comedor de la UFW (United Farm Workers) llamado PAN Y VINO, para continuar nuestra celebración con panes dulces mexicanos y Champurrado, el típico Chocolate Mexicano.

En los últimos años en el sur de California, he visto muchos altares que eran maravillosos ejemplos de amor y arte. En una universidad vi 20 altares en una celebración comunitaria.

Foto ilustrativa. El pan de muerto es el pan tradicional en la celebración del Día de Muertos en México.

consumido en un acto de agradecimiento a los dioses aztecas. Durante la Conquista, los españoles, horrorizados por el ritual, sustituyeron el corazón real por uno hecho a base de harina de trigo, espolvoreado con azúcar roja, al que llamaron el pan de los muertos o simplemente “pan de muerto”.

Si bien, en algunos lugares el espacio no es adecuado para un altar, pude ver ventanas pintadas con mensajes de reconocimiento y celebraciones por las muchas vidas perdidas. La gente exhibía pancartas, tenía ceremonias de oración o meditación. Al fnal, se trata de encontrar formas diferentes y coloridas de levantar a los que han muerto y especialmente a todos aquellos que han estado en la primera línea de la crisis de salud de este año. Algunas ciudades ya han tenido marchas y eventos en honor a todos los que han muerto. Este se caracteriza por tener una bolita en el centro, representando el cráneo de la doncella, de donde se extienden cuatro cordones en forma de un hilo de gotas, semejando las lágrimas de las víctimas, dirigidas hacia los cuatro puntos cardinales. En algunos países de

Viene de la pág. anterior El Día de los Muertos del 2020…

Latinoamérica se elabora algo

No podemos esperar la compasión de líderes nacionales

Nuestra espera por una respuesta nacional de compasión ha sido demasiado larga y debemos asumir nosotros esta tarea de crear un espacio para el duelo, la celebración y la sanación.

Mientras lamentamos la pérdida de todas y cada una de estas vidas, también debemos tomarnos el tiempo para celebrar todo lo que ellos fueron para nosotros.

Estamos en un momento difícil, que parece no tener un fnal rápido. No, no habrá una rendición por parte del virus y un tratado de paz frmado como si esto fuera igual a semejante, como un postre con formas humanas para celebrar estos días, como las “guaguas de pan” de Ecuador o “ñatitas” en Bolivia.

Las festividades del Día de Muertos comienzan el 1 de noviembre, de acuerdo con el calendario católico; sin embargo, en algunos lugares de México se comienza antes. El 28 de octubre se espera a aquellos muertos en accidentes o fallecidos de forma trágica; el día 30, a los niños que fallecieron sin ser bautizados (o del “limbo”), el 1 de noviembre dedicado a todos los niños o todos los santos, y el día 2, a los adultos o feles difuntos.

En 2003, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró el Día de los

Muertos como Patrimonio

Cultural de la Humanidad. Coincido que festejar el Día de Muertos es una celebración por la vida misma, para tomar las cosas con la mejor sonrisa y reír porque nada es eterno. Disfrutemos mientras dure, ya que aquí, para morir nacemos.

las guerras que recordamos. Este virus vivirá con nosotros y por ahora debemos encontrar formas de controlar y minimizar su propagación. Eventualmente habrá una cura, pero no será una varita mágica ondeando sobre la tierra haciéndonos inmunes a todos. Estamos a muchos días de algún tipo de normalización de la vida y el trabajo. Vamos a abrazarnos y

aferrarnos a los recuerdos de nuestros seres queridos que han fallecido.

Construyamos altares de colores, monumentos e imágenes a los seres queridos en nuestro círculo de amor… que sepan que no serán olvidados… nunca.

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