Giragalia de Julio César González

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Julio César González

SISTEMA NACIONAL de IMPRENTAS

MÉRIDA

Colección Ramón Palomares

GIRAGALIA

rednacional deescritores deVenezuela



Ukumarito (voz quechua), representación indígena del oso frontino, tomada de un petroglifo hallado en la Mesa de San Isidro, en las proximidades de Santa Cruz de Mora. Mérida – Venezuela.


El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial el perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela, tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publicación de autores, principalmente inéditos. A través de un Consejo Editorial Popular, se realiza la selección de los títulos a publicar dentro de un plan de abierta participación.

Como homenaje a uno de los maestros de la Poesía en Hispanoamérica, la Colección Ramón Palomares, en aras de fomentar este género, da espacio a la creación de autores inéditos y ya publicados, quienes en su afán por encontrar propia voz han decidido confrontar la palabra con la crítica, poetas y un público anónimo que finalmente es lector sin cortapisas de su obra. Mediante estas publicaciones intentamos dar justa difusión a una poesía merideña poco domeñada, inaprensible al lenguaje impuesto por directrices del esquema, dispuesta a preservar los sonidos de un español venezolano cada día más persistente en el tiempo invariable de la palabra.


Julio César González

GIRAGALIA

Fundación Editorial el perro y la rana Red Nacional de Escritores de Venezuela Imprenta de Mérida. 2010 Colección Ramón Palomares


© Julio César González © Fundación Editorial el perro y la rana, 2010 Ministerio del Poder Popular para la Cultura Centro Simón Bolívar, Torre Norte, Piso 21, El Silencio, Caracas – Venezuela 1010 Telfs.: (0212) 377.2811 / 808.4986 sistemanacionaldeimprentas@gmail.com editorial@elperroylarana.gob.ve http://www.elperroylarana.gob.ve Ediciones Sistema Nacional de Imprentas, Mérida Calle 21, entre Av 2 y 3. Centro Cultural Tulio Febres Cordero, nivel sótano Mérida – Venezuela sistemadeimprentasmerida@gmail.com Red Nacional de Escritores de Venezuela Gabinete Ministerial de Cultura - Mérida Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida – FUNDECEM Consejo Editorial Popular Ever Delgado Fabiola Fonseca Guillermo Altamar Hermes Vargas José Antequera José Gregorio González Karelyn Buenaño Simón Zambrano Stephen Marsh Planchart Wilfredo Sandrea Edición y corrección José Antequera Diseño y diagramación YesYKa Quintero Montaje artesanal YesYKa Quintero Ilustración © Hermes Leonardo Pérez Depósito Legal: LF40220108004542 ISBN: 978-980-14-1527-5


Julio César González

GIRAGALIA



PRESENTACIÓN Los poemas de Julio César González, lejos de cultivar el adorno alambicado que caracteriza tanta supuesta poesía de nuestra época, traen más bien un vaho refrescante de infancia, paraíso y cielo, parecido a ciertos inciensos complejos del Oriente lejano. Su naturaleza profunda, su intención y su sentido se encuentran por doquier entre los versos, y la intención de estas líneas introductorias es sólo llamar la atención a algunos de esos versos-clave, donde encontramos entera su sencilla y honda ars poetica. «Canto al poeta igual que al niño y al pájaro», dice Julio, dándonos uno de los motivos de su obra, porque «eran en mi corazón los poetas grandes niños piadosos». Desde la más remota antigüedad la poesía más alta, la de los grandes libros revelados, ha sido llamada crípticamente «el lenguaje de los pájaros», indicando la identidad esencial simbólica entre los habitantes cantores de los aires y los seres sutiles que en nuestra cultura se llaman ángeles y, por extensión, sus amigos los santos. Julio ha internalizado esa identidad y observa que «el signo del pájaro es la entrega / su devoción al vuelo», y los saluda en su


que hacer: «¡Salve criaturas del aire en la incesante plegaria!». Esta obra, lector, es por el ascenso, en el ascenso y hacia el ascenso, ojalá, a esos «aires» del «canto», que en la vida mísera del suelo se reflejan en la pureza de los niños y los campos, por eso Julio, que es un campesino por vocación y decidida elección, afirma haber «querido el campo presintiendo esa vida en que éramos completos». La plenitud de esos rumbos «aéreos» no consiste, como se ve en desviaciones de la lírica, en un devaneo, en un aislamiento estéril del mundo, sino en la actitud aparentemente inactiva de los contemplativos, cuya calma resguarda la más verdaderamente fervorosa actividad, la que de hecho sostiene el mundo que habitamos. Se trata de una condición semejante a la de los que se aventuran a penetrar en los reinos oníricos a sabiendas de que transitan reinos más reales que los de la vida supuestamente real, reino de la muerte segura. Julio González, creo no traicionar un secreto, es de esa estirpe de aventureros del sueño: se esfuerza por ir más hondo y hondo en la realidad alterna, o simplemente la realidad, y traernos de allí su palabra vigorosa. Los vocablos que salen de la boca de este poeta maduro consisten en una rigurosa ascesis, en lo que él llama: «palabra a palabra ceder campo al silencio», hasta que uno sea por fin fiel «a su mandato supremo: vivir es amar». A partir de esta última afirmación se comprende también el lugar del depurado erotismo que encontramos en algunos de los poemas


de Julio, donde no hay lugar para la vulgaridad, porque a la luz y al aliento de los aires cantores cada manifestación humana sincera ocupa su lugar en la jerarquía universal. Yo espero que todos los lectores de esta obra, Giragalia, reciban de sus versos, como he recibido yo, esa unción y efluvio angélicos que como una bendición propiamente eucarística caracterizan a la poesía de los montes altos, de los campos callados, de la risa infantil, de los cantos de los pájaros íngrimos de las selvas del Monte Zerpa. Gracias, Julio, otra vez. J. J. Acevedo V.



dios pรกjaro



Abeja RĂşnico zumbido cebra velera oro batido

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A una mariposa ¿Desde qué flor se impulsa la mariposa que habita en tu pubis? ¿Hacia cuáles turgentes cúpulas se dirige en sempiterno vuelo? ¿Veréla yo algún día en su desnuda plenitud? … Herida volabas en busca del polen nutricio herida en ala y en alma volabas Alma tú caída mariposa núbil en la escala del aire ... Qué abyecto vaho infamó tu vuelo Qué ráfaga impía te ha baldado el ser Terrestre doblegada te vieron mis ojos a ti cuyo sino es el cielo

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... No mueras vuelo en flor la seda de un gusano momentáneo tiñó tus alas de azul hizo tersa a la frágil figura bóveda promisoria de tu destino ... ¡Sube xoxitl papalotl asciende! Una burda jugada no ha de frenar la pujanza de tu anhelo Volar … En el cielo nos vemos mariposa en el áureo perfume de la tierra prometido a las criaturas del aire que cumplen su prueba Trasponer el camino de la serpiente

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Colibr铆 Solo vertiginoso coraz贸n

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Sin pesar obran los pájaros lúdicos se cortejan cantan sin pena De la barba de palo hacen sus nidos de paja aún de espinas lo tejen Aunque nublado hoy todos celebran la creación Sin pesar viven los pájaros festejan trinan se elevan ¡Gran fraternidad del vuelo!

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De árbol en árbol los pájaros se disparan al aire plumíferas saetas oblicuas

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Loco un pájaro entraba por las cortinas de yaraguá así lo advirtió el jardín de nuestros besos azules la cópula gentil en la cima de la unción nuestras aguas secretas sedentes las tierras ígneas el viento de nuestra paz Loco un pájaro hendía el alegre trasnocho de tu [habitación

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Vocaci贸n El signo del p谩jaro es la entrega su devoci贸n al vuelo

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Cordis Por instantes eres mía púrpura ave cuando en tu vuelo me dices ADIOS

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Canta un gallo en la tarde oscura los pájaros convocan la noche en sus trinos y en mi cielo tiempo ha que anochece y no aclara que mis pájaros no anuncian la mañana Mas este álgido canto promete huir de mí olvidado flautín sólo he de emprender como las saetas del Cielo mi rumbo solar

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Fénix Shiva muerte y amor Fénix Vida infierno y cielo Fénix Fe

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Tao De la noche qué hacen los pájaros de día en los afanes del hombre ¿piensan? Del día qué hacen los pájaros de noche con el despertar humano ¿sueñan?

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Incesante plegaria la maĂąana de los pĂĄjaros

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Ángel Tú que de los pájaros el lumínico ejército comandas Tú que de inmarcesibles alas dotado desciendes para escalar Tú hombre del aire dios pájaro ¿No sientes pena de nuestro doliente andar? De nosotros hombres sin alas caídos pájaros humanos ¿no sientes pena? Dime tú

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Quetzalcoatl Si culebra tambiĂŠn ĂĄngel serpiente emplumada trampa de luz bejuco verdeante hombre hecho dios

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Huitzcallpantecuhtli De la oscura aflicci贸n volviste estrella matutina

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Declaratoria Hermano seré del águila y como ella dejaré esta vida entre las cumbres y los vientos Abandonaré la ciudad gris y subiré a los montes donde el guayacán celebra la audacia del [vagabundo donde los aires besan la piel con el rumor de otras [montañas y la laguna inconsútil mía bañará mi cuerpo con aromas de musgo y ruda [silvestre Me iré a vivir junto al árbol y hablaré con él y tú serás su amiga cuando cuenco nocturno contengas mi amor cuando matinal seno te abras a la entrega Vive junto a mí en las cimas te dije y tus ojos ahora me preguntan ¿cuidarás la semilla que germina en los campos de [nuestro corazón? 29


Ensueño Caballero en una veleante azucena quise alcanzar [el cáliz púrpura del sol Mi anhelo fluía dócil cristalino halado por aquella fuente de dicha y libertad Ganome los ojos el mar del poniente que ahora índigo cielo se bosquejó de nubes en otro bello y misterioso [ser Un ángel de perennes alas blancas se desprendió plácido volando entre espumas hacia aquellas regiones aun del más acá Mi ser era de aire no era ya mi ser era el manantial anónimo de un suspirar sin antes ni después

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Vuelo El día irrumpe con mil pichones emergiendo de [sus cáscaras soñado bosque de la conciencia Me yergo al saber que duermo y vuelo lejos ejercitándome en el dinamismo de la noche solar planeo en la penumbra solazado en la liviandad del vuelo fresco satisfecho aun sin lograr mayor elevación Demoro en regresar al mundo gris del letargo donde los hombres no viven ni sueñan sino sólo están como la mayoría de mis veces sólo están Voy cayendo mi ser cada vez más leve hasta que de pie en el desierto echo a andar

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A Metztli El camino de los yagrumos de los hijos de Metztli vereda tal si planeara sobre sus copas plateado el sendero de los urumos Arcaicas las hojas eternas son festín de la visión El carpintero talla en el marfil sonidos el tambor cruje leve la flor al viento amarillo la torcaza y la montañera del uvito hacen su mansión Pero sólo el yagrumo de azogue el humo luna relancina seda brillante si la montaña distante sólo el urumo 3 2 1 me inspira volar

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Por un instante como quien entre el bullicio escucha remota la voz que lo nombra Como el que advierte bajo un relámpago el campo que ha cubierto la noche Como quien ante el tibio lácteo aroma pestañea de súbito en la infancia Como el que soñando una fortaleza antigua presiente el amado reino aun lejano Como quien unido al vibrante cuerpo de una mujer se aproxima al Origen Como este que al observar un ave en ascenso intuye su patria genésica He creído por un instante recordar el vuelo

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it ed orned



It ed ortned Al Chino Valera

He vislumbrado un país de claridad donde el Sol es el vino de todos los días donde nada es casual y Todo es de ríos infinitos de rumores violetas país de la fraternidad cuya moneda es el abrazo primordial donde no hay cercas y los niños vagan desnudos y encendidos región de fragancias crepusculares con calles empedradas con casas de barro y paja He vislumbrado un lugar más acá que todos los [lugares tan cercano como el aire aún más cercano en el que la palabra envidia es olvido donde la familia es una constelación sencilla que se alimenta de pureza y libertad donde los hijos son naranjas brillantes y hablan [con las flores y el Padre es único y anónimo Geografía en espiral en la que ascendemos aquí somos Uno aquí somos bellos

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Donde mueres cada noche donde naces cada amanecer He vislumbrado un país de claridad donde la poesía es el fuelle común [y no hay galerías ni bibliotecas País sin esclavos ni tiranos en el que la única ley es ser El que se es donde vivimos soñando donde soñamos viviendo donde todo es posible donde todo es real He vislumbrado un país de claridad

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Matinal I Sobre montañas el encuentro olas contemplando o en salobres líquidos sumergidos en el caro humo de un pie de monte lejos en llanuras magnéticas en ciudades nocturnas la reunión Hemos querido el campo presintiendo esa vida en [que éramos completos Caballo anhelado caballo soñado certeza feérica de un mundo cuyas formas de amor devela un príncipe que brilla sobre la gris [existencia redimiéndola ¿Qué se hizo la confianza de aquellos días cuando padre y madre regresaban? Noche de fulgurante luna contemplada en lo más [callado del ser Tardes de amigos cantinas y recreos de niñas admiradas en la temprana pasión de un éxtasis total Mañana de mariposas liberadas y peces devueltos [al lago de aguerridos canes de arroyos y trompos 39


de grillos y pomarrosas gentil amistad ¡Oh perfumes! oh aromas de solares y playas fogones y vaqueras parques y columpios cuando las niñas veían con picardía naciente y franca mirada oh bálsamo en el primer goce del querer

II ¿Cómo cantar a la claridad aún a su anhelo cuando el alma ha sido abatida por la niebla y la ponzoña del mundo embebe su hiel?

III Algún día fue en mí la plenitud el dorado camino Y ahora el recuerdo trae purísimo el fuego que [ardía en la cocina de la abuela y las mujeres de la casa asistiendo a los pequeños y las horas de bendita soledad cuando una gracia silvestre me tumbaba en la [cascada del amorardiente y las ranas y yo y los egregios helechos y el arroyo los lirios y el naranjo

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éramos todos con la tierra La presencia de Dios era entonces cálida y amable serena fiel era uno a su mandato supremo vivir es amar

IV Llegaron la poesía y la magia el incontenible primer canto de siempre a fortalecer el corazón incomprendido burlado temido acaso por el mundo Sol fecundo los poetas almácigo de tiernas verdades entonces divina ruta y certera dolorosa conciencia después germen de gracia que devuelve al fuego original a la dulce y melancólica tristeza del amor primero y a la tenebrosa angustia de revivir la genésica [escisión a cada paso después de cada encuentro todo ansiado arribo Eran en mi corazón los poetas grandes niños piadosos leales hermanos mayores fortalecidos por la palabra vanguardia de un ejército de luminarias infantiles [y animosas ignotos ángeles sobre el bochorno de una [existencia infame

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V Recuerdo al loco del pueblo siempre de pulcro oscuro traje azul La cabellera peinada hacia la cerviz blanca así como las bien cuidadas y espesas barbas enaltecían el pálido rostro Su mirada promisora de maestros futuros proyectada hacia mistéricos e íntimos yacimientos surgía con transparente firmeza a lo exterior El se había ganado el respeto del pueblo que además le temía en silencio como en silencio Ventura desplegaba su hacer estar loco Mi padre había solicitado permiso para ayudar a cargar el féretro cuando el cortejo [llegaba a la casa materna personas tan bien dispuestas aprestaron nunca las exequias de un caballero de la buena ventura nunca un niño presenció tan cercana la muerte de [un expatriado jamás he vuelto a hallar entre los hombres una [mirada solemne y veraz

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VI Era hija de los padrinos luego prima era mi primer amor Su padre llegó a nuestra casa con la niña en brazos dormida Quiso la abuela a quien ella en su cariño apodaba Auta que fuera llevada a la humilde habitación de los santos En ella me veo contemplándola como a una virgencita sobre austero lecho dorado los cabellos blanca la veste delgado y reluciente el pequeño cuerpo cerrados con delicadeza los párpados que yo [quería besar sin alejar de ellos al sueño y en los que anhelaba yo ser un día el príncipe feliz La mano llevé a mis labios y voló a los suyos mi amor Conmovido y trémulo advertí en un movimiento de asombro en su rostro que la había besado

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VII Y trinaron con fe en el vacío Los pájaros vinieron a traer la promesa del vuelo la incandescente figuración del despertar ¡Salve criaturas del aire en la incesante plegaria!

VIII Yo presentía a la familia celeste sumergida en la mía por instantes aquella se daba a sonreír cándida [en los labios maternos guiaba hacia la Ruta en el empedrado sendero [construido por la mano del padre Y resucitó el hermano y la hermana y los primos en el abrazo del adiós en el entierro de la abuela santa

IX Entre los pájaros amé sobre todo al colibrí su verde planetario de galaxias olvidadas su preferencia por el néctar y la flotación por el éter de aquellas regiones que ahora invoco su grácil detención suspendida la frugal estampa dispuesta siempre a volar

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X Canto al poeta igual que al niño y al pájaro hermanos en el asombro en la demencia cristalina del amor en el querer que lleva a la fe en la fe que lleva al servicio a El camino de lo siempre posible resonante melodía que aguarda a cada paso cada respiro cada caricia toda sincera disposición

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Tian Hubo una época en que el Humano verbo hecho carne no había olvidado su linaje par salvaje y virtuoso a un tiempo En la que Cielo y Tierra animaban renovado himeneo su luminoso corazón Época en que la belleza no formaba un hecho [exótico edicto de libros y museos En la que Ella era oh noche de aromas y caricias silvestres y El matinal empeño arquitecto de avenidas a la Unidad Hubo un tiempo en que todo era melodía y danza [sagradas temblores y risas agrestes Tiempo fuera de todo tiempo perenne en cada región Una época en la que vivió Tian El Hombre Señor de aquellos días venideros de hoy

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De veras no saber sólo saberse palabra a palabra ceder campo al silencio como quien prepara un barbecho a lumínica ignota semilla destinado De veras no saberse sólo saber silencio a silencio cavar el cuenco [de una insondable mar como el niño que al ocaso torna a zambullirse en el pozo matinal De veras ser veraz sin antes sin después como el vuelo eterno de un efímero colibrí así en esa tregua ese paréntesis esa vida ser Verdad en un segundo nada más sin repetición sedita como el baile absoluto de un trompo infantil 47


Silencio La respiración es para el meditador lo que fue la trenza para Teseo lámpara de éste vigilancia de aquél espada del griego aceptación del yogui Ambos recorren a tientas el Laberinto del [Minotauro la mente dormida

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¡Un teatrino! Para la celeste niña el padre recreaba en su alcoba mundos de alegría Coloridos palacios aéreas fuentes serpentinas campos de papel Amables criaturas del mundo feérico emergiendo saludaban por entre balcones y nubes nacaradas La niña reía plácida en su encanto de princesa La hermanita no pudo ocultar su hallazgo y extasiada con travesura y simpatía comenzó a clamar Es un teatrino un teatrino

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En los potreros de la monta単a bajo descalzo descalzo asciendo por las monta単as del potrero

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Vivo por instantes cuando los pétalos del cínaro en flor cubren el patio con las primeras perlas de lluvia sobre las tejas cuando la culpa se ausenta cuando el gallo escarba la tierra y canta Vivo por instantes en la sonrisa matinal de la amiga con los violines de maestros italianos cuando el verso fluye anónimo de su fuente en las cascadas furtivas del bosque Vivo por instantes el resto del tiempo estoy ausente no sé dónde ando no sé quién soy

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Enigma Lago sereno y rosa ¿De qué aguas anteriores proviene este mi ser que no puedo loar mío? ¿Qué oscuridad cuál luz legáronme la vida? Suspira el riachuelo por entre el bosque raudo lame hojas piedras besa ¿Cuál erótica danza innombrable qué iniciales ritos de caos y orden rasgaron el aire [hasta aquí hasta bajíos y alturas que abrazan el solitario pleno canto que hoy desciende que asciende ya? El niguás y la rana cantan al atardecer uno despide el día ella anuncia oscuridad

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Embriaguez Espléndido y gallardo el sol anima la yerba Todo porta la gracia del vivir todo nada escapa a la maravilla y su luz Existen plantas aromáticas y frondosas de diversa índole rocas pájaros y aves mil la Tierra plena es henchida por el Soplo Todo brilla mana ventura ¡sacra lascivia! La vida es la fiesta

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Sinestesia Sin otra posibilidad que viajar subí a las colinas de Rocío y traspuse lo que nunca [fue Danzaron las piedras y los pastos besaron la cordura íntima del agua [fluyente delgada en remanso fugaz Rodeado de Cielo silbé la melodía serena que me enseñara el viento [en las quebradas plácidas de otros tiempos polícromas de amorardiente y sauco de naranjas y estíos lejanos Yo no era yo era la melodía de las piedras el paladar del río el tinte de las brisas el calor de los trinos y el aroma solar Caminaría por siempre descalzo por siempre altivo y en la desnudez humilde andaría este camino siempre inicio piadosa metáfora del auténtico despertar

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El Cielo nos quiere tiernos sin corteza para el amor nos llama Serenos y mansos el fuego de la verdad nos eleva

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Ser Si pudiera callar y oír sólo el balbuceo de este arroyo si solo sin mí pudiera estar Yo sin memoria sin proyectos ser Si pudiera verme siempre por primera vez Si yo pudiera dejar de ser yo si fuera El que a mi través dijera Soy

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Oh relumbrante chispa de sol estrella m铆a reino de mis anhelos Heli贸polis pena de luz Oh

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Canci贸n de la tierra y el cielo



I



En leve soplo tu nombre voló a mí cuando, tu mano entre la mía, cedió paso a una delicada y grave sonrisa. Mas aún hoy, confieso, no logro recordar tu nombre ¿Desde qué distantes regiones se yergue esa telúrica, plateada, cristalina voz? ¿Desde cuál constelación del misterio ha descendido? León, Borgoña, Xi’an; Pléyades, Argos, Centauro ¿Cuál de ellos tu país? El sencillo dédalo esbozado en tus oídos me hace soñar la clave promisoria de nuestra Humanidad, tu erguida y noble figura la antigua, egregia raza olvidada. ¿Con qué palabra nombrarte a los cielos para que vuelvas a mis ojos?

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Noble señor, discreto príncipe, el recato no aprueba que te dirija la palabra, y sin embargo cuánto ansío que esta sencilla esquela no muera en mi cofre para que viva en tu corazón ¿Podré imponer a mi alma que calle el dulcísimo dolor que hoy la perturba, a mis venas la fiebre que encarna al rostro y otorga calidez a mi piel? Es Amor el dios de mis antepasados y aunque en estas comarcas se tema nombrarlo, todos sucumbimos a su amante imperio. Desde muy niña custodio la flor de oro en el jardín del templo. ¿Sacrificas también tú a mi dios? Por tu nombre veo que son la guerra y la palabra quienes hacen capital en tu corazón.

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Princesa de la ausencia, bella mía, otra vez se oculta el sol, otra vez la capa diamantina en su Nadir me cobija sin que tú estés. Camino sin fatiga la concurrida calle por donde tus ojos cautivaran a los míos y no te hallo ¿Traspusiste viajera mis pagos? ¿Es amor mi derrota? ¿Mi portal? Sabe que no triunfante he andado por sus campos.

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Me recuerdas a alguien, señor, y presiento que es a mí. En la memoria tu presencia me invita a sondear en distantes regiones mías íntimas a las que sobrecoge aproximarme. Cierro los ojos y creo ver tu rostro en el oscuro espejo que me refleja. Desconocida, una parte de mí observo al detenerme, callada, en tu mirar. Exilada en esta figura clamo por la patria de tu amor.

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Fiesta hay en mi ser, suenan las trompetas y los clarines del reino, te siento cercana, cristalina entre la mascarada de este mundo. He soñado tu desnudez, princesa del candor, y entre fértiles valles respirado la tierna fragancia de tu seno; mis dedos rozaban el delicado revés de tu muñeca mientras en tenue gemido decías mi nombre. De niños tomados de la mano bajo el sol naciente, caminábamos descalzos la hierba del jardín natal.

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Te adoro, libertad, vuelo naciente, torre de vigĂ­a, ave que palpita. Entre las sombras densas de mi encierro puedo sentirte, percibir el terso aroma de tus bosques. Tengo fe en que me halles, vida mĂ­a.

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II



Apareciste en el lugar menos advertido, mas apareciste. Mientras conversabas de lírica provenzal, yo despierto entre voluptuosos oyentes, veía surgir un cálido poema en mi ser. Tu humildad me revela, dulce niña, las cimas a que ha arribado tu alma, la altura en que el Espíritu te distingue con su gracia; me advierte de la castidad que he de implorar para ascender a ti: las siete inmersiones que habré de hacer en el mar del Norte para coronarme en tus aguas. En el día de Selene me otorgaste velada cita, muero por estar vivo para entonces.

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Isis, Urania, Castísima María, de rodillas ante el trono boreal vasto y hermoso; tuyo, acepto mi fracaso lunar. Séme propicia, oh reina de entre los seres y limpia de mí toda ofensa, todo afán, toda culpa. Vacíame, Madre Divina, y haz que los ríos turbios y candentes de este infierno escalen para convertirse en sagrado vino en las fiestas áureas de el que soy. El, que es. Mas con ella, tu hija bendita, la hermana de mi alma, con quien, aun perdido, errante, buscaré infinito.

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Amor, numen vital, hoy lo vi. Sus ojos cansados de estío rogaban por los montes frescos de tu reino, por la poderosa embriaguez que viertes sobre quienes te sirven, por el júbilo que, pródigo, escancias en el cáliz de los enamorados; por el santo dolor con el que distingues a los que viven en ti, amándote en mí. Mi amor, ¿en que atroz batalla fuiste derribado? ¿Qué demiurgo impío te cierra los caminos del corazón? ¿A cuál diosa ofendiste, vida mía? Soplo Celeste, accede a que esta, tu loca sierva, sea el puente que reúna los atencos pagos de su ser, que sea la lluvia que fertilice sus desiertos, la aurora que prometa el primer día de tu lucidez, la humilde estrella que indique la ruta a vuestra reconciliación. Sólo así le encontraré sentido a estos, mis días. Señor.

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En el silencio del bosque me aguardabas, a la vera del íntimo y plateado arrollo, aproximé los pasos por el aromático tálamo de los pinos centenarios y me allegué a ti. El tiempo se había ausentado, éramos a la vez niños y ancianos. Ese día me recordaste tu hídrico nombre de celeste linaje, el de tu padre y madre, nobles de lejanas tierras. Confesaste haberles dicho de la inquietud de tu corazón. La plática fluía en pacífico remanso mientras el espíritu de la montaña nos hacía sus hijos, mientras observaba cómo nuestros semblantes se acercaban en el eterno movimiento de un instante y al acallarse nuestras voces, el rumor cantarino de aquella soledad nos unía en el primer beso.

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III



Qué hermoso verte animar la tierra, esposo, sentir la fuerza con que empuñas el arado mientras incitas bravío a los toros a que no abandonen el surco. Qué grato ver a mis gallinas alimentarse de las entrañas del campo que surgen embebidas tras el paso hiriente de la reja; qué bueno verte liberar la yunta cuando, al fatigar la jornada sueltas los animales a pastar. Qué placentero lavar tu cuerpo erguido, pétreo, tallado deliciosamente por la brega bajo el sol. Qué gusto recibir la prominencia viril de tus montes entre mis tórridas laderas, mientras juntos ascendemos al Dragón. Qué regalo es ser tu esposa, qué regalo es.

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Lavábamos la sangre de nuestras armas cuando advertí tu presencia en el campamento. Argentina en el creciente tu cabalgadura, piel lunar tus vestidos, dulce, tu mirada portaba el estandarte de la paz. Corrí al encuentro, oh ángel, y tu imagen se desvaneció entre mis brazos como una nube, como un suspiro en boca del vacío; mi corazón, nave de guerra en medio del agitado océano, se estremeció al punto que despertaba. Éramos ahora en las cumbres del Atlas donde, acerado, sin escudo, me hendía en ti con el vigor de un árbol, de un sol, del cielo.

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No te escucho, amado, no te oigo entre el vacío de este atroz insomnio, si sabías que la guerra te obligaba a partir ¿por qué encendiste la hoguera en el palacio de mi vientre, por qué cantaste a mi núbil pecho tiernas melodías y absorbiste de mis senos los secretos de mi joven corazón? ¿Por qué, esposo, declaraste la paz en nuestros pensamientos si me ibas a dejar sedienta, sin terminar de cosechar los frutos de tu vid? No por hacer tantas lunas que te busco y al fin te encuentro me resisto al deshonroso consuelo de la abandonada, mi nobleza y dios lo impiden mas, comenzando a dorar mi cosecha, lloro por ti.

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Esta mañana me conduce al recuerdo de tu voz en el rumor eólico de los valles. Oteando el bosque de álamos, su leve temblor, he visto nuestra primera noche. Siento a los jardines silvestres danzar en tu aliento, y al sutil, leve almizcle, en tu sudor. Te veo como una lambda, raudo pubis que mi espada asecha. Altas torres, tus piernas dispuestas al asalto. Beso impetuoso las breves lomas que túrgidas cúpulas y labios de fuego unen. Allende la mar, donde quise perderme para siempre, el río se anuncia en un trueno. Desemboco en ti.

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Tu obstinación me aflige, amigo, hermano de mi alma ¿A qué derramar el fuego que enciende las calderas del amor en la tormenta de las lanzas? ¿Cómo darse en banquete a los buitres si alimentar podemos nuestro vertical corazón? ¿Quién te impone seguir esta oscura senda que te aleja de los valles del deleite, de la miel rutilante de los besos y despreciar el vino que yo no puedo gustar sin ti ni tú sin mí? ¿No temes perecer hasta siempre, y que yo no te sepa más? Me avergüenza ver que prefieres empuñar la espada que conducir la yunta que hiende las tierras de la transformación. Si por guerra, aquí están mis campos de batalla, venga tu espada, conquista tu ser en mí, combate entre mis brazos, mis muslos, mis labios, cobra el botín que te aguarda, reconquista la paz.

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Luego de cruenta pugna cedió el enemigo. Son nuestros los verdes campos ahora maculados de sangre vencida. El rey me ha nombrado capitán de las huestes del oriente, y mi corazón se encabrita de sólo sentir la partida. Amada, reclinatorio de mis pensamientos es tu pecho; tu vientre, el ardoroso imán de todos mis deseos. No puedo pensar en tu boca sin que anegue la mía; la eminencia de jade se yergue vehemente si, en el recuerdo, el olfato aproximo a tu agua lunar. En un apasionado océano espérame, la guerra llega a su fin, mujer.

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Las damas del reino reciben todas noticias de sus consortes, no yo que tal radiante manzana, quiere el contacto de tu boca. En las noches, mi amado, cuando logro conciliar el sueño, recibo tu cálido pene entre la juntura de mis pétalos ardientes, veo sublimarse tu río abscóndito de entre la marea de mis flujos que abrasan sin quemar, siento la danza de tu lengua recorrer mi torso entero, te siento, amor, te siento en mí.

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La fragancia de mis bosques te aguarda con la frescura que hace tantos soles tenía, pero temo por tu suerte, ya que el rey ha vuelto con su ejército triunfal en tu ausencia. ¿Dónde te hallas, mi amado? Mi bello niño, ¿dónde estás? Hermano de mi alma, ¿qué te has hecho? Padre de mi amor, ¿qué es de ti? ¿Dónde buscarte mi yo errante, si has transpuesto el lado oscuro de la vida? ¿Con qué lámpara descender los escalones de las sombras? ¿Cómo dar contigo ahora, esposo, cómo hacerlo? Siento la eternidad apartarme del sueño de la muerte, única senda que para reunirnos anhela mi desesperación.

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Dama de la espera, reina mía, tu primer y último súbdito ha arribado. Tuyo es el muelle donde ansío atracar para siempre y destilar los torrentes de nuestra pasión en sagrado licor de vida ¡Abre las puertas, corazón, que me urge el vuelo! La nave aguarda la escalada, clama por el encuentro de nuestros seres en uno. Amor.

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Nos supimos tumbados en la hierba, en el último y fúlgido tormento. Un sólo corazón agitado es, unido, nuestros cuerpos; nuestras almas en el pálpito dual de un solo ser, obran el amor.

86 | Giragalia


Índice Presentación

7

Dios pájaro

11

Abeja

13

A una mariposa

14

Colibrí

16

Sin pesar obran los pájaros

17

De árbol en árbol

18

Loco

19

Vocación

20

Cordis

21

Canta un gallo en la tarde oscura

22

Fénix

23

Tao

24

Incesante plegaria

25

Ángel

26

Quetzalcoatl

27

Huitzcallpantecuhtli

28

Declaratoria

29

Ensueño

30

Vuelo

31

A Metztli

32

Por un instante

33

it ed orned

35

It ed ortned

37

Matinal

39


Tian

46

De veras

47

Silencio

48

¡Un teatrino!

49

En los potreros de la montaña

50

Vivo por instantes

51

Enigma

52

Embriaguez

53

Sinestesia

54

El Cielo nos quiere tiernos

55

Ser

56

Oh

57

Canción de la Tierra y el Cielo

59

I

61

II

69

III

75




Se termin贸 de imprimir en diciembre de 2010 en el Sistema Nacional de Imprentas M茅rida - Venezuela La edici贸n consta de 500 ejemplares impresos en papel Ensocremi 55gr




Esta obra, lector, es por el ascenso, en el ascenso y hacia el ascenso, ojalá, a esos «aires» del «canto», que en la vida mísera del suelo se reflejan en la pureza de los niños y los campos, por eso Julio, que es un campesino por vocación y decidida elección, afirma haber «querido el campo presintiendo esa vida en que éramos completos». Yo espero que todos los lectores de esta obra, Giragalia, reciban de sus versos, como he recibido yo, esa unción y efluvio angélicos que como una bendición propiamente eucarística caracterizan a la poesía de los montes altos, de los campos callados, de la risa infantil, de los cantos de los pájaros íngrimos de las selvas del Monte Zerpa. Gracias, Julio, otra vez.

J.J. Acevedo V.

JULIO CÉSAR GONZÁLEZ (Mérida, 1967) Lic. en Letras por la Universidad de Los Andes (ULA) y DEA en Patología Existencial e Intervención en Crisis por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Ha realizado estudios de Terapia Floral, Medicina Tradicional China y Astrología. Obtuvo premios literarios de la Dirección de Asuntos Estudiantiles de la ULA (DAES) en las menciones de ensayo, cuento y poesía. Ha publicado La palabra en el mundo quiché, reflexiones sobre el Popol–Vuh, De la poesía y los poetas, El guardián del tiempo, El veredicto y La religión del aire I. Actualmente es Especialista en asuntos literarios del sello editorial del Vicerrectorado Académico de la ULA, y tesista Doctoral de la UAM.


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