Lengua de trapo

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SISTEMA NACIONAL de IMPRENTAS

MÉRIDA Colección Oswaldo Trejo

Lengua

trapo trapo

de de

Olga Veloz Duín



Ukumarito (voz quechua), representación indígena del oso frontino, tomada de un petroglifo hallado en la Mesa de San Isidro, en las proximidades de Santa Cruz de Mora. Mérida – Venezuela.


El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial el perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela; tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publicación de autores, principalmente inéditos. A través de un Consejo Editorial Popular, se realiza la selección de los títulos a publicar dentro de un plan de abierta participación.

Todo lo narrable, entre el testimonio y la ficción, trinchera, resumen último de la tradición oral merideña, muestra del ara y no del pedestal. Parte de ello quisiera ser esta Colección Oswaldo Trejo, a la vez hijo de aquellas palabras y creador de nuevas sintaxis, merideño universal al que rendimos homenaje, cuya singular obra, junto a otras muy diversas propuestas narrativas venezolanas, nos recuerda que la historia de nuestra literatura, y aún el vuelo metafórico del cuento de nuestra calle, está difundiéndose y multiplicándose, reapareciéndose ahora, en nuevos tiempos.


Lengua de Trapo Olga Veloz Duín

Fundación Editorial el perro y la rana Red Nacional de Escritores de Venezuela Imprenta de Mérida. 2016 Colección Oswaldo Trejo


© Olga Veloz Duin © Fundación Editorial el perro y la rana, 2016 Ministerio del Poder Popular para la Cultura Centro Simón Bolívar, Torre Norte, Piso 21, El Silencio, Caracas —Venezuela 1010 RIF. G-20007541-4 Telfs.: (0212) 377.2811 / 808.4986 elperroylaranaediciones@gmail.com editorial@elperroylarana.gob.ve http://www.elperroylarana.gob.ve Ediciones Sistema Nacional de Imprentas, Mérida Calle 21, entre Av 2 y 3. Centro Cultural Tulio Febres Cordero, nivel sótano Mérida – Venezuela sistemadeimprentasmerida@gmail.com Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida – FUNDECEM Corrección Harumi Grössl Diseño y diagramación YesYKa Quintero Depósito Legal: lf40220158004079 ISBN: 978-980-14-3186-2


Lengua de Trapo Olga Veloz DuĂ­n



Deseo agradecer a todas aquellas personas que han hecho posible la publicación de este bi-libro. A la Licenciada Yesyka Quintero, por su amable receptividad, voluntad y ardua labor en pro de la cultura. A mis hijas Blanca Elisa y Mildred Cabral por su afectuoso estímulo y apoyo. A mi nieta Harumi Grössl por su atenta corrección de estilo y acertadas sugerencias. A mis otras nietas y nietos, Juliette, Lis Dhayana, Jirshari, Harumi, Yirjham, Ivanella, Iván Andrés, Isabella, Dianela y Héctor Manuel por su ternura y amor. ¡Gracias!


PRÓLOGO PRÓLOGO Mejor mientras menos muestra al Autor: mejor mientras más permite reconocer al autor El cuento: Lince y topo José Balza

Lengua de trapo,… “Y, Don Santiago ¿Qué se hizo? son el mismo camino, de lectura, de subida y de bajada. Escrituras que pueden hablarse. Un libro del revés en su concepcion artística única. Sus páginas no tienen dos caras, tienen cara y espalda. Tal cual arepas andinas. En la una, de cuentos breves por estética, resemantiza la frase “Lengua de trapo”. En la espalda el cuento es otro; es lo pequeño como alternativa para rescatar historias que de no ser noveladas morirían con la autora. Un darle voz a los ausentes para darsela así misma. Memoria y olvido dan fe de vida.


Tanto en Lengua de trapo como en “Y, Don Santiago ¿Qué se hizo?” se constata los poderes creativos y curativos de la imaginación. Así que son cuatro las mujeres que veo. La que cuenta por herencia poética. La que cree haber vivido lo que cuenta y cuenta lo que recuerda; no importa si fue vivido. La tercera es hija, madre y abuela. Una trinidad con hechuras de hombre por los tiempos que le tocó vivir. Hoy, Veloz, se revela en las sangres de su sangre que son sus hijas. Se me antoja una cuarta que no se deja avispar. Donde la ficción es autobiográfica y ésta ficción. Por la aparente brevedad de estos textos no dejan de ser verosímiles por paródicas. Por condicción humana creemos más en lo fantástico que en lo real. Toda escritura del vivir es ser otro, en este caso otra. Bienanventurados los que lean estos cuentos porque se verán en ellos. Ingenio y gracia Veloz. Jairo Portillo Parody



La Muñeca

de Sophie

Dedicado a la memoria de mi bisabuela Sophie Newman Gothings y mi abuela Mathilde Sophie Ramos Newmanv

Cuando apenas tenía seis años y mudaba un par de dientes, me di cuenta de que las cosas que uno desea obtener en la vida sólo se logran con perseverancia y una dosis de paciencia.La curiosidad de un niño se define por la ingenuidad de las preguntas. Es esa candidez que relaciona sentimientos y emociones, y la tendencia a impresionarse con facilidad. — Abuela, ¿y esa muñeca? –le dije en tono afectuoso y tierno, mostrando con el dedo índice la singular y diminuta figura que se veía a través de los cristales de la vitrina–. Seguidamente, me respondió en tono enérgico y decidido: — Era de Sophie ¡Ahora es mía! –dijo, dando énfasis a sus palabras y a la posesión del juguete. Le dió dos pases a la llave y sin más se alejó con pausada parsimonia. Cada vez que mis padres, Alberto y María Inés, nos llevaban a visitar a los abuelos, sentía una gran emoción y con sólo llegar me instalaba largos ratos frente a la antigua alacena, para luego contemplar ensimismada la muñeca de La muñeca de Sophia |

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Sophie.Imaginaba vestirla, peinarla, cargarla y no sé por qué protegerla y mimarla. Le faltaba un zapatico y lucía sólo ropa interior. Yo la observaba, mustia y desaliñada. Esto me permitió dar rienda suelta a mi imaginación infantil para inventar episodios de hechos novelados que a la vez me impulsaban a “vigilar” y “cuidar” dicho objeto, detrás del vidrio empañado de la vitrina de la abuela. Esto era tan preciado para mí que deseaba ardorosamente su pertenencia. Los años pasaron rápidamente, la niñez, la adolescencia, y por consiguiente la madurez. Me tocó la gran responsabilidad familiar de cuidar y de asistir a mi abuela. Ésta tenía el carácter fuerte. A veces me hablaba en alemán palabras que nunca entendí. Tuvo mucho coraje al estar afectada por la diábetes, que la postró en una silla de ruedas, incapacitándola físicamente en sus movimientos. Poco antes de morir, me tomó del brazo y cariñosamente me dijo: — ¿Te acuerdas todavía de la muñeca de Sophie? — ¡Claro, abuela! Por supuesto que me acuerdo, perfectamente –le respondí–. — Ahora será tuya –me dijo–, sacándola de un baulito de madera, cuidadosamente envuelta en un fino pañuelo de seda, me dijo: — Han pasado tantos años, sé que desde niña la querías, desde hoy permanecerá en tu poder, de por vida. Profundamente abatida y sensible, dió comienzo a la verídica historia de la muñeca de Sophie y comenzó así: 12 | Lengua de trapo


— Fuí hija única de mis amados padres: Don Antonio Ramos González, de origen vasco, emigrante de tierras españolas, y de Doña Sophie Newman Gothings, emigrante de tierras nórdicas, nacida en la ciudad de Hamburgo, Alemania. Mis padres se habían conocido en una larga travesía en un trasatlántico atiborrado de emigrantes de diferentes partes de Europa. Se amaron intensamente. Eran tiempos de guerra terribles que había sufrido la humanidad. Ellos desde niños habían experimentado el flagelo de las dos guerras europeas y cada uno tenía su propia historia –continuó mi abuela–. — Mi madre, Doña Sophie, había quedado huérfana a la edad de cinco años pues sus progenitores y dos hermanitos pequeños habían sido víctimas de los bombardeos, de la barbarie y la persecución hitleriana. Después de un llanto prolongado recordó entonces el por qué su madre, Sophie, se había salvado de la fatalidad, y con la voz entrecortada relató el episodio: — Fueron alineados, vejados y obligados a subir a una vagoneta, apretujados, cientos de personas. Los llevaban a un campo de concentración donde recibirían una muerte masiva. Hubo un breve silencio… — A la pequeña Sophie se le cayó de las manos su muñeca, se desprendió de su debilitada madre, que aún la sujetaba, y se devolvió a buscar su único tesoro, su muñeca. La encontró pisoteada, sucia, y había perdido la ropa y un zapatico. Lloraba desconsolada y “sola” entre tanta gente, La muñeca de Sophia |

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apretando en su pecho la diminuta figura. Sintió la presencia de un guardia, éste la hizo a un lado y disimuladamente la escondió. Este “ángel guardián”, soldado de la vida, se conmovió tanto con la escena de la niñita, que cuando a él le tocó traspasar la frontera hacia Francia, pasó a la pequeña Sophie como uno más de sus hijos. En este orden divino llegaron a Francia. Tenía una nueva familia que la formó y educó. Es la verídica historia de tu abuela Sophie. Ella era rubia de ojos azules, tocaba el piano y cantaba en alemán, era refinada y culta, y estudió en París, hablaba varios idiomas. Siendo ya una agraciada señorita resolvió venirse de emigrante a Venezuela. Desembarcaron en el puerto de la Guaira, contentos y llenos de esperanza. Se divisaba el Guamacho, un poblado típico colonial, con sus grandes ventanas y sus techos rojos. Pintores de renombre desplegaban sus caballetes, como el gran Reverón, de Macuto, y hacían gala y maestría con sus pinceladas de arte, con sencillez y sabiduría. Estos eran admirados a lo largo del muelle por centenares de europeos que vinieron a quedarse en la tierra de Bolívar, en busca de esperanza en este bello país.De esa unión de aventuras, de amor y de dolor vengo yo. Nací en Caracas –continuó mi abuela– y fui bautizada en la parroquia San Juan. Hija única, pues la fatalidad de la gripe española se llevó a mi padre. Esta epidemia diezmó a mucha población en Caracas. Mi joven madre quedó viuda y desolada, conmigo que tan sólo contaba dos añitos. 14 | Lengua de trapo


Mi madre enfrentó la situación con coraje y valentía. Como era una mujer refinada y culta, y hablaba varios idiomas, fue recomendada por la prestigiosa firma alemana Arens, para ser la institutriz de las hijas del Presidente de la República, el general Guzmán Blanco, cargo que ocupó por varios años. Luego de una breve pausa, mi abuela continuó: —Con los ahorros de su trabajo y siendo una mujer emprendedora, se mudó de la capital hacia el puerto de Tucacas, allí montó el primer hotel alemán de turismo que existió en Venezuela. Luego, con voz suave y reposada, me contó como ella, Mathilde Sophie Ramos Newman, se enamoró de un joven apuesto de piel oscura y cabello ensortijado (mi abuelo) oriundo de La Entrada, un poblado cercano a Valencia, y era barbero de profesión. Su primera barbería la instaló en Puerto Cabello y se llamó El Brillante, siendo muy concurrida por los parroquianos del lugar.Luego le pidió matrimonio y se residenciaron en Barquisimeto. Me contó que entre los regalos de boda que recibió había un baulito de madera con un sobre que decía “que seas muy feliz en tu matrimonio. Lo único que te pido es que conserves la muñeca”, tu madre: Sophie. —Es –me dijo– lo que he hecho toda mi vida. Ahora te toca a ti hacer lo mismo. Y me entregó la muñeca entre sollozos. Pocos días después murió mi abuela. Ahora soy yo la que guardo con celo y respeto la muñeca de Sophie. Mis hijas, mis nietas, mis bisnietas, todas me hacen la misma pregunta: La muñeca de Sophia |

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— Abuela ¿y esa muñeca? Aquí tienen la respuesta: — Era de Sophie. Ahora es mía. He aquí el motivo de la pertenencia: ya lleva tres generaciones. Es el símbolo del recuerdo y de la integridad familiar, de la guerra y de sus nefastas consecuencias, de las bondades de un ángel guardián y protector, de las tragedias de la vida que son muy difíciles de olvidar.

Nota: Como obsequio a mis lectores, la portada de este libro lleva impresa la foto de la muñeca de Sophie. Ésta es una historia verídica, narrada por la autora.

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Los Deslenguados Era mi vecino Don Pedro Carvajalino. Un buen día desapareció. Nadie lo vio más. Su asidua acompañante podía catalogarse como bella, pero era tímida y hasta huraña. Raras veces contestaba el saludo y casi nunca se dejaba ver. Solo la oímos gritar desgarradoramente una vez y luego nos enteramos que había dado a luz a una hermosa niña de ojos agrandados y piel de durazno. Curiosos por naturaleza, los vecinos comenzaron a hacer sus propias conjeturas tejiendo toda una maraña de inusuales supuestos. Algunos de estos aseguraban que el marido la había abandonado por “cachos” que la susodicha había propiciado. Otros murmuraban, en voz baja, que a lo mejor había sido producto de una violación, pues el consorte lucía una treintena de años mayor que la joven. Unos más, otros menos, todos opinaban y se les volvió un misterio el asunto. Pasó el tiempo y Andreína sufrió una metamorfosis, antes del cambio era evidente la soledad y tristeza que reflejaba, y después del parto se le veía alegre,

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decidida y confiada en sí misma. Acostumbraba salir muy temprano en la mañana en su bicicleta marca Raleigh, vestida deportivamente con unos ajustados blue jeans y zapatos de goma. Se internaba en el parque y después de hacer ejercicios y unas tantas flexiones, se dejaba caer exhausta en la hierba fresca. Hasta allí la seguían y espiaban los vecinos, que luego comentaban que la joven señora leía, leía y releía correspondencia que había recogido en la oficina de correos durante el trayecto. Otros aseguraban haberla observado extasiada, luciendo unos lentes oscuros para ocultar unas grandes y amoratadas ojeras. En otra de sus salidas Andreína regresaba a casa ya entrada la noche, cargando bolsas y paquetes, producto de las muchas compras que hacía en las diferentes tiendas, supermercados y centros comerciales. En ocasiones la esperaba un taxi cuyo chofer, muy solícito, la ayudaba a introducirse en el vehículo. Éste recibía el pago y la propina y era despachado por ella con un amistoso gesto de la mano. Al verla llegar los vecinos sospechaban que ésta se veía a escondidas con el amante de turno y que, a lo mejor, hasta trabajaba en sitios indebidos, como por ejemplo algún night club donde fungía como dama de compañía. De alguna u otra forma tejían historias y hechos inverosímiles, que además eran el chisme del día. A la bebé la cuidaba una criada que no le abría las puertas a nadie y menos aún soltaba prenda de las muchas e inquietantes preguntas que le hacían y que quedaban sin respuesta alguna flotando en el aire. 18 | Lengua de trapo


Para los deslenguados vecinos era un verdadero enigma la vida de Andreína Martinella. Ésta, cada día lucía más hermosa, con su cuerpo muy bien delineado, vestía sobriamente, su porte era elegante, usaba unos “tacos” altos que la hacían ver esbelta y coqueta al caminar. Todos los vecinos la fisgoneaban, curioseaban y la seguían. ¡Cuanto hubieran querido preguntarle algo…! obtener una pista, un dato que les revelara el secreto. Ese secreto imaginario y despiadado que ellos habían entretejido en sus mentes perversas e insanas. Hacían reuniones y conversatorios y, como por arte de magia, surgía siempre el nombre de la grácil figura. Era ella el punto inicial para el debate y cuando se referían al “fugitivo” don Pedro, lo hacían como el “difunto” o el “muertico”, porque también llegaron a sospechar que Andreína lo hubiera asesinado y que una vez “despachado” lo había enterrado en los mismos predios de la casa. Ya que nunca le abrían las puertas ni a sus más cercanos vecinos. Casimira Miralejos dijo en la candente asamblea comunitaria que había sentido unos ruidos extraños a la media noche y Cesario Palmarejo aseguró haber visto un movimiento de tierra recién removida y hasta una pala abandonada en el sector. Crearon pánico en la urbanización “La Felonía”, a tal punto que se persignaban al pasar por el lugar. La conserje, una señora cuasi-obesa, alzaba la voz chillona y destemplada y se refería a don Pedro como el “viejo”. Ésta tenía el acento de una cachaca colombiana. Los deslenguados |

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Los dimes y diretes se repetían con afilados argumentos y llegaron a tal punto que contrataron una empresa para que se ocupara de ventilar e investigar el misterioso caso. Mientras el tiempo pasaba, ya la pequeña Marisol asistía al Colegio de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad, el mejor dotado de la ciudad, por ser bilingüe, y también el más caro. La madre de la niña la llevaba y traía en una descapotada limosina color púrpura. A medida que Marisol crecía como una linda adolescente, los deslenguados vecinos daban rienda suelta a las mordaces y hasta obscenas palabras hacia su progenitora. Los múltiples comentarios no se hacían esperar: mira, le decía Crispín Agudo a su mujer: - ¿no le has visto las argollas?, son de oro macizo, seguro que es producto del contrabando. ¿Y el brazalete mijo? Del lavado de dólares o del narcotráfico. Le contestaba eufórica Casta Vergara. “A mí -decía Doña Eugenia Guarecuco, una señora no de la tercera edad sino de la quinta- a mí, esa mocosa con cara de angelito, no me engaña. Debe ser una diabla”. “Jajajaja -reía estrepitosamente Rafucho, el hijo de Gregoria Cedeño, de la casa 13-C- así mismito me la imagino en la cama y hasta orgasmos he tenido”, decía con desparpajo el ramplón adolescente. También Rufina, la hija de Susana Martínez, de la 12-B, contó haberla visto en la peluquería exigiendo que le hicieran un moño alto que le recogiera su larga cabellera, como si fuera toda una dama. Según el vecindario, Andreína era vista en todas partes: en el cine, en las arenosas playas de un litoral costeño, en un baile de beneficencia, repartiendo 20 | Lengua de trapo


juguetes, o en el orfelinato El Buen Pastor donando ropa. Hasta en un lujoso yate las habían visto, con el propietario de varias embarcaciones de turismo, a la bella Andreína y a su hija adolescente, que se espigaba, cual retrato y reflejo de la madre. No había sitio ni lugar en el cual Andreína Martinella no hubiera estado. Los comentarios se repetían sin cesar por meses y años, y estos reflejaban la crueldad y bajeza de la condición humana. Odio, ira, celos, codicia, envidia, calumnia y todos los demás gusanillos de la maldad. Era, pues, la curiosidad empedernida y la desatada imaginación que se deslizaban en sus mentes como una barcaza a punto de naufragar, yéndose a pique en un mar sin fondo. Y llegó el momento crucial. El conocido y prestigioso Club Ítalo-Venezolano publicó invitaciones especiales a sus miembros en la prensa local anunciando el Gran Baile de Gala de la quinceañera Marisol Paoliny Carvajalino, y la boda de Andreína Martinella Carvajalino Lizarraga con el arquitecto Renzo Paoliny Gonella. Amigo lector, el resultado de este insólito caso es el siguiente: Don Pedro Carvajalino Molinari, el mismísimo tildado de “desaparecido”, “muertico”, asesinado, “viejo” y “cachón”, es el señor elegantemente trajeado de esmoquin, quien saca a bailar a su nieta Marisol, que con toda parsimonia y elegancia sigue los pasos del abuelo en el vals tradicional el “Danubio azul”. La bella Andreína, elegantemente trajeada de velo y corona, luce sentada en el centro de la frugal Los deslenguados |

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mesa y une sus manos con las del joven arquitecto Renzo Paoliny Gonella, quien con amor apasionado la mira a los ojos colocándole un bello anillo matrimonial. Este caballero es el progenitor de Marisol, que en un arrebato adolescente de su “primer amor” había dejado embarazada a Andreína, quien había quedado huérfana de madre. La adolescente se había refugiado en los brazos de Renzo para mitigar el dolor que le dejara la orfandad. Don Pedro recién había enviudado de Martinella Lizarraga, la madre de Andreína. Para hacer valer el honor de la familia arregló amistosamente con sus paisanos Paoliny Gonella, que en vista de lo sucedido enviarían a Renzo a Italia a estudiar arquitectura, y que al graduarse regresaría a Venezuela y se casarían. Pero, como todo en este mundo, suceden cosas impredecibles, estalló la guerra en Europa y este caballero tardó el doble del tiempo en graduarse. Al regresar a su país cumpliría con la promesa, pues la palabra empeñada entre sicilianos es punto de honor. Mientras ocurrían los episodios anteriores, Don Pedro también viajó a Italia para rescatar los bienes heredados de la sucesión Carvajalino Molinari. Y es por ello que había desaparecido dejando a su joven hija al cuido de una nana, para que la protegiera. Les enviaba dinero para que vivieran sin privaciones mientras él regresaba. El vecindario y sus respectivos deslenguados no salían de su asombro y estupor al enterarse, por la prensa, de las invitaciones y de la llegada a la casa de Don Pedro, familiares y amigos. 22 | Lengua de trapo


El fiestón los dejó sin habla. A la conserje, Concha Restrepo, le dió un infarto al miocardio. Ninfa Valbuena, Reina Mazuca y Amador Santaella fueron demandados por una suma millonaria producto de las pesquisas, el seguimiento y las investigaciones continuadas de la agencia detectivesca que habían contratado. La peluquería del vecindario fue cerrada hasta nuevo aviso pues a la dueña, Candela Montaño, le dió el mal de Parquinson. Rafucho, el ramplón adolescente, descubrió su verdadera identidad y regenta ahora un bar gay en un suburbio de la ciudad. El resto de los vecinos arrepentidos se convirtieron al evangelio y andan por las barriadas repartiendo la biblia y la palabra de puerta en puerta. Así son las cosas. A esta narradora de oficio y fabuladora no le queda otra que contener un ataque de risa que le da leer el resultado de este insólito rompecabezas y trabalenguas, no solo de los nombres y de los apellidos sino de la “falacia” de los DESLENGUADOS de oficio. ¡Hasta la próxima!

Nota: No me hago responsable de las similitudes (con quien o que) de los nombres de los personajes de este relato, por ser éste producto de la imaginación deslenguada de la autora.

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Mi hobby: Las piedras Las personas coleccionan cosas increíbles: rosarios, cajas de fósforos, barajas, muñecas, porcelanas, sombreros, cubiertos, zapatos viejos y pare de contar. Cosas de poco o de gran valor. Yo, en cambio, colecciono piedras. Sí, piedras de todos los tamaños y de diverso colorido. Las consigo fácilmente, al caminar por la calle, en el solar de mi casa, en el jardín del vecino, en la playa, en el parque, en la sabana, en el río, en la montaña. En cualquier parte. Las miro, las toco, las recojo y las llevo conmigo. En todas partes donde voy las consigo, y a veces al transitar por el mundo en mis viajes, las contemplo en ese ir y venir de lugares y caminos. Las veo con respeto y afecto, siento también que me agradecen el gesto. Se tropiezan con mis pies, me saludan. Las oigo reír y hasta murmurar, llorar, cantar y gritar. Amigos lectores, al decir estas cosas ustedes deben estar pensando que el sentido de la razón no es mi asesor y que la piedra angular debe haberse instala24 | Lengua de trapo


do en mi “chaveta”. Respeto opiniones, pero déjenme decirles que sí hay personas quienes interpretan y comprenden estas cosas, y por ende le dan gran importancia a lo que a simple vista pareciera insólito. Cito, a manera de ejemplo, la obra del profesor Camilo Morón “Piedras vivas de Falcón”, cuyas investigaciones se realizaron en el departamento de antropología y sociología de la Universidad de los Andes, en 2007 y fue reproducida en 2008. Dice el investigador: “Se ven piedras en las que soplan los vientos, que de pronto empiezan a moverse o a suspirar, a sonar como una mandolina. La gente viene a verlas desde muy lejos”. Me atrevo también a citar al profesor Jairo Portillo, persona sencilla por naturaleza y sensiblemente humano. El profesor Portillo y yo tenemos ciertas similitudes. Él siempre encuentra lo que busca o, al contrario, siempre le llega lo que no anda buscando. Sentir estas cosas y expresarlo en pensamientos es como un auricular silente, que imprime palabras en el alba, en cada gesto, en cada mirada, sin ruidos, sin aspavientos, en el más sagrado momento: el silencio; así lo percibió el profesor Portillo en el relato breve “Las artesanas del silencio”, en el que describe cosas fabulosas. Hay cosas difíciles de comprender que uno presiente y siente. He allí donde están las similitudes, al cruzarse este relato con mi hobby y la importancia que le doy a las cosas silentes de la naturaleza. A las piedras las muevo a mi antojo o las dejo en el sitio de origen. A veces me devuelvo en el Mi hobby: Las piedras |

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camino y siento que me reciben con alegría. También hay las que lloran. Cierta vez observé que una cuidaba la morada de un angelito recientemente fallecido. Eran visibles las huellas de sus padres, los peluches y juguetes que estos le habían colocado en la tierra recién removida. Ella –la piedra– estaba allí, humedecida en su propio llanto. Rumorean las mismas entre sí, como si fueran lenguajes de países lejanos o quinceañeras adolescentes. Cuando el viento sopla con fuerza se ríen a carcajadas. La tumba de Jesús, Nuestro Señor, fue protegida por una enorme piedra que, precisamente, fue removida de manera misteriosa el tercer día glorioso de su resurrección, para sorpresa de la humanidad. Las tablas de Moisés fueron escritas en piedra: allí están los 10 mandamientos por los cuales se rige la religión católica. Los petroglifos fueron los primeros libros de lectura de la humanidad y sirvieron a los pintores, escultores, poetas y escritores para trasmitir el arte milenario en la más pura de sus concepciones. Y ¿qué me dicen de los exaltados de la época? Que les sirvió de grafitti para dar a conocer a las futuras generaciones sus opiniones y objeciones. Los aborígenes las utilizaron en todas sus formas: en sus moradas, en las batallas, en la labranza, en la caza, en la pesca y en los utensilios caseros.También las hay con “poderes” y hay quienes las utilizan para controlar los impulsos según el signo característico y la fecha de naci26 | Lengua de trapo


miento. Las hay“milagrosas”, las cuales pueden sustituir algún medicamento. Sirven para construir casas, edificios, puentes, carreteras y murallas impenetrables. También sirven de metáfora: “tienes un corazón de piedra, una piedra en el zapato, me sacó la piedra, cuando el río suena, piedras trae”. Son numerosas las expresiones. Usted, al igual que yo, ama las piedras, basta ver en sus manos una amatista, una esmeralda y hasta un aquilatado brillante de cuatro puntos. Las gemas preciosas las exhibe su santidad El Papa, con toda solemnidad, en los actos religiosos del Vaticano. Y ¿qué hay de los reinados imperiales?, quienes las llevan coronando sus cabezas para orgullo de casta y humillación de su séquito. Como les dije antes, las piedras hablan, lloran, ríen a carcajadas y gritan “libertad”. Allí les mando una, dos, tres, y aguántenlas que son de una demente escribidora. Estas piedras son invisibles, no hacen daño alguno, sólo que son escritas para el relato de hoy.

Mi hobby: Las piedras |

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Usted es

la 491

—¡Que pase la siguiente! –grita con voz fuerte el guardia nacional–. Ponga el brazo derecho. Usted es la 491. Ponga el otro. Es el sello del penal. Éste queda impreso en varios brazos. —¿A quién va a visitar? —A un nieto señor. —¿Qué edad tiene usted? —76, señor. —Deje su cédula en el mostrador y siga, siga rápido para que la requisen. Una gendarme femenina, fuerte y de voz ronca y porte rudo, nos detiene y al instante dice: —Pónganse de cuatro en cuatro, en fila. Métanse en el cuartico, quítense los zapatos. ¡Silencio! ¿No escuchan? Quítense los pantalones, las blusas, el sostén y las pantaletas. En pelota, dije. ¿No escucha?– dijo dirigiéndose a mí. El blúmer,¿o es que no entiende? Nosotros seguimos el reglamento del penal, ¿OK? Dese vuelta contra la pared. Una, dos, tres, cuatro, flexionen. Ahora de frente, una, dos, tres, cuatro, flexionen. 28 | Lengua de trapo


Así repitió el ejercicio seis veces seguidas. —Creo que me está bajando la tensión –pienso para mis adentros–. Siento un sudor frío que recorre mi cuerpo desnudo. Estoy agotada y deprimida. Es la primera vez en mi vida que visito un penal. Me encuentro en la mismísima cárcel de Uribana. —¡Vístase rápido!Fuera, de cuatro en cuatro – grita la mujerona–. Y en fila india. Por el susto y el apuro me puse la blusa al revés. Una vez en el pasillo nos abordan cuatro guardias más (uno por cada fila de cuatro). Nos apuntan con sus metralletas, casi apunto de disparar. Uno de ellos, con voz de mando grita a todo pulmón: —Coloquen las bolsas en el mesón. Es la requisa de rigor. ¿Qué trae usted ahí, viejita? ¿Ah? —Harina pan, caraotas, pasta, una almohada, unas cholas, una mano de cambures y galletas, señor. —¿Una almohada, dijo? Hay que abrirla. Y tomando una navaja pico e´ loro la abrió. Por supuesto que saltó el plumero y las carcajadas no se hicieron esperar. —Que la cosa el reo –me dijo– Pues si uno se descuida arde Troya… ¿Y en la bolsita qué trae? —Sal molida, azúcar y aceite. —¿Cuántos cobres llevas? —250, señor. Se me acerca al oído y hablándome pasito me dice: —Pásame los verdes, disimulado, ¿OK? Aquí hay que dejar propinas, tú sabes. Yo estaba anonadada, la cabeza me daba vueltas pero había que sobreponerse. Usted es la 491 |

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—Abra paso y siga –me decía el guardia–. Siga pues, por ese pasillo largo que los penados o recluso llaman el corredor. Aquí se abre una reja muy alta, mejor dicho, como una compuerta que tiene un letrero incandescente que dice:“PeligroAlto Voltaje”. Así queda dividida la Guardia Nacional de este otro submundo que es el corredor. Allí se divisan carpas, mantas, ropa colgada en cuerdas, y en donde muchos seres te salen al paso. —¿Le llevo la bolsa? ¿Le cargo los coroticos? ¿Y ese equipaje es pa´ quién? ¿Cómo se llama el preso? A ver si yo lo conozco. ¿Es nuevo o es veterano? No tenga desconfianza…aquí somos una misma familia. Mire madrecita, yo soy el que más sabe aquí, tengo 28 añitos y llevo 10 en el cajón, o sea en el claustro, ¿qué le parece? Aquí todos tienen un apodo, y es así como nos conocemos. A mí me dicen el jefe. A la orden- me dice, haciendo una reverencia con la cabeza agachada-. Écheme esa bendición. Lo bendije, naturalmente, y ví en sus mejillas dos gruesas lágrimas. Se alejó renqueando un pie. Casi sin excepción los presos llevan de manera obligada en la mano un punzón, o eso que ellos llaman chuzos, y que para defenderse de las “culebras” o de los malandros. En fracciones de segundo todo se transforma, miradas que traspasan el alma, al igual que el chuzo que llevan en la mano cual filo de medianoche y como escudo para uso de defensa personal. 30 | Lengua de trapo


Uno va entrando en pánico en ese submundo que te intimida, que te infunde terror, que produce miedo, fatiga, qué sé yo. Al fin llegué al “refugio”, donde vive mi nieto, a quien apodaron “Caracas” porqué y que venía de la capital. Lo diviso a lo lejos. Al igual que los demás trae un chuzo en la mano derecha. Siento un ligero temblor, creo que me puedo desmayar. Me distrae por momentos con su sonrisa de adolescente y me dice: —Tata, esto lo compré con los 200 bolívares que me enviaste la semana pasada. Vamos a mi casame dice abrazándome, con esa mirada distante del que ha dejado algo atrás, esa lejanía que se esfumó en tan poco tiempo de vida. Primera entrada por consumo y tenencia de drogas. Entramos al cuartico. Tiene cuatro literas hechas de cabilla y cemento, tan frías como lozas de cementerio. Allí comparten los cuatro compañeros de celda. Las paredes son virtuales, pues están divididas con sábanas colgantes. Estas separan los ambientes que son privados. Allí puedes recibir a tu familia o hacer el amor con tu pareja. Es código de honor respetar la privacidad (de vida o muerte), la familia es sagrada. A mi nieto lo cuidan “los guardianes”, un equipo que monta guardia, entre los panas, para que no lo sorprendan con alguna emboscada, Así mismo comparten la comida, los cigarros y las drogas. Éstas son pasadas por los mismos Guardias Nacionales, que también los hay, inescrupulosos y delincuentes de oficio. Usted es la 491 |

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En un rincón del citado “refugio” existe una poceta colectiva. También comparten una mini cocina elaborada artesanalmente con barro del patio del penal. Con camaradería y compañerismo usan una olla oxidada donde hacen sopas o caraotas, un sartén sin mango, unos platos de peltre desconchado y un budare de hierro donde hacen las arepas. No están permitidos los cubiertos. Usan cucharas de palo. Cuando cae algún cubierto lo utilizan para hacer los chuzos que es el armamento particular. El que come es porque paga, allí todo es vendido: la llamada clandestina del celular, la cajeta de cigarrillos, el agua, el café, la colchoneta, que alquilan para hacer el amor con la pareja, los chuzos, las películas porno y pare de contar. Todo cuesta una fortuna y, la mayor parte de ella, una vida más que cobra el destino. El que no cumple con los códigos de honor es hombre que paga con la vida, ésta te la cobran dentro o fuera del penal. Es un hecho o promesa, eso lo denominan una “culebra” o un ajuste de cuentas”. Mi nieto me contó que en la cama litera que estaba usando, un día antes de que él ingresara al penal, habían acribillado a un reo por la suma de 2000 bolívares fuertes. Como dice la canción, “la vida no vale nada”. El corazón, ahora sí, se me frunció de veras, y muchas horas después lo sentía arrugadito, pues a intervalos me dejaba de latir. Al salir de la visita del “refugio”, me topé con un hombre canoso, pisaba algunos 50 y tantos años. 32 | Lengua de trapo


Podría decirse que era una persona “respetable”. Tomada de su brazo izquierdo llevaba con gallardía y hasta con orgullo a quien –supongo- era su esposa, y en la mano derecha blandía reluciente una pistola calibre 38. Este caballero me murmuró quedo en el oído: —No tema, es usted toda una dama. Vaya delante de mí sin miedo alguno, que yo mientras dure la visita la protejo. Ese gesto me hizo ver la realidad. No sé cómo se libra una batalla entre reclusos, en un penal de cualquier parte del país, pero estaba profundamente impresionada. Estas personas se dividen en bandas y las comanda un líder” al igual que los partidos políticos. El líder es el más guapetón del grupo y sus “guardaespaldas” son los guardianes que, a su vez,“cantan la zona”. Estos se pasean entre carpa y carpa por cada uno de los refugios, con sus rostros hostiles, desconfiados, y con el chuzo entre las manos te despiden hasta la próxima visita. Salí de “la máxima”, así le dicen los reclusos, corriendo y volteando para todos lados por el largo corredor. —Que pase la 491 –grita un guardia–. Recogí, temblándome las manos, mi cédula de identidad. A la salida respiré profundamente y sentí cuán importante es la libertad plena. Reflexiono: salí de un infierno, ¡cuántos seres, cuánta pobreza humana, cuánta escasez mental!. No hay palabras para definir debilidades ajenas. Sólo me traje la sonrisa ingenua de mi nieto casi Usted es la 491 |

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adolescente. Despavorida eché a correr calle abajo y volteé a ver si alguien me perseguía. Tuve miedo, solo alcancé a ver de lejos la“turba” que, con los chuzos en el aire, se reía a carcajadas burlándose de mí. Heme aquí, la visitante 491.

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Atraco al mediodía Hace su entrada al banco el gerente, con su traje azul, la corbata muy bien anudada, el reloj y la sortija haciendo juego con el estilógrafo de oro. Luce impecable. En la mesa ejecutiva hay un cenicero, reluciente, tan grande como un pírex de cristal. Desde su escritorio observa a todo el que va entrando o saliendo. Es ese enjambre humano que hace cola al frente de las taquillas. Los empleados con gran pericia y premura cuentan y apilan los billetes en serie. Revisan los dólares y las chequeras de los clientes. Los parroquianos entran y salen a depositar sus reales o retirar sus ahorros. En diferentes filas se acomodan los clientes: la señora gorda, emperifollada con su collar de perlas y brazalete de oro. La rubia encenizada con una cinturita de avispa. La cuarentona que viste de negro rígido por duelo reciente del marido. Viene a informarse cuanto le dejó el difunto. El miope con sus gafas de carey que sostiene en sus manos el portafolio de cuero. El magnate pelirrojo que viene con Atraco al mediodía |

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un sobre de manila a depositar la ganancia que le generó el negocio automotriz. En la garita, el almidonado policía enfrascado en la lectura de la última novela de Corin Tellado, “La vida no vale nada”. Aire acondicionado, alfombras rojas y mobiliario gris plomo entonan con la decoración del recinto. Cada quien en su lugar. La música clásica se deja oír plácidamente por los parlantes. —¡Manos arriba, esto es un atraco. Al suelo, carajo! Irrumpen repentinamente el “flaco”, el “tostao”, “cara e´ piedra” y “boca sucia”. —Al suelo todos. Tú, tú y tú –dicen señalando a unos cuantos–. ¡Al suelo dije, coño! Abre la caja, maricón. Rápido o te quiebro. Esto es un “quieto”. Mira, pana qué tetas –dice– “boca sucia”. —Compinche no se detenga en pendejadas, enciérrelos, enciérrelos a todos –le comenta– “cara e´piedra”. Rápido, al baño. A las mujeres, que son tan gritonas. —Nos pusimos a valer. 500 millones –grita– “el tostao”. Tíralos en la bolsa, pana. —Vámonos, vámonos… –dice el “Flaco” – quien sacando un revólver echa varios tiros. Los malandros huyen despavoridos con el botín en sus respectivas motos de gran cilindrada. Al unísono se oyen los gritos histéricos de las mujeres y las alarmas del recinto bancario. El vigilante estiradito quedó en el sitio. El cajero principal se ponchó y el gerente lucía una marca de orine en sus impecables pantalones. 36 | Lengua de trapo


Perplejidades Camino por las laderas de una enigmática montaña. Me acompaña, como siempre, mi simpática mula “Perpleja”. Le puse ese nombre porque, al igual que yo, se para de repente y se queda perpleja, contemplando los grandes árboles, el cielo azul, el serpenteante río que baja de la montaña o el abismo. A fin de cuentas, es tan despintada y romántica como yo. Esa es la dualidad. A veces la observo mirando a distancia, pareciera separar lo irreal de la realidad. A mí me pasa lo mismo, cuando en fracciones de segundo captó lo profundo e insondable, y la inmensidad de la naturaleza. Es en esos momentos que siento una inexplicable felicidad. Los que me conocen dicen que soy bohemio. Ando con mi morral a cuestas como anda “Perpleja” conmigo. Ella ha comprendido que soy un andariego. Se para a contemplar el paisaje mientras yo escribo mis notas en un cuadernillo. A veces cuando llueve entono coplas que se las lleva el viento, en cambio “Perpleja” rebuzna y el Perplejidades |

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resoplido es lejano, remoto, retumba como campanadas de una iglesia rural que también se las lleva el viento. Pienso que perpleja es también romántica y fabuladora como yo. Cuando entra en esos momentos de perplejidad he llegado a pensar que ella sabe de sus antepasados y que también marcaron parte de la historia de la humanidad. Me refiero a José de Nazaret y a la angelical María, huyendo hacia el desierto para salvar al niño recién nacido, de una muerte decretada por el entonces rey Herodes. En los brazos de la joven madre y en “ancas” de una mula como Perpleja se salvó el padre de la humanidad. José, el carpintero, venía contemplando el paisaje lleno de felicidad. Pienso que Perpleja es muy importante y yo sigo de andariego escribiendo perplejidades.

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El analfabeto aprendió el abecedario Narrativa, tipo glosa, sobre un campesino del medio rural

Me llamo Gimeno Recao. Le pregunté a má el por qué me puso ese nombre, y después de una sonora carcajada me dijo: —Mire mijo, ya que saliste preguntón y terco por demás, te lo voy a responder con la más pura verdad. Aunque te diera la teta las 24 horas del día y toda la madrugada, tú seguías gime que gime y nada te saciaba. Cuando comenzaste a hablar a todo le decías que no. Cuando me preguntaron en la jefatura ¿qué nombre lleva su niño? Sin pensarlo dos veces dije: Gime-no. Me quedé callado y por respeto a la decisión de mi madre, nunca más pregunté. Pá es campesino y má es campurusa. Y yo, Gimeno Recao, soy analfabeto. Siempre he soñado con saber y aprender, unir las letras, fabricar palabras, además soy el coplero de la sábana, me la paso cantando. El analfabeto aprendió el abecedario |

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Aquí, a mi querido terruño, llegó una propaganda de una famosa cartilla “Yo sí puedo”, pero para conseguirla tengo que ir muy lejos, hasta la capital. Terco, al fin, como me dice má, me he propuesto ser letrado. Voy como el correcaminos, unas veces corriendo, otras caminando. Para empezar la cosa o mejor dicho el cuento, que no es más que una glosa para salir del momento. Como andariego que soy, voy de aquí pa´ allá, a ver si consigo llegar. Mi poblado se llama El Chamizal, en donde vi la luz del sol por primera vez; pero hay que ver lo que hay que andar para llegar hasta aquí. Un vecino y baquiano del lugar, Eulogio Castejón trajo al rancho una “bola” y mostrándola me dijo: —Gimeno, esto se llama mapamundi, aquí hay mares, ríos, montañas y grandes países. También pequeñas ciudades y pueblos. Y este puntico negro es nuestro lugar. Quedé sumamente sorprendido y como dice má, terco y curioso por demás, sin tregua ni pérdida de tiempo al siguiente día, muy temprano en la mañana, ensillé a Desidia, mi mula, y salí a aventurar. Oí una vez a alguien decir:“caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Si mal no recuerdo, supe después que eran frases de un poeta español muy importante cuyo nombre es Antonio Machado. Aquí tampoco existen carreteras y hay que hacer “trochas” a punta e´ machete para poder avanzar y si ustedes me acompañan llegaremos más allá. 40 | Lengua de trapo


Con el machete amolao abriremos una trocha que nos abrirá el paso y salir al otro lao. Pasaremos por Ruta Hermosa, que es una bella pradera, allá encontraremos la calma que tanto hemos buscado entre árboles frondosos y senderos encantados. Paso a paso hemos llegado a Soledad, a dónde vamos a acampar. Se puso negra la noche y hay gran oscuridad, de pronto se asomó la luna y el entrecejo frunció. Sería que nos vió pendejos, que así como salió de repente así mismo se escondió. Muy temprano en la mañana continuamos con la marcha, pasamos Sabana Larga, Pueblo Nuevo y El Trigal. Una descansadita y vamos a continuar. A lo lejos divisamos una hermosa serranía que al hablar retumba el eco en su más puras entrañas. La llaman El Troncal, a un lado de la misma hay un hermosísimo lago con pececitos dorados y piedrecitas de nácar. El agua es transparente como un bello cristal. Nos bañamos un buen rato para disipar la fatiga, por algo lo llaman el paraíso terrenal. Poco a poco avanzamos por el filo de un barranco cuyo nombre es El Tropezón, porque si uno se descuida a Hoyo Negro parará. Ay, ay, ay, amigos, al desbancadero va a dar. Ánimo, acompañantes viajeros, que ya estamos por llegar, hemos trazado senderos en busca de la cartilla para saber y aprender. A lo lejos divisamos El Buco, en plena montaña que en cascadas fabulosas caen torrentes de agua. Nos espera Río Sagrado para invitarnos a pescar y es la famosa cachama que vamos todos a almorzar. El analfabeto aprendió el abecedario |

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Descansaremos un rato para luego continuar hasta el caserío cercano que se llama El Topochal. Allí vive Dulce Rosa que es mi enamorá. Siempre me espera ansiosa por mi palabra empeñá, para que este servidor la lleve pronto al altar. Por fin hemos llegado a la mitad del camino. Se hizo larga la noche con arpa cuatro y maracas a bailar todos se ha dicho y a estrenar las alpargatas. Cada quien con su pareja, alegres y emparrandaos, zapateando a la llanera y tomando cocuy en tapara. En hamacas de Tintorero vamos todos a dormir. La luna nos mira fijo, como diciendo “muchachos, duermánse ya, carajo, que el trasnocho es para rato”. Con el cantar de gallos amaneció más temprano. Dulce Rosa nos brindó el guayoyo recién colado, acompañado de un sancocho y arepas de maíz pelao. Las ha hecho en el fogón de barro que ella misma ha preparao. Muy alegres y recuperados nos despedimos para seguir avanzando. Pasamos El Portalón agachados hasta La Cueva del Indio, en donde nos refugiamos de un iracundo aguacero que se desató al llegar. Ya escampó, gracias a Dios, pasaremos por El Cañaveral, en donde muelen la caña de azúcar que va pa´ la capital. La finca es de un árabe que se vino a emigrar y le puso Siria Hermosa para su tierra honrar. Divisamos un camino y para poderlo pasar saltamos la cerca de alambre y hasta El Potrero llegar. Éste es del alcalde del pueblo, Don Fausto Avellanar, y dice un letrero:“Finca particular”. 42 | Lengua de trapo


Por un camino de tierra llegamos a Platanal, esta es una parada obligada, pues allí vive mi padrino, Juan Tomás, a quien le besaré la mano y la bendición me dará. Pasaremos Loma Negra, que es la cima más alta que se ha visto en el lugar. Aquí corcovea Desidia que se niega a continuar. Falta poco: Paso Real y El Mirandero, y por fin la capital. Llegamos a la Casa del Pueblo, allí fuimos atendidos y no nos podemos quejar, nos dieron alojamiento, comida y entrenamiento para poder estudiar. Ha valido la pena, para este logro alcanzar. He de despedirme, amigos, pues tengo que regresar a mi querido terruño, que es mi natal Chamizal. Me impresionó Caracas, no lo puedo ocultar, pero debo regresar para poder contar las peripecias del viaje a todos mis coterráneos, pues esta es la tierra que siempre ha sido mi hogar. Campesino no se acostumbra en una gran ciudad. Pá y má me reciben y todos están curiosos de este largo viaje que hemos realizado. Les confieso que fui en busca del librito ese que el compadre Don Cipriano me recomendó comprar. Se llama “Yo sí puedo” 29 letras tiene, que te enseñan de verdad, y aunque dicen por ahí que loro viejo no aprende a hablar, yo, les diré señores, que lo voy a practicar.y aunque no naiden me lo crea, con la a voy a empezar. Amor es lo primero Bien hay que tener presente Capacidad ante todo Chanchullos no hay que contar El analfabeto aprendió el abecedario |

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Dando de sí lo mejor Esforzándote obtendrás Fortaleza suficiente Ganándote ese placer. Haciendo de ti lo bueno Imaginando por demás Juntando letra por letra Kilométricas del saber Luciendo muy ufanos Llamativas medallas Montadas en oro y plata Navegando por los mares Ñongo de felicidad Organizando eventos Para a todos ayudar Quien quiera que lo desee Requiera conocimiento Satisfaciendo a todos Triunfarán les aseguro Uniendo las 29 letras. Venciendo el analfabeto William, Pedro y Susana Ximena, Leonor y Raquel Ya todos aprendimos a leer Zapateando en alpargata un joropo llanero. Aprendí a leer y escribir en tan sólo una semana. Me compré un loro viejo que repite muy temprano lo mismo que yo aprendí, y ya todos en La Sabana aprendimos la lección, con sólo oír al loro repetir letra por letra, uniendo cada frase de la cartilla cubana. 44 | Lengua de trapo


Me casé con Dulce Rosa, tenemos dos niños, la mayor se llama Alfa y el menor se llama Beto, que uniendo las dos palabras son mi querido alfabeto. Nota: se ofrece un premio a quien recuerde los nombres más importantes de este relato, con el único fin de agilizar la memoria Nombres: Gimeno Recao: el protagonista Pá y má: los progenitores Correcaminos: pajarraco que camina rápido y vuela a la vez El Chamizal: sitio de origen Eulogio Castejón: el que mostró el mapamundi Mapamundi: superficie de la tierra Desidia: la mula. Antonio Machado: poeta español Ruta Hermosa: bella pradera Soledad: sitio donde se acampó Luna: satélite que gira alrededor del planeta Sabana Larga: parte de la ruta Pueblo Nuevo: parte de la ruta El Trigal: parte de la ruta El Troncal: lago El Tropezón: despeñadero Hoyo Negro: desbancadero La Cartilla: método de alfabetización El Buco: montaña Río Sagrado: sitio de pesca El analfabeto aprendió el abecedario |

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Cachama: pez de agua dulce El Topochal: lugar donde vive la novia Dulce Rosa: la novia Arpa: instrumento musical Cuatro: instrumento folklórico de cuatro cuerdas Maracas: instrumento musical que suena al agitarlo Tapara: recipiente para albergar líquidos Hamaca: tejido que sirve de cama Tintorero: poblado típico artesanal del estado Lara Fogón: donde se hace fuego para cocinar. Portalón: sitio de refugio Cueva del Indio: sitio de refugio Cañaveral: molienda de caña Siria Hermosa: finca del árabe El Potrero: hacienda del alcalde Alcalde: persona que preside el ayuntamiento. Fausto Avellanar: nombre del alcalde El Platanal: donde vive el padrino Juan Tomás: el padrino Loma Negra: la cima más alta del lugar Paso Real y El Mirandero: sitios del estado Miranda Casa del pueblo: donde se aloja a los campesinos que van a aprender Caracas: la capital de la República Don Cipriano: el consejero Yo sí puedo: cartilla cubana Loro viejo: el que repite lo que oye

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Nota: Esta narrativa, tipo glosa, cuya característica está basada en el típico personaje de estilo rural, campesino criollo, natural, que siendo analfabeto percibe la necesidad de querer saber y aprender, y cuya tenacidad y esfuerzo lo lleva a realizar una larga travesía para conseguir la cartilla “Yo sí puedo”, desde su pueblo natal hacia la capital, nos demuestra, además, la solidaridad del pueblo cubano, cuyos hermano nos ofrecieron la oportunidad de transmitir conocimientos del saber entre unos y otros. Las palabras inconclusas en el lenguaje del protagonista nos muestran el hablar típico del campesino venezolano. Vaya ésta, mi dedicatoria, a la labor de la misión Robinson y a todas aquellas personas que por diferentes motivos desean alcanzar sus metas y no las han podido culminar. Les digo que sí se puede, con fe y perseverancia. El ofrecimiento del premio es a quienes habiendo leído este relato, recuerden los nombres más importantes utilizados en el mismo, con el fin de agilizar la memoria. La autora

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Cuenta mi compiche Como te venía contando amiga, me casé en segundas nupcias teniendo a mis espaldas medio cupón de vida (50 años). Sheila fue la escogida, mujer agraciada que apenas dos años atrás había dejado la adolescencia. Me enamoré perdidamente de su carácter alegre, amistoso, de su frescura y coquetería. Fue un breve romance que se convirtió en marido y mujer y, ¡ hasta que la muerte nos separe! De esa unión llegaron, una detrás de otra, dos hermosas niñas: Mariana y Clarita, que son mis ojos. Era yo quien hacía el mercado, pagaba las facturas de los servicios, y en el dulce hogar no faltaba absolutamente nada. Soy profesional y gano suficiente para mantener a mi familia y satisfacer sus necesidades. Tenemos casa propia, un lindo departamento en la playa, dos acciones en clubes sociales, una grand cherokee y un automóvil de paseo. Los fines de semana alternamos a veces en la playa, a bordo del monísimo yate “Mi pasión”, nos vamos de pesca entre los caños y manglares. Otras veces nos llegamos hasta Sanare, donde el 48 | Lengua de trapo


frío nos hace acurrucar en una hamaca de Tintorero. Allí tenemos varios caballos de paso y unas cuantas novillas. Las niñas se divierten comiendo cerezas y duraznos. También tomamos leche recién ordeñada. Mi hogar es confortable, tiene una elegantísima piscina, con duchas y trampolín, parrilleras y un salón de baile incluido. Me sentía rejuvenecido y feliz con Sheila y mis dos tesoros. Hoy me levanté para ir a mi oficina, con la misma rutina de dirigirme al trabajo, donde me espera una clientela que atiendo en el bufete. Sin hacer ruido para no despertar a mi mujer, levanté a las niñas y después de preparar el desayuno, esperé el transporte escolar que las recogiera para llevarlas al colegio (están semi internas). Cuando volví al atardecer Sheila no estaba en casa. Lo atribuí a que ella a veces salía a caminar, otras iba a un gimnasio o a hacer alguna compras. Llegaron las niñas del colegio, hicieron las tareas y les serví la cena. Fueron pasando las horas y las niñas me preguntaban por su mamá. No podía responderles pues yo no sabía que pasaba. Me puse a leer el periódico, esperaba que llegara pronto y comencé a ponerme nervioso. Esperamos frente al televisor que, de repente, se abriera la reja del garaje, pero nada, pasaron las horas y al acompañar a acostar a las niñas entré al cuarto matrimonial y para mi sorpresa todo estaba revuelto. Los closets con las puertas abiertas,totalmente vacíos; las gavetas y todos los enseres y la ropa de ella Cuenta mi compinche |

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no estaban. La cabeza me daba vueltas, no salía de mi estupor. Definitivamente se había ido. Al descuido, revisando las cosas, me encontré con su celular (se le había olvidado, quizá en la carrera del último momento). Lo tomé tembloroso en mis manos, era la primera vez que yo curioseaba sus pertenencias. Lo encendí y escuché estupefacto todos y cada uno de los mensajes: “te amo”, “te necesito, mi reina”, “ven pronto, te espero… sí, allí donde siempre nos vemos”, “ok, mi amor, espérame en el C. C del oeste”, “no te preocupes mi cielo” (se oía la voz dulce y melodiosa de Sheila) ya lo decidí, todo por tu amor. Déjame decirte que ya el viejo se fue para el trabajo. Él se encargará de sus retoños, no tengo miedo, lo demás lo resuelvo yo. Mua, mua, mua. Ya me cansé de esta rutina, estoy demasiado joven para perder más tiempo, además estoy segura de que a las niñas no les faltará nada(el viejo se desvive por ellas). Espérame mi rey…Mua, mua, mua”. La vista se me nubló por momentos, el corazón me latía apresuradamente, me vi en el espejo, más viejo, encorvado, canoso, avejentado, sin fuerzas y acorralado. Eran 16 años de vida matrimonial. Retumbaba en mis oídos la voz clara, juvenil, de Sheila y por el otro lado el presumible galán de voz fuerte y decidida de el, hasta ahora, desconocido, quien me había arrebatado mi amor y mis ilusiones. Reaccioné de manera iracunda, culpándome de tan craso error, haberme casado con una mujer a quien le triplicaba la edad. Rompí las fotos del matrimonio, los porta retratos quedaron vueltos añicos en 50 | Lengua de trapo


la basura, tiré muebles, pateé el espejo, que rompí en mil pedazos. Las niñas, asombradas, se abalanzaron conmigo en un solo abrazo. Solo se oía en el recinto el llanto entre cortado de tres personas. No me salía la voz, estaba completamente desconcertado, cómo enfrentar tan difícil situación y cómo explicarle a mis criaturas lo que yo sentía por dentro: la querencia, el desamor, el odio, la venganza y el honor. —Nos ha abandonado –les dije a las pequeñas–. Me armé de valor y señalé: —De esto vamos a conversar. Ustedes saben que su mamá y yo últimamente teníamos diferencias, ya bien porque discutíamos por cualquier cosa, o teníamos gustos distintos y no nos poníamos de acuerdo. —Bueno, papi –interrumpe la menor–. ¿Volverá mi mami? —Simplemente se ha ido –dice la mayor. Y nos ha abandonado. —Sí, es cierto, nos ha abandonado. La muy sinvergüenza, sin escrúpulos, se ha encontrado otro amor, les dije sin poderme controlar, con mucha rabia. Las niñas sueltan el llanto nuevamente y se han ido a dormir a la cama matrimonial. Ahora reflexiono ante tremenda responsabilidad. El tiempo fue pasando y los “cachos” habían crecido hace mucho tiempo, igual como están de crecidas mis dos hijas ahora, pero yo no me había dado cuenta, ahora sé el porqué de los dolores de cabeza cuando la invitaba a salir y sus negativas. Suplir el cariño de una madre ausente es casi imposible pero sobrepasé el dolor y le pedí a Dios me Cuenta mi compinche |

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iluminara. Busqué una señora para que se ocupara del lavado de la ropa y de la limpieza de la casa. La comida la dejaba hecha, refrigerada. Cuando llego de mi trabajo me rasuro, me doy un baño de agua tibia y me siento rejuvenecido de nuevo. Por mí que no vuelva más nunca, no quiero verla más en esta casa, pensaba en alta voz. Como adivinando mis pensamientos se acerca la mayor y me dice: —Papi, nos tienes a nosotras, estamos contigo papá, te quiero. La más pequeña gime entre mis brazos. La abrazo tiernamente con un nudo en la garganta. Es una escena conmovedora, viviré de ahora en adelante por y para ustedes, mis amadas niñas. Me paso un pañuelo por la cara para limpiarme el sudor. Solo se me cuela una lágrima, una sola. Al final, ya más recuperado, se dirige a su amiga, su compinche, nuevamente y le dice: —Compinche, me he vuelto un experto en las tareas del hogar. Las niñas extrañan a la madre, a quien no han vuelto a ver. Mariana culmina la secundaria y pronto entrará a la universidad y Clarita preparando su fiesta para los 15 años. Siempre vamos al club, ellas juegan al tenis, y yo troto varias veces al día. Me siento feliz. En la claridad de los ojos del compinche, de un azul intenso, se refleja la esperanza de nuevas ilusiones. Cordialmente me toma del brazo y me dice: —Será que me puedes dar una oportunidad, mi querida compinche. 52 | Lengua de trapo


IndÍNDICE

La muñeca de Sophie

11

Los deslenguados

17

Mi hobby: Las piedras

24

Usted es la 491

28

Atraco al mediodía

35

Perplejidades

37

El analfabeto aprendió el abecedario

39

Cuenta mi compiche

48


Olga Veloz Duin (Barquisimeto, 1930) Nace en Barquisimeto (estado Lara en 1930). Escritora (poeta, cuentista, narradora, ensayista, declamadora y fabuladora). Bajo el pseudónimo Shaskia publica Nauseas premio al mejor poema revolucionario en la clandestinidad (1962). Su obra comprende distintos géneros literarios, especialmente poesía, cuento y narrativa. Como ensayista destacan El Centauro de los Llanos y Genealogía ampliada del apellido Cazorla, dos ensayos de investigación histórica reseñados en el periódico El Carabobeño (2013). Ha publicado por esta misma editorial el libro de narrativas y cuentos Déjame que te cuente (2013) y Palabras Andariegas, selección de poemas y cuentos breves, por El Sistema Nacional de Imprentas Mérida (2015). El Carriel de mis Recuerdos es otra compilación de su poesía, aceptada para su publicación en la Red de Escritores Socialistas. Sede Guachirongo, estado Lara (2015). Le siguen, El rumor de mis palabras, Postigos Abiertos, Al vuelo de las alondras, El balcón de mis ensueños y Poemas a la Revolución, que forman parte de su poesía inédita. Pertenece a La Asociación de Escritores del estado Lara. ASELA, a la Red de Escritores de Venezuela y al Grupo de Investigación de Género y Sexualidad (GIGESEX) de la Universidad de Los Andes, como colaboradora en calidad de investigadora escritora. Actualmente ha presentado su autobiografía y su portafolio para optar a la acreditación de sus saberes, experiencias y conocimientos ante el programa de Estudios Abiertos de la Universidad Politécnica Territorial (UPTM) “Kleber Ramírez” de Mérida (2015-2016).


Anti-prólogo en respuesta a Jairo Portillo Parody Debo decir sin sonrojarme que las expresivas palabras de elogio del Dr. Jairo Portillo Parody, subieron mi ego al leer detenidamente el interesante prólogo dedicado a este bi-libro: Lengua de Trapo, Y don Santiago ¿qué se hizo?. Me pude dar cuenta que el Dr. Portillo mueve una vez más las fichas de su ajedrez intelectual, utilizando como estrategia el “Mapa Interior” que posee de manera especial y espontánea, ya que ha inventado la mejor manera de leerme, o sea, de “atrás pá lante”, quiero decir, que ese revés comienza en la lectura de la novela breve Y Don Santiago ¿qué se hizo? Obviando las comas y las interrogantes, dándole una interesante voltereta a lo leído en el bi-libro. Y me sorprende el escritor cuando enfoca el contenido del principio en Lengua de Trapo, definiéndome con acertada crítica y peculiar humor. Enfatiza el orgullo familiar de nutrida y reconocida “escribidera” de tres generaciones. En la velocidad de lo sorpresivo, estoy plenamente segura que el Dr. Portillo Parody es el primer lector que descubre el paradero de don Santiago, dejando para sí los puntos suspensivos. ¡Gracias Jairo!


Se terminó de imprimir en febrero de 2016 en el Sistema Nacional de Imprentas Mérida — Venezuela La edición consta de 500 ejemplares impresos en bond 75gr



SISTEMA NACIONAL de IMPRENTAS

MÉRIDA

?

Colección Oswaldo Trejo

9 789801 431862

Olga Veloz Duín

Que Que se se hizo? hizo? Y Don Santiago


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