7 minute read
El fotolibro como contenedor de emociones
PAG 76 I KAMERA MAGAZINE Nº 4
Gabriela Cendoya Bergareche. El fotolibro como contenedor de emociones.
Advertisement
Gabriela Cendoya Bergareche es una de las coleccionistas que más ha hecho por difundir el fascinante y aún poco transitado, mundo del fotolibro, soporte que va adquiriendo relevancia como objeto de arte y que ya se exhibe como tal en museos y galerías. Hablamos con ella sobre las posibilidades de este formato, de su presente y futuro y de su actividad como dinamizadora cultural. Entrevista: David Tijero.
Para quien no te conozca, cuéntanos quién es Gabriela Cendoya-Bergareche y su relación con la fotografía.
Yo soy una amante del arte que estudió Historia del Arte y que llegó a la fotografía por el bies del libro. Viví en Burdeos muchos años. Estudié Historia del Arte allí, un lugar en el que había grandes exposiciones, una librería muy buena, generalista, pero que tenía una parte de arte importante. Gustándome la pintura, poco a poco, estoy hablando de los años 90, la fotografía me fue atrapando, no sabría explicar muy bien por qué. Me sigue gustando la pintura, pero me emociona mucho más la fotografía. Ha sido un proceso gradual en el que sigo aprendiendo todos los días sobre sobre mí misma y sobre el mundo a través de la fotografía. Esa es mi relación con la fotografía. Una emoción primero y luego ir descubriendo más cosas dentro de esa disciplina, autores, libro, etcétera. Es un proceso que se profundizó al venirme a vivir a Hondarribia y poder ponerme en contacto con autores como Jon Cazenave, Yosigo, etc.
¿Hay una definición sencilla para describir qué es y qué no es un fotolibro?
Para mí un fotolibro es una obra de autor contada con fotografía, una narración o un concepto descrita a través de la fotografía. No es un fotolibro una simple reunión de fotografías, como por ejemplo un catálogo. Un fotolibro también es un objeto. Es un conjunto de diseño, forma, papel, contenido y continente y eso, muchas veces, no es una sola persona quien se encarga de todo. A mí me gusta decir que es un contenedor de emociones.
¿Recuerdas qué fotolibro fue el que de algún modo lo cambió todo en tu percepción hacia este formato o que encendiera tu pasión por el mismo?
PAG 78 I KAMERA MAGAZINE Nº 4
No tengo una contestación clara. Sí puedo decir que iba comprando libros... Recuerdo que en una librería de San Sebastián compré “Censura” de Julián Barón, hace ya bastantes años y “La Caza del Lobo Congelado” de Ricardo Cases, libros que me resultaron bastante fantásticos. Fue un poco el inicio de concentrarme un poco más en la producción que se llevaba a cabo en España aunque sin dejar de lado lo que se publicaba en otros países. Supongo que esos libros fueron los que cambiaron mi percepción. Luego llegarían a mis manos libros como “Hellsinki” de Eloy Jimeno o “Broken Manual” de Alec Soth fue un libro cuya capacidad narrativa me sigue gustando mucho a día de hoy.
La producción y publicación de fotolibros, al igual que cualquier otro material cultural es inabarcable, ¿temes de algún modo que obras de gran calidad pasen desapercibidas o la calidad antes o después acabará por aflorar?
Realmente es inabarcable y se corre el riesgo de que se escapen cosas, si bien, paso horas en Internet buscando autores, novedades, etcétera. Pero también sucede que hablar con ciertas personas, coleccionistas o autores con los que puedes coincidir en gustos te lleva a saber de algún fotógrafo interesante. Así ha sido como he podido saber de fotógrafos de la otra punta del mundo que de otro modo habría sido muy difícil conocer. Son las cosas que permiten las redes, el contacto con gente afín en inquietudes, pero es verdad que hay que estar muy encima de las novedades porque si no, es fácil quedarse en lo mainstream. También ayuda vivir en grandes ciudades para tener acceso a cosas más interesantes. Sí he tenido mucha ansiedad en estos últimos años por no perderme nada, aunque asumiendo que es inabarcable. De todos modos, creo que lo que es bueno de verdad, acaba aflorando en la mayor parte de los casos. Vivimos en un sistema capitalista y el mundo del fotolibro no se escapa a uno de los males de dicho sistema, que es la especulación. Se pueden ver títulos de ediciones limitadas con precios de venta disparatados, ¿qué opinas de ello? ¿Puede acabar convirtiéndose el fotolibro en un formato que limite al gran público de poder disfrutar del trabajo de autores de renombre?
Yo siempre intento poner mis libros a disposición de todo el mundo, sobre todo los libros de tirada pequeña. Esta especulación sucede cuando hay una descompensación entre oferta y demanda. También hay que tener en cuenta que un fotolibro es algo caro de hacer. Imprimir fotografía es caro, encuadernar libros a mano es caro. Me encanta saber que hay reediciones de libros que se habían vuelto inaccesibles y no soy de las que piensa que solo me vale la primera edición. Así es un modo de que puedan llegar a más gente.
Espero que el formato del fotolibro no se vea limitado a un público pequeño que es lo que somos en realidad. Yo hago lo que está en mi mano para que llegue al mayor número posible de personas. Hacer grandes tiradas y hacer reediciones es una forma de combatir esa especulación y que impide acceder a libros que son muy caros.
Será difícil acabar con esa especulación pues es todo un segundo mercado. Yo estoy fuera de ese circuito y soy también víctima de ello por libros que me encantaría tener pero que son muy caros.
Llevas ya un tiempo colaborando con el Museo San Telmo, háblanos de cómo está siendo la experiencia.
Está siendo una buena experiencia. Trabajando para una institución pública has de adaptarte a sus ritmos, quizás un poco lento para mí. Me gustaría poder hacer más cosas, pero hay que adaptarse a lo que una institución pública supone. Creo que San Telmo ha reaccionado muy bien con la exposición “Fenómeno Fotolibro”, que es algo muy importante y que espero que la gente de San Sebastián y alrededores sepa valorarlo. Las actividades que hacemos, pues hemos de ser modestos, porque somos pocos, pero hay que seguir haciéndolas y seguir poco a poco y en eso San Telmo está respondiendo. Siempre quisiéramos más, pero hay que adaptarse. La catalogación se está haciendo, algo lento para lo que me gustaría, pero en líneas generales, bien, está siendo una buena experiencia.
A alguien que quiera acercarse al mundo del fotolibro, ¿qué autores le recomendarías para empezar? ¿de qué modo se puede aprender a entender todo lo que esconde un fotolibro y que suele ir mucho más allá de una simple sucesión de imágenes?
Me resulta un poco difícil hacer recomendaciones. Para aprender y entender, yo diría que empezar con fotolibros que te atraigan de alguna manera, cercanos a lo que puedan ser tus aficiones. Intentar ver muchos fotolibros para entender y ver un poco la riqueza que atesoran. No basta con tener curiosidad, pues si empiezas de cero, puede ser complicado. Está el riesgo de entrar a una librería, escoger un libro que sea demasiado críptico o conceptual y salir con la conclusión de que el fotolibro es algo que no es para uno. Hacer visitas guiadas ayuda, asistir a conferencias. Es importante para estas cosas. Es un trabajo de fondo y largo, empezando por aquellos que nos generen curiosidad. No es un proceso que pueda hacerse en un momento. Por dar algún nombre, pues, por ejemplo, “Galerna” de Jon Cazenave. Un gran trabajo para alguien que no conozca lo que es un fotolibro, pero que podría conectar en seguida con temas conocidos. Es una forma de empezar con lo cercano y a partir de ahí llevarle ya a una cosa mucho más abierta e internacional. Ese sería un modo. Empezar por lo cercano y, paulatinamente, yendo hacia una cosa más general.
KAMERA MAGAZINE Nº 4 I PAG 79
¿Qué futuro le aguarda al fotolibro en un entorno que tiende de forma acelerada hacia la virtualización y en el que incluso el arte digital ya se vende y se compra?
Esta virtualización, el arte digital, la venta de NFTs y todo esto son cosas que existen, pero a pesar de ello, el formato libro creo que tiene un gran futuro. Lo acabo de ver en la Feria de París y veo que es algo que tiene mucho futuro. Además, está en un momento en el que se reconoce por la cantidad de exposiciones que de las colecciones se hacen en museos, la de Martin Parr, la mía en menor medida, Bruno Ceschel de Self Published Be happy ha vendido su colección en la MEP de París. Los museos están reconociendo el valor del fotolibro. Somos un público no lo suficientemente grande, pero el libro por supuesto que tiene futuro. No es una cosa del pasado.
El fotolibro es algo muy enraizado en nuestra época, por los temas, por los diseños, por los métodos de impresión, desde el fanzine hasta el libro más sofisticado, es algo muy actual.
Es verdad que existe este proceso de desmaterialización, pero a pesar de todo el papel tiene mucha presencia todavía. Una cosa no quita la otra.
https://gabrielacendoya.wordpress.com/