8 minute read
Costa Rica, Suiza y España
from Trata mujeres dominicanas Costa Rica, Suiza y España marco estudios de género, migración y desarroll
Uno emigra y deja muchos hijos, y eso te cierra los caminos. Uno tiene mucha responsabilidad y no dedica tiempo para uno. Por uno ser una buena madre, uno se cierra mucho las puertas, tiene que trabajar todo el tiempo. No se divierte ni disfruta (dominicana sobreviviente de trata 10 Esp.).
Fue muy duro. Porque uno no está acostumbrado a viajar, a emigrar sola sin saber al país que uno va. Sin saber lo que a uno le va a pasar, es muy duro (dominicana sobreviviente de trata 13 Sz.).
Advertisement
La migración supone para las mujeres una ruptura con la lógica femenina en la que se socializan. La socialización desde la niñez está marcada por el establecimiento de roles de subordinación, sumisión, baja autoestima y miedo a la soledad. Se les educa para estar acompañadas y en familia. La migración las expone a la soledad, la desconexión con la familia y al establecimiento de nuevas relaciones desprovistas del sello familiar. Las mujeres emigran motivadas por sus roles tradicionales de madres e hijas, a lo que deben responder no como cuidadoras, sino como proveedoras, asumiendo de este modo el rol atribuido a la población masculina.
1.7. Conclusiones sobre la migración dominicana a Costa Rica,
Suiza y España
La migración de mujeres dominicanas a Costa Rica, España y Suiza es una empresa familiar. Las mujeres no emigran solas, cargan con el imaginario familiar, pues su objetivo principal es lograr el bienestar de la familia. La familia se involucra en los contactos con organizadores de viajes, en la captación de las mujeres para las redes de trata, en la búsqueda de ingresos para la migración y como red de apoyo en el cuidado de hijos e hijas.
La presencia de antecedentes familiares de migración en muchos casos refuerza este carácter familiar de la migración y las dinámicas que asumen las familias en la búsqueda del bienestar y mejoramiento de la calidad de vida de sus miembros. Así, aparecen madres, hermanas, tías, tíos, hermanos, primos y primas que han emigrado antes que las mujeres a distintos países, entre los que se encuentran: Costa Rica, España, Suiza, Curazao, Panamá, Estados Unidos, México, Chile, Italia y algunas islas del Caribe inglés, como Saint Thomas y la isla Tórtola.
Las mujeres migrantes tienen distintas posibilidades de viajar con cierta frecuencia a la República Dominicana. Encontrándose casos de dominicanas que viajan anualmente o 2 veces al año al país y otras que no han regresado a este luego de su salida hace unos años (que pueden ir desde 3 a 10 años).
La condición de irregularidad migratoria se convierte en un factor de exclusión social y violación de derechos para las mujeres. Pero también es un generador de trata al limitar las oportunidades de las mujeres para la obtención de ingresos y exponerlas a las redes de trata para colocarse en una actividad económica generadora de ingresos.
El derecho a la salud e inserción laboral de las mujeres sobrevivientes de trata en condiciones de irregularidad está vedado en Costa Rica, lo que no ocurre en Suiza y España. A pesar de que las leyes migratorias y de salud en Costa Rica establecen las garantías de derechos para el acceso a la salud de las personas migrantes en condición irregular, los relatos contradicen estas disposiciones y se presentan casos de sobrevivientes de trata sin acceso a la salud ni a la inserción laboral. La única actividad que pueden realizar es la del trabajo sexual fuera de los negocios, en la calle. Muchos negocios piden que estén regularizadas porque son sancionados si en los operativos policiales descubren que tienen inmigrantes irregulares. Esta situación genera que las mujeres sean revictimizadas por las redes de trata, que las ocultan en negocios y en lugares que aparentan no ser de trabajo sexual, pero que las explotan sexualmente. Varias mujeres entrevistadas están en esta situación porque no cuentan con residencia y algunas ni siquiera tienen pasaporte.
La migración va acompañada de la trata, pues se ha encontrado que existen vínculos estrechos entre las restricciones de las políticas migratorias y el desarrollo de la trata tanto en el Caribe, Centroamérica y Suramérica como en Europa.
Las políticas migratorias de los distintos países de estudio (incluyendo la República Dominicana) son excluyentes y discriminatorias hacia la población con escasos recursos porque identifican en ella inseguridad y riesgo. Sin embargo, no lo es para el turismo y la población masculina que busca ofertas de turismo sexual o que organiza el turismo sexual en estos países y que muchas veces constituye parte de las redes de trata. El imaginario racializado de la trata, que afecta la identificación de víctimas y tratantes de forma racializada, invisibiliza la estrecha conexión entre trata y turismo, sobre todo el turismo sexual en estos países.
La industria del sexo mueve hilos influyentes en las políticas migratorias que inciden en el turismo sexual y que marcan los movimientos migratorios de las mujeres de países pobres —como República Dominicana— hacia Europa y Costa Rica. Suiza es el claro ejemplo de ello: el establecimiento del permiso L para bailarinas de cabaré como única vía de entrada para las mujeres dominicanas se convirtió en un canal de conexión con las redes de trata y tráfico ilícito, que luego se trasladaron hacia los arreglos matrimoniales. Los estereotipos de género sostenidos en la racialización y la comercialización del cuerpo de las mujeres se hacen presentes en este modelo migratorio.
Las exigencias de visa por Costa Rica, España y Suiza presentan múltiples restricciones que ocasionan serias dificultades a las personas de escasos recursos que viajan a estos países con fines laborales, al menos que tengan familiares cercanos que puedan pedirlos en reagrupación familiar o que obtengan la negociación del matrimonio.
El establecimiento del matrimonio como la principal (a veces única) opción para la regularización migratoria en los diferentes países demuestra la fuerte presencia de una cultura patriarcal que discrimina a las mujeres, ya que establece la línea paterna como la filiación única, además de que supone que solo existen relaciones matrimoniales monogámicas y heteronormadas. Tal como hemos expresado anteriormente, el establecimiento de la regularización migratoria a través del matrimonio se convierte en una trampa para las mujeres migrantes y en una práctica de exclusión de estas, pues, además de las consecuencias para las generaciones posteriores (su hijos e hijas), estas restricciones acarrean una serie de problemáticas que dificultan el acceso a otras alternativas a las mujeres migrantes, dado que solo podrán regularizarse a través de los canales de la reproducción de sus roles tradicionales de esposa o madre.
Esto ha favorecido el uso de rutas que exponen a las mujeres a mayor riesgo de trata y de ser víctimas de violencia de género sexual y física. En efecto, entre las violaciones de derechos que han vivido las sobrevivientes de trata, también se encuentran casos de violencia de género, violencia sexual, violencia física y psicológica. Las mujeres señalan experiencias discriminatorias en Costa Rica, Suiza y España mediadas por el racismo y la discriminación contra migrantes en condición irregular, con énfasis en la población dominicana. Violaciones del derecho a la salud, a una recepción formal en las distintas instituciones que ofrecen servicios, así como del derecho a una fuente de obtención de ingresos.
La migración es una constante en la vida de las mujeres sobrevivientes de trata. Entre trata y migración se presenta un continuo con etapas en las que las mujeres se movilizan a lo largo de un trayecto de migración-trata-migración por vías irregulares y regulares. Con esto se desmonta el imaginario de la trata como un momento único en el que las mujeres quedan atrapadas por varios años y aisladas. Por el contrario, la trata aparece como una etapa «fallida», traumática, dolorosa y violenta del proyecto migratorio de muchas mujeres que logran salir de ella y encaminarse hacia otros destinos para continuar y hacer que el referido proyecto sea finalmente exitoso, transformando el fracaso y trauma del periodo vivido como víctima de trata en éxito. Esta mirada de la trata como proceso o etapa «fallida» es asumida por diversos autores (Feingold citado por Sørensen, 2019). La trata aparece en sus vidas por la conexión con redes de tráfico ilícito de migrantes a través de su tejido social y familiar. A pesar de que esa conexión con las redes de tráfico ilícito y trata las convirtió en víctimas, ellas mantienen sus vínculos con estas redes y acuden a ellas para emigrar a otros países cuando se encuentran sin opciones de fuentes de ingresos.
La inserción en el trabajo sexual de forma voluntaria no solo les sirve de puente para la salida de la trata, sino también como una estrategia para la movilidad física y social, como bien plantea Sørensen (2019).
Algunas pueden haber elegido el trabajo sexual como una estrategia para la movilidad tanto física como social. En tales situaciones, la sexualidad en sí misma puede ser vista como un recurso que potencialmente permite la movilidad internacional. Otras lo han hecho para poder responder a las demandas financieras. El hecho de que algunas mujeres hayan optado por trabajar en la industria del sexo no significa necesariamente que no sean afectadas por abuso o explotación por parte de terceros (Oso, 2018). Encima del abuso y la explotación, muchas veces tienen que lidiar con las formas en que sus aspiraciones de movilidad chocan con los intereses de diferentes actores sociales, como las autoridades gubernamentales, clientes, proxenetas, policía, ONG e incluso sus propias familias (Sørensen, 2019: 39).
La presencia de este continuo migración-trata-migración aparece en otro estudio sobre trata de migrantes en la República Dominicana (Vargas/INM RD, 2019), realizado con mujeres venezolanas y haitianas sobrevivientes de trata.