Tribuna
A propósito de y sus soluciones
Juan Martínez Hernández Medicina Preventiva Carlos III
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Existen cada vez más noticias sobre nuevas enfermedades o difusión de otras viejas, pero trasladadas ahora muy cerca de nuestro domicilio”
as epidemias ponen de manifiesto lo que de ordinario hacemos mal”. Con esta frase lapidaria concluía su exposición el director del Hospital St. Michael´s de Toronto, en un memorable encuentro en Santa Cruz de Tenerife hace pocos años. Se refería al SARS, aquella temible epidemia que venía de China, la neumonía asiática por supuesto, pero la moraleja es aplicable hoy día. Si quiere saber cómo solucionaron esta epidemia en aquel hospital, siga leyendo y al final obtendrá su merecido premio. Este verano comenzó con una noticia muy difundida en Argentina y el resto de Latinoamérica, aunque mucho menos en España. Después, al final de este mismo verano sucedió al revés, la misma noticia cambió de hemisferio y se leyó más aquí, entre la canícula y el desastre económico-social en el que, aparentemente, nos precipitamos. Un bombero moría en el Sur afectado por hantavirus y a tres excursionistas del parque de Yosemite, en Estados Unidos, les sucedía otro tanto.
Muchas de las infecciones llamadas emergentes son zoonosis. Se trata de enfermedades propias de los animales que pueden transmitirse ocasionalmente a las personas, provocando una grave enfermedad. A veces la cosa no es para tanto, son cuadros “autoli-
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epidemias mitados”; esto es, que se curan solos. Otras veces la cosa es sencilla, pero nadie sospecha el diagnóstico y comienza el vía crucis personal de pacientes y familias en busca de la necesaria solución. Hantavirus puede, caso de exponerse a roedores infectados por este virus, e inhalar sus excretas (sí, eso mismo), provocar en las personas un cuadro gripal, o algo más serio, incluso mortal, consistente en una neumonitis hemorrágica y fallo multiorgánico.
un pomerigio especialmente caluroso, en tierras italianas. Sonó el teléfono y era El País. Preguntaban, querían ampliar aspectos sobre los vectores, mosquitos para entendernos, que pueden transmitir enfermedades como la fiebre del Valle del Nilo (qué nombre tan bonito, aunque inquietante). Además de contarles eso que sabe todo el mundo, les revelé la verdadera causa de que la última capital del Imperio Romano, Ravenna, dejase de serlo: una epidemia de malaria alejó a sus habitantes del pantanal en el que se encuentra. Naturalmente, omitieron este hermoso dato tan pedante como ¿inútil? en su diario de papel. Es cierto, existen cada vez más noticias sobre nuevas enfermedades o difusión de otras viejas, pero trasladadas ahora sí muy cerca de nuestro domicilio. El exceso y la velocidad de la información desempeñan un papel, pero el cambio climático, o mejor aún el cambio global, pues no solo el clima hemos alterado, tiene una gran parte de la culpa. El mosquito tigre es bonito. Lo es, con sus rayas blancas y negras, como un poste de nieve en una carretera alpina. Aunque sea temible, por ser vector potencial de la fiebre amarilla, del dengue o sobre todo de la fiebre de Chikungunya, además de picar con verdadera mala uva. ¿Qué culpa tiene el pobre de haber sido sacado a la fuerza de las riberas del Índico y traído a Europa en cubiletes de orquídeas, o dentro de neumáticos? No se me olvida la promesa del principio. Cómo arreglaron el desaguisado del SARS en Canadá. Aquella epidemia, que procedía de China, se ensañó especialmente con el personal sanitario porque se transmitía bien persona-persona a través de gotas de secreciones respiratorias. Lo hicieron así, tomen nota: ➜ Elijan bien a sus técnicos y eso incluye con frecuencia tener que renunciar a la agradable compañía de algunos amigos. ➜ Hagan caso de esos técnicos, al fin y al cabo ellos sí saben de lo que hablan.
Mientras sucedían estas cosas y algo así como 15.000 ciudadanos del mundo eran rigurosamente vigilados por las agencias de salud pública de sus respectivos países (lo han adivinado, pasaron por el Yosemite), el que suscribe terminaba sus merecidas vacaciones,
➜ Lleven en el bolsillo un buen talonario. Y recuerden, las epidemias ponen de manifiesto lo que de ordinario hacemos mal. Eso mismo le pasa a la crisis.
Calomys laucha, vector del hantavirus.
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