Ruta Argárica 1. Guías Arqueológicas. La Bastida y Tira del Lienzo

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RUTA ARGÁRICA GUÍAS ARQUEOLÓGICAS

VICENTE LULL RAFAEL MICÓ CRISTINA RIHUETE HERRADA ROBERTO RISCH

[·1·]

LA BASTIDA Y TIRA DEL LIENZO

[TOTANA · MURCIA]


Edita:

Colaboraciones:

Portada y contraportada: Diseño y maquetación: Impresión y encuadernación: D.L.: ISBN:

Integral, Sociedad para el Desarrollo Rural © ASOME-UAB, 2015

Mireia Ache · Lourdes Andúgar · Eva Celdrán · Selina Delgado Raack · María Inés Fregeiro · Camila Oliart · Carlos Velasco © ASOME-UAB Vélera

Impresos Izquierdo

MU1305-2015 978-84-608-4012-1

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ÍNDICE 1. RUTA ARGÁRICA DE SIERRA ESPUÑA

LA BASTIDA

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2. LA CIUDAD ESCONDIDA

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3. LA PRIMERA BASTIDA

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4. UNA CAPITAL ARGÁRICA

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5. LA SOCIEDAD A PARTIR DE LAS TUMBAS

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6. ¿QUÉ ERA LA BASTIDA?

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TIRA DEL LIENZO

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7. UN CENTRO ADMINISTRATIVO

151

8. LOS PRIMEROS EDIFICIOS

165

9. LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA ALMACENAR Y PRODUCIR

179

10. ¿QUÉ ERA TIRA DEL LIENZO?

217

11. EL FINAL DE UNA ÉPOCA

221

• NOTAS

227

• REFERENCIAS DE IMÁGENES • BIBLIOGRAFÍA

229 230

• EQUIPO CIENTÍFICO

232

• AGRADECIMIENTOS

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LA BASTIDA

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[·1·]

LA CIUDAD ESCONDIDA

RUTA ARGÁRICA DE SIERRA ESPUÑA LA BASTIDA Y TIRA DEL LIENZO



INTRODUCCIÓN Esta guía se propone mostrar los aspectos más interesantes de la investigación desarrollada desde 2008 en los yacimientos arqueológicos de La Bastida y Tira del Lienzo (Totana). Tras varias campañas de excavación, restauración y acondicionamiento, ambos lugares son ahora visitables para el público en general. Paralelamente, las investigaciones en los laboratorios continúan sobre el sinfín de hallazgos realizados, por lo que no es de extrañar que algunas de las ideas expresadas aquí se modifiquen en el futuro. Los resultados condensados en las siguientes páginas son fruto del esfuerzo de los miembros del “Proyecto Bastida”. Esta iniciativa cristalizó hace ya siete años gracias a la combinación de voluntades e intereses del Gobierno de la Región de Murcia por medio de su Consejería de Cultura, de la Universidad Autónoma de Barcelona a través de un equipo del Departamento de Prehistoria (Grupo de Investigación en Arqueoecología Social Mediterránea - ASOME), que continúa con las investigaciones, y del Ayuntamiento de Totana. Lo conseguido hasta la fecha nos llena de satisfacción y es un acicate para proseguir en lo mucho que falta por hacer. Pero esto es ya hablar de futuro. Para el presente, nada nos haría más felices que compartir mediante esta guía el conocimiento, la emoción y la alegría que hemos vivido en La Bastida y Tira del Lienzo.

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RUTA ARGÁRICA DE SIERRA ESPUÑA

Vista de La Bastida en noviembre de 2008, antes del inicio de las excavaciones de nuestro equipo.

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LA BASTIDA Y TIRA DEL LIENZO | TOTANA, MURCIA

Vista de La Bastida en noviembre de 2012, tras el descubrimiento del sistema de fortificaciรณn y las primeras obras de musealizaciรณn.

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RUTA ARGÁRICA DE SIERRA ESPUÑA

Área de acogida al pie de la ladera norte del cerro de La Bastida.

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LA BASTIDA Y TIRA DEL LIENZO | TOTANA, MURCIA

CÓMO LLEGAR

A LA BASTIDA La Bastida se localiza en terrenos públicos del término municipal de Totana (Murcia). Si se viaja desde Murcia o Almería por la autovía A-7, lo mejor es tomar la salida 609 (antes 620) “Totana – Aledo” e incorporarse a la carretera RM-622 en dirección a Totana. En la rotonda donde confluye con la carretera N-340a, hay que proseguir por la RM-502 en dirección a Aledo. Tras haber recorrido unos 2,4 km y atravesado dos rotondas, se llega a una tercera que permite seguir hacia Aledo si tomásemos la primera salida. Sin embargo, no lo hacemos, sino que siguiendo ya una señalización del yacimiento de La Bastida optamos por la segunda salida y enfilamos un ramal de la carretera RM-502 hacia el núcleo urbano de Totana. Unos 400 m más adelante entraremos en una nueva rotonda desde la que tomar la carretera C-8 en dirección “Carivete – La Huerta”. Giraremos a la izquierda unos 700 m más adelante donde se indica “Carivete – Las Viñas” y seguiremos aproximadamente 5,3 km sin abandonar esta vía hasta llegar a la zona de aparcamiento acondicionada al pie del yacimiento. El perímetro de protección de La Bastida está vallado y no se permite el libre acceso. Por tanto, es recomendable planificar la vista contactando con la Concejalía de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Totana.

CÓMO LLEGAR

A TIRA DEL LIENZO El acceso hasta el pie del yacimiento puede realizarse en vehículo de motor. Desde la rotonda de la carretera N-340a situada a la salida de Totana en dirección a Alhama de Murcia, hay que tomar la RM-502 que conduce a Aledo. Al entrar en la primera rotonda se abandona esta carretera por la primera salida, que enlaza con el camino asfaltado de Zatira del Lienzo. A una distancia de unos 2,2 km, coincidiendo con la Ciudad Deportiva, el camino se convierte en una pista de tierra que hay que seguir a lo largo de unos 400 m más hasta llegar a destino.

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RUTA ARGÁRICA DE SIERRA ESPUÑA

RM-502

C-8

C-8

LA BASTIDA

N-340a

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LA BASTIDA Y TIRA DEL LIENZO | TOTANA, MURCIA

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RUTA ARGÁRICA DE SIERRA ESPUÑA

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LA BASTIDA Y TIRA DEL LIENZO | TOTANA, MURCIA

LA BASTIDA LA CIUDAD ESCONDIDA

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En el centro de la imagen, La Bastida: una ciudad escondida entre las sierras de EspuĂąa y Tercia.

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DESCUBRIR

LA BASTIDA La Bastida fue una de las primeras ciudades de Europa continental. Hace más de 4000 años, en los albores de la Edad del Bronce, algunas comunidades del sureste de la península ibérica iniciaron una revolución cuyos resultados nos resultan familiares: la constitución de Estados territoriales. La Bastida fue la capital de uno de ellos, tal vez el más importante. Pero La Bastida fue una ciudad peculiar. Está escondida, rodeada de montañas y alejada de las principales vías de comunicación y de las tierras más fértiles. Ocupa 45.000 m2 sobre un cerro abrupto de 450 m s.n.m. entre las sierras de Espuña y de la Tercia, a unos 3 km del valle del río Guadalentín y a 35 km de la costa mediterránea. El cerro está rodeado de barrancos que caen a pico hacia la rambla de Lébor y el barranco Salado, siendo sólo accesible con relativa facilidad a través de la falda norte. En otras palabras, un lugar casi inexpugnable al amparo de las montañas. Sin embargo, esta no es única razón por la que nos referimos a La Bastida como una “ciudad escondida”. Podemos hacerlo también en un sentido figurado, porque su extraordinaria relevancia había quedado oculta durante mucho tiempo bajo velos de ignorancia, desamparo y maltrato. Pese a que La Bastida es conocida internacionalmente desde hace casi siglo y medio, la falta de continuidad y de profundidad en las investigaciones sólo había permitido intuir su importancia. La arqueología no había conseguido devolverla a la luz y restituirla en su lugar.

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LA BASTIDA

Excavaciones en la Bastida (2009)

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Afortunadamente, confiamos en que el trabajo de los últimos años esté revirtiendo esta situación. En el año 2008 los gobiernos municipal, regional y estatal y la Universidad Autónoma de Barcelona, a la que se adscribe nuestro equipo, aunaron esfuerzos en el “Proyecto Bastida”. Entre 2009 y 2013 excavamos casi 7.000 m2 del yacimiento, se restauraron muchos de sus edificios acondicionándolos para su visita, y se están investigando miles de hallazgos. Todo ello está desvelando una ciudad olvidada de la que teníamos retazos aislados. En términos cinematográficos, ahora empezamos a ver la película que conocíamos por el “tráiler”.


LA CIUDAD ESCONDIDA

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LA BASTIDA

DESCUBRIR UNA

CIVILIZACIÓN Durante el siglo XIX y la primera mitad del XX, aventureros y académicos rivalizaban por descubrir “civilizaciones antiguas” a partir de excavaciones en yacimientos como Babilonia, Assur o Mari, en el Próximo Oriente, Troya, Cnosos o Micenas, en el Mediterráneo oriental, o Copán, en América central. Salvo algunas zonas bañadas por el mar Egeo, se pensaba que en Europa la civilización era un fenómeno muy reciente, derivado de las empresas coloniales fenicias y griegas a lo largo del I milenio antes de nuestra era. A nadie se le ocurría pensar que Occidente hubiese sido el escenario del surgimiento de una civilización en fechas más antiguas. Por lo general, en Europa se exploraban yacimientos prehistóricos modestos, donde se encontraban restos de cabañas, terraplenes de tierra o, como mucho, construcciones megalíticas. Por interesantes que fuesen estos hallazgos, se los consideraba propios de sociedades “primitivas”. “El Argar”, el nombre con el que conocemos la sociedad a la que perteneció La Bastida, es posiblemente la última “civilización” que quedaba por descubrir en Europa. Puede que sus ruinas no parezcan comparables en monumentalidad con las de los primeros estados orientales, pero no ocurre así con su complejo trasfondo político y económico. ¿A qué nos referimos con el término “civilización”? “Civilización” se aplica a toda sociedad con: • un sistema político centralizado, jerarquizado y bien de-

limitado mediante fronteras; • una organización económica articulada en grandes des-

igualdades, y • el recurso a la violencia para mantener el orden social

interno y para crecer gracias a guerras de saqueo y conquistas militares.

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LA CIUDAD ESCONDIDA

En definitiva, las civilizaciones son todo menos “civilizadas”. La magnificencia y la pompa que identificamos en muchas de ellas es fruto de enormes disimetrías sociales y, a la vez, un medio para perpetuarlas al inculcar fascinación, o simplemente, propaganda y miedo. Sin embargo, puede haber civilizaciones que no requieran espectaculares exhibiciones de ostentación para sancionar el orden social. Nos parece que la sociedad de El Argar perteneció a esta categoría. Cuando El Argar comenzó a formarse hacia 2200 antes de nuestra era en las tierras bajas orientales de Almería y Murcia, apenas ocupaba 2.500 km2. Varios siglos después, dominaba un territorio de casi 35.000 km2 dividido en varias unidades políticas. Como cualquier civilización, desarrolló mecanismos de poder centralizado y los impuso por la fuerza sobre una vasta región. Y, al igual que muchas otras, se derrumbó rápidamente dejándonos sus obras materiales y muchos enigmas por resolver.

Vista del cerro de La Bastida, desde el noreste (en el centro de la imagen).

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LA BASTIDA

JAÉN

GRANADA

ALMERÍA

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LA CIUDAD ESCONDIDA

ALICANTE

MURCIA

El territorio nuclear argárico, hacia 2200 antes de nuestra era.

EL ARGAR 2200-2000 A.N.E. 0

400

1000

≥ 2000 m

100 Km

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LA BASTIDA

La Bastida, desde el oeste. La longitud del asentamiento en sentido norte-sur era de aproximadamente 300 metros (flechas).

LA BASTIDA Y SU ENTORNO El entorno de La Bastida está formado por un sustrato geológico en el que predominan calizas, margas, yesos, areniscas y conglomerados y, en menor medida, formaciones metamórficas más antiguas con pizarras y cuarcitas. Los intensos procesos erosivos han conformado barrancos y depósitos de sedimentos aluviales y coluviales. El clima es de tipo mediterráneo semiárido-seco con veranos cálidos e inviernos frescos. La pluviosidad anual, de 300 mm, destaca por su irregularidad. La flora incluye especies del llamado piso mesomediterráneo, con pino, coscoja, esparto, jara, enebro, espino y tomillo. Entre la fauna figuran mamíferos como jabalí, muflón del Atlas, liebre blanca, zorro, ardilla y aves como chovas, aviones roquedos y arrendajos.

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LA CIUDAD ESCONDIDA

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LA BASTIDA

Acceso a La Bastida desde el valle del Guadelentín, remontando la rambla de Lébor.

Esta guía nos invita a emprender una viaje hacia La Bastida, uno de los lugares más emblemáticos de la “civilización” de El Argar, que dominó el sureste durante más de seis siglos, para después adentrarnos en el cercano asentamiento de Tira del Lienzo, que jugó un papel crucial en su organización económica. Pero ninguna guía puede sustituir la experiencia de viajar a lugares perdidos en el tiempo, aunque al final muy cercanos por lo que nos enseñan. Afortunadamente, llegar a La Bastida no es complicado y allí nos espera la “ciudad escondida”.

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LA CIUDAD ESCONDIDA

HISTORIA DEL DESCUBRIMIENTO

Y DE LA INVESTIGACIÓN

La Bastida es uno de los primeros yacimientos de la Edad del Bronce excavado y dado a conocer internacionalmente. Corría el año 1869 cuando el ingeniero de caminos Rogelio de Inchaurrandieta, informado por un campesino, excavó con el concurso de 18 jornaleros. En tan sólo tres días descubrió una veintena de tumbas y realizó observaciones interesantes a partir de los hallazgos. Además, se preocupó por divulgarlos y publicó un artículo en las actas del Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica de Copenhague, celebrado en 1870. Esos inicios prometedores sirvieron para que La Bastida fuese siempre tenida en cuenta, pero no bastaron para asentar una investigación duradera y profunda. La lista de arqueólogos que ha trabajado aquí es muy amplia. Louis Siret, figura capital en la prehistoria del sureste, y su capataz Pedro Flores, excavaron a finales de 1886. Juan Cuadrado, el primer director del Museo Arqueológico de Almería, lo hizo al menos en dos ocasiones, a finales de la década de 1920 y durante la Guerra Civil. En plena posguerra, entre 1944 y 1950, el yacimiento fue objeto de cuatro campañas a cargo del Seminario de Historia Primitiva del Hombre de la Universidad de Madrid, dirigido por Julio Martínez Santa-Olalla. De estos trabajos procede la mayor cantidad de información disponible hasta el inicio del “Proyecto Bastida”. A partir de 1950 se abre una larga etapa caracterizada por el abandono institucional y por los daños infligidos por excavadores clandestinos e, incomprensiblemente, por varias obras públicas. Las actuaciones incontroladas vienen de lejos. Hay noticias de que La Bastida era el objetivo de “buscadores de tesoros” desde antes incluso de la excavación de Inchaurrandieta. A caballo de los siglos XIX y XX fue también el escenario de la historia de saqueos y estafas

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LA BASTIDA

protagonizada por “El Corro” y “El Rosao”. Y, en fin, como las numerosas “toperas” (hoyos dejados por las excavaciones ilegales) atestiguan, fue también uno de los lugares predilectos de la rebusca clandestina al menos hasta finales del pasado siglo.

Excavaciones en La Bastida durante la década de 1940.

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LA CIUDAD ESCONDIDA

Pese a todo, aún es más llamativa la destrucción casi completa de la cima y la ladera norte, a causa de los aterrazamientos de una repoblación forestal promovida por el ICONA. Resulta incomprensible que en la década de 1970, cuando se sabía de sobra que La Bastida era un yacimiento de primer orden, la maquinaria pesada irrumpiese sin obstáculos. Hace poco más de diez años, el Gobierno de la Región de Murcia mostró un claro interés por proteger el yacimiento1, y promovió trabajos de consolidación y documentación a cargo de las empresas Arqueotec y ArqueoWeb. Posiblemente arraigó entonces una nueva sensibilidad que sentó las condiciones favorables para el arranque del “Proyecto Bastida” en 2008.

El yacimiento preargárico del cerro de Juan Clímaco, situado junto a La Bastida, quedó destrozado por las labores del ICONA.

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LA BASTIDA

UNA DIÁSPORA

DE HALLAZGOS Como consecuencia de una larga historia de excavaciones legales e ilegales, se ha producido una auténtica diáspora de objetos. Hasta nueve museos europeos2 y no se sabe cuántas colecciones privadas cuentan con piezas de La Bastida. Si pudiésemos juntarlas, habría material suficiente para instalar un magnífico museo. Collar encontrado por Louis Siret y Pedro Flores en 1886, actualmente en los fondos de los Museos Reales de Arte e Historia, en Bruselas.

5 cm

Pero no sólo se dispersaron los hallazgos, sino también la información consignada durante las excavaciones. Afortunadamente, archivos públicos y familiares aún conservan fotografías, apuntes y diarios inéditos que creíamos perdidos. Sus valiosos datos han ayudado a construir la historia que invitamos a conocer en directo.

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LA CIUDAD ESCONDIDA

UNA PINCELADA SOBRE LA SOCIEDAD DE EL ARGAR Antes de adentrarnos en La Bastida conviene saber algo de la sociedad a la que perteneció. Ningún texto la menciona, porque es mucho más antigua que los primeros escritos sobre la península ibérica. Sabemos que se desarrolló entre los años 2200 y 1550 antes de nuestra era, de forma que se había extinguido más de cinco siglos antes de la llegada de los primeros grupos coloniales fenicios y griegos. Las fuentes escritas más antiguas aluden a un reino llamado Tartesos, gobernado por el rey Argantonio y tal vez ubicado en las actuales provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla. Saber lo que ocurrió antes en la península depende exclusivamente de la arqueología.

El asentamiento de El Argar tenía 2 hectáreas de extensión y ocupaba un meseta sobre el río Antas (Almería).

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LA BASTIDA

Cuando los ingenieros de minas Henri y Louis Siret excavaron a finales del siglo XIX el yacimiento de El Argar (Antas, Almería) y descubrieron alrededor de un millar de tumbas y miles de objetos en apenas dos hectáreas, se percataron de que habían dado con los vestigios de una sociedad excepcionalmente avanzada. Desde entonces utilizamos el topónimo de este lugar para hablar de “sociedad de El Argar” o simplemente “sociedad argárica”. A lo largo de más de un siglo, la arqueología ha sacado a la luz numerosos hallazgos en yacimientos argáricos de las provincias de Almería, Murcia, Alicante, Granada, Jaén y Ciudad Real. Los asentamientos mejor conocidos se localizan en cerros de una o dos hectáreas con buenas condiciones de visibilidad y de defensa natural. Sus laderas fueron aterrazadas para construir una densa trama de edificios en piedra dentro de los cuales se realizaban tareas diversas.

Tumbas 41 y 42 de Gatas (Almería), dos de las sepulturas argáricas más antiguas

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Sin embargo, quizá lo más llamativo es que el cementerio se localiza bajo el suelo de los propios asentamientos. En la mayoría de las tumbas, el cadáver se depositaba en el interior de una cista o “caja” hecha con lajas o mampostería, de una vasija de cerámica o de una fosa o cuevecilla. Sólo en contadas ocasiones la tumba volvía a abrirse para acoger a un segundo cuerpo. Otro rasgo interesante es que a menudo se depositaban ofrendas, como recipientes de cerámica, porciones de carne, útiles y armas de cobre, y adornos de hueso, piedra, concha, cobre, plata y, excepcionalmente, oro. Estos objetos, por lo general muy bien conservados, han sido una fuente inestimable para conocer la economía argárica.


LA CIUDAD ESCONDIDA

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LA BASTIDA

Pero además, las diferencias en la composición de las ofrendas funerarias proporcionó la clave para adentrarnos en la organización social y política. La sociedad de El Argar estaba marcada por la desigualdad. En la cúspide de la pirámide social se situaba una clase formada por poco más del 10% de la población. Disfrutaban de privilegios y no dudaban en hacer uso de la violencia para mantenerlos. Por debajo se extendía el pueblo llano y, en el último escalón, un colectivo en régimen de servidumbre o de esclavitud que sólo merecía una ofrenda funeraria testimonial o ni siquiera eso.

Disimetrías sociales durante la fase final de El Argar.

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En su apogeo, el territorio argárico alcanzó unos 35.000 km2 y mantuvo barreras fronterizas con las comunidades vecinas del País Valenciano, Meseta sur y valle del Guadalquivir. Estaba dividido en un cierto número de unidades políticas muy interconectadas, de forma que compartían muchas costumbres y objetos cotidianos. Hacia 1550 a.n.e. el o los estados argáricos colapsaron, posiblemente debido a una amplia revolución social en contra de las relaciones de explotación ancestrales.


LA CIUDAD ESCONDIDA

10% 50% 40% 35


LA BASTIDA

JAÉN

GRANADA

ALMERÍA

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LA CIUDAD ESCONDIDA

ALICANTE

MURCIA

Máxima expansión del territorio argárico, hacia 1650 antes de nuestra era.

EL ARGAR 1650 A.N.E.

0

400

1000

≥ 2000 m

100 Km

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LA BASTIDA LA PRIMERA BASTIDA


LA BASTIDA

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UN MUNDO

CONVULSO Muchas personas criadas en el campo que conocen La Bastida, afirman que “no es un buen sitio para vivir”. Bien mirado no les falta razón, puesto que las poblaciones humanas la evitaron durante centenares de miles de años, desde el Paleolítico más remoto hasta un buen día hace unos 4200 años. De repente, un cerro olvidado resultó tan atractivo que fue habitado durante más de seis siglos hasta que, otro buen día de hace unos 3550 años, parece que la gente recobró el buen sentido milenario y lo abandonó. Desde entonces, los humanos que han vivido más tiempo aquí hemos sido los miembros del “Proyecto Bastida”. Así pues, la primera pregunta es sobre las razones que impulsaron a fundar La Bastida. Para tratar de responderla hay que remontarse un poco más en el tiempo, hasta la época en que las comunidades de la Edad del Cobre en el sur de la península entraron en crisis. Estas gentes practicaban desde hacía siglos formas de cultivo y ganadería exitosas, además de la caza, la pesca y la recolección ancestrales. La eficacia con que satisfacían la subsistencia había permitido colonizar todo tipo de entornos, habitar incluso grandes asentamientos y desarrollar artesanías complejas y a veces hasta sofisticadas. Respetaban rituales funerarios en tumbas colectivas que fortalecían la cohesión local pero, a la vez, sus relaciones sociales eran fluidas y fomentaban la comunicación entre comarcas.

Remontando el curso de la rambla de Lébor desde el valle del Guadalentín, cuesta divisar La Bastida hasta que prácticamente estamos allí.

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LA BASTIDA

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LA PRIMERA BASTIDA

Que las comunidades de la Edad del Cobre fuesen abiertas y solidarias no impedía que pudiesen entablarse conflictos. De hecho, hacia mediados del III milenio antes de nuestra era se aprecia un incremento de la violencia física y del individualismo hasta que, en torno a 2200 antes de nuestra era muchos de los asentamientos fueron abandonados, a menudo tras devastadores incendios.

La segunda ciudad de Troya fue incendiada y abandonada hacia el 2200 antes de nuestra era.

Es curioso observar que otras sociedades en Europa, el Egeo, Egipto y Próximo Oriente sufrieron colapsos parecidos por las mismas fechas. Todavía no podemos explicar las razones de esta crisis general, pero sí que en muchas regiones supuso un “borrón” para una “cuenta nueva” que en aquellos tiempos tempranos carecía de un rumbo prefijado. El rumbo que acabaría afectando al cuadrante suroriental peninsular tomó una dirección de oriente a occidente. Hacia 2200 antes de nuestra era las comunidades de las llanuras litorales y prelitorales de Almería y Murcia reunían dos condiciones a la postre decisivas: un entorno idóneo para la agricultura y una organización política expansiva y jerárquica que apostaba por la violencia. Con el respaldo de una economía pujante y la fuerza de las armas, pusieron rumbo hacia el interior, a la conquista de nuevas tierras y a la búsqueda de un recurso estratégico: el cobre de excepcional calidad alojado en las entrañas de sierra Morena. La Bastida fue uno de los centros que guiaron esta expansión, mientras que otros asentamientos como La Almoloya (Pliego) eran la punta de lanza. Proporcionó seguridad a las élites militares y se erigió en un mecanismo imprescindible para el control social de la población autóctona. Lo que hoy llamamos “civilización argárica” estaba en camino.

Modelización 3D sobre el paisaje actual del poblado de Los Millares (Almería), datado en la Edad del Cobre.

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LA BASTIDA

Hacia 2200 antes de nuestra era, una comunidad ocupó por primera vez el cerro de La Bastida. Su fortificación fue el “acto fundacional” de la ciudad más antigua de Europa continental.

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LA PRIMERA BASTIDA

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LA BASTIDA

LA FUNDACIÓN DE UNA

CIUDAD INEXPUGNABLE

Comienzo de las excavaciones en la ladera oriental (2012), en el sector donde iba a aparecer el sistema de fortificación monumental.

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Hace unos 4200 años, diversos grupos de personas comenzaron a asentarse en La Bastida y Las Anchuras, a un lado y a otro de la rambla de Lébor. Muchos descendían de las poblaciones calcolíticas del sureste, pero su organización y propósitos eran radicalmente distintos a los de sus antepasados. A mediados de abril de 2012 nos disponíamos a cerrar la última fase de excavaciones en La Bastida. Decidimos cerrar campaña explorando un sector de la ladera oriental donde en el fondo de un par de toperas se veían fragmentos de muros de cierta entidad. Pocos días después, no dábamos


LA PRIMERA BASTIDA

crédito a lo que empezaba a aparecer tras retirar toneladas de derrumbes y aportaciones erosivas: un sistema de fortificación en piedra sin paralelos en la Europa continental de su tiempo. Tras meses de duro trabajo, logramos hacernos una primera idea de una obra de dimensiones monumentales. El sistema de fortificación consta de dos líneas de muralla separadas por pocos metros. La Línea 1 parte de un punto situado muy cerca del barranco Salado y discurre perpendicularmente a su curso. La hemos seguido en un tramo de unos 45 m pendiente arriba, salvando un desnivel natural próximo en ocasiones al 40%. Su trazado cierra la única vía relativamente cómoda de acceso al cerro, viniendo desde el norte. Suponiendo que prosigue hasta rodear la cima de La Bastida, su longitud rondaría los 300 m.

El sistema de fortificación en 2014

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LA BASTIDA

Vista frontal de la fortificación tras su primera consolidación. Línea 2 de la fortificación, con torre cuadrangular adosada

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LA PRIMERA BASTIDA

Adosadas a la cara exterior del lienzo murario de la Línea 1, aparecen cinco torres cuadrangulares macizas de entre 3 y 4 m de lado, bastante próximas entre sí. La altura conservada se aproxima a 3 m en algunos puntos, y originalmente alcanzó un mínimo de 6 m. La técnica constructiva es muy interesante. Se utilizaron piedras de mediano y gran tamaño trabadas con argamasa. Lo curioso es que la mayoría de las piedras son areniscas, específicamente seleccionadas de la formación geológica al otro lado del barranco. ¿Por qué se descartaron los abundantes cantos de caliza y pizarra disponibles a pie de obra? Al menos por dos razones: resultan más fáciles de escuadrar en bloques más o menos regulares, y tienen un peso específico mucho menor que dichos cantos, lo cual permite manipularlos y trasladarlos más fácilmente. Toda la Línea 1 estaba revestida con una capa de argamasa de arcilla que fortalecía la obra y negaba cualquier asidero a eventuales asaltantes. Otra curiosidad: la arcilla empleada en los lienzos murarios es de color amarillo, procedente de formaciones de margas cercanas, mientras que la de algunas de las torres ofrece tonos azules o violáceos, producto de la mezcla de pizarras y esquistos. No hay que descartar que se buscase impresionar a propios y extraños mediante un espectacular efecto cromático. A poca distancia al sur de la Línea 1 se construyó la Línea 2. Los extremos orientales de ambas están separados por poco más de un metro, conformando el principal acceso al recinto fortificado a través de un angosto pasillo. A un lado y otro se dispusieron gruesos postes para sostener el portón de entrada. La Línea 2 posee una torre que da al pasillo y otra al sur, cuadrangular, bajo la cual, cortado a pico, discurre lo que pudo ser un dispositivo de captación de agua. Acabar de explorar este sector y extender la excavación por delante de la Línea 1 para descubrir dispositivos defensivos adicionales, constituye uno de los objetivos pendientes más apasionantes.

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LA BASTIDA

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LA PRIMERA BASTIDA

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LA BASTIDA

PODER

Y VIOLENCIA

Modelización del sistema de fortificación y de los barrios inferiores de la ciudad después del año 2000 antes de nuestra era, vistos desde el barranco Salado

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La fortificación de La Bastida sorprende en sí misma, por su monumentalidad y singularidad, pero también por su antigüedad. Las dataciones obtenidas según el método del Carbono 14 indican que fue construida en torno a 2200 antes de nuestra era. Cuesta imaginar que en una fecha tan temprana pudieran concentrarse tantos esfuerzos en una obra defensiva, pero así fue. Hay que pensar que la comunidad que emprendió semejante obra era muy poderosa, pero que no se hallaba a salvo de graves peligros. ¿De quién? ¿Por qué esa violencia? De nuevo, hay que abandonar momentáneamente La Bastida para comprenderla mejor.


LA PRIMERA BASTIDA

Los conocimientos en arquitectura e ingeniería plasmados en la fortificación supusieron una novedad respecto a lo que se conocía en Occidente. Pero, además de una ruptura con la tradición, nos hallamos ante una nueva forma de combatir y, en definitiva, una nueva sociedad. Si hasta entonces las comunidades se habían enfrentado con sus útiles de caza (arco y flechas con puntas de sílex) y de trabajo (hachas de piedra, cuchillos), a partir de ahora el protagonismo recaerá en especialistas en el manejo de armas propiamente dichas: alabardas y dagas o espadas cortas de cobre. Si hasta entonces las murallas eran el parapeto de una comunidad, a partir de ahora las fortificaciones serán el escenario de combates cuerpo a cuerpo; el lugar reservado a la vigilancia del enemigo exterior, pero

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LA BASTIDA

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LA PRIMERA BASTIDA

también los límites que ahogan a las gentes que albergan. En otras palabras, la fortificación de La Bastida fue tanto la obra fundacional del nuevo estamento militar implicado en la expansión y conquista, como el instrumento de la clase dominante para implantar un orden interno.

Ladera oriental de La Bastida con la fortificación en primer plano y, al fondo, el barrio de la ladera baja suroriental.

Queda por responder si el panorama que comenzó a gestarse hacia 2200 antes de nuestra era fue sólo consecuencia de factores autóctonos. Llama la atención que algunos sugerentes paralelos de la fortificación de La Bastida se encuentren en el Mediterráneo oriental, ya sea antes de 2200 antes de nuestra era (por ejemplo, la segunda ciudad de Troya, en Turquía) o años después (la sexta ciudad de Kolonna, en la isla de Egina, Grecia). Aun cuando no podemos descartar una intervención foránea para entender el salto cualitativo en el sureste, lo más probable es que la mayor parte de la población, si no toda, fuese de raíz autóctona.

Muralla de Kolonna, en la isla de Egina.

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LA BASTIDA

Puerta (arriba) y pasadizo de entrada (abajo) entre lĂ­neas de fortificaciĂłn sucesivas de La Bastida y Kolonna (Egina, Grecia).

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LA PRIMERA BASTIDA

LA VIDA

INTRAMUROS Las excavaciones entre 2009 y 2010 en la ladera baja meridional sacaron a la luz los restos de las construcciones domésticas y públicas más antiguas, coetáneas respecto a la construcción de la fortificación. En esta primera fase de ocupación, entre 2200 y 2000 antes de nuestra era, los edificios más numerosos corresponden a pequeñas cabañas o estructuras subsidiarias de perímetro curvilíneo, con el zócalo occidental ligeramente excavado en la pendiente del terreno y con alzados de barro, ramas y postes de madera. La erosión y las construcciones posteriores afectaron mucho a sus restos. Este hecho, unido a la fragilidad de lo conservado, aconsejó protegerlas de forma especial, por lo que hoy en día no hay ninguna a la vista.

LA BASTIDA - FASE I

10 m

Estructuras de la primera ciudad de La Bastida en la ladera baja suroriental. Una serie de cabañas se distribuían cerca de un gran edificio de piedra.

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LA BASTIDA

Cerámicas de la primera fase de La Bastida.

En el interior de estas construcciones, los hallazgos no son abundantes. Destaca la cerámica, en su mayoría ollas y cuencos pequeños y medianos. Si nos atenemos a la tecnología alfarera y a la morfología de algunos de ellos, se adivinan vínculos con la tradición de la Edad del Cobre, aunque conviene destacar la ausencia de piezas decoradas de estilo campaniforme, que marcan en muchas regiones los momentos finales de este periodo. Los molinos u otras herramientas de piedra, hueso o de cobre resultan escasas, mientras que merece la pena destacar el hallazgo de pesas de telar de arcilla y restos de cestería (esteras, cuerdas). El edificio H35-36 sobresale en este panorama. Por un lado, es mucho mayor que los demás (unos 6 m de anchura máxima y por lo menos 14 m de longitud), presenta una planta ligeramente trapezoidal, y para su construcción se excavó profundamente la base geológica, de forma que el recorte resultante sirvió como apoyo de sus paredes. Pegados a su zócalo de piedra, se habilitaron bancos corridos de obra. Dos gruesos postes de 60 cm de diámetro y el grosor de los muros abren la posibilidad de que se tratase de un edificio de dos plantas.

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LA PRIMERA BASTIDA

10 cm

Gran vasija de almacenamiento de unos 200 litros de capacidad encajada en el suelo del edificio H35-36.

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LA BASTIDA

Además de por su arquitectura, destaca por sus contenidos, entre los que figuran una gran vasija encajada verticalmente en el subsuelo, un lingote de cobre y varios botones de marfil de elefante; además, hallamos una punta de flecha de hueso y un artefacto de piedra provisto de una ranura, muy adecuado precisamente para la fabricación de astas de flecha. El uso del arco y la flecha había descendido drásticamente en comparación con la “época dorada” de la arquería de la Edad del Cobre. Por tanto, el hallazgo de La Bastida refuerza la idea de que estas armas pasaron a ser objeto de controles y restricciones sociales más estrechos. En suma, en H35-35 se almacenaban y gestionaban materias primas de gran valor social (metal, marfil) y un uso social limitado. Hasta el momento, no hemos hallado ninguna tumba de esta época. Tal vez los cadáveres fuesen expuestos al aire libre, lo cual hace muy difícil su conservación a largo plazo. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que el cementerio se localizase en la periferia del asentamiento o en puntos del mismo que aún no hemos explorado. El asentamiento de esta primera fase fue devastado por un incendio, pero ello no supuso el final de La Bastida. Poco después volvió a reconstruirse, aunque conforme a una concepción bien distinta. Reconstrucción del edificio H35-36. Los restos encontrados sugieren que se podría haber tratado de un lugar de acumulación y gestión de materias primas y objetos de un alto valor social.

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LA CIUDAD ESCONDIDA

H35-H36

AGUJEROS DE POSTE 5m

Planta del edificio H35-36, de muros anchos y excavado parcialmente en el sustrato geolรณgico. Edificio H35-36 una vez concluida su excavaciรณn.

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LA BASTIDA UNA CAPITAL ARGÁRICA


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Entre el 2000 y el 1600 o 1550 antes de nuestra era La Bastida vivió su época de apogeo. La evolución de la ciudad puede seguirse particularmente bien en el mismo sector de la ladera baja suroriental que hemos descrito en el apartado anterior. Aquí centraremos la atención, aunque visitaremos puntualmente otros barrios del asentamiento donde las excavaciones han sido menos extensas.

LA ORGANIZACIÓN

URBANA

Desde comienzos del II milenio antes de nuestra era la topografía de La Bastida empezó a sufrir una transformación radical. Las empinadas pendientes fueron “domesticadas” mediante terrazas artificiales escalonadas, sobre las cuales se levantaron edificios con paredes de piedra casi siempre rectilíneas. Se inauguraba así la típica arquitectura urbana argárica. Las primeras construcciones se distribuían dejando algunos espacios abiertos. Sin embargo, la trama fue haciéndose más compacta en torno a 1850/1800 antes de nuestra era y así se mantuvo hasta el final de El Argar. Durante este periodo (que conocemos como Fase III), se alcanzó la máxima densidad constructiva y también demográfica, con una población estimada cercana a 1000 habitantes. En esta época, los edificios se adosaban uno a otro, dejando en ocasiones angostos callejones y desde luego nada parecido a plazas.

A partir del 2000 antes de nuestra era, comenzaron a “urbanizarse” las laderas de La Bastida mediante un sistema de terrazas artificiales donde se levantaban edificios de diferentes tipos y tamaños.

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EDIFICIO SINGULAR

DESTRUCCIÓN POR DEFORESTACIÓN LÍMITE ZONA HABITADA

RAMBLA DE

100 m

LÉB

OR


CA

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M IN O T AC L UA

MURALLA ACCESO

BALSA

LADO

EDIFICIO PÚBLICO

A BARRANCO S

DIQUE

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LA BASTIDA

Modelizaciรณn 3D de La Bastida durante su momento de apogeo.

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D.XVIII

H52 D. XI-XXI

H37-H41 Plano del barrio de la ladera suroriental de La Bastida. Se resaltan los recintos musealizados

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BALSA

H2

H3

H5

H83 H35-H36

10 m

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Desde lejos, el cerro de La Bastida ofrecía un aspecto completamente urbanizado. Lo que más llamaría la atención sería su aspecto compacto, con sus laderas cubiertas de construcciones enlucidas. Tan sólo algunas instalaciones públicas, como la gran balsa a la que nos referiremos después, rompían el mosaico de paredes. Sus límites eran los barrancos naturales y el sistema de fortificación de la ladera oriental. Éste registró sucesivas reparaciones y remodelaciones y se mantuvo en uso hasta algún momento del siglo XVIII antes de nuestra era. En esta época, cuando la sociedad argárica alcanzó su máxima expansión, las fronteras quedaban lejos, el poder de La Bastida era incontestable y las murallas y torres dejaron de ser necesarias.

VIVIENDAS, TALLERES

Y ALMACENES

La mayoría de los edificios documentados data de los últimos dos o tres siglos de La Bastida, entre 1850 y 1600-1550 antes de nuestra era. La entidad de la implantación urbana fue tan intensa y completa en esta fase, que en muchos casos alteró o destruyó los restos dejados por construcciones previas. Pese a ello, quien visite el yacimiento puede contemplar alguno de los recintos levantados poco después del 2000 antes de nuestra era. Uno de los más completos es el llamado H83, cerca del margen derecho del barranco Salado. Presenta una planta rectangular de 7 m de largo por 3 m de ancho, que alberga una superficie útil de poco más de 17 m2. Su pared cabecera occidental aprovecha un recorte artificial de la pendiente rocosa, mientras que las restantes se levantaron a base de barro sobre zócalos de piedra. Adosados a éstos se dispusieron hasta cuatro banquetas de obra cuidadosamente revestidas con una capa de arcilla amarilla impermeable. Una más, o quizá un tabique, divide

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H83 en dos partes. El techo, de barro y ramas, se sustentaba gracias a varios postes de madera, cuyas bases se apoyaban en lajas de pizarra. El pavimento era de tierra batida y contaba con algunos sectores enlosados. Además, H83 disponía de dos cubetas, tal vez de almacenamiento, y un horno circular cuya solera estaba formada por cantos de piedra caliza. La molienda de cereales era una de las principales actividades desarrolladas en H83, como pone de manifiesto un mínimo de cuatro molinos en posición de uso. Salta a la vista que habrían sido capaces de producir más harina de la que consumía diariamente una unidad doméstica. Además,

Restos de la habitación H83 tras su restauración. Los muros que aparecen sobre ella pertenecen a recintos construidos sobre las ruinas de H83. En el centro de la imagen se aprecia también el “ataúd de piedra” o cista de la tumba 33, depositada tras la ocupación de H83 y que hemos conservado in situ.

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LA BASTIDA

la presencia de un horno es compatible con la preparación de alimentos, como quizá algún tipo de tortas de harina. Por tanto, H83 podría haber acogido un taller que abastecería de productos básicos a una parte de la comunidad. La intensa remodelación de finales del siglo XIX antes de nuestra era trajo consigo una proliferación de edificios. La mayoría posee un contorno de tendencia rectangular o trapezoidal, aunque sus dimensiones varían entre 15 y 70 m2 o incluso más, lo cual augura de por sí cometidos diversos. En cualquier caso, nos hallamos ante una arquitectura en piedra y argamasa de magnífica calidad. Los muros suelen ser de doble paramento, con una anchura media de entre 60 y 80 cm. Estaban revestidos con mortero y encalados, algo enormemente interesante. En primer lugar, estas estructuras mantendrían un ambiente fresco en verano y retendrían el calor en invierno. Por otra parte, la cal mejora las condiciones higiénicas y de salubridad, un objetivo de vital importancia en cualquier aglomeración urbana. Y, por último, indica un nivel tecnológico elevado e indirectamente, la magnitud de la demanda de combustible para producir la cal necesaria para tantos edificios. Algunos edificios de la fase de apogeo se han conservado muy bien. Uno de ellos es el Departamento XVIII, una construcción trapezoidal de unos 56 m2 de superficie útil a la

Conservación excepcional de un tramo de pared que conserva el revoco de argamasa y un enlucido con cal.

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Vista de H3 en la actualidad, una vez consolidada y restaurada.

Reconstrucciรณn del horno adosado a una de las paredes de la habitaciรณn H3.

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Paramento externo del gran muro conservado en la cima. El resto del contorno del edificio, sin duda monumental, fue arrasado por las obras de repoblaciรณn forestal.

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que se accedía a través de una puerta en su lado norte. En su interior se recuperaron unos 16 molinos. Como sucedía con H83, la capacidad productiva de este grupo de molinos supera con creces las necesidades de quienes los usaron, por lo que nos hallamos ante un auténtico taller. Funcionando a la vez estos instrumentos hubiesen permitido cubrir las necesidades diarias de harina de unas 60 o 70 personas. A poca distancia pendiente abajo, la habitación H3 ofrece un interesante contrapunto. También presenta una planta trapezoidal, pero en su espacioso interior de más de 66 m2 destacan siete grandes tinajas concentradas hacia el fondo. Por tanto, en lugar de un taller de molienda tenemos un almacén, donde probablemente se guardaban miles de raciones de cebada. Además, en H3 hay banquetas, dos piletas cuidadosamente elaboradas sobre una plataforma elevada y un horno. Sin duda, era una de las viviendas mejor equipadas de todo el barrio, una distinción que, como veremos, también se reflejó en el ámbito funerario. Hasta el momento, las excavaciones en otros sectores del cerro han tenido una extensión limitada. Aun así, merece la pena destacar algunos de los hallazgos en la cima. Es un hecho conocido que las élites argáricas establecían sus residencias en las partes más altas de los asentamientos, donde tampoco es inusual hallar edificios públicos monumentales. Por desgracia, la acrópolis de La Bastida había sido afectada gravemente por la repoblación forestal de la década de 1970, de forma que en muchos puntos había desaparecido todo el depósito arqueológico. Pese a ello, pudimos documentar parcialmente un gran muro de casi 2 m de espesor, que perteneció a un gran edificio que coronaba la ciudad. No hay duda de que desempeñó un papel singular y relevante, quizá como las grandes torres cuadrangulares de Fuente Álamo (Cuevas de Almanzora, Almería). Como veremos, descubrimos muy cerca de él una de las tumbas más ricas del yacimiento, lo que confirmaría que aquí se encontraba el centro neurálgico del poder político y económico. Esperamos ampliar este panorama en futuras excavaciones.

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URNAS FUNERARIAS CISTA AGUJEROS DE POSTE MOLINOS

Planta del Departamento XVIII.

Reconstrucciรณn del taller de molienda del Departamento XVIII en plena actividad.

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5m


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URNAS FUNERARIAS AGUJEROS DE POSTE

5m

Planta del edificio H3, donde se almacenรณ y gestionรณ un volumen importante de grano. Reconstrucciรณn del interior del edificio H3.

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LA BALSA Si el sistema de fortificación de La Bastida fue una obra pública con un sentido eminentemente político, la segunda gran obra se orientó hacia la economía y la subsistencia. Se trata de un enorme depósito de agua situado en la ladera baja suroriental, precisamente junto a la habitación H3 descrita anteriormente.

La balsa en proceso de excavación.

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La balsa se remonta a los albores del II milenio antes de nuestra era, aunque experimentó sucesivas reformas. Fue instalada en un lugar en que la pendiente del cerro no era tan acusada, construyendo un cierre curvo de piedras grandes por el lado oriental e impermeabilizando el suelo con aportes de arcilla. Si esta primera balsa contó con un muro de cierre por el norte, junto al barranco Salado, es algo que no podremos comprobar porque la erosión ha eliminado toda posible continuación en esa dirección. No obstante,


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sabemos que cierto tiempo después dicho cierre se materializó en un auténtico dique: un potente muro de hasta 5 m de anchura máxima enlucido con arcilla impermeabilizante, 21 m de longitud y 1,70 m de altura conservada. Más tarde, se le añadieron varias plataformas escalonadas que facilitaban el acceso a su interior. La superficie ocupada por la balsa es de 445 m2 y, en una primera estimación, habría tenido en estos momentos una capacidad de unos 320 m3. Por tanto, nos hallamos ante una de las mayores estructuras de almacenamiento de agua de la prehistoria reciente europea.

Foto aérea del barrio excavado en la ladera baja suroriental.

La balsa recogía el agua de lluvia que fluía por gravedad desde las partes más altas de la ladera. Aquí, la disposición alterna de la trama urbana permitiría el filtrado de las precipitaciones y reduciría su fuerza hasta llegar al embalse. Una vez acumulada en este depósito al aire libre, el agua podría destinarse a usos económicos (procesado de lino y

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La balsa de La Bastida tras el proceso de restauraciรณn.

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esparto, alfarería, albañilería, etc.), a medidas higiénicas y de limpieza e, incluso, al consumo de boca, por mucho que nos choque. En este sentido, los hermanos Siret sugirieron a finales del siglo XIX que las cisternas documentadas en algunos poblados argáricos3 tenían como objetivo proveer de agua a la población en caso de asedio. Esta hipótesis puede sorprender en nuestro caso, debido a que la balsa no estaba cubierta y, por tanto, expuesta a los agentes contaminantes (excrementos, basura). Sin embargo, no hemos descartado esta posibilidad habida cuenta de la constancia de métodos tradicionales para potabilizar agua en estas condiciones y, por otro lado, una constatación curiosa: en los muchos metros cúbicos de sedimentos excavados, la frecuencia de huesos de animales es inusualmente baja. En otras palabras, sospechamos que las gentes de La Bastida tuvieron mucho cuidado en mantener la balsa libre de basura y desperdicios capaces de emponzoñar el agua.

Reconstrucción de la balsa alrededor de 1800 antes de nuestra era.

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La balsa no debió bastar para satisfacer las necesidades del cerca de un millar de habitantes de La Bastida, aun contando con un régimen pluvial más abundante que el actual. Sin embargo, tuvo un papel económico importante y tal vez vital en caso de conflicto.


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EL SUSTENTO:

ALIMENTACIÓN Y PAISAJE Los miles de restos de plantas y animales descubiertos en La Bastida nos acercan a cómo se organizaba la subsistencia hace 4.000 años. La agricultura y la ganadería eran, como hoy, la base de la alimentación, pero se desarrollaron de forma particular y sorprendente.

Paisaje al norte de La Bastida. Los recientes aplanamientos agrícolas han alterado irreversiblemente el paisaje de la Edad del Bronce.

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AGRICULTURA En el entorno inmediato de La Bastida hay pocos terrenos aptos para el cultivo empleando métodos tradicionales. Hoy en día, las numerosas plantaciones de parras no dan fe del potencial agrícola de la zona, porque han sido posibles gracias al aplanamiento del relieve original con maquinaria pesada y a la instalación de sistemas de riego por goteo. De hecho, incluso a principios del siglo XX en la cuenca de Lébor apenas podía subsistir una veintena de familias, pese a contar con una red de acequias y pozos inexistente en la Edad del Bronce.

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La mayor parte de los alimentos consumidos en La Bastida procedía de la vega del Guadalentín, varios kilómetros al sur. Es una de las más fértiles en todo el sureste, sobre todo si tenemos en cuenta que hace 4000 años el cauce del río era amplio y llevaba un caudal mucho más alto que en la actualidad. Los estudios geomorfológicos sugieren que por aquel entonces el Guadalentín ni siguiera desembocaba en el Segura, sino que desaguaba en una zona lagunar al sureste de Totana, en “El Saladar”, un topónimo indicativo de parajes con aguas encharcadas.

Una vereda junto a la rambla de Lébor comunicaba La Bastida con sus territorios agropecuarios en el fértil valle del Guadalentín. Vista desde la cima del Cabezo Gordo, junto a La Bastida.

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¿Cómo sabemos qué plantas se consumían en La Bastida? En un clima como el nuestro, la conservación arqueológica de los restos vegetales es muy difícil, a menos que se hubiesen carbonizado y luego enterrado relativamente deprisa. Estas circunstancias se dan, por ejemplo, en el incendio y consiguiente derrumbe de un edificio. Miles de años después, cuando excavamos esos vestigios recogemos bolsas llenas de tierra mezclada con pequeñas partículas negruzcas casi imposibles de identificar. Para hacerlo, hay que separarlas.

Máquina de flotación diseñada para el “Proyecto Bastida”. En la columna de cribas quedan retenidos los restos carbonizados prehistóricos, además de raíces y otras partículas actuales, que serán separadas en el laboratorio.

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Restos carbonizados de un rizoma de esparto (arriba) y de semillas de cebada (abajo).

La forma más rápida de recuperar los restos diminutos de madera, semillas, frutos, hojas y otras partes de plantas es mediante el proceso de “flotación”. Consiste en verter las muestras de tierra mezclada con restos carbonizados en grandes recipientes de agua, provocar turbulencias para favorecer que los fragmentos quemados salgan a flote y atraparlos en cedazos con mallas de entre 0,5 y 2 mm de luz. A la vista del enorme volumen de muestras de la excavación, encargamos una máquina de flotación “industrial” capaz de procesar centenares de litros de sedimentos cada día y, además, reciclar el agua utilizada. Una vez secos, comenzaba el arduo trabajo de separar los restos prehistóricos de las partículas modernas incluidas en las muestras. Una parte del personal técnico y laboral pasó largas horas bajo una lupa separando los pequeños fragmentos vegetales de los que hablaremos ahora. Los resultados han compensado con creces el esfuerzo invertido. En síntesis, hemos observado un agudo contraste entre la dieta vegetal de la primera fase de ocupación y la del apogeo urbanístico. Así, en los inicios destaca la amplia variedad de especies consumidas: cebada, trigo y, en menor medida, habas, lentejas, posiblemente garbanzos y lino. Además, hay constancia de higos y uva, aunque no sabemos si procedían de plantas cultivadas o silvestres como en el caso de las moras, también consumidas. Las abundantes hojas de romero podrían haber servido como condimento y planta aromática, y también para la elaboración de aceites y cataplasmas terapéuticas.

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Semillas de cebada de la fase final de La Bastida.

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Sin embargo, esta variedad fue reduciéndose con el tiempo a favor del predominio de una especie, la cebada. En los últimos siglos argáricos, la base de la alimentación para mucha gente era este cereal, que debió cultivarse a gran escala. Tamaña dependencia debió entrañar los riesgos propios de cualquier estrategia que descuide un aprovisionamiento diversificado (plagas, agotamiento del suelo, etc.). Aun así, la cebada es una especie resistente a la falta de humedad y puede crecer en suelos con fertilidad moderada o baja, por lo que se erigió como alternativa ante la necesidad de alimentar a una población numerosa y/o satisfacer la demanda de excedentes en favor de la clase dominante. Sin embargo, el cultivo masivo de cebada en régimen de secano implicó deforestación y contribuyó a la salinización de los suelos. Por tanto, la agricultura argárica pudo haber marcado un hito en la degradación medioambiental de las tierras bajas del sureste.


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Puede sorprender la importancia de la cebada, porque hoy la consideramos un alimento de baja calidad. Sin embargo, durante la Edad del Bronce el consumo de cebada era muy frecuente en Europa, Próximo Oriente y Egipto. Pese a su actual papel secundario, la asociación de “Mujeres del Ámbito Rural” nos informó de una serie de platos murcianos tradicionales entre cuyos ingredientes figura o figuraba la harina de cebada: en Aledo, Totana y Lorca se cocina el jallullo, parecido a unas migas con hortalizas y carne; en Cartagena se hacía un pan ácimo llamado torta a la paleta, mientras que en otras zonas se consumía una especie de gachas denominadas michos. No es descabellado pensar que estos preparados tuvieron su equivalente en época argárica. Además de ser clasificadas, las semillas carbonizadas pueden analizarse químicamente para medir su composición isotópica de nitrógeno y carbono. Estos valores indican

Recreación de campos de cultivo cerealista y en barbecho.

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la cantidad de agua recibida durante la formación de la semilla y, además, informan sobre si crecieron en suelos abonados. Los primeros resultados muestran que los cultivos eran de secano y que se beneficiaban de abono animal. De hecho, los cultivos en el territorio de La Bastida estuvieron especialmente bien cuidados en este aspecto, lo que hace pensar en una ganadería pujante y perfectamente combinada con la actividad agrícola. Además de tierras de secano, hay que imaginar cultivos de huerta para las especies más exigentes, como algunas legumbres y el lino. Los restos botánicos también permiten estimar la extensión del territorio agrícola de La Bastida. Alimentar una población de unos 1000 habitantes, habría requerido unas 360 toneladas de cebada anuales. Si tenemos en cuenta que había campos que quedaban en barbecho un año u otro, que habría que reservar una parte de la cosecha para la siembra siguiente, y que la molienda ocasiona pérdidas, el territorio agrícola rondaría las 1500 hectáreas. Por otro lado, los centenares de molinos descubiertos en las excavaciones sugieren que en La Bastida se molían más cereales de los que consumían sus habitantes. Eso significa que funcionaría como una especie de “banco” de alimentos. La población campesina transportaba toneladas de cebada hasta “la ciudad escondida”. Aquí, la cebada quedaba depositada y podía ser administrada para alimentar a los artesanos y artesanas que trabajaban en los talleres de la ciudad, a los guardianes armados que la protegían y a las élites improductivas. Además, las malas cosechas, motivadas por factores como la irregularidad de las lluvias, podían ser paliadas desde estos almacenes. En suma, una parte de la producción se redistribuía mientras que otra se convertía en la plusvalía de la clase dominante. Cómo lograba esta élite mantener sus privilegios debía ser tan opaco para la masa de la población, como la ingeniería financiera de bancos y grandes empresas para gran parte de la sociedad actual.

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EL BOSQUE Y LA VEGETACIÓN DEL ENTORNO Los campos de cultivo se concentraban en el valle del Guadalentín y quizá en pequeñas parcelas de la cuenca de Lébor. A su alrededor, en las laderas de las sierras de la Tercia y de Espuña y en las depresiones cercanas crecía una vegetación natural más variada y abundante que la actual. A este respecto, ciertas investigaciones señalan que el nivel de precipitaciones fue superior al actual, lo que permitió el crecimiento de chopos y sauces en las riberas de lo que hoy son ramblas y entonces ríos con caudal permanente. Más allá, en el paisaje dominaba una vegetación de bosque mediterráneo compuesto por pinos, encinas, acebuches

Pino (arriba) y jara (abajo) con sus respectivas secciones anatómicas.

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y lentiscos, así como formaciones de matorral con romero, brezo, espinos y jaras. Esporádicamente, se abrían claros poblados por herbáceas. De la explotación del bosque dependía el aprovisionamiento de leña y de troncos que eran transformados en postes, vigas y tablas para la construcción y, a buen seguro, en útiles que no se han conservado. También se ha constatado el aprovechamiento de la resina de pino, tal vez como adhesivo o por sus propiedades medicinales. A lo largo de la ocupación de La Bastida se observa un descenso en la variedad de las especies explotadas y un incremento en la importancia de pino y de encina o coscoja. Sin embargo, vale la pena señalar que hasta el último momento se documentan especies de ribera, como chopos o sauces, así como otras que también requieren niveles de humedad inexistentes hoy en las inmediaciones, como el madroño y el pino negro. Aunque su frecuencia sea muy baja, cabe suponer que la explotación del bosque en el entorno de La Bastida fue lo bastante sostenible a largo plazo como para conservarlas aunque fuese a título testimonial.

GANADERÍA Y CAZA Nuestras excavaciones han deparado el hallazgo de unos 8.000 fragmentos o huesos completos de animales lo suficientemente bien conservados como para ser clasificados en especies. Se trata casi siempre de restos alimentarios, desechados tras el despiece o el consumo y que quedaron abandonados en el suelo de las habitaciones o en espacios exteriores. Su estudio revela que los animales domésticos aportaron siempre la mayor parte de los recursos cárnicos, en una proporción aproximada de 4 o 5 a 1 respecto a los salvajes. La cabaña ganadera estaba dominada por rebaños de cabras y ovejas, seguidas a distancia por vacas y cerdos. Finalmente, con frecuencias muy bajas hallamos restos de caballos, y perros.

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Además de carne, los animales domésticos aportaban otros recursos, como leche y lana en el caso de vacas, ovejas y cabras, y fuerza de tracción aplicable al transporte en caballos y bueyes. Por su parte, los perros pudieron auxiliar en la caza y la guarda de los rebaños. Así mismo, ciertos huesos de las extremidades de ovicápridos y bovinos fueron aprovechados para fabricar punzones, espátulas y cuentas de collar. Una de las grandes habitaciones de la fase de apogeo, llamada H2, albergaba una carnicería y un taller de producción de útiles y adornos de hueso. Los punzones se afilaban sobre una losa de arenisca y, una vez acabados, se distribuían a otros talleres donde se empleaban en marroquinería, confección y cestería.

Interior de la habitación H2, donde se realizaban actividades de carnicería y de manufactura de objetos de hueso.

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Tarso de oveja con huellas de corte que confirman la participaciรณn de cuchillos de cobre en tareas cotidianas

ร tiles de piedra empleados para separar la miel y la cera de abeja.

5 cm

Pulidor de arenisca hallado en el edificio H2 y empleado en la fabricaciรณn de herramientas y adornos de hueso.

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5 cm

Collar de cuentas de hueso y concha hallado durante las excavaciones de 1886 y hoy depositado en los Museos Reales de Arte e Historia, en Bruselas.

Picos o, tal vez, alabardas de asta de ciervo. Fueron encontrados en esta misma posiciรณn bajo el pasillo de entrada del sistema de fortificaciรณn.

10 cm

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LA BASTIDA

La fauna salvaje se destinó al consumo cárnico. Los animales mejor representados son los conejos y los ciervos, mientras que las restantes especies aparecen de forma casi testimonial (jabalí, corzo, cabra montés, zorro, liebre y gato montés). Es de destacar el aprovechamiento de las astas de ciervo como materia prima para fabricar mangos de útiles metálicos, escoplos y picos. Por cierto, algunos de éstos recuerdan poderosamente a las alabardas con punta de cobre y, de hecho, los dos ejemplares depositados en la entrada de la fortificación pudieron muy bien ser usados como tales. Vale la pena añadir que los alimentos de origen marino, como pescado o marisco, apenas contribuyeron a la dieta. Aunque la pesca ha sido constatada en asentamientos costeros como Punta de Gavilanes (Mazarrón), no parece que sus productos alcanzasen el interior en cantidades relevantes. En cambio, en La Bastida se ha puesto de relieve una actividad hasta hace poco desconocida: el aprovechamiento de la miel y la cera de abeja, tal vez a través de la apicultura. Los análisis cromatográficos e isotópicos sobre restos de ácidos grasos atrapados en algunos recipientes de cerámica y útiles de piedra han revelado diversos usos de la miel. Por un lado, era un ingrediente habitual en la cocina argárica, sobre todo en combinación con carne de oveja, cabra o vacuno y/o diversos tipos de vegetales. Además del agradable dulzor, no hay que descartar que se buscasen sus propiedades bactericidas y su capacidad para conservar los alimentos. En otros casos es posible que se obtuviese hidromiel, uno de los primeros licores conocidos. Por otra parte, la cera servía como combustible para la iluminación, al haberse encontrado sus residuos en el fondo de algunos recipientes usados como candiles. Como en otros aspectos, las diferencias sociales también se reflejaban en el consumo de carne. A ello apuntan los análisis de reconstrucción dietética, basados en la determinación de los valores isotópicos del carbono y el nitrógeno en huesos humanos. Según los primeros resultados,

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los miembros de la clase alta consumían más proteínas de origen animal que el resto de la población; es decir, accedían a un alimento más completo y costoso. Por otro lado, también se ha observado que la mayor frecuencia de huesos de caballo se da en la cima, donde residía el núcleo de esta clase dominante. Dado que se descarta la cría de estos animales como fuente de alimento, parece más probable que el caballo fuese utilizado como montura para los desplazamientos de la élite, además de la vigilancia y el combate. Desde este punto de vista, su asociación con la clase que ostentaba el monopolio de las armas no parece casual.

ECONOMÍA

Y ARTEFACTOS La Bastida ha ofrecido una impresionante colección de utensilios que nos informan sobre múltiples dimensiones de la tecnología y la organización económica. Al lado de la producción de alimentos, se desarrolló un abanico de producciones artesanales que hicieron de El Argar una sociedad singular.

ALFARERÍA Los hallazgos más frecuentes en cualquier yacimiento argárico corresponden a recipientes de cerámica. A veces los encontramos completos y en tan buen estado que podríamos seguir usándolos para servir bebidas y nuestro menú diario. Sin embargo, lo normal es recuperarlos rotos, ya sea porque se fracturaron al usarlos en el pasado y fueron desechados, o porque quedaron enteros pero el peso de la tierra los ha aplastado y dispersado. En cualquier caso, siempre nos afanamos por recogerlos puesto que pueden aportar datos muy interesantes acerca de la propia producción alfarera y, cómo no, de su destino en múltiples actividades sociales.

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Remontaje de fragmentos cerรกmicos.

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En La Bastida, los restos cerámicos se cuentan por millares. Esto es una buena noticia, aunque sepamos el trabajo que da. Primero hay que lavarlos, secarlos y clasificarlos. Después, cuando tenemos indicios de que un recipiente puede estar entero o razonablemente completo, los fragmentos se someten a una limpieza más profunda a base de baños sucesivos en agua destilada para eliminar las sales depositadas mientras estuvieron bajo tierra. Si alguien disfruta haciendo puzles, le invitamos a que nos ayude en el laborioso proceso de remontaje, aunque con una advertencia: no siempre garantizamos tener todas las piezas. A partir de ahora toca encolarlas pacientemente hasta reconstituir el volumen original y, si fuese necesario, rellenar posibles huecos.

Laboratorio de restauración de recipientes cerámicos.

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Además de por su abundancia, la vajilla argárica sorprende por su poca variedad. La mayoría de los recipientes pueden clasificarse en ocho tipos y, de hecho, los más comunes son sólo cuatro: los cuencos abiertos (a los que nos referimos como “Forma 1”), los recipientes de borde ligeramente cerrado (“Forma 2”) y las ollas y vasijas de cuerpo ovoide o angular y borde abierto (“Formas 4 y 5”). En cada tipo hallamos toda la gama de tamaños, desde los más pequeños para el consumo de alimentos y bebidas o para contener sustancias en pequeñas cantidades, hasta grandes orzas para almacenar grano o agua que pueden superar los 200 litros de capacidad, pasando por ejemplares medianos para cocinar o servir alimentos, guardar o trasladar productos a pequeña escala. Pese a ser menos frecuentes no podemos dejar de mencionar las elegantes copas argáricas (“Forma 7”), formadas por un bol de Forma 2 sobre un pie o peana, y las aún más raras vasijas de “Forma 6”, de cuerpo angular y boca muy estrecha cuyo uso estuvo reservado a los miembros de la élite y que sirvieron para contener alimentos de calidad muy elaborados. Toda la vajilla fue modelada sin la ayuda del torno, sino superponiendo tiras de arcilla sobre una base cóncava a veces conseguida a partir de un molde. Las superficies se alisaban y, con frecuencia, se bruñían con mucho cuidado, lo que les proporcionaba un brillo casi metálico. En La Bastida predominan los tonos oscuros, en gamas de gris o rojo, salvo en una parte significativa de las cerámicas más antiguas, de tonalidades amarillentas, anaranjadas o grisáceas.

Tipos básicos de la alfarería argárica. Los números indican el tipo cerámico.

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Sin embargo, desde poco después del 2000 antes de nuestra era la estandarización tipológica que hemos mencionado acabó por imponerse. Esta homogeneidad evoca, por un lado, el trabajo de alfareras y/o alfareros especializados que respetaron normas donde no cabía la expresión subjetiva en forma de motivos decorativos. Y, por otro, sugiere que el contenido de las mismas cerámicas también


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Vaso carenado (forma 5) de excelente manufactura procedente de la tumba 33.

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Cuencos apilados dentro del edificio H59 junto a varios molinos. Parece tratarse de recipientes utilizados para medir raciones o unidades de grano o de harina.

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estaba sujeto a algún tipo de control. En este sentido, se ha planteado que los cuencos pudieron servir para administrar el reparto de raciones fijas de grano, en el marco de una economía centralizada. No podemos dejar de mencionar que una parte de las vasijas medianas y grandes acabó su vida de uso como urna funeraria, sobre todo en las comarcas más orientales del territorio argárico. Para los menores de tres años de edad se empleaban preferentemente vasijas de Forma 2, mientras que las urnas de Forma 4 eran las más empleadas para acoger individuos fallecidos a edades más avanzadas. Como veremos más adelante, la mayoría de las tumbas descubiertas en La Bastida se ajustan a estas características. Entre las urnas funerarias de La Bastida, la depositada en la tumba 18 merece una atención especial. Con casi 97 cm de altura, 83 cm de anchura y una capacidad ligeramente por encima de 300 litros, es la mayor encontrada en el yacimiento. Los conocimientos técnicos plasmados en su modelado son asombrosos. Lo más probable es que sus partes fueran modeladas por separado, secadas hasta que la arcilla adquiriese consistencia y luego ensambladas. A continuación, se rasparon las paredes aún húmedas con el fin de reducir el peso de la pieza. Esta operación debió ser muy delicada, siempre bajo el riesgo de rotura o deformación de la vasija. Sin embargo, se vio coronada por el éxito, de forma que el grosor de las paredes no supera en ningún momento los 2 cm. Tras alisar cuidadosamente sus superficies todavía faltaba la “prueba de fuego” en sentido literal y figurado: la cocción. No se han documentado hornos abovedados capaces de acoger recipientes tan grandes, por lo que el proceso debió tener lugar al aire libre, sobre el suelo o en una cubeta. La urna fue tapada con leña de diferente calibre que, al arder, tiznó las paredes en numerosos puntos. La pericia en el control de la combustión fue sin duda magistral, porque consiguió una cocción uniforme. En un determinado momento se dejó de alimentar el fuego y empezó un enfriamiento gradual que

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Urna de la tumba 18 con una capacidad de más de 300 litros y un peso de unos 45 kg.

Artefactos argáricos de cobre, plata y oro, la mayoría hallados en sepulturas. La posibilidad de refundir los objetos gastados o rotos para fabricar otros hace que el número de hallazgos dentro de los edificios sea relativamente bajo.

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se saldó sin sufrir agrietamientos. Por último, aún había que transportarla entre varias personas (¡pesaba nada menos que unos 45 kg!) hasta el recinto donde iba a ser utilizada para almacenar probablemente cebada. Sospechamos que ese recinto no fue otro que la estancia más grande de las exploradas en La Bastida, denominada H3. La describimos en el apartado de arquitectura y urbanismo y subrayamos que poseía una capacidad de almacenamiento muy superior a la de las habitaciones vecinas. Pues bien, tras desempeñar esta función durante cierto tiempo nuestra gran urna fue elegida para contener los cuerpos de dos hombres adultos, enterrados precisamente bajo la zona de almacén y junto a los que se depositó… un cuenco con semillas de cebada. La urna empleada en la tumba 18 es una maravilla desde el punto de vista tecnológico que desafía aún hoy a expertos ceramistas, incapaces de fabricar una réplica. La pieza cristaliza un cúmulo de conocimientos, destreza, tiempo y


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esfuerzo que sólo fueron posibles en el marco de una alfarería a cargo de especialistas. En sus manos residían la sabiduría y los secretos de este arte pero, al mismo tiempo, la imposición de una manera de usar, ver y administrar unos objetos básicos en el quehacer cotidiano.

METALURGIA Durante mucho tiempo, se etiquetó El Argar como una “sociedad de metalúrgicos”, debido a la gran cantidad de objetos metálicos en comparación con las comunidades previas y coetáneas. Armas, útiles y adornos de cobre y bronce, así

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como adornos de plata y, en menor medida, de oro, destacan poderosamente en el repertorio argárico. Dada la riqueza minerometalúrgica de Murcia y Almería, parece lógico pensar que en época argárica se explotaron intensamente sus filones de cobre y de plata nativa. Sin embargo, para sorpresa de mucha gente los últimos análisis químicos indican que estos recursos se beneficiaron de forma marginal. En cambio, resulta cada vez más claro que las principales minas se localizaban en el distrito minero de sierra Morena, en el alto Guadalquivir. Aquí, asentamientos como Peñalosa (Jaén) se ocupaban de la extracción y transformación inicial de grandes cantidades de minerales de cobre. A continuación, bajo la forma de lingotes o de artefactos entraban en amplios circuitos de suministro bajo el control de las élites que, al menos durante mucho tiempo, asumieron directamente la gestión de las existencias de cada territorio. Al parecer, la plata nativa también procedía de regiones alejadas de la zona nuclear argárica, en el alto Guadalquivir o el sur de la provincia de Ciudad Real. En este contexto, el papel de los grandes asentamientos de las tierras bajas del sureste fue centralizar el flujo de metales procedente de sierra Morena y llevar a cabo labores de fusión, refundición y reparación en talleres especializados.

Fragmento de lingote de cobre.

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5m

URNAS FUNERARIAS CISTA FOSA AGUJEROS DE POSTE

CAMPAÑA 2009-12 PROYECTO BASTIDA CAMPAÑA 2003 ARQUEOTEC CAMPAÑAS AÑOS 40

En La Bastida, las excavaciones de 1944 y 1948 descubrieron uno de estos talleres en el Departamento XI-XXI. Se trata de un edificio notablemente grande, de más de 12 m de largo y entre 3,7 y 4,7 m de ancho (56,6 m2 útiles) con una cabecera absidal y al que se accedía desde el sur. Una intervención realizada en 2003 por la empresa ArqueoTec completó la documentación de este ámbito y consolidó sus restos.

Plano del Departamento XI-XXI con su taller metalúrgico.

Reconstrucción de las actividades realizadas en el Departamento XI-XXI.

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Molde de arenisca para la fundición de hachas encontrado en la década de 1970 junto a la pared oeste del Departamento XI-XXI y donado al Centro de La Bastida. El hacha que se observa en la foto formaba parte del ajuar funerario de uno de los hombres de la tumba 18 y bien podría haber sido producida en este molde.

Yunques y martillos de forja. A diferencia de los moldes, fabricados en arenisca, los martillos y yunques están hechos con rocas ígneas de gran dureza, como el gabro. El yunque de grandes dimensiones ha aparecido cerca de la cima.

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En comparación con otros edificios, destaca la presencia de al menos cuatro hogares, lo que indica por sí solo la importancia de las actividades que requerían la aplicación de calor. Uno de los hogares identificados en 2003 estaba encima de un plataforma circular junto al muro occidental que todavía se conserva. Algunas estructuras parecidas localizadas en el poblado minero de Peñalosa se interpretan como lugares dedicados a la fundición. En este sentido, el hallazgo de fragmentos de varios crisoles de cerámica y de dos moldes de hachas confirman esta impresión. Recordemos que las hachas argáricas eran tanto armas como herramientas y, que representaron el elemento distintivo de los varones de la clase social intermedia.

Afilador portátil de piedra procedente de la tumba 84. En la cara anversa (izquierda) se observan las huellas de uso.

En el subsuelo del Departamento XI-XXI se hallaron las tumbas de cinco individuos adultos, dos jóvenes y dos infantiles, casi todos enterrados en vasijas de cerámica. La modestia de sus ajuares funerarios sugiere que algunas de las personas vinculadas con este taller metalúrgico no poseían los objetos de cobre, sino que sólo servían como mano de obra. Dado que la actividad metalúrgica estaba en pocas manos, los hallazgos de instrumentos relacionados con la fundición y la forja, como crisoles, moldes, yunques y martillos, suelen ser muy escasos y estar muy localizados. Aparte de en el interior y alrededor del Departamento XI-XXI, en La Bastida sólo hemos detectado piezas aisladas en algún punto de la cima (yunque).

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ARTEFACTOS DE PIEDRA La Bastida ha proporcionado miles de artefactos de piedra perfectamente conservados. Gracias a ello podemos identificar un amplio abanico de usos y actividades económicas: el procesado de alimentos a partir de morteros y pilones o losas de trabajo; el trabajo de la madera con hachas y azuelas; el bruñido de cerámica a partir de cantos de grano fino, o la fundición y forja del metal mediante moldes, yunques y martillos.

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El mayor número de artefactos está relacionado con la molienda de cereal para la obtención de harina, alimento básico de la sociedad argárica. Hasta el momento, hemos encontrado más de 1300 piedras de moler, además de centenares de percutores y alisadores necesarios para reavivar la rugosidad de los molinos. También las ruedas de los molinos rotativos tradicionales, como el que todavía funciona en Totana cerca de la estación del ferrocarril, son “afiladas” cada 3 o 4 meses. Sin embargo, los molinos argáricos estaban fijados en el suelo o sobre una banqueta y una persona tenía que presionar con una muela o “mano” sobre el cereal, efectuando movimientos de vaivén sobre toda la extensión del molino. En época de El Argar se

Molinos recogidos en la superficie del yacimiento.

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introduce la mano de madera, que permite una molienda más eficaz y la obtención de harina más depurada, sobre todo cuando el grano es cebada. El número de molinos, sobre todo en la última fase del asentamiento, supera claramente las necesidades de la población local, estimada alrededor del millar de habitantes. Hemos visto que algunos edificios estaban especializados en la transformación del grano en harina a gran escala, ya que en estos espacios podían trabajar más de doce personas a la vez. En muchas sociedades son mujeres, esclavos y presos los que se ven obligados a realizar estos trabajos tan duros, monótonos y extenuantes. Algunos datos apuntan a que los grandes asentamientos argáricos recibieron periódicamente grupos de personas para moler cereales.

Louis y Henri Siret, precursores de la arqueología argárica, en pleno experimento de molienda a finales del siglo XIX.

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Sea como fuere, la gran cantidad de molinos en La Bastida indica que sus élites políticas lograron centralizar una parte importante de la cosecha de cereal para gestionarla según sus intereses como, por ejemplo, mantener a artesanos y artesanas y a los destacamentos armados, realizar obras urbanísticas y establecer relaciones de clientelismo con la población más desfavorecida o dependiente.

Selección de molinos fabricados a partir de rocas de distinta naturaleza.

La importancia de la molienda para la economía de La Bastida también queda de manifiesto en la procedencia de las rocas empleadas para la fabricación de molinos. Así, mientras muchos poblados tuvieron que conformarse con utilizar las materias primas disponibles en su territorio inmediato, generalmente en un radio de menos de 10 km, el 50% de los molinos de La Bastida son de rocas volcánicas como dacitas, andesitas y lamproítas, que resultan especialmente adecuadas para este trabajo. La fuente de muchas de estas rocas se encuentra nada menos que a unos 30 km de distancia, ya sea hacia el sureste en la zona de Mazarrón o

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el noreste en Barqueros. Ello da idea de la gran extensión del territorio controlado por La Bastida. Además, es interesante comprobar que el mismo tipo de rocas volcánicas de gran calidad representa sólo el 30% en Lorca, el poderoso vecino situado a tan sólo unos 20 km al suroeste. De ahí que, probablemente, las fronteras de La Bastida supusieran trabas para que el abastecimiento de las mejores materias primas beneficiase a cuanta más gente, mejor. Una vez más, política, economía y bienestar no iban de la mano.

TEXTILES El lino es el material mejor documentado en la confección de tejidos. Hay que tener en cuenta que la conservación de cualquier material orgánico, en especial de fibras textiles, es un fenómeno excepcional. Sólo en ambientes sellados y muy secos o, más a menudo, si el tejido quedó en contacto con un objeto de cobre se dan las condiciones para que éste se preserve.

Puñal de cobre con restos de tela adheridos. Detalle de un tejido de lino.

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Anverso y reverso de una pesa de telar.

La planta del lino es exigente en cuanto a humedad, por lo que suponemos que en el sureste fue cultivada en huertas. La transformación de los tallos en hilos de grueso y calidad variables es un proceso laborioso que, si hacemos caso a los documentos del ámbito mediterráneo en la Antigüedad, fue protagonizado por mujeres. A falta de conservarse el hilo en madejas o carretes, el objeto que mejor delata el hilado es la fusayola. Fabricadas en piedra, cerámica, hueso o asta, suelen tener forma de disco y no más de 4-5 cm de diámetro. Presentan un orificio central en el que se insertaba el huso y que permitía ir enrollando las fibras retorcidas para formar una hebra continua. Según las fuentes antiguas, las mujeres también se encargaban de tejer. Desafortunadamente, los únicos vestigios de los telares manuales son las llamadas “pesas de telar”, unas piezas de arcilla de color amarillento parecidas a tortas gruesas de contorno redondeado. Por lo general, presentan dos o cuatro perforaciones a través de las cuales pasaban y se ataban las hebras longitudinales que componían la urdimbre y que el propio peso de la pieza tensaba.

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En La Bastida apenas hemos encontrado fusayolas y relativamente pocas pesas de telar. Además, rara vez éstas aparecen agrupadas y en cierto número, como correspondería al lugar donde hubiera habido un telar. En consecuencia, a día de hoy suponemos que la industria textil no fue una ocupación relevante para la población de La Bastida. No obstante, dadas las necesidades de hilo y tejidos por parte de una comunidad tan numerosa, habría que pensar que otros centros del territorio asumieron el grueso de esta producción y que, como sucedía con tantos otros productos y materias primas, arribaban a La Bastida en forma de bien de intercambio o de tributo.

Impronta de pleita de esparto en un fragmento de revestimiento de barro.

Además del lino, la población argárica aprovechaba la lana y, con toda probabilidad, pieles de animales y cuero para fabricar prendas de vestir y complementos y objetos diversos. En este capítulo, sin embargo, tal vez el predominio correspondió al esparto, cuyos restos carbonizados se han documentado a veces en La Bastida. Con esta fibra vegetal se confeccionaron esteras, cuerdas, cestos y seguramente calzado. Las cuerdas y pleitas de esparto eran además un material imprescindible en la construcción de las casas.

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EL CEMENTERIO

EN CASA

Como la mayoría de los asentamientos argáricos, bajo el suelo de La Bastida encontramos su cementerio. Tener la oportunidad de estudiar conjuntamente los espacios de habitación y el mundo funerario abre unas posibilidades de investigación que pocas épocas y regiones poseen. El ritual argárico dominante consistía en depositar un único cadáver encogido en el interior de una urna de cerámica, una cista o caja de piedra, una fosa o una cuevecilla artificial (“covacha”). Muchas veces se dejaban ofrendas aunque en calidad y cantidad muy diversa, lo que nos abre la puerta para identificar distinciones sociales. En ocasiones, la tumba volvía a abrirse cierto tiempo después para acoger a un segundo cadáver. La mayoría de las tumbas argáricas se datan a partir del 2000 antes de nuestra era, siendo especialmente numerosas en los últimos tres siglos del desarrollo de esta sociedad. Pese a haber sido objeto del expolio secular, La Bastida ha deparado el hallazgo de varios centenares de sepulturas que testimonian toda la variabilidad funeraria argárica. Sumando las que tenemos noticia desde las excavaciones de Inchaurrandieta en 1869 hasta las de nuestro equipo en 2012 la cifra es de 251. Lástima que Juan Cuadrado no anotase datos sobre las más de un centenar que descubrió hacia 1927, aunque al menos parte de sus contenidos se custodian hoy en el Museo Arqueológico de Almería.

La mayoría de las tumbas son excavadas en el yacimiento con la ayuda de aspiradoras e instrumental de precisión. Resulta fundamental dejar completamente a la vista el esqueleto y las eventuales ofrendas, con el fin de conocer aspectos muy interesantes del ritual funerario

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Cuando el estado de conservación lo permite, algunas tumbas son trasladadas en bloque al laboratorio para ser excavadas y conservadas allí.

Las tres cuartas partes de estas tumbas son urnas de cerámica, seguidas por cistas de lajas de piedra o de mampostería, algunas de las cuales superan el tamaño medio y alcanzan la calificación de cámaras. Las fosas y las covachas resultan testimoniales. Como hemos indicado, la mayoría acogieron a un solo individuo, aunque cerca de un 20% recibieron un segundo cadáver. Además, vale la pena señalar que hay datos sobre 16 cenotafios, es decir, estructuras con la apariencia de una tumba pero sin restos humanos. Por ahora constituyen un enigma. Quizá se realizasen en memoria de personas fallecidas lejos de La Bastida y cuyos cuerpos no pudieron ser trasladados hasta

Tipos de tumbas argáricas: 1. Cistas 2. Urnas simples y dobles 3. Fosa 4. Covacha

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Cenotafio 13. Dentro de una vasija cerámica tumbada sobre uno de sus lados sólo había una porción de la pata de cordero o cabrito. A su lado, una ollita y una copa de pie, así como un hacha de cobre en posición de ofrenda exterior. Ofrendas asociadas al cenotafio 13.

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allí. Tampoco descartamos que se tratase de tumbas ocupadas transitoriamente por un cadáver hasta ser inhumado en otro lugar, en el marco de un ritual complejo y minoritario. Vivir literalmente sobre un cementerio resulta muy chocante hoy en día. Se cree que no todas las personas recibían sepultura en el subsuelo de los asentamientos, pero aun así tenemos bien representados individuos de ambos sexos y de todos los grupos de edad. Las razones que motivaron la práctica del funeral intramuros selectivo siguen siendo desconocidas. Para algunos, era una manera de evitar que las tumbas de ciertos antepasados fuesen profanadas por los enemigos, asumiendo, claro está, que el conflicto era algo endémico entre las comunidades. En un sentido distinto, otras hipótesis plantean que las personas enterradas en cada recinto mantuvieron en vida un vínculo estrecho con ese espacio; una relación que la tumba se encargaba de recordar permanentemente y que servía para que parientes y descendientes hiciesen valer ciertos derechos. Por último, cabe la posibilidad de que las personas inhumadas conformasen la totalidad de un grupo social que compartía linajes ancestrales … tal vez la población enterrada era la única con el derecho a decirse “argárica” o la expresión que designasen para identificarse con un pasado común.

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Y LA MUERTE El estudio de las ofrendas funerarias ha planteado que la sociedad argárica se hallaba estratificada en tres clases: dominante, intermedia y servil o esclava. En La Bastida se observa esta misma estructura, aunque con ciertos matices. Al analizar el centenar y medio de tumbas intactas de que tenemos noticia, sorprende que sólo cinco, o sea, en torno al 3% del total, correspondan a la clase alta, cuando en otros yacimientos argáricos la proporción ronda el 10%. Ello puede explicarse porque la mayoría de las tumbas consideradas procede del barrio situado en las laderas bajas de La Bastida, es decir, donde no sería habitual que residiesen las élites.

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Vista de la tumba en cámara 60 y posición de los objetos de ofrenda. La alteración longitudinal a la altura de la caja torácica fue producida por la maquinaria pesada empleada en las obras de repoblación forestal. Es un milagro que hayamos podido documentar esta sepultura.

Resulta interesante al respecto que la única tumba excavada por nuestro equipo en la cima corresponda a la clase alta. Nos referimos a la tumba 60, que se libró milagrosamente del destrozo ocasionado por la repoblación forestal. Se trata de una cámara de mampostería de planta ligeramente trapezoidal de dimensiones muy amplias (2,10 m de largo, 1,30 m de ancho y 0,47 m de profundidad conservada). En cada esquina se alojaba un poste que ayudaría a sustentar la cubierta, posiblemente de madera. En cierto sentido, su construcción evoca la de los edificios que se estaban construyendo ladera abajo allá por el siglo XIX antes de nuestra era. Este paralelismo entre las “casas de los vivos” y una de las tumbas más destacadas resulta muy sugerente, puesto que con ello tal vez se pretendía simbolizar una relación estrecha entre la persona fallecida y la reorganización urbana que marcó el inicio de un nuevo orden y del apogeo de la ciudad.

PATA DE BUEY PUNZÓN “BOLITA”

FORMA 6 CUCHILLO

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FORMA 5


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En el interior de la tumba 60 yacía el esqueleto de una mujer fallecida a los 45 años. Reposaba sobre su costado derecho, con las piernas flexionadas. Su ajuar funerario constaba en primer lugar de un puñal y un punzón de cobre. Esta asociación era muy frecuente entre las mujeres argáricas adscritas a las clases intermedia y alta. A pocos centímetros de su cabeza se depositó una vasija de “Forma 6”, como sabemos exclusiva de las élites. Contenía un preparado alimenticio muy elaborado a base de miel, carne y vegetales. Justo a su lado había un vasito carenado de “Forma 5” que posiblemente se usaba para extraer y repartir o consumir directamente el contenido de la vasija mayor. En el extremo opuesto de la tumba se depositó una porción del cuarto trasero de una vaca o buey. Este hecho también resulta significativo, ya que las ofrendas cárnicas de bovino suelen asociarse a los miembros de la clase dirigente. Por último, dos “curiosidades”

Ajuar funerario de la tumba 60

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Ajuar de la tumba 40

El cuchillo y el punzĂłn definen a las mujeres de clase intermedia

El hacha y el puĂąal definen a los hombres de clase intermedia

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Alabarda de la tumba 40, fotografiada por ambas caras

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PuĂąal de la tumba 40, fotografiado por ambas caras

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completaron el ajuar: un diente de escualo fósil y una bolita de mineral de hierro, tal vez goethita. Las restantes tumbas destacadas se encontraron en las laderas inferiores. Nuestro equipo tuvo la fortuna de excavar una de ellas, la tumba 40, que había quedado oculta por casualidad bajo una pequeña área sin excavar en 1948. En este caso, se trataba de una tumba en cista que contenía dos esqueletos. El primer cadáver en ser depositado fue el de una mujer adulta, al que acompañaron un punzón de cobre y una olla. Tiempo después, sus restos fueron arrinconados al enterrar un hombre adulto con el ajuar característico de clase alta: una magnífica alabarda de cobre, una daga del mismo metal, una vasija y una porción de jabalí. La combinación entre alabarda y daga o puñal ilustra la panoplia militar de los primeros guerreros argáricos que, a su vez, constituían la élite política y económica. Ambas armas se complementaban en el combate cuerpo a cuerpo, de forma que la alabarda golpeaba en la cabeza para producir heridas inciso-contusas, mientras que el puñal se usaba a distancias más cortas de manera oportunista. Estos guerreros también podían disponer de arco y flechas o jabalinas con la punta de cobre para herir a mayor distancia, pero algún tabú ritual impedía depositarlos en las sepulturas. Con este armamento básico, las comunidades del litoral y prelitoral de Almería y Murcia extendieron el dominio argárico hasta el alto Guadalquivir. Las sepulturas correspondientes a mujeres y hombres de la clase social intermedia suponen en torno al 20%. El elemento que mejor las define es la presencia de útiles de cobre: punzones reservados a mujeres y hachas a hombres, y/o puñales y cuchillos asociados a uno u otro sexo indistintamente. Además, no es raro encontrar una o dos vasijas de cerámica y algún adorno. Es interesante señalar que la mayoría de las tumbas de clase intermedia contuvo mujeres. Ello da idea del protagonismo de cierto sector femenino en la gestión económica y política, algo a lo que ya apuntaba la tumba 60 de la cima. La sepultura en cista descubierta durante la campaña de 1948

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ilustra dicho protagonismo. Ocupaba un lugar próximo a la entrada del Departamento XVIII, al que nos referimos antes por albergar un taller de molienda. Contenía el esqueleto de una mujer acompañado por un punzón y un puñal de cobre, la parte superior de una copa y una concha a modo de colgante. No era la única tumba depositada en esta estancia, pero sí la más destacada respecto a las doce restantes, que en su mayoría, corresponden a personas pertenecientes a las clases más humildes. Cabe la posibilidad de que la mujer enterrada en la cista ejerciera control sobre las personas que trabajaban en el Departamento XVIII y, así mismo, sobre la harina que producían. Las tumbas con los ajuares más pobres (un recipiente cerámico, en combinación o no con algún adorno) constituyen una amplia mayoría, si bien es cierto que buena parte corresponden a niños y niñas que, en general, acostumbraban a merecer ofrendas modestas o nulas.

Sepultura de un individuo infantil en urna (tumba 47), una de las más modestas de La Bastida. Carece de ofrendas, la vasija que lo acogió ya estaba rota y ésta fue tapada con un fragmento de otra olla.

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CASAS, TUMBAS

Y GENTES

Pese a la proximidad espacial y, muy probablemente, parental entre los individuos enterrados y quienes ocuparon una determinada vivienda, pocas veces el grupo de personas fallecidas refleja con claridad la composición de la unidad doméstica o social que la habitó. Hemos mencionado antes el caso del Departamento XVIII, en cuyo subsuelo hallaron sepultura individuos de todas las edades pero con extracciones sociales distintas. Tendríamos representado el cuadro de un grupo social más amplio que el de una unidad estrictamente doméstica, que trabajó y se relacionó de manera especial en este espacio. Sin embargo, el panorama en otros casos resulta incluso más complicado y sorprendente. Veamos qué sucede en la habitación H3, que ya conocemos de otros apartados. Sabemos que H3 es el recinto más amplio de los excavados en el barrio de la ladera baja suroriental de La Bastida. Además de poseer una remarcable capacidad de almacenar grano, los restantes hallazgos son compatibles con lo que cabría esperar en una unidad doméstica. No obstante, las tumbas de su subsuelo trazan un panorama más ambiguo

Imagen del edificio H3 con ubicación de las tumbas halladas bajo su suelo.

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Esqueletos y ajuares de la tumba 18.

e intrigante. Comencemos por la tumba 18, cuya impresionante urna hemos descrito en el apartado sobre la cerámica. Estaba bajo la zona de almacén y nos dio una buena sorpresa: acogía los cadáveres de dos hombres adultos, ambos muertos entre los 22 y los 25 años y quizá inhumados a la

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vez o en un breve espacio de tiempo. La ofrendas eran destacables: un hacha y un puñal de cobre, un pendiente de plata, una olla, un cuenco lleno de semillas de cebada y porciones de ovicáprido y bovino.

Descubrimiento, excavación y ofrendas de la tumba 21.

Que en una tumba doble haya dos hombres es algo completamente inusual, ya que lo normal es que las tumbas dobles de adultos combinen un hombre y una mujer. Además, entre el primer y el segundo sepelio acostumbraban a pasar años cuando no varias generaciones, lo que cuestiona que se tratase de cónyuges puesto que posiblemente ni siquiera se conocieron. En la tumba 18, esta circunstancia no se dio en absoluto. Por tanto, en esta sepultura se incumplió la prohibición de enterrar dos hombres juntos y, además, la de que los dos adultos perteneciesen a la misma generación. A escasa distancia de la tumba 18, la tumba 21 presentó un contenido bien distinto. En el interior de la urna yacía el esqueleto de una mujer fallecida en torno a los 30 años, acompañada de un ajuar destacable: cuchillo y punzón de cobre, un collar, una olla, un vaso y una copa de cerámica y una porción de cordero o cabrito. En este caso, la rareza estribaba en la colocación del cuerpo sobre el costado izquierdo, ya que lo habitual es que las mujeres fuesen enterradas sobre el derecho mientras que los hombres, precisamente, sobre el izquierdo… salvo el primer ocupante de la tumba 18. La lista de tumbas prosigue con la número 23, una urna que acogió los cuerpos de dos bebés sin ajuar, fallecidos entre los 7 y los 11 meses de edad y enterrados sucesivamente. En este caso, el cuerpo que ocupaba la base de la tumba fue el que falleció más tarde, pues los restos del que lo hizo bastante tiempo antes aparecieron completamente desarticulados y cubriendo su esqueleto. Si ocupó esa misma urna en solitario o si fue sepultado provisionalmente en otra antes de que sus restos fueran reenterrados allí es algo que, de momento, no podemos resolver. Esta cuestión resulta pertinente, pues

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Interior de la tumba 23. Se observan huesos desarticulados del primer bebé fallecido, esparcidos sobre el esqueleto del segundo. De éste se aprecia la columna vertebral, costillas, escápula y húmero derechos en posición anatómica en la parte inferior de la imagen

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en H3 se depositaron dos cenotafios. La urna que lleva el número de sepultura 14 estaba totalmente vacía; en cambio, dentro de la nº 13 había una porción de cordero o cabrito y, al exterior, un hacha de cobre, una copa y una olla. Encajar las piezas del “puzle” funerario de H3 es un ejercicio complicado. Fijémonos de entrada en las dos tumbas más importantes, nº 18 y 21, tanto por contener adultos como por sus ajuares. Los dos factores comunes entre ellas son la pertenencia de sus ocupantes a la clase social intermedia y, en segundo lugar, la transgresión de las normas que estipulaban cómo había que disponer a los hombres y a


LA SOCIEDAD A PARTIR DE LAS TUMBAS

Enteramiento infantil de la tumba 42.

las mujeres en el ritual funerario. Aunque sea arriesgado, no podemos descartar que los hombres de la tumba 18 pudieron mantener una relación homosexual, y que su posición social acomodada permitió desobedecer un tabú y expresarla simbólicamente. Si interpretamos, bajo el mismo criterio, que la disposición de la mujer reflejó ritualmente una orientación homosexual, habría que hacer notar una diferencia significativa: en su caso, ni su posición social pudo transgredir el tabú argárico que siempre impidió que dos mujeres ocupasen en exclusiva la misma tumba. En suma, podemos interpretar que un sector pudiente de la sociedad tuvo el deseo y la capacidad para expresar sus orientaciones sexuales en contra de lo que dictaban las normas dominantes. Sin embargo, los dos bebés y los dos cenotafios permanecen a la espera de respuestas.

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LA BASTIDA

LA POBLACIÓN ARGÁRICA

DESDE LA MUERTE

Hasta ahora hemos repasado los significados sociales e ideológicos del mundo funerario a través de sus rituales de identidad y pertenencia. La suerte de trabajar con tantas tumbas y tan bien conservadas es que podemos abordar otras dimensiones de la vida social mediante el estudio antropológico de los esqueletos. El primer dato relevante es la elevada mortalidad infantil, ya que en torno al 40% de los cadáveres eran de

Individuo infantil de la tumba 17 con un cuenco como ofrenda.

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Enterramiento doble infantil de la tumba 65.

niños y niñas. Además, uno de cada dos fallecía antes de haber cumplido el año y la máxima frecuencia de defunciones se halla en el intervalo entre los 9 y los 18 meses, seguida por neonatos y perinatales. El destete se producía precisamente a partir de esta edad, pues los análisis químicos que hemos realizado indican que ninguno de los bebés fallecidos después de haber cumplido el año y medio estaba siendo alimentado con leche materna. Este dato resulta sorprendente, pues el cambio a una dieta sólida en las sociedades no occidentales y preindustriales suele producirse entre los 2 y 3 años, siendo precisamente entonces cuando aumentan los riesgos para la salud, ya que el bebé deja de beneficiarse de los nutrientes y defensas de la leche materna. Así pues, habría que atribuir que los picos de mortandad se produjeran entre lactantes, a un entorno poco salubre en el que procesos infecciosos o diarreas, que hoy nos parecerían leves, serían letales. Los análisis que también hemos realizado en otras poblaciones argáricas, como la de Gatas (Almería), señalan que era en la pubertad y en la adolescencia cuando las dietas tenían un menor aporte proteínico. Una alimentación deficiente, basada casi exclusivamente en la cebada,

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LA BASTIDA

Indicios de un proceso inflamatorio o hemorrágico de las meninges en la pared interior del cráneo de una de las criaturas enterradas en la tumba 23.

Huesos de un feto a término en la cavidad pélvica de una mujer

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comportaría estados carenciales que, a su vez, agravarían los efectos perniciosos de un entorno poco salubre. No obstante, una vez superada la infancia, el riesgo de fallecer durante la juventud era relativamente bajo. La mayor parte de los esqueletos corresponden a hombres y a mujeres en proporciones similares y notablemente jóvenes. Así lo indica la proporción de óbitos entre los 20 y 35 años, que es la más alta entre la población adulta. En el caso de las mujeres, la disminución del periodo de lactancia y la elevada mortalidad infantil tuvo consecuencias nefastas, pues el incremento de población se consiguió a costa de sus cuerpos y de su salud. Muy pocas personas alcanzaban la sexta década de vida y superarla era toda una proeza. Algunos estudios indican que los hombres realizaban actividades que exigían un mayor grado de movilidad que las mujeres, aunque no parece que esto fuera así en todas las clases sociales. En cambio, la incidencia de traumatismos óseos atribuibles a episodios violentos sí parece que fue superior entre el colectivo masculino. Unas y otros, no obstante, comparten rasgos faciales muy característicos, como puentes nasales prominentes y caras estrechas. El aspecto


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LA BASTIDA

físico de aquellas gentes, de cuerpos mayoritariamente gráciles y enjutos, nos sorprendería si lo comparamos con los estándares contemporáneos de las sociedades occidentales. Sin embargo, conviene señalar que la estatura media de mujeres (1,53 m) y hombres (1,63 m) era muy similar a la media española de hace tan sólo un siglo. En sociedades preindustriales como la argárica, las causas de fallecimiento no tenían que ver demasiado con enfermedades degenerativas, que es precisamente lo que sucede en las sociedades ricas y longevas de nuestros días. Si comparamos el registro de patologías de La Bastida con el de otros yacimientos, como La Almoloya, sorprende la baja incidencia de traumatismos y lesiones degenerativas de las articulaciones que podemos atribuir a trabajos duros y extenuantes. Medidas como encalar periódicamente las viviendas, mantener limpios de basura y desechos los sistemas de captación de aguas y la propia balsa, o sellar perfectamente las sepulturas buscaron minimizar las amenazas para la salud que supone una higiene deficiente. Habitar una ciudad grande y densamente poblada supuso un reto novedoso en Occidente también en este aspecto. Y La Bastida fue de nuevo pionera, aunque a un coste muy elevado. Pese a los esfuerzos en mantener las condiciones de salubridad, las elevadas tasas de mortandad entre lactantes y mujeres y hombres jóvenes así lo indican. Sus huesos apenas registran episodios de procesos crónicos, y eso encaja con muertes fulminantes por procesos infecto-contagiosos agudos y de evolución rápida que no dejaron tiempo suficiente para que sus síntomas dejasen huella en el esqueleto. Sin embargo, tampoco la salud se mantuvo al margen de las diferencias socioeconómicas. En este sentido, parece que los miembros de clase alta disfrutaban, en términos generales, de una mayor esperanza de vida. Una dieta más equilibrada y de mejor calidad, evitar actividades laborales mecánicas y extenuantes, huir del hacinamiento y beneficiarse de mejores cuidados conforman la receta común de las élites en todas las sociedades civilizadas.

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Exposiciรณn de uno de los esqueletos infantiles de la tumba 23

20 cm

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LA BASTIDA ¿QUÉ ERA LA BASTIDA?


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¿QUÉ ERA

LA BASTIDA? La Bastida marcó un antes y un después. Cristalizó un experimento revolucionario en su época y su entorno, que instauró formas de vida próximas a lo que llamamos “civilización”. Además, nos ha legado un monumental tesoro de objetos repleto de claves para conocer a las gentes que poblaron el sureste hace miles de años y, sin duda, también a nuestra propia sociedad.

Visita al espacio musealizado de la balsa.

A lo largo de estas páginas hemos mostrado dos “Bastidas”. La más antigua testimonia el acta fundacional de la sociedad que comenzó a formarse tras el colapso de las comunidades de la Edad del Cobre, hacia 2200 antes de nuestra era. La enorme inversión en sistemas de defensa y, de hecho, la misma elección de este cerro escondido dejaban entrever el carácter de este nuevo mundo: oculto pero vigilante, cerrado pero expansivo.

El barrio de la ladera baja suroriental de La Bastida en 2008, antes del comienzo de las nuevas campañas de excavación y restauración.

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LA BASTIDA

El barrio de la ladera baja suroriental en 2013, una vez concluidas las obras de musealización.

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La Bastida plenamente urbana, capital de uno de los primeros Estados europeos, se desarrolló a partir del 2000 antes de nuestra era. El urbanismo complejo, la multitud de objetos que encerraban sus edificios y las gentes que recibieron sepultura bajo su suelo nos ofrecen el panorama de una ciudad populosa y llena de actividad. Ahora bien, todo menos autosuficiente. De la misma manera que la polis griega exigía la chora, el territorio que la abastecía, La Bastida extendía su dominio mucho más allá del entorno de Lébor hasta alcanzar


¿QUÉ ERA LA BASTIDA?

quizá la costa por Mazarrón. Y, también, al modo de las ciudades griegas, mil años posteriores, sus dirigentes y parte de su población compartían lazos materiales y costumbres con las restantes comunidades argáricas. De momento, no hemos hecho más que llamar a la puerta de La Bastida. Aun así, ya adivinamos los beneficios sociales, científicos y culturales que “aguardan más allá”. La Bastida es un recurso patrimonial único que nadie debería volver a olvidar.

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TIRA DEL LIENZO

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TIRA DEL LIENZO UN CENTRO ADMINISTRATIVO



CERROS Y LLANURAS:

UN SISTEMA TERRITORIAL COMPLEJO

Como acabamos de ver, la economía de La Bastida dependía de un amplio territorio agrícola y ganadero, así como de talleres especializados. Las tierras más fértiles y extensas se encontraban en la vega del Guadalentín, siguiendo el curso del río Lébor unos 3 km hacia el sur. La calidad de estos terrenos y la disponibilidad de agua hacen que sean todavía hoy uno de los motores económicos de la región. Además, en el lecho del Guadalentín y sus terrazas fluviales pueden obtenerse cantos rodados de diferente tamaño y naturaleza para fabricar gran variedad de útiles. En esta vega vivió la población encargada de la agricultura y la ganadería que abastecía a La Bastida de alimentos y de materias primas y que, periódicamente, se desplazaba hasta la capital para trabajar en los talleres y almacenes centralizados. El extremo suroccidental del valle del Guadalentín estuvo controlado por otra gran ciudad argárica, cuyos restos se hallan bajo el castillo y casco antiguo de Lorca. En esta zona conocemos algunas aldeas de llanura, como Los Cipreses, La Alcanara y El Rincón de Almendricos. Están formadas por casas rectangulares y absidales, distribuidas de forma dispersa cerca de cursos de agua. Al contrario que en La Bastida u otros asentamientos de altura, en las aldeas abundan los dientes de hoz de sílex, necesarios para cosechar, mientras que los molinos son mucho más escasos. Los restos botánicos también son diferentes: en vez de un dominio casi total de la cebada, las aldeas suelen presentar una mayor proporción de trigo y, sobre todo, de legumbres, como habas y lentejas cultivadas en huertas. Todo indica que a los grandes asentamientos en altura llegaba una parte de la cosecha de cereales en forma de tributo o impuesto. Los centenares de molinos encontrados aquí sirvieron para convertir en harina el grano cultivado por las comunidades de la vega.

Tira del Lienzo desde el norte

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¿POR QUÉ EXCAVAR

EN TIRA DEL LIENZO? Tras constatar que La Bastida fue una auténtica capital, necesitábamos saber más acerca del territorio bajo su dominio. Sin embargo, no es nada fácil encontrar poblados argáricos en llanura. Muchos permanecen ocultos bajo varios metros de sedimentos aportados por la erosión de las sierras durante los últimos cuatro mil años. Otros, en cambio, han sido destruidos por las labores agrícolas posteriores a su abandono, al estar ubicados en terrenos fértiles.

Reconstrucción de una de las viviendas dispersas de la aldea de El Rincón de Almendricos.

Sin ser una aldea típica de llanura, Tira del Lienzo nos dio la oportunidad de conocer un poco mejor la economía de un Estado argárico. Se localiza sobre una loma de 310 m de altitud s.n.m. a unos 7,5 km en línea recta al noreste de La Bastida, en la franja septentrional de la llanura del Guadalentín. Catalogado en la Carta Arqueológica de Murcia y conocido también como “Los Yesares” y “Cabezo de Guerao”, había sufrido excavaciones clandestinas que,

2m

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sin embargo, no afectaron a una parte sustancial del yacimiento. A lo largo de varias campañas, entre 2010 y 2012, excavamos más del 80% de su superficie y, en la actualidad, sus restos están consolidados y pueden ser visitados. Las primeras semanas de trabajo en Tira del Lienzo tuvieron el interés añadido de incluir una experiencia didáctica en torno a la arqueología que pudimos fraguar gracias a la colaboración en los inicios del proyecto de José Antonio González Guerao. Sus protagonistas fueron decenas de alumnos y alumnas de los dos institutos públicos de enseñanza secundaria de Totana, que aplicaron diversos conocimientos y habilidades adquiridos en cursillos previos. ¿Quién sabe si Tira del Lienzo no habrá despertado más de una vocación arqueológica? La investigación sobre los hallazgos en Tira del Lienzo no ha concluido, por lo que la visión que ofrecemos aquí puede cambiar y, sin duda, verse enriquecida gracias al avance de los análisis en curso.

Casa 4 del poblado de Los Cipreses (Lorca)

Estudiantes de secundaria de Totana que participaron en la excavación de Tira del Lienzo a principios del verano de 2010.

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¿QUÉ PODEMOS

VER HOY?

Tira del Lienzo se localiza en una elevación junto a la rambla Sisquilla. Si La Bastida fue una “ciudad escondida”, ahora estamos ante una concepción muy distinta, puesto que el yacimiento dispone de magníficas vistas sobre el valle del Guadalentín y las estribaciones meridionales de sierra Espuña. Desde Tira del Lienzo se controla una amplia extensión de terreno y, a la inversa, este pequeño altozano es bien visible desde muchos lugares. Foto aérea de 1945 antes del desmonte de gran parte del cerro en cuyo extremo occidental se ubica la Tira del Lienzo.

La mayor parte de la loma original desapareció en 2004 debido a la extracción de áridos. Por suerte, el extremo suroccidental, justo donde se ubica el yacimiento, no se vio afectado. Aquí, a unos 35 m por encima del llano que lo rodea, hallamos un complejo arquitectónico de unos 865 m2, cuyas construcciones y organización espacial constituyen una auténtica novedad en la arqueología argárica.

1000 m

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La Bastida

Tira del Lienzo

Tira del Lienzo, en el valle del GuadalentĂ­n. Al fondo se divisa el casco urbano de Totana y la sierra de la Tercia, donde se emplaza La Bastida.

El cerro de Tira del Lienzo visto desde el sur, con sierra EspuĂąa (1.583 m s.n.m.) al fondo.

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CORTE ARTIFICIAL

CARRETERA

RAMBLA SISQUILLA

50 m

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Los edificios más significativos han sido restaurados y pueden ser visitados. Como veremos, se trata de construcciones datadas en la fase de apogeo del poblado, hace poco menos de 4000 años. Un gran edificio rectangular ocupa una posición dominante en el punto central y más alto de la cima. A su alrededor por el este y el norte, separado por un callejón y un patio, se abre un abanico de habitaciones adosadas, de planta alargada y menor tamaño. Al sur, también separadas por accesos, se distribuyen varias estancias más. Todo este conjunto está rodeado por una muralla o muro perimetral que configura un recinto rectangular de unos 40 m de largo por 23 m de ancho. A diferencia de lo habitual en los yacimientos argáricos, en Tira del Lienzo sólo se han hallado dos tumbas, pertenecientes a individuos infantiles. Además, a principios de 2012 se descubrió un grupo de construcciones al pie del cerro, muy cerca del cauce de la rambla Sisquilla. Todas habían sido excavadas parcialmente en la roca natural y al parecer se trataba de almacenes. Junto a éstas apareció un gran hogar, sobre cuya solera se recogieron numerosas semillas de cebada

Vista cenital de Tira del Lienzo con su edificio central y celdas dispuestas radialmente.

Planta de Tira del Lienzo. Además del complejo arquitectónico de la cima, se ha documentado un grupo de construcciones y dos cistas funerarias al sur del cerro.

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carbonizadas. A varias decenas de metros, en una zona llana, se encuentran los restos de dos cistas funerarias, desafortunadamente expoliadas. Las peculiaridades de Tira del Lienzo plantean una serie de preguntas: ¿quiénes vivían y qué actividades se realizaban?, ¿qué papel jugaba en la organización política y económica dirigida desde La Bastida?, ¿qué relación mantenía con el enclave de Cabeza Gorda, situado a poco más de 1 km y perfectamente visible?

CABEZA GORDA

UN VECINO IMPORTANTE Cabeza Gorda es un típico poblado argárico en cerro de unas 0,8 ha de extensión. Como Tira del Lienzo, era un asentamiento subsidiario dentro del territorio con capital en La Bastida. En 1965 se expolió una tumba en cista cuyo Cráneo de la cista de Cabeza Gorda.

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Imagen del interior de la tumba en el momento de su descubrimiento. El esqueleto yace flexionado sobre el costado izquierdo, la posición normal entre los hombres argáricos. Sobre él se depositó el recipiente lenticular. A su derecha, la hoja de la espada reposa sobre el filo. En el ángulo superior derecho se ven restos de la empuñadura de madera y el segundo recipiente. Abajo, espada de la cista de Cabeza Gorda (long. 60,4 cm).

magnífico ajuar funerario fue, por suerte, recuperado y hoy se expone en el Museo Arqueológico de Murcia. Aunque se ignora el paradero de los huesos, las fotografías publicadas permiten ver que el cráneo presenta los rasgos sexuales típicos de los varones. El ajuar que le acompañaba es el característico de los hombres de la clase dirigente argárica, pues estaba formado por una espada, un puñal, un collar y dos vasijas de cerámica, una de ellas de perfil lenticular del tipo de las reservadas a la élite, como la de la tumba 60 en la cima de La Bastida. Por algún motivo, Cabeza Gorda y Tira del Lienzo se mantuvieron como dos núcleos separados. Ninguno parece gozar de ventajas topográficas relevantes, salvo quizás una favorable a Tira del Lienzo: el agua de la rambla Sisquilla tiene un alto contenido en sal, casi 10 g por litro, cuando el agua potable no pasa de 0,5 g/l. ¿Influyó la explotación de la sal en la ubicación del poblado? Veamos qué han aportado las excavaciones para resolver éste y otros interrogantes.

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Tira del Lienzo (abajo) y el cerro ocupado por Cabeza Gorda

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TIRA DEL LIENZO LOS PRIMEROS EDIFICIOS

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LOS PRIMEROS EDIFICIOS

DE TIRA DEL LIENZO Tira del Lienzo fue habitado a lo largo de más de cuatro siglos, entre aproximadamente 2000 y 1550 antes de nuestra era. La secuencia de estratos revela dos grandes fases de construcción, aunque durante cada una de ellas se produjeron reformas de menor entidad. Para hacernos una idea del esfuerzo en la fundación y las sucesivas remodelaciones arquitectónicas, hay que tener en cuenta que casi todo el material constructivo tuvo que ser acarreado hasta la cima. Se trata de centenares de metros cúbicos de piedra, arcilla, cal, madera y esparto. Aprovechar los materiales del mismo sustrato no era una buena opción. Tira del Lienzo ocupa un cerro formado por yesos blandos que son fáciles de trabajar pero de baja calidad como material constructivo. Por su parte, la costra rocosa que corona la cima está formada por cantos rodados unidos por un cemento natural de carbonato muy resistente que dificulta muchísimo extraerlos y aprovecharlos para levantar paredes. Así pues, la mayor parte de las piedras usadas para este fin se recogieron en la rambla Sisquilla, donde hoy en día encontramos rocas sueltas parecidas a las empleadas en época argárica. La argamasa para trabarlas procede de las formaciones de margas en el llano más próximo. También fue necesario aportar postes y vigas de madera. El estudio de sus restos carbonizados, indica que el pino carrasco fue el árbol preferido, mientras que el lentisco, el olivo y el romero proporcionaron el ramaje para completar alzados y techos. Postes y vigas se fijaban con cuerdas de esparto. Finalmente, las paredes eran enlucidas con cal, igual que en La Bastida. Acopio de piedras recuperadas en los estratos de derrumbe.

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La fundación de Tira del Lienzo data de hace 4000 años, en torno al 2000 antes de nuestra era. La primera de las construcciones fue la muralla o muro perimetral, en


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Formaciones de yeso en el entorno de Tira de Lienzo.

cuyas esquinas sureste y noreste se conservan pequeños bastiones o salientes. Es posible que unos elementos parecidos rematasen también las esquinas opuestas, donde la erosión ha borrado los vestigios. El acceso principal se encontraba en la ladera oriental, al que se llegaba tras ascender por un sendero desde el llano. Además, en el lienzo norte del muro perimetral se abre una puerta secundaria de apenas 40 cm de anchura. En algunos puntos del interior del recinto y justo encima del sustrato geológico, hallamos restos de muros mal conservados, así como otros vestigios dispersos de las primeras comunidades que habitaron el cerro.

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LOS PRIMEROS EDIFICIOS

Poco tiempo después, se levantó una serie de construcciones que se han conservado parcialmente bajo edificios más recientes. Las mejor conocidas se distribuyen adosadas unas a otras en la ladera septentrional. Se trata de estancias rectangulares de entre 8 y 10 m2, que disponían de bancos de obra al pie de las paredes. También se encontraron dos hogares circulares de barro realizados de forma muy cuidadosa. El más pequeño se ubicaba en la ladera norte, mientras que el de la vertiente sur tenía 1,5 m de diámetro.

Restos de vigas de madera carbonizadas

Hoy por hoy, todavía carecemos de datos suficientes para afirmar que el edificio más grande y preeminente, llamado H1, fuese construido en este momento. Sin embargo,

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Restos arquitectónicos de la primera fase de Tira del Lienzo, entre c. 2000-1900 a.n.e. El edificio central probablemente también se construyó en estos momentos, al igual que muchos otros recientes, se vio afectado por construcciones posteriores (en gris).

TIRA DEL LIENZO - CIMA FASE I Totana [Murcia]

10 m

vale la pena comenzar a describirlo ahora. Se trata de una construcción de planta rectangular, rodeada de espacios abiertos que permitían circular a su alrededor. Poseía sólidas paredes de piedra asentadas sobre la costra calcárea que corona el cerro. Desafortunadamente, su extremo occidental ha desaparecido por efecto de la erosión. Sin embargo, si sus límites comprendieron todo el afloramiento calcáreo hoy desnudo, el recinto habría superado los 12 m de longitud y ocupado cerca de 100 m2. Se accedía a su interior por una puerta de 0,7 m de anchura, abierta en la fachada oriental. ¿Quiénes habitaban H1 y qué hacían en su interior? Es difícil saberlo para esta época, pues las remodelaciones posteriores han borrado todo vestigio. Sin embargo, quizás desde un inicio asumió el papel

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Hogar encontrado en el espacio H15

Hogar del รกmbito H20

Estructura de combustiรณn

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Vistas desde todos los planos de la azuela de piedra hallada en el ĂĄmbito H14. Pese a que las hachas de cobre fueron cobrando importancia, las azuelas de piedra todavĂ­a se empleaban para trabajar la madera.

5 cm

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5 cm

económico-administrativo tan destacado que, como veremos más adelante, revelan los restos conservados. Los objetos correspondientes a las primeras ocupaciones son escasos, casi siempre recipientes cerámicos y herramientas de piedra. Sólo se ha conservado un molino entero y fragmentos de otros cuatro, aunque conviene señalar que todos están fabricados con rocas volcánicas, es decir, materias primas de gran calidad para producir harina de forma muy eficaz. Otros instrumentos, como las azuelas, se emplearon en la tala y poda de árboles o en carpintería. No se ha encontrado ningún objeto de metal, pero dos piedras de afilar halladas en las habitaciones H14 y H18 indican que se utilizaban cuchillos o puñales de cobre.

Piedras de afilar de Tira del Lienzo. Los ejemplares perforados podían llevarse atados al antebrazo.

La escasez de artefactos contrasta con la de restos botánicos. Desde el principio, observamos que detrás del bastión de la esquina noreste del recinto amurallado se extendía una amplia mancha de tierra negra. Al excavar en este espacio, denominado H2, descubrimos que se trataba de un granero con centenares de litros de semillas. Aunque una parte se almacenó en vasijas de cerámica, la mayoría

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debió guardarse en sacos o cestos. Las primeras identificaciones han determinado una gran variedad de especies. Además de la omnipresente cebada, al menos una cuarta parte del depósito contenía trigo. Más sorprendente aún resultan las abundantes semillas de lino, de excelentes propiedades nutritivas. Debido a su elevado contenido en aceite, quedaron compactadas por el fuego que asoló el poblado al final de la primera fase de ocupación.

Excavación de dos vasijas del granero H2

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A juzgar por las dimensiones del granero y la cantidad de semillas recuperadas, nos hallamos ante un volumen de alimentos muy superior a lo que los pocos habitantes de Tira del Lienzo habrían necesitado. Por tanto, es muy posible que se tratase de recursos en tránsito, desde las comunidades aldeanas de la vega hacia los asentamientos centrales en alto controlados por la clase dominante.


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Debajo de un muro de la segunda fase constructiva aparecieron las habitaciones H16 y H17 con claras seĂąales de incendio.

5 mm

Masa compacta formada por semillas de lino (arriba) y semillas carbonizadas de cereal (abajo) procedentes del granero H2.

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LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA

ALMACENAR Y PRODUCIR Hacia 1900 antes de nuestra era, cien años después de la fundación y tras sufrir un incendio, el asentamiento fue remodelado. En las vertientes norte y oriental se construyeron siete habitaciones adosadas que rodeaban en abanico el edificio central H1. Su disposición recuerda la de las construcciones de la fase anterior, aunque con un ligero cambio de orientación hacia el norte. Todavía podemos transitar por el callejón que separaba el gran edificio central de las dependencias radiales, caminando desde la antigua puerta de acceso en el flanco suroeste hasta una placita o patio central situada delante de su puerta. A la mayoría de las estancias se accedía desde este callejón. En varios tramos hay vanos estrechos y escalones que descienden hasta el nivel del suelo, pavimentado con un preparado muy compacto de arcilla. El espacio útil de las habitaciones varía entre 14 y 27 m2. En total habría un mínimo de 147 m2 disponibles, considerando sólo las áreas comprendidas por los tramos de muros conservados. En su interior hemos encontrado relativamente pocos objetos de piedra o hueso, tan frecuentes en cambio en los talleres de La Bastida o La Almoloya. Sólo en la habitación H9 ha aparecido un hogar, mientras que H7 posiblemente disponía de un horno. Por tanto, suponemos que la mayor parte de las estancias se destinaba al almacenamiento de bienes perecederos, como por ejemplo alimentos. La orientación al norte de todas las habitaciones apoya esta interpretación, al garantizar así un ambiente fresco. Callejón entre el edificio central (derecha) y las habitaciones de almacenamiento (izquierda).

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Especialmente interesante es la habitación H7, donde se encontró un sorprendente depósito de semillas de lentisco (Pistacia lentiscus). Los usos tradicionales de estos frutos silvestres tienen que ver más con sus propiedades medicinales que con las nutritivas. Se conoce su aplicación como


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Planta de la segunda fase de Tira del Lienzo, entre c. 1900 y 1775 a.n.e.

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“Ídolo” de piedra encontrado junto al depósito de semillas de lentisco.

10 m

anestésico para combatir el dolor de muelas, las picaduras de insectos, heridas y afecciones pulmonares. Además, al contener tanino, posee efectos astringentes, tónicos y estomacales, muy indicados para el tratamiento de diarreas. Conviene tener presente que las dolencias del aparato digestivo eran un motivo de preocupación para las poblaciones argáricas. En la llamada “momia de Galera”, descubierta en el yacimiento granadino de Castellón Alto, se han detectado parásitos intestinales. Por otro lado, a buen seguro que una parte de las infecciones que constituían la principal causa de muerte, como así sucede en las sociedades anteriores a la implantación de los antibióticos, tuvieron su foco en estómago e intestinos.

5 cm

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En suma, el depósito de semillas de lentisco puede indicar que hemos dado con una “farmacia” prehistórica, el lugar donde se preparaban remedios medicinales muy solicitados.


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Muy cerca de las semillas de lentisco había una placa alargada de esquisto rojizo, de 34 cm de largo y 7 cm de ancho. En su parte superior presenta un entalle a modo de cuello, que parece separar un “cuerpo” de la “cabeza”. Conocemos otros objetos similares procedentes de las antiguas excavaciones en los yacimientos de Fuente Vermeja, El Argar y Fuente Álamo (Almería), y también en La Bastida. La ausencia de huellas de uso pone en duda que sea una herramienta, mientras que, por otro lado, la insinuación de una figura antropomorfa sugiere que pudiera tratarse de una estela pequeña o “ídolo”. Desafortunadamente, la parte donde quizá se habrían grabado los rasgos faciales no se ha conservado. No sorprendería encontrar un ídolo en esta “farmacia”, pues los conocimientos necesarios para sanar son tan azarosos y sofisticados que en muchas sociedades la frontera entre magia y medicina es ambigua. Además de medicamentos y tratamientos, suele considerarse indispensable la confianza en las capacidades sobrenaturales de curanderos o sanadoras.

Semillas de lentisco halladas en la estancia H7. Este fruto tiene efectos positivos para solucionar problemas del aparato digestivo.

5 mm

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Vista de la muralla norte con bastiรณn y habitaciones radiales en primer plano.

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ARQUEOLOGÍA

Y TERREMOTOS

Vista del muro de la habitación H10, frente al edificio central. El desplazamiento entre ambos tramos ha permitido determinar la actividad sísmica de la falla de Alhama durante los últimos milenios, una de las más activas de la península ibérica.

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Si seguimos el corredor hasta la placita y prestamos atención a las paredes de los almacenes, observaremos que las dos jambas de la última puerta no están alineadas. El desplazamiento de unos 20 cm haría imposible cerrar la puerta. Este enigma adquirió una importancia insospechada cuando el equipo de geólogos de las universidades de Barcelona y Salamanca que investigan la falla de Alhama presentó las conclusiones de su estudio. El cerro donde se localiza Tira del Lienzo está atravesado por dicha falla, responsable entre otros del trágico y devastador terremoto de Lorca en 2011. Una de sus ramificaciones pasa precisamente a través de la puerta de una de las estancias y llega hasta la pared del edificio central H1. El desplazamiento medido entre los muros, combinado con la edad del edificio, han permitido fijar la velocidad lateral media de esta ramificación de la falla en unos 0,03 mm/ año. Es más, las fracturas observadas en distintas partes del


LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA ALMACENAR Y PRODUCIR

yacimiento sugieren que se produjo un importante terremoto (de entre 6,3 y 6,5 grados de magnitud) hacia el final de El Argar o poco después. De esta forma, la arqueología ha prestado una ayuda inesperada para la comprensión de algunos de los riesgos naturales que nos amenazan.

EL GRAN EDIFICIO

CENTRAL H1

Creemos que la gran construcción de la parte más alta del cerro estuvo en uso desde algún momento incierto del s. XX antes de nuestra era, y que a partir de entonces experimentó algunas reformas consistentes en la construcción de banquetas y plataformas junto a la base de algunas paredes. A diferencia del panorama en las habitaciones radiales, en H1 encontramos bastantes artefactos de piedra, cerámica y de otros materiales que han sido decisivos para entender el papel económico y político de Tira del Lienzo. El hallazgo más destacado consistió en un conjunto de siete artefactos de piedra relacionados con el trabajo del metal. Cuatro son yunques y martillos para la forja, mientras que los tres restantes son pulidores y afiladores. Cinco de estos objetos se concentraban en un sector de poco más de 1 m2. Muy cerca de ellos había tres grandes molinos, dos de ellos idóneos para moler cereal debido a sus excelentes propiedades mecánicas. Fueron elaborados sobre lamproíta, una roca volcánica procedente de la zona de Barqueros, a más de 20 km de distancia de Tira del Lienzo. El molino más completo, una vez reconstruido, pesaba 80 kg y medía casi 80 cm de largo. Esto da idea del gran esfuerzo invertido en el equipo productivo del edificio H1. En la zona cercana a la entrada y también más hacia el fondo, se hallaron láminas y lascas de sílex que pudieron estar en relación con la producción de hoces. A la izquierda de la entrada, en un área iluminada con luz natural, aparecieron

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2m

Planta del edificio central (H1) de Tira del Lienzo

tres pesas de telar cuidadosamente elaboradas. Entre la cerámica destacan restos de tres vasos pequeños y varios fragmentos de copas, todos de gran calidad por sus paredes finas intensamente bruñidas. La vajilla se completaba con un recipiente carenado y una olla de mayores dimensiones. Todos estos hallazgos testimonian la ejecución de diversos procesos de trabajo relacionados con la preparación y el consumo de alimentos, la confección y la metalurgia. La calidad de las herramientas indica que las condiciones de trabajo fueron aquí más favorables de lo normal. Especialmente reveladores desde un punto de vista social son los útiles metalúrgicos, dada la importancia del metal en el desarrollo de las desigualdades en las comunidades argáricas. Gracias a un concienzudo examen al microscopio de todas sus superficies, detectamos restos de un material extraño en algunas de ellas. Pensábamos que podría ser cobre, porque este metal había sido identificado en ciertos artefactos de piedra depositados en tumbas de la Edad del Bronce en Europa central. Sin embargo, el análisis de las muestras de Tira del Lienzo realizado en la Universidad de Viena (Austria) deparó una gran sorpresa: ¡era plata!

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LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA ALMACENAR Y PRODUCIR

Yunque / Martillo Afilador Molino Artefacto lítico Pesa de telar Sílex

Límite área conservada

5m

Distribución de los artefactos del edificio central

5 cm

Herramienta de forja. El recuadro marca el punto donde han aparecido residuos de plata.

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Diadema de plata ceñida al cráneo de la mujer de la tumba 454 de El Argar (Antas, Almería).

5 cm

Selección de instrumentos líticos, cerámicos y de arcilla hallados en el edificio central (H1) de Tira del Lienzo. La intensidad del incendio que destruyó el poblado hacia 1775 a.n.e. es la causante de la fragmentación de los materiales, en especial de los molinos.

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Vasito de cerámica bruñida con el borde y la carena forrados con láminas de plata. Formaba parte del ajuar funerario de la tumba 38 de La Almoloya (Pliego, Murcia).

5 cm

40 cm

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TIRA DEL LIENZO

Escena de forja de vasos de electro representada en la tumba de Rejmira, visir y gobernador de Tebas durante la dinastía XVIII egipcia (s. XV antes de nuestra era). Se observa el uso de útiles similares a los encontrados en Tira del Lienzo.

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Como ya vimos en La Bastida, la plata desempeñó un papel destacado en la economía argárica, tal vez como valor de cambio o moneda primitiva. La materia prima, plata nativa, procedía de las estribaciones orientales de sierra Morena, a unos 200 km en línea recta. Además, la plata era usada en ocasiones para la fabricación de objetos distintivos de las clases dominantes, en particular la diadema, que sólo aparece en un pequeño grupo de tumbas femeninas. El tamaño de los yunques y martillos de Tira del Lienzo, así como el tipo de huellas que presentan, apuntan a que sirvieron para elaborar láminas de plata. Los objetos argáricos más célebres fabricados a partir de este material son precisamente las diademas, un adorno exclusivo de las mujeres de clase alta desde aproximadamente 1750 antes de nuestra era, durante los últimos siglos de época argárica. La cronología del taller de orfebrería de Tira del Lienzo parece ligeramente anterior, aunque todavía estamos a la espera de confirmarla.


LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA ALMACENAR Y PRODUCIR

Con láminas de plata también podrían haberse fabricado recipientes, como los que utilizaban las clases dominantes del Egeo, Próximo Oriente y Egipto por aquel entonces. La famosa tumba 38 de La Almoloya (Pliego, Murcia), donde también se depositó una diadema, ha confirmado que esta vajilla selecta también era conocida por las élites argáricas, aunque con un toque de originalidad: en lugar de vasos íntegramente en plata, las gentes argáricas forraban con láminas de este metal ciertas zonas de los recipientes cerámicos. Aunque todavía hemos de fijar la cronología tanto de instrumentos en piedra como de ornamentos en plata, no cabe duda de que éste fue un material preciado que no estaba al alcance de la mayoría de la población. En Tira del Lienzo hemos documentado el primer taller dedicado a la orfebrería de la plata en el occidente europeo, lo que sin duda subraya la singularidad del poblado. Sin embargo, aún faltaban novedades por descubrir.

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TIRA DEL LIENZO

Reconstrucciรณn del interior del edificio central de Tira del Lienzo

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UN CENTRO ADMINISTRATIVO

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TIRA DEL LIENZO

Vista cenital de dos estructuras de almacenamiento semienterradas H21 (arriba) y H22 (abajo).

Recinto H22 desde el oeste

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LOS ALMACENES

EN EL LLANO Las sorpresas en Tira del Lienzo se prolongan hasta el llano adyacente a la ladera occidental, junto a la rambla Sisquilla. Aquí, una cantera de yeso moderna había alterado los depósitos naturales y arqueológicos, pero por fortuna se han conservado, en mayor o menor medida, cinco recintos contiguos y un gran horno. Uno de los aspectos más llamativos es que estas estancias son semisubterráneas. Para construirlas, se procedió a excavar el sustrato natural formado por yesos y margas. A continuación, los taludes laterales fueron revestidos con muros de mampostería que se levantaron hasta superar el nivel del suelo y llegar hasta la altura donde se techaba el espacio. Finalmente, la cara interna de las paredes se revistió con una capa de argamasa aislante de varios centímetros de espesor y muy compacta.


LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA ALMACENAR Y PRODUCIR

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Estructuras de almacenamiento despuĂŠs de su consolidaciĂłn

200


201


TIRA DEL LIENZO

Planta de los almacenes y hogar (F1), junto a la rambla Sisquilla.

TIRA DEL LIENZO - PIE DE MONTE FASE II Totana [Murcia]

10 m

Secciรณn transversal del horno (F1). Un nivel de semillas carbonizadas se apoya en una solera de arcilla y estรก cubierto por el derrumbe, posiblemente de la bรณveda del horno.

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LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA ALMACENAR Y PRODUCIR

El recinto absidal H22 es sin duda el más interesante. A diferencia de las estancias contiguas, H22 dispone de un corredor angosto que da acceso a una cámara de 3,20 m por 1,90 m con dos banquetas laterales bastante altas construidas en piedra. Se trata además de uno de los escasos edificios argáricos cuidadosamente empedrados. Por si fuera poco, la cubierta también es insólita por cuanto en la altura conservada de 1,40 m se observa el arranque de una bóveda de mampostería. Todo parece indicar que lo que se pretendía era crear un ambiente fresco, oscuro (la pequeña entrada estaba orientada a la puesta de sol) y seco, similar al de una fresquera tradicional. En ningún otro yacimiento argárico se ha descubierto hasta ahora algo así. El recinto H22, lo mismo que otra de las estancias vecinas, estaba completamente vacío. Al no haberse incendiado, tampoco se han conservado los restos vegetales que bien pudieron guardarse aquí. Sin embargo, no hay que descartar que se almacenase sal, un recurso indispensable y valioso para las sociedades prehistóricas por su papel en la conservación de alimentos y en la cría de ganado. El agua de la cercana rambla Sisquilla contiene una elevada concentración de sal que pudo ser extraída por calentamiento en recipientes, tal y como sucedía por las mismas fechas en el entorno de Villafáfila (Zamora). Sospechamos que la ubicación de Tira del Lienzo pudo permitir la explotación de la sal. El hallazgo de un hogar u horno de dos metros de diámetro al sur de la habitación absidal H22 dio más pistas para averiguar lo que se almacenaba al pie del cerro. En la capa quemada sobre su solera se recuperaron semillas de cebada. Sabemos que el tostado favorece la conservación de los cereales o bien es un paso en el proceso de fabricación de cerveza. En Egipto, por ejemplo, los textos describen su importancia para la alimentación. En definitiva, podemos imaginar que en los almacenes junto a la rambla Sisquilla se guardaban alimentos, bebidas y/o sal.

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TIRA DEL LIENZO

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LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA ALMACENAR Y PRODUCIR

TUMBAS:

POCAS Y DISPERSAS Las dos tumbas en cista situadas a pocos metros de H22 pertenecen quizá a la misma época (tumbas 1 y 2). Desafortunadamente, al haber sido expoliadas nada sabemos sobre las personas enterradas, más allá de que debían ser adultas. En todo caso, les estuvo vetado enterrarse en lo alto del cerro. Aquí, concretamente bajo el suelo de las habitaciones H8 y H4, se han documentado dos tumbas. La primera (tumba nº3) contenía los restos de una criatura fallecida entre los 12 y 14 meses y la segunda (tumba nº4) un niño o niña de 7-8 años. Ambos cuerpos fueron depositados dentro de vasijas que estaban rotas por la base y de este modo acabaron recicladas como contenedores funerarios. Sólo el de mayor edad estaba acompañado de ofrendas. Aun así, eran muy humildes: un par de cuencos y una pata de oveja o cabra.

La tumba nº 2 también es una cista de lajas de yeso.

La inusual escasez de sepulturas puede significar que la mayor parte de las personas que habitaron en Tira del Lienzo carecían del derecho a enterrarse aquí. El acarreo de alimentos, agua, material de construcción y leña, entre

Aspecto de una de las tumbas en cista expoliadas en el llano al pie de Tira del Lienzo (tumba nº1).

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TIRA DEL LIENZO

otros bienes, necesario para el mantenimiento del complejo administrativo, exigió el trabajo de muchas personas. En estas labores tan duras posiblemente participaron los habitantes de las aldeas dispersas de la llanura, algunos de los cuales recibirían sepultura en las cistas expoliadas que hemos mencionado. Además, un grupo muy reducido pudo residir permanentemente en el cerro. Cabe suponer que algunos de sus miembros se dedicaban a tareas básicas de producción y mantenimiento, mientras que otros protegían y salvaguardaban los bienes almacenados, en cuyo caso lo lógico sería que fuesen armados. Así mismo, la calidad de muchos de los útiles sugiere la

Interior de la urna de la tumba nº4 con los restos del infantil depositado sobre su flanco derecho y los vasos de ajuar.

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20 m


LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA ALMACENAR Y PRODUCIR

Detalles del interior de la tumba nº 4

presencia de artesanos o artesanas y/o administradores pertenecientes a las clases intermedia y alta. Sin embargo, ninguno de estos individuos fue enterrado aquí. Cabe pensar que sólo acudían temporalmente a Tira del Lienzo para realizar ciertas tareas, y que sus cuerpos acabaron reposando en lugares como Cabeza Gorda o incluso La Bastida. En definitiva, Tira del Lienzo no era un poblado “normal” sino el lugar al que acudía una población flotante en determinados momentos.

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TIRA DEL LIENZO

Cuencos de cerรกmica depositados en la tumba infantil nยบ 4 excavada en la cima de Tira del Lienzo.

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UN CENTRO ADMINISTRATIVO

5 cm

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TIRA DEL LIENZO

Vasijas halladas en una de las habitaciones de la cima de Tira del Lienzo.

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UN CENTRO ADMINISTRATIVO

5 cm

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TIRA DEL LIENZO

INCENDIO, RECONSTRUCCIÓN Y ABANDONO FINAL

DE TIRA DEL LIENZO En el siglo XVIII antes de nuestra era un incendio asoló Tira del Lienzo. Desconocemos si fue un accidente o consecuencia de un enfrentamiento violento. En otros poblados argáricos, como Gatas y Fuente Álamo (Almería), también se registraron episodios de incendio por aquellas fechas. El hallazgo de una punta de jabalina en un nivel superficial de Tira del Lienzo permite suponer que el enclave no estaba al margen de la violencia ejercida en la sociedad de El Argar, especialmente desde sus estructuras estatales. La gran similitud de la vajilla cerámica, los objetos metálicos y los rituales funerarios entre los asentamientos es indicadora de aprendizajes compartidos y de contactos. Sin embargo, ello no descarta en absoluto la lucha entre centros de poder por ampliar sus territorios, ni tampoco el uso de la violencia para mantener los privilegios de la élite. Como hemos señalado, la arquitectura defensiva y la calidad y cantidad de los bienes almacenados en Tira del Lienzo, hacen pensar en la presencia de algún destacamento armado. Sea como fuere, tras este incendio el complejo fue reconstruido según el mismo patrón urbanístico. Tan sólo el espacio antes ocupado por alguna de las habitaciones

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LA CONSTRUCCIÓN DE UN COMPLEJO PARA ALMACENAR Y PRODUCIR

fue subdividido en dos. Además, los almacenes al pie del cerro posiblemente se abandonaron. Aunque la erosión ha destruido los estratos superiores del gran edificio central, resulta posible que también continuase en uso en estos momentos. A juzgar por el escaso material encontrado en los estratos más recientes, tampoco parece haber cambiado la función del complejo como espacio principalmente dedicado al almacenamiento de alimentos y otros bienes como paso previo a su despacho a otros lugares. El tráfico de productos pudo requerir de instrumentos para su medida y administración. Aunque pisemos el rebaladizo terreno de las hipótesis, tal vez un pequeño objeto metálico tuvo que ver con estas actividades. Se trata de una barrita plana de cobre, un metal que no se da en el entorno del poblado y que tampoco fue fundida allí. Carece de huellas de uso o rotura y tampoco es una preforma a partir de la cual forjar útiles o adornos. Podemos especular con que se trata de un peso o de un elemento para medir una determinada cantidad de productos, que como sabemos hoy, es la forma en que surgió la noción de “moneda”.

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TIRA DEL LIENZO

Punta de jabalina de cobre (16,1 g) procedente de Tira del Lienzo.

5 cm

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UN CENTRO ADMINISTRATIVO

Pequeña pieza de cobre (4,5 g) encontrada en H9. Las improntas en su superficie sugieren que posiblemente estaba envuelto en algún tipo de material orgánico.

5 cm

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[·10·]

TIRA DEL LIENZO ¿QUÉ ERA TIRA DEL LIENZO?


¿QUÉ ERA

TIRA DEL LIENZO? En arqueología suele ser más fácil decir lo que no son las cosas. Con seguridad, no era una pequeña comunidad campesina autosuficiente. Tampoco era la residencia o villa de una familia poderosa. Más bien parece tratarse de un complejo dedicado a elaborar, almacenar y administrar un volumen importante de bienes, de los cuales sólo una pequeña parte fue consumida allí. Si capitales como La Bastida se abastecían gracias a la recepción de tributos, no sorprende encontrar centros intermedios de control y gestión de los mismos. Tira del Lienzo es el yacimiento documentado en mayor extensión, pero probablemente otros como Barranco de la Viuda (Lorca, Murcia)4 y Cabezo Pardo (San Isidro, Alicante)5 desempeñaron funciones parecidas. Aquí los bienes eran acumulados, gestionados y, a veces, elaborados, por un pequeño grupo de guerreros, especialistas y personal de administración, antes de ser enviados hacia centros de poder como La Bastida. La relación de Tira del Lienzo con la clase dominante, la mayor beneficiaria de este sistema económico, queda de manifiesto en el taller de orfebrería del edificio H1. Aquí se fabricaban objetos de plata que acababan siendo depositados

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en algunas de las tumbas más ricas de los asentamientos de altura. Pero también la variedad de los alimentos almacenados, así como la excelente calidad de los molinos y de la vajilla indican que buena parte de sus habitantes, aunque no residiesen permanentemente, disfrutaban de condiciones de vida superiores a las de la mayoría. La práctica ausencia de tumbas sugiere que las pocas personas humildes con residencia fija carecían del derecho a enterrarse allí, mientras que la población a cargo del complejo administrativo disponía de otra residencia habitual. Guerreros o guardias, artesanas y/o artesanos cualificados y personal administrativo estarían destinados durante temporadas más o menos largas para garantizar el abastecimiento de las élites argáricas del territorio de La Bastida. Tira del Lienzo nos ofrece una oportunidad única para adentrarnos en el nacimiento de la burocracia. En la sociedad argárica, las cosas se movían más que las personas, siguiendo un flujo ordenado que beneficiaba a unos grupos en detrimento de otros. La administración se erigió aquí como el mediador necesario de este movimiento.

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[·11·]

LA BASTIDA Y TIRA DEL LIENZO EL FINAL DE UNA ÉPOCA


EL FINAL

DE UNA ÉPOCA

Hacia 1550 antes de nuestra era, la sociedad argárica desapareció. Algunos asentamientos importantes, como Fuente Álamo y Gatas (Almería) o La Almoloya (Murcia), fueron pasto de las llamas. Unos pocos volvieron a ser ocupados por comunidades organizadas de forma muy distinta, que la arqueología agrupa bajo las expresiones “Bronce Tardío del Sureste” y “Horizonte de Villena” en alusión a la localidad de uno de los asentamientos más importantes a partir de ahora, Cabezo Redondo (Alicante). Otros enclaves argáricos, en cambio, fueron abandonados definitivamente. Pese a no mostrar signos de una gran destrucción por incendio, La Bastida corrió la misma suerte que estos últimos. Es posible que fuese despoblándose y que sus antiguos habitantes tuviesen la ocasión de llevarse las pertenencias más livianas. Aún no disponemos de dataciones precisas para el final de Tira del Lienzo. En sus estratos más recientes se observan signos parciales de destrucción y una postrera ocupación de menor entidad. Al igual que La Bastida, no volvió a registrar nunca más una ocupación humana significativa. El colapso de El Argar es aún hoy un misterio. Resulta difícil explicar por qué un extenso territorio ocupado por

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una multitud de asentamientos seculares intercomunicados entre sí se vino abajo de forma rápida. Descartada la hipótesis que responsabilizaba a una invasión de pueblos pastores del interior de la península, las propuestas actuales sugieren una combinación de factores sociales y medioambientales. Por un lado, la concentración del poder político y las desigualdades económicas habían aumentado desde 1750 antes de nuestra era, por lo que las condiciones de vida de la mayor parte de la población empeoraron. Por otro, el agotamiento de los suelos tras una explotación continuada durante siglos, la dependencia frente al monocultivo de cebada y la falta de alternativas ante eventuales crisis de subsistencia contribuyeron a agravar la situación. La respuesta se tradujo en una revolución que acabó con el sistema vigente y que se esforzó en borrar toda huella y memoria de su existencia. Unos mil años después del final de El Argar, el sureste volvió a tomar la senda de la civilización y del Estado de la mano de las sociedades ibéricas. Pero, curiosamente, siguiendo otros derroteros territoriales que dejaron de lado a la mayoría de los lugares ocupados en la Edad del Bronce: el sistema que dio sentido a La Bastida y a Tira del Lienzo quedó como algo singular e irrepetible.

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RUTA ARGÁRICA DE SIERRA ESPUÑA

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LA BASTIDA Y TIRA DEL LIENZO | TOTANA, MURCIA

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NOTAS 1. La Bastida fue declarado Bien de Interés Cultural en 2005 (Boletín Oficial de la Región de Murcia nº 241, decreto 112/2005). En la delimitación de la zona protegida se incluyeros los cercanos yacimientos de Juan Clímaco (Edad del Cobre) y Las Anchuras (Bronce Antiguo). 2. Museo Arqueológico de Murcia, Museo Arqueológico de Almería, Museo Arqueológico Nacional (Madrid), Musées Royaux d’Art et d’Histoire (Bruselas, Bélgica), Museo de la Universidad de Gante (Bélgica), Museos Arqueológicos Municipales de Cartagena, Lorca y Mazarrón y Casa-Museo Arrese (Corella, Navarra). 3. En la nómina actual figuran las de El Oficio, Fuente Álamo, Peñón de la Reina (Almería), Castellón Alto (Granada), Peñalosa (Jaén), Illeta dels Banyets (Alicante) y una más descubierta recientemente en La Almoloya (Murcia). 4. Medina, J. y Sánchez González, Mª J. (1999), “Excavación en el poblado argárico del Barranco de la Viuda (El Hinojar, Lorca), X Jornadas de Arqueología Regional, pp. 17-18. 5. López Padilla, J. A. (ed.) (2014), Cabezo Pardo (San Isidro, Alicante). Excavaciones arqueológicas en el yacimiento de la Edad del Bronce. Museo Arqueológico de Alicante, Alicante.

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REFERENCIAS

DE IMÁGENES • ILUSTRACIONES:

Ricardo Egoscozabal • FOTOS DE TRABAJADORES EN LA BASTIDA:

Fondo John D. Evans LB78A y Fondo Martínez Santa-Olalla (MAN): 1973_58_FF-484(18)-001 • FOTOGRAFÍA DEL CERRO DE JUAN CLÍMACO:

Francisco García Molina • DIBUJO DE LA RECONSTRUCCIÓN DE TROYA:

© Chr. Haußner, Múnich • FOTO DE LOS HERMANOS SIRET

REALIZANDO UNA MOLIENDA EXPERIMENTAL: Archivo de los Musées Royaux d’Art et d’Histoire - Koninklijke Musea voor Kunst en Geschiedenis, Bruselas • FOTO DE TIRA DE LIENZO DESDE EL SUR:

Jesús Sesma • FOTOS DE HUELLAS TECTÓNICAS:

Marta Ferrater (2015) • FOTOS AÉREAS:

Cartomur (1945), Ginés Martínez Hernández (2011, 2013) • CABEZA GORDA:

Cista: Museo Arqueológico de Murcia; Cráneo: Mateo García (publicada en Totana en imágenes. Ayuntamiento de Totana, 1999); Espada: Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) • LOS CIPRESES:

Precioso (2003), La musealización de un yacimiento prehistórico: El Parque Arqueológico de “Los Cipreses” (Lorca, Murcia) • ESCENA DE FORJA DINASTÍA XVIII EGIPCIA:

Modificada a partir de J.P. Mohen (1992), Metalurgia prehistórica. Masson, Barcelona • El resto de material gráfico (fotografías, dibujos, modelos 3D, mapas)

son fruto del trabajo del equipo científico del Proyecto Bastida

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BIBLIOGRAFÍA

SOBRE LA BASTIDA Y TIRA DEL LIENZO

• Delgado-Raack, S., Lull, V., Martin, K., Micó, R., Rihuete

Herrada, C. y Risch, R. (2014), “Die Silberschmiede von Tira del Lienzo, Totana, Prov. Murcia, im Kontext der El Argar Metallurgie“, en Meller, H., Risch, R. y Pernicka, E. (eds.), Metalle der Macht– Frühes Gold und Silber. Metals of power – Early gold and silver, 2. Landesamt für Denkmalpflege und Archäologie Sachsen-Anhalt – Landesmuseum für Vorgeschichte Halle, pp. 577 - 592 • Delgado-Raack, S., Lull, V., Martin, K., Micó, R., Rihuete

Herrada, C. y Risch, R. (2015), “The silversmith’s workshop of Tira del Lienzo (Totana, Murcia) in the context of Iberian Bronze Age metallurgy”, Archaeometry, doi: 10.1111/arcm.12198. • Delgado-Raack, S., Lull, V., Martin, K., Micó, R., Rihuete

Herrada, C. y Risch, R. (2015), “Espacios de forja en El Argar. El edificio dentral de Tira del Lienzo (Totana, Murcia)”, MARQ, Arqueología y museos, 6, pp. 45-64. • Ferrater, M., Silva, P.G., Ortuño, M., Rodríguez-Pascual,

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• Lull, V., Micó, R., Rihuete Herrada, C. y Risch, R. (2011),

““Proyecto La Bastida”: economía, urbanismo y territorio de una capital argárica”, Verdolay, 13, pp. 57-70. • Lull, V., Micó, R., Rihuete Herrada, C. y Risch, R. (2013),

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“La gestión del agua durante El Argar: el caso de La Bastida (Totana, Murcia)”, Minius, 23, pp. 91-130.

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EQUIPO CIENTÍFICO DIRECCIÓN

COORDINACIÓN DE LABORATORIOS

Vicente Lull, Rafael Micó, Cristina Rihuete Herrada y Roberto Risch (Departament de Prehistòria, UAB, Universitat Autònoma de Barcelona) Lourdes Andúgar, Eva Celdrán, Selina Delgado-Raack, Mª Inés Fregeiro, Camila Oliart y Carlos Velasco (UAB)

LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN ARQUITECTURA Y PLANIMETRÍA ANÁLISIS ANTRACOLÓGICOS ANÁLISIS ARQUEOFAUNÍSTICOS ANÁLISIS CARPOLÓGICOS ANÁLISIS ISOTÓPICOS SOBRE MATERIALES BOTÁNICOS ANÁLISIS DE RECIPIENTES CERÁMICOS ANÁLISIS COMPOSICIONAL DE PASTAS CERÁMICAS ANÁLISIS DE RESIDUOS ORGÁNICOS EN RECIPIENTES CERÁMICOS ANÁLISIS DE MINERALES Y OBJETOS METÁLICOS

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Eva Celdrán (UAB) y Joaquín Pérez Mireia Celma (UAB) Lourdes Andúgar (UAB) Hans-Peter Stika (Universität Hohenheim, Stuttgart, Alemania) Jordi Voltas (Universitat de Lleida) Carles Velasco (UAB) David Gómez-Gras (Departament de Geologia, UAB) Elena Molina (UAB) y Antoni Rosell (Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals, UAB) Nicolau Escanilla (UAB); Ernst Pernicka (Institut für Geowissenschaften, Universität Heidelberg, Alemania); Benoît Mille y David Bourgarit (Centre de Recherche et de Restauration des Musées de France, París); Erica Hanning (Germany Mining Museum, Bochum, Alemania); Gert Goldenberg (University of Innsbruck, Austria)


ANÁLISIS LÍTICOS ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO ANÁLISIS ISOTÓPICOS Y DE ADN SOBRE RESTOS HUMANOS

Selina Delgado-Raack y Mireia Ache (UAB); Ignacio Martín Lerma (Universidad de Murcia) Mª Inés Fregeiro y Camila Oliart (UAB) Kurt Alt (Center of Natural and Cultural History of Teeth, Danube Private University, Krems, Austria) y Wolfgang Haak (Max Planck Institute for the Science of Human History, Jena, Alemania)

APROXIMACIÓN FACIAL FORENSE

Joana Bruno (UAB)

DATACIÓN POR RADIOCARBONO

Ronny Friedrich (Curt-Engelhorn-Zentrum für Archäometrie, Mannheim, Alemania)

ANÁLISIS QUÍMICOS DE MATERIALES CONSTRUCTIVOS

FOTOGRAFÍA AÉREA FOTOGRAFÍA DE ESTUDIO MODELIZACIÓN 3D CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN ARQUEOLÓGICA TÉCNICO ARQUEÓLOGO

Franziska Knoll y Friederich Schiller (Institut für Urund Frühgeschichte, Universität Jena, Alemania) Ginés Martínez; Grupo Anainte (Murcia) y Hábitat Serea (Murcia) Carles Velasco (UAB) y José Antonio Soldevilla Daniel Méndez (Revives) Claudia Molero (UAB); Magdalena Escalas; Pedro Navarro; Bernat Burgaya y Margalida Munar (RestArq, Mallorca); Mercedes Ibáñez Jordi Aguelo (UAB)

TOPOGRAFÍA Antonio López AUXILIARES DE Alejandro Cayuela, Fernando Martínez, Jacinto LABORATORIO Martínez y Francisco Romera

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AGRADECIMIENTOS Agradecemos la contribución de todo el personal científico y técnico que ha formado parte del “Proyecto Bastida” entre 2009 y 2012: Amaranta Pasquini, Antonio López Meca, Beatriz Almandoz, Bernat Burgaya, Camila Oliart, Carles Velasco, Carlos MartÍnez, Carolina Godoy, Claudia Molero, Dylan Cox, Ekhine García, Elena Molina, Elena Torres, Eva Celdrán, Jesús Bellón, Joaquín Pérez, Jordi Aguelo, Jordi Hernández, José Antonio Soldevilla, Lourdes Andúgar, Magdalena Escalas, Margalida Munar, Mª Inés Fregeiro, Mireia Ache, Mireia Celma, Néstor Gracia, Nicolau Escanilla, Paula Paredes, Raúl Díaz, Rocío López, Roger Sala, Selina Delgado, Sylvia Gili y Sonia Lozano. Nuestra gratitud se extiende a las personas que a lo largo de los años han dedicado su esfuerzo a la asistencia a las excavaciones y diversas tareas de laboratorio: Hadji Abdellah, Noureddine Aloui, El Khamiss Aloui, Mohammed Aloui, Juan Ambit Palacios, Leo Luis Andrade Chango, Juan Antonio Andreo Cayuela, Diego Andreo Maldonado, Oswaldo Patricio Arévalo Mejía, Jesús Barrionuevo Hinojosa, Ahmed Belhadj, Aamar Belkhatir, Antonio Belmonte Belmonte, Carlos Iván Berrones Delgado, Bartolomé Boti Tudela, Mohammed Bouchnafa, Kaddour Boumedine, El Houssine Boumedine, Ali Busnaba, Juan Antonio Campoy Martínez, Ángeles Cánovas Baños, Ignacio Cánovas Campo, Juan Cánovas Campo, Antonio Cánovas Cánovas, Bernabá Cánovas Sánchez, Ernesto Luis Cauda Michellini, Alejandro Cayuela García, Miguel Cayuela Martínez, Delfín Cazorla Poyato, Driss Chayeb,

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Abderrahmane Chihbi, Pedro Cortés Marín (Chico), Manuel Cortés Ramírez, Juan Francisco Costa Martín, Juan Crespo Andreo, Omar Dahmani, Zoubir Dahmani, Julio Manuel Delgado Astudillo, José María Díaz Fernández, Lakhdar El Farh, Houcine El Herch, Ahmed Elbaghadi, Irineo Encinas Antesana, Antonio Fernández Fernández, Juan Gallardo Garro, Fabricio GarcÍa, José García Cánovas, José García Romero, Francesc García Sánchez, Domingo García Ruiz, Carlos Gauchet Cayuela, Nelson Gavilanes Benabides, Mohammed Ghorrafi, Carlos Giobanni, Juan Gómez Cayuela, Mario Gómez GarcÍa, Melchor Gómez Tudela, José González Ureña, Ramdane Hadji, Ahmed Hourmi, Jilali Kaddouri, Ahmed Kharbouch, Mustafa Lamar, José Ángel López Bernal (Chungui), Lola López Esmeralda, Bernardo López Quiñonero, Alfonso Lorca Gómez, Sandro Luiz Barrero, Pedro Marín Arias, José Marín Maya, Ascensión Marín Méndez, Ginés Marín Sarabia, Jesús Martínez Baella (Grillo), José Martínez Costa, Bartolomé Martínez Fernández, Ildefonso Martínez García, Pedro Martínez Gázquez, Jacinto Martínez Martínez, Fernando Martínez Molina, Juan Pedro Martínez Mora, Salvador Martínez Sánchez, Francisco Martínez Vélez, Tomás Mellado, Carlos Méndez, Raúl Merino Albares, El Hassane Messaoudi, Francisco Monte Torroglosa, Antonio Moreno Moreno, Antonio Moreno Muñoz (“Pía”), Juan Moreno Tudela, Antonio Muñoz Fernández, José Muñoz Marín, Vicente Muzo Llundo, Pedro Navarro Díaz, Juan Carlos Nieto Nieto, Brahim Ouraghi, Luis Paredes Quituña,

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Juan Pedro Perelló Olivat, Isabel Pérez Andreo, Antonio Pérez Ruiz, Segundo Andrés Ponbosa Camacho, Leoncio Prado, Luis Quinapanta, Víctor Quinapanta Moposita, Mimouin Rami, Miguel Requena Martínez, Juan Pedro Reverte Fernández, Orlando Rocha Cayo, Ariel Rodríguez Maida, Salvador Romera Martín, Francisco Romera Zamora, Clemente Romero Fernández, Víctor Romero Terrazas, Ana Ruiz Ruiz, María Dolores Ruiz Zuñega, Clemente Sánchez, Antonio Sánchez López, Francisco Sánchez Muñoz, Gregorio Sánchez Nieto (“Chiquet”), Fina Sánchez Puerto, Elvira Santa Cruz, Luis Santiago Muñoz, Isabel Segura Ruiz, Abdelkader Smaili, Mohamed Temmani, Manuel Rigoberto Valdez Romero y Zuobir Wahabi. Finalmente, gracias también al nutrido grupo que ha colaborado voluntaria y desinteresadamente a lo largo de estos cuatro años de trabajo: Adriana Pérez, Aida Romera, Alessandra Pische, Alicia Mejías, Alma Salinas, Ana Celdrán, Ana Finnegan, Anna Berrocal, Athina Doukaki, Christian Falanga, Erik Moog, Felipe García Miñarro, Gerai Puig, Guillem Salvador, Helena Valtierra, Henar García, Hendaya Serrano, Íngrid Blanch, Irene Gaya, Iris Bautista, Isabel Orozco, Joana Bruno, José Manuel Navarro García, Juan Panné, Laura Jiménez, Laura López, Llucia Bosch, Lorena Juárez, Margalida Rivas, Marina Martínez, Marta Sánchez, Mateu Xavier Morlà, Miguel Valério, Montserrat Menasanch, Neus Roca, Pedro Ortiz Mármol, Vesna Vuckovic y Rocío Gómez.

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