Pop porn

Page 1

Pop Porn

María Paz Ruiz

La Ínter



Pop Porn MarĂ­a Paz Ruiz

!

2!


Internacional Microcuentista Revista de lo breve

2015

!

3!


Índice Presentación

5

Miss Universo

6

Trauma atízame

7

Tu cuerpo es un bed and breakfast

8

Última generación

9

Estimulación sexual

10

Putamente enamorado

11

Que los hombres nazcan sin pene

12

Prohibiciones

14

Orgasmo con sorpresa

16

Condéname a vivir bajo tus pies

18

Pongámonos a ocho patas

19

Sánduche de cuerpos

20

Erecta

22

¿Quieres que se muera por ti?

24

La niña salsera

25

Estás dentro de los imposibles/ tangibles, igual que el sexo anal

27

El toque de Facebook

28

Besa mi pie y toca mi alma

29

El backstage de Chimbote

30

!

!

4!


Presentación Pop Porn es, ni más ni menos, una publicación imprescindible para los amantes. Un libro que trasciende las fronteras de lo prohibido. La censura no cabe en las líneas que usted, querido lector, está a punto de explorar y es por eso que nuestra invitación es a que se quite los tapujos y si se lo permite, también la ropa. María Paz Ruiz explora los más íntimos deseos de sus personajes y los comparte sin escatimar el más mínimo detalle de erotismo. En esta edición, exclusiva de La Ínter, decidimos no acompañar los textos de imagen alguna. Determinación que consideramos un acierto, dado que lo que aparece en la cabeza del lector al repasar estas líneas no necesita condicionamiento fotográfico o ilustrado alguno. Cerramos esta breve presentación diciendo, además, que en La Ínter nos debíamos esta publicación. No solo por el tiempo que nos llevó en sacarla a la luz, sino por la temática, que antes no habíamos abordado y que una revista dedicada a la brevedad definitivamente debería tener. Comité Editorial Internacional Microcuentista

!

5!


Miss Universo Era de noche en sus entrañas. La oscuridad se había regado por ellas hasta pintarlas por completo de negro. Su vientre empezó a amanecer con la luna dentro, de mañana se veía negro, de noche igualmente negro. Cuentan que alguna vez hasta cultivó estrellas, pero estaban tan dentro que no las vio. Así sumó miles de millones de noches juntas. Soñaba ¡Qué más podía hacer si era de noche! Y de su sueño se originó una criatura deforme y sin tiempo que nació para abrazarla, para besarle su cuello y desnudarla para quererla. Contrajo un amor mental indescriptible, una viruela celestial que le hizo abrir los ojos y mostrarle un resplandor incandescente. Liberó en ella un calor gaseoso que embriagó todo lo que fue y ha sido negro alguna vez. Su útero se cocinó y se reventó en trozos que viajaron a velocidades dolorosas. Quedó extendida y conectada a todas sus partes. Ahora cada vez que su amante viene para amarla se expande.

!

6!


Trauma atízame Te amo por milésimas. Y tú callas, pero yo te escucho en los silencios blancos que dejan las palabras. No quiero saber de tu pasado. Cargas demasiadas heridas. ¿Quién te ha hecho tanto daño? ¿A quién le parece divertido romperte los músculos con los que hoy me quieres? No comprendes por qué te dejo, y luego, con el correr de los días, te vuelvo a buscar como si fueras la última botella de aire, como si solo contigo mi cuerpo se rellenara, como si en esas manos hubiese escondido mis mejores historias, y los papeles olvidados de Dios. Te veo venir y te huelo. Hueles a sal y a espliego. A metodologías revisadas, a cuerpos en movimiento. Ya ni sé si es el sudor de nuestro ayer el que me resulta más asqueroso o esa forma agitada que tienes de aparecer cuando te llamo. Me vives y me deseas, con esa piel caliente que te deja tu insólito trabajo. Parece increíble que pueda amarte. Pero te amo. Parece increíble que te bese después de tantos meses haciéndolo. Tus babas ya son las mismas mías. Tu aliento viene a morir en mí. Tu pelo y el mío se abrazan cuando dormimos. Cuéntame cómo ocurrió. Por qué te enamoraste de mí. Por qué insistes en quererme si soy tan cruel, tan pecadora y tan insensible cuando no estás. Lo hago porque si me vieses congelarías tu adoración. Romperías el altar que empezaste a construir el siglo pasado, lleno de mis fotos y de mis innumerables objetos de dama caótica, de papeles y ropas tiradas por el suelo, de libros y latas de refrescos, de cigarrillos y guantes de boxeo. Romperías tu altar a patadas. Como lo rompió el personaje de mi última novela. Ese que, si mal no recuerdo, casi termina muerto. Pero yo no deseo que mueras, y si has de morir, quédate conmigo. Agárrate a mi alma que, aunque estemos bajo tierra, vivirá siempre más joven que la tuya.

!

7!


Tu cuerpo es un bed and breakfast Salto hacia tu ombligo, me hundo y navego entre pliegues de piel y nervios duros. Me pierdo en tus venas tibias, visito tus partes frías. Camino por tus pies redondos, subo por tus pantorrillas, me resbalo por tu trasero. Salto, me divierto pisando un colchón esponjoso y dulce que podría fotografiar. Me reciben furiosas tus caderas, puntiagudas pero bellas. Tiro de tu pecho, dulce como un balón de sangre caliente. Eres rojo por dentro con vetas blancas, como el jamón de jabugo. Sabes a herrumbre y más arriba hueles a vino. Te taladro la nuca y te hago cosquillas en el cerebro, o eso parece porque tiemblas con impulsos. Sigues durmiendo, sin percatarte de que he tendido tus neuronas con pinzas para la ropa, y he revisado tus coloridos recuerdos. Hablé con tu abuela tartamuda y vi cómo me soñabas revolcándome en un calor maldito. Relamí tu boca, dormí envuelta en tu lengua de gato rasposo con sabor a miel. Te levantaste para hacer pis, no me encontraste, y me buscaste con desespero. Pensaste que te había dejado por otro más bello. Te serviste un whisky y casi me ahogas. Navegué borracha como glóbulo envenenado por tus canales sanguíneos. Brinqué por tu riñón y me precipité hacia tu uretra. Encantando sonreíste cuando me measte entera.

!

8!


Última generación Harto de hostigarse de pornografía ante el ordenador, dicen que el que será mi abuelo salió de copas por Madrid. Ligó con un homosexual para que le pagara los vodkas, y lo besó con lengua para que entrara con él a una discoteca. Movió su culo de arriba abajo mientras celebraba con éxtasis que sonaran sus canciones más tremendas. Entró al baño y se cruzó con una chica rellenita, una gótica de aspecto dulzón gracias a sus tetas blancas y su risita de ardilla. En el mismo baño se tocaron, y qué rápido follaron. Pronto nacería mi madre, en una cuna de segunda con pegatinas de orcos y hechiceros. Ahora tiene diecisiete, baila escandalosamente bien, enamora con dos golpes de cadera y más que hacer el amor, lo bate en las playas con tres chicos distintos a la semana. Ella nunca lo sabrá, pero el más joven de sus amantes es mi padre, un atlético extremeño que en su primera relación sexual dejaría embarazada a la bailarina más mentirosa y porrera que se pudo conseguir en aquel baño infecto de discoteca.

!

9!


Estimulación sexual Su hermano se levantó de la cama y lo encontró amasando el vientre de su cuñada, gorda ella, una preciosa cascada de carnes negras sobre una tanga beige con encajes de oferta. Frenaron los besos en seco, aunque una baba que colgaba entre sus labios decía lo contrario. No se escuchó un grito, ni una mala palabra, solo la sonrisa de la negra revolviéndose de éxtasis en un placer delirante. El cornudo sacó una cerveza de la nevera, y se la bebió entre bostezos. Se acercó a su hermano, le dio una palmada en el hombro para decirle ¡Siempre hemos tenido los mismos gustos!, y el chico, controlando la cocción hormonal de sus quince años, se fue al baño. Los esposos reavivaron su amor carnal, y rieron como niños para celebrar su estrategia de estimulación sexual.

!

10!


Putamente enamorado Ella es la fascinante combinación de todo lo que no se puede hacer. ¿Has visto cómo se sienta? Abre las piernas sin importarle que la mires ahí, porque le encanta desviar ojos arrepentidos hacia sus invisibles calzones. Lo malo es que camina rápido. Claro que come aún más rápido, sin masticar, y le gusta que su garganta suene cuando chupa tequila. De mascota tiene una anguila que compró en un restaurante y que se trajo en una bolsa de plástico, pero desde mi pantalla parece una manguera de plástico. No me da asco que se quite los pelos mientras recibe al vendedor del abono de transporte, con quien ha pasado noches que ni ella recuerda, porque es un cliente sin nombre. Me encanta cuando la veo subrayar los libros, o cuando firma con esfero sobre sus manzanas, y luego se las come sin remilgos, frente a la cámara, abriendo la boca como una boa. De merienda se sirve un poco de arroz duro al que le tira una botella de soja con salmón, pero ella cree que es sushi. Tiene aretes, pero no en las orejas. Tampoco pienso contarte dónde los tiene. La persigo por Internet, me escribe desde ocho correos distintos, y en todos figura como hombre, pero la veo en la cámara y sé que existe, que es una mujer delito. Se despide de mí diciendo que tiene que ir a trabajar. Cada trabajo de ella me perfora el alma tantas veces como a ella la perforan por otros sitios. Cuando termina y se conecta a la red me cuenta que ansía conocer sólo a los que están muertos: Churchill, Poe, y ahora a Liz Taylor. En el último correo me dijo que no podía estar conmigo, ella prefiere a los viejos, a los escleróticos, a los reumáticos, a los pacientes crónicos de pulmón, incluso a los mudos; a cualquiera antes que al admirador que vive y respira detrás de su cámara.

!

11!


Que los hombres nazcan sin pene (dedicado a Alicia) Carga una tristeza larga, de esas que pesan. Lleva los tacones untados de escenas imposibles de borrar. Cuenta sus decisiones equivocadas, 10956, 10957, 10958. Una por cada hora que ha pasado de pie esperando a un cliente. Se ensucia y cobra por ello. Le pagan por embarrarse sin reparos en cuerpos ajenos, en ojos lascivos, algunas veces azules, otras veces rojos, asalmonados de nicotina. Harta de carnes viejas, lenguas de fuertes sabores, pieles grasas y barbas sin afeitar anhela un cambio. ¿Con cuántas personas más terminará restregándose?, ¿en qué orificios oscuros y podridos le faltará introducirse? Sus noches llegan plagadas de jadeos animales, con el eco helado del alcohol cabalgándola, y el ruido obstinado de las llaves del motel, su cárcel, un refugio que no es más que un colchón sucio donde ocurren toda serie de dramas humanos. Babas, lágrimas y chorros de esperma. Su nulo deseo por abrir una vez más unas piernas sordas a los cumplidos. Debe reventar una vez más su cuerpo con el primer idiota que pasa a jugar para darle con un palo, cual piñata. Reza mientras fuma. Por Dios, que llegue un borrador y lo elimine todo, que quite esas manos, esos morados en mi piel, que coja esos cuerpos alebrestados de trago, les amarre la sucia lengua, les corte las manos con las que me torturan más allá de mi imaginación, mucho más lejos del disfrute y cambie los gritos y las palizas por besos suaves y calientes. Que los hombres nazcan sin pene. Maldito músculo que los controla desde que son casi niños, palo ciego, estúpido, impulsivo con el que me hieren cinco veces al día. La tomaron y la dejaron. Pero algunos vuelven, con más ganas, con más ideas fatuas, con una admirable imaginación para la tortura. Repite esto, grita aquello, cómete lo de más allá, si te aguantas te pago el doble. Las sombras la persiguen. Un culo abierto por aquí, un rastro de baba blanca más allá. Sus pezones irritados le hicieron jurar que nunca más los trataría así, y al recordar tanto maltrato siente dolor en sitios nuevos. Llora su tristeza con vergüenza. Debe desnudar al cliente que la espera sentado en su colchón.

!

12!


Prohibiciones —¿Estás preparada? —Claro que sí, llevo toda mi vida esperando por esto. —Sabes que será un poco impactante, que no debes decirle a nadie lo que vamos a hacer. —Ya, ya lo sé. —Lo mejor es que abramos la puerta rápido, no quiero que nos vean. —¡Eso sería lo peor! —susurra ella confirmando que nadie los sigue. La puerta roja cruje con un ruido insoportable, los dos entran al cuarto columpiándose entre el terror y la dicha. Ella lleva un zapato sin amarrar y sabe que debe tener un cuidado extremo para no caerse. Él tiene la cara sudorosa, se muere de ganas por hacerlo y se culpa por no haberla traído antes; pero sabe que si los ven los van a castigar. Y no se trata de cualquier castigo, sino del peor que habrán podido conocer: que los separen por las tardes y no los dejen verse más que por una reja oxidada que hay en la cocina de la casa. Porque sus papás tienen esa horrible manía de encerrarlos, como si con eso pudieran censurar sus fantasías, como si con eso resolvieran los problemas de la imaginación, los calores impertinentes de la adolescencia, los deseos furtivos que laten en los que se hacen hombres y mujeres casi sin darse cuenta. Él se mira la barriga, se da cuenta que ha engordado un poco desde la última vez que intentaron hacerlo. Ella se desamarra el otro zapato y tiene una risa nerviosa que se torna incontenible cuando se quiere quitar la camisa del colegio. Los pantalones de él caen al suelo, sus calzoncillos dejan ver que tiene frío. Toda su piel tiene los poros puntiagudos como si más que un hombre fuera un trozo de pollo desplumado y a medio cocinar. Ella, semidesnuda, acerca la mecedora para treparse al armario. Parece absurdo que después de tanto tiempo planeando esta travesura tenga que subirse a un asiento conocido por su inestabilidad. Su pierna flaquita se balancea, sube los brazos estirando las yemas de los dedos, ya casi llega a tocar la caja. Caen copos de polvo sobre sus ojos y cadáveres de moscas aniquiladas por el calor. El polvo se introduce en sus bocas y en sus narices, pero se aguantan el estornudo el uno al otro.

!

13!


Ella le pasa la caja sin perder el equilibrio. Él sonríe encantado de poder tocarla de nuevo. La abren al tiempo, sacan las bolsas de plástico que han añorado estos meses. Él se equivoca y coge la que a ella le corresponde; bolsa que lleva treinta años esperando por sus manos. Ahí está, es blanco y produce un sonido inolvidable cuando roza el suelo. Ella no sabe cuánto pudo haber costado ese vestido, pero lo que sí sabe es que se muere por ponérselo, y que es de su talla. Introduce sus brazos en el vestido acampanado, las mangas tienen rastros de haber sido mordisqueadas por las polillas. Su piel morena resalta con el blanco insuperable. Va descalza y nada más al verla dentro de ese vestido, él la quiere hacer bailar piruetas, hacerla cantar, hacerla chillar de felicidad. Pero no pueden. Les toca resistirse, porque es posible que la abuela los escuche y los regañe, aunque de lo vieja que está ya se hace la sorda, la ciega y la indiferente. Los pantalones, en cambio, a él no le quedan bien, se le ven los tobillos y parece disfrazado. Pero eso no importa, porque debe terminar de vestirse, de encajarse la chaqueta negra sobre esa camisa de volantes que ya huele a mil demonios en feria. Uno a otro se ajustan cremalleras, botones e hilos. Se miran con frenesí, se tocan la cintura, los hombros vestidos con prohibición, se acarician el pelo y la espalda, se abrazan y en décimas de recuerdo sienten el deseo de darse un beso. Han cumplido la promesa. El día que pudieran ponerse el traje de novios de sus padres, ambos iban a desprenderse de su virginidad. Se han visto desnudos tantas veces que ya sus cuerpos no resultan novedad. Han nadado en el río que está detrás del colegio, y se han percatado de lo grandes o pequeñas que tienen las zonas genitales. Todo lo han vivido con tal normalidad que han perdido los nervios de verse la piel morena expuesta. Ahora, vestidos, oliendo a polilla y a prohibición empiezan a amarse sobre la mecedora de la abuela que ambos comparten. Ella gime enamorada, él se pregunta si no terminarán manchando de sangre el vestido de su madre con el ritmo de su cuerpo. Suena la puerta, saben que han despertado a la abuela, y que no descansará hasta que los encuentre. Pero la abuela sabe más que ellos de amores furtivos, y riéndose por el pasillo, mientras los deja a solas, piensa que eso de desear a un primo es más antiguo que amamantar a los humanos.

!

14!


Orgasmo con sorpresa Tengo mi abrigo verde entre las piernas y lo estoy esperando en un bar. Me pedí una cerveza para que no resultara tan insufrible ver cómo pasa el tiempo en mi BlackBerry. Hace dos semanas que nos pusimos esta cita. Va a ser la primera vez que lo veré de día, porque yo lo conocí en una noche bañada en alcohol y cigarrillo mentolado, en una esquina de un bar de colores, en un pescadero de amores rápidos, un antrico pequeño en el que en el baño siempre hay desconocidos besándose y en el que es fácil ver al que se me antoje mientras hace pis. Llega veinte minutos tarde, nunca he esperado tanto. Es hermosamente blanco, y lleva gafas, mucho mejor, porque sé que si lo veo directamente a los ojos me voy a poner a temblar. Son como dos pozos de emociones azules, dos espejos por donde me gusta pasar, pero no me atrevo. Está nervioso, tiene miedo de caerse mientras baja por la escalera del baño. Se deja de tonterías y pide un ron en lugar de su tercera cerveza. Fuma con compulsión. Parece un animal obsesivo. Como yo. Me cuenta quiénes son sus padres, y descubro que tiene material para un libro. Sabía yo que no me iba a salir un nómada regular. Me excita. Quisiera grabar sus historias, pero hoy no he traído mi grabadora, así que me concentro en escuchar, en seguir tapando mis piernas con el abrigo, mientras él, con todo el peso del alcohol en su cabeza, mete sus manos por mis piernas. Se ríe diciendo que siempre toca a sus amigas, y en ese momento sé que me está mintiendo. Recuerdo que lo primero que me dijo cuando lo conocí fue que él era un manipulador; igual que yo, le contesté con una sonrisa de conquistadora de amantes ocasionales. Entre manipuladores las escenas ocurren más deprisa. Me muestra sus anisolíticos y me doy cuenta que son los mismos míos. Mete las manos de nuevo y me acaricia, lo vuelven loco mis medias, yo le ruego que no lo haga. No me atrevo a tocarlo, pero mi mirada dice lo contrario. Mis ojos me delatan y yo no llevo gafas. Pide permiso para besarme y se lo doy. No sé cuántos besos me da, ya ni los recuerdo, pero me inclino a pensar que no

!

15!


besa mal, pues solo me marcan los malos besos, los besos fríos o los desacompasados. No soy muy besucona. Atrapa mi mano y me la pone en un paquete duro como un ladrillo. No me da vergüenza que la mesera me vea hacerlo. Casi borrachos salimos a caminar, intentamos buscar un hotel, un motel, un garaje, algún antro donde podamos empelotarnos el uno para el otro. No hay habitaciones así que terminamos revolcándonos en un taxi que nos lleva a su casa. Allí, en su cama azul, todo sucede más rápido aún. La ropa vuela, no hay ni tiempo para besar ni preguntar nada. Me abre de piernas y hace lo que me prometió al oído. Confiada en que la música me tape, me pongo a gemir, es lo que me dicta mi pérdida de sentido. No le he contado que está a punto de abrir una caja de sorpresas. Concentrado en hacerlo bien, me chupa con dedicación, y le pido que introduzca sus dedos para que sea un servicio de estimulación perfecto. Nada me da vergüenza. Puedo gemir más fuerte hasta estallar en un orgasmo que le baña la cara y se escurre hasta el piso. Conmovido, mientras ve el repentino charco, da las gracias por haber conocido a la primera squirter de su vida.

!

16!


Condéname a vivir bajo tus pies —Tienes una boca preciosa —Y no me has visto los pies. —¿Cómo los tienes? —Míralos: pintados de azul, pequeños y suaves como si fueran de una niña. —¿Y qué sabes hacer con tus pies? —Cógemelos. Puedo jugar a meterlos por tu boca y asfixiarte mientras ves correr tu vida en el fondo de mis ojos. Con mis dedos sé regular el aire que pasa por tu tráquea para que sigas con tu manía de vivir. —Eres un bellezón de cuidado, mi ama. —No querido, soy algo así como una reliquia sexual. Hoy lo que mimo más son mis pies. —¡Ahógame con ellos! Pégame, dame el aire que tengo que respirar, ordéname y condéname a vivir rendido bajo tus pies. Ella se viste con unas botas negras terminados en afilada punta. Ensilla al hombre, se sienta sobre su boca y comienza a dominarlo como mejor sabe. Después sus tacones se introducen en todos sus agujeros, juega con matarlo a golpes que no matan, comienza a latigar su culo hasta dejárselo rosado como un chicle, le estruja los pezones hasta que el hombre lagrimea de placer. Se descalza, se sienta en su espalda y saca un libro, el Ulises de Joyce traducido al argentino y no se baja de ahí hasta esta escena: —¿Qué hacés por acá, Stephen? —Los altos hombros de Dilly, y su ajado vestido. —Cerrá el libro rápido. Que no vea. —¿Qué hacés vos? —dijo Stephen. La mujer cierra el capítulo diez con un sueño tremendo. Se masturba sobre el lomo de su amante y le pide que duerma tendido en el suelo.

!

17!


El hombre, sin remedio, firma un contrato de pertenencia a una d贸mina que supera los setenta a帽os.

!

18!


Pongámonos a ocho patas Dime algo que no pueda hacer contigo. Saca de tu cabeza los imposibles, nárrame lo más escabroso, defíneme lo que consideras tinieblas. Pretendo entrar en tu piel cosida con la idea de descoserte por dentro. De abrirte en dos o en tres. De partirte por medio de unas contracciones impunes. Cada encuentro contigo es como un parto. En el que el dolor existe, como en cualquier parto. Ajetreo, dolor y empujones de carne. Yo me alejo, tú haces lo mismo. Te vienes y te vas. Yo me quedo con lo tuyo porque así ha de ser la naturaleza. Depositaria de un amor raro, porque cuando tu piel y la mía se juntan eso sucede. Un cruel deseo que luego trae una sucesión de caricias tiernas, en las que nuestros cerebros se engañan mintiéndonos, porque sabemos que nos queremos sin querernos, y nos necesitamos. A ocho patas somos baterías que suenan y retumban cuando entramos en contacto. Nos golpeamos por dentro y aquello suena como una banda argentina, como una descarga ochentera y desenfrenada. Hay sudor y hay malas palabras. Hay calor y casi puede sentirse que el olor lo inunda todo. Yo te inundo, tú me inundas y al final no sabemos qué es lo que buscamos, pero es lo que queremos. Si sólo es un agujero mojado y un trozo de carne que se empina para rompernos y tocar nuestra música. Te acaricio con algo de amor prestado, con algo de amor ajeno, con poemas rancios. Con vocales tiernas. Con una O que me supera. Con acentos que en otro día funcionaron, con piernas que ya no son las mismas. Ya no importa que te vayas o que me despida de ti, porque la memoria de mi cuerpo te lleva dentro como una canción memorable. Como un himno de sangre y fuego que mi piel, en la distancia, tararea cuando se abre al placer.

!

19!


Sánduche de cuerpos Lo vio y algo dentro de su cuerpo hirvió. Se le trepó el deseo como un animalito por la lengua. Lo besó sin dejarlo mediar palabra. Fue un beso caliente entre dos bocas turbias. Dos bocas que se volvieron a lamer, empezando por los poros de la cara, el cuello dilatado y el pecho; blanco el de él, canela el de ella. Se fundieron en la práctica del sexo oral, se relamieron todos los agujeros, practicaron todos los ángulos de la penetración y descubrieron que juntos podían mojar su lecho con toda suerte de jugos de colores distintos. Envueltos en charcos de babas blanquecinas siguieron amándose produciendo unos chasquidos viscosos que atrajeron al resto de su comunidad. Unos con otros se fueron uniendo a esta orgía húmeda y sonora como un río. Unos sobre otros fueron montándose y restregándose en un frenesí de deseo convertido en sánduche de cuerpos. La cópula sin fin ni hambre continuó hasta que los sorprendió la censura, pues en unos días, por entre sus cuerpos, nacieron diminutos y blanditos los primeros doscientos caracoles fruto de su pantagruélico deseo.

!

20!


Erecta Ella poseía un verbo irrepetible para lograr que los hombres se encendieran con sus palabras. Podía con dos frases provocar erecciones, y con un párrafo conseguir que cualquier individuo reventara en orgasmos incontrolados sobre sus manos, su portátil o cerca de su teléfono. Empezó a escribir con un seudónimo, pero era virgen a los treinta. Eligió de sobrenombre Erecta, y empezó a ser conocida en los circuitos más exclusivos del sexo en Internet, a ser citada en películas suecas y húngaras, a ser llamada para dar conferencias a las que enviaba artículos que conseguían volver el más helado salón de actos en teatro X. Erecta había reinventado el sexo, aunque jamás lo hubiese probado. Tenía la imaginación más caliente de su ciudad, había absorbido todo el calor de los grabados eróticos japoneses, había leído a Santa Teresa e interpretado el Cantar de los cantares; transformándose en la biblia del sexo, una biblia que nadie había abierto. Por la calle Erecta vestía como un hombre para no mostrar su cuerpo y escotar su verdadera personalidad. Vivía sin depilarse, cubría su cintura y sus pechos gigantescos con la mirada de una mujer controlada por la culpa y por el respeto que le daba tener que representar cualquiera de sus fantasías. Erecta jamás seducía en vivo o dejaba ver su pelo, hasta esa tarde que terminó tomando cervezas con un homosexual, un chico que le pareció inofensivo. Pero Erecta era demasiado Erecta, y el homosexual se olvidó de que le gustaban los pitos y los pechos planos y empelotó a Erecta en el baño de un bar que apestaba a moho. En segundos el hombre se puso erecto, conquistó las cavernas de una caliente Erecta, quien en minutos, copulando con la cadencia más salvaje irrumpió en una fiebre alterna y ascendente que le conquistó los pies y le coció el vientre en una sopa de endorfinas. La sudorosa y enrojecida Erecta sintió que su himen se rompía gracias a un homosexual medio borracho que la desvirgaba en alaridos de placer, al tiempo que ella empezaba a arder literalmente en un extraño caso de combustión interna que la dejó carbonizada en minutos.

!

21!


Dicen los amantes de las habladurías que hoy, el único y último hombre de la famosa Erecta, quien estuvo atolondrado y ardido por un año, conserva un pene carbonizado con la majestuosa firma de Erecta en el glande, tatuaje de autor que le hace ganar millones de dólares cada vez que lo muestra ante una cámara de la industria del porno.

!

22!


¿Quieres que se muera por ti? Pues dale una noche de buen sexo, y luego hazlo desaparecer de tu vida como si fuera un perro muerto. Para la noche de sexo te aconsejo que no le des muchas pistas sobre lo que ya sabes hacer. Lleva falda, para que puedas follártelo sin tener que andar subiéndote cremalleras. Vete duchadita, y quítate todos los pelos de abajo, no conozco a ningún hombre que prefiera comer un coño con pelos a uno recién afeitado. Luego, prepara tu mirada de Norma Desmond, clásica y por lo mismo infalible. Escribe con tus pupilas: voy a comerte hasta los huesos. Es una frase sencilla y eficaz. Puedes poner esa mirada agachando un poco la cabeza y manteniendo firmes los ojos en él como si fuera una chuleta de cordero a la brasa. Devóralo con pupila y pestañas. Empieza a sentir cómo comienza a morirse por besarte, deja que te bese. Extínguele el aire. Si lo tocas al tiempo que lo besas puedes ponerlo duro como un fósil, pero no lo compruebes con la mano. Así empiezas a matarlo de deseo hasta que necesite deshacerse de él. Él intentará ir rápido, desprenderse de su ropa y de la tuya, pero no debes mostrar tu ansiedad. Intenta retrasar el momento, permítete unos minutos antes de que entre en ti. Si lo dejas aguantar mucho puede que incluso empiece a gritar. La mayoría de hombres se abalanzarán a comerte tu recién depilado coño en cuanto te vean sin ropa. No los dejes, diles que quieres otro tipo de caricia, no muestres en el primer instante que tienes un trofeo a tiro de lengua. Mantenlo acariciándote como si tuviera que darte forma; utilízalo como drenaje linfático para lo que vendrá después. Cuando lo hayas puesto al final de su resistencia déjalo que entre, y entonces, estrangúlale el pene como te he enseñado. El feliz pene con textura de fósil entra ignorante en las cavernas amaestradas de la mujer, quien con cuatro contracciones consigue mucho más que una tremenda eyaculación. Lo estruja dándole siete vueltas dentro de su vagina, lo descabeza y un montón de seres diminutos y desnudos empiezan a cortar y a pinchar con tenedores y cuchillos el viejo trozo de ladrillo, ahora amoratado y sangrante.

!

23!


Se lo devoran por lonchas, entran en su cuerpo y comienzan a molerle los huesos. Toda su sangre empieza a ser parte del torrente sanguíneo de la mujer, quien sonriente y ahora con cosquillas empieza a reír por teléfono mientras llama a su madre para celebrar que se ha engullido con éxito al médico de urgencias que intentaba serle infiel a su mujer.

!

24!


La niña salsera Y en esa cabeza enmarañada se le metió la salsa en el cuerpo. La salsa era una vibración que le servía como una transfusión de sangre. Un chorro de golpes que la mandaban a un infierno especial. Bailaba porque era como recordar en vida. Cada canción llevaba un tono único. Algunas con mayor significado que sus fotos o sus trozos de recuerdos. Ismael Rivera para cerrar el presente, Willie Colón para ahogarse en alcoholes rancios. La salsa empezaba a transformarla desde el pelo, intuida por los olores y alguna gota de sudor. Así comenzaba a palpar el placer, solo comparable a escribir, a chorrear palabras por los dedos, porque a la niña le encantaba todo lo que pudiera mojarse, las cornisas de las ventanas, las lenguas, los orificios ocultos, las plantas, las botellas y sobre todo las manos. Era una dama erótica, desde niña. Eso no lo podía remediar. Y de ahí que le dijeran que ella no podía bailar con cualquiera. La música envolvió su cuerpo en celofán caliente. Empezó a mover los pies, a retorcer la cintura, y a buscar a su víctima entre chorritos de sudor transparente. Se agarró del sexto hombre que se la comió con las pupilas en esa discoteca azul. Le dio tres vueltas, le cantó al oído y la esnifó. Pegó su afiebrado cuerpo de costeña, su fruta abierta, y en menos de lo que terminó Joe cuba en recitar su “Mujer divina”, ya había conseguido quedarse embarazada.

!

25!


Estás dentro de los imposibles/ tangibles, igual que el sexo anal Te vi más grande y enorme que nunca, pensé que habías crecido todo el tiempo que no habías estado conmigo. Tú no querías hablar, ni tampoco escucharme, estabas con ganas de otros ruidos, de otros quejidos. Tenías que buscar la forma de atraerme hacia ti, hacia donde estaba tu otra cabeza. No has cumplido con tus deberes, me dijiste castigándome, pidiéndome que me pusiera de rodillas mientras empezabas a azotar mi culo dentro de unos pantalones. Lámeme por encima de mis calzoncillos, ordenaste, y así lo hice, comprobando que estabas enorme, como siempre, duro y preparado para recibir todo tipo de placeres. Te chupé hasta que se mojó tu dureza valiente, y fumé contigo como suelo hacerlo, con ganas, porque era consciente del tiempo, ese mismo loco tictaqueante que se nos desaparece cuando nos pertenecemos. Me ataste con tu cuerda blanca y me vendaste los ojos. Resultó una atadura incómoda y especialmente fuerte para mis muñecas blanditas. Me latigaste más fuerte de lo que me esperaba, mi pelo me bañaba la cara y se me introducía en la boca dejándome confundida, agobiada por no poder arreglarme los mechones desobedientes. Mis pies acariciaron tu polla, entre cansada y perdida. Mis babas en segundos volvieron a levantar una erección digna de comérsela entera. Estaba roja, medio dolorida y usada, una polla complaciente y muy trajinada, obediente y muy fácil de excitar. Te miré para poseerte, como si por dentro fueras mío y solo mío, como si el mundo fuéramos tu y yo y esa bendita cama lavada. Y tú en ese momento entendiste todo lo que te contaba, y me leíste en mi cuerpo, me calentaste, y con todo lo que imaginaste me abriste y entraste en mí con empujones fuertes hasta llevarme a esquinas que mi cabeza ignoraba. En ese estado creí que me moría contigo dentro. Cuando me posees te conviertes en un trofeo de carne. Y lo celebro. Por eso te digo y te repito que el cielo es sentirte dentro de mí, verte la

!

26!


cara descompuesta y susurrarte las poquitas cosas que puedo pensar mientras entro en un Nirvana delirante. Luego me avisaste que ibas a hacerme probar el sexo anal. Mojaste tu pito y entraste suavemente en mi hueco resistente hasta convencerlo de que nada es grave si se sabe hacer bien. Me penetraste con suavidad y sentí un placer nuevo ahí, que no supe ni dónde estaba. Todo era profundo, yo fui profunda, tú eras un amo con todas las llaves de mis agujeros y de mi piel, que siempre se abre ante ti. Me pediste que me tocara, y me sobraban agujeros porque tú estabas por detrás, empujando por nuevas zonas aceitosas. Cubriéndome de placer. Te corriste con violencia y saliste de mi culo, yo me quedé en pleno éxtasis sin saber si olía a humo o a carne quemada. Terminó de golpe la primera locura pornográfica. Ya está, me digo. Ya no vendrán más comidas ni corridas. Fumamos. Me despedí, volví a tenerte de pie y me dieron ganas de continuar chupándote. Accediste a unos lametones con la puerta de tu casa abierta, con la polla trabajando horas extra. Ese acto de locura es la firma que selló el encuentro. Y pensé: Ojalá nos vean los vecinos y hasta los perros, y que se follen entre ellos, me dije mientras la puerta continuaba abierta. Que nos vean a cuatro patas, que nos vean mientras me vacío en tu cara, que nos vean mientras me das con la fusta por el culo y las piernas, que nos vean mientras me escupes y me abofeteas, que nos vean mientras te mueves en mi cara mojada: nunca llegarán a imaginar lo que hacemos si no nos ven.

!

27!


El toque de Facebook —¿Fui muy atrevido al enviarte un "toque"? —¿Quién eres? —Bueno, reconozco que no nos conocemos de nada... Por eso fue un atrevimiento contactarte con tan solo una foto de tu cara. —¡Tu foto de perfil es atrevida! —Es que yo también soy un poco así, atrevido y provocador... pero sutil si se precisa. He descubierto que eres preciosa y con fuego interior. —¿Estás intentando seducirme? Yo estoy casada. —Así que no podré conocerte o invitarte a mi casa. —Yo sé lo que puedo y no puedo hacer. Yo puedo tomar té, de hecho tomo té con otras personas. Y ahora que lo pienso no tengo muy claras tus intenciones, ni mis tés. —Tomar té no quiere decir que vayas a terminar teniendo sexo en un ascensor. Pero me pregunto, ¿tiene que ser en Bogotá? —No tiene que ser, pero yo vivo aquí. Si prefieres, puedes tomarte el té en Caracas y yo en Bogotá y luego intercambiamos impresiones... —¿Sabes que eres un descubrimiento? —¿Yo? No. Yo existo en miles de mujeres más. De hecho las mujeres también me gustan. —Me encanta charlar contigo, lo tienes todo. Vamos a tener que ver alguna peli porno tomando el té de maracuyá. ¿Eres bisexual? —Digamos que he besado mujeres. Vamos a dejarlo así. —Yo no tengo más que una sola inclinación, soy muy limitado. Pero me has empezado a dar morbo tú... ¿te enojarás si te lo digo? —No. Pero no sigas por ahí. Debo irme. Gracias por darme un toque. Me iré a la cama pensando que serías un buen amante. —Yo me quedaré pensando en ti, viendo tus fotos compulsivamente hasta que me pueda dormir.

!

28!


Besa mi pie y toca mi alma Caricia floja. Noches contigo pero sin ti, deambulo por lo que puede ser una piel ajena por tu casa, por tu enormidad hecha de esos nervios que me rompen. Y te siento que estás abierto, mis órganos nuevos te saludan con canciones No es fácil fluir Cuando me pierdo en tu alma Pero te observo, sujeto Como si nos hubiéramos parido.

!

29!


El backstage de Chimbote Las tardes pensando en él se sucedieron como pisos de una tarta de un sabor extraño. Ella se ilusionó con sus frases calientes, sus brazos sin pelos, sus ojos degolladores, sus pestañas de vaivén, sus lentos y tímidos bostezos que precedían a esas noches en las que la amaba de la forma en que jamás pensó que la amarían. Con toda su pasión cremosa, que parecía enorme, blanca, mantequillosa y tan hostigante que resultó necesario beber cava para cambiar su sabor. Un lunes saboreó sus besos babosos como merengues, sus abrazos ácidos de tarta de queso, sus mensajes empalagosos que le dejaban el móvil pringoso de muaks y caritas amarillas que sonreían en un rotundo y eterno estado de idiotez. Se negó en domingo a tener sexo con él, aquel hombre encarnado en el macho del dulce de leche. Lo despidió sin olerlo en una esquina fétida, y envuelta en los vapores de las cañerías rotas de la calle Argentino Roca, se trepó en el primer auto que se detuvo. El taxista sigue contando la historia de cómo se merendó a una clienta sin nombre, una trigueña que ya es famosa en su pueblo porque en el instante en que quiso llegar al orgasmo empezó a transformarse en una criatura líquida, lechosa y azucarada. Cuesta decir aquí que cuatro hombres la cargaron en cántaros de barro y la cocieron en el fuego; y ella, reproduciéndose con cada sorbo o bocado que le dan, sigue apareciendo untada en galletas y alfajores, morena y densa.

!

30!


Pop Porn es una edición digital de Internacional Microcuentista, revista de lo breve. Comité Editorial Martín Gardella (Argentina), Esteban Dublín (Colombia), Víctor Lorenzo (España), Fernando Sánchez Ortiz (España), José Manuel Ortiz Soto (México) y Rony Vásquez Guevara (Perú). Publicación no venal para descarga gratuita desde internet. En la web: http://revistamicrorrelatos.blogspot.com En Facebook: Internacional Microcuentista - En Twitter: @LaInter2015 Contacto: microcuentista@gmail.com © 2015 Todos los derechos de autor que aparecen en esta antología pertenecen a María Paz Ruiz. Diseño y selección de textos: Comité Editorial de Internacional Microcuentista. Prohibida su comercialización.

!

31!


Acerca de la autora

María Paz Ruiz Gil escribe microrrelatos y ha publicado cuatro

libros

del

género:

Micronopia, Pop

Porn, Microscópicos y Putiferio. Su trabajo está marcado por su tendencia a vincular la literatura con la ilustración, el lenguaje sonoro, el performance, o la producción audiovisual; convirtiéndola en una autora tan versátil como experimental.

!

32!


Pop Porn es, ni más ni menos, una publicación imprescindible para los amantes. Un libro que trasciende las fronteras de lo prohibido. La censura no cabe en las líneas que usted, querido lector, está a punto de explorar y es por eso que nuestra invitación es a que se quite los tapujos y si se lo permite, también la ropa.

La Ínter


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.