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CON SABOR A HISTORIA
A propósito de las vacunas
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a primera vacuna que se elaboró en el mundo fue hace poco más de dos siglos y ha hecho posible, en ese lapso de tiempo, erradicar la epidemia de la viruela.
En el año 1796, el doctor Eduard Jenner perfeccionó la vacuna con linfa de vaca y se la aplicó a un niño de ocho años llamado James Phipp, por eso el medicamento fue denominado como vacuna.
El doctor Jenner obtuvo la linfa de una moza de establo, la que había sido infectada de viruela por una vaca. James, una vez vacunado quedó inmune a la viruela.
Este tratamiento médico de vacunación lo practicaban los chinos cinco siglos antes de Cristo. Colocaban costras de las pústulas de los enfermos de viruela sobre las fosas de la nariz, previa escarificación.
Las epidemias de viruela asolaron a la humanidad con una intermitencia de siglos. Mención especial por su terrorífica mortalidad merecen la acaecida en el primer siglo de la era cristiana durante el reinado del emperador Marco Aurelio y la traída por los españoles en el siglo XV, que fue factor decisivo en la conquista y derrota de los aztecas.
En el siglo XVlll, una pandemia de viruela ocasionó la muerte de sesenta millones de personas, dejando despoblados países enteros.
Dr. Eduard Jenner, padre de la inmunología
A mediados del siglo XIX, el cólera que era endémico en el delta del Ganges en la India, invadió a Rusia en 1830 y debido a las expediciones de las guerras, entró a Polonia, desde donde se propagó al resto de Europa.
En 1833 llegó a Francia e Inglaterra y en 1834 a España. En París, miles de personas salieron huyendo al creer que se salvaban del terrible mal, pero no advirtieron que sólo lo propagaban en donde fueran, ocasionando millones de muertos.
Por vez primera, los médicos pudieron hacer algo en favor de la sociedad. Señalaron que el origen de la enfermedad se encontraba en la miseria y falta de higiene y recomendaron el saneamiento de las calles, la creación de alcantarillado, el azolve de los pozos contaminados y la demolición de estanques.
Al desconocer el tratamiento del cólera, recurrieron a la invocación de las divinidades y rituales mágicos, pero también a practicar las sangrías que llevaban a los enfermos a situaciones extremas y aumentaban el número de muertos.
Otros médicos, viendo que los enfermos se deshidrataban les daban a beber grandes cantidades de agua, iniciándose en Inglaterra la inyección intravenosa de solución salina.
Dos siglos antes, la tuberculosis había desplegado toda su contagiosidad, en el siglo XVI. Era la enfermedad más temida. Los vestidos, las camas y hasta las casas eran quemadas después de la muerte de los infectados, a causa del terrible hacinamiento en las ciudades, de personas provenientes del campo, acostumbradas a otra forma de vida.
En pleno siglo XIX, sólo en Inglaterra, el 25 por ciento de las muertes fueron por tuberculosis. La enfermedad no sólo azotó a barrios míseros, sino a zonas opulentas.
La fiebre amarilla, que fue llevada de América, también se difundió por Europa en 1821, especialmente en Francia, Inglaterra y España. La epide mia de gripe causó gran mortalidad en Berlín en 1830 y para 1835 se expandió en medio continente europeo.
La fiebre tifoidea y el tifo exantemáti c o , ta m b ié n c au sa ro n m i le s de muertos, presentándose en forma recurrente.
En tanto que nuestra vieja conocida, la viruela disminuyó notablemente gracias a la vacuna que se hizo obligatoria primero en Inglaterra y después en el resto de Europa.
Eso sí, sin duda las dos pandemias más mortíferas en la historia de la humanidad, fueron la peste negra de 1348 y la gripe española de 1918.
Con la recapitulación anterior, ponemos de relieve la terrible vulnerabilidad del género humano ante las epidemias y lo afortunados que somos al disponer, apenas a un año del primer brote, las vacunas contra la Covid-19.